JUBILEO DE LA JUVENTUD

 

JUAN PABLO II A LOS JOVENES CUBANOS: «POGAN LA MIRADA EN JESUS»

Recibe a los participantes de la isla en la Jornada Mundial de la Juventud

CASTEL GANDOLFO, 18 agosto (ZENIT.org).- El color y calor de Cuba se hizo presente en el palacio pontificio de Castel Gandolfo, donde Juan Pablo II recibió esta mañana a una delegación de jóvenes de la perla del Caribe, que han venido a Roma junto al cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, y con monseñor Carlos J. Baladrón Valdés, obispo de Guantánamo-Baracoa, para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Al referirse a estos días inolvidables que están pasando los muchachos cubanos (son más de sesenta), Juan Pablo II añadió: «Ésta es una ocasión privilegiada de evangelización, de comunión eclesial y de renovación interior mediante el encuentro personal con Cristo, junto con numerosísimos jóvenes de todo el mundo, peregrinos a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo».

«Hoy deseo recordar las palabras que dirigí a ustedes durante mi inolvidable viaje a Cuba --añadió--. Sigan poniendo la mirada en Jesús. Él quiere ofrecerles de nuevo su amistad; sus ojos, llenos de ternura, se siguen fijando en la juventud cubana, esperanza viva de la Iglesia y de Cuba. "No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo". No se cierren a su amor. Sean sus testigos ante los demás jóvenes asumiendo compromisos concretos para difundir la civilización del amor en todos los ámbitos: familia, comunidades eclesiales y trabajo. Para ello pido al Señor que, en este Año Jubilar, el Espíritu les colme de sus dones y bendiciones. Al mismo tiempo, antes de regresar a sus lugares de origen les repito, para que ustedes las hagan suyas, las palabras con que me recibieron en Camagüey: "¡Benditos los pies del mensajero que anuncia la paz!"». 


 

UN MONUMENTAL VIACRUCIS EMOCIONA A LOS JÓVENES PEREGRINOS

Del Capitolio al Coliseo, recorren los momentos de la pasión de Cristo

ROMA, 18 agosto (ZENIT.org).- Roma se convertía al caer la noche en el monumental escenario de un Viacrucis en el que han participado 300 mil participantes en las Jornadas Mundiales de la Juventud.

El recorrido de las estaciones comenzó en el la antiquísima Basílica de Santa María en Ara Coeli, junto al Capitolio, y concluyó en el Coliseo. Dado que el número de los jóvenes presentes en Roma ha alcanzado ya el millón, tuvieron que celebrarse otros Viacrucis en las plazas de Roma. De este modo se pudo garantizar una participación organizada de los peregrinos.

Ha sido un Víacrucis particular. Ciertamente el número de las estaciones, catorce, correspondía con la tradición. Sin embargo, los misterios propuestos eran originales. Se comenzaba con el lavatorio de los pies en la Última Cena. El camino hacia la cruz continuó con la institución del Sacramento de la Eucaristía y con la traición de Judás, hasta llegar al Calvario, donde ya en la Cruz Jesús prometió el Reino al buen ladrón. Una ocasión en la que los chicos y chicas pudieron revivir de cerca los últimos latidos del corazón de Cristo, según los cristianos, el Dios hecho hombre.

En cada estación se leyó un pasaje del Evangelio, se propuso una meditación y se escuchó el testimonio de uno de los muchachos presentes, procedentes de los cinco continentes. Un joven estadounidense rezó por todos los condenados a muerte que comparten con Cristo «una sentencia inapelable». Un muchacho palestino oró por la paz y un ruandés para que en su país pueda renacer de verdad el perdón.

La mirada de todos se concentró en la cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que fue entregada por el Papa a los jóvenes en 1984 y que en estos 16 años ha dado la vuelta al mundo. Durante la procesión, se proyectaron sobre las megapantallas colocadas en el recorrido, reproducciones de algunas obras de arte.

Al final del Viacrucis, se proclamó en el Coliseo el himno de la caridad de San Pablo. El rito, fue presidido por el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini.


