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Susanna Tamaro se dirige a Dios en su nueva novela

"¡Respóndeme!" será publicado el próximo 24 de enero

ROMA, 16 enero 2001 (ZENIT.org).- Susanna Tamaro, la escritora que ha ganado fama internacional con libros como "Donde el corazón te lleve" o "Anima Mundi", saca ahora un nuevo libro en el que Dios se convierte en protagonista.

La popular escritora, explica en una entrevista, concedida al programa "Raíces y traiciones" ("Radici e tradimenti"), de la RAI (televisión pública italiana), que será transmitida el próximo 20 de enero, que se trata de una obra que le ha hecho sufrir mucho.

Con libros traducidos en 42 idiomas y con 15 millones de ejemplares, es lógico que "¡Respóndeme!", este es el título (el original italiano es "Rispondimi!"), cree expectativa. Mientras ojea el índice, Tamaro (Trieste, 1957) reconoce que el volumen es una serie de preguntas planteadas "a Alguien que está arriba. Tiene una línea común con mis otros libros, la de la desesperación humana, la condena, la autocondena. Un libro que me ha hecho sufrir mucho pero que, ahora, es un hijo que amo".

La escritora evoca en la entrevista una pequeña iglesia aislada, en la montaña, a la que solía ir de joven. "Era seguramente una llamada hacia lo Trascendente --relata--, hacia la relación con el Absoluto que está dentro de nosotros, que a los veinte años puede estar todavía larvado pero que pide una respuesta".

Susanna Tamaro cuenta su larga búsqueda infantil de este Absoluto. Primero en los números, buscando el "supernúmero". Luego, en las diversas manifestaciones de la fe, en las confesiones conocidas, o en la doctrina del catecismo, que la dejó desilusionada. Siguió haciéndose preguntas intensas, tales como la de la muerte, para las que no encontraba respuesta.

"Nada --confiesa--. Estaba desesperada. No sabía qué respuesta darle. Me bastaba ver a una persona muy anciana por la calle para romper a llorar: pensaba que dentro de poco yo estaría muerta".

Su abuela Elsa, de origen judío, con quien se sintió muy unida, tampoco le dio una respuesta que la convenciera. Era una soledad atormentada en la que la pregunta se hacía cada vez más urgente.

"El cristianismo es una fe muy severa, no es para nada "buenista". Ha sido transformado en una cosa meliflua, pero es muy exigente. Yo creo que la fe es un profundísimo viaje interior para encontrar al Otro, que para mí tiene el nombre de Cristo. También yo encuentro a mucha gente que siente que cree en algo, en las nubes, en la naturaleza... pero creer en el Resucitado es otra cuestión, se sale de lo genérico. Es algo que cambia la vida, no algo que aporta pequeñas mejoras: un poco más bueno, más generoso y luego a lo mejor voy al Paraíso... Creo que la fe es vivir el Paraíso ahora, empezar desde aquí".

Terminado el libro, la autora se siente extenuada: "Es un trabajo terrible, que agota física y mentalmente, al menos como yo lo vivo. Es el trabajo de asumir el dolor, de hacerlo aflorar, transformarlo, hacerlo comunicación: un trabajo que mina la salud, seguramente".

Un don, indica Susanna Tamaro, una capacidad mimética y de absorción que, reconoce, da un poco de miedo y le impide escribir un libro al año: "Es un larguísimo trabajo de fatiga interior. No es un oficio, es algo... en mi opinión, misterioso. Hay una parte de oficio, naturalmente, pero es una parte minúscula".


Juan Pablo II traza la radiografía de la paz en el mundo

Llama a retomar la senda del diálogo en Tierra Santa

CIUDAD DEL VATICANO, 14 enero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II afrontó los desafíos de la paz entre israelíes y palestinos, así como los polvorines de violencia que todavía hoy siguen estallando en África, Europa, América Latina y Asia, al encontrarse ayer con los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.

Una ocasión ya tradicional en la que el pontífice suele hacer denuncias poco diplomáticas y propuestas de paz fundadas en el respeto de la dignidad humana.

