SANTA SEDE

 

TRAS LAS CATACUMBAS, EL JUBILEO REÚNE A LOS CATÓLICOS RUMANOS EN  ROMA

Juan Pablo II les invita a promover la unidad con sus hermanos ortodoxos

CIUDAD DEL VATICANO, 9 mayo (ZENIT.org).- Unos 2.500 peregrinos rumanos se  congregaron hoy en Roma para celebrar con Juan Pablo II su propio Jubileo  que tiene lugar en un momento muy significativo para ellos: ante todo, se  cumple en estos días el primer aniversario de la histórica visita del Papa  a Buscarest que relanzó el diálogo entre la Iglesia católica y la ortodoxa  y, en segundo lugar, se celebran los tres siglos del Sínodo de Alba Julia,  que supuso la definitiva unión de los católicos rumanos de rito oriental  con la Iglesia de Roma.

El entusiasmo entre los participantes en la solemne liturgia de rito  bizantino-rumano era evidente. En presencia del patriarca de Occidente (el  obispo de Roma), el presidente de los obispos rumanos, el arzobispo Lucian  Mureþan, ofició esta mañana una Eucaristía en la Basílica de San Pedro del  Vaticano. Hace diez años un acontecimiento así hubiera sido impensable.

En la homilía, Juan Pablo II se dirigió tanto a los católicos, tanto a los  de rito greco-católico como a los de rito latino. Con los primeros evocó el  gran don de la unión con la Sede de Pedro, alcanzada hace 300 años y a la  que han sido fieles incluso con la sangre. Ahora los frutos de la terrible  persecución comunista se pueden ver: «renacimiento de la vida religiosa,  desarrollo de las escuelas, atención a las condiciones de vida y a los  derechos civiles, una contribución válida a la cultura nacional ya la misma  ciencia». Según el Papa el «cruel régimen ateo» trató de «aplastar al  hombre de la faz de la tierra, de hacerle olvidar que existe un cielo y un  amor más grande que todas las miserias humanas». Un intento fracasado, que  llevó sin embargo al sacrificio de muchos cristianos.

En ese momento, el pensamiento del pontífice se dirigió a dos recuerdos que  se le han quedado grabados de su viaje a Rumanía del año pasado --la  primera vez que un obispo de Roma visitaba un país de mayoría ortodoxa--:  su oración ante las tumbas de los mártires de la fe en el cementerio Belu  de Bucarest y el abrazo al anciano cardenal Alexandru Todea, fiel a sus  deberes de pastor «a pesar de la cárcel y el aislamiento».

A continuación, el Papa saludo a los católicos de la Iglesia latina, que  también estuvo hermanada con la de rito greco gracias a las persecuciones  de la dictadura marxista. Les recomendó que mantengan e intensifiquen, en  la nueva primavera religiosa inaugurada con la democracia, el compromiso de  anunciar a Cristo, para que su Palabra edifique conciencias rectas y abra  esperanzas fundadas en los auténticos valores, diferentes de las propuestas  efímeras del consumismo.

Por último, invitó a todos, católicos de rito oriental o latino, a unirse  en el gran objetivo de promover la unidad entre los cristianos separados,  compromiso de cada uno y esperanza de todos. Se trata de un compromiso que  está dictado por la misma realidad. Rumanía es el único país latino  mayoritariamente ortodoxo en el que los católicos son el 11.5 por ciento.  Pero ante todo es un compromiso que surge de la fidelidad a los  mandamientos de Cristo, «¡Que sean uno!». «¡Obispos, sacerdotes, personas  consagradas, familias, jóvenes y adolescentes: creced en todo hacia Cristo,  de quien todo el cuerpo recibe la fuerza para edificarse en la caridad!»,  concluyó el Papa.


 

OCHO PREMIOS NOBEL EN EL JUBILEO DE LA UNIVERSIDAD CON EL PAPA

Tendrá lugar en septiembre con la colaboración de 80 universidades

CIUDAD DEL VATICANO, 9 mayo (ZENIT.org).- Por primera vez en la historia de  los años santos, el domingo 10 de septiembre se celebrará el Jubileo de la  Universidad. Con este motivo, del 3 al 8 de septiembre se han convocado  encuentros internacionales en Italia, Tierra Santa y Líbano organizados por  profesores de diferentes universidades y divididos en diferentes áreas de  investigación: la persona humana, la visión de las ciencias, la memoria y  la creatividad. Constituyen una oportunidad para ofrecer, en los diferentes  areópagos de la cultura, la contribución calificada del mundo científico a  este Jubileo y la demostración de que la fe no obstaculiza la investigación  humana, sino que la ilumina y eleva.

