LA RAZÓN, Diario independiente de informacion general

sábado 25 de marzo de 2000

Génesis de un viaje histórico

Los siete días de un Papa para crear la paz

 

 El Santo Padre lloró emocionado por la «Shoa»

Begoña Rodríguez.-

Qué distinto este viaje para Juan Pablo II de aquel que hiciera siendo obispo en tiempos del pontificado de Pablo VI en 1963. Poco han cambiado físicamente los lugares santos que pudo tocar, sentir, guardar en el corazón. Allí, en Tierra Santa se encontró con un Dios viajero en busca de humanidad y con un viajero en busca de su Dios. Sin embargo, ahora como sucesor de Pedro su mirada a los lugares que presenciaron la vida, muerte y resurrección de Cristo es diferente y al mismo tiempo él se siente observado por musulmanes, judíos, cristianos y toda la comunidad internacional que interpreta y mide cada una de sus palabras. El pueblo palestino reivindica una patria y Juan Pablo II la ha pedido para ellos, pero también ha manifestado el sufrimiento que supone el recuerdo del Holocausto judío y no ceja en su empeño de propugnar un diálogo ecuménico con el pueblo musulmán.

En la biografía oficial del Papa, de George Weigel, se afirma que «periodistas romanos y observadores vaticanos han especulado sobre la posibilidad de que Juan Pablo II, obsesionado por quitarse la espina tanto tiempo clavada en su corazón, interviniera directamente en el diálogo judeo-católico y ordenara a sus subordinados que cerraran el trato». Todos los implicados en la negociación niegan que este incidente hubiera tenido lugar. Juan Pablo II parecía tener varios objetivos para desear que el Acuerdo Básico llegara a buen puerto. En primer lugar, la defensa de los intereses históricos de la Iglesia en Tierra Santa. En segundo lugar, su empatía respecto al sufrimiento de los judíos y su compromiso teológico por entablar el diálogo judeo-cristiano, tantas veces retrasado.

La importancia histórica de este viaje pone al Santo Padre en el ojo del huracán del conflicto de Tierra Santa por más que él insista en que la única aspiración de este ansiado periplo es el de ser un peregrino más. Hace menos de un mes que acudía al monte Sinaí para seguir las huellas de Moisés, retomadas en esta nueva peregrinación al monte Nebo. En pocos días ha pasado Juan Pablo II del Viejo al Nuevo Testamento y su peregrinación podría ser comparada a la narración del Génesis, realizada simbólicamente en 7 días, como su viaje. Nuestro relato comenzaría con el primer día, en el que destacó la llamada a la paz en el Monte Nebo»:

«¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!», recitan los Salmos y así lo confirman los cristianos, el 3 por ciento de la población de Tierra Santa, que han visto en la venida del Santo Padre una mayor esperanza al proceso de paz. Desde el Monte Nebo, primera parada de la visita del Papa, pudo contemplar ya la Tierra Prometida. Las primeras palabras del Pontífice en Jordania, fueron consagradas a la paz y al diálogo. «Por más difícil, por más largo que sea, el proceso de búsqueda de la paz tiene que continuar -dijo el Papa-. Sin paz, no puede haber un desarrollo auténtico para esta región. Por este motivo es tan importante y digno de ser alabado el comprobado compromiso de Jordania orientado a garantizar las condiciones necesarias para la paz». Entonces repicaron las campanas de las Iglesias de este país mayoritariamente musulmán. El diálogo era una realidad.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Bautismo de diálogo en el Jordán

La identificación del lugar del bautismo es muy controvertida: dos lugares se disputan este honor, uno en la parte norte del río, y el otro no lejos de Jericó. Los Evangelios no zanjan la cuestión, aunque dan preferencia al lugar del sur. Este río hace de frontera con la tierra prometida. En la jornada del martes el Papa visitó el Wadi-al-Kharrar, que según los jordanos es el lugar verdadero del bautismo de Jesús. Respetando las creencias tradicionales de unos y otros, Juan Pablo II bendijo a los peregrinos que le acompañaron hasta el río. El Papa puso a Jordania como ejemplo de convivencia entre las distintas religiones. Su encuentro con los cristianos en Ammán ha sido calificado como el más imponente en un país musulmán.

Pasó una tarde, una mañana: el día tercero

Una patria propia

En Belén, que significa «Casa del Pan», el Papa, ante la atenta mirada de Yasir Arafat, pidió una patria propia para el pueblo palestino. «Vuestro tormento se ha prolongado ya demasiado tiempo», dijo a la multitud congregada en la ciudad autónoma. Por unos instantes pudo convivir con los refugiados palestinos y compartir sus desgracias.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto

Lágrimas por el Holocausto

Si el pensador francés Bernard-Henry Levy hubiera sospechado que el Papa podría llorar en Jerusalén durante el memorial del Holocausto hubiera vuelto a decir «¿Qué más se le puede pedir a este Papa?». Para el filósofo, Juan Pablo II ha pedido perdón con creces al pueblo judío. Ya lo dijo en el Sínodo europeo de 1991 cuando pidió perdón por «nuestra pasividad ante las persecuciones y el Holocausto de los judíos» y volvió a hacerlo en la «Ciudad de la Paz» con evidentes muestras de emoción. Pero también pidió que «el pueblo hebreo reconozca que la Iglesia condena totalmente el antisemitismo y toda forma de racismo, pues atenta radicalmente contra los principios del cristianismo. Tenemos que cooperar para edificar un futuro en el que no haya más anti-judaísmo entre los cristianos y anti-cristianismo entre los hebreos».

Pasó una tarde, una mañana: el día quinto

Bienaventurados...

Caminar por la costa galilea desde la que el apóstol Pedro había partido a la pesca del hombre le causaría una honda impresión a Juan Pablo II en su primer viaje a Tierra Santa. Se sentía profundamente impresionado por lo que el oficio de Pedro significaba para la Iglesia, y por lo que dicha función exigía del hombre que lo ejercía. «Tú buscas a la gente por todas partes/ Pero para buscar en todas partes/ Tenías que detenerte en algún lugar./ Fue éste el que elegiste», escribiría el obispo Karol Wojtyla. Ayer mismo volvía a recorrer estos caminos y pudo hablar a los jóvenes desde el Monte de las Bienaventuranzas y pedirles que lleven el mensaje de los Diez Mandamientos allí donde vayan.

Pasó una tarde, una mañana: el día sexto

Encarnación

Hoy será una de las jornadas más importantes espiritualmente para el Santo Padre. Celebrará una eucaristía en la basílica de la Anunciación, donde el ángel Gabriel comunicó a la Virgen María que llevaría en su seno al hijo de Dios. El 25 de marzo se conmemora esta fiesta (nueve meses antes de la Navidad) y al estar celebrando el Jubileo, la fecha es muy significativa para el Santo Padre.

Pasó una tarde, una mañana: el día séptimo

Fin de la peregrinación

El séptimo día, como en el Génesis, acabará la peregrinación, pero Juan Pablo II todavía no descansará del todo. Antes tendrá que visitar el Muro de los Lamentos, lugar sagrado del judaísmo y celebrar una Misa en la Iglesia del Santo Sepulcro, venerada como tumba de Jesús.

Y vio el mundo que todo lo que había sucedido era bueno para traer la paz.