Al desear feliz año nuevo a los 175 embajadores de países que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, el pontífice preguntó: "¿Qué es un año feliz para un diplomático?".

"El espectáculo que ofrece el mundo en este mes de enero de 2001 podría hacer dudar de la capacidad de la diplomacia para hacer reinar el orden, la equidad y la paz entre los pueblos", respondió.

"Sin embargo --añadió--, no debemos resignarnos a la fatalidad de la enfermedad, de la pobreza, de la injusticia o de la guerra. Es cierto que, sin la solidaridad social o el recurso al derecho y a los instrumentos de la diplomacia, estas terribles situaciones serían aún más dramáticas y podrían incluso llegar a ser insolubles".

Por este motivo, agradeció a los diplomáticos presentes "su acción y sus esfuerzos constantes en favor del entendimiento y de la cooperación entre los pueblos".

Radiografía de la paz 
A la luz del mensaje de paz de Belén, el Papa analizó el estado de la paz en el planeta. Como era de esperar, comenzó con el conflicto de Oriente Medio que ha ensombrecido la Navidad en Tierra Santa.

Oriente Medio 
"Nadie debe aceptar, en esta parte del mundo que acogió la revelación de Dios a los hombres, la banalización de un tipo de guerrilla, la persistencia de la injusticia, el desprecio del derecho internacional o la marginación de los Lugares Santos y de las exigencias de las comunidades cristianas", denunció.

"Israelíes y palestinos sólo pueden proyectar su futuro juntos, y cada una de las dos partes debe respetar los derechos y tradiciones de la otra --continuó proponiendo--. Ha llegado la hora de volver a los principios de la legalidad internacional: prohibición de la apropiación de territorios por la fuerza, derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, respeto de las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas y de las Convenciones de Ginebra, por citar sólo los más importantes, Si no es así, todo puede fracasar: desde las iniciativas unilaterales arriesgadas hasta una extensión difícilmente controlable de la violencia".

El continente olvidado 
A continuación, el pontífice mencionó las guerras olvidadas de África, "continente en el cual circulan demasiadas armas y donde demasiados países tienen una democracia incierta y una corrupción devastadora, donde el drama argelino y la guerra al sur del Sudán continúan masacrando sin sentido a las poblaciones".

"No puedo olvidar el caos que ha sumido a los países de la región de los Grandes Lagos. Es por ello que se debe acoger con satisfacción el acuerdo de paz alcanzado el pasado mes en Argel entre Etiopía y Eritrea, así como los esfuerzos felizmente concluidos en Somalia con vistas a una vuelta progresiva a la normalidad".

Muerte en España 
Al analizar la situación europea, el Papa reconoció: "debo mencionar --y con cuánta tristeza-- los atentados terroristas que siembran la muerte en España y que hieren a todo el país y humillan a Europa entera, que está a la búsqueda de su identidad. Es hacia Europa a donde miran tantos pueblos como un modelo en el cual inspirarse. ¡Que Europa no olvide jamás sus raíces cristianas que han hecho fecundo su humanismo! ¡Que sea generosa con quienes --individuos o naciones-- llaman a su puerta!".

Egoísmo y ambición en América Latina 
Según el sucesor de Pedro, "el egoísmo y la ambición de poder son los peores enemigos del hombre. Están, de diversos modos, en el origen de todos los conflictos. Esto se constata en particular en ciertas zonas de América del sur, donde las desigualdades socioeconómicas y culturales, la violencia armada o la guerrilla, la puesta en tela de juicio de las conquistas democráticas, debilitan el entramado social y hacen perder a las poblaciones la confianza en el futuro".

Y exhortó: "Es preciso ayudar a este inmenso continente para que haga fructificar todo su patrimonio humano y material".

Esperanza en Asia 
Ahora bien, "la desconfianza y las luchas, lo mismo que las secuelas de las crisis del pasado, pueden efectivamente ser superadas por la buena voluntad y la solidaridad internacional", aclaró.

"Asia nos aporta la prueba con el diálogo entre las dos Coreas y con el proceso de Timor Oriental hacia la independencia".

Juan Pablo II terminó esta radiografía de la frágil situación de la paz ofreciendo como solución lo que llamó "otra lógica".