Tras este itinerario de preparación, del 8 al 10 de septiembre, la  comunidad universitaria en su pluralidad se reunirá en Roma. Aquí se  encontrará con el Papa Juan Pablo II con el objetivo de redescubrir el  sentido profundo de su propia vocación y misión, con la convicción de que  la historia está guiada por Cristo, Redentor del hombre. El momento  culminante tendrá lugar con la celebración eucarística del domingo, 10 de  septiembre, presidida por el pontífice en el Vaticano.

Un humanismo al servicio del hombre
El cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la  Cultura, explicó hoy en una rueda de prensa que el encuentro de los  profesores universitarios se presenta como un momento de excepcional  diálogo cultural, de intercambio de experiencias muy diferentes entre sí,  en las que a través de personas y de comunidades de investigación la misma  cultura se presenta en diálogo con la Palabra de Dios y con los creyentes  para buscar juntos las razones de la fe.

«En el Jubileo de los profesores universitarios --dijo el «ministro» de  Cultura del Vaticano--, tanto los encuentros preparatorios organizados por  las diferentes universidades como los momentos propiamente religiosos  buscarán hacer crecer y madurar en los profesores la conciencia y la  responsabilidad de estar llamados a edificar, con valentía y entusiasmo,  como verdaderos protagonistas un humanismo en el que las diferentes  culturas y los campos específicos de investigación, iluminados por Cristo,  estén cada vez más al servicio del hombre y de su desarrollo integral».

A continuación, en la rueda de prensa que tuvo lugar esta mañana en el  Vaticano, intervino el arzobispo Zenon Grocholewski, quien explicó que este  Jubileo busca también hacer que la Iglesia cobre conciencia de que la  universidad constituye una realidad decisiva para la evangelización, como  lo demuestra la historia misma y el origen de las universidades europeas.

Actividades
En total, este Jubileo será preparado por 50 congresos que se realizarán en  todo el mundo y han sido involucradas en su organización 80 universidades  de los cinco continentes. Intervendrán ocho Primos Nobel de diferentes  ramas (medicina, química, física y economía). Por otra parte, se organizará  un foro mundial de seiscientos estudiantes universitarios. Entre las  iniciativas de carácter artístico y cultural organizas con este motivo,  destaca la publicación de la «Biblia Vulgata» de 1596 por iniciativa de la  editorial «Scriptorium»; y la publicación de la guía «Roma cristiana,  catacumbas y basílicas» de la editorial «Vision» en cinco idiomas.


 

LA TERCERA VIA PARA CONOCER A DIOS

El Papa sigue adentrándose en el misterio de los misterios: la Trinidad

CIUDAD DEL VATICANO, 10 mayo (ZENIT.org).- «Se me descubren nuevos mares  cuanto más navego». Esta fue la constatación que hizo Juan Pablo II en la  audiencia general de este miércoles al continuar su serie de intervenciones  de este Jubileo sobre el misterio de los misterios del cristianismo: un  Dios que es Padre, Hijo y Espíritu. Son palabras que tomó prestadas de Fray  Luis de León («De los nombres de Cristo») y que dan muy bien a entender que  la Trinidad no es un concepto teológico, sino la realidad más apasionante  de nuestra vida.

El año santo sigue marcando records de presencia, y en esta calurosa mañana  del miércoles había en la plaza de San Pedro al menos 45 mil peregrinos  provenientes de 25 países de los cinco continentes. Entre los grupos, había  más de dos mil rumanos, dos mil miembros de la organización internacional  «Ayuda a la Iglesia Necesitada», cien ugandeses, y 250 participantes en un  encuentro promovido por la Comunidad de San Egidio.

El Papa se refería a la navegación de la fe, como se presenta en los  pasajes evangélicos posteriores a la resurrección de Jesús, como cuando se  aparece a María, la prostituta de Mágdala, cuya vida había cambiado  definitivamente al escuchar las palabras del Nazareno. Cuando Cristo se le  aparece en el terreno del cementerio, ella no le reconoce en un primer  momento. «Para reconocerlo --explicó el Papa, quien desde muy joven ha  experimentado una gran atracción por los místicos españoles-- es necesario  otro canal de conocimiento, diferente al de la razón y al de los sentidos.  Es la vía de la fe que se abre cuando ella escuchó que la llamaba por su  nombre». Desde esta nueva dimensión, María Magdalena pudo comprender las  palabras de su «rabbuní» (que quiere decir «maestro» en hebreo): «vete  donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y  vuestro Dios». De este modo, como constató el obispo de Roma, explicó que,  si bien todo hombre puede llamarse hijo de Dios «de manera real, pero  derivada», Cristo es el Hijo por antonomasia, que vive en «plena y perfecta  filiación» con el Padre.

