ENTREVISTA

EL PAPA VISTO DE CERCA: «SU SECRETO ES LA ORACIÓN»

Entrevista con monseñor Re: 22 años junto a Juan Pablo II

CIUDAD DEL VATICANO, 19 mayo (ZENIT.org-AVVENIRE).- El arzobispo Giovanni Battista Re, uno de los colaboradores más cercanos de Juan Pablo II, también acogió la elección de un Papa polaco con sorpresa. Veintidós años después dibuja la personalidad del Santo Padre desde la perspectiva que le da el ser sustituto de la Secretaría de Estado, un cargo que le obliga a despachar diariamente con él.

--En este largo período de contacto directo, cotidiano, ¿qué es lo que más le ha impresionado de la persona de Juan Pablo II?

--Sin duda la intensidad de su oración, manifestación de una profunda y viva comunión con Dios. En el transcurso de estos años, en los que he tenido la alegría y el privilegio de trabajar junto a él y de acompañarle en buena parte de sus viajes, he podido constatar personalmente que este 264º Papa, este pastor profundamente humano, este intelectual de extraordinario vigor, este líder que arrastra a la juventud, es ante todo un hombre de oración. Es impresionante cómo se abandona: se nota un dejarse llevar que le es connatural, y que le absorbe como si no hubiera problemas y compromisos urgentes que le llaman a la vida activa. Su actitud en la oración es recogida y, a la vez, natural y desprendida: testimonio de una comunión con Dios intensamente arraigada en su alma; expresión de una oración convencida, saboreada, vivida.

--¿Podría contarnos algo de la oración en la jornada del Papa?

--Por la mañana temprano está en la capilla, absorto en la meditación y en el coloquio con Dios, antes de comenzar la Misa. Durante el día, el paso de una ocupación a otra está marcado por una breve oración. Con una invocación, después, inicia cada una de las páginas que a diario llena, escribiendo con caligrafía pequeña el texto de homilías, discursos y documentos. Conmueve la facilidad, la espontaneidad y la prontitud con que pasa del contacto humano con la gente al recogimiento del coloquio íntimo con Dios. El Papa se prepara para los distintos encuentros que tendrá en el día o durante la semana rezando por ellos. Recuerdo, por ejemplo, que en 1982, cuando el Papa llegó a Madrid en su primera visita a España, el entonces Nuncio apostólico, Monseñor Antonio Innocenti, ahora cardenal, se despertó muy pronto. Descendió a la planta baja a las 5.30 de la mañana, convencido de no encontrar aún a nadie, ya que el desayuno estaba previsto para las 6.30 y la salida del Papa de la Nunciatura a las 7. Monseñor Innocenti recorrió las habitaciones para verificar que todo estuviera en orden, y empezó por la capilla. Se sorprendió al ver que la luz estaba encendida. Abrió la puerta y vio al Papa arrodillado ante una estación del Viacrucis. Era viernes y era un día con un programa que iba desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche, y el Papa a las 5.30 ya estaba en la capilla para hacer el Viacrucis.

--¿Cómo se unen la oración y el ministerio del sucesor de Pedro en el Papa Wojtyla?

--Antes de cualquier decisión importante, Juan Pablo II reza mucho. Cuanto más trascendente es la decisión, más prolongada es la oración. Puedo afirmar que las decisiones más importantes han sido maduradas durante semanas y semanas de oración. En su vida existe una admirable síntesis entre oración y acción. La fuente de la fecundidad de su actuación está precisamente en la oración. Este Papa tan dinámico y dedicado al servicio del hombre; este Papa que aparece también ante los ojos de quien no acoge el mensaje cristiano como defensor y heraldo de las aspiraciones del hombre; pues bien, este Papa declara que tiene un compromiso prioritario: el de orar.

--El Papa ha cumplido ochenta años: sus pasos parecen cansados, su rostro sufrido, sin embargo esto parece que agranda el valor de sus gestos. ¿Puede describirnos a Juan Pablo II «visto desde cerca»?

--Aunque camina con bastón, es todavía un Papa fuerte: fuerte en su valor, fuerte en su testimonio, fuerte en su manera de prodigarse en los compromisos cotidianos en el Vaticano y en los agotadores viajes pastorales, indómito en la voluntad y en la acción. No se puede negar que sea un protagonista de alcance histórico, que surge como punto de referencia para la humanidad. El Papa es cercano a cada hombre. Comprende los problemas, las dudas, la búsqueda de verdad y de libertad del corazón humano; los sufrimientos que afligen a sus semejantes los ha vivido y los vive en carne propia en una medida poco común. Y también por esto tiene la capacidad de hablar al corazón de cada persona.

--Monseñor Re, veintidós años atrás, ante el sorprendente anuncio de un Papa polaco, ¿qué impresión hubo?

