SOLEDAD

 

 

En los países desarrollados

existe una pobreza íntima,

una pobreza de los espíritus,

de soledad, de falta de amor.

No hay enfermedad mayor

en el mundo de hoy

que esa suerte de pobreza.

 

 

* Existen muchas clases de pobreza.

                Incluso en países cuyo nivel económico parece ser elevado existen expresiones de pobreza oculta tales como la tremenda soledad de la gente que se siente abandonada y que sufre mucho por ello.

 

* Personalmente estoy convencida de que el peor de los sufrimientos es el de sentirse solos, no queridos, no amados.

                El mayor de los sufrimientos consiste también en no tener a nadie, haber olvidado lo que es una relación íntima y verdaderamente humana, no saber qué significa ser querido, no tener una familia ni amigos.

 

* Somos nosotros quienes, con nuestras exclusiones y rechazos, empujamos a nuestros hermanos y hermanas a refugiarse en el alcohol y en las drogas.

                A veces beben para olvidar la privación de sus vidas.

 

* Nuestras Hermanas se encuentran ya trabajando en muchos países del mundo entero.

                No hace mucho ocurrió algo extraño en Nueva York.

                Les dijeron que una mujer había fallecido en su casa, no se sabía cuándo.

                No les cupo otra solución que derribar la puerta para poder entrar.

                ¿Os imagináis qué encontraron?

                Las ratas ya habían empezado a roer el cadáver.

                Trataron de saber quién era, si trabajaba y dónde, su filiación, si tenía hijos, si estaba casada...

                No lograron descubrir nada.

                Lo único que lograron saber era lo que ya sabían: el número de su casa y apartamento.

                Ni siquiera sus vecinos sabían nada de ella.

                ¡Qué pobreza más extremar!

                ¡Esa soledad, esa timidez, ese sentimiento de sentirse un estorbo para todo el mundo, de saberse despreciada, de no tener a nadie en este mundo !

 

* Entre mis recuerdos más inolvidables conservo el de una visita realizada hace unos años a una magnífica residencia para ancianos en Inglaterra .

                Era un edificio espléndido.

                Tenía capacidad para cuarenta residentes, a 1os que no les faltaba de nada.

                Repito: lo recuerdo bien.

                Todos estaban pendientes de la puerta.

                No había un solo rostro sonriente.

                Una institución religiosa se hacía cargo de la residencia.

                Pregunté a la Hermana que estaba de guardia:

                —Hermana, ¿cómo es que ninguno sonríe? ¿Por qué no dejan de mirar a la puerta?

                —Ocurre lo mismo todos los días—me dijo—. Están permanentemente a la espera de que alguien venga a visitarlos. Sueñan con un hijo, una hija, algún miembro de la familia que venga a verlos...

                La soledad era una expresión de su pobreza, pobreza de encontrarse abandonados por sus familiares y amigos.

                La pobreza de no tener a nadie que viniese verlos, la pobreza que más sienten los ancianos

 

* Cuando miro a mi alrededor y veo a los pobres que sufren de alienación social y emocional, comprendo por qué Cristo tiene que sentirse triste viéndose alienado en ellos.

 

* A los ancianos les gusta que otros les escuchen.

                En algunos países tenemos grupos de colaboradores cuya principal ocupación es escuchar.

                Visitan determinados hogares, especialmente destinados a personas mayores, se sientan junto a ellos y dejan que hablen y hablen para darles la satisfacción de sentirse escuchados.

                Los ancianos, ya digo, gustan de que se les escuche aunque muchas veces no tengan nada importante que decir (importante para los demás, está claro; no para ellos): hablan a veces de cosas ocurridas hace mucho tiempo.

                Escuchar a alguien que no tiene quien le escuche es algo muy hermoso.

 

* Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que tenga necesidad de alimento.

               Cuando tenga sed, mándame alguien que tenga necesidad de bebida.

               Cuando tenga frío, mándame alguien para que lo caliente.

               Cuando tenga un disgusto, ofréceme alguien para que lo consuele.

               Cuando mi cruz se vuelva pesada, hazme compartir la cruz de otro.

               Cuando me sienta pobre, condúceme hasta alguien que esté necesitado.

               Cuando tenga tiempo, dame alguien a quien pueda ayudar unos momentos.

               Cuando me sienta humillado, haz que tenga alguien a quien alabar.

               Cuando esté desanimado, mándame alguien a quien dar ánimos.

               Cuando sienta necesidad de la comprensión de otros, mándame alguien que necesite de la mía.

               Cuando necesite que se ocupen de mí, mándame alguien de quien tenga que ocuparme.

               Cuando pienso sólo en mí mismo, atrae mi atención sobre otra persona.

               Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos que, en todo el mundo, viven y mueren pobres y hambrientos.