Esta navegación de la fe que descubre los horizontes de la realidad de un  Dios trinitario tiene lugar, tras la resurrección, gracias al don del  Espíritu Santo «que recibirían quienes creyeran en él». Los once pescadores  atemorizados, tras su venida, cambiarían con su pasión de amor la historia  del mundo. De este modo, a la manifestación de las tres personas tras la  resurrección de Jesús, le debe corresponder la profesión de fe trinitaria.  «De hecho --concluyó el Papa citando a san Pablo--, nadie puede decir:  "¡Jesús es Señor!" sino con el Espíritu Santo y quien lo dice, lo dice  "para gloria de Dios Padre"».


 

LOS MARTIRES SON INDISPENSABLES PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO

Juan Pablo II recibe a los directores de las Obras Pontificias Misionales

CIUDAD DEL VATICANO, 11 mayo (ZENIT.org).- Juan Pablo II quiso agradecer públicamente en nombre de la Iglesia el servicio que prestan los misioneros: esos hombres y mujeres que han dejado su familia y tierra durante unos años o toda la vida para anunciar por los cinco continentes el Evangelio, con frecuencia «en ambientes hostiles o indiferentes», y les alentó a «continuar generosamente este vigoroso compromiso misionero».

Pronunció estas palabras al recibir esta mañana en audiencia al Consejo superior de las Obras Pontificias Misioneras, reunido en el Vaticano del 5 al 12 de mayo con motivo de la Asamblea anual. En el encuentro, presidido por el hombre que se encarga de los territorios de misión de la Iglesia católica, el cardenal Jozef Tomko, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, participaron 114 directores nacionales de unos 130 países del mundo.

Cada bautizado debe ser misionero Al recordar la Conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX, que tuvo lugar el domingo pasado en el Coliseo, el Papa constató que «para la misión, la prueba suprema es el don de la vida hasta la muerte. Como siempre en la historia cristiana, los "mártires", es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio. También en nuestra época hay muchos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, y en ocasiones héroes desconocidos que dan la vida para testimoniar la fe. Ellos son los heraldos y los testigos por excelencia».

A continuación, el Papa aprovechó el encuentro para preparar el terreno al «Congreso Misionero Mundial 2000», que tendrá lugar en Roma del 18 al 22 de octubre con el lema «Jesús, manantial de vida para todos», y que será sin duda «una ocasión propicia para sensibilizar a todo el Pueblo de Dios sobre la imprescindible tarea misionera, confiada por el Señor a cada bautizado».

Mártires del tercer milenio Al saludar al Papa, el cardenal eslovaco Jozef Tomko mencionó las situaciones dolorosas que en estos momentos tienen que afrontar los misioneros, como algunas regiones de África, «todavía martirizadas por las guerras y las luchas fratricidas», subrayando «el elevado precio que la Iglesia está pagando en primera persona».

Del norte al sur... y del sur al norte «No podemos dejar de recordar a los obispos, sacerdotes, religiosos, catequistas y fieles bárbaramente asesinados y a los pastores a los que se les impide ejercer su ministerio, o incluso que son amenazados de muerte, como monseñor Misago». El purpurado se refería al obispo de Gikongoro (Ruanda) para quien el fiscal de un tribunal de Kigali pidió antes de ayer la pena de muerte por presunta complicidad en el genocidio de 1994 (por la que hasta ahora no ha ofrecido pruebas). Sin embargo, monseñor Tomko consideró que estos «testimonios también están llenos de esperanza para el desarrollo y el crecimiento espiritual que abre el corazón a la misión y alimenta la cooperación misionera. De este modo, se asiste al inicio de un lento movimiento de misioneros que ya no sólo van desde el norte hacia el sur del mundo, sino un intercambio en todas las direcciones para irradiar el Evangelio de Cristo», dijo el encargado de los territorios de misión.

El cardenal Tomko ofreció en el encuentro con el Papa algunos datos estadísticos significativos. Gracias a la contribución de los misioneros, en estos últimos años, ha aumentado en un 18 por ciento el número de las Iglesias en los territorios de misión y crecen sobre todo las vocaciones al sacerdocio. En los últimos 25 años se ha multiplicado por cuatro el número de los seminaristas mayores de estos países. «Ahora lo importante es que el crecimiento numérico esté acompañado también por un crecimiento cualitativo, para estar a la altura de testimoniar, con fidelidad, la fe cristiana», concluyó el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.


