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HOMILÍA 40


Ayer celebramos el espléndido día de la luz. Era conveniente poner 
de manifiesto que la alegría que nos da nuestra salvación es mucho 
mayor que la que proporcionan a los que aman la carne las fiestas 
por un matrimonio, un nacimiento, una onomástica, una mayoría de 
edad, la inauguración de una casa nueva. Hoy, a su vez, nos 
entretendremos hablando sobre el Bautismo y sobre el beneficio que 
nos procura. Nuestro discurso de ayer sobre este punto fue breve, 
porque apremiaba el tiempo y, además, porque no deseábamos 
extendernos, ya que la excesiva duración de un discurso es tan 
dañina para los oyentes como un exceso de comida para el cuerpo. 
Importa prestar atención a lo que se dice y escuchar la predicación de 
cosas tan importantes no de pasada, sino con gran empeño, ya que 
la iluminación consiste también en esto, en advertir la fuerza del 
misterio. 

2. La Escritura conoce tres tipos de nacimientos: el que proviene 
del cuerpo, el del Bautismo y el de la resurrección. De éstos, el 
primero está en relación con la noche, con la esclavitud y la pasión; el 
segundo, propio del día, de la libertad y de la destrucción de las 
pasiones, aparta, como si de un velo se tratara, todo lo adquirido 
desde el nacimiento y conduce a la vida suprema. El tercero es 
mucho más temible y breve. Reúne a todo el género humano en poco 
tiempo para que se coloque al lado del Creador y rinda cuentas de su 
servidumbre, de su comportamiento en la tierra, de si se ha dejado 
llevar sólo por la carne o si se ha alzado junto con el Espíritu y ha 
agradecido el don de la Creación. Yo creo que Jesucristo enalteció 
cada uno de estos nacimientos. El primero por aquel soplo primero y 
vivificante1. El segundo por la Encarnación2 y por el Bautismo3 con el 
que El mismo fue bautizado. El tercero por la Resurrección4, a la cual 
El mismo dio comienzo: de la misma forma que fue el primogénito 
entre muchos hermanos5, así también fue considerado digno de serlo 
entre los muertos6. 

3. No es éste, sin embargo, el momento adecuado para hablar 
sobre dos de estos tres tipos de nacimiento, el primero y el último. Es 
menester que meditemos acerca del que está en medio, el que recibe 
el nombre de Día de la Luz7. 
El Bautismo es esplendor de las almas, transformación de la vida, 
pregunta hecha a Dios por nuestra conciencia. El Bautismo es ayuda 
a nuestra fragilidad. El Bautismo es abandono de la carne, compañía 
del Espíritu, unión al Logos, restauración de la naturaleza humana, 
cataclismo del pecado, participación de la luz y destrucción de la 
tiniebla. El Bautismo es vehículo que conduce a Dios, peregrinación 
junto a Cristo8, apoyo de la Fe, perfección de la mente, llave del 
Reino de los cielos, cambio de vida, destrucción de la esclavitud, 
liberación de las ataduras, mudanza en nuestra composición. En fin, 
¿a qué hacer más enumeraciones? El Bautismo9 es el más bello y el 
mayor de los dones de Dios. A la manera como determinadas cosas, 
en atención a la amplitud de su significado y a su importancia, pueden 
ser llamadas «santo entre los santos» o «cantar de los cantares», así 
también el Bautismo es la más santa entre todas las iluminaciones 
que existen entre nosotros. 

4. BAU/NOMBRES: Como Cristo, dador de este don, es nombrado 
con muchos y diferentes apelativos, así también el don por El 
concedido recibe multitud de denominaciones diversas, ya sea por la 
alegría que experimentamos cuando se nos concede, pues los que 
aman algo apasionadamente se recrean en nombrar el objeto de su 
amor, ya sea porque la variedad de sus beneficios nos mueve a 
emplear muchos nombres distintos para designarlo. Lo llamamos don, 
gracia, bautismo, unción, iluminación, vestidura de incorrupción, baño 
de regeneración, sello, cuanto de precioso hay. Don, porque se 
otorga a quienes nada habían; gracia, porque se da a los deudores; 
bautismo, porque el pecado es sumergido en el agua a la par que 
nosotros; unción, porque es sagrado y real, que tales eran las 
dignidades que requerían la unción; iluminación, porque es 
esplendor; vestidura, porque vela nuestra vergüenza; baño, porque 
purifica; sello porque significa y conserva el poder. Por él los ciegos 
se alegran junto a nosotros, los ángeles lo glorifican porque su 
esplendor es semejante al de ellos e imagen de la felicidad de lo alto. 
Deseamos exaltarlo con himnos, mas no podemos hacerlo con la 
dignidad requerida. 

5. D/LUZ-SUPREMA: Dios es la luz suprema, inalcanzable e 
inefable. No se puede comprender con la mente ni expresarse con 
palabras. Es la luz que ilumina toda naturaleza racional10. Dios es 
entre las naturalezas inteligentes lo que el sol entre las sensibles. Se 
nos muestra en proporción a nuestra purificación; lo amamos en 
proporción a nuestra contemplación; lo comprende nuestra mente en 
la medida en que lo hayamos amado; El mismo se contempla y se 
comprende, difundiéndose muy escasamente entre lo que queda 
fuera de El. Mas cuando hablo de la luz, hablo de la que se contempla 
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, cuya riqueza consiste en 
su única naturaleza y en el estallido único de su resplandor. La 
segunda luz es el ángel, que es emanación o participación de la luz 
primera. Posee su propia luz, por su sumisión y servicio a Dios. No sé 
si se difunde la luz según el orden de su colocación o si, por el 
contrario, cada ángel es colocado en un lugar conforme a su 
luminosidad. Por fin, la tercera luz es el hombre, como resulta 
evidente también a quienes no son cristianos. Estos llaman luz al 
hombre11 con arreglo a la fuerza de su razón. Para nosotros, reciben 
el nombre de luz sobre todo aquellos hombres que más se parecen a 
Dios y se le acercan más. Y aún cabe hablar de otra luz: la que 
dispersó las tinieblas primitivas, la luz anterior a la creación visible, el 
movimiento rotatorio de las estrellas y aquel supremo esplendor que 
ilumina todo el mundo12. 

6. Luz era también la orden primera dada al primer hombre13, ya 
que «lámpara y luz es la ley»14 y «luz son tus mandatos sobre la 
tierra»15. Mas después, las tinieblas envidiosas la convirtieron en 
mal. Para quienes la seguían, luz ejemplar y oportuna era la ley 
escrita, que esbozaba la verdad y el misterio de la gran luz, si es 
verdad que el rostro de Moisés fue glorificado por ella16. Por ilustrar 
más nuestras palabras diremos que luz era lo que apareció a Moisés 
en llama de fuego, cuando ardía la zarza sin consumirse17 revelando 
así su naturaleza y su fuerza. Luz lo que guió a Israel en la columna 
de fuego y mitigó el rigor del desierto18. Luz lo que arrebató a Elías 
en un carro de fuego, que no abrasaba al raptado19. Luz lo que 
alumbró a los pastores20 cuando la luz que está fuera del tiempo se 
mezcló con la que es temporal. Luz la hermosura de la estrella que 
precedía el camino de Belén20, para conducir a los Magos y 
revelarles a la luz que estaba sobre nosotros y habitó a nuestro lado. 
Luz la naturaleza divina mostrada en el monte a los discípulos, que no 
pudieron resistir su esplendor22. Luz la visión que rodeó a Pablo que 
por aquel resplandor en sus ojos quedó curado de las tinieblas del 
alma23. Luz es también el esplendor que, cuando los justos 
resplandezcan como el sol24 y Dios se siente en medio de dioses25 y 
reyes para determinar y juzgar quiénes y qué cosas son dignos de la 
felicidad de lo alto, sobrevendrá desde el cielo a quienes se hayan 
purificado aquí en la tierra. Además de todo esto y de manera muy 
particular, luz es la iluminación del Bautismo de que ahora tratamos, 
que comprende el grande y admirable misterio de nuestra salvación. 

7. No cometer pecado es exclusivo de Dios, de la naturaleza 
primera y sin composición26, pues la simplicidad es pacífica y no 
conoce sediciones ni revueltas. Me atrevería a decir que es conforme 
también a la naturaleza angélica, o al menos que le conviene, dada su 
proximidad a Dios. Por el contrario, propio es el pecar de la humana 
condición y de su composición terrena, pues la composición es el 
principio de separación. No estimó conveniente el Señor abandonar 
sin ayuda a lo que El había creado, ni mirar con desdén cómo corría 
peligro de apartarse de El27. Así, igual que nos creó antes de que 
existiéramos, cuando ya nos había dado la existencia nos creó con 
una forma más divina y sublime que la primera. Ella es, por una parte, 
señal para quienes comienzan y por otra, para los avanzados en edad 
y gracia, es enmienda de la imagen que ha cometido un error a causa 
del mal28. Y ello al objeto de que no llegáramos a ser peores por la 
desesperación dejándonos caer de nuevo hacia el mal, hasta 
precipitarnos finalmente por completo fuera del bien arrastrados por 
la desesperación, despeñándonos en un abismo de males, tal y como 
se dice en la Escritura. Mas a la manera como quienes recorren un 
largo camino reposan de la fatiga en alguna posada, así nosotros 
debemos continuar nuestro peregrinaje frescos y de buena gana. 
Esto es la fuerza y la gracia que el Bautismo trae consigo, no un 
diluvio como antaño, sino la purificación de nuestro pecado y la 
completa purgación de las ataduras y mancillas que, a causa del mal, 
se nos adhieren. 

8. Como quiera que estamos constituidos de dos partes, de alma y 
cuerpo, de una naturaleza visible y de otra invisible, doble ha de ser 
también nuestra purificación, esto es, con agua y con Espíritu29. La 
primera debe recibirse de modo visible y corpóreo, la segunda de 
modo incorpóreo e invisible. La primera es tipo30 de la segunda, real 
y purificadora de las entrañas. El Espíritu actúa como remedio del 
primer nacimiento, sustituye lo antiguo por lo nuevo, lo que ahora 
somos por semejanza con Dios. Revivifica sin necesidad de fuego y 
reconstruye sin previa destrucción. Por resumirlo en pocas palabras, 
diremos que la eficacia del Bautismo consiste en pactar con Dios una 
segunda vida, una conducta más recta. Ha de temerse mucho y 
guardar su alma cada uno con sumo cuidado para evitar que nos 
comportemos como farsantes en este convenio. Pues si Dios confirma 
su pacto con los hombres ofreciéndose El mismo como prenda ¿cuán 
grande no sería el delito de ser hallado transgresor del acuerdo que 
hemos firmado con Dios y responsable de esta falacia, además de 
culpable del resto de los pecados? Y ello sin una segunda 
regeneración, reconstrucción o restablecimiento en el antiguo estado, 
aunque la busquemos con muchos suspiros y lágrimas que sólo con 
gran dificultad nos lograrán una completa cicatrización. Es verdad que 
yo creo que la cicatrización tiene lugar y me alegraría muchísimo que 
consiguiéramos incluso borrar las cicatrices, pues también yo estoy 
necesitado de misericordia31. Mas lo mejor es no tener que recurrir a 
una segunda purificación y mantenerse en la primera32. Esta es igual 
para todos y no resulta penosa. Es igual para esclavos y señores, 
para pobres y para ricos, para los humildes y para los grandes, para 
los del noble linaje y para los del común, para los deudores y para los 
que no lo son33. En esto se asemeja al soplo del aire, a la luz, a las 
transformaciones de la edad y a la contemplación de la creación, o 
sea, a todos los grandes deleites que nos son comunes a todos, y, 
proporcionalmente, también a la Fe 

9. Necio es procurarse una curación penosa cuando se dispone de 
otra fácil y desechando la gracia de la piedad, hacerse deudor de un 
castigo y buscar una reparación proporcionada al pecado. ¿Cuantas 
lágrimas será preciso derramar para que igualen a la fuente que es el 
Bautismo? ¿Quién nos garantiza que el fin de nuestra vida esperará a 
que estemos curados y que no nos llegará el Juicio cuando seamos 
aún deudores necesitados del fuego de allá? Tú que eres un buen 
agricultor, suplicarás al Señor que tenga compasión de la higuera y 
que no la arranque todavía aunque se le reproche ser estéril, sino 
que permita abonarla otra vez34, esto es, que acepte las lágrimas, los 
suspiros, las invocaciones, el dormir sobre el suelo, las vigilias, la 
consumición del alma y del cuerpo, la enmienda de la confesión y de 
una vida más honesta. Y aún así seguiremos sin saber si el Señor 
tendrá compasión del árbol que ociosamente ocupa su lugar y ello 
cuando otro, necesitado de misericordia, empeora por culpa de la 
paciencia derrochada con aquél. Seamos sepultados juntamente con 
Cristo por medio del Bautismo para que también resucitemos con 
El35. Descendamos con El para que junto a El ascendamos. Subamos 
con El para que con El seamos glorificados. 
10. Si te atacare después del Bautismo aquel que persiguió y tentó 
a la misma luz36, y sin duda te acosará pues asedió incluso al Logos, 
a mi Dios, a lo que de la Luz oculta se mostraban, tú cuentas con el 
remedio para vencerlo. No temas la contienda. Opónle el agua, el 
Espiritu38que apagará los dardos encendidos del maligno39. Es 
Espíritu, pero funde los montes. Es agua que apaga el fuego. Si te 
presenta la pobreza, que hasta eso osó, y pide que las piedras se 
conviertan en pan poniendo ante tus ojos el hambre40, no ignores lo 
que se propone. Argúyele con lo que no ha podido aprender. Pon 
ante él la palabra que da vida, que es el pan bajado del cielo que da 
la vida al mundo41. Si te tienta con la vanagloria, pues también 
recurrió a ella conduciéndolo sobre el pináculo del templo y diciéndole 
«arrójate» para que revelara así su naturaleza divina42, no permitas 
que el orgullo te haga caer. Si lo consiguiera, no se detendría ahí. Es 
insaciable, todo lo ambiciona. Halaga con suavidad, mas luego 
emplea malevolencia. Esa es su forma de combatir. Y el ladrón es 
también conocedor de la Escritura. De allí saca el «escrito está» 
acerca del pan. De allí el «escrito está» sobre los ángeles. «Escrito 
está», dicen, «que encargará a sus ángeles que te alcen sobre sus 
manos». ¡Oh hábil maestro del mal! ¿Por qué te callaste lo que 
sigue? Aunque lo silencias me lo sé muy bien: «yo haré que pises 
sobre el áspid y el basilisco, que pisotees serpientes y 
escorpiones»44, porque estás defendido por la Trinidad. Si te tentare 
con la avaricia, ofreciéndote en un momento y de una sola mirada 
todos los reinos, como si fueran tuyos, pidiéndote que a cambio le 
adores, despréciale por indigente. Di, confiado en el sello45: «yo soy 
imagen de Dios, no se me ha dejado al margen de la gloria divina 
como por tu orgullo sucedió contigo. Yo me he revestido de Cristo46, 
me he transformado en Cristo por el Bautismo: «adórame». Se 
alejará, bien lo sé, vencido y avergonzado a causa de estas palabras, 
propias de Cristo, Luz primera, y de quienes por El están iluminados. 
Tales cosas concede el Bautismo a quienes lo han comprendido. Este 
es el banquete oportunamente ofrecido a los hambrientos. 

