ARISTOTELISMO

El aristotelismo es la influencia ejercida por la filosofía de Aristóteles a lo largo de la historia del pensamiento occidental y en particular, en nuestro caso, sobre la teología. Los principios de fondo de donde parte la filosofía de Aristóteles pueden resumirse en dos: la realidad es en sí misma inteligible y el hombre posee, por su parte, la capacidad constitutiva de conocerla científicamente.

La verdad de las cosas no reside fuera de ellas, como ocurría con Platón, sino que ha de buscarse en la estructura interna de la realidad, que está regida por unas leves concretas y siempre iguales a sí mismas. Es decir las cosas poseen un modo de ser. En efecto, hav un dinamismo universal que tiene sú origen en la "causa primera", que da orden y por tanto inteligibilidad a cada una de las cosas (Dios es el "motor inmóvil» que, desde toda la eternidad y por necesidad, sostiene al mundo mediante aquella relación general que va de la causa al efecto).

Por su parte, el hombre tiene en sí una capacidad propia de recibir al mundo exterior y de sacar de él las leyes que lo regulan y que le confieren inteligibilidad.

El universo propuesto por Aristóteles es, por consiguiente, de carácter autónomo es un mundo que no debe dirigirse a nada distinto de sí para explicarse: bien por su naturaleza interna, bien por la capacidad cognoscitiva del hombre, la naturaleza de las cosas y de las realidades puede conocerse científicamente, esto es, de forma cierta.

En el mundo occidental se conocía muy poco de la propuesta filosófica aristotélica hasta comienzos del s. Xll.

Sólo se empleaban como objeto de estudio en las escuelas sus obras lógicas, traducidas por Boecio (+ 524) y algunas obras morales. Fue el mundo árabe y especialmente Avicena (+ 1037) y Averroes (+ 1198) los que dieron un gran impulso fundamental al redescubrimiento de Aristóteles; aunque con acentos diversos, estos dos pensadores intentaron mediar y releer las obras de Aristóteles dentro de la fe islámica. Este esfuerzo de mediación y de integración de la filosofía aristotélica pasó, junto con sus traducciones, al mundo occidental, dando origen a un gran debate y al nacimiento de diversas escuelas de pensamiento (ss. Xll-XIIl). Por una parte estaba la corriente franciscana que releía a Aristóteles a partir de presupuestos agustinianos (iluminación) y de la interpretación de Avicena (entendimiento agente identificado con Dios: Bacon el 1292l), esto es, partiendo de los presupuestos neoplatónicos; y todo ello para integrar la ciencia aristotélica en un único camino de revelación para no tener que separar ámbitos diversos de conocimiento, competitivos entre sí (Buenaventura + 1274l). Por otra parte estaba el intento de santo Tomás (+ 1247) de asumir más o menos íntegramente la propuesta aristotélica (por ejemplo, la gnoseología, abandonando así la iluminación agustiniana, y la antropología en la unidad inseparable de alma y cuerpo). A estas dos escuelas se contrapone el aristotelismo heterodoxo o averroísmo latino (Sigiero de Brabante + 1286), que, recogiendo el intento de Averroes, leía a Aristóteles independientemente de la fe, separando la fe y la razón-filosofía (cf la doble verdad)l

Prácticamente, eran dos las actitudes que caracterizaban al alma cristiana de la escolástica respecto a Aristóteles. Por un lado estaba la admiración: el "filósofo» (así se le llamaba) ofrecía una respuesta científica a lo real, dándole autonomía y sentido, y presentaba sobre todo un método para un conocimiento científico. Por otro lado, reinaba cierta sospecha : el mundo explicado científicamente por Aristóteles vivía de su propia naturaleza autónoma, donde Dios no era más que una - aunque la primera- de las causas necesarias que lo regulaban, pero sin tener de hecho con él una relación libre y providente. Esta ambivalencia explica la disputa violenta sobre la compatibilidad o no del pensamiento del filósofo griego con la revelación cristiana, y las diversas condenaciones que cayeron sobre las teorías aristotélicas (1270; 1277). Sin embargo, la asunción de Aristóteles en la cultura cristiana fue un hecho, y esto sobre todo a través de la obra de santo Tomás, que, aunque mediante elementos platónicos, convirtió al aristotelismo en un instrumento al servicio de la fe.

El debate sobre la eficacia y sobre el modo de utilizar a Aristóteles- continuó a lo largo de la historia de la teología, sobre todo debido a ciertos intentos que quisieron hacer de su filosofía un instrumento resolutivo para la inteligencia de la fe (cf. las corrientes teológicas neotomistas del s. XIX que, para responder al ciencismo contemporáneo, sostenían que la revelación y sus contenidos eran demostrables por el camino de la razón). El s. xx llegó a un profundo replanteamiento de todo esto. Por una parte, las filosofías de la sospecha y - la filosofía existencial pusieron en crisis a la antropología y a la  gnoseología aristotélicas basadas en estructuras fijas y en mecanismos de tipo automático y silogístico. Por otra parte, la renovación de los estudios bíblicos y patrísticos relativizaron, por así decirlo, el método silogístico en la teología, para presentar de ella una pluralidad convergente de aportaciones «cognoscitivas» que van más allá del puro dato racional.

P. Maranesi

 

Bibl.: 5. Lilla, Aristotelismo, en DPAC, 1,  203-211; Arstotelismo en DF 135-138; F. van Steenbergehen, Aristotele in the West,  Lovaina 1955; Íd., LIl philosophie au XIII.siecle, Lovaina-París 1966; P Gilbert, Introducción a la teología medieval, Verbo Divino, Estella 1993.