 

25 MIL JÓVENES JUNTO A CHIARA LUBICH POR UNA CIVILIZACIÓN DEL AMOR

Lanzan el proyecto de desarrollo «África 2000»

ROMA, 18 agosto (ZENIT.org).- El Estadio Flaminio de Roma se llenó ayer hasta los topes con motivo del GENFEST, un encuentro organizado por Jóvenes por un Mundo Unido del Movimiento de los Focolares.

En el encuentro participó la fundadora de los Focolares, Chiara Lubich, y se hizo presente con un mensaje el alcalde de Roma, Francesco Rutelli, quien definió a los jóvenes como «un río de amor». «Quizá habéis venido a Roma para aprender algo, pero hemos sido nosotros quienes tenemos mucho que aprender».

Entre los más de 25 mil presentes resonó el interrogante que planteó el camerunés Martin Kafu, profesor de cultura africana: «Con frecuencia nos preguntamos si lograremos un día compartir nuestros valores junto a los demás pueblos de la tierra». De este modo, se dio voz al sufrimiento que se encuentra detrás de la pobreza y de las guerras que todavía flagelan a ese continente olvidado. Encontró la respuesta a su pregunta en el modelo de desarrollo de su pueblo, los Bangwa, que ha superado el riesgo de la extinción con la ayuda de los Focolares, y ha alcanzado un nivel de desarrollo imposible de imaginar hace algunos años.

Al público multicultural del Estadio Flaminio se le presentó el «Proyecto África 2000» para poder aplicar en otros países esta experiencia. Se promovió en primer lugar el hermanamiento con países africanos para conocer y valorar las diferencias culturales, pero también la recogida de fondos para promover obras concretas, entre las que también se mencionó el apoyo a campañas de reducción de la deuda externa.

Otro de los momentos intensos del GENFEST fue la música, coreografía y testimonios que pusieron el lenguaje de la vida y el arte contra la violencia de la guerra. Jean Bosco del Congo contó cómo, junto a sus amigos, se han convertido en estos años de guerra en «escudos humanos»: «Nos pusimos ante las personas que querían apalear hasta matarlas. Logramos salvar muchas vidas».

No faltaron testimonios de santidad, como el de Chiara Luce, una muchacha italiana a la que un tumor le quitó la vida a los 18 años. Cuando los dolores aumentaban al final de su vida, Chiara Luce rechazó la morfina. «Me quita lucidez --decía-- y yo sólo puedo ofrecer a Jesús el dolor». Preparó hasta el más mínimo detalle de su funeral, que consideraba como su fiesta de bodas. En la noche del 6 de octubre de 1990, desgastando las pocas fuerzas que le quedaban, le dijo a su madre: «Mamá, siéntete feliz, pues yo lo soy».

La radicalidad del amor fue el mensaje que dejó Chiara Lubich a estos muchachos: «Amemos, queridos jóvenes --les dijo--, sigamos amando y el mundo entero cambiará. Amemos y colaboremos en la construcción del amor, que espera nuestro planeta, a pesar de las tensiones pero también gracias a las aperturas actuales. Jesús desea que el mundo se invadido por el amor. "Fuego --dijo--, he venido a traer fuego a la tierra. Y ¿qué es lo que quiero sino que arda?". Entonces, la idea de un mundo unido, más unido, por el que luchan muchos jóvenes hoy --y que también están aquí-- dejará de ser una utopía para convertirse con el tiempo en una grande y consoladora realidad. El tiempo futuro está sobre todo en vuestras manos: con Dios, en el corazón, todo se podrá, y Dios lo quiere, seguramente. ¡Estaremos, estaréis a la altura!» 


 

ALCALDE DE ROMA: «EL MAYOR ENCUENTRO DE LA HISTORIA DE ESTA CIUDAD»

Francesco Rutelli satisfecho: «días inolvidables»

ROMA, 18 agosto (ZENIT.org).- «Estos muchachos representan el acontecimiento más grande del Jubileo», afirma Francesco Rutelli, el alcalde de la ciudad de Roma que entre hoy y mañana acoge a 1.200.000 jóvenes peregrinos.