11. Seamos, por tanto, bautizados para obtener la victoria. 
Tomemos parte en las aguas purificadas, más aptas para limpiar que 
el hisopo, más puras que la sangre legal, más sagradas que las 
cenizas de ternera47, purificadoras de lo corrompido con una 
purgación sólo momentánea y corporal, pero incapaces de la 
completa aniquilación del pecado. De lo contrario ¿qué razón habría 
para que fuesen de nuevo purificados quienes habían recibido ya una 
purificación? Aceptemos hoy ser bautizados para evitar que mañana 
nos veamos obligados a hacerlo. No aplacemos el beneficio, como si 
de una injuria se tratara. No aguardemos a ser peores para conseguir 
mayor perdón48. No hagamos de Cristo objeto de negocios y 
ganancias. No carguemos más de lo que podemos soportar, no sea 
que se nos hunda nuestra nave y perdamos toda la gracia, quedando 
privados de todo por haber deseado más de lo que era decoroso. 
Corre hacia el don mientras aún seas señor de tus pensamientos, 
cuando aún no estés enfermo de cuerpo y de mente, mientras no te 
consideren tal quienes te rodean49. En efecto, mientras tu bien no 
dependa de otros, tú eres su dueño. Mientras tu lengua no vacile o 
esté seca o, por no decir más, cuando aún no esté impedida para 
pronunciar las palabras de este misterio. En tanto que puedas ser fiel, 
no cuando se sospeche que no lo eres, sino cuando seas conocido 
como tal. No cuando suscites compasión, sino mientras eres tenido 
por feliz. Cuando para ti sea evidente el don y no ambiguo. Cuando la 
gracia llegue hasta tus entrañas, no cuando estén a punto de lavar tu 
cuerpo con el agua fúnebre. Cuando todavía te rodeen las lágrimas, 
indicio de tu partida, reprimidas quizá por deferencia hacia ti, mientras 
tu esposa e hijos tratan de apartar la muerte y buscan tus últimas 
palabras. Cuando no haya a tu lado un médico inexperto tratando de 
alargar tus horas sin ser dueño de ellas y con un movimiento de 
cabeza sopese tu salvación y medite sobre tu enfermedad después 
de tu muerte o aumente su salario por las salidas o insinúe la 
ausencia de esperanza. Mientras no disputen a tu cabecera el que 
bautiza y el que pretende un lucro, intentando el primero darte el 
viático y el segundo ser designado heredero. Ninguna de tales 
situaciones es adecuada al momento. 

12. ¿Por qué confías como bienhechor en la fiebre y no en Dios? 
¿Por qué te guías por la ocasión y no por lo que es razonable? ¿Por 
qué atiendes al amigo insidioso y no al deseo que salva? ¿Por qué no 
aprovechas la ocasión propicia en vez de hacer las cosas a la fuerza? 
¿Por qué no actúas sin embarazo y dejas este asunto para cuando te 
resulte arduo? ¿Por qué te es necesario pensar en tu muerte con 
ocasión de la de otro y no reflexionas sobre ella como si estuviera ya 
presente? ¿Por qué buscar remedios que no servirán para nada? 
¿Por qué esperas al sudor del momento crucial, cuando la muerte es 
ya inminente? Cúrate antes de que sea necesario, apiádate de ti, 
único médico de tu enfermedad. Procúrate la medicina que da 
realmente la salvación. Teme al naufragio mientras navegas con 
vientos favorables y estarás menos expuesto a naufragar porque el 
viento te prestará ayuda. Sea el don celebrado, no llorado. Sea 
cultivado el talento, que no escondido en tierra50. Medie cierto tiempo 
entre la gracia y la muerte para que no sólo sean borradas las malas 
palabras, sino que dé tiempo a escribir encima las buenas. Para que 
no sólo tengas la gracia, sino también la gratificación. Para que no 
sólo huyas del fuego, sino que te hagas también heredero de la 
gloria. Al don se debe el cultivarla. Huir del sufrimiento parece grande 
a los de alma mezquina. Para los de nobles sentimientos, sólo es 
grande lograr el premio. 

13. Conozco tres clases de personas que se salvan: los esclavos, 
los mercenarios y los hijos. Si eres esclavo teme los golpes. Si 
mercenario, mira sólo por tu interés. Si, en cambio, eres hijo y 
superior a otros, respeta a quien es padre. Cultiva el bien porque es 
bueno obedecer al padre. Aunque nada obtuvieres, ésta será 
precisamente la recompensa: complacer a tu padre. ¡Ojalá no 
despreciemos estas cosas! Así como es absurdo preocuparse de la 
riqueza antes que de la salud, purificar el cuerpo y descuidar la 
purificación del alma, buscar la libertad de la esclavitud terrenal y no 
aspirar a la del mundo superior, así también lo es poner empeño por 
tener una casa suntuosa o por vestirse con lujo y no preocuparse de 
ser uno mismo. Si el bien fuera venal, no escatimarías riqueza alguna 
para comprarlo. Mas cuando la misericordia está a tu disposición, 
desprecias la caridad que tan a mano te queda. Todo momento es 
apto para tu baño, como también lo es para la muerte. Te grito con 
Pablo51, es decir, con voz poderosa: «Aquí está, ahora, el momento 
propicio. Este es el día de la salvación». El no define «ahora» como 
un momento concreto, sino que lo aplica a todos los momentos. Y 
luego: «despierta tú que duermes52 y levántate de entre los muertos 
y te iluminará Cristo», disolviendo la noche del pecado. Porque en la 
noche mala es la esperanza, como afirma Isalas53 y al rayar el alba 
es más útil ser apresado. 

14. Siembra cuando sea el momento oportuno y cosecha y llena 
tus graneros cuando llegue el tiempo propicio para ello. Planta en la 
estación adecuada y vendimia el racimo de uvas cuando esté maduro. 
Hazte a la mar confiado en la primavera y una vez llegado el invierno y 
embravecido el mar saca tu nave a tierra. Ten momento para la 
guerra, para la paz, para el matrimonio, para las cosas fuera del 
matrimonio, para la amistad, para la discordia si es que te ves movido 
a ella, y para cualquier otra circunstancia, según recomienda 
Salomón54. Ha de acatarse su consejo, ya que es útil. Procúrate la 
salvación y considera cualquier oportunidad como apta para el 
Bautismo. Si nunca prestas atención al hoy y acechas el mañana, te 
pasará inadvertido que el maligno, según es en él costumbre, te 
engaña cada poco tiempo. «Dame a mi el presente y el futuro a Dios. 
A mí la juventud, a Dios la vejez. A mi los placeres, a él la inutilidad». 
¡Cuán grande es el peligro que te rodea! ¡Cuán grandes las 
desgracias! ¡Mayores de lo que piensas! Fuiste victima de la guerra, 
te sepultó un terremoto, te tragó el mar, te devoró una fiera, te 
consume una enfermedad o, tal vez algo diminuto: se te ha 
atragantado una migaja de pan. ¡Qué hay más fácil que hacer morir a 
un hombre, por muy orgulloso que esté de ser imagen de Dios! Tal 
vez acabó contigo una fiesta inmoderada, o te derribó del viento, o 
quizás una medicina que en vez de saludable resultó dañina, o un 
juicio inhumano, o un verdugo inexorable, o, en fin, cualquiera de las 
cosas que produce una muerte súbita y más poderosa que el socorro 
con que se acude a remediarla. 

15. Mas si te previenes con el sello y aseguras tu futuro con la más 
sólida y bella de las ayudas, marcado en alma y cuerpo con Espíritu y 
ungüento al igual que antaño hiciera Israel durante la noche con la 
sangre que protegía a los primogénitos55, ¿qué podrá sucederte? 
¿Qué es lo dispuesto para ti? Escucha los Proverbios56: «si te 
acostares», dice, «no sentirás temor. Te acostarás y dormirás un 
dulce sueño». Recibe de David la buena nueva57: «no temerás al 
terror de la noche, ni a la desgracia y el demonio del mediodía». Para 
ti que aún estás en la vida, es esto importantísimo a fin de obtener 
seguridad. Pues difícilmente puede alguien adueñarse de un ganado 
marcado, en tanto que el que no lo está resulta asequible a los 
ladrones. Y una vez muerto, tu entierro te será favorable, más 
brillante que el vestido, más precioso que el oro, mayor que la 
sepultura, más piadoso que estériles libaciones, más adecuado que 
las primicias de frutos en sazón que los muertos ofrecen a sus 
muertos58 haciendo la costumbre ley. Piérdase todo para ti, todo se 
te arrebate: riquezas, propiedades, tronos, honores, todo cuanto 
pertenece al tumulto de este mundo. Atiende tú, sin embargo, a que 
tu vida termine con seguridad sin quedar privado de ninguna de las 
ayudas dispuestas para nuestra salvación. 

16. ¿Temes acaso la gracia y demoras la purificación por no 
corromperla59, con temor de no disponer de otra? ¿Qué pues? ¿No 
te inspira mayor temor correr peligro en la persecución y verte privado 
de lo más importante que posees, que es Cristo? ¿Por tal motivo 
huyes de ser cristiano? ¡Recházalo! Tal miedo no es propio de una 
persona sana, es razonamiento de demente. ¡Oh imprudente 
precaución, si es menester decirlo! ¡Ah, mañas del maligno! ¡Es 
oscuridad y cómo finge! Si no puede vencer en enfrentamientos 
abiertos conspira en la oscuridad. Se presenta como consejero, como 
si fuera bueno, procurando que de ningún modo podamos escapar a 
su acoso. Esto es, sin duda alguna, lo que trama también en este 
caso. Pues no pudiendo persuadir manifiestamente a despreciar el 
Bautismo, desea causar daño mediante una falsa seguridad para que 
tu propio temor te haga olvidar lo que temes: temeroso de destruir el 
don, por tal motivo precisamente, te privas de disfrutarlo. Falso es el 
maligno y jamás dejará de serlo hasta que no compruebe que nos 
apresuramos hacia el cielo del que él fue arrojado60. Mas tú, varón 
de Dios, descubre la estrategia del enemigo y entabla combate contra 
él por defender lo que verdaderamente importa61. Mientras seas 
catecúmeno, estarás a la puerta de la religión cristiana62. Es preciso 
que estés dentro, que traspases el umbral, que examines las cosas 
santas de los santos y que habites con la Trinidad. Grandes son las 
cosas por las que luchas. Has menester de una gran seguridad. 
Defiéndete con el escudo de la Fe. Se atemorizará en tu presencia 
cuando emplees tales armas. Por eso quiere despojarte de la gracia, 
para una vez desarmado y sin amparo, dominarte con facilidad. Busca 
adueñarse de cada edad, de cada forma de vida por un medio 
distinto. Recházalo recurriendo a todos los procedimientos. 

17. ¿Eres joven? levántate contra las pasiones con la ayuda de 
Dios, sé contado entre los de su ejército, compórtate ante Goliat como 
el más valiente, vence a mil o a diez mil. Disfruta así de la flor de la 
vida sin permitir que tu juventud se marchite, muerta por tener una fe 
imperfecta. ¿Eres anciano y estás próximo al fatal desenlace? 
Respeta tus canas. Muestra la sensatez que se te pide en lugar de la 
debilidad que ahora exhíbes. Ayuda a la escasez de tus días, cree en 
la purificación de la ancianidad. ¿Por qué estando en lo profundo de 
la vejez y en los últimos alientos temes las cosas de la juventud? 
¿Esperas acaso que tú, más odiado que compadecido, serás bañado 
una vez muerto? ¿O es que, siendo tú mismo un residuo de vida, 
amas aún los residuos de los placeres? Es vergonzoso que se haya 
marchitado tu juventud y, en cambio, demores tu purificación, o lo 
aparentes al menos, porque no se ha marchitado igualmente el 
libertinaje. ¿Eres niño? Que no se aproveche el mal de esa 
circunstancia. Sé consagrado siendo aún feto, dedicado al Espíritu 
mientras eres diminuto. Tú, temeroso del selIo por la debilidad de la 
naturaleza humana, eres una madre mezquina y con poca fe. Ana, al 
contrario, antes de que Samuel naciera prometió a Dios que, una vez 
nacido, lo consagraría al instante y lo criaría con las vestiduras 
sacerdotales63. Ella no temía la naturaleza humana porque tenía fe 
en Dios. No necesitas amuletos ni encantamientos. Por ellos entra el 
maligno en los hombres imprudentes y toma para si la veneración a 
Dios debida. Entrégate tú en persona a la Trinidad, amuleto poderoso 
y lleno de hermosura. 

