EDUCACIÓN MORAL
VocTEO
 

El problema de la educación moral va estrechamente unido al de la conciencia y su formación. Puede incluso decirse que las fórmulas « educación moral» y «educación de la conciencia» son dos fórmulas equivalentes.

Pero, ¿qué significa educar y formar la conciencia? ¿Qué conciencia hay que educar y cómo tiene que formarse la propia conciencia?

La conciencia (o el sujeto moral) tendrá que formarse ante todo desde el punto de vista del entendimiento, para buscar y encontrar la voluntad de Dios o el orden moral objetivo y saber formular los verdaderos juicios morales. Por tanto, educar la propia conciencia en este sentido equivale a educar la propia inteligencia en la actuación de aquel proceso, típico de la ética normativa, que atiende al establecimiento del juicio moral: se aprende a saber usar las capacidades argumentativas para conocer lo moralmente bueno de la propia actitud y lo moralmente recto del propio comportamiento.

Pero esto no significa que entonces se es más bueno desde el punto de vista moral.

En efecto, la bondad moral de una persona se sedimenta en la esfera volitiva y, por tanto, sólo se podrá hablar de educación moral en sentido pleno si se educa también a la conciencia en su función volitiva. Se plantea aquí el problema de saber si y cómo puede educarse la voluntad de los otros: mientras que educar la propia conciencia como función intelectiva depende fundamentalmente de la ayuda de los demás, del estudio y de la reflexión, educar la propia conciencia como función volitiva depende exclusivamente de la misma persona interesada y de su misma voluntad.

Formar la propia conciencia como función volitiva significará querer ser siempre moralmente buenos, ejercitarse en la vida moral, tender a la plena posesión de las virtudes, mejorar la propia actitud, convertirse continuamente.

En este sentido se afirma también que nadie puede tener una influencia decisiva en la conciencia de los demás y que ésta nunca puede ser condicionada por nadie: sólo es posible influir sobre ella a nivel de causa genética y en clave exhortativa. En efecto, educar la propia conciencia significa autoformarse, adquiriendo una sensibilidad cada vez mayor, y autoexhortarse a una vida moral cada vez más refinada, recibiendo las exhortaciones de los demás para reproponérselas continuamente uno a sí mismo.

El verdadero educador moral o el que forma la conciencia, en todo caso, es siempre el maestro interior, del que habla san Agustín, que suscita e inspira en cada conciencia el deseo del bien, que guía e ilumina su difícil camino moral, estimulándola y animándola en los momentos de desanimo, impulsándola hacia unos ideales cada vez más elevados.

Para la educación moral es un postulado imprescindible el de la libertad, No ser libres equivale a no ser sujetos morales. El que no es libre no puede ser considerado nunca como responsable de sus propias acciones, de sus gestos, de sus deseos. La autorrealización del sujeto moral depende fundamentalmente del uso que haga de su libertad.

Pero el énfasis con que a menudo hablamos de los problemas morales tendrá que adquirir unas nuevas dimensiones desde el momento en que empecemos a reflexionar más atentamente en lo que es la libertad, en los diversos tipos de libertad, en cuál de ellos es realmente indispensable para la vida moral, etc.

La libertad que se presupone para el comportamiento suele llamarse libertad de acción y puede verse siempre condicionada desde fuera por otras personas o por ciertas cosas, por nuestras mismas fuerzas o por las posibilidades materiales de que disponemos, La libertad que presupone la actitud es de distinta naturaleza. Al identificarse con la disposición de la voluntad o del corazón, no sufre nunca condicionamientos externos. Puede considerarse, bien en referencia a la opción inicial (libertad de opción), o bien a la continuación en el tiempo de la conformidad volitiva con la opción inicial (libertad de perseverancia).

La libertad de opción es aquel tipo de libertad que es indispensable para llevar a cabo la opción moral fundamental entre el bien y el mal. La voluntad del sujeto morál tendrá que ser totalmente libre en el momento en que realiza esa opción con la que inicia el proceso de su existencia moral, cualificando a su actitud como moralmente buena o mala.

La libertad de perseverancia, por el contrario, es aquel tipo de libertad que ejerce continuamente la voluntad, esforzándose en perseverar en la positividad (o en la negatividad) de la opción fundamental ya realizada. La persona tendrá que renovar continuamente esta opción moral inicial u opción fundamental por el bien o por el mal en la trama cotidiana de su existencia. La actitud moral puede modificarse en cada instante y deja de ser moralmente buena o mala en el mismo momento en que no se renueva aquella opción inicial con la que se había autocolocado en la bondad o en la malicia moral.

Además de estos tres tipos de libertad que se refieren claramente al comportamiento o a la actitud del sujeto moral, se puede señalar también otro tipo de libertad que no se refiere exclusivamente al uno o a la otra, sino a los dos juntamente: es lo que se designa como libertad de opciones preferenciales.

Frente a ciertas situaciones la actitud está en condiciones de realizar una opción más bien que otra, como, por ejemplo, cuando se trata de elegir la vida matrimonial o la vida consagrada, una orden religiosa en vez de otra. Incluso frente a diversas posibilidades operativas se puede preferir una acción y no otra, este médico u otro, este automóvil y no otro. Todo ello no plantea especiales problemas, ya que este tipo de libertad no es decisivo, fundamental, ni siquiera indispensable para la bondad moral de esa actitud.

Al ser neutra desde el punto de vista moral, no se la posee de forma incondicionada o de un modo tan pleno como ocurre con la libertad de opción; por eso precisamente se la define como preferencial y se ejerce también respecto a un cierto número de posibilidades operativas, a pesar de que no está tan condicionada como la libertad de acción.

S. Privitera

 

Bibl.: N, J Bull, La educación moral, Verbo Divino, Estella 1976; M. Vidal, El camino de la ética cristiana, Verbo Divino, Estella 1986; B, Forcano. La educación moral hoy y cara al futuro, en Pastoral Misionera 15 ( 1979) 543-583; G. Gatti, Educación moral, en NDTM, 5 12-527; M. Vidal, Diccionario de ética teológica, Verbo Divino, Estella 1993,