DECISIÓN
VocTEO
 

Con este término se entiende el acto con que un sujeto humano escoge cumplir o dejar de cumplir una acción, Esta acción no debe ser necesariamente externa al sujeto: una persona puede decidirse también a adoptar una actitud interior. También en este caso la decisión realiza un cambio en la realidad, es decir, en un estado mental real.

En la medida en que cada una de las fases de la decisión implica libertad, voluntariedad, responsabilidad, es también objeto de reflexión ética. La decisión no debe entenderse tampoco como un acto puntual, sino como un proceso. Lo que la precede, en cuanto decisión situada, es el contexto histórico general y la constitución bio-psíquica del sujeto; estos datos no pueden escogerse libremente. Sin embargo, la libertad se despliega a nivel de autocontrol consciente, de madurez humana, de generosidad moral y de información requerida para el acto. Fundamentalmente, la decisión se desarrolla en tres momentos sucesivos: reflexión sobre el fin o finalidad que se persigue; apropiación de ese fin como algo propio; elección de medios para alcanzarlo.

Además de la responsabilidad que se pone en movimiento en cada uno de estos pasos, existe otra más amplia. La decisión se refiere siempre a un objeto concreto, que se presenta como un bien. Pero los bienes son bienes del hombre. Y el hombre no es capaz de tomar decisiones respecto a los bienes humanos y morales siempre del mismo modo. No nos referimos evidentemente a los estados de humor incontrolables, sino al grado de generosidad, de madurez, de bondad moral. En cada una de las situaciones el sujeto se decidirá por el bien de que es capaz, y el grado de capacidad dependerá también de su vida anterior. Esta visión de la decisión como opción (de origen aristotélico) no puede por tanto reducirse a una teoría de la decisión basada exclusivamente en la exaltación maximalista de lo útil y en la reducción de las pérdidas o de los riesgos de pérdida. La decisión moral es racional, pero no se refiere solamente a la racionalidad de los medios, más aún, implica ante todo un conocimiento de los fines y la orientación concreta hacia el cumplimiento de la propia bondad moral.

Es específico de la tradición católica pensar que el sujeto moral es una persona que tiene que desarrollar su propia dignidad realizando el plan de Dios sobre él, completando todo lo que está escrito en su propia estructura profunda.

Por eso no basta con la buena intención: es necesario que el acto sea correcto. Es decir, no hay que perder de vista la verdad, que es un carácter distintivo de la opción y de la decisión moral. No basta con tomar en consideración las circunstancias, sino también y sobre todo los valores humanos, los óbjetos de la virtud, la realidad del proyecto de Dios sobre cada uno de los hombres y sobre todos ellos en general.

La teoría kierkegaardiana de la decisión que se desarrolla dentro de un horizonte de sentido, donde tiene lugar la libertad fundamental, es más una teoría del fin que de la decisión, Por tanto, no es muy útil a la hora de tener que aclarar la responsabilidad tan variada y los elementos tan poliédricos de la decisión real.

Tampoco la teoría social de Karl Schmitt, según la cual la decisión política no es en definitiva totalmente racionalizable, ya que implica un voluntarismo evidente, conduce a una verdadera clarificación. La afirmación de que los primeros principios éticos -y por tanto los principios éticos de la decisión- no pueden fundamentarse ulteriormente no significa afirmar por eso mismo que son fruto de la pura decisión. La tradición teológica católica ha vinculado estos primeros principios con la estructura profunda del hombre, criatura libre, destinada a su propio cumplimiento con la ayuda decisiva de Dios.

Objeto de la decisión puede ser solamente lo que el sujeto piensa que puede realizar: el resto es simple objeto de deseo.

Hay evidentemente una diferencia entre lo que puede realizarse inmediatamente y lo que sólo puede realizarse a través de una serie muy larga de medios: por ejemplo, hacérse ingeniero aeronáutico para un muchacho que empieza el bachillerato en ciencias. El caso es además distinto si la opciónes de tipo formal: querer hacerse tolerante. Habrá que poner en obra toda una serie de «ejercicios», pero, además, la tolerancia sólo podrá conseguirse, normalmente, en concomitancia con otras opciones concretas. Otro tipo de decisión es la de hacerse moralmente bueno; esta decisión es explícita y no puede realizarse más que a través del ejercicio de todas las virtudes formales (por ejemplo, la tolerancia) o materiales (por ejemplo, la castidad matrimonial), y sobre todo a través de la aceptación de la gracia y del perdón.

La decisión no es lo mismo que la determinación (ser personas decididas); pero, generalmente, cuanto más empeñado está uno en su decisión, más se determinará a realizarla.

F, Compagnoni

 

Bibl.: J B. Metz, Decisión, en CFr, 1, 373381; G. Fourez, Más allá de lo prohibido, Verbo Divino, Estella 1974; G. Garrone, Moral cristiana y valores humanos, Herder, Barcelona 1969,