18. ¿Qué pues? ¿Eres virgen consagrada? Sella tu virginidad con 
la purificación. Haz de ella la compañera de tu vida, tu amiga. Que ella 
te dirija, que disponga ordenadamente tus actos, tus palabras, tu 
cuerpo entero, cada uno de sus movimientos y sentidos. Hónrala para 
que te adorne, para que corone tu cabeza con una diadema de 
gracias64 y te custodie con una corona de alegría. ¿Estás sujeto por 
el vinculo del matrimonio? Unete al sello: haz que conviva contigo 
como guardián prudente. ¿Cuántos eunucos y vigilantes calculas que 
serian necesarios para ofrecerte una protección segura como la que 
éste te brinda? ¿Estás muy íntimamente unido a la carne? No temas 
la perfección. Tú eres puro también después del matrimonio. Mío es el 
riesgo, yo soy el testigo. Si bien la virginidad es un tesoro precioso, 
no por ello el matrimonio ha de contarse entre las cosas 
deshonrosas65. Imito a Cristo, esposo purísimo y comensal en unas 
bodas, que hace milagros en unos esponsales y dignifica a los 
esposos con su presencia66. Sea el matrimonio puro y sin mezcla de 
malos deseos. Sólo te pido una cosa: ampárate en la seguridad del 
don y ofrécele la castidad que es decorosa. De común acuerdo67 
fijad un plazo para la oración que es la más valiosa de todas la 
ocupaciones. No estoy ahora promulgando leyes, sino aconsejando y 
si deseo ligar algunos de tus derechos, es por tu bien y por vuestra 
seguridad68. Diré, en fin, que no existe vida ni tarea, para las cuales 
el Bautismo no sea provechoso en extremo. Si eres libre, recibe un 
freno. Si esclavo, la equiparación en la estima. Si estás abatido, 
recibe ánimos. Si despreocupado, la disciplina. Si eres pobre, recibe 
una riqueza que no se te arrebatará. Si rico, la buena administración 
de tus posesiones. No conspires hábilmente contra tu propia 
salvación, no emplees astucias contra ella. Aunque engañáramos a 
los demás, no podríamos engañarnos a nosotros mismos. Arriesgado 
es e insensato jugar con la propia salvación. 

19. ¿Vives, acaso, de una actividad pública? ¿Te manchas con el 
cuidado de la cosa pública y corres el riesgo de malbaratar la 
benevolencia divina? Simple es mi consejo. Si te es posible, evita el 
foro y toda su bella cohorte, ceñido con alas de águila, o de paloma, 
por mejor decir. Pues ¿qué tienes que ver tú con el César ni con lo 
que es el César?69 Huye y no descanses hasta que encuentres un 
lugar donde no haya pecado, ni exista la culebra que muerde en el 
camino para impedirte enderezar tus paso hacia Dios. Aparta tu alma 
del mundo. Abandona Sodoma, huye del incendio. Camina sin volver 
atrás la vista, no sea que quedes convertido en estatua de sal. 
Escapa al monte, para no ser arrebatado ni quedar atrás70. Mas si ya 
estabas entregado a los deberes públicos y estás ligado por ellos, 
habla de eso contigo mismo. O mejor, seré yo quien hable contigo. Lo 
óptimo es conservar los bienes propios y la purificación. No obstante, 
si ello no es posible, vale más contaminarse un poco con los afanes 
públicos, que verse por completo privado de la gracia. Al igual que, 
según yo, es mejor recibir reproches del padre o del señor, que ser 
rechazado por él, y es mejor recibir una iluminación pequeña que 
permanecer en la más completa oscuridad71. Mas con todo propio es 
de los prudentes elegir lo mejor y más perfecto del bien y lo más 
insignificante y llevadero del mal. Por tanto, no te atemorices en 
exceso ante la purificación. Siempre aquellas ocupaciones nuestras 
que están rectamente dirigidas son juzgadas por quien es juez y 
benevolente de todas nuestras cosas. Y a menudo, quien en el 
desempeño de las tareas públicas se comportó con rectitud, obtuvo 
más que quien, libre de afanes, no dispuso todo con prudencia. Pues, 
a mi entender, tiene más valor el que avanza un poco cuando tiene 
los pies atados, que el que corre sin que nada le agobie, más puro es 
quien está cubierto de fango que aquél que está limpio porque ha 
recorrido un camino limpio. Y como prueba de lo dicho aportaré que la 
prostituta Raab quedó justificada por una sola acción: por su 
hospitalidad72, aunque el resto de sus cosas no mereciera alabanza. 
Y aunque el publicano no mereciera ser enaltecido por su 
comportamiento, fue ensalzado por una sola cosa: su humildad73. Y 
ello para que tú aprendas que no debes desesperar fácilmente de ti 
mismo. 

20. Mas quizás alguien diga: «¿qué gano yo con recibir el Bautismo 
con prontitud y con apartarme pronto de los placeres de la vida, 
cuando aún me sería posible disfrutarlos y postergar la recepción de 
la gracia? No se beneficiaron más los trabajadores tempranos de la 
viña, pues les fue dado el mismo salario que los últimos»74. Quien 
quiera que seas tú que te expresas así, has resuelto todas las 
dificultades al descubrir cuál era el motivo oculto por el que 
retrasabas tu purificación. No apruebo yo tu conducta, que es 
perversa, pero sí la sinceridad de tus palabras. Mas ¡ea! 
interpretemos esa parábola para que tu ignorancia no te cause daño 
al leer lo que está escrito. Considera en primer lugar que este pasaje 
no trata del Bautismo, sino de los que reciben la Fe en diferentes 
momentos y, por consiguiente, también en momentos diferentes 
entran en la viña bellísima que es la Iglesia. Pero el trabajo le reclama 
a cada uno a partir del día y de la hora en que se convierte. 
Ciertamente, los primeros aportaron un mayor esfuerzo, pero en 
cuanto a la disposición no superan a los últimos. Es más: quizás a 
éstos, aunque parezca paradójico, se les deba mayor paga. El único 
motivo de haber llegado el último al trabajo de la viña es haber sido 
llamado también el último. Examinemos con detenimiento lo que a 
unos y a otros distingue. Los que creyeron en primer lugar, no 
entraron a la viña hasta que no se ajustó el salario. En cambio los 
otros, sin convenir nada, fueron a trabajar, dando así prueba de una 
mayor fe. Unos mostraron un talante envidioso y murmurador. Nada 
de eso puede reprocharse a los otros. Aquellos tuvieron como salario 
lo entregado, aunque eran perversos y por culpa de la necedad 
quedaron privados de un mayor premio, como era lógico. Estos, por el 
contrario, recibieron la gracia como jornal. Observemos qué aconteció 
a quienes llegaron tarde: es claro, recibieron igual salario. ¿Por qué 
entonces los tempranos acusan de inicuo a quienes les contrató, 
reprochándole esa igualdad? Todo ello deja a los primeros 
desprovistos de la gracia ganada con su sudor, a pesar de que 
fueron antes a trabajar. Se desprende de todo ello que fue justa la 
distribución de un paga igual, pues se atenta el salario al esfuerzo de 
la voluntad. 

21. Y aunque la parábola, con arreglo a tu interpretación, 
ensombreciera la eficacia del Bautismo ¿qué habría de malo en que 
quienes se entregaron antes a la tarea y sufrieron el calor de la 
jornada no envidiaran a los últimos, logrando precisamente por esto 
tener más que ellos, a saber, un mayor amor a los hombres, 
consiguiendo así que el pago fuera verdaderamente salario y no 
gracia? Por otro lado, para cobrar el jornal, la parábola exige que los 
trabajadores entren a la viña y excluye a quienes se dispersan por los 
caminos, error éste que es, precisamente, el que tú corres el riesgo 
de cometer. De suerte que, si fuese seguro que tú habrías de obtener 
el don pensado de ese modo y procurando sustraerte a parte de la 
labor que se te ha asignado, tal vez seria comprensible que te 
refugiaras en tales razonamientos y pretendieras sacar alguna 
ganancia a espaldas de tu Señor. Y ello por no hablar de que una 
mayor fatiga será considerada siempre una gran merced por todo 
aquél que no tenga mentalidad de mercader. Mas puesto que estás 
expuesto a ser definitivamente expulsado de la viña por ese 
mercantilismo tuyo y a que, mientras corres en búsqueda de lo menor, 
seas castigado con la privación de lo que es más importante, escucha 
mis amonestaciones. Deja estar tantas explicaciones equivocadas y 
tantas objeciones. Acércate al don sin hacer silogismos, no sea que 
con tantos sofismas acabes por elegir en perjuicio tuyo antes de 
haber obtenido el cumplimiento de tu esperanza. 

22. «¿Qué, pues? ¿No es acaso Dios amador de los hombres? El 
conoce los pensamientos, sopesa los deseos y toma el deseo del 
Bautismo mismo». Tus palabras son como un enigma. ¿Crees que 
Dios, por su bondad, estima igual a quien está iluminado y a quien no 
lo está? ¿O que piensa que alguien que no cumple aquellas cosas 
que abren el camino del cielo se afana realmente por alcanzarlo? Me 
atreveré a decir cuanto pienso al respecto y entiendo que las 
personas sensatas serán de mi misma opinión. De cuantos obtienen 
el Bautismo, unos estaban completamente ajenos a Dios y a la 
salvación y se entregaban a todo linaje de maldades, afanándose en 
ellas. Otros sólo a medias eran malos y estaban entre la virtud y el 
pecado. Algunos obraban mal, más no se conformaban con sus 
obras, sino que las soportaban como soporta la enfermedad quien 
tiene fiebre. Algunos ya antes de su purificación eran dignos de 
alabanza. Había quienes, por naturaleza o imponiéndose violencia, se 
purificaban antes del Bautismo con vistas a recibirlo y, después de 
lograda la perfección, se mostraban mejores y más seguros, fuera 
para alcanzar el bien, fuera para conservarlo. 
De todos éstos, los mejores son los que siendo realmente malos 
abandonan su pecado, al menos en parte. Quienes se comportan así 
y se purifican antes del Bautismo, son los más dignos de honra y 
quienes reciben una mayor recompensa. Pues aunque el Bautismo 
aniquile los pecados, no destruye las buenas acciones. Así pues, los 
mejores de todos son los que cultivan la gracia y se pulen lo más 
posible a sí mismos para alcanzar de este modo la belleza mayor. 

23. Por consiguiente, de entre quienes no llegan al Bautismo, 
algunos son completamente bestiales o animales, según su necedad 
y su maldad. Estos y el resto de los malvados no tienen el menor 
respeto por la gracia que han recibido, que es, a mi parecer, una 
verdadera gracia, en cuanto que si se concede es querida y si no se 
concede, despreciada. Otros, conocen y honran la gracia que 
reciben, pero la retrasan, unos por pereza y otros porque son 
insaciables para los placeres. Algunos hay que ni siquiera están en 
situación de recibirla, sea porque son aún de tierna edad, sea porque 
alguna grave e inesperada desgracia les pone en el trance.de no 
poder recibir la gracia ni aunque la desearan. Al igual que hemos 
encontrado grandes diferencias entre los diversos tipos de hombre 
que antes hemos examinado, las encontraremos también entre éstos. 
Los peores de todos son quienes desprecian totalmente el Bautismo. 
Son peores que los perezosos y los insaciables. Y éstos, a su vez, 
son peores que quienes no llegan al Bautismo por ignorancia o 
porque están impedidos, pues el impedimento no es sino un pecado 
involuntario. Entiendo yo que los primeros deberán rendir cuenta no 
sólo del resto de sus malas acciones, sino también de su desprecio 
por el Bautismo, mientras que los segundos, ciertamente habrán de 
rendir cuenta, pero menos que aquellos, pues su necedad y no su 
malevolencia es lo que les ha privado de la salvación. Los últimos, por 
fin, no obtendrán la gloria del cielo, pero tampoco serán castigados 
por el Juez justo, porque aunque estén sin el sello del Bautismo, ello 
no les es reprochable, porque más que procurarla, han padecido esta 
privación. En efecto, no por no ser digno de castigo se merece ya el 
premio porque, al contrario, el hecho de no merecer premio no 
significa que se merezca castigo. 
Considera, además, este otro punto: si tú juzgaras reo de la pena 
capital a quien ha sido asesino sólo con la intención, pero sin cometer 
el asesinato, entonces también podría considerarse bautizado a quien 
ha querido recibir el Bautismo sin llegar a recibirlo. Si no vale el primer 
caso, tampoco el segundo. O míralo de este otro modo: si para 
obtener la eficacia del Bautismo basta sólo con desear recibirlo y por 
tal título pretendes obtener la gloria del cielo, entonces para disfrutar 
la gloria te será suficiente el desearla. ¿Qué te importa si no la 
obtienes dado que, en cualquier caso, la has deseado ya? 