--Las primeras palabras que el Papa Wojtyla dijo ya revelaban algo de su personalidad, pero era difícil prever el vendaval de novedad que traería. El simple hecho de que, tras cuatro siglos y medio, el Papa fuera elegido de más allá de las fronteras de Italia parecía por lo pronto un acontecimiento destinado a señalar el camino de la historia. En realidad en Juan Pablo II se ha revelado una persona extraordinaria. Entre otras cosas, en ningún Papa ha surgido el «carisma de masas» como en este Papa de las multitudes, que continúa fascinando aún hoy que camina y se mueve con dificultad.

--¿Qué es lo que le llama más la atención del carácter del Papa Wojtyla?

--La seguridad: seguridad en el trato, en el discurso, en el gobierno de la Iglesia. Es un hombre de certezas, pero de certezas que nacen de una fe profunda. Desde los primeros momentos de su pontificado, ha demostrado la inquebrantable firmeza de su fe, y un arrollador amor a Cristo. Para empezar, desde la apasionada llamada lanzada en la Misa de inauguración de su pontificado: «¡No tengáis miedo: abrid las puertas a Cristo!». En aquella conmovedora expresión se indicaba la línea inspiradora de su pontificado. Se elevaba el deseo, percibido como un deber, de dar a conocer a Cristo, el ansia apostólica que lo impulsaría en los caminos de este mundo, para anunciar a todos que sólo en Dios, hecho cercano a nosotros en Cristo, la humanidad puede encontrar la verdadera salvación. Esta verdad el Papa la proclama con una fidelidad y un valor que ni siquiera las balas del 13 de mayo de 1981 consiguieron rozar.

--Ha mencionado el «ansia apostólica»: desde el principio el magisterio del Papa parece estar recorrido por una constante pasión por el hombre de nuestro tiempo…

--Es un hombre que el Papa ve con los ojos de Cristo, lo ama con el corazón de Cristo. Es el hombre que encuentra en Cristo su rescate y su plenitud. Visitando Auschwitz, dijo que un Papa de origen polaco, que nació y vivió cerca de aquel «Gólgota del mundo contemporáneo», tenía que comenzar necesariamente su primera encíclica con las palabras «Redentor del hombre», como para indicar que la causa del hombre está trágicamente perdida, como lo estuvo en Auschwitz, cuando se olvida del Redentor. El hombre por el cual el Papa se empeña es el hombre concreto, con sus méritos y defectos, constantemente necesitado de redención.

--También la visita a Fátima confirma el alcance profético del pontificado y su vínculo con los dramas del siglo, entre los que surge el trágico desafío lanzado a la Iglesia por el ateísmo.

--La connotación principal de este pontificado es específicamente religiosa. El móvil de todas sus iniciativas es doble: el amor a Cristo y el amor al hombre, en quien se refleja la imagen de Dios. Lo que movió al Papa a combatir el comunismo no fue de orden político, sino religioso y moral, porque se trataba de un sistema político que propugnaba el ateísmo, perseguía a la Iglesia y oprimía al hombre negándole la plena libertad. Karol Wojtyla tuvo en Cracovia la experiencia de todo lo que tenía el comunismo de inhumano y contrario a la religión.

--En estos años la historia del mundo ha cambiado también gracias a la palabra y a las peregrinaciones apostólicas de Wojtyla. Y a los 80 años su arrojo espiritual parece lejos de agotarse. ¿Cuál es el rasgo dominante en el Papa «viajero»?

--El carisma. Juan Pablo II tiene un carisma especial para este apostolado. Sabe hablar a cada pueblo de la manera apropiada, y obtiene una popularidad espontánea, sobre todo porque en él no hay ruptura entre lo que piensa, lo que cree, lo que dice y lo que es. Esta limpia coherencia, este testimonio es precioso para los hombres de nuestro siglo, que tienen necesidad de testigos más que de maestros.

--Los 80 años del Papa coinciden con la entrada en el nuevo milenio. ¿Hay un mensaje implícito para la humanidad en esta superposición de fechas?

--Su exhortación «no tengáis miedo» es una invitación cordial a entrar en el tercer milenio «atravesando el umbral de la esperanza». Es una llamada a la confianza y al valor de retomar el camino de la verdad y de los valores que no desaparecen, porque es la única vía que puede asegurar un futuro de justicia, fraternidad, solidaridad, honestidad y paz.

--¿Qué le desea al Papa?

--Que el Señor le conserve todavía mucho tiempo al servicio de la Iglesia y de la humanidad. Francesco Ognibene, Avvenire


 

LOS CIENTIFICOS ESTAN REDESCUBRIENDO A DIOS

Entrevista con el «ministro» de cultura del Papa, el cardenal Poupard

CIUDAD DEL VATICANO, 23 mayo (ZENIT.org).- Esta mañana se inauguró en el Vaticano el Congreso internacional sobre el diálogo entre ciencia y fe que lleva por título «El hombre en busca de la verdad: filosofía-ciencia-fe. La perspectiva del Tercer Milenio».

«El objetivo del Congreso no es el de organizar una reunión de científicos cristianos, sino el de reflexionar sobre los desafíos que la ciencia lanza a la fe», aclaró al inaugurar las sesiones el secretario del Consejo Pontificio para la Cultura, el padre Bernard Ardura.

