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El campo de la misión de los laicos hoy

Mesa redonda en el Congreso del laicado católico

ROMA, 27 nov (ZENIT.org).- "Misión". Este es el telegráfico eslogan sobre el que ha girado la mesa redonda de esta cuarta jornada del Congreso del laicado católico, que se concluirá el próximo jueves en Roma. Laicos de seis países han intervenido para afrontar los diferentes campos en los que los católicos, hombres y mujeres, están llamados a ser misioneros en la aurora del milenio.

En el matrimonio y en la familia
Ha abierto las intervenciones Anouk Meyer, madre de familia francesa y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos, quien explicó que, "como los apóstoles en el Evangelio, los esposos son enviados por Cristo a la misión de dos en dos". En este sentido, los esposos cristianos tienen una doble misión: "ser fieles el uno con el otro y educar a sus hijos".

Meyer aclaró que "todo amor es fecundo" y, de hecho, hay parejas "que no son fértiles pero que tienen una fecundidad espiritual inmensa". Los padres tienen la misión de ser "despertadores" para "abrir el corazón de sus hijos a Dios y a los demás".

Existe, por tanto, una vocación al matrimonio y, como sucede en la vida religiosa, se puede constatar que existe miedo de "la palabra vocación", "como si la llamada de Dios, no respetara a la persona". Sin embargo, "la vocación sacerdotal y la vocación al matrimonio son caminos complementarios para construir la Iglesia".

"En la familia, hacemos la experiencia de ser únicos, de ser amados por nosotros mismos", pero, al mismo tiempo, "la familia no se desarrolla de manera aislada, sino que tiene que estar orientada a los demás". De este modo, concluyó Anouk Meyer, "la misión en el matrimonio y en la familia consiste en genera día tras día los misterios de gozo, de dolor y de gloria del rosario de la vida, diciendo: sí a Dios, sí al amor, sí a la vida".

En el mundo del trabajo y de la economía La globalización de la economía (y la introducción de las nuevas tecnologías) plantea nuevos desafíos a la misión de los laicos en el mundo transformado del trabajo, que fueron afrontados en la mesa redonda por Rafael Serrano Castro, secretario general de Apostolado Seglar de Madrid.

Esta nueva situación de fragmentación y falta de trabajo, ha provocado "división y enfrentamiento entre los propios trabajadores, se deterioran las relaciones humanas y en la empresa reina la desconfianza, la competencia y aumenta la xenofobia".

La misión de los laicos para Serrano consiste en humanizar el trabajo en la economía global. Esto implica "avanzar en democracia económica"; "recuperar la centralidad de un trabajo cultural que posibilite la generación de un sujeto social con voluntad y deseo de construir una sociedad diferente, desde claves éticas, que tengan en cuenta a los más débiles"; "hacer que nazca la Iglesia en el mundo obrero".

En este sentido, Serrano consideró que para ello es decisiva la promoción de la "espiritualidad del trabajo", que "arranca de una experiencia de encuentro con Dios" y que ofrece "una manera de ser, de sentir y de vivir la vida obrera, en la medida de que somos capaces de experimentar nuestro esfuerzo como una gracia que nos permite colaborar con Dios y con los demás en la creación de un mundo más fraterno".

Entre los pobres
"Un grande signo de la novedad de vida en nuestro mundo contemporáneo --según Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio-- es el amor de los cristianos por los pobres", que han comprendido que "la Iglesia no vive plenamente su misterio si los pobres están ausentes".

En este sentido, constató, "los laicos son testigos de novedad de vida precisamente en su relación con los pobres". En este siglo, "el más secularizado de la historia", pero al mismo tiempo, calificado por Riccardi como "el siglo del martirio", hombres y mujeres laicos "no han tenido miedo de perder su propia vida por amor a los pobres".

"Para el laico cristiano los pobres son ante todo hombres y mujeres. La ideologización de la cuestión de la pobreza puede alejarnos del contacto directo y personal con los pobres. De hecho, el contacto directo con el pobre es --según el fundador de la Comunidad de San Egidio-- un hecho importante en la vida espiritual del cristiano. Quien no ve de cerca a un pobre, entenderá poco quizá del hombre y del amor".