24. Por consiguiente, después de haber oído esas palabras de 
«volveos a El y sed iluminados y vuestros rostros no se 
avergonzarán75» por haberse apartado de la gracia, recibid la 
iluminación mientras aún sea tiempo a fin de que las tinieblas no os 
persigan y se apoderen de vosotros76 apartándoos de la iluminación. 
Después de abandonar la vida viene la noche77, en que nadie puede 
trabajar. Aquellas palabras de David, éstas de la luz verdadera que 
ilumina a todo hombre que viene a este mundo78. Tomad en cuenta 
los reproches que Salomón dirige con dureza a quienes son 
perezosos o excesivamente lentos79. «¿Hasta cuándo, perezoso, 
seguirás acostado?» ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Alegas esto 
y aquello y pones como excusa tus pecados80. Dices: voy a esperar a 
la fiesta de la luz; me resulta especialmente querida la Pascua; 
aguardo el día de Pentecostés; es mejor, puesto que se es bautizado 
con Cristo, resucitar con Cristo el día de la Resurrección o venerar la 
venida del Espíritu Santo. ¿Y qué? Vendrá de pronto el final, en el día 
que no supones y a la hora que desconoces. Te sobrevendrá, como 
un mal compañero de viaje, la escasez de gracia y pasarás hambre 
entre tanta abundancia de bienes. Te hubiera sido preciso prepararte 
con la actitud opuesta a gozar de los opuestos beneficios. Procurarte 
con empeño una cosecha abundante y remediar tu sed en la fuente, 
como hace la cierva sedienta81 corre con diligencia hacia los 
manantiales y apacigua con el agua la fatiga de su carrera. Más te 
vale eso que padecer lo mismo que Ismael, secarse por falta de 
agua82 o, según el mito, sufrir el castigo de la sed en medio de 
fontanas83. Es terrible dejar a un lado el comercio y afanarse sólo en 
el trabajo. Es terrible desdeñar el maná y desear alimentos. Es terrible 
cambiar de opinión y darse cuenta del daño cuando ya no hay 
remedio, es decir, después de salir de este mundo, al tiempo del 
amargo final de todo lo vivido por cada uno, al momento del castigo 
para los pecadores y del esplendor para quienes se han purificado. 
Por tanto, no dudéis en acercaros a la gracia, apresuraos para que 
no se os adelante el ladrón, ni os aventaje el adúltero, ni el insaciable 
os sobrepase en estima, ni el asesino se apodere del bien por delante 
de vosotros, ni el publicano, ni el libertino, ni ninguno de los que 
arrebatan con violencia el reino de los cielos84 y lo saquean. Que el 
reino de los cielos requiere una violencia voluntaria, aunque sea 
gobernado con bondad. 

25. Si quieres hacerme caso, seas quien fueres, sé lento para el 
mal y veloz para ganar la salvación, que igualmente perversas son la 
presteza para obrar el mal y la demora en hacer el bien. Si fueres 
convocado a un banquete, no te apresures. Si a negar tu fe, apártate. 
Si por caso algún horrible compañero te dijere85: «ven con nosotros, 
participa en un derramamiento de sangre, sepultemos injustamente a 
un hombre inocente», tú no prestes atención. Ganarás dos cosas muy 
importantes: conocer su pecado y apartarte de su compañía. Pero, en 
cambio, si fuere el gran David quien te dice86: «vamos, 
regocijémonos con el Señor»; o si otro profeta87: «venid, subamos al 
monte del Señor»; o si el mismo Salvador te invitara diciendo88: 
«venid a mí cuantos estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré» o 
«levantaos, vayámonos de aquí89», esplendorosamente radiantes, 
brillantes más que la nieve, más blancos que la leche, 
resplandecientes más que el zafiro90, entonces no te resistas, no te 
retrases. Seamos como Pedro y Juan que corren al sepulcro y a la 
resurrección91. A ejemplo suyo, corramos nosotros al Bautismo, 
corramos juntos, rivalicemos, disputemos por alcanzar el bien los 
primeros. No digas: «Me voy y volveré. Mañana recibiré el Bautismo», 
si puedes recibir hoy el beneficio. «Estén presentes mi madre, mi 
padre, mis hermanos, mi mujer, mis hijos, mis amigos, todo cuanto me 
es querido. Sólo entonces me salvaré. Ahora no tengo tiempo para 
ser iluminado92». Teme, no sea que te resulten compañeros de 
desgracia aquellos a quienes quisiste tener como camaradas de tu 
alegría. Si están presentes, acógelos con cariño. Si faltan, no los 
esperes. Debe darte vergüenza decir: «¿qué ventajas obtendré con el 
Bautismo? ¿Dónde está la vestidura bautismal con que 
resplandeceré? ¿Dónde está lo que protege a quienes me bautizan y 
qué me garantiza que seré bien considerado por ellos?». Sin duda, en 
tu opinión éstas son cosas indispensables. Por eso mismo será menor 
la gracia que recibas. No repares en minucias cuando de grandezas 
se trata, no te permitas nada mezquino. Lo mayor de cuanto se ve es 
el misterio. Ocúpate de producir fruto para ti mismo. Revístete de 
Cristo93, aliméntate con una vida honesta. A la manera como yo me 
complazco en ser tratado con deferencia, Dios, que concede las 
cosas más grandes, se goza también de eso. Para Dios nada es tan 
grande que no pueda ser dado a quien es pobre. No menosprecien 
los pobres tales cosas, pues en ellas no encontrarán qué disputar a 
los ricos. En todo lo demás hay diferencia entre pobres y ricos, mas 
en ésta sólo es rico el que está decidido a serlo. 

26. Que nadie detenga tu marcha hacia delante, que nadie reprima 
tu buena voluntad. Mientras el deseo sea vehemente, arrebata lo 
deseado. Sea endurecido con el frío el hierro aún caliente, no sea 
que de repente ocurra algo que rompa el deseo. Yo soy Felipe, sé tú 
Candace. Di: «ahí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?»94. 
Aprovecha el momento oportuno, alégrate por el bien y, dicho esto, sé 
bautizado y tras bautizado, salvado. Aunque seas etíope de cuerpo, 
sé de alma blanco. Alcanza la salvación, que para las personas 
sensatas nada hay más alto ni venerable. No digas: «que me bautice 
un obispo, que sea metropolitano95, peregrino a Jerusalén96». La 
gracia no obedece al lugar sino al Espíritu. Ni digas: «que sea de 
noble cuna, pues seria terrible que mi noble linaje fuera injuriado por 
quien me bautiza. Que sea presbítero, pero no casado y que su 
comportamiento sea moderado97 y su vida angélica. Seria espantoso 
que en el mismo momento de mi purificación recibiera yo una 
mancha». No atiendas a la probidad del que evangeliza ni a la de 
quien te bautiza. Otro es el juez de éstos, otro quien examina lo 
oculto, que si el hombre ve las apariencias, Dios distingue en el 
corazón98. En lo que atañe a tu purificación, tú fíate de cualquiera, 
reparando solamente en que quien te bautice sea persona autorizada 
por la Iglesia99 y no uno de los que públicamente se han apartado de 
ella y, por ende, han sido por ella condenados. Estando necesitado 
de curación, no te ocupes en juzgar a los jueces, no te pongas a 
distinguir sobre los méritos de quienes te purifican, ni a discernir entre 
tus progenitores. Tal vez haya uno que sea mejor o mas miserable 
que otro. 
En cualquier caso, son superiores a ti. Reflexiona como sigue: si un 
anillo de hierro y otro de oro tienen grabada la misma imagen, una 
vez que hayan imprimido su efigie en la cara ¿quién distinguirá qué 
imagen pertenece a cada uno de ellos? Por muy sabio que seas 
¿reconoces en la cera la materia de la imagen acuñada? Dime cuál 
es la marca producida por el anillo de hierro y cual por el de oro. Una 
sola es la efigie, pues la diferencia estribaba en la materia, no en la 
imagen impresa. Esto ha de servirte de ejemplo por lo que respecta a 
cada uno de los que bautizan. Aunque uno sea superior por su modo 
de vida, la eficacia del Bautismo es siempre la misma. Cualquiera que 
esté constituido en la misma Fe, ha de ser considerado por ti como 
poseedor de la misma perfección. 

27. Aunque seas rico, no desprecies recibir el Bautismo junto con 
alguien que sea pobre, ni porque tengas linaje noble desdeñes ser 
bautizado junto a uno de humilde cuna, no porque seas señor creas 
que es indigno acercarse a la fuente bautismal con quien ha sido 
esclavo hasta hace poco. No superarás en humildad a Cristo, por 
quien eres tú bautizado hoy y que por ti tomó apariencia de 
esclavo100. A partir de este día tú te has transformado, se han 
transformado todas las antiguas características de tu temperamento y 
Cristo se ha sobrepuesto a todos, imponiendo una sola forma. 
Sabedor de cómo bautizaba Juan, no te niegues a revelar tus 
pecados, para que con la vergüenza de esta vida, evites la de la 
venidera, que esto forma parte del castigo en la vida futura. Mostrarás 
que realmente odias al pecado cuando lo reveles y aparecerá claro 
que has triunfado sobre él, pues lo consideras digno de violencia. No 
desprecies someterte al exorcismo, ni renuncies a él por su larga 
duración. El es prueba de legitimidad en la gracia. ¿Te fatigarás tanto 
como la reina de los etíopes que vino desde los confines de la tierra 
para oir la sabiduría de Salomón? Y para quienes rectamente lo 
entienden «aquí hay algo mayor que Salomón101». No retrocedas 
ante la longitud del camino, ni ante la anchura del mar, ni ante el 
fuego si es que llegara a darse, ni ante ninguna otra cosa, ante 
ningún impedimento pequeño o grande, hasta que alcances la gracia. 
Mas siéndote posible alcanzar lo deseado sin necesidad de fatigas ni 
trabajos, ¿no sería gran necedad aplazar la posesión del don? «Los 
sedientos», dice la Escritura, «acudid al agua», es Isaías quien te 
exhorta102 «y los que no tenéis dinero, venid, venid, comprad y 
bebed vino» de balde. ¡Oh, premura de la bondad! ¡Oh, magnifica 
disposición de quien contrata! Este bien sólo te cuesta el quererlo. El 
acepta este deseo en lugar de una gran fortuna. Está sediento de ser 
deseado con ansia, da de beber a quienes lo quieren. Dispensa 
favores reclamando favor para sí mismo. Es un bienhechor servicial. 
Da más de lo que cualquiera seria capaz de coger. Sólo se nos 
reprocha la mezquindad de pedir cosas pequeñas e indignas de quien 
nos las da. Bienaventurado aquél a quien Cristo pide de beber, como 
hizo con aquella samaritana, a la que dio «una fuente de agua que 
salta hasta la vida eterna103». «Bienaventurado el que siembra al 
lado de las aguas104», al lado de todas las almas, que mañana serán 
labradas y regadas, pero que hoy son pisadas por el asno y el buey, 
improductivas, secas y atormentadas por el desprecio. 
Bienaventurado quien, aunque sea torrente de juncos, bebe en la 
casa del Señor105. Así pasa de ser portador de juncos a portador de 
trigo, cultiva alimentos aptos para el hombre, en vez de frutos 
amargos e inútiles. A procurar esto ha de enderezarse toda nuestra 
diligencia, impidiendo que nos apartemos de esta gracia común. 

28. «De acuerdo», dirá alguno, «con que todas estas cosas se 
apliquen a quienes desean el Bautismo. Mas ¿qué pensar de quienes 
son aún niños e incapaces para apreciar el castigo y la gracia? 
¿habremos de bautizarlos también?» Sin lugar a dudas, si es que nos 
apremia algún peligro. Mejor es ser santificado sin percibirlo, que 
morir sin el sello de la perfección. Hallamos un claro modelo en la 
circuncisión, practicada a los ocho dias106. Era un símbolo del sello, 
que se practicaba a quienes no tenían aún uso de razón. Otro tanto 
sucedía con las señales puestas en los dinteles107, que protegieron 
a los primogénitos mediante cosas carentes de conocimiento. Por lo 
demás, entiendo que cumplida la edad de tres años poco más o 
menos, tan pronto como sea capaz de escuchar algún contenido del 
misterio y de dar alguna respuesta y cuando pueda uno figurarse 
algo, aunque no lo entienda perfectamente, ha de procederse a 
santificar los cuerpos y almas con el gran misterio de la perfección. En 
efecto, aunque comienzan a rendir cuentas de su vida sólo cuando su 
razón esté completa y hayan entendido el misterio, pues la ignorancia 
propia de la edad les disculpa de pecado, no obstante, bajo todos los 
puntos de vista, es más ventajoso protegerse con el Bautismo. Y ello 
a causa de los repentinos ataques de los peligros, que caen sobre 
nosotros con mayor ímpetu que cualquier socorro108. 

