SANTA SEDE

 

LAS PROTESTAS DE SEATTLE Y WASHINGTON, FRUTO DE UN MALESTAR

Monseñor Martin lamenta el incumplimiento de los acuerdos sobre la deuda

CIUDAD DEL VATICANO, 30 abril (ZENIT.org).- «Las manifestaciones de  protesta a las que hemos asistido en los últimos tiempos contra la  globalización son expresión de un malestar respecto a los organismos  internacionales que gestionan el crédito y las finanzas. Los manifestantes  lamentan una falta de transparencia. A pesar de todo, la Santa Sede condena  toda forma de manifestación violenta. Entre los manifestantes, además, hay  diversos estratos con motivaciones poco serias, díría exóticas». Son  palabras de monseñor Diarmuid Martin, secretario del Pontificio Consejo  Justicia y Paz, el pasado 27 de abril, en una rueda de prensa de  presentación del volumen «Agenda Social: colección de textos del  Magisterio», editado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz.

Por lo que respecta al programa de reducción de la deuda externa, monseñor  Martin explicó que «hay retrasos y dificultades. El proyecto inicial  preveía una reducción de cien mil millones de dólares pero en la actualidad  sólo han sido condonados once mil millones. Se pensó en que los países  beneficiarios fueran 24 y hasta ahora sólo cinco han gozado los beneficios  de una reducción. Si todo va bien, serán 19 a fines del 2000».

«Además --añade el responsable vaticano-- la reducción de la deuda, que  debía ser del 80%, en términos reales es sólo del 35 al 40%. Hemos  constatado también que la relación entre reducción de la deuda y  financiación para el desarrollo es mucho más complicada de lo que se  preveía y además faltan fondos. El Congreso de Estados Unidos ha bloqueado  los fondos, y la Unión Europea no está dispuesta a pagar si no ve primero  el compromiso estadounidense. Los bancos regionales, en muchos casos, no  disponen de los fondos necesarios».

En cuanto al proceso de globalización económica, monseñor Martin dijo que  «avanza con mucha rapidez a causa del comercio electrónico. Por lo que a  nosotros respecta, proponemos una globalización de la solidariedad, como se  indica claramente en la Centesimus Annus. El desafío es cómo gestionar el  bien común global sin crear grandes diferencias entre países que se  desarrollan velozmente y otros que, en cambio, se quedan atrás y tratan de  hacer convivir la estructura económico-financiera con la arquitectura  social. A este propósito, la Santa Sede sigue lanzando sus llamamientos  para no perder esta oportunidad del Año jubilar, manteniendo al menos las promesas sobre la reducción de la deuda».

Respecto al volumen «Agenda Social», monseñor Martin explicó que «se trata  de un aperitivo antes de lo que será el "catecismo social", que debería ser  publicado antes de acabar el Año Santo. Un aperitivo para abrir el apetito  de los creyentes en la profundización del conocimiento y volver al tesoro  de la Iglesia sobre estos argumentos. Queremos sobre todo renovar el  entusiasmo por la Doctrina Social de la Iglesia y por formar una nueva  generación de cristianos comprometidos en la sociedad». Monseñor Martin  concluyó afirmando que «la Doctrina Social de la Iglesia es una de las pocas materias que logra hacer reflexionar a los ricos, de manera razonable  y humana, sobre la situación de los pobres».

El padre Robert Sirico, fundador y presidente del «Acton Institute» y  editor del volumen, precisó que contiene 75 documentos del Magisterio,  desde San Clemente y San Agustín, a los últimos papas desde León XIII en  adelante. Las enseñanzas están divididas en capítulos que afrontan todas  las dimensiones de la enseñanza social de la Iglesia y dentro de tres  semanas estará disponible en seis lenguas diferentes.

Monseñor François-Xavier Nguyên Van Thuân, presidente del Pontificio  Consejo Justicia y Paz, añadió que el libro «es un laudable trabajo que el  Pontificio Consejo ha querido patrocinar por su utilidad en dar a conocer y  difundir la Doctrina Social de la Iglesia». «La Doctrina Social de la  Iglesia --afirmó monseñor Van Thuan-- que ha visto en este periodo un  afortunado momento de "nuevo lanzamiento" propiciado por el Santo Padre  Juan Pablo II, necesita ser más conocida y difundida. Este volumen es un  óptimo instrumento para quienes quieran tener un contacto directo con las  fuentes magisteriales y, al mismo tiempo, una presentación sistemática de  las mismas».