Entre las diferentes formas de pobreza, Riccardi quiso mencionar la de la guerra, concebida en el último siglo por los Papas como "matanza inútil". "¿No les toca sobre todo a los laicos preguntarse más si no tienen que hacer el milagro de la paz?", se preguntó. Una invitación, al mismo tiempo, que no quiere ser plañidera, sino una llamada a creer que "el señor puede curar a muchos pueblos del demonio de la guerra".

En la educación y en la Universidad
El profesor Nikolaus Lobkowicz, intelectual alemán, recordó la alegría experimentada durante el Concilio al poder leer en la "Lumen Gentium" que también los laicos, los hombres casados, como era él, y no sólo los sacerdotes, tienen una vocación. Por este motivo, considera como algo curioso el que "este texto del Concilio tan importante para nosotros laicos provoque el efecto contrario al que quería alcanzar", llevando a muchos laicos a confundir sus propias tareas con la de los sacerdotes".

Para Lobkowicz, que es fundador de la Universidad Católica de Eischtätt, la Universidad de es un campo privilegiado para la misión de los laicos como "escuela en la que los maestros trabajan en las fronteras más avanzadas del desarrollo del saber y en la que los alumnos emprenden una profesión en virtud de lo que aprenden en la Universidad".

La primera tarea de un cristiano en la Universidad debe ser la de ser un buen profesor o investigador. Pero, además, debe ver toda su realidad "con los ojos de Cristo", es decir, "con el amor que Cristo nos ha pedido, teniendo presente la enseñanza de la Iglesia".

"En este sentido, pienso con frecuencia en las palabras de San Pablo en la prima carta a los Tesalonicenses: probad todo, pero escoged lo que tiene valor. Todavía no hemos aprendido verdaderamente lo que significa este "probar"", añadió Lobkowicz, pues se ha pasado de una actitud de sospecha atemorizada a una acogida acrítica de toda novedad.

Especialmente en los países más desarrollados, el cristiano que trabaja en la Universidad tiene que afrontar hoy el relativismo difundido, pero debe ser capaz de ver y de hacer ver que es verdad.

En la política
La defensa de la auténtica democracia se ha convertido hoy en el gran compromiso que tienen que afrontar los católicos comprometidos en la vida pública. Lo constató George Weigel, miembro y ex director del Ethics and Public Policy Center de Washington.

Se trata, según Weigel, autor de la autobiografía más completa y autorizada escrita en estos momentos sobre Juan Pablo II ("Testigo de Esperanza"), de escuchar el llamamiento que hizo el mismo pontífice en las Naciones Unidas, hace cinco años a asumir "el riesgo de la libertad" (risk of freedom, basada en los "derechos humanos inalienables, arraigados en la naturaleza de la persona", y reflejados en la "ley moral universal".

"La tarea de los laicos en la arena política consiste en insistir en que esta libertad significa hacer las cosas de la manera justa, y no hacerlas a mi manera", aclaró Weigel.

Una concepción errónea de la libertad está poniendo en peligro las democracias actuales, constata George Weigel. "Una sociedad libre sólo será libre si se viven las virtudes necesarias para que se dé la libertad entre las comunidades políticas".

La democracia, diez años después de la caída del bloque comunista, se encuentra en peligro. Hay síntomas evidentes: "la usurpación judicial de la política" que lleva a la aceptación de políticas contra la vida ("aborto y eutanasia") y a la "redefinición del matrimonio" . En el futuro, sin embargo, la gran amenaza del futuro contra la democracia podría venir de la biogenética, si está no está guiada por la ética.

"La mayor amenaza contra la democracia en el futuro no será el totalitarismo brutal bosquejado por la novela de Orwell "1984", sino el autoritarismo sin inteligencia ni alma dibujado por Huxley en "Brave New World", un mundo de una humanidad atrofiada; un mundo de almas sin deseos, sin pasión, sin ganas, sin sufrimiento, sin sorpresas o esperanzas, un mundo sin amor".