29. Mas arguyes: «Cristo, siendo Dios, fue bautizado a los treinta 
años109. ¿Exigirás tú que el Bautismo se reciba antes de esa 
edad?». Al decir que era Dios, tú mismo has resuelto la cuestión. El 
era la pureza misma, y no necesitaba de purificación, pero se purificó 
por ti, al igual que se encarnó por ti aunque era incorpóreo. No corrió 
ningún peligro que hiciera imprudente retrasar su bautismo, pues 
como sucedió con su nacimiento, él era el administrador de su propia 
pasión. En cambio tú estuviste sometido a un peligro no pequeño por 
el mero hecho de nacer de la sola corrupción, sin estar recubierto de 
incorruptibilidad. Repara en esto: a El le convenía aquel momento 
para su bautismo, cosa que no puede decirse de ti. El se manifestó a 
la edad de treinta años y no antes, para no parecer ostentoso, 
sentimiento éste propio de las personas ineptas, y porque a esa edad 
estaba en posesión de una perfecta prueba de virtud y convenía que 
lo manifestara. Era necesario que se sometiera a la pasión salvadora 
del mundo y que a tal pasión concurriesen cuantas cosas son propias 
de ella: la manifestación que se dio en su bautismo, el testimonio del 
cielo, el anuncio, la reunión de multitudes, los milagros. Era preciso 
que todas estas cosas formaran un todo, sin división ni separación de 
intervalos. A partir del bautismo y de la manifestación se desató el 
terremoto de cuantas cosas ocurrieron, que terremoto es llamado por 
la Escritura ese momento110. A partir de la multitud se desencadenó 
la ostentación de signos y prodigios que conducían al Evangelio. Mas 
de los milagros se siguió la envidia, de la envidia el odio, del odio la 
maquinación y la traición, de esto, por fin, la cruz y cuanto nos ha 
salvado. En la medida en que nos resultan comprensibles, así fueron 
las cosas referentes a Cristo. No excluyo, con todo, que pueda 
encontrarse alguna otra explicación, más secreta que ésta. 

30. ¿Qué necesidad tienes tú de decidir mal por seguir ejemplos 
que te exceden, cuando conocemos muchas otras cosas de aquel 
tiempo, cuya narración nos las presenta como realizadas en el tiempo 
y de manera diferente a como ahora las hacemos? Te pondré 
algunos ejemplos. El ayunó inmediatamente antes de la tentación111, 
nosotros antes de la Pascua. El ayuno, ciertamente, es idéntico, pero 
no es pequeña la diferencia entre ambos momentos. El opone a las 
tentaciones los ayunos, mientras que para nosotros ayunar equivale a 
morir juntamente con Cristo y nos sirve como purificación que precede 
a la fiesta. El, como era Dios, ayunó cuarenta días, mientras nosotros 
ayunamos con arreglo a nuestra limitación, bien que el celo estimule a 
algunos a lanzarse por encima de sus propias fuerzas112. Junto a 
eso, El enseñó a sus discípulos el misterio de la Pascua en el 
cenáculo, después de la cena, el día inmediatamente anterior a la 
Pasión113. A nosotros, en cambio, nos enseña eso mismo en las 
casas de oración, antes de la cena y cuando ya ha resucitado. El 
resucitó a los tres días, nosotros al cabo de mucho tiempo. No es que 
nuestras cosas sean distintas de las que El hizo, ni que estemos 
sometidos al tiempo, sino que lo que se nos ha transmitido es como 
una reproducción que dista mucho de ser igual al original. ¿Qué tiene 
de extraño que recibiendo el Bautismo por nosotros, respecto al 
momento en que lo hizo difiera del modo en que lo recibimos 
nosotros? Lo que propones me parece grande y admirable, pero va 
en detrimento de tu propia salvación. 

31. Si en algo tenéis mi doctrina, permitid que os exhorte a esto, a 
que os superéis a vosotros mismos por buscar el bien. Comenzad un 
doble certamen, uno que os purifique antes del Bautismo y otro que 
conserve el Bautismo. En efecto, os halláis ante una doble dificultad: 
adquirir un bien que no poseéis y conservarlo una vez que lo hayáis 
adquirido. Pues a menudo la negligencia destruye lo adquirido con 
esfuerzo o al contrario, la diligencia logra recuperar lo que había 
destruido la pereza. Buenos son para alcanzar lo que deseas las 
vigilias, los ayunos, dormir en el suelo, las oraciones, las lágrimas, la 
lamentación por los necesitados y compartir algo con ellos. Que todo 
ello sirva como expresión de agradecimiento por lo que has recibido y 
también para su salvaguardia. Cuentas con un beneficio que te 
permitirá recordar muchos mandatos. No lo descuides ¿Se te acerca 
un menesteroso? Recuerda cuánto has mendigado tú y cuánto te has 
enriquecido. ¿Se te acerca tal vez alguno necesitado de pan o de 
bebida, un Lázaro114, quizás, o cualquier otro que esté echado ante 
tu puerta? Respeta la mística mesa a la que te has acercado, el pan 
en que tomaste parte, la bebida de que has participado una vez 
llegado a perfección con los sufrimientos de Cristo. ¿Te ha llegado de 
improviso un extraño, un extranjero sin casa? Acoge en él a quien por 
ti peregrinó en su propia heredad115, a quien, merced a la gracia, se 
ha establecido en ti y te transporta a la morada celestial. Sé Zaqueo, 
aquél que hasta ayer era publicano y hoy se ha hecho generoso116. 
Cosecha todos los frutos que vienen con el advenimiento de Cristo a 
fin de que, después de verle, parezcas grande, aunque seas pequeño 
en lo referente a la edad corporal117. ¿Yace ante tu casa un 
enfermo, un herido, quizás? Honra la salud que Cristo te ha 
concedido, las heridas de que El te restableció. «Si vieres a alguien 
desnudo, vístele»118, dando así honor a tu vestido de inmortalidad, 
que es Cristo, pues «cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os 
habéis revestido de Cristo119». Si encuentras a un deudor postrado 
ante ti, rompe todo contrato, justo o injusto120. Ten memoria de los 
diez mil talentos que Cristo te condonó121. No quieras ser 
recaudador cruel de una deuda insignificante. ¿Con quién todas 
estas cosas? Con quienes contigo son siervos, pues si del Señor has 
recibido más que ellos, ten presente que habrás de rendir cuentas de 
la benevolencia de Aquél cuya misericordia no imitaste aunque te dio 
ejemplo de ella. 

32. Baña tu imagen122 y no sólo tu cuerpo. Que junto a la 
absolución de los pecados quieras también adoptar la reforma de tu 
vida. Que no sólo se limpie el fango que te cubre, sino que además 
quede purificada la fuente de que brota. No se grabe en tu alma 
solamente el deseo de cobrar algo de honra, sino también el de 
perder con honra algo o, lo que es más fácil, el de desprenderte de lo 
injustamente adquirido. ¿Qué provecho lograrías si se te perdonase 
el pecado, mas no quedara reparado el daño que causaste a quien 
padeció tu injusticia? ¿No son acaso dos tus faltas, adquirir 
injustamente y conservar lo adquirido? Has sido absuelto de lo 
primero, pero sigues siendo injusto por lo que hace a lo segundo. 
Dado que aún sigues en posesión de lo ajeno, tu pecado no ha sido 
destruido, sino sólo temporalmente suspendido. Osaste cometer uno 
antes del Bautismo. Permanece el otro tras haber sido bautizado, que 
el baño perdona lo cometido antes de su recepción, no lo que al 
presente se comete. Se requiere que la purificación no sea una 
argucia tramada astutamente, sino un sello. Debes brillar de verdad, 
no sólo en apariencia. No te ha de servir la gracia como velo de tus 
pecados, sino para liberarte de ellos. «Bienaventurados aquellos 
cuyas injusticias han sido perdonadas», o sea, quienes han obtenido 
una completa purificación, «y aquellos cuyos pecados han quedado 
ocultos123», que son quienes aún no están purificados 
anteriormente. «Bienaventurado el hombre al que el Señor no le 
imputa su pecador124». Esta es la tercera clase de pecadores: 
aquellos cuyas acciones no son loables, pero tienen una forma de 
pensar irreprensible. 

33. ¿Qué digo? ¿Cuál es mi discurso? Ayer eras la cananea125 
cuya alma estaba encorvada a causa del pecado126. Hoy has sido 
erigido por el Logos. No vuelvas a encorvarte hasta caer por tierra, 
oprimido por el maligno con un collar de madera, no sea que resulte 
imposible levantarte de tu postración. Ayer desfallecías a causa de un 
flujo de sangre127, pues de ti manaba el rojo pecado. Hoy, secado ya 
el flujo, floreces. Tocaste la orla del manto de Cristo y detuviste el 
flujo. Conserva tu pureza, no sea que recaigas en la hemorragia al 
querer apoderarte de Cristo por la fuerza para robar tu salvación. Por 
mucha que sea su benevolencia, Cristo no quiere ser robado en 
exceso. Ayer yacías acostado en un lecho, abandonado y 
quebrantado, sin que nadie te echase a la piscina cuando se agitaban 
las aguas128. Hoy te has encontrado con el hombre que es Dios o, 
mejor dicho, con quien es Dios y hombre. Te levantó del camastro, 
incluso has cargado al hombro tu yacija y has esculpido en una 
columna el beneficio recibido. No te acuestes de nuevo en tu 
camastro volviendo a pecar, no regreses al miserable descanso del 
cuerpo entregado a los placeres. Tal como estás, camina recordando 
el precepto de «estás curado. Anda y no peques más para que no te 
suceda algo peor129», es decir, para que no seas peor después de 
haber recibido el beneficio. «Lázaro, sal fuera130». Estando en el 
sepulcro escuchaste esa potente voz, ¿qué voz más poderosa que la 
del Logos?, y saliste. Aunque no eras un cadáver de cuatro días131 
sino de muchos, resucitaste con quien lo hizo al tercer día y te viste 
libre de las ataduras fúnebres. No quieras morir de nuevo y 
permanecer junto a quienes habitan los sepulcros132. No te ates con 
las vendas de tus pecados, pues no tienes garantizado que vayas a 
resucitar otra vez de entre los muertos antes de que llegue el 
momento de la última y común resurrección, cuando El reclame a 
todas las criaturas no para curarlas, sino para juzgarlas y para que 
rindan cuentas de si han administrado bien o mal sus tesoros133. 

34. Si antes estabas cubierto de lepra, o sea, de un mal que te 
deformaba, y te has apartado de esa materia miserable y has 
recuperado una imagen sana, muéstrame la purificación a mí, que soy 
tu sacerdote, a fin de que advierta cuánto más honrosa es ésta que la 
prescrita en la ley134. No seas uno de los nueve ingratos. Imita al 
décimo que, aun siendo samaritano, era el más noble de todos. 
Robustécete para que no se renueve tu enfermedad y se haga difícil 
curar la deformidad de tu cuerpo. Aún hace poco que la mezquindad y 
la tacañería secaban tu mano (/Lc/06/06) 135. Extiéndala hoy la 
generosidad y la misericordia. Buena medicina es para una mano 
enferma distribuir lo que se posee, repartir a los menesterosos, 
prodigar el agua de que tenemos abundancia, sin miedo a llegar 
hasta el fondo. Quizás éste te proporcionaría alimento, como le 
ocurrió a la de Sarepta, sobre todo si por casualidad aconteciere el 
caso de tener que alimentar a Elías136. Buena medicina es estimar 
como un bello estado la pobreza padecida por Dios, que por nosotros 
se hizo pobre. Si fueres sordo o mudo137, que sople en tus oídos el 
Logos, y, todavía mejor, si puedes quedarte con El después de que te 
haya soplado. No cierres tus oídos a las enseñanzas y 
amonestaciones del Señor, como una serpiente a los encantamientos. 
Si eres ciego138 y estás falto de luz, esclarece tus ojos para no 
dormirte en la muerte139. Contempla la luz en la luz del Señor140, ve 
al Hijo en el Espíritu de Dios, contempla la triple e indivisible Luz. Si 
por entero acoges al Logos, reunirás en tu alma todos los cuidados 
de Cristo, los mismos con los que El fue curando una a una todas las 
enfermedades. Mira que no ignores la medida de la gracia. Mira que 
el adversario no siembre en torno tuyo la cizaña mientras duermes 
descuidado141. Mira que no te conviertas en digno de lástima por el 
pecado, al haber sentido el maligno envidia de tu pureza. Mira de no 
alegrarte excesivamente por el bien para que no te ensalces sin 
modestia y caigas en la presunción. Mira por trabajar siempre con 
todo empeño por tu purificación, colocando en tu corazón las 
gradas142, y por conservar con sumo cuidado la remisión que 
conforme al don obtuviste. Así, tu perdón será obra de Dios y 
conservarte en ese estado, obra tuya. 

35. ¿Cómo será esto? Recuerda la parábola143 y te ayudarás de 
la forma mejor y más perfecta. Expulsado por el Bautismo, salió de ti 
el espíritu impuro y material. No soporta la persecución, no se aviene 
a permanecer sin hogar y sin techo. Camina por lugares áridos, 
carentes de la divina irrigación, y no quiere continuar en ellos. Vaga 
en busca de descanso sin encontrarlo. En su camino da con almas 
bautizadas cuya maldad fue sepultada por el baño. Se atemoriza ante 
el agua, se ahoga en la purificación como legión en el mar144. Vuelve 
otra vez a la casa de la que salió. Es un espíritu desvergonzado y 
pendenciero. Ataca de nuevo, lo intenta una vez más. Si ve que Cristo 
vive allí, que el espacio que él abandonó lo habita Cristo, se retira 
fracasado y su perpetuo vagar suscita lástima. Mas si halla en ti un 
lugar barrido y aderezado, mas vacío y estéril, dispuesto para recoger 
a uno u a otro inquilino, se arroja sobre él, se establece en su interior 
con mayor aparato y llega a ser esta situación peor que la primera. Y 
aún más grave, porque al principio habrá esperanza de corrección y 
seguridad y, sin embargo, ahora la maldad es evidente y en ausencia 
del bien se presenta la perversión de suerte que posee aquel lugar 
con toda seguridad. 

