Del substantivo latino assumptio (acogida) y antes todavía de la raíz verbal ad/sumo (tomo para mí, acojo). En el lenguaje teológico cristiano designa el hecho de que María, madre de Cristo, ha sido tomada y acogida en la esfera de la vida celestial por obra del poder divino.
La Asunción es el acontecimiento culminante de la existencia de María.
Para
la Iglesia católica, después de la definición
del papa pío XII con la constitución dogmática Munificentisimus Deus (MD) del
1 de noviembre de 1950, se trata de una verdad que hay que aceptar con fe. Esta
dogmatización no es aceptada por los cristianos greco-ortodoxos y mucho menos
por los cristianos del area confesional de la Reforma: por los primeros, porque
no reconocen al obispo de Roma el poder de proclamar dogmas; por los segundos,
porque la Asunción no es una verdad que tenga fundamento en la Escritura y debe
considerarse, por tanto, como ún añadido indebido al patrimonio de la fe
cristiana. Esta gran diversidad de posiciones entre los cristianos nos estimula
a exponer con precisión los motivos y el sentido de la posición católica y a
tener cuidadosamente en cuenta las vicisitudes de su maduración en la
conciencia de la Iglesia a lo largo de la historia.
1. Fundamento en la sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia.- Las fuentes bíblicas no ofrecen ningún testimonio explícito y directo sobre la muerte de María, sobre su resurrección y sobre su acogida en la esfera de la vida divina con toda su realidad de ser humano.
En cuanto a la tradición de la Iglesia, hay que decir que en los tres primeros siglos no se encuentra ninguna referencia al destino final de María. A lo largo de los ss. 1V y y empezaron a aparecer algunas huellas del convencimiento de su paso glorioso en cuerpo y alma a la vida inmortal (cf. san Efrén, Timoteo de Jerusalén, san Epifanio, el apócrifo Tránsito de María, de finales del s. y). A partir del s. VI en Oriente y del VII en Occidente se empezó a celebrar gradualmente la fiesta de la Dormición o del Tránsito (representado de varias maneras) de María, ordinariamente en la fecha del 15 de agosto; en tiempos de Carlomagno, en Francia y en Inglaterra, la fiesta tomó el nombré de Assumptio Mariae, hecho que presuponía la convicción de su resurrección inmediatamente después de su muerte. Finalmente, en toda la cristiandad, gracias entre otras cosas a la posición doctrinal asumida por los grandes teólogos y doctores medievales, esta convicción maduró a nivel universal y la fiesta se extendió por todo el mundo cristiano oriental y occidental. El protestantismo, por los motivos aducidos, criticó y sigue criticando esta doctrina y la praxis litúrgica correspondiente.
Desde el s. XVIII empezaron a dirigirse en el ámbito católico peticiones a la Sede Apostólica para que se proclamara y definiera como verdad de fe la Asunción de María. Fueron creciendo notablemente estas peticiones en los siglos sucesivos, alcanzando su cima en el pontificado del papa pío XII. Éste, el 1 de mayo de 1946 consultaba a los obispos católicos de todo el mundo en la encíclica Deiparae Virginis si pensaban que podía ser definida la Asunción de María y si deseaban junto con sus fieles esta definición. Tras obtener una respuesta positiva de la casi totalidad de los interrogados, procedió a la definición dogmática con el documento antes recordado Munificentissimus Deus.
Desde
el punto de vista católico, se explica este proceso de convicción de fe y se
justifica la definición dogmática pontificia por el hecho de que la Asunción
de María encuentra su raíz implícita e indirecta en el testimonio de la
sagrada Escritura, tal como la han ido leyendo e interpretando gradualmente los
Padres de la Iglesia, los teólogos y el sentido de fe de los fieles bajo la
acción iluminadora del Espíritu Santo, inspirador de la palabra de la
Escritura y garante de la autenticidad de la fe del pueblo de Dios. En este sentido los teólogos y pío XII
en la MD recogen varios motivos y pasajes bíblicos que inspiran esta convicción
sobre el paso de Mana de este mundo a Dios, especialmente el motivo de su unión
íntima y perfecta con la suerte de su Hijo.