"Yo la resumiría en unas palabras que podrían parecer demasiado simples: ¡todo hombre es mi hermano! --concluyó--. Si estamos convencidos de que hemos sido llamados a vivir juntos, de que es bueno conocerse, amarse y ayudarse, el mundo sería radicalmente diferente".


El Papa: El hombre no puede ser objeto de manipulación, compra o venta

Confiesa sus profunda preocupación al cuerpo diplomático

CIUDAD DEL VATICANO, 14 enero 2001 (ZENIT.org).- A inicios del nuevo milenio, la preocupación más profunda del Papa es la constatación de que el hombre se ha convertido en un objeto que puede ser manipulado, comprado o vendido.

Juan Pablo II hizo ayer esta confesión al encontrarse en el Vaticano con los 175 representantes de los países que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, con motivo de la tradicional audiencia de nuevo año.

"Mientras pensamos en el siglo que ha terminado --explicó--, se impone una consideración a este respecto: pasará a la historia como el siglo que ha visto las mayores conquistas de la ciencia y de la técnica, pero también como el siglo en el que la vida humana ha sido menospreciada de la manera más brutal".

El Santo Padre se refería "sobre todo a las crueles guerras que han surgido en Europa, a los totalitarismos que han dominado a millones de hombres y mujeres, pero también a las leyes que han "legalizado" el aborto o la eutanasia, y además a los modelos culturales que han diseminado la ideología del consumismo y del hedonismo a cualquier precio".

"Si el hombre trastorna los equilibrios de la creación, olvida que es responsable de sus hermanos y no se cuida del entorno que el Creador ha puesto en sus manos, este mundo programado por la sola medida de nuestros proyectos podría llegar a ser irrespirable", alertó.

"Ahora bien, ¿existe algo más común a todos que nuestra naturaleza humana?", preguntó el Papa.

"¡Sí, en este inicio de milenio, salvemos al hombre! --respondió-- ¡Salvémoslo todos unidos! A los responsables de la sociedad toca proteger la especie humana, procurando que la ciencia esté al servicio de la persona, que el hombre no sea ya un objeto para cortar, que se compra o se vende, que las leyes no estén jamás condicionadas por el mercantilismo o la reivindicaciones egoístas de grupos minoritarios".

"Cualquier época de la historia de la humanidad no ha escapado a la tentación de que el hombre se encierre en sí mismo con una actitud de autosuficiencia, de dominio, de poder y de orgullo. Pero este riesgo, en nuestros días se ha hecho más peligroso para el corazón de los hombres que, por su esfuerzo científico, creen que pueden llegar a ser dueños de la naturaleza y de la historia", concluyó.


La libertad religiosa amenazada en Indonesia y países islámicos o marxistas

Denuncia de Juan Pablo II al cuerpo diplomático

CIUDAD DEL VATICANO, 14 enero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II denunció ayer las violaciones de la libertad religiosa que se experimentan en Indonesia, así como en países marxistas e islámicos, y reivindicó el derecho al testimonio público de la fe para todo creyente.

El Santo Padre hizo esta advertencia ayer al encontrarse con los representantes de 175 países acreditados en el Vaticano.

En el encuentro, aseguró que la Iglesia católica se siente más determinada que nunca "a defender al hombre, su dignidad, sus derechos y su dimensión trascendente".

"Tanto si algunos se resisten a reconocer la dimensión religiosa del hombre y de su historia, como si otros quisieran reducir la religión a la esfera de lo privado, o bien otros persiguen todavía a las comunidades de creyentes, los cristianos seguirán proclamando que la experiencia religiosa forma parte de la experiencia humana", afirmó.

La religión, añadió, "es un elemento vital para la construcción de la persona y de la sociedad a la que pertenecen los hombres".

En concreto, Juan Pablo II mencionó "el drama sufrido por la comunidad cristiana en Indonesia o las discriminaciones patentes de las que son víctimas todavía hoy otras comunidades de creyentes, cristianos o no cristianos, en algunos países de obediencia marxista o islámica".

Estas situaciones, concluyó "apremian a una vigilancia y a una solidaridad sin fisuras".