ESPIRITUALIDAD
(HISTORIA DE LA)
VocTEO
 

La historia de la espiritualidad cristiana es como el hilo de oro de la historia de la Iglesia. Trazaremos algunas de sus líneas más destacadas y progresivas que prevalecen en las diversas épocas de la historia.

 

 1 Las vías del cristianismo primitivo.- Los primeros tiempos de la experiencia cristiana, tal como se proponen idealmente en los evangelios y en los escritos apostólicos, están caracterizados por dos grandes experiencias originales: el cristocentrismo y la vida de comunión en la Iglesia.

La primera experiencia, entendida  como participación en la vida de Jesús y como seguimiento del Maestro, recibe un toque absolutamente nuevo de la relación vital con el Señor resucitado que, por medio de su Espíritu, vive en el corazón de la experiencia de los cristianos. En la segunda experiencia o dimensión del cristianismo primitivo, la página de los Hechos que nos presenta a la comunidad de Jerusalén en perfecta comunión (Hch 2,42-47) representa un ideal que se propone siempre de nuevo a la vida de los cristianos a lo largo de los siglos: imagen original de una santidad que, en el designio de Dios, es siempre una santidad de comunión, de caridad, de relación mutua, en virtud del hecho de que todos  los creyentes viven la misma vida y son miembros del mismo Cuerpo de Cristo.

Sobre estas dos dimensiones ordinarias y universales que expresan la santidad cristiana, se asientan otras dos vías extraordinarias que en el cristianismo primitivo dan fe de la radicalidad de la opción evangélica: el martirio y la virginidad. El martirio se consideró enseguida, en la Iglesia de los primeros siglos, que era una Iglesia perseguida y oprimida, como la cima de la profesión de la propia fe y una perfecta configuración con Cristo crucificado. En primer lugar Esteban, luego Ignacio y Policarpo, y finalmente una lista innumerable de testigos lavaban sus vestiduras en la sangre del Cordero (cf. Ap 7 14). El martirio se convierte en santidad de un pueblo en la variada multitud de testigos que pertenecen a toda edad, sexo, nacionalidad, condición social.

La virginidad cristiana, opción por  el Reino de los cielos, es también una experiencia límite del seguimiento de Cristo y de la voluntad de vivir el misterio de la Iglesia, virgen y esposa del Señor. La oblación total de la vida por Cristo, la disciplina de la virginidad con todo su acompañamiento de virtudes cristianas, la ejemplaridad para toda la comunidad cristiana, son la clara afirmación de los bienes escatológicos que se esperan: la virginidad se convierte también en entrega a la oración y al servicio de la Iglesia. Nace así una " consagración » especial, arraigada en la bautismal.

 

2. Las vías del monacato primitivo. Los orígenes del monacato cristiano, primero en la soledad del desierto por parte de los eremitas, luego en la experiencia de vida cenobítica comunitaria de los monasterios, deben considerarse como la reacción maximalista de algunos cristianos que escogen el testimonio del Evangelio con una radicalidad característica, en el momento en que, habiendo cesado las persecuciones y la floración martirial, la Iglesia corría el peligro de convertirse en una masa y en una institución bien acomodada. De religión perseguida, el cristianismo pasa a ser religión privilegiada.

 Se corre el riesgo de que se relaje la opción evangélica.

 

 Los eremitas abandonan las ciudades por el desierto, la vida tranquila por la penitencia y la soledad. La lectura de la Escritura, la penitencia, la ascesis como experiencia de lucha contra sí mismo y contra el diablo, caracterizan a esta santidad de lo esencial, hecha de radicalismos extremos que afirman unos valores evangélicos que se iban olvidando.

El cenobitismo, la vida en común,  modera, ya desde los tiempos de Pacomio, las exageraciones de los solitarios, ordena las relaciones en la vida comunitaria, acentúa las exigencias de la caridad y no solamente las de la ascesis: privilegia además el camino del diálogo espiritual con los monjes más ancianos y experimentados que ejercen el ministerio de la paternidad espiritual. Reunidos de forma estable en el monasterio, los monjes descubren también, como atestiguan muchos y preciosos textos antiguos, la forma dé vivir en torno al Señor que prometió su presencia en medio de los que están reunidos en su nombre.

La humanidad de san Benito y la  precavida pedagogía de su Regla ofrecen un oportuno equilibrio en Occidente a la santidad monástica. La vía espiritual del trabajo y la oración, la armonía comunitaria bajo la dirección de un pater familias que es el abad, el entramado de la oración litúrgica y de la personal, la lectura de la Biblia y el ejercicio de las virtudes, son los puntos básicos de esta santidad, que se abre también a la caridad social, a la hospitalidad, al trabajo al servicio de la cultura.

 

 3. Vías medievales de la santidad. De la Edad Media podemos deducir - para indicar, pero no ciertamente para agotar la riqueza de unos fermentos y de unas realizaciones- dos puntos de referencia que expresan la novedad en la continuidad evangélica.

Las corrientes reformadoras de la  vida religiosa intentan volver al Evangelio del seguimiento de Cristo y de la vía comunitaria, con una acentuación más clara de la dimensión evangelizadora de la vida consagrada. Las grandes órdenes mendicantes consiguen realizar una síntesis entre las exigencias del seguimiento, la comunión de vida, la dimensión evangélica y evangelizadora. en contacto vivo con el  pueblo. Es significativo que esta vida se designara como "apostólica» en la Edad Media, no porque estuviera dedicada al apostolado, sino porque quería emular la vida "de los apóstoles» con Jesús o en la comunidad primitiva de Jerusalén.

