«Dios,  si existes -dice Kiko- ayúdame.
Y en aquel momento Dios tuvo piedad de mí y me ayudó.
Ese encuentro con el Señor me sobrecogió
»

* * *

«Escapaba de mí mismo. Era una llamada profunda de Dios, que me estaba llamando», dice Kiko


Kiko Argüello era uno de los prototipos contestatarios de los años sesenta en nuestro país. De familia burguesa y católica, estudio Bellas Artes en Madrid. Pronto abrazó el ateísmo. Ganará un Premio Nacional de Pintura, convirtiendose en un personaje importante. A pesar del éxito profesional, no era feliz. «Había muerto interiormente y sabía que mi fin seguramente sería el suicidio, antes o después. Vivir cada día significaba todo un sufrimiento. Cada día lo mismo: ¿Para qué levantarme? ¿Quién soy yo? ¿Por qué vivimos? ¿Para que ganar dinero? ¿Para qué casarse? Y así todo ante mí carecía de sentido. Preguntaba a la gente a mi alrededor: -Perdona un momento, ¿Tú sabes por qué vives?' y no sabían qué responder. Se abría un gran abismo dentro de mí. Escapaba de mí mismo. Ese abismo era una llamada profunda de Dios, que me estaba llamando desde el fondo de mí mismo».

Un día entró en su cuarto y comenzó a gritar a ese Dios: «¡Si existes, ayúdame, no sé quién eres, ayúdame! Y en aquel momento Dios tuvo piedad de mí, pues tuve una experiencia profunda de encuentro con el Señor que me sobrecogió. Recuerdo que comencé a llorar. Sorprendido, me preguntaba, ¿por qué lloro? Me sentía como agraciado, como uno a quien delante de la muerte, cuando le van a disparar, le dijesen: "Quedas libre, gratuitamente quedas libre". Entonces aún no se lo cree y llora por sorpresa, por esa repentina libertad. Eso fue para mí pasar de la muerte a ver que Cristo estaba dentro de mí, y que alguien dentro de mí me decía que Dios existe, como comenta San Pablo: "El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios"».

Siguiendo las huellas del Padre Charles de Foucauld, en 1964 deja todo para vivir entre los más pobres, en las barracas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid. En contacto con los pobres, el Señor le lleva a descubrir una síntesis teológica catequética y formará con ellos, por obra del Espíritu Santo, una comunidad que vive celebrando la Palabra de Dios y la Eucaristía. Aparece el trípode en el que se basa la vida cristiana: Palabra, Liturgia y Comunidad.

Con Carmen Hernández, y con ayuda de algunos presbíteros, esta experiencia es introducida en algunas parroquias españolas. Nace así un camino de iniciación  cristiana a la fe y se va  construyendo lo que después será el Camino Neocatecumenal.

 

La visita del arzobispo

kiko-02.jpg (23516 bytes)
Kiko Argüello hablando en la jornada mundial de Pentecostés 1998

Un acontecimiento muy importante fue la visita de monseñor Casimiro Morcillo, entonces arzobispo de Madrid, a aquella comunidad de Palomeras. Profundamente conmovido, reconoció la acción de Dios en aquellos pobres, y bendijo aquel embrión del Camino Neocatecumenal, el cual, desde aquel día ha sido llevado adelante por Kiko y Carmen, siempre en estrecha comunión con los obispos de la Iglesia. Después Kiko y Carmen fueron llamados a predicar el Evangelio a algunas parroquias de Madrid. Allí, entre gente de clase media y culta, personas de parroquia que en el fondo, estaban convencidas de ser ya cristianas, y que se defendían frente al anuncio de Jesucristo y de la llamada a conversión, apareció poco a poco ante sus ojos el catecumenado, como itinerario de iniciación cristiana, gradual y progresivo, por etapas para llegar a las aguas de la piscinal bautismal, y por tanto, la necesidad de un neocatecumenado, de un catecumenado post-bautismal.

El 30 de agosto de 1990, el Santo Padre, después de haber comprobado los frutos evangélicos del Camino en todo el mundo, reconoce formalmente el Camino Neocatecumenal como «un itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para los tiempos de hoy», y «desea vivamente que todos los obispos junto con sus presbíteros ayuden y valoren este camino en sus diócesis».

¿Qué es el Camino Neocatecumenal? Para Kiko Argüello « el proceso actual de secularización ha llevado a mucha gente a abandonar la fe y la Iglesia. Por eso es necesario abrir de nuevo un itinerario de formación al cristianismo. El Camino Neocatecumenal no pretende formar un movimiento en sí mismo, sino que trata de ayudar a las parroquias a abrir un camino de iniciación cristiana hacia el bautismo, para descubrir lo que significa ser cristiano. Es un instrumento al servicio de los obispos, dentro de las parroquias, para volver a traer la fe a tanta gente que la ha abandonado. El Neocatecumenado es una síntesis teológico-catequética, un catecismo para adultos, un itinerario de formación cristiana para el hombre contemporáneo.

Recupera de la Iglesia primitiva el «kerigma» que es el anuncio de la salvación, al que le sigue un cambio de vida en el catecúmeno y sellado posteriormente por la liturgia. Hoy el Camino está extendido en ochocientas sesenta y dos diócesis, cuatro mil seiscientas ochenta y cinco parroquias, ciento una naciones, con un total de quince mil trescientas cincuenta y cuatro comunidades, que representan a más de un millón de personas, reconociendo los frutos de conversión personal y el impulso misionero.

«La renovación comenta Kiko Argüello- que se ha llevado a cabo en las parroquias, gracias al neocatecumenado, ha provocado de hecho un sorprendente impulso misionero que ha hecho que muchísimos catequistas y familias enteras se ofrezcan para ser enviados a aquellos lugares de la tierra donde sea necesario evangelizar. Otro fruto importante en la iglesia local es el florecimiento de numerosísimas vocaciones, tanto a la vida religiosa como a la vida sacerdotal. Ha posibilitado el resurgir de cuarenta seminarios diocesanos misioneros que puedan acudir en ayuda -en este momento de falta de vocaciones- de tantas diócesis que se encuentran en dificultad. El Camino Neocatecumenal ha presentado los estatutos a la Santa Sede, como un catecumenado post-bautismal, ofrecido a los obispos y a los párrocos.