36. Volveré a recordarte las iluminaciones valiéndome de lo que 
recogen los oráculos divinos. A mi también me agrada recordar tales 
cosas, pues ¿qué más dulce que la luz, para quienes la han gustado? 
Te iluminaré con las divinas palabras. «Ha amanecido la luz para el 
justo» y «la alegria145» es su compañera. «La luz permanecerá para 
siempre con los justos146». Se le dice a Dios: «desde los montes 
eternos iluminarás de forma admirable147». Se trata, a mi entender, 
de las potencias angélicas que con nosotros colaboran para nuestra 
mejora. «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré148?». 
Has oído a David suplicar que le fueran enviadas la luz y la 
verdad149. Se alegra porque las ha obtenido ya. Cuando dice que le 
ha sellado la luz de Dios150 se ha de interpretar que la luz se ha 
revelado y que ha conocido signos que se le ha concedido la 
iluminación. De una sola luz debemos huir: de aquélla que es 
producto del fuego cruel. No caminemos en la luz de nuestro fuego y 
con la llama que nos consume. Conozco un fuego purificador. Es 
aquél que Cristo, llamado también místicamente fuego, vino a traer a 
la tierra. Es un fuego destructor de lo material, de la naturaleza 
perversa. El quiere que se extienda con la máxima rapidez posible, 
desea la veloz difusión del beneficio, porque las brasas de este fuego 
son nuestro socorro. Conozco, en cambio un fuego que no purifica, 
que reprende. Es ya el de Sodoma151 que llovió sobre los pecadores 
mezclados con azufre y pez152, ya el fuego preparado para el diablo 
y sus ángeles153, ya el que rodea el rostro del Señor y abrasa en 
torno suyo a todos sus adversarios154. Este es el más terrible de 
todos y unido al gusano infatigable155, jamás se apaga, es eterno 
para los perversos. Todo ello es propio del poder destructor divino, a 
no ser que se entienda que Dios prefiere una actitud más 
benevolente y conforme con su dignidad156. 

37. Además de dos clases de fuego, conozco también dos géneros 
de luz. Es la primera la que procede del principio conductor que 
endereza nuestros pasos hacia Dios. La otra es engañosa, 
imprudente y enemiga de la luz verdadera. Finge ser ésta para 
apropiarse de su resplandor, pero aunque aparente ser luz de 
mediodía y más brillante que la luz, es tenebrosa hasta el extremo. A 
mi entender, por esto se dice que algunos huirán en la oscuridad del 
mediodia157. Ciertamente es noche, mas quienes están corrompidos 
por el lujo la consideran como luz. ¿Qué dice David? «La noche me 
rodeaba y, mísero de mi, no lo sabía, pensaba que el lujo era 
luz158». Lo mismo les sucede a quienes se entregan a la molicie. En 
cambio nosotros estamos iluminados por la luz del conocimiento. Esto 
es «sembrar la justicia159» y recolectar el fruto de la vida, pues la 
acción nos procura la contemplación. Así aprenderemos todas las 
cosas y también a distinguir cuál es la verdadera luz y cuál la falsa y 
cuando tropecemos con ésta no creeremos que se trate de aquélla. 
Seamos luz, que los discípulos oyeron cómo les decía la gran luz: 
«vosotros sois la gran luz del mundo160». Seamos luminarias del 
mundo llevando en nosotros al Logos de vida, la fuerza que a todos 
vivifica. Apoderémonos de la naturaleza divina, de la más primitiva y 
pura luz. Vayamos a su esplendor sin que nuestros pies tropiecen en 
los montes oscuros y enemigos. Mientras luzca el día «caminemos 
con decoro propio del día, no en festines y borracheras, no en 
amancebamientos y libertinajes161», pues los robos pertenecen a la 
noche. 

38. Hermanos, purifiquemos todo nuestro cuerpo, santifiquemos 
nuestros sentidos todos. Nada haya en nosotros de imperfecto, nada 
de nuestro primer nacimiento. Que nada quede privado de la luz. 
Iluminemos nuestros ojos para ver rectamente, sin admitir en nuestro 
interior ninguna imagen disoluta procedente de una contemplación 
curiosa e indiscreta. Bien que no rindiéramos culto al placer, 
mancillaríamos nuestro alma. Haya en nosotros viga o paja162, 
hemos de purificarnos para poder ver también las cosas de los 
demás. Iluminemos nuestro oído y nuestra lengua para que 
escuchemos lo que dice el Señor Dios163 y se nos haga audible su 
misericordia matutina164 y captemos el júbilo y la alegría que invaden 
los oídos divinos. No seamos espada punzante165 ni afilada 
daga166, no acojamos bajo nuestra lengua a la fatiga y al trabajo167. 
Respetando las lenguas de fuego168, hablemos de la sabiduría de 
Dios oculta en el misterio169. Guardemos nuestro olfato para no 
acabar afeminados y cubiertos de polvo en vez de sumergidos en 
aromas agradables. Aspiremos el ungüento que se ha derramado en 
nosotros170 para apropiarnos espiritualmente de él y transformarnos 
en él hasta el punto que de nosotros exhale el mismo perfumado olor. 
Purifiquemos el tacto, el gusto, el paladar. Nada suave toquemos, 
nada nos alegre por su tersura. Acariciemos al único digno de ser 
acariciado, al Logos que por nosotros se encarnó, haciéndonos en 
esto imitadores de Tomás171. Evitemos ser tentados por infusiones y 
golosinas que son hermanas de las tentaciones más cruentas. 
Gustemos sólo y probemos al buen Señor172, cuyo gusto es el más 
dulce y perdurable. No atendamos a refrescar por breve plazo el cruel 
conducto que nos da placer, pero descuida lo que se le da y no lo 
retiene. Alegrémonos, en cambio, con estos discursos, más dulces 
que la miel173. 

39. Además de cuanto queda dicho, bueno es que purificando 
nuestra cabeza en la medida en que puede ser purificada la que es 
taller de las sensaciones, alcancemos a Cristo cabeza, a partir del 
cual se entrama y ordena todo el cuerpo174, y que disminuyamos el 
pecado que pretende alzarse sobre nosotros y hacerse con lo mejor 
de nosotros mismos. Es menester santificar y purificar al hombre que 
somos para que sea capaz de levantar la Cruz de Cristo, cosa que no 
resulta fácil para todos. Bueno es que pies y manos lleguen a la 
perfección. Las manos para que se alcen santas en todos los lugares 
y se aferren a las enseñanzas de Cristo, para que no se irrite el 
Señor175 y para que merced a nuestras obras se haga creíble la 
palabra de Dios, como aquélla que fue puesta en manos del 
profeta176. Los pies, para que no se apresuren a verter sangre177 y 
a hacer el mal, sino que estén prontos para el Evangelio y para el 
galardón de la vocación suprema178, para que reciban a Cristo, que 
lava y purifica los pies179. Si existe una purificación del vientre, capaz 
de contener y digerir los alimentos que provienen del Logos, bueno 
es también que no llegue el vientre a hacerse dios por el lujo y los 
alimentos que lo dejan inactivo, sino que se purifique cuanto pueda, 
que se haga pequeño para acoger en su interior al Logos y padecer 
con justicia por el error de Israel. Imagino también que el corazón y 
cuanto está en el interior del hombre es digno de honra. A ello me 
persuade David, que quería crear dentro de sí un corazón puro y que 
un espíritu recto renovara sus entrañas180. Con ello, según mi 
parecer, se refería a lo intelectual, a los movimientos del alma o 
pensamientos. 

40. ¿Qué decir de los lomos y de los riñones181? No olvidemos 
tales partes. También ellas han de someterse a la purificación. 
Tengamos los lomos ceñidos y sujetos por la continencia, con arreglo 
a lo que la Ley prescribía a Israel para celebrar la Pascua182. Sin 
educarse en tales cosas, nadie puede huir limpiamente de Egipto ni 
escapar al exterminio. Sométanse los riñones a una hermosa 
transformación, trasladando a Dios todo su deseo, para poder decir: 
«Señor, en ti todo mi deseo183» y «no ambicioné el día del 
hombre184». Es preciso ser hombre de deseos del Espiritu185. Si 
consiguiéramos esto, parecería la serpiente, cuya fuerza, en gran 
parte reside en los ojos y en los lomos, puesto que ella morirá junto a 
su poderío sobre tales lugares. No te asombres si rindo veneración 
extraordinaria a nuestras partes indignas186, matando y 
reprendiendo con mi palabra levantada contra la materia. 
Entreguemos a Dios todos nuestros miembros sobre la tierra, 
consagrémosle todos, no sólo un lóbulo del hígado, o los riñones, o la 
grasa de una u otra parte de nuestro cuerpo. ¿Por qué despreciar el 
resto de nuestro cuerpo? Ofrezcámonos enteros como oblaciones 
racionales y victimas perfectas. No hagamos una ofrenda sacerdotal 
reducida a nuestro brazo o a nuestro pecho. Sería poco. Si nos 
damos enteros, enteros nos recibiremos, que recibir es entregarse a 
Dios y celebrar la ceremonia de nuestra salvación. 

41. Sobre todo esto, antes de ello, conserva el depósito187 por el 
que vivo y soy ciudadano, aquél que deseo tomar como compañero, 
por el que soporto toda clase de sufrimientos y desprecio todo placer. 
Consiste en la confesión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto 
es lo que hoy te confío, con esto te bautizo y te ensalzo. Te lo entrego 
como compañero para toda la vida y como patrono. Que hay una sola 
naturaleza divina y una única potencia, que se halla unitariamente en 
las tres personas y las abarca de forma separada. No hay 
desigualdad en cuanto a sus esencias o naturalezas, no hay aumento 
ni disminución por sobreabundancia o ausencia. Por todas las partes 
es igual y lo mismo188, como una es la hermosura y grandeza de los 
cielos. Es una naturaleza unida e infinita para tres seres infinitos. 
Considerados separadamente, como Padre e Hijo, como Hijo y 
Espíritu Santo, en cuanto que cada uno mantiene su peculiaridad189, 
cada uno de ellos es Dios. Los tres, considerados cada uno con el 
otro, son Dios. Son tres por su igualdad en la sustancia, son Dios por 
su única soberanía. No alcanzo a concebir la unidad y estoy iluminado 
por la Trinidad. No alcanzo a distinguir la Trinidad y me veo 
transportado a la unidad. Cuando contemplo a uno de los tres, pienso 
que se trata de la totalidad y colmo mi vista, pero se me escapa lo que 
es más importante. No puedo abarcar la grandeza de uno, ¿por qué 
debo dar más al resto? Cuando reúno a los tres en mi mente veo un 
solo esplendor y no puedo calcular ni distinguir a la luz que se hace 
única. 

42. ¿No quieres hablar de sufrimiento por que no sufra Dios, ajeno 
a todo sufrimiento? Pues yo me niego a hablar de creación190 para 
no destruir a Dios con esa violenta e injusta división que separa al 
Hijo del Padre o al Hijo de la naturaleza del Espíritu Santo191. No sólo 
es absurdo que quienes son calculadores192 de la naturaleza divina 
unan a Dios una criatura, sino también que dividan a esa misma 
criatura. Y así como el Hijo es separado del Padre por los abyectos y 
terrenos, así, a su vez, algunos separan del Hijo la naturaleza del 
Espíritu Santo, de suerte que Dios mismo y la creación entera 
padecen violencia a manos de esta nueva teología193. Nada, oh, 
hombres, hay en la Trinidad que sea servil, creado o accidental194. 
Eso es lo que aprendí de un sabio195. «Y si agradare aún a los 
hombres no sería siervo de Cristo» dice el apóstol divino196. Si 
adorase a una criatura o en su nombre fuere bautizado, no llegaría a 
ser divino ni a transformar mi primera generación. ¿Qué podría 
reprochar entonces a los adoradores de Astarté o de Camos, ídolo de 
los sidonios?197 ¿Qué a quienes veneran la imagen de una estrella, 
ser ciertamente superior a las imágenes fabricadas por quienes 
adoran ídolos198, mas con todo algo creado y hecho? ¿Qué puedo 
reprocharles si yo o no adoro a dos de los seres en cuyo nombre he 
sido bautizado, o adoro a quienes son siervos como yo soy?199 
Ciertamente son siervos, aunque superiores a mí en honor. Pero ello 
nada obsta, porque también entre los esclavos existe diversidad de 
categorías. 

43. Quiero decir que el Padre es mayor en cuanto de El procede el 
ser igual y el existir de los seres iguales a El. Todos me concederán 
esto. Temo la palabra «principio», no sea que haga al Padre principio 
de lo que le es inferiore200. En tal caso, queriendo honrarlo, le 
ofendería, pues no hay gloria para aquél de quien deriva la 
humillación de quienes proceden de él. Miro además con 
desconfianza tu deseo insaciable no sea que, amparado en la palabra 
«mayor», dividas en dos la naturaleza y emplees esa palabra para 
todo. El término «mayor» no hace referencia a la naturaleza, sino a la 
causalidad. Entre seres de igual naturaleza nada significa «mayor» o 
«menor». Aunque quisiera honrar al Hijo, en cuanto Hijo, más que al 
Espíritu Santo, no me lo permitiría el Bautismo, que me hace perfecto 
merced al Espíritu. ¿Temes, acaso, ser tachado de triteísta? Mantén 
lo bueno, o sea, la unidad entre los tres. Pásame a mi la lucha. 
Permíteme ser constructor de la nave de que haces uso. Y si ya 
tienes un constructor para tu nave, permíteme que construya tu casa, 
aunque tú luego la habites con tranquilidad y sin haber experimentado 
fatiga alguna. Navegarás bien o bien habitarás la casa si yo te la 
preparo, aunque no hayas trabajado en ello con empeño. ¿Ves 
cuánta es mi benevolencia? ¿Ves cuánta la bondad del Espíritu? Sea 
mía la batalla y la victoria tuya. Saldré yo a la palestra, mientras tú 
vives en paz encomendando al que combate por ti, echándome una 
mano con tu fe. Tres piedras tengo para lanzarlas con honda contra 
el invasor201. Tres veces soplaré en el hijo de la viuda de Sarepta 
para devolver la vida a los muertos202. Tres veces lloverá sobre los 
leños203 con que consagré el sacrificio. Con agua encenderé 
fuego204, cosa realmente sorprendente. Haciendo uso de la fuerza 
del misterio, derribaré a los profetas de la vergüenza. 

