ANACORETAS

« Son anacoretas los que viven solos en los desiertos; sacan su nombre del hecho de que se han retirado lejos de los hombres'” (Epist. 22, 341). Con estos breves rasgos define san Jerónimo el fenómeno anacoreta, así llamado del griego anachoreo (me separo, me retiro) y que indica, en su acepción original, la huida de los deudores insolventes al desierto. Aunque pueden ya señalarse algunas huellas de anacoretismo en torno a mediados del s. III, lo que determinó el desarrollo de esta forma ascética parece ser que fueron las conversiones en masa al cristianismo típicas del s. IV con el consiguiente deterioro del fervor espiritual y la necesidad de apartarse de las seducciones de una sociedad que no había logrado transformar la nueva religión.

Así pues. en el anacoretismo cristiano hay una tendencia reactiva y una necesidad de huida de la ciudad: considerada como lugar de pecado.

Los anacoretas se caracterizaban por su aislamiento casi total, por su abstinencia sexual, sus penitencias, el trabajo manual y la falta de un superior. A juicio de Jerónimo, "el que instituyó este tipo de vida fue Pablo y el que le dio fama fue Antonio y, remontándonos más arriba, el promotor fue Juan Bautista" (Epist. 22, 361). Aparte estas afirmaciones, la cuestión sobre el origen del anacoretismo sigue sin resolver por falta de fuentes. Por el contrario, puede demostrarse la rápida difusión de esta forma ascética en Egipto, Palestina, Siria y Asia Menor.

Fase primitiva del monaquismo cristiano, a la que seguirá la forma de vida asociada o cenobítica, el anacoretismo lleva la huella de su tierra de origen y asumió diversas formas de comportamiento. Baste pensar en el fenómeno de los “estantes" o estacionarios, que se imponían la inmovilidad absoluta; en los «dendritas", que habitaban en los árboles; en los “acemetas', que no dormían para asegurar la alabanza perenne a Dios; en los "selvosos" que vivían como animales paciendo la hierba; en los «estilitas”, que pasaban la vida sobre una columna; en los «reclusos", que se dejaban amurallar en cuevas, sepulcros o casas construidas ex profeso para ello.

Los diversos géneros de vida anacoreta que hemos recordado encontraron seguidores no sólo entre los hombres sino también entre las mujeres. Teodoreto de Ciro en su Historia de los monjes de Siria, 29-30, recuerda a tres: Mamna, Cira y Domnina.

Es un hecho que el anacoretismo ejerció una profunda influencia en la espiritualidad posterior, debido entre otras cosas al carácter "heroico" de sus expresiones. La fundación de órdenes y congregaciones de carácter eremítico a partir del s. Xl garantizó y reguló la supervivencia de esta forma de ascesis dentro de la Iglesia.

L. Padovese

 

Bibl.: G. Cacciamani, Eremitismo, en DE, 705-708; G. M. Columbás, El monacato primitivo, 2 vols., BAC, Madrid 1974-1975; 1. Peña, La desconcertante vida de los monjes sirios. Siglos lV-Vl, Sígueme, Salamanca 1985.