Para comprender mejor el planteamiento de este encuentro histórico (que además de ser organizado por el Consejo Pontificio para la Cultura, cuenta con la colaboración de la Academia Pontificia para las Ciencias, la Academia Pontificia para la Vida, la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales, y el Observatorio Astronómico Vaticano), Zenit ha entrevistado al «ministro» para la Cultura de Juan Pablo II, el cardenal Paul Poupard.

«Entre los científicos no han faltado grandes cristianos --explica el prefecto del Consejo Pontificio para la Cultura--, hombres con una intensa experiencia de Dios y una profunda vida espiritual. Me refiero, por ejemplo, hombres de nuestra época, como al profesor Jérôme Lejeune (uno de los grandes genetistas de este siglo), a quien tuve el honor de conocer personalmente, pero también en grandes hombres como Georges Lemaître, considerado uno de los padres de la teoría conocida con el nombre del «Big-Bang». Se podrían mencionar otros nombres en el ámbito católico como el de Louis Pasteur o el del beato Niels Stensen (Nicola Stenone). Sin embargo, a pesar de estos testimonios, se ha ido extendiendo la impresión de que la ciencia y la religión, cuando se toman en serio, son en última instancia incompatibles. Esto ha llevado a muchos científicos creyentes a vivir su fe en el ámbito privado, como avergonzándose».

--Zenit: En este sentido, el Jubileo de los Científicos que culminará el 25 de mayo es un acontecimiento histórico...

--Cardenal Poupard: Es verdad. Ver reunidos ante la tumba de Pedro a tantos hombres de ciencia, provenientes de muchos países y de todas las ramas científicas será el mejor testimonio de la compatibilidad entre la ciencia y la fe. Muchas veces las imágenes son más eficaces que los grandes discursos para transmitir un mensaje: la escena de un científico rezando, ya sea Premio Nobel de Física, biólogo molecular, físico del CERN, o economista de relieve es más elocuente que todo un tratado sobre las relaciones entre la ciencia y la fe.

--Zenit: Algunos ven signos de deshielo en las relaciones entre la ciencia y la fe, ¿es verdad?

--Cardenal Poupard: La actitud hostil del cientificismo positivista hoy por hoy está trasnochada. Paradójicamente, los progresos científicos han hecho que la ciencia sea más consciente de sus propios límites y de su dependencia. La teoría general de la relatividad y el teorema de Kurt Gödel, según el cual todo sistema axiomático es necesariamente incompleto, pues contiene al menos una proposición indemostrable dentro del mismo sistema, ha acabado con la imagen de omnipotencia que se había creado la ciencia. Me parece percibir que se da una necesidad cada vez mayor de espiritualidad en los ambientes científicos. Y no me refiero sólo a los problemas éticos que suscita, por ejemplo, la biogenética, en donde la posibilidad de clonar seres humanos, que se encuentra ya al alcance de la mano, impone urgentemente una aclaración ética que muchos científicos no se sienten capaces de encontrar en la misma ciencia. Me refiero también a los problema metafísicos que plantea la investigación sobre la estructura de la materia, por ejemplo, o sobre la estructura del universo. Significativamente, en el mes de agosto de 1997, la revista «Science» publicó un artículo con el título «Science and God: a Warming Trend?» («Ciencia y Dios: ¿una tendencia en boga?»). El signo de interrogación al final indica las incertidumbres de muchos científicos, pero al mismo tiempo, el artículo hace eco a los síntomas de un cierto cambio. Más recientemente, en el número de septiembre de 1999 de «Scientific America» ha vuelto a tratar el argumento con un artículo sobre la relación de los científicos estadounidenses con la religión, un artículo que sin duda no hubiera podido ser publicado antes en esa revista. El artículo llama la atención sobre una serie de movimientos, encuentros, conferencias, cursos que sugieren un mayor acercamiento entre la ciencia y la religión. Se trata de síntomas muy positivos, que anuncian una nueva estación en este campo.

--La nueva búsqueda de espiritualidad podría caer el riesgo del sincretismo...

--Cardenal Poupard: La ciencia no es ni puede ser una amenaza para la fe. El cientificismo sí. Pero el cientificismo no es más que una enfermedad de la ciencia, al igual que el racionalismo los es para la razón y la hepatitis para el hígado. El cientificismo es la teoría, según la cual, la investigación científica basta para satisfacer las necesidades de la inteligencia humana y ofrecer una explicación a todo. El otro peligro es el del sincretismo, que es más claro en algunas sectas de tipo oriental, aunque también se puede constatar entre algunos estudiosos occidentales. Este sincretismo mezcla religión, misticismo, espiritualidad y ciencia experimental, sin respetar la metodología propia de cada una. Al final lleva con frecuencia a una especie de neopanteísmo, en el que Dios es identificado con la naturaleza. Yo sintetizaría las relaciones entre la fe y la razón utilizando la expresión con la que el Concilio de Calcedonia definió las relaciones que existen entre las dos naturalezas de Cristo. En la persona de Cristo están unidas las dos naturalezas, «sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación». Por tanto, ni sincretismo ni exclusión, sino relación armoniosa.