Ryan Berry tiene veintiséis años y es teniente del ejército del aire de los Estados Unidos. La carrera de este graduado con honores de la Escuela de las Fuerzas Aéreas y experto en guerra nuclear era impecable hasta que recibió el destino de incorporarse a la Base de Minot, desde la que se controlaban los misiles « Minuteman II». Las características del destino eran tales que Berry debía convivir durante las veinticuatro horas del día con otro oficial en una sala subterránea del tamaño de un auto bús. Tendrían una sola cama, que compartirían por turnos y usarían la misma ducha, separada de la habitación por una cortina.

Berry está casado y es católico, por lo cual, cuando conoció su nuevo destino hizo una petición a sus superiores para que el oficial con quien iba a pasar tanto tiempo en unas circunstancias tan especiales, no fuera de sexo femenino. «Sería ponerme en ocasión de ser infiel a mi esposa», manifestó Barry.

La revista «Palabra» explica que «sus superiores, enojados, le ordenaron obedecer o dejar el puesto. Por su parte, él alegó que su exigencia no tenía nada que ver con la obediencia, sino con el respeto de los derechos civiles y religiosos». «Amo a mi Iglesia, amo ser militar, amo a mi esposa y amo a mi hijo, pero no se me permite conciliar esos amores, porque me piden que traicione a alguno de ellos», dijo Berry.

La negativa de Berry ha supuesto su apartamiento de la misión, pero él ha comenzando una batalla legal contra la decisión de sus superiores de cambiarle de funciones.

Willian Donohue, presidente de la Liga Católica a favor de los derechos civiles y religiosos, ha manifestado que la objeción de conciencia de Barry «es sumamente coherente con su fe católica» y añadió que, mientras las exigencias de respeto hechas por otros grupos, como las feministas, «son atendidas, las de los católicos son ignoradas». Entre los personajes públicos que han protestado por el trato que ha recibido Barry está el Cardenal O'Connor y un grupo de setenta y ocho miembros del Congreso de los Representantes.