La
santidad no consiste en llevar a cabo
cosas
extraordinarias.
Consiste
en aceptar con una sonrisa
lo
que Jesús nos envía.
Consiste
en aceptara seguir
la
voluntad de Dios
*
La santidad no es un lujo de unos pocos.
Es un deber de todos.
Mío y vuestro.
*
Para ser santos, debéis desear seriamente estar unidos.
Santo Tomás de Aquino asegura que
la santidad «no es sino una resolución seria, un acto heroico del alma que se
entrega a Dios».
Y añade: «Amamos a Dios de manera
espontánea, corremos hacia Él, nos aproximamos a Él, lo poseemos. »
Nuestra voluntad es importante
porque nos trueca en imagen de Dios y nos une a Él.
La decisión de hacerse santo es
algo muy íntimo.
Renuncia, tentaciones, luchas,
persecuciones y toda suerte de sacrificios acechan al alma que ha decidido ser
santa.
*
Si realizamos nuestro trabajo por Dios y por su gloria, podemos hacernos santos.
Deberíamos salir el encuentro de
las personas.
Salir al encuentro de los que están
lejos y también de los que viven cerca.
Al encuentro de los materialmente
pobres, así como de los espiritualmente pobres.
*
El hecho de la muerte no debería entristecernos.
Lo único que debería producirnos
tristeza es el hecho de saber que no somos santos.
*
Sentir disgusto algunas veces es algo muy natural.
La virtud, que a veces adquiere
dimensiones de heroicidad, consiste en ser capaces de sobreponerse al disgusto
por amor de Jesús.
Éste es el secreto que descubrimos
en las vidas de algunos santos: su capacidad de ir más allá de lo meramente
natural.
Esto es lo que ocurrió a san
Francisco de Asís.
Una vez, en que tropezó con un
leproso totalmente desfigurado, retrocedió de manera instintiva.
Al instante se sobrepuso a su
disgusto y besó aquel rostro totalmente desfigurado.
¿Cuál fue el resultado?
Francisco se sintió inundado de un
inmenso gozo.
Se sintió dueño por completo de sí
mismo.
Y el leproso prosiguió su camino
dando gloria a Dios.
*
Son santas todas las personas que viven de acuerdo con la ley que Dios nos ha
dado.
La fidelidad forja santos.
*
Lo que hay en nuestros corazones es lo que califica nuestras vidas.
No es lícito llevar una doble
vida.
No podemos decir al mismo tiempo
quiero y no quiero: quiero ser santo y no quiero serlo.
*
Deberíamos preguntarnos por qué no somos santos gozando de la presencia y
bendición de Cristo en el tabernáculo y de la posibilidad de recibir su cuerpo
y su sangre en la comunión
*
El motivo que debe empujarnos a ser santos no debe ser otro que permitir que
Cristo viva su vida en nosotros.
*
Los obispos no dejan de pedirnos que abramos nuevos centros en sus diócesis.
Para ello necesito disponer de
Hermanas santas.
La santidad es lo más importante.
La santidad exige autenticidad.
*
Jesús desea que pongamos toda nuestra confianza en Él.
Tenemos que renunciar a nuestros
deseos para trabajar en nuestro propio perfeccionamiento.
Aun cuando nos sintiéramos como
batel sin brújula en alta mar, hemos de entregarnos por completo a Él. sin
pretensiones de controlar sus actos.
*
Yo no puedo aspirar a tener una percepción clara de mi avance a lo largo de la
ruta, ni saber con precisión dónde me encuentro en el camino de la santidad.
Me limito a pedirle que haga de mí
una santa, dejando en sus manos la elección de los medios que pueden llevarme a
ello.
*
«Quiero ser santo» significa:
quiero despojarme de todo lo que no
es Dios;
quiero exprimir mi corazón y
vaciarlo de toda cosa creada;
quiero vivir en pobreza y desapego.
*
Seamos cual auténtico y fructífero sarmiento de la vid, que es Cristo, aceptándolo
en nuestras vidas como Él se nos da.
Como
Verdad para decirse.
Como
Vida para vivirse.
Como
Luz que ilumina.
Como
Amor que se debe amar.
Como
Camino que se debe recorrer.
Como
Alegría que se debe comunicar.
Como
Paz que se debe irradiar.
Como
Sacrificio que se ha de ofrecer en nuestras familias
y
tanto entre nuestros vecinos más cercanos como entre los que viven lejos de
nosotros.