CRISTOCENTRISMO
VocTEO
 

Fórmula que hace referencia al principio metodológico de la centralidad de Cristo en la vida cristiana y en la reflexión teológica. Desde el punto de vista teológico, el punto más destacado es el significado que reviste en la teología sistemática y en la interpretación misma del hacer teología.

En la historia de la teología el Cur Deus Homo de Anselmo da paso a la reflexión sobre la centralidad de Cristo, precisamente en la argumentación que relaciona la encarnación y su inteligibilidad con una perspectiva amartiocéntrica: Cristo se ha encarnado porque el hombre ha pecado. La teología posterior se encuentra metida en esta lógica. Agustín habla de la conveniencia de la encarnación; santo Tomás afirma una distinción entre una reparación adecuada y una conversión del pecador. Esta última no exige la encarnación, En la segunda Escolástica, Molina vio la centralidad del Cristo muerto y resucitado victoriosamente. Junto a esta tendencia se sitúa el « cristocentrismo objetivo» (A. Grillmeier). que, a partir de la concepción medieval del Christus totus, ve en Cristo la comprensión de lo real y el objeto específico de la teología, La teología del humanismo encuentra en la idea de Cristo la cifra de lo real en la síntesis de infinito-finito, Una forma de cristocentrismo objetivo puede encontrarse en el ámbito de la apologética clásica del siglo pasado, impulsada por la acentuación filosófica de la cristología. Particularmente en la demonstratio christiana, la cuestión cristológica giraba en torno a la declaración por parte de Jesús de su divinidad y en torno al análisis de los títulos cristológicos (Mesías, Hijo del hombre, Hijo de Dios).

En la reflexión teológica católica, T de Chardin presenta un horizonte crístico dentro del cual se mueve la realidad en su globalidad. Cristo es el punto-omega, el centro dinámico del movimiento de evolución que atraviesa la realidad cósmica y humana en virtud de la resurrección. En H. U. von Balthasar Cristo es el centro de la teofanía y de la teología, porque nos introduce en el misterio de Dios, que en el mysterium paschale muestra la lógica de un amor que salva. Él es el universale concretum que brilla por su singularidad: es forma de Dios y arquetipo de la humanidad. E. Schillebeeckx pone el acontecimiento Jesucristo en el centro de la revelación de Dios y del hombre: «Es precisamente Jesús de Nazaret aquel que revela plena y definitivamente qué es lo que corresponde a Dios y qué es lo que debe hacer propiamente el hombre". En el campo protestante K. Barth desplazó la perspectiva teológica a la cristológica: Cristo es la Palabra de Dios, la historia particular de Dios con el hombre y del hombre con Dios; sobre este eje la teología parte de Dios y va hacia Dios de la única manera posible; por eso la dogmática tiene que ser únicamente «cristológica». Si para O Cullmann Cristo es el centro del tiempo, el kairós ante el cual se comprende la historia, en W Pannenberg Jesús resucitado anticipa en la historia el destino de la misma, ya que la abre al futuro de Dios; Cristo, en su concreción y singularidad, es el centro del proceso de la historia en su esperanza de salvación.

En el ámbito de la teología fundamental, el cristocentrismo se sitúa en un doble nivel: por un lado, es un principio imprescindible de lectura de la revelación en la correlación entre teocentrismo-antropocentrismo, y en la comprensión de la Iglesia como destinataria del proceso de transmisión de la revelación; por otro lado, permite a la teología fundamental una actitud apologética correcta: la figura de Cristo en su significatividad y credibilidad es decisiva para la libertad y la decisión del hombre. Él es el Signo total que da sentido al signo-Iglesia y - que descifra los demás signos del proyecto revelador de Dios.

C. Dotolo

 

Bibl.: G. Moioli, Cristocentrismo, en NDT 1, 213-224; H. KUng, Christozentrik, en LTK, 11, 1 169-1 174; G. Iammarrone (ed,), La cristologia contemporanea, Padua 1992; T Citrini, El principio «cristocentrismo» y su operatividad en la teología fundamental, en R. Latourelle - G. O'Collins, Problemas y perspectivas de teología fundamental, sígueme, Salamanca 1982, 246-271