En la comunidad eclesial Pat Jones, de la Cáritas de Inglaterra y Gales (CAFOD) y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos, cerró las intervenciones poniendo de manifiesto una de las novedades traídas por el Concilio Vaticano II: la mayor presencia de los laicos en la vida interna de la Iglesia.

En este sentido constató que los laicos deben "traer novedad a la vida de la Iglesia, construyendo su futuro", gracias a la experiencia que han alcanzado con su educación propia y con su itinerario profesional, elementos que sin duda enriquecerán a toda la comunidad. De hecho, en algunos campos, los pastores necesitan hoy precisamente estas capacidades profesionales en sectores en los que ellos no pueden estar presentes.


Laicos, entre poder "temporal" y "espiritual": superación de un conflicto

Intervención del cardenal Lustiger en el Congreso del laicado católico

ROMA, 28 nov (ZENIT.org).- "Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo". Este pasaje de la antiquísima Carta a Diogneto, del siglo II, se convirtió en el tema de la intervención que hoy ofreció el cardenal Jean-Marie Lustiger en el Congreso del laicado católico.

En la ponencia, ante más de 550 líderes seglares procedentes de los cinco continentes, el arzobispo de París recordó cómo en los años que precedieron al Concilio Vaticano II había un debate vivo entre los teólogos que eran herederos de una situación histórica más que milenaria en Occidente, marcada "por el enfrentamiento entre el poder espiritual, representado por la Iglesia y en especial por los Papas, y el poder que se llamaba "temporal", representado por los príncipes o los emperadores".

Esta situación dio lugar, constató el cardenal Lustiger, a la doctrina de las "dos espadas", dos poderes, cada uno pretendiendo prevalecer sobre el otro.

En la época moderna, permanece esta situación de división entre lo temporal y lo espiritual, justificada en las palabras de Jesús: "Dad al César lo que es del César y Dios lo que es de Dios".

El cardenal, convertido en sus años de juventud del judaísmo al catolicismo, subrayó que posteriormente, cuando ha desaparecido este equilibrio político-eclesial, estas nociones se han trasladado "al equilibrio interno de la Iglesia con una división de competencias entre los laicos por un lado, y los sacerdotes por otro: a los laicos, decían algunos, la gestión de lo temporal; a los sacerdotes, la autoridad y la gestión de las realidades religiosas. A los laicos, la política; a los sacerdotes, el culto y el apostolado".

Posteriormente, añadió, "el Vaticano II ha tomado como punto de partida no ya el ejercicio del poder en el interior de la esfera cristiana, sino la vocación y la misión de la Iglesia en el mundo, y la manera en la cual sus diversos miembros participan de ella".

"Desde entonces --concluyó--, es la realidad concreta e histórica de los sacramentos del bautismo y del orden la que permite analizar la sociedad eclesial y no los conceptos políticos sociológicos".


La santidad de los laicos no es de segunda categoría

Monseñor Rylko en el Congreso del laicado católico

ROMA, 28 nov (ZENIT.org).- La Iglesia cruza el tercer milenio consciente de que la vocación de los laicos a la santidad no es de "segunda categoría". El arzobispo Stalislaw Rylko, secretario del Pontificio Consejo para los Laicos, ilustró en su intervención en el Congreso del laicado católico el itinerario que ha permitido llevar a todos, seglares y pastores, a esta convicción.

Escucharon a monseñor Rylko delegados de más de 550 países que siguen esta especie de Asamblea mundial de los laicos católicos que tiene lugar desde el sábado hasta el jueves próximo con el lema "Testigos de Cristo en el Nuevo Milenio".

En su ponencia monseñor Rylko se evocó la importancia del Vaticano II este acontecimiento con el que se abrían perspectivas nuevas y fascinantes para los laicos. En todas partes se hablaba de la hora del laicado en la Iglesia, de "renovada Pentecostés" y de "cambio de alcance histórico".