A nivel popular, la vía de la espiritualidad y de la santidad se desplaza hacia la llamada religiosidad popular.

Se trata de una manera de vivir la fe y  de compartir la experiencia cristiana en formas típicamente populares, creativas, fuera de los esquemas demasiado rígidos de una liturgia clericalizada, en una forma de liturgia popular». Los grandes misterios de Navidad y de la Pasión, la veneración de las reliquias, el culto al santísimo sacramento, las procesiones y las peregrinaciones son ocasiones preciosas para manifestar una fe, profundamente arraigada, que se transforma en conversión, en penitencia, en plegaria, en solidaridad, en obras de misericordia.

El pueblo vivió largo tiempo en la  Edad Media y en los siglos siguientes este tipo de santidad. Las formas simples de piedad y de vida cristiana representan el papel de síntesis doctrinales y espirituales en un tiempo en que las riquezas de la Biblia estaban en parte cerradas al pueblo, con la plenitud de la vida litúrgica en crisis debido a la falta de participación de los fieles y a la incomprensión de las palabras y de los ritos litúrgicos.

 

 4. Formas de espiritualidad de la época moderna.- El paso de la Edad Media a la época moderna se caracteriza por aquella corriente de espiritualidad llamada "devoción moderna», que concede un relieve especial a la praxis de la meditación, a la búsqueda de la contemplación, de la interioridad, casi como complemento y como reacción a veces contra cierta superficialidad que se advertía en la religiosidad popular.

Va acompañada de la ascesis y de la  práctica de las virtudes.

La mística española del siglo XVl está toda ella impregnada de ese intento de entrar en contacto con Dios, aunque en el pueblo sigue prevaleciendo la religiosidad tradicional. Pero ya san Francisco de Sales vuelve a proponer un humanismo cristiano de fuerte inspiración evangélica, con una clara afirmación de la llamada universal a la santidad que se puede vivir en cualquier estado y en cualquier vocación, encarnando la voluntad de Dios.

También son vías de santidad las  que se desarrollan en diversas escuelas y en devociones o acentuaciones de algunos aspectos concretos del misterio de Cristo o de María. Pensemos en la devoción al Sagrado Corazón o a los Sagrados Corazones, a la Sangre de Cristo, a su pasión en los diversos aspectos y momentos de la misma, en la meditación particular de la vida pública o de la infancia de Jesús... De estas vías están llenos los siglos XVII-XIX, con tonos de profunda contemplación, como en la escuela francesa centrada en el misterio del sacrificio y de la oblación de Cristo; con un devocionalismo providencial que reacciona contra el rigorismo jansenista, como en el caso de la devoción al Sagrado Corazón.

También aquí, a través de un misterio  o de un aspecto de la vida del Señor, se quiere hacer una síntesis de vida, aunque a menudo privada de la riqueza evangélica y del equilibrio que lleva consigo todo el mensaje cristiano y toda la economía de la salvación.

La época moderna conoce además,  desde san Ignacio de Loyola, un florecimiento de la santidad apostólica con múltiples fundaciones dedicadas a las obras de misericordia corporales y espirituales, a la educación, a las misiones. Los santos de esta época llevan la marca de personas de acción y de una generosa entrega a la caridad social.

 

 5. Los caminos del tiempo presente. En nuestro siglo que se dirige hacia su fin parecen reavivarse y converger las vías espirituales.

Se reavivan las vías del cristianismo  primitivo, exigiendo fuertemente un retorno a las fuentes, a las vías de la espiritualidad bíblica, patrística, litúrgica y monástica. Se reavivan además las vías de la espiritualidad con una apertura progresiva y decisiva al mundo, a la sociedad con sus problemas, con vías de santidad que no proponen va la huida del mundo, sino que intentan expresar más bien la presencia en el mundo, la transfiguración de lo humano. Es el tiempo de la espiritualidad de los laicos, de la promoción de la santidad en la familia, en el trabajo y en la  profesión. Esto hace que el protagonismo de la espiritualidad pase en cierto modo a los movimientos laicales. Es la época de los movimientos eclesiales.

Pero es también el momento en que  convergen las vías de la espiritualidad.

Estamos en el siglo en que «la Iglesia  se despierta en las almas", según la célebre frase de R. Guardini. La realidad de la Iglesia como comunión, que resaltó el concilio Vaticano II, hace brotar una espiritualidad de la comunión.

La búsqueda de la unidad de los cristianos y la perspectiva de una humanidad que es toda ella familia de Dios, encomendada a la Iglesia de Cristo, sacramento universal de salvación, parece dar a la espiritualidad cristiana un fuerte impulso hacia la comunión por dentro para una mayor fuerza de evangelización y de testimonio ante toda la humanidad. Por eso mismo se privilegia actualmente la vía espiritual de la comunión, de la relación mutua, de la mística que se inspira en su arquetipo, que es el misterio trinitario. Estamos en un momento de la historia en que las diversas vías históricas de la espiritualidad y de la santidad -las de los diversos estados de vida, de los diversos carismas históricos, de las acentuaciones evangélicas- están llamadas a vivir en una relación mutua de unidad:

" Que todos sean uno para que el mundo crea" (Jn 1721).

T  . Jansen

 

 Bibl.: L. Sala Balust - B. Jiménez Duque  (eds.), Historia de la espiritualidad 4 vols. Flors, Barcelona l969; E. Ancilli, Espiritualidad (historia de la}, en DE, 11, l6-32; AA, VV, Historia de la espiritualidad, en NDE, 6l3-637; A. Royo Marín, Los grandes maestros de la vida espiritual, BAC, Madrid l 973,