44. ¿A qué prolongar más mi homilía? Es éste momento de 
enseñar, no de rebatir. En presencia de Dios y de los ángeles 
elegidos doy testimonio de que serás bautizado en esta Fe205. Si 
crees algo distinto de lo que enseña mi predicación206, ven y 
corrígete. No en vano escribo lo ya escrito, enseño lo que he 
aprendido, lo que me fue entregado en mi juventud y he mantenido 
hasta las canas. Míos son el peligro y el honor. Yo soy el 
administrador de tu alma, quien te ha hecho perfecto mediante el 
Bautismo. Si realmente eres así y has sido sellado con tan hermosas 
palabras, custodia lo que está escrito y, en medio de lo mudable, 
permanece inmutable para aquello que requiere inmutabilidad. 
Aprende lo bueno de Pilato. El había escrito injustamente, tú con 
justicia. Di a quienes pretenden disuadirte: «lo escrito, escrito 
está»207. Digno es de reproche que cuando lo decoroso es pasar 
fácilmente del mal al bien y con dificultad del bien al mal, nos 
prestemos a abandonar el bien y opongamos resistencia a dejar el 
mal. Si eres bautizado con arreglo a mi enseñanza, «no cerraré mis 
labios»208, prestaré mis manos al Espíritu. Apresurémonos hacia la 
salvación, levantémonos en busca del Bautismo. Palpita en él el 
Espíritu de perfección. Ya está el don preparado y dispuesto. Si aún 
renqueas y te niegas a acoger perfectamente a Dios, busca tu 
bautismo y a quien te quiera bautizar. Yo no tengo tiempo para dividir 
la divinidad, ni para hacer de ti un muerto en el mismo instante de tu 
generación. Tal serás si haces naufragar al momento tu salvación, 
privándote de gracia y de la esperanza de gracia. Pues si suprimes de 
la Trinidad algo de naturaleza divina, habrás destruido todo y, en lo 
que a ti se refiere, tu propia perfección. 

45. Mas aún no posee tu alma señal alguna de palabra, buena ni 
mala. ¿Será acaso necesario que, al objeto de que alcances la 
salvación, grabe yo y modele hoy en ti la doctrina? Entremos al 
interior de la nube209. Dame las tablas de tu corazón210. Soy para ti 
Moisés, aunque parezca osado decirlo. Con el dedo de Dios escribiré 
un nuevo decálogo211 Escribiré para ti un compendio de la doctrina 
salvadora. Si eres una fiera herética o salvaje, quédate abajo o te 
expondrás a ser lapidado por la palabra de la verdad212. 
Te bautizaré enseñándote en el nombre del Padre, del Hijo y del 
Espíritu Santo. Uno es el nombre común a los tres: Dios. Aprenderás 
a repudiar con palabras y gestos toda falta de fe en Dios, para que de 
ese modo puedas unirte a la naturaleza divina. Cree que todo el 
mundo, lo visible y lo invisible213, ha sido creado por Dios de la nada 
y que es gobernado por la Providencia del Creador y que será 
transformado en una más favorable condición. Cree que no existe una 
sustancia del mal, ni un reino del mal, que el mal no tiene principio, ni 
existe por si mismo o por Dios, sino que es obra nuestra y del 
maligno, que entra en nosotros por descuido nuestro, pero no por 
obra del Creador214. Cree que el Hijo de Dios, el Logos anterior al 
tiempo, que procede del Padre fuera del tiempo y del cuerpo, al final 
de los tiempos nació por ti como hijo del hombre. Que proviene de la 
Virgen María de forma misteriosa y sin mancilla, pues no es posible 
que haya mancha alguna en donde habita Dios y en el cauce a través 
del cual actúa la salvación. Es hombre perfecto y perfecto Dios aquél 
que sufrió por ti para ganarte una perfecta salvación, para disolver 
toda condena de pecado. Impasible en su naturaleza divina, padeció 
en la humanidad adquirida. Por ti se hizo hombre tanto cuanto tú por 
El llegarás a ser Dios. Por las injusticias es conducido a la muerte, 
crucificado y sepultado, tanto cuanto es capaz de gustar la muerte. 
Resucitó al tercer día, subió a los cielos para llevarte con El a ti que 
permaneces en la tierra. Retornará con una venida gloriosa para 
juzgar a vivos y muertos. Entonces no será carne ni incorpóreo, sino, 
según dijo con palabras cuyo sentido El conoce, tendrá un cuerpo 
divinizado, para que puedan mirarle quienes le traspasaron y 
permanezca Dios sin el espesor de la carne. Admite, además de lo 
anterior, la resurrección, el juicio y la retribución, acorde con las 
justas balanzas de Dios. Esta recompensa es luz para quienes han 
purificado su mente, es decir, Dios verá y conocerá la medida de su 
pureza y les retribuirá con lo que llamamos Reino de los cielos. Habrá 
oscuridad, en cambio, para aquellos cuyo principio conductor esté 
ciego, para quienes sean extraños a Dios, y ello estará en proporción 
con su ceguera en la tierra. El décimo punto es: sobre la base de 
estas doctrinas, haz el bien, porque «la fe sin obras está muerta»215, 
al igual que los hechos sin fe. He ahí lo que del misterio puede darse 
a conocer, lo que no es misterio para los oídos de muchos216. El 
resto lo aprenderás cuando estés dentro, pues te lo concederá la 
Trinidad y tú lo ocultarás dentro de ti, velado por el sello. 