"El Concilio --dijo-- ha llevado a cumplimiento el proceso de definición teológica de la figura del fiel laico y su enseñanza ha constituido un verdadero fermento evangélico para la renovación de la Iglesia en nuestro tiempo".

Una actualización no exenta de riesgos, por interpretaciones superficiales y parciales y las influencias ideológicas de la época. La recepción de la doctrina conciliar constituye un periodo intenso que desemboca, en 1987, en el Sínodo sobre la vocación y misión de los laicos y la exhortación apostólica de Juan Pablo II "Christifideles laici" de 1988, definida por monseñor Rylko como la "carta magna del laicado católico contemporáneo". Y ahora, en este año 2000, la invitación del Papa a un examen de conciencia sobre la recepción del Concilio.

Monseñor Rylko profundizó los puntos principales de la enseñanza conciliar. En el punto segundo de su intervención, sobre la identidad reencontrada del fiel laico, indicó que "el bautismo constituye la igualdad de todos los miembros del pueblo de Dios, basada sobre la igual dignidad de los hijos de Dios. Los fieles laicos participan, por tanto, en la misión de la Iglesia no por delegación".

¿En qué consiste, por tanto, la especificidad de la misión laical? El concepto de la "índole secular". "Viven en medio de los compromisos y ocupaciones del mundo, dentro de las condiciones ordinarias de la vida familiar y social: allí son llamados a ser fermento para la santificación del mundo. Este es el "concepto clave de su identidad"".

"El laico es, por así decirlo, el punto neurálgico en el que la Iglesia se encuentra con el mundo". "La índole secular confiere una impronta específica a su apostolado, a su espiritualidad, a su santidad".

"Una santidad --precisó monseñor Rylko-- que no es de "segunda división" como en el pasado pensaban algunos que identificaban la santidad con el llamado "estado de perfección", propio de los sacerdotes y religiosos. La santidad es una sola. Son muchos los laicos que venciendo la tentación de la mediocridad demuestran gran madurez espiritual y capacidad de opciones radicales, inspiradas en el Evangelio".

Entrando en el meollo de la identidad del fiel laico, subrayó una nueva intuición: la que sugiere pasar del discurso sobre los laicos a un discurso sobre los cristianos. El laico es un cristiano. "Ante la grandeza de la dignidad de cada bautizado" monseñor Rylko invitó "a dejarse invadir cada vez más por el estupor de la fe".

Al concluir, monseñor Rylko indicó que "el verdadero problema hoy no es ser minoritarios sino convertirse en irrelevantes e inútiles para el mundo".

"La levadura es minoritaria, pero hace fermentar una gran cantidad de masa; la sal es minoritaria pero da sabor al alimento".

Por tanto es esencial "el encuentro vital con el Señor que dice todavía hoy: "Sois la sal de la tierra, la luz del mundo"". Una revolución de la fe, capaz de ir contra corriente.


Pedro Morandé: El testimonio de los laicos hoy, la certeza de la verdad

Relación del intelectual chileno en el Congreso del laicado católico

ROMA, 26 nov (ZENIT.org).- "La libertad que brota cuando el ser humano alcanza la certeza de la verdad es el testimonio de esperanza que el mundo necesita". Así concluyó Pedro Morandé la primera relación que resonó en el aula magna de la "Domus Pacis" de Roma, donde ayer se inauguró el Congreso del Laicado Católico con el lema "Testigos de Cristo en el nuevo milenio".

Tras la introducción de las sesiones de trabajo, realizada por el cardenal James Francis Stafford, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, en la mañana de ayer Morandé, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Santiago de Chile, abrió el debate haciendo un "Balance de un siglo y perspectivas para una nueva fase histórica: retos al testimonio cristiano".

Morandé, uno de los intelectuales latinoamericanos católicos de mayor influencia y miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, hizo una original interpretación de los sucesos de este último siglo a la luz del pensamiento del Magisterio de la Iglesia, desde la encíclica "Aeterni Patris" (1879) de León XIII hasta la última encíclica de Juan Pablo II, la "Fides et Ratio" (1998).

