CASTIDAD
VocTEO
 

La castidad suele definirse hoy como la virtud que valora la sexualidad humana en sus significados y la inserta en el proyecto de maduración interpersonal.

Es clásica la definición de santo Tomás: la castidad es la virtud por medio de la cual el hombre domina y regula el deseo sexual según las exigencias de la razón. Su auténtico objeto es el placer sexual, que hay que poner desear, distar y regular según un orden justo (5. Th.ÍI-II, q. 151, a. 1-2). En el esquema tomista, la castidad se inserta en la virtud de la templanza, entendida como valoración equilibrada de las diversas tensiones, en una perspectiva global de valores.

Desgraciadamente, en el uso corriente el término castidad ha perdido casi por completo su significado y su valor positivo. En este hecho han Jugado su papel las definiciones y terminologías tradicionales, que no respetan la perspectiva tomista. En efecto, la definición que dan los manuales de moral, según los cuales la castidad es la virtud que regula la concupiscencia de los deleites venéreos, daba la impresión negativa de hablar de renuncia y de represión. Además, la distinción entre castidad pefecta (de los que se abstienen por completo del ejercicio de la sexualidad) y castidad imperfecta (de las personas casadas) podía mover a error haciendo pensar que la castidad de los esposos no era una verdadera y propia castidad, y que les era imposible llegar a la pefección de la vida cristiana. La visión  actual de la sexualidad, justa y marcadamente personalista, ha llevado a ampliar el concepto de castidad y a descubrir su significado y . su valor positivo. La castidad no es menosprecio ni rechazo de la sexualidad o del placer sexual, sino fuerza interior y espiritual que libera a la sexualidad - de sus elementos negativos (egoísmo, agresividad, atropello) y la promueve a la plenitud del amor auténtico. En otras palabras, es la humanización o valorización de la sexualidad como afectividad leal, comprometida, respetuosa de la situación de cada uno. Es maduración interpersonal afectiva en armonía de valores.

En sentido cristiano, la castidad es  don del Espíritu, que madura la potencialidad sexual convirtiéndola en afectividad, en agapé, en respeto del proyecto creativo; es ayuda de gracia, que hace posible la respuesta de amor que cada uno está llamado a dar; es al mismo tiempo don divino y - conquista personal.

Mientras que el elemento formal de  la castidad - es decir, la disposición habitual a valorar y actuar debidamente la sexualidad, según las exigencias del amor auténtico- es necesariamente igual en todos, el modo de vivirla en concreto varía según los diversos estados de vida. El hombre casado debe vivir en gran parte según unas normas materiales distintas de las del no casado. Entre las personas no casadas existen a su vez notables diferencias, según se estén preparando para el matrimonio o sean novios, o bien se trate de personas viudas o que se hayan consagrado a Dios de manera particular a través del voto de continencia perpetua.

La castidad como equilibrio psicosexual requiere el dominio de sí, la formación del carácter y el espíritu de sacrificio. En esta perspectiva, la vigilancia, la prudencia, la oración y el recurso a los sacramentos constituven las condiciones necesarias para Una maduración cristiana de la sexualidad.

También el pecado sexual, como actuación negativa de la sexualidad, tiene que considerarse en una perspectiva personalista. Su gravedad depende del desorden que introduce en la dimensión personal e interpersonal. Si la castidad es « autoeducación en el amor», el pecado contra la castidad es negación del amor. La potencialidad sexual, en vez de realizarse en una entrega afectiva, comprometida, respetuosa del proyecto de Dios y de las situaciones personales, se utiliza en sentido negativo, en una satisfacción egoísta y caprichosa.

G. Cappelli

 

Bibl.: R. Barbariga, Castidad y vocación, Barcelona, Herder 1963; J. M. Perrin, La virginidad, Rialp, Madrid 1966; A. Pié. Vida afectiva e castidad, Estela, Barcelona 1965,