 

EL PAPA PIDE A LOS CATOLICOS DE VENEZUELA QUE HAGAN OIR SU VOZ

Recibe a un grupo de peregrinos del país con motivo del Jubileo

CIUDAD DEL VATICANO, 11 mayo (ZENIT.org).- El recuerdo de las víctimas de los aluviones que devastaron Venezuela a mediados de diciembre del año pasado sigue vivo en el espíritu de Juan Pablo II, como él mismo lo confesó esta mañana al recibir a unos cuatrocientos venezolanos que se encontraban en Roma participando en una peregrinación con motivo del Jubileo del año 2000.

«Desde los primeros momentos elevé mis plegarias al Señor por los fallecidos, pidiendo consuelo, serenidad y luz para los que, en medio de tanto dolor, tenían ante sí la ardua tarea de la reconstrucción --dijo el Papa--. Mi voz se elevó también solicitando la cooperación internacional, exhortando a los pueblos hermanos que no dejaran sola a Venezuela en tales momentos y colaboraran en la reparación de un desastre natural de tan grandes proporciones».

Las heridas de aquel drama siguen abiertas en Venezuela, país de unos 21 millones de habitantes, tres veces más grande que Italia. Por eso, el Papa animó a los venezolanos «a seguir cerca de los que aún sufren las trágicas consecuencias de aquella situación, a sentiros solidarios siempre unos de otros, a preocuparos de la suerte de los demás, incluso a costa de sacrificios».

Ahora bien, Venezuela mira al futuro. En este sentido, el gran reto que tiene por delante, según el Papa, es «es proseguir por el camino de la nueva evangelización», «misión de todo bautizado», independientemente de «su estado de vida».

Católicos y la transición venezolana El anuncio de los valores del Evangelio, por otra parte, es la respuesta de la Iglesia ante la delicada situación que atraviesa este país, en estos momento en los que revisa su organización legislativa e institucional. El 28 de mayo tendrán lugar las elecciones generales que derivan de una nueva Constitución aprobada en diciembre. Todas las autoridades actuales --como el fiscal, el Tribunal Supremo y el poder legislativo-- son provisionales. «A este respecto --dijo el Papa--, es necesario que los cristianos hagáis oír vuestra voz para que los valores evangélicos sigan presentes en vuestra patria y no vengan relegados bajo ningún concepto».

Como ejemplo para los católicos venezolanos, el Papa recordó la figura de María de San José, mujer a la que beatificó él mismo. «Ojalá que su ejemplo y sus enseñanzas os infundan continuamente el entusiasmo y la valentía para adheriros de modo cada vez más decidido a Cristo. Así, estaréis preparados para afrontar con confianza y esperanza las dificultades de nuestro tiempo y los desafíos de la nueva evangelización», dijo.


 

JUAN PABLO II NOMBRA AL NUEVO ARZOBISPO DE NUEVA YORK

Monseñor Egan, de 68 años, es un canonista de prestigio internacional

CIUDAD DEL VATICANO, 11 mayo (ZENIT.org).- Ocho días después del fallecimiento del cardenal John O'Connor, la Santa Sede ha hecho público el nombramiento oficial del nuevo arzobispo de Nueva York. Se trata de Edward Michael Egan, de 68 años, quien hasta ahora era obispo de Bridgeport (Connecticut).

Monseñor Egan, de la arquidiócesis de Chicago, estudió en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se doctoró en Derecho Canónico. En la Ciudad Eterna es muy conocido, no sólo por el prestigio que cuenta entre los canonistas, sino también por haber sido vicerrector del Colegio Pontificio Norteamericano (de 1972 a 1985), institución en la que viven seminaristas estadounidenses que vienen a estudiar en las Universidades Pontificas, y juez (auditor es el término técnico) de la Rota Romana, tribunal de la Santa Sede que decide, entre otras cosas, sobre las declaraciones de nulidad matrimonial. Al mismo tiempo fue profesor de Práctica Judicial en el Estudio Rotal y en la misma Universidad Gregoriana.

Juan Pablo II le nombró en 1985 obispo auxiliar de la ciudad de Nueva York a la que ahora regresa como arzobispo. Allí desempeñó su ministerio junto al cardenal O'Connor hasta 1988, cuando fue promovido a obispo de Bridgeport.

Egan es conocido también por su jovialidad y su cercanía a la gente. Los estadounidenses que viven en Roma le califican como «Un hombre con un maravilloso sentido del humor y muy brillante».

Su predecesor, el cardenal O'Connor, falleció el 3 de mayo a causa de una enfermedad vinculada con un tumor cerebral a los 80 años. El carácter único de la ciudad de Nueva York confiere una responsabilidad muy grandes al arzobispo de esta diócesis.


 

VATICANO-VIETNAM: ENTRE DIFICULTADES, AVANZAN LAS RELACIONES

Revelaciones de un diplomático vaticano a su regreso de Hanoi

CIUDAD DEL VATICANO, 11 mayo (ZENIT.org).- Una delegación vaticana guiada por el subsecretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, monseñor Celestino Migliore, concluyó el 6 de mayo pasado una misión a Vietnam. Estos contactos entre el gobierno de Hanoi y Roma dejarían pensar que el camino hacia el establecimiento de relaciones diplomáticas estables se hace más fácil.

El mismo monseñor Migliore ha aclarado a los micrófonos de «Radio Vaticano» que esta visita «tiene lugar en el contexto de una serie de misiones que la Santa Sede envía todos los años desde hace una década para encontrarse con el episcopado, con la comunidad católica local y con las autoridades gubernamentales. Si bien hemos registrado en estos últimos años progresos en la libertad de culto, en la actividad diaria y de comunicación, tanto el país como en las relaciones con la Iglesia de Roma, existen todavía algunos nudos fundamentales que hay que deshacer para alcanzar una solución ideal. Me refiero, en particular al nombramiento de los obispos, a la libre entrada a los seminarios y noviciados y a la posibilidad de ordenar sacerdotes».

«Ahora --añade Migliore-- las dos partes reconocen que es necesario ponerse de acuerdo sobre estas y otras cuestiones, de manera clara y estable, sirviéndose de un acuerdo. De este modo, quedarán de manifiesto de una manera precisa y evidente los principios que inspiran las mutuas relaciones y los criterios de conducta común, y se podría también alcanzar la normalización de las relaciones bilaterales. Hoy por hoy el panorama ha quedado claro y existe un consenso sobre los pasos que hay que dar. Estamos a la espera y mientras tanto trabajamos para que madure plenamente la voluntad para que se den estos pasos».

Por lo que se refiere a la situación de la Iglesia en Vietnam, el diplomático vaticano explica que «en estos últimos años, en los que se han dado dificultades de todo tipo, los obispos han sabido no sólo conservar sino incluso reconstruir y fortalecer el tejido eclesial de las diferentes comunidades. En comunión con la Iglesia de Roma, se ha podido asegurar el que las 25 diócesis existentes tengan en la guía pastoral a buenos obispos, a pesar de los retrasos y de los contratiempos que han surgido a causa de los procedimientos para los nombramiento que impone el país. El año pasado, por ejemplo, se ordenaron cuatro nuevos obispos; para este año, tenemos el vía libre para hacer dos ordenaciones, mientras esperamos con confianza poder proceder a otros dos importantes nombramientos».


 

LOS GRANDES MOMENTOS DEL JUBILEO DE LOS PRESBÍTEROS

Prevista una la concelebración eucarística más grande de la historia

CIUDAD DEL VATICANO, 11 mayo (ZENIT.org).- Desde el 14 hasta el 18 de mayo se desarrollará el jubileo de los presbíteros, uno de los eventos más esperados del gran jubileo del año 2000. Desde hace 4 años, todos los sacerdotes del mundo, casi medio millón en total, se han ido preparando para este momento. Los cuatro encuentros mundiales en Fátima, Costa de Marfil, Guadalupe y Tierra Santa, han creado un clima de reflexión y oración que culminará con la Misa con mayor número de sacerdotes concelebrantes, 5000, el jueves, 18 de mayo, a las 10 de la mañana en la Plaza de San Pedro. Es el regalo que todos los sacerdotes del mundo hacen al Papa en el día de su 80 cumpleaños. Como decía el cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, en esa ocasión «Cristo se hará presente en las manos de cinco mil sacerdotes venidos de todo el mundo». Sin embargo, la Misa del día 18 no será el único acto lleno de significado.

El día 16 de mayo, a las 8.30 de la noche, Jesucristo será también el centro de la celebración en el Via Crucis al que están invitados todos los fieles que quieran asistir. Un Viacrucis celebrado por primera vez en el Circo Máximo, lugar testigo del martirio de tantos cristianos, al que se trasladará una reliquia de la cruz de Cristo custodiada en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén de Roma. El cardenal Darío Castrillón nos explica que el simbolismo es muy rico: «es traer la cruz de Cristo, reliquia de nuestra salvación, al lugar de los mártires, con los nuevos mártires, es decir, con los testimonios actuales de su presencia en el mundo. Esos son los sacerdotes».

Para más información puede visitar la página: http://www.clerus.org/clerus/menu04_spa.html