Rutelli, que abrazó en su vida la fe católica hace pocos años, cuando ya había sido elegido primer ciudadano de la Ciudad Eterna, muestra su satisfacción por la manera en que han desarrollado los primeros días de las Jornadas Mundiales de la Juventud. «Nos encontramos ante la reunión de personas más grande que se ha tenido en la historia de Roma», explica. Nunca un partido de fútbol, un concierto o cualquier otro evento --incluso religioso-- había traído a tanta gente a esta ciudad única. Por este motivo, según el alcalde, se está afrontando en estos momentos «un desafío complejo y de gran envergadura».

Para que el desafío organizativo del gran encuentro final, que se celebrará entre el 19 y el 20 de agosto, pueda convertirse en un éxito, Francesco Rutelli pone de manifiesto tres puntos decisivos.

El primer elemento es el calor. Las previsiones meteorológicas prevén temperaturas entre 35 y 37 grados con un 80 por ciento de humedad. El alcalde no puede menos que invitar a los peregrinos a beber agua: «Las fuentes funcionan y estamos distribuyendo millones de litros de agua».

El segundo peligro para la organización de estos días podría ser el regreso masivo de romanos que terminan sus vacaciones. Si regresan en el fin de semana, justamente en el momento en que 1.200.000 jóvenes se dirigen o regresan de la gran explanada de Tor Vergata --donde se tendrá el encuentro final con el Papa--, la Ciudad Eterna se podría convertir en el embotellamiento más grande del mundo. Por este motivo, el alcalde ha invitado a sus ciudadanos a adelantar o retrasar el regreso.

En estas Jornadas Mundiales de la Juventud, casi un millón de jóvenes ha seguido ya durante cuatro días peregrinaciones, encuentros de oración y espectáculos. Es algo que nunca antes se había visto. En las Jornadas de París, por ejemplo, hubo una gran participación, pero la concentración masiva tuvo lugar sólo en los dos días finales. Aquí ha sido durante casi una semana y este elemento hace que el encuentro de Roma sea realmente único. «Por eso, estamos trabajando desde hace años --afirma Rutelli--. Hemos gastado 150 millones de dólares para crear toda una serie de servicios permanentes en el área de Tor Vergata, que después beneficiarán a la población local: carreteras, instalaciones de iluminación y dragados». Estas obras, tras el 20 de agosto servirán para promover el área de la Universidad de Tor Vergata y de los 300 mil habitantes la zona.

«¿Usted habría participado en esta fiesta?», le ha preguntado «Zenit», sabiendo que en sus años de juventud Rutelli no era precisamente de los que iban de peregrinación en vacaciones. «Al ver a estos muchachos --responde-- felices y entusiastas, nos sentimos involucrados. Sentimos admiración y algo de envidia. Estos chicos y chicas, que no arrancan las flores de las macetas públicas, han conquistado la ciudad y muchos han dicho que volverán». 


 

«HE RECOGIDO LÁGRIMAS EN LA TIENDA DEL PERDÓN»

El padre Mogavero cuenta la experiencia de siete horas confesando a jóvenes

ROMA, 18 agosto (ZENIT.org).- «He sido "asado" por la gracia de Dios. Es lo primero que me viene a la mente, pensando en las siete horas pasadas con estola y alba en el Circo Máximo, un verdadero templo a cielo abierto de la misericordia del Padre y donde el calor es abrasador». Así comienza a relatar su experiencia el padre Franco Mogavero.

«Miles y miles de jóvenes --sigue el sacerdote-- han traspasado la puerta de este "templo" para gritar al propio corazón que "Cristo es el único tesoro de la vida". Así me lo dijo Ilaria al acabar la confesión». «No me he encontrado con confesiones de rutina --afirma el padre Mogavero--, sino que he participado en encuentros con el Señor, acompañados del deseo de ser en la vida diaria instrumentos de esperanza».

Lo confirma, por ejemplo, Ugo, de 23 años, que llega de Palermo: «La confesión no es el momento donde sólo se vacía el saco de los propios pecados, sino que es una petición de amor a Dios y un compromiso a creer más en el hombre y en su capacidad de dar y recibir amor».

La mayor parte de los jóvenes que se han confesado, relata el sacerdote, «no han mostrado signos de incomodidad o vergüenza, sino sólo alegría y conmoción. Daniela me ha dicho: "No tengo miedo del sacerdote. Me confieso habitualmente cada dos meses y hace poco he encontrado incluso un padre espiritual. Cada joven debería tenerlo, debe buscarlo».

