HÁBITO
VocTEO
 

Es una disposición estable para obrar de una manera determinada. Concierne a las facultades o potencias operativas humanas; el hábito facilita y agiliza su actuación (el paso de la potencia al acto). Gracias a él se actúa con facilidad, con prontitud, espontáneamente. Sin la ayuda de los hábitos el sujeto carecería de estabilidad, de agilidad y de precisión en el aprender y en el obrar.

El término se deriva del latín habitus y traduce el griego éxis, que significan modo de ser, disposición, comportamiento, en una palabra el acto convertido en actitud. Los dos mayores teóricos del hábito son Aristóteles y santo Tomás. Además de la ética, tratan de los hábitos la psicología y la pedagogía.

Los hábitos atañen propiamente a las facultades superiores humanas: el entendimiento y la voluntad. Los primeros persiguen el conocimiento teórico (por ejemplo, la ciencia y la sabiduría) y se llaman cognoscitivos o especulativos; los segundos se relacionan con la actividad práctica (por ejemplo, la justicia y la templanza) y se llaman apetitivos u operativos. También se ve afectado el sustrato psico-físico, pero en una articulación de subordinación a las potencias superiores. Lo hábitos que plasman a las potencias o facultades de naturaleza estrictamente psico-física son llamados más propiamente habilidades. La ética se ocupa de los hábitos operativos virtuosos o viciosos, que inclinan la voluntad al bien o al mal moral.

En cuanto al principio, los hábitos se originan de varias maneras, en razón de su ser natural o sobrenatural. Los primeros pueden ser innatos, es decir congénitos al hombre, como la inteligencia de los primeros principios y la sindéresis; o adquiridos, o sea conseguidos mediante el ejercicio; la repetición de un acto induce al hábito. Los segundos son infundidos por Dios, fruto de la acción habilitante de la gracia. En los hábitos se puede crecer o decrecer. Y también se les puede perder. Es bueno (virtuoso) o malo (vicioso) el hábito que conforma a la libertad respectivamente con un valor o con un disvalor.

Los hábitos buenos realizan a la persona en relación con el fin, los malos la desrealizan. Hacen a la persona moral como si la revistieran -dicen Aristóteles y santo Tomás- de una segunda naturaleza. El cristiano recibe de san Pablo la invitación a "desvestirse» de los hábitos viciosos del hombre viejo y a «revestirse» de los hábitos virtuosos del hombre nuevo (cf. Col 2,8.12).

Obtenidos mediante el ejercicio (los adquiridos) y correspondiendo a ellos por la fidelidad (los innatos e infusos), los hábitos son acontecimientos de libertad. En este sentido se distinguen de las «costumbres», de naturaleza psicosomática y mecánico-repetitiva. Tienen que ver con la libertad, que es plasmada, inclinada, modulada o reforzada por ellos.

M. Cozzoli

Bibl.: Santo Tomás, Summa Theologica, III, qq. 49-54; O. Schwemmer, Hábito, en SM. 111, 359-363; J, M. Ramírez, De habitibus in communi, en Opera omnia, VI, Madrid 1973; E. Kant, Fundamentación de la metafisica de las costumbres, Espasa Calpe, Madrid 1981,