2.
Contenido doctrinal de la verdad de
fe de la Asunción. El texto de pío XII señala con claridad cuál es el «núcleo
dogmático» de esta verdad mariana: «Pronunciamos, declaramos y definimos que
es dogma revelado por Dios que la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terrena, fue asumida a la gloria celestial en alma
y cuerpo» (DS 3903). Se afirma que María terminó el curso de su vida terrena,
de esta existencia humana tal como la conocemos; pero no se dice cómo sucedió
esto, si a través de la muerte o no. (Entre los teólogos de aquel tiempo había
varias opiniones y el papa no quiso favorecer ninguna de ellas a costa de las
otras). Se añade que María, una vez terminada la parábola de su existencia
terrena, en virtud del poder de Dios se encuentra en la esfera de la vida divina
con y en su ser humano integral ( « alma y cuerpo»). Su realidad humana
integral alcanzó con el paso de este mundo a la gloria de la vida divina la
salvación plena y definitiva («la gloria celestial»), aquella en la que había
entrado precediéndola su Hijo ascendido al cielo y sentado a la derecha del
Padre.
3. Aspectos de esta verdad mariana :
a) Cristológico: la Madre queda «asimilada» a su Hijo glorioso, siguiéndolo en la fase definitiva y gloriosa de su existencia.
b) Eclesiológico: la Iglesia, que tiene en María su comienzo y su imagen perfecta, puede contemplar en la Asunta al cielo su futuro y ver en ella un signo de consuelo y de segura esperanza de su propio cumplimiento. (Este aspecto fue destacado particularmente por el Vaticano II: cf. LG 68).
c) Mariológico: María ha alcanzado la plenitud de la salvación y el cumplimiento de su existencia como criatura humana amada por Dios de forma sublime.
d) Antropológico : lo humano, más concretamente lo «femenino humano», ha conseguido en ella por la gracia de Dios la plenitud de su realización integral; por eso puede contemplar en ella el futuro que Dios le ha prometido y reavivar en esta contemplación el deseo de alcanzarlo.
En estos últimos años algunas propuestas de relectura de las afirmaciones antropológicas relativas al futuro del hombre (escatología) han tenido repercusiones en la formulación de la verdad dogmática de la Asunción de María, que se afirmó en la tradición y que fue también acogida en la MD: la Asunción de María con todo su ser humano en la gloria celestial constituye un privilegio insigne respecto a todos los demás seres humanos, excluido Jesucristo, los cuales sólo serán salvados plena e íntegramente al final de la historia con la resurrección de los « cuerpos».
Por motivaciones escriturísticas (visión bíblica de la unidad profunda del hombre en y con todas sus dimensiones), filosóficas (unidad estructural del ser humano y su salida de la dimensión de la temporalidad con la muerte y después de la muerte), culturales (sentido actual de la corporeidad, no como algo que tenga el ser humano, sino como algo que es), algunos teólogos han propuesto la hipótesis de que el hombre, por la fuerza salvífica del Espíritu de Dios, resucita con todo su ser en la muerte. Semejante hipótesis parece eliminar el alcance del privilegio concedido por Dios a María, asumiéndola a la vida gloriosa divina en su paso de este mundo al otro. Sin embargo, algunos teólogos opinan que la verdad de la Asunción sigue teniendo todo su significado, con tal que no se la vea en la anticipación temporal de la salvación integral escatológica en María, sino en su plenitud y eminencia.
G. Iammarrone
Bibl.: Const, dogmática de Pío XII, Munificentissimus Deus, en AAS 42 (1950) 753771; A, Roschini, 11 dogma dell'Assuncione, Roma 1950; A. Serra y otros, Asunción, en NDM, 258-289.