«En la "tienda del perdón" --testimonia el padre Mogavero-- he recogido las lágrimas de aquellos jóvenes que han querido cuestionar de nuevo opciones pasadas distantes de los valores evangélicos. En todos estaba viva la conciencia, por ejemplo, de que la relación sexual es la coronación del matrimonio y ninguno ha puesto en discusión lo que enseña la Iglesia».

Los jóvenes se iban «envueltos en una alegría intensa y no exaltada de haber experimentado el abrazo del Padre que desde lejos les ha visto, se ha conmovido y los ha bendecido. Saliendo de las tiendas, los voluntarios les acompañan al centro del Circo Máximo donde está situada la cruz de la Jornada Mundial de la Juventud. Cada penitente coge un granito de incienso y lo deposita en uno de los cuatro incensarios encendidos. Elena, una de los doscientos voluntarios del templo de la misericordia, antes de acompañarles, me ha explicado: "Es un gesto de acción de gracias por el perdón recibido y una manifestación de la alegría por la comunión con Dios que vuelve a encontrarse. Sus palabras me han suscitado curiosidad, me he detenido debajo de la cruz y he notado enseguida un clima de profunda oración. El silencio alrededor era roto por el canto continuo de las cigarras que parecían querer también ellas participar en el concierto de la misericordia de Dios».

Cuando se han encontrado los confesores, al acabar la jornada, un sacerdote francés ha contado que ha tenido un caso excepcional, ha confesado a un francés que no lo había hecho en toda su vida.

«En el camino de vuelta --concluye el padre Mogavero-- me acompañaba un río de jóvenes. Era el rostro de la Iglesia en camino, de esa Iglesia a la que pocos minutos antes había servido. Al volver a la parroquia, he escrito en mi diario: "Cantaré por siempre tu misericordia, única certeza de la vida"».


 

CARMELITA TRAS VIVIR UNA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

«Mi corazón a amar y a anunciar el Evangelio a todos, desde la intimidad»

GENOVA, 18 agosto (ZENIT.org).- La cara de sor Annalisa de la Madre de Dios sonríe detrás de la reja de un Carmelo de Génova. Tiene 46 años, y es licenciada en Matemática y ex dirigente de la Acción Católica. Estuvo entre los organizadores del Jubileo de los Jóvenes que cerraba el Año Santo extraordinario de la Redención que acabó el Domingo de Ramos en San Pedro y que se puede considerar el primer germen de las jornadas mundiales de la juventud.

Ahora, con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud y Jubileo de los Jóvenes ha contado su experiencia al diario «Avvenire».

«Tenía treinta años --relata-- y era vicepresidenta nacional de la Acción Católica. Estaba entre quienes trabajaron para el primer encuentro, en el que participaron 300.000 jóvenes de todo el mundo. Por primera vez nos encontramos poniendo juntos a los jóvenes de los diversos movimientos, desde los scouts a los neocatecumenales, y debo decir que fue duro conciliar sensibilidades tan diversas. Las Iglesias mismas parecían comprender a duras penas esta nueva invitación del Papa. Al fin vinieron muchos jóvenes y me acuerdo del desastre de nuestro "cuartel general" en una ciudad de tiendas de campaña inundada por el Tíber, bajo un chaparrón... Yo hablé delante del Papa y luego me abrazó. Me pareció impresionado por la respuesta inesperada de tantos chicos. Y cuando cerró la Puerta Santa, nos entregó la cruz de aquél encuentro: "Anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención", nos dijo. Y aquella cruz ha seguido viajando en estos años, ha recorrido todo el mundo. El del Papa no fue sólo un gesto simbólico: aquella cruz fue de verdad una semilla».

¿Qué buscan estos chicos peregrinos en Roma? «Buscan a Dios, porque Dios les está buscando. Buscan la verdad y, como decía Edith Stein, quien busca la verdad, lo sepa o no, busca a Dios. Y es propio de la juventud el impulso, la petición de sentido y de felicidad. Cuando se es joven se pide ser feliz. Pero esta felicidad pasa por la cruz. A veces los mismos sacerdotes temen decir sinceramente esta verdad».

