FRATERNIDAD
VocTEO
 

 1. La fraternidad en el lenguaje neotestamentario es sinónimo de agapé, de amor; son muchos los términos que encontramos ligados a la fraternidad.

« Hermanos" son todos los discípulos  de Jesús (Mt23,8; Hch 1,5; 1 Cor 15,6;Flp 4,1; Heb 2,12; etc.). Por donde pasa Jesús, deja seguidores que, con sus familias, aguardan el Reino de Dios y lo acogen a él y a sus mensajeros; se encuentran por todo el país, sobre todo en Galilea, pero también en Judea, por ejemplo en Betania, y en la Decápolis (cf. Mc 5,19ss). «Hermano" es aquel que forma una sola cosa con Jesús a través de la acogida de su palabra (Mt 12,46-50; Lc 8,19-21). «Hermano", en el lenguaje de Juan, es sinónimo de amor (1 Jn 2,9-10; 3,10-17: 4,20).

 

 2. Los cristianos siguen llamándose  «hermanos". Justino (mártir en Roma en el 165) refiere que todos los bautizados se llamaban «hermanos". San Clemente romano usa unas quince veces el apelativo « hermanos" dirigiéndose a los cristianos de Corinto (año 101). Ignacio de Antioquía (mártir en Roma el año 107), escribiendo a los cristianos de Esmirna y de Filadelfia y a Policarpo, utiliza el término "hermanos».

Orígenes ( 187-253) escribe en el De Oratione: «En torno a Jesús podemos "sentirnos" y "llamamos" hermanos, por ser hijos del mismo Padre» Agustín, comentando a 1 Jn 2,10, dice: «El que ama a su hermano lo soporta todo por salvaguardar la unidad; en la unidad de la caridad consiste el amor fraterno». Y el Vaticano II (AG 3; LG 7, GS 9; 32) afirma que Dios podrá establecer la comunión íntima entre él mismo y los hombres y la de los hombres entre sí, si se establece esta unión fraterna.

El obispo san Cipriano (200-258) exhorta a los obispos: «Ninguno de vosotros tiene que permitirse engañar a los hermanos con mentiras'" Y el Vaticano II (PO 8; L~ 28), refiriéndose a los presbíteros, dice que están íntimamente unidos entre sí con la fraternidad sacerdotal.

 

3, San Cipriano en el De Eleemosynis: «Le damos nuestra precedencia a Dios, no a nuestros hermanos en miseria». El prójimo es el "hermano'" al que hay que ayudar. San Basilio (329~379) dice sobre el recto uso de las riquezas: «Haz partícipe de tu trigo a los hermanos, dáselo hoy al necesitado antes de que muera mañana'. Juan Crisóstomo (350~407), comentando la primera carta a los Tesalonicenses, escribe: «Quien tiene la posibilidad de dar limosna y no la da, es un asesino de sus hermanos, como Caín». Y Agustín (I 1 Jon 3,16-17): «Si todavía no eres capaz de dar la vida por tu hermano, empieza a ser capaz de ayudarle con tus bienes», Clemente de Alejandría ( 150215i: «Pero si debemos la vida a nuestros hermanos y si tenemos un pacto estrecho semejante con el Salvador, ¿nos negaremos todavía a dar?, ¿seguiremos reservando para nosotros las riquezas terrenas?» Y Juan Crisóstomo en el tratado sobre la Incomprensibilidad de Dios escribe: «Un enamorado de Cristo tiene esta característica: se preocupa por la salvación de sus hermanos'. Tertuliano (155-220) en el De Paenitentia señala la práctica de que el pecador arrepentido suplica a los hermanos que intercedan para obtenerle el perdón: es mutua la convicción de la subsistencia de la fraternidad. San Cipriano, en el De Lapsis, invita al arrepentimiento a los pecadores, a los que sigue llamando hermanos.

 

4. La unidad entre los miembros de la fraternidad sólo se alcanza si cada uno está unido a Dios y, por medio de él, con todos los demás hermanos, Si uno ama a Dios de verdad, ama también al prójimo. Los primeros cristianos eran reconocidos no por su vestido, que era el mismo que el de los demás, sino por su manera de amarse. El Espíritu es el que nos hace una sola cosa con Cristo y en Cristo, con el Padre, y una sola cosa entre nosotros: el Espíritu que nos ha dado el Cristo Resucitado. El Espíritu que es vínculo entre el Padre y el Hijo es también vínculo, entre nosotros y Cristo y por medio de él, con el Padre y entre nosotros.

Al amarse entre sí el Padre y el Hijo, perdiéndose por así decirlo el uno en el otro, se encuentran unidos y distintos en el Espíritu. Nosotros, perdiéndonos por amor el uno en el otro, tenemos a Jesús resucitado en medio de nosotros y vivimos su Espíritu: nos encontramos unidos y distintos en él y entre nosotros en su Espíritu. Así pues, el mandamiento nuevo en un pequeño reflejo de la vida trinitaria en la tierra; cuando dos o más la viven, la Trinidad mora no sólo en cada uno de ellos, sino que entre ellos hay una única Trinidad, en donde los dos están como Padre e Hijo y entre ellos está el Espíritu Santo. Jesús es el que nos hace una sola cosa con el Padre y una sola cosa entre nosotros; así es como forma la fraternidad (Ef 1,3-14; 2,11~22l, «Yo en ellos y tú en mi» (Jn 17 23) Esta fraternidad sólo Dios puede realizarla. Es un don suyo. Jesús se dirige al Padre para pedírsela: «Te pido que todos sean uno, Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti» (Jn 17,21). A través de Jesús se puede conocer a Dios (Jn 1,18); a través de él podemos reconocernos hermanos. Jesús en el lenguaje paulino es el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29; cf Heb 2,11). También en el ámbito de la fraternidad es él el que nos indica el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6-7).

A. A. Tozzi

 

Bibl.: J Ratzinger, La fraternidad cristiana, Taurus, Madrid 1962; M. Legido, Fraterniidad en el mundo, Sígueme, Salamanca 1982; L. Evely - Fratemidad y evangelio, Sígueme. Salamanca 1972; L, de Cándido, Fraternidad, en NDE, 567-578; Gandhi, Todos los nombres son hermanos, Atenas, Madrid 1981