Tras haber analizado los totalitarismos (marxismo, fascismo, nazismo...) reconoció que "aunque se ha abierto para la humanidad una nueva etapa de esperanza cimentada en las oportunidades abiertas por la globalización económica y por la consolidación de la democracia y del Estado de Derecho, la sociedad tecnológica resultante, que suele recibir los nombres de "sociedad del conocimiento" o "sociedad de la información", no parece haber resuelto ninguno de los temas básicos analizados oportunamente por el magisterio, sino sólo ha dado nueva forma a las corrientes ideológicas heredadas del siglo XIX".

La crisis de la razón
De este modo, Morandé hizo una radiografía de esa "difundida desconfianza hacia las afirmaciones globales y absolutas sobre todo por parte de quienes consideran que la verdad es el resultado del consenso".

Esto origina, según el intelectual chileno, "el mayor de los prejuicios: el prejuicio de no tener prejuicio, de creer que la razón es fundamento de sí misma y no debe rendir cuentas ante nada ni nadie. El dogma que no debe tener dogma". Esta es, según él, la meta a la que ha llegado el "itinerario destructivo del pensamiento de la postguerra".

Pero, "¿puede alcanzarse el equilibrio social obligando al ser humano a renunciar a sus preguntas últimas y a trivializar la existencia hasta el punto de que no tenga nada relevante que preguntar ni que buscar", se preguntó.

Ante esta situación de desesperanza, el cristianismo a inicios del milenio presenta razones para creer: "Cuando Dios es reconocido como Dios y el ser humano como criatura, los falsos ídolos enmudecen y aflora la libertad como dimensión ontológica de la persona, no concedida por poder social alguno, sino inscrita en la misma naturaleza de la razón humana".

Esta crisis de la razón, según constata a continuación Morandé, lleva necesariamente también a una crisis del pensamiento social, que tras la continua tensión sufrida en el siglo XX entre "individuo y sociedad", que ha aplastado al primero, ante la desproporción que existe entre "la pequeñez y e insignificancia social de la vida de cada ser humano" y "la fuerza colectiva que puede desarrollar una sociedad económica y políticamente organizada".

Crisis del pensamiento social
En esta tensión, los cristianos, con su acción social, han anunciado con su pensamiento social, con sus iniciativas políticas y sindicales, con su compromiso en la educación y su promoción humana y misionera el "la libertad y soberanía de la persona humana y de los grupos intermedios a los que ella está naturalmente ligada: la familia, la escuela, la comunidad laboral, las asociaciones de libre pertenencia, la comunidad religiosa, la nación". Ahora bien, la tensión era tan fuerte que en ocasiones les llevó a ellos mismos a separarse, ante la presión de la "ideologización y la subordinación a las dinámicas de fuera de la Iglesia".

El testimonio público de los católicos a inicios de siglo, sin embargo, ha encontrado ahora una nueva unidad en torno al magisterio y se ha renovado, produciendo "nuevos movimientos nacidos de la docilidad y la obediencia a la fe", que "junto a la profética conducción del sucesor de Pedro, han puesto a la Iglesia nuevamente en el camino de una presencia evangelizadora y misionera en el corazón de las culturas de nuestra época".

Contestación
Y, en una sociedad "globalizada" en la que las ideas se han convertido en materia de transacción, al igual que las acciones de bolsa, Morandé hace una propuesta revolucionaria para el testimonio cristiano a inicios de milenio: la contestación.

Explica citando la "Centesimus Annus" de Juan Pablo II: "El patrimonio de los valores heredados y adquiridos es siempre objeto de contestación por parte de los jóvenes. Contestar, por otra parte, no quiere decir necesariamente destruir o rechazar a priori, sino que quiere significar sobre todo someter a prueba y, tras esta verificación existencia, hacer que esos valores sean más vivos, actuales y personales".