¿Qué distingue este encuentro de un acontecimiento normal? ¿Qué es lo que hace que al regresar a casa se vuelva transformados? «La diferencia está en la posibilidad de hacer una experiencia de fe viva --responde la carmelita--. Una cosa es saber que Dios existe y otra es decir: "yo lo he encontrado". Hay algo que toca en lo profundo y crece lentamente».

¿A usted qué es lo que le aportó aquel encuentro del Domingo de Ramos? «Yo tenía ya el deseo de ir a anunciar mi fe. Pero maduró en mí la conciencia de que no me bastaba anunciarla a aquellos que encontraba. Quería la intimidad con Cristo para ayudar a encontrarlo incluso a aquellos que yo no conocía y no podría conocer nunca. Aquí, en el Carmelo, rezamos por esto. Aquél domingo, para mí fue el descubrimiento de una universalidad más grande de la Iglesia, como un ensanchamiento del corazón».

En los periódicos, a veces este Jubileo se reduce sólo a números y crónica sobre la organización. Parece olvidarse el centro de esta experiencia... «Desde fuera se ve sólo lo que aparece. ¿Quién puede ver a Dios que se entrega? Se produce una extraña ceguera: se habla de una participación oceánica, de una perfecta máquina organizativa, pero no se habla de lo que cuenta de verdad». 


 

JOSÉ CARRERAS CANTA EN LAS JORNADAS MUNDIALES DE LA JUVENTUD

Un concierto en honor de los directores espirituales de los jóvenes peregrinos

CIUDAD DEL VATICANO, 18 agosto (ZENIT.org).- El tenor José Carreras cantó ayer para los Jóvenes de las Jornadas Mundiales de la Juventud, en el Teatro de la Opera, que registro un lleno completo (1.700 personas), en un concierto «ad honorem» dedicado a los obispos y sacerdotes, directores espirituales, que acompañan a los chicos y chicas de todo el mundo en su encuentro con el Papa.

Estaban presentes veinte cardenales y trescientos obispos. Junto a Carreras intervino la soprano Hong Mei, convertida al catolicismo, quien ya ha cantado en otras ocasiones en el Vaticano. Juntos cantaron el «Avemaría» de Schubert.

Introdujo el concierto el cardenal vicario de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Camillo Ruini, quien calificó de «conmovedor el espectáculo que están ofreciendo los jóvenes que llenan las calles de Roma».

Fue particularmente emocionante la intervención del grupo de Chicago «High Spirit», que cantó alguno de las canciones gospel y spiritual más conocidas: «We shall overcome», «Amazing grace», «Seet chariot»...

El broche de oro tuvo lugar con la participación de todos los artistas y cinco minutos de aplausos.

En declaraciones a la prensa italiana, José Carreras afirma hoy: «Estoy encantado de participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Los centenares de miles de jóvenes que pasean por roma son un extraordinario signo positivo de civilización».


 

LOS JÓVENES PEREGRINOS REZAN POR LOS MARINOS RUSOS DEL SUMERGIBLE

Un ruso pide terminar las maniobras militares, típicas de la guerra fría

CIUDAD DEL VATICANO, 18 agosto (ZENIT.org).- Los chicos y chicas que han venido a Roma con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud rezan por el equipaje del submarino ruso Kursk, aprisionado en el fondo del mar.

Además, a través de la agencia católica italiana SIR, han querido hacer llegar sus mensajes de solidaridad a las familias de los marinos.

A la oración de los jóvenes, se les ha unido en particular la de Mijail Kojoukhovski, 30 años de San Petersburgo, fiel de la Iglesia ortodoxa rusa, que ha participado en el Foro Internacional de los Jóvenes como delegado de la Conferencia de las Iglesias de Europa. «Mi alma ha elevado un grito de oración para que Dios salve a todos los jóvenes que se encuentran atrapados en el submarino».

«A pesar de la atmósfera de fiesta que estamos viviendo en Roma --añade-- no se puede quedar indiferente ante esta catástrofe. Tenemos que estar unidos, italianos, extranjeros y rusos, todo el mundo, y es preciso pedir la solidaridad de todos. Nos sentimos cerca del equipaje, pero deseamos también que terminen finalmente estas maniobras militares y que se ponga punto final a esta historia de la guerra fría que no termina nunca».