46. Pero he de anunciarte algo. El estado al que llegarás después 
del Bautismo y antes del gran estrado, es una prefiguración de la 
gloria futura217. La salmodia que te recibirá es preludio del himno del 
cielo. Las lámparas que encenderás simbolizan el misterio de la 
iluminación celeste con que iremos al encuentro del Esposo, como 
almas luminosas y vírgenes, con las radiantes lámparas de la Fe. 
Almas que no se queden dormidas por pereza218, haciendo que les 
pase inadvertida la inesperada presencia de aquél al que 
aguardaban. Almas que no estén carentes de alimento o aceite, 
desprovistas de obras buenas, para que no se vean expulsadas de la 
cámara nupcial219. Veo su sufrimiento digno de lástima. Llegó aquél 
cuya venida era a voces reclamada. A su encuentro saldrán unas, 
prudentes, con lámparas encendidas y con suficiente provisión de 
aceite para ellas. Otras, en cambio, se agitarán pidiendo aceite en 
momento inoportuno a aquellas que lo tienen. Llegará rápido el 
Esposo. Unas entrarán con El y las otras encontrarán las puertas 
cerradas porque mientras se preparaban, habrán desperdiciado el 
tiempo conveniente. Muchos llorarán, porque comprenderán 
demasiado tarde el daño que les ha causado su negligencia. No 
podrán entrar en la cámara nupcial por mucho que supliquen, pues se 
la cerraron con su necedad. Habrán imitado en cierto modo a quienes 
despreciaron el banquete que el buen padre preparaba para el buen 
hijo que iba a casarse220. Uno, porque había tomado mujer. Otro, 
porque había comprado un campo. Otro, porque había adquirido una 
yunta de bueyes. Poco provecho les hicieron sus compras, que por 
cosa de poca importancia se vieron privados de lo que mucho valía. 
Ninguno haya tan orgulloso y descuidado que lleve un vestido sucio, 
impropio de un convite nupcial. Aunque en la tierra se considere a si 
mismo digno del esplendor del cielo y entre, inconsciente, en el 
banquete, engañándose con vanas esperanzas, ninguno de éstos 
tiene un lugar en el cielo. ¿Y después? Cuando estemos dentro sólo 
el Esposo sabe qué enseñará y qué será de las almas que con El 
entraron. Yo pienso que estará con ellas, enseñándoles lo más 
perfecto y puro. De eso también podremos tener parte nosotros, 
maestros y discípulos de cosas tales, en Cristo mismo Señor nuestro, 
a quien la gloria y el poder por los siglos. Amén. 
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1 Esto es, cuando Dios sopló en el compuesto terreno que constituía el 
cuerpo humano su propio hálito, para hacer del hombre un ser viviente. Cf. 
Gén. 2, 7. 
2 Cf. Lc. 2, 7. 
3 Cf. Lc. 3,21. 
4 Cf. Lc. 24, 1 ss. 
5 Cf. Rom. 8, 29 
6 Cf. Col. 1, 18 
7 En la fiesta de las Luces, como ya se ha dicho en la introducción, se 
celebraban simultáneamente la Epifanía (cf. Homilía 39) y el Bautismo de 
Cristo, al cual está dedicada esta Homilía. 
8 En cuanto el Bautismo nos arranca al dominio del adversario y nos 
introduce en el Reino de Dios. 
9 En todo este pasaje San Gregorio ha empleado el término «iluminación» 
que designaba normalmente al bautismo, según una sinología difundida 
entre el cristianismo antiguo.
10 La terminología de la luz tiene aquí una eficacísima aplicación. 
11 En la lengua homérica, que San Gregorio había estudiado como todos 
los griegos cultos de su tiempo, y en la lengua poética de carácter más 
elevado, el término phós, photós (gen.) designaba al hombre. Era habitual 
relacionarlo con el término phôs, phôtós que significaba luz. Esta derivación 
seudoetimológica se lee también en Clemente de Alejandría, Paedag., 1, 6, 
28, 2. 
12 Cf. Gén. 1, 17. 
13 Cf Gén 2 16 17. 
14 Cf. Sal. 118, 105. 
15 Cf. Prov. 6, 23. 
16 Cf. Ex. 34, 29. 
17 Cf. Ex. 3, 2. 
18 Cf. Ex. 13, 21. 
19 Cf. 2 Re. 2, 11. 
20 Cf. Lc. 2, 9. 
21 Cf. Mt. 2, 9. 
22 Cf. Mt. 17, 1 ss. 
23 Cf. Act. 9, 3. 
24 Cf. Sab. 3, 7. 
25 Cf. Sal 82, 1 y 6 
26 Según la enseñanza del neoplatonismo, (asumida aquí por San 
Gregorio y que puede encontrarse igualmente en San Gregorio de Nisa, cf. 
El alma y la resurrección, la naturaleza divina es simple, o sea, no 
compuesta de partes, que implicarían la necesidad de postular en Dios la 
existencia de algo distinto a Dios mismo. 
27 Se hace referencia de nuevo a la interpretación de la historia de la 
humanidad y de su calda, dominadas por la visión providencial de Dios. 
28 El Bautismo, en efecto, es purificación de los pecados cometidos. 
Recuérdese que todavía en tiempos de San Gregorio era costumbre, 
costumbre que el propio San Gregorio intenta limitar, bautizarse sólo a edad 
adulta e incluso avanzada. En cambio, para quienes están al comienzo de 
su vida, y, por consiguiente, probablemente no han cometido pecado, el 
Bautismo es un «sellos», signo de pertenencia a Cristo. 
29 Cf. Jn. 3, 5. 
30 TIPO/QUE-ES: Término técnico de la exégesis cristiana antigua. El 
Typos era un acontecimiento, un hecho, una cosa concreta que 
«prefiguraba» otro acontecimiento, otro hecho, otra cosa, igualmente 
concretos, pero dotados de un significado más profundo y mayor. El paso de 
los hebreos a través del mar Rojo era tipo del Bautismo. La piedra que 
suministraba milagrosamente a los hebreos el agua en el desierto, era tipo 
de Cristo (cf. I Cor. 10, 1-4). Así, el agua del Bautismo tiene un significado 
típico por cuanto es, como el agua del mar Rojo, prefiguración de la 
purificación espiritual del cristiano.
31 Referencia a la penitencia que San Gregorio concede a quien se 
arrepiente y que espera obtener él mismo, en cuanto pecador. Cf. lo leído en 
la Homilía 39, cp. 16-19. 
32 Mejor gozar de la purificación del Bautismo, que es más asequible, 
que no de la penitencia, más penosa. 
33 De esta referencia a la realidad social de Constantinopla extraemos 
una noticia sobre el empobrecimiento de las clases más débiles, en época 
de graves desequilibrios sociales.
34 Cf. Lc. 13, 8. 
35 Cf. Rom. 6, 4. 
36 Cf. Mt. 4, 2 ss. 
37 Esto es, a través de la carne humana. De nuevo otra referencia al 
«engaño» de Cristo, que se escondió bajo la envoltura de la carne humana 
para desconcertar al demonio que quería apoderarse de él. Cf. Homilía, 39, 1 
y 14. 
38 El Espíritu, que está presente en el Bautismo. Cf. Jn. 3, 5. 
39 Cf. Ef. 6, 16 
40 Cf. Mt. 4, 3. 
41 Cf. Jn. 6, 33. 
42 Cf. Mt. 4, 6. 
43 Cf. Sal. 90, 11. 
44 Cf. Sal. 91, 13. 
45 Sobre este término empleado para designar el Bautismo, cf nota 28. 
46 Cf. Gál. 3. 27. 
47 Esto es, los ritos de purificación minuciosamente prescritos por la Ley. 
Cf. Heb. 9, 13.
48 O sea, esperar a los últimos años de la vida antes de recibir el 
Bautismo, significa gravarse todavía más con los pecados y tener necesidad 
de una mayor gracia por parte de Dios. 
49 Era costumbre postergar el Bautismo hasta los últimos momentos de 
la vida, permaneciendo hasta entonces como simple catecúmeno, 
precisamente por una equivocada interpretación del significado del Bautismo 
como purificación de todas las culpas cometidas en el pasado. 
50 Cf Mt. 25, 14-30.
51 Cf. 2 Cor. 6, 2. 
52 Ef. 5, 14. 
53 Cf. Is. 38, 13. 
54 Cf. Ecl. 3, 1 ss. 
55 Cf. Ex. 12, 22 ss. 
56 Prov. 3, 24. 
57 Sal. 90, 5. 
58 Cf. Mt. 8, 22.
59 El retraso en recibir el Bautismo puede ser debido al temor a perder la 
gracia que el Bautismo confiere, al volver a pecar de nuevo. 
60 Cf. Lc. 10, 18. 
61 El texto está corrompido. Lo hemos traducido siguiendo una conjetura 
de los editores Maurinos. 
62 La condición de catecúmeno era la correspondiente al cristiano que 
estaba a la espera del Bautismo. En época paleocristiana el catecumenado 
tenía la función precisa de preparar para el Bautismo al recién convertido. En 
el siglo IV, cuando la población era ya cristiana, al menos de nombre, la 
condición de catecúmeno era aquélla en que se encontraba quien esperaba 
el Bautismo. Pero las situaciones eran intrínsecamente distintas, pues la 
espera del catecúmeno en el siglo IV no era aquélla tan exigente de la 
época preconstantiniana. 
63 Cf. I Sam. 1, 11 ss. 
64 Cf. Ecl. 32, 2. 
65 En la actitud común del cristianismo en la edad antigua, al menos del 
ortodoxo, que evitaba los excesos rigoristas de ciertas sectas heréticas. 
Como puede verse, acentuaba la actitud tomada por San Pablo en I Cor. 7. 
66 Cf. Jn. 2, 1 ss.
67 Cf. 1 Cor. 7, 5 
68 Si hemos entendido bien este pasaje, esto significa que, dado el 
carácter de la cuestión afrontada (las relaciones matrimoniales) el escritor 
se desenvuelve entre alusiones, San Gregorio admite revocar algunos de los 
derechos de los esposos, aconsejándoles la continencia y se excusa 
poniendo por delante que lo hace por su propio bien. 
69 Cf. Lc. 20, 20 ss. 
70 Cf. Gén. 19, 18-26. 
71 Todavía en el s. IV la vida política se desarrollaba reclamando la 
corresponsabilidad de cristianos y paganos juntos y ciertas funciones 
oficiales (por ejemplo las de la religión y el culto) eran todavía paganas. El 
cristiano debía preguntarse cómo conjugar simultáneamente las leyes del 
Estado y las de su fe. La respuesta había sido absoluta (y dramática), en la 
época preconstantiniana: Tertuliano había excluido cualquier participación 
del cristiano en la vida pública, en sus obligaciones y prácticas idolátricas. 
Mas lo que era admisible en las reducidas comunidades cristianas de los 
siglos segundo y tercero, resultaba impracticable en el siglo IV, cuando la 
participación del cristiano en la vida política, comenzando por el emperador, 
era una cosa normal. 
72 Cf Jos. 2, 1 ss; 6, 17 ss. 
73 Cf. Lc. 18, 9-14. 
74 Cf. Mt. 20, 1 ss.
75 Cf. Sal. 33, 6. 
76 Cf Jn. 12, 35
77 Jn. 9, 4. 
78 Cf. Jn. 1, 9. 
79 Cf. Prov. 6, 10. 
80 Cf. Sal. 140, 4. 
81 Cf. Sal. 41, 2. 
82 Cf Gén 21 15 19 
83 Alusión al mito de Tántalo que fue castigado por haber ofrecido a los 
dioses un banquete en que se sirvió la carne de su propio hijo, Pélope, con 
la condena a permanecer sumergido en el agua del Tártaro, rodeado de 
suculentas viandas y de bebidas restauradoras, pero sin poder probarlas. 
84 Cf. Mt. 11I, 12. 
85 Prov. 1, 11. 
86 Sal. 94, 1. 
87 Miq 4, 2 
88 Mt. 11, 28. 
89 Jn. 14, 31. 
90 Cf. Lam. 4, 7. 
91 Cf. Jn. 20, 3. 
92 Nótese la vivacidad de estas referencias concretas que nos 
representan una sociedad sólo superficialmente cristianizada, que en las 
ceremonias más significativas y esenciales del cristianismo veía sólo un 
medio para explayar su propio lujo.
93 Cf Gál 3 27
94 Act. 8, 36. 
95 Observa Bernardi, op. cit., p. 214, que en aquella época Constantinopla 
dependía aún del metropolitano de Heraclea. Esta afirmación manifiesta la 
vacuidad de las excusas aducidas por tales personas, pues era poco 
probable que el obispo metropolitano de Nicea se desplazase expresamente 
para administrar un bautismo. 
96 O sea, un obispo que había ido en peregrinación a los lugares santos y 
había adquirido así un titulo de mérito. La peregrinatio ad loca sancta era 
una costumbre de gran significado espiritual para los cristianos, a partir del 
siglo IV. 
97 Con este término, que originariamente (s. II) designaba la secta 
instituida por el hereje Taciano, se aludía generalmente a quienes llevaban 
una vida de rigurosa abstinencia, más dura de lo prescrito por las normas de 
la propia Iglesia. 
98 Cf 1 Sam. 16, 7. 
99 Por consiguiente, no es válido el bautismo administrado por un hereje. 
Es ésta una precaución que era necesario seguir con cuidado en la época 
en que San Gregorio regía la iglesia de Constantinopla.
100 Cf. Flp. 2, 7. 
101 Cf. Mt 12, 42. 
102 Cf. Is. 55, 1. 
103 Cf. Jn. 4, 7. 
104 Cf. Is, 32, 20. 
105 Cf. Joel 4, 18.
106 Cf. Gén. 17, 12 
107 Cf. Ex. 12, 22. 
108 El hecho de que San Gregorio aconseje esperar tres años antes de 
administrar el bautismo a los niños, que en cualquier caso, pueden ser 
bautizados antes si hay necesidad de ello, no significa que crea que no 
existe, de hecho, el pecado original. Lo que San Gregorio mantiene es que 
antes de esa edad el niño sustancialmente no es capaz de pecar, aunque 
por efecto del pecado de Adán, tenga la inclinación al pecado. 
109 Cf. Lc. 3, 23. 
110 Cf. Mt. 21, 10. 
111 Cf. Mt. 4, 2. 
112 Un reproche contra quienes, a la manera de los «encratitas» a que se 
ha hecho referencia antes (cf. 26), se imponían normas rigurosas de vida que 
no secundaban, e incluso tal vez se oponían soberbiamente, a los preceptos 
y costumbres de la Iglesia. 
113 Cf. Lc. 22, 17 ss.
114 Cf. Lc. 16, 20 ss. 
115 Cf. Jn. 1, 11. 
116 Cf. Lc. 19, 2 ss. 
117 Otra alusión al concepto de aetas spiritalis. Zaqueo era de cuerpo 
menudo, aunque en rigor no se pueda hablar de edad por la baja estatura de 
Zaqueo, pero fue espiritualmente grande. En cualquier caso, el texto griego 
habla expresamente de la «edad». 
118 Is. 58, 7.
119 Gál. 3, 27.
120 Cf Mt. 18, 26.
121 Cf. Mt. 18, 23 ss. 
122 Esto es, del alma, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén. 1, 
26). 
123 Sal. 31, 1. 
124 Sal. 31, 2. 
125 Cf Mt. 15, 22 
126 Cf. Lc. 13, 11. 
127 Cf Lc. 8, 43 ss.
128 Cf Jn. 5, 7
129 Jn. 5, 14. 
130 Jn 11, 43
131 Cf. Jn. 11, 39. 
132 Cf. Sal 67, 7
133 Cf. Mt. 25, 14-30. 
134 Cf. Lc. 17, 12 ss. 
135 Cf. Lc. 6, 6. 
136 Cf. I Re. 17, 9. 
137 Cf. Mc. 7, 32. 
138 Cf. Lc. 18, 35. 
139 Cf. Sal. 12, 4. 
140 Cf. Sal. 35, 10. 
141 Cf. Mt. 13, 25.
142 Cf Sal. 83, 6. 
143 Cf. Lc. 11, 24 ss. 
144 Cf Mc. 5, 9 ss. 
145 Sal. 96, 11. 
146 Is. 60, 19. 
147 Sal. 75, 5.
148 Sal. 26, 1. 
149 Cf. Sal. 42, 3. 
150 Cf. Sal. 4, 7. 
151 Cf. Gén. 19, 24. 
152 Cf. Sal. 10, 7.
153 Cf. Mt. 25, 41. 
154 Cf. Sal. 96, 3. 
155 Cf. Mc. 9, 48. 
156 San Gregorio se pregunta si no será un pensamiento más lógico y 
consonante con la bondad y generosidad de Dios creer que el castigo del 
infierno no tenga como fin la destrucción del hombre pecador, sino purificarlo 
y cancelar las culpas por él cometidas. Las penas del infierno, por 
consiguiente, no serían eternas ni definitivas, sino que tendrían como fin 
mejorar al hombre. En último término, este pensamiento se remonta a la 
doctrina de Orígenes, ampliamente profundizada por San Gregorio de Nisa 
en su diálogo El alma y la resurrección. 
157 Cf. Is. 5, 20. 
158 Sal. 138, 11 ss. 
159 Os 10, 12. 
160 Mt. 5, 14. 
161 Rom. 13, 13. 
162 Cf. Mt. 7, 2-5. 
163 Cf. Sal. 84, 9. 
164 Cf. Sal. 142, 8. 
165 Cf. Sal. 56, 5. 
166 Cf. Sal. 51, 4.
167 Cf. Sal. 10, 7.
168 Cf. Act. 2, 3. 
169 Cf.1 Cor 2, 7.
170 Cf. Cant. 1, 3. 
171 Cf. Jn. 20, 27. 
172 Cf. Sal. 33, 9. 
173 Cf. Sal. 18, 11. 
174 Cf. Col. 2, 19. 
175 Cf. Sal. 2, 12.
176 Cf. Jer. 50, 1.
177 Cf. Sal. 13, 3.
178 Cf Flp. 3, 14.
179 Cf.Jn. 13, 5 ss.
180 Cf Sal. 50, 12.
181 Cf. Ef.ó, 14.
182 Cf.Ex. 12, 11.
183 Sal. 38, 10. 
184 Jer. 17, 16. 
185 Cf. Dan. 9, 23.
186 Cf 1 Cor. 12, 23.
187 Cf. 2 Tim. 1, 14. 
188 A partir de este punto, en la exposición del símbolo de la Fe que 
ocupa todo el capitulo 41 y el siguiente, San Gregorio retoma la polémica 
contra los arrianos. 
189 Término técnico (idiótes), que indica en qué una hipóstasis se 
distingue de la otra, aunque las tres sean Dios. La polémica está dirigida no 
sólo contra los arrianos, sino también contra los pneumatómacos quienes, 
aunque reconocían la naturaleza divina del Hijo, negaban al Espíritu Santo 
esa prerrogativa. 
190 Los arrianos se escandalizaban al oir hablar de generación del Hijo, 
porque el término implicaba, según ellos, una pasión por parte del Padre. 
Mas, objeta San Gregorio, aún es más grave hablar de creación del Hijo, 
cosa que le rebajaría a la categoría de simple criatura.
191 En efecto, según los arrianos el Hijo era una criatura, aunque distinta 
de los demás. Lo mismo sostenían los pneumatómacos. En cambio, para 
ambos, el Espíritu era poco más que una criatura angélica, de dignidad 
infinitamente inferior a la del Hijo. 
192 O sea, distinguiendo la suprema naturaleza del Padre, único Dios, de 
las del Hijo y el Espíritu Santo, creaturas ambos, pero de diferente dignidad. 

193 La teología nueva es la de los arrianos, naturalmente. El término 
«nuevo», que los Capadocios aplican con frecuencia a los arrianos, connota 
que los herejes se han apartado de la enseñanza tradicional de la Iglesia. 
194 Siervas de Dios son, lógicamente, todas las criaturas y tales serian el 
Hijo y el Espíritu Santo si hubieran sido creados. Es ésta una 
argumentación habitual en San Gregorio. 
195 No sabemos a quién se refiere San Gregorio con esta alusión. Según 
un escolio, que no sabemos en qué se apoya, nuestro escritor se estaría 
refiriendo a San Gregorio Taumaturgo. 
196 Gál 1, 10 
197 Astarté era una divinidad adorada por los fenicios. Camos un ídolo de 
los moabitas (cf. núm. 21, 29) al que Salomón edificó un templo (cf. I Re. 11, 
7). 
198 Alusión a la teología solar, ampliamente difundida en la última edad 
imperial. El culto al sol, nota San Gregorio, es más noble que el culto al 
resto de los ídolos, pero sigue siendo el culto a una criatura. Los arrianos se 
colocan al mismo nivel que los paganos. 
199 En cuanto creaturas, el Hijo y el Espíritu Santo serian tan siervos de 
Dios como los hombres.
200 Sobre este fragmento de teología trinitaria, cf. la introducción.
201 Cf. 1 Sam. 17, 40.
202 Cf. 1 Re. 17, 21. 
203 Cf 1 Re. 18. 34. 
204 O sea, