Dos ex terroristas italianas piden perdón en público por los crímenes que cometieron

 

La razón
22-septiembre-2004

 

«He destruido mi vida y la de los demás», confiesa la ex ultraderechista Francesca Mambro

 

Son Francesca Mambro, ex terrorista fascista de los NAR (Núcleos Armados Revolucionarios).y Nadia Mantovani, ex terrorista de las Brigadas Rojas, de extrema izquierda. Criminales y enemigas acérrimas en los años 70 y 80, comparten ahora una fructífera amistad y han rehecho su vida trabajando como voluntarias en diversas asociaciones. El pasado mes de agosto participaron en el «Meeting», el encuentro anual de Comunión y Liberación, el carisma fundado por el italiano Luigi Giussani. Allí, durante un polémico debate, reconocieron abiertamente sus errores y pidieron perdón.

Madrid. «Las hemos invitado porque tienen una experiencia humana que contar», explicaron los organizadores del «Meeting», el encuentro anual de Comunión y Liberación celebrado el pasado mes de agosto en Rimini. Nadia Mantovani y Francesca Mambro, ambas ex terroristas, una de ultraderecha y la otra de extrema izquierda, acuden a un encuentro marcado por la polémica.
   Nadia Mantovani, de las Brigadas Rojas, acusada de pertenencia a banda armada y condenada a 23 años de cárcel, vive en libertad condicional desde 1985; desde hace veinte años trabaja como voluntaria en la asociación italiana «Verso Casa», de ayuda a los presos. Francesca Mambro, de los NAR (Núcleos Armados Revolucionarios), condenada a 20 años de prisión por varios homicidios y pertenencia a banda armada, vive actualmente en régimen de arresto domiciliario. Puede atender a su hija de tres años y trabajar en la asociación «Nessuno tocchi Caino» («Que nadie toque a Caín»), una asociación italiana que trabaja en contra de la pena de muerte en el mundo.
   «He cometido muchos errores, crímenes y he destruido mi vida y la de los demás. Hemos elegido un camino sin salida», admite Francesca Mambro. Durante los años transcurridos en prisión, Francesca asegura haber reflexionado sobre los mecanismos que en su juventud le llevaron «a buscar la venganza que lleva a destruir la vida. Lo que no entiendo es cómo a los 40 o a los 50 todavía se pueden mantener rencores y furores ideológicos», afirma con contundencia. «He sufrido sentencias injustas, pero también justas», admite. «Acepto todas menos la condena por el terrible atentado de Boloña de 1980».
   Explica que el objetivo de su vida es «devolver el bien que he recibido durante los años que he pasado en la cárcel; transformar el mal que he hecho en bien, gracias a la ayuda de personas excepcionales, como el padre Adolfo Bachelet, del movimiento Comunión y Liberación». Francesca no puede evitar emocionarse al relatar la profunda amistad que le une a un familiar de una de sus víctimas: «Una de mis grandes amigas es la nieta de un carabinero al que asesinamos en Padua. Un día me llamó y me pidió información sobre mi trabajo. Después me desveló quién era, y me dijo «no quiero crecer con el odio hacia ti y a tu marido que aquí me están enseñando».
   Nadia Mantovani, que formó parte de las Brigadas Rojas hasta 1975, asegura haberse convertido en otra persona: «Mi presente está muy lejano de mi pasado, aunque todavía no he terminado de reflexionar sobre mi vida. Quería cambiar el mundo y he cometido muchos errores; de mi historia salvo poco, pero algo salvo, como el amor por la justicia y la solidaridad». La ex brigadista, que ha cumplido una condena de 22 años por pertenencia a banda armada, confesaba, conmovida: «Por suerte, no me ha dado tiempo a cometer actos gravísimos. He participado en la construcción de las Brigadas Rojas, pero no he tomado parte en homicidios políticos». La cárcel ha sido para Nadia «una etapa de reflexión continua» en la que aprendió «que cada diferencia, desde la ideológica a la religiosa, es una riqueza; nos hace aprender a ser tolerantes, aunque quizá la palabra tolerancia no es la más adecuada, sino la de acogida del otro». «Es muy fácil desembocar en el atajo de la violencia, que sin embargo no lleva a ninguna solución», admitieron.