 

EL PAPA «OBRERO» PRESIDE EL HISTORICO JUBILEO DE LOS TRABAJADORES

Participan sindicatos de todas las orientaciones políticas

CIUDAD DEL VATICANO, 1 mayo (ZENIT.org).- Obreros, estudiantes,  desempleados, hombres del mundo de las finanzas, políticos, empresarios...  Estas eran algunas de las categorías representadas esta mañana en Roma para  celebrar junto a Juan Pablo II el Jubileo de los Trabajadores. En total,  los presentes eran unos 200.000.

Ha sido un 1 de mayo histórico, pues por primera vez se unió en una sola  fiesta el carácter religioso y civil de la fiesta de los trabajadores. De  hecho, adhirieron al encuentro jubilar sindicatos de izquierda, centro y  derecha, algo que hace tan sólo unos años hubiera parecido un disparate.

El Papa llegó a las 10 de la mañana a la gran explanada que se inauguró  este día en Tor Vergata, localidad situada a las afueras de Roma. Ha sido  ideada para acoger los grandes acontecimientos de este Jubileo, pues la  Plaza de San Pedro y sus alrededores no tienen espacio para celebraciones  en las que los números de participantes están rompiendo records. Los  trabajadores llegaron a este espacio de 330 hectáreas a primeras horas de  la mañana. Era masiva la presencia de jóvenes, en especial de la Acción  Católica, del Movimiento Cristiano de Trabajadores, Comunión y Liberación y  otros movimientos.

El momento culminante fue la celebración eucarística, presidida por el Papa  y su sucesivo encuentro con representantes del mundo del trabajo en todas  sus categorías, que comenzó con un saludo dirigido al Santo Padre por Juan  Somavía, Director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Globalizar la solidaridad Al dirigirse a todos los presentes, el pontífice recordó la necesidad de no  desvincular nunca el progreso de la economía de los puntos firmes de la  ética, especialmente en este Jubileo, que definió como un momento de  redescubrimiento del sentido del trabajo.

«Las nuevas realidades que embisten con fuerza el proceso productivo, como  la globalización de las finanzas, de la economía, de los comercios y del  trabajo, no tienen que violar nunca la dignidad y la centralidad de la  persona humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos», afirmó el  Papa. Sus palabras fueron interrumpidas por los aplausos y por la masa de  gente que enarbolaba banderas del Vaticano y de los diferentes sindicatos.

El obispo de Roma añadió: «La solidaridad, la participación y la  posibilidad de gobernar estos cambios radicales constituyen, si no la  solución, al menos la garantía necesaria ética para que las personas y los  pueblos no se conviertan en instrumentos sino en protagonistas de su  futuro. Todo esto puede realizarse, y, dado que es posible, se convierte en  un deber».

El palco desde el que hablaba el sucesor de Pedro era futurista, en el  fondo se proyectaba la imagen del crucifijo de Cimabue. A los lados, se  encontraban dos tarimas, en las que se encontraban los seiscientos  sacerdotes que concelebraban. Pero lo que más impresionaba eran las diez  torres de tubos de metal, con largos brazos horizontales. Recordaban al  mismo tiempo grandes fábricas de obreros y cruces gigantescas.

Juan Pablo II volvió a confirmar que, ante la situación actual, todos  tienen que asumir su responsabilidad para que el sistema económico en el  que vivimos no invierta el orden fundamental que da prioridad al trabajo  sobre el capital, al bien común sobre el privado. En definitiva, «es  necesario globalizar la solidaridad».

La solidaridad de un Papa obrero El Papa Wojtyla fue obrero durante cuatro años en Cracovia bajo la  ocupación nazi: desde septiembre de 1940 en la mina de piedra de Zakrzowek  y desde octubre de 1941 en la industria química de la Solvay hasta el 6 de  agosto de 1944, cuando fue escondido en el arzobispado para huir de las  redadas nazis. Su solidaridad, por tanto, se extendió a todos los  trabajadores, de manera especial «a todos los que sufren a causa de la  falta de trabajo, de un salario insuficiente, de la indigencia de medios  materiales».

Deuda externa Juan Pablo II quiso recordar un tema importante en esta Jornada de los  Trabajadores del Jubileo: la deuda externa de los países pobres. «Muchas  naciones, en especial las más pobres, están oprimidas por una deuda que ha  asumido proporciones tales que hacen prácticamente imposible su pago.  Reducir o incluso condonar esta deuda: este es un gesto jubilar que sería  más sumamente deseado». "some nations, especially the poorer ones, are  oppressed by a debt so huge that repayment is practically impossible"  (Incarnationis Mysterium, 12). To reduce or indeed to remit this debt: here  is a Jubilee gesture which would be so desirable!

Era un llamamiento a las naciones ricas, así como a aquellos que controlan  grandes capitales. El director general de la OIT, Juan Somavía, respondió  constatando que los excluidos del trabajo son demasiados y que en estos  momentos todo es más precario, pero la doctrina social de la Iglesia ha  indicado en varias ocasiones el camino justo.

Las dieciocho categorías del mundo del trabajo presentaron al Papa dones  simbólicos: el pan y el vino, una obra artística que representaba a Cristo,  un «personal computer», un bonsái, una alfombra para la oración, un casco  de obrero, ofertas económicas destinadas a la reducción de la deuda.

Entre los presentes, se encontraba el nuevo primer ministro italiano,  Giuliano Amato, quien afirmó a los periodistas: «Siempre he apreciado al  Papa: soy un fan suyo».

Un final con música Al final del encuentro, Andrea Bocelli, cuyo padre había fallecido pocas  horas antes, ofreció un estupendo homenaje . El tenor fue acompañado por el  Coro y Orquesta de Santa Cecilia, dirigidos por el maestro Myung-Whun  Chung. En el acto musical intervino también Noa, la cantante israelí de  origen yemenita.

En la tarde, el Ayuntamiento de Roma organizó un imponente concierto en la  misma explanada para todos los trabajadores en el que participaron grandes  intérpretes del panorama discográfico internacional. Entre otros, se  encontraban los nombres del célebre dúo del pop inglés Eurithmics o el del  cantante de rock Lou Reed. Eran artistas muy diferentes entre sí, unidos  por una preocupación que comparten con el Papa: la campaña por la remisión  de la deuda externa de los países en vías de desarrollo.


 

HAY QUE RESPONDER A LA GLOBALIZACION GLOBALIZANDO LA RESPONSABILIDAD

El Papa recibe a líderes sindicales, empresariales y financieros

CIUDAD DEL VATICANO, 2 mayo (ZENIT.org).- «Calidad total»: así tiene que respetar el proceso productivo la condición del hombre. Con estas palabras, prestadas de la terminología empresarial, Juan Pablo II sintetizó el mensaje que dirigió esta mañana un grupo de hombres de empresa, de las finanzas y sindicalistas: es decir, de los representantes más influyentes del mundo del trabajo en este momento de transición de milenio.

El encuentro sirvió de broche de oro al Jubileo de los trabajadores, que el Papa presidió ayer en la explanada de Tor Vergata, en las afueras de Roma. En esta cita con el mundo laboral participaron más de 200 mil personas. Entre los presentes se encontraban oficialmente federaciones sindicales de todas las corrientes de Europa, aunque los más numerosos eran los italianos.

El hombre, protagonista del sistema económico Al recibir a estos representantes del mundo del trabajo, el pontífice recordó que el hombre no es súbdito, sino protagonista de los mecanismos de la producción. De este modo, la empresa se convierte en una auténtica «comunidad de personas».

Según el Santo Padre, el progreso de las nuevas tecnologías debe servir para que «todas las fuerzas que determinan el sistema socio-económico o que de él resultan estén al servicio del hombre y de la sociedad».

La pista para superar el desempleo Esta visión del hombre como centro y objetivo de la actividad económica constituye la base de la solución a los desafíos que plantea la globalización. «El grave fenómeno del desempleo, que afecta a hombres, mujeres y jóvenes y al que se trata de encontrar de muchas maneras una solución, alcanzaría un resultado positivo si la economía, las finanzas, y la misma organización nacional y mundial del trabajo no perdieran nunca de vista el bien del hombre como meta final».

De hecho, para el pontífice, la globalización de los mercados es un fenómeno intrínsecamente ambivalente, que puede ofrecer grandes posibilidades o causar daños de graves consecuencias. «Todo depende de algunas opciones de fondo --explicó--: es decir, de si la globalización es puesta al servicio del hombre, y de cada hombre, o de si sirve exclusivamente al provecho de un desarrollo desvinculado de los principios de la solidaridad, de la participación, fuera de una subsidiariedad responsable».

Globalizazr la solidaridad Para equilibrar esta nueva realidad, Juan Pablo II considera que debe promoverse una «globalización de la solidaridad» que tiene que construirse a través de una nueva cultura, de nuevas reglas y nuevas instituciones a nivel mundial. En particular, y lo repitió una vez más, es necesaria la colaboración entre los agentes políticos y económicos para la condonación de la deuda externa de los países en vías de desarrollo.

«Se ha emprendido, en este sentido, un laudable camino de corresponsabilidad que tiene que ser reforzado, "globalizado", para que todos los países se sientan involucrados. Un camino comprometedor que precisamente por eso exalta la responsabilidad de cada uno y de todos», concluyó.


 

EL VATICANO HACE PUBLICA SU PREOCUPACION ANTE LOS NUEVOS CASOS DE XENOFOBIA

Monseñor Stephen Fumio Hamao presenta el Jubileo de los Emigrantes

CIUDAD DEL VATICANO, 2 mayo (ZENIT.org).- Un representante de la Santa Sede expresó hoy su profunda «preocupación» por los casos de xenofobia que se dan en varios países del mundo, en especial en Europa.

El arzobispo japonés Stephen Fumio Hamao, presidente del Consejo Pontificio para los Emigrantes e Itinerantes, hizo públicos estos sentimientos al presentar esta mañana en la Sala de Prensa las actividades previstas para el Jubileo de los Emigrantes que tendrá lugar en Roma del 1 al 3 de junio. Una ocasión única, según explicó el mismo monseñor Fumio Hamao, para recordar al mundo «que somos todos hermanos, sin distinción de sexo, raza, etnia o color de la piel». En el encuentro jubilar participarán unas 40 mil personas. Los más numerosos serán probablemente los 8 mil filipinos que han anunciado su presencia.

El arzobispo planteó a los periodistas una pregunta directa: «¿Os habéis preguntado alguna vez quién es el clandestino o el ilegal?». Y respondió: «es una persona que sufre todo tipo de privaciones: de dinero, de acogida, de derechos, de seguridad. Es una persona que, allá donde se mueve, choca contra el muro del prejuicio, que se ve obligada a recurrir a todos los recursos para vivir; una persona que, si bien por una parte es excluida de la vida social del país en el que se encuentra, por otra parte no es capaz de organizar una propia; que es obligada a actuar fuera de un ordenamiento jurídico que no reconoce ni siquiera su presencia».

En este sentido, en octubre de 1998, Juan Pablo II expresó un deseó: «Sería ciertamente significativo un gesto en el que la reconciliación, dimensión propia del Jubileo, encontrara expresión en una especie de indulto legal para una amplia franja de emigrantes, que en la mayoría de los casos sufren el drama de la precariedad y de la incertidumbre, es decir, los ilegales».

Con motivo del Jubileo de los Emigrantes, el Consejo vaticano que preside monseñor Fumio Hamao publica un documento en italiano e inglés que lleva por título «La solidaridad de la Iglesia con los emigrantes e itinerantes», en el que se ofrece un panorama de los problemas y de la acción de los católicos en cada uno de los sectores de la movilidad humana.

Los movimientos migratorios afectan hoy día a todos los continentes y a casi todos los países. Los emigrantes en el mundo son 119 millones, de los cuales el 44 por ciento se encuentran en países industrializados y el 56 por ciento en países en vías de desarrollo. En África son acogidos 15 millones, 43 millones en Asia, 7 millones en América Latina, 24 millones en América del Norte, 25 millones en Europa y 5 en Oceanía.

El número total de refugiados y de los que se encuentran bajo el mandato de la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados alcanza los 22 millones, la mayoría mujeres y niños que viven en los países fronterizos. Si se tiene en cuenta además a los refugiados que se encuentran en su mismo país, esta cifra se multiplica por dos. En 1995, el número de personas que estudiaban fuera de su propio país eran más 1.600.000, de los cuales la mitad se concentraban en tan sólo tres naciones: Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania.

Por lo que se refiere a los brotes de racismo que se han ganado las primeras páginas de los periódicos, en especial en algunos países de Europa, el arzobispo Fumio Hamao afirmó: «nos preocupan mucho estos fenómenos y todas las actitudes contrarias a los extranjeros, desde la xenofobia hasta la limpieza étnica».

«Quisiéramos --añadió-- que el Jubileo se convierta en una oportunidad para todos, cristianos y no cristianos, católicos y no católicos, para superar el racismo y los nacionalismos exagerados».


 

JUAN PABLO II AGRADECE LA OBRA DE LA «PAPAL FOUNDATION»

Institución que financia proyectos de ayuda el pontífice y la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO, 2 mayo (ZENIT.org).- Con gratitud, Juan Pablo II recibió esta mañana en el Vaticano, en la Sala del Consistorio, a más de ochenta miembros de la «Papal Foundation», la agencia católica estadounidense instituida en Filadelfia, en 1990, por el fallecido cardenal John Krol para apoyar todos los años económicamente las actividades caritativas del Papa y de la Santa Sede en varios países del mundo.

«El Jubileo del año 2000 --explicó el Santo Padre al recibir a estos bienhechores de la Iglesia-- es el año favorable del Señor, en el que toda la Iglesia está llamada a llevar un testimonio cristiano cada vez más auténtico de amor y de solidaridad».

Juan Pablo II recordó a continuación que desde sus orígenes la «Papal Foundation» ha ofrecido al Sucesor de Pedro la posibilidad de «responder a algunas de las peticiones más urgentes que exigidas por las intervenciones caritativas, especialmente en los países en vías de desarrollo».

«Vuestro deseo de compartir mi solicitud por todas las Iglesias me conforta y me sostiene en el ministerio que el Señor me ha confiado», añadió el Papa, expresando profunda gratitud.

En los diez años de existencia, la «Papal Foundation» ha contribuido con más de diez millones de dólares a las actividades caritativas del Papa, haciendo posible que muchos proyectos de ayuda se convirtieran en realidad. Entre éstos, se encuentran programas de ayuda para las poblaciones de América Central flageladas por huracanes y a los refugiados de los países de la antigua Yugoslavia, a causa de la guerra. La «Papal Foundation» ha ofrecido además asistencia económica a proyectos puestos al servicio de personas enfermas de sida, y para ayudar a algunas necesidades de las Iglesias en Europa del Este, como en Lituania, Letonia, Ucrania y Georgia. Otras de sus iniciativas de ayuda fueron orientadas, en años anteriores, Ruanda, ex Zaire, Brasil y Corea del Norte. La lista de los proyectos es aprobada todos los años a través de un escrupuloso sistema de consultaciones.


 

MISTERIO DE LOS MISTERIOS DEL CRISTIANISMO: LA TRINIDAD EN LA CRUZ DE JESUS

Extraordinaria audiencia general del Papa con más de 50 mil peregrinos

CIUDAD DEL VATICANO, 3 mayo (ZENIT.org).- Juan Pablo II afrontó esta mañana un tema arduo y dramático: durante la audiencia general de este miércoles volvió a revivir la «lucha» interior de Cristo en el Huerto de los Olivos, la hostilidad de la gente que se reía de él en la cruz, la hora de las tinieblas y del abandono... Sin embargo, a pesar de la sensación de abandono total, Cristo mantiene su íntima relación con el Padre y el Espíritu Santo durante su pasión y muerte. Con ello, el pontífice quiso explicar la unión de la Trinidad (el misterio de los misterios del cristianismo) en esos momentos decisivos de la salvación.

Su intervención se convirtió así en una etapa decisiva de esa serie de reflexiones que el Papa está realizando en este año santo todos los miércoles sobre el Dios de los cristianos, uno y trino. En esta ocasión, en la audiencia general que tuvo lugar en una soleada plaza de San Pedro, participaron más de 50 mil peregrinos procedentes de más de 25 países de los cinco continentes. Se trata de números muy superiores a los de encuentros análogos de años anteriores, una prueba más del éxito que está teniendo este Jubileo para movilizar peregrinos de todas las latitudes.

La unión de Cristo con el Padre en la pasión Desde la Última Cena, entre los muros tranquilos del Cenáculo, cuando ya se cierne la sombra de la traición, hasta el abismo del dolor en la cruz, Jesús mantuvo la relación con su Padre en actitud de confianza, explicó en síntesis el sucesor de Pedro.

El Papa reconoció que al ser crucificado, Jesús experimentó «el silencio del Padre, para que pudiera hacerse plenamente solidario con los pecados y redimirlos». Sin embargo, a pesar de ello, «continúa manteniendo en la cruz su diálogo íntimo con el Padre, viviéndolo en toda su humanidad lacerada y sufriente, sin perder nunca la actitud confiada del Hijo que es uno con el Padre».

Ante el «silencio misterioso del Padre, acompañado por la oscuridad cósmica y subrayado por el grito: «"¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?", esto es: "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?"», Cristo responde recordando las palabras del Salmo 31 «Padre, en tus manos pongo mi espíritu». Su pasión y muerte no tienen sentido si Cristo no es el Hijo de Dios, una sola cosa con el Padre, como él mismo había explicado en la noche anterior a sus discípulos.

La presencia del Espíritu Y en cada uno de estos momentos dramáticos se puede descubrir también la presencia de la tercer persona de la Trinidad: «por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios», explica san Pablo en la Carta a los Hebreos (9, 14). «En su pasión, de hecho, Cristo abrió plenamente su ser humano angustiado a la acción del Espíritu Santo y éste le dio el impulso necesario para hacer de su muerte una oferta perfecta al Padre», añadió el Papa.

Juan Pablo II era consciente que tocaba un argumento difícil, pero al mismo tiempo decisivo para la vida de cada cristiano. Para explicar mejor las consecuencias que debe tener en la vida de quienes se dicen discípulos de Jesús citó el «testamento» espiritual de Edith Stein (1891-1942), mártir del nazismo. Esta mujer, tras haber sido una brillante filósofa, se convirtió del judaísmo al cristianismo y más tarde entró en el Carmelo. Podía haber evitado la muerte, huyendo a un Carmelo de Suiza, sin embargo, al ver que no hubiera podido llevar consigo a su hermana, también convertida, decidió aceptar la muerte en una cámara de gas de Auschwitz (9 de agosto de 1942). Intuyendo lo que sucedería, dejó unas palabras tremendas que hoy fueron leídas por el Papa: «Acojo ya desde ahora la muerte a la que Dios me ha destinado, con perfecta unión en su santa voluntad. Recibe, Señor, para gloria y alabanza tuya mi vida y mi muerte por las intenciones de la Iglesia». Es la única actitud posible del cristiano que contempla la entrega de Jesús en el abandono total al Padre.


 

EL VATICANO EXIGE RESPETAR EL TRATADO DE NO PROLIFERACIÓN NUCLEAR

Intervención del «ministro» de Asuntos Exteriores del Papa ante la ONU

NUEVA YORK, 3 mayo (ZENIT.org).- «La fase actual del proceso de no proliferación y desarme nuclear indica que al alba de un nuevo siglo muchos creen todavía en el uso de la fuerza y cuentan con las armas nucleares. Esto quiere decir que la fuerza del derecho, la confianza en el otro y la voluntad de diálogo no son aún prioridades». Estas fueron las duras declaraciones del arzobispo Jean-Louis Tauran, secretario de relaciones con los Estados del Vaticano, al intervenir en la Conferencia de Nueva York sobre la revisión del Tratado de no proliferación de las armas nucleares que tiene lugar del 24 de abril al 19 de mayo.

Alegrándose por el hecho de que el texto del Tratado de 1968 ha sido ratificado por 187 países, el comúnmente llamado «ministro» de Asuntos Exteriores del Papa, interpretando las expectativas de la humanidad por un mundo más pacífico y en armonía con el ambiente, lamentó la lentitud respecto a la puesta en práctica de medidas eficaces para el desarme. El prelado reconoció al respecto los progresos alcanzados, solicitando al mismo tiempo el compromiso por objetivos más ambiciosos.

«Lo que falta esencialmente --subrayó-- es una auténtica cultura de la paz, fundada en el respeto de la vida humana y en la primacía del derecho».

A propósito, el representante del Vaticano, que adhirió al Tratado de no proliferación nuclear el 25 de febrero de 1971, recordó lo que declaró en 1996 el Tribunal Internacional de Justicia: la amenaza o el uso de las armas nucleares son contrarios a los principios y a las normas del derecho internacional humanitario. En aquella misma ocasión, el Tribunal exhortaba a los Estados a proseguir con buena fe las negociaciones sobre el desarme nuclear bajo todos los aspectos y bajo un control internacional severo y eficaz.

Ante textos y compromisos internacionales tan explícitos, monseñor Tauran planteó una cuestión: «¿Queremos verdaderamente la paz? Si la respuesta es sí, entonces se impone una constatación: no habrá paz mientras tengamos un mundo que continúa fabricando armas siempre más sofisticadas, que se prepara a utilizarlas, donde la paz no parece protegida más que por el equilibrio del terror».

«Ha llegado la hora --afirmó el prelado-- de abandonar las maneras de pensar heredadas de la ‘guerra fría’ y de resolver las dificultades relativas al establecimiento de una seguridad común».

«La Santa Sede, por su parte, no se cansará nunca de repetir --concluyó monseñor Tauran-- que solo un desarme universal, progresivo y controlado asegurará un clima de confianza, de colaboración y de respeto entre todos los países. En ello tenemos el convencimiento de estar interpretando las aspiraciones de las mujeres y de los hombres de este tiempo, en particular de los creyentes comprometidos en la construcción de un mundo donde es bello vivir juntos bajo la mirada de Dios». Basta de vivir «los unos contra los otros», ha llegado la hora de vivir «los unos con los otros».


 

LOS MISIONEROS, RECONCILIADORES DEL MUNDO

Juan Pablo II recibe en audiencia al capítulo general de La Salette

CIUDAD DEL VATICANO, 4 mayo (ZENIT.org).- «Este año jubilar es una ocasión privilegiada para redescubrir la plenitud de la misericordia de Dios, que quiere reconciliar al hombre con Él y con los hermanos». Lo recordó Juan Pablo II al recibir esta mañana en el Vaticano a cincuenta religiosos participantes en el capítulo general de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette.

Se trata de la familia religiosa fue fundada en 1852 por el obispo de Grenoble, Philibert de Bruillard, para dedicarse de manera particular a las misiones extranjeras, a las parroquias y a la custodia de santuarios. Sus orígenes se remontan al conocido santuario mariano de La Salette, dedicado a nuestra Señora reconciliadora de los pecadores, meta de numerosas peregrinaciones, en el pueblo del sudeste de Francia donde, el 19 de septiembre de 1846, dos pastorcillos, Mélanie Calvet-Mathieu, de 14 años, y Firmin Giraud, de 11 años, recibieron una aparición de la Virgen mientras cuidaban su rebaño.

Hoy día los Misioneros de La Salette son novecientos, esparcidos especialmente en África, Asia y Oceanía. En los últimos años, como observó el Papa al encontrarse con sus representantes, han querido extender su acción también a la India y a los países del Este europeo. En el próximo futuro, además, tienen previsto establecerse en la Indonesia musulmana y en la Birmania budista.

Juan Pablo II deseó que los miembros de esta familia religiosa alcancen «una nueva conciencia de su participación en la misión reconciliadora de la Iglesia, que es el corazón de su vocación misionera, ayudando sin descanso a los fieles a acoger el perdón divino para ser testigos de él en todas las naciones».

El Papa consideró que La Salette es un «mensaje de esperanza», pues gracias a la intercesión de la Virgen, «nuestros contemporáneos pueden estar seguros de que las rupturas no son irremediables y de que siempre es posible convertirse de las propias infidelidades para construir una humanidad reconciliada y para seguir al Señor, puesto que nadie está demasiado lejos para Dios». Conceptos que él mismo ya había expresado en 1996, en una carta dirigida al obispo de Grenoble, monseñor Louis Dufaux, con motivo de los 150 años de la aparición de María.

Por ello, Juan Pablo II invitó a estos misioneros a dar testimonio de Cristo sin miedo y a proclamar «con audacia la Palabra de Dios, que es una fuerza de transformación de los corazones, de las sociedades y de las culturas». En su compromiso de «construir juntos el futuro», tema del capítulo general, el Papa aseguró que Cristo les acompañará «en sus encuentros con los hombres y con los pueblos».

La aparición de La Salette, inicialmente circundada de incredulidad e incluso de serias objeciones, fue reconocida por el obispo local después de una investigación canónica. De este modo, fue autorizada la devoción a nuestra Señora de La Salette y los pontífices a partir de Pío IX confirmaron el culto.


 

LA ETICA DE LOS NEGOCIOS Y LA GLOBALIZACION, A DEBATE EN EL VATICANO

Congreso de la Fundación Centesimus Annus con 200 financieros y empresarios

CIUDAD DEL VATICANO, 4 mayo (ZENIT.org).- Uno de los temas que han marcado la jornada mundial de los trabajadores, unida este año a la convocatoria del Jubileo de esta categoría, ha sido el de los efectos perniciosos que tiene la globalización cuando las oportunidades que ofrece se ponen únicamente al servicio del máximo beneficio inmediato, olvidando al hombre. Juan Pablo II ha respondió ante este desafío proponiendo una globalización de la solidaridad.

El domingo pasado, 30 de abril, la Fundación Centesimus Annus organizó un congreso en el Vaticano, en el que han participado 200 financieros y empresarios, empeñados en redactar un texto que enfoque la doctrina social sobre la inversión financiera. La pregunta de fondo --¿se puede considerar positiva la globalización?-- no tiene una sola respuesta. Porque el mundo de las finanzas tiene en sí mismo una función esencial en el desarrollo económico. Los mercados desempeñan un papel insustituible a la hora de canalizar la liquidez y repartir los factores de riesgo, se constató. Pero, al mismo tiempo, pueden usarse como instrumentos de pura especulación, provocar daños enormes a comunidades y pueblos enteros, ya que hoy es posible trasladar en pocos minutos enormes flujos de dinero de una divisa a otra. Desde el punto de vista estrictamente personal, además, «el enriquecimiento fácil y rápido, obtenido con la especulación financiera y sin ninguna conexión con una cantidad de trabajo realizado, presenta un problema ético con el que hay que medirse», subrayó uno de los participantes, el economista de la Universidad Católica de Milán, Alberto Quadrio Curzio.

¿Cómo se podría actuar para limitar los daños y exaltar las consecuencias positivas de la globalización? Sobre todo, se dijo en el Congreso, reforzando las reglas de la cooperación internacional y de «gobierno supranacional», sin las cuales el sistema de los intercambios mundiales corre el riesgo de ser «antisocial».

Luego, abriendo con mayor convicción los mercados de Occidente a los bienes producidos por los países en vías de desarrollo. «Cerrarse en el aislamiento y en el proteccionismo, de hecho, sería pura locura», indica monseñor Diarmuid Martin, secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz. Por último, apoyando generosamente los procesos de desarrollo de las naciones más pobres, mientras permanece incumplido el compromiso de la comunidad internacional de destinar como mínimo el 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB) a la cooperación internacional. Porque «por sí sola la globalización no salva la brecha entre ricos y pobres», observa el consejero Banco de Francia, Michel Albert. Hay muchas realidades que deben ser afrontadas como, por ejemplo, los paraísos fiscales que el banquero francés no duda en calificar como «verdaderos infiernos morales» y el insostenible fardo de la deuda externa. Sobre este problema, Quadrio Curzio descarta las posiciones extremas y sostiene que «será un acuerdo entre las partes, encaminado al bien común recíproco, el que hará el pacto renegociado soportable». Añadiendo que, luego, tanto donantes como beneficiarios deberán empeñarse en la lucha contra la pobreza.

Por su parte Michel Camdessus, director general del Fondo Monetario Internacional hasta hace una semanas, subraya que «el crédito crea una relación de solidaridad entre el emisor y el deudor que se puede volver perversa en algunas circunstancias, pero que también se puede transformar en una relación en la que los acreedores exijan transparencia y rigor, mientras que los deudores podrán contar con la ayuda técnica, el apoyo, la fidelidad y la comprensión ante la dificultad. Y por tanto es fundamental que la creatividad y la habilidad de los banqueros se pongan al servicio de la solidaridad». Y añade que el «mundo financiero no puede aspirar a gozar de una especie de "extraterritorialidad ética"». Las grandes crisis, subraya, que han afectado a naciones enteras «han sido provocadas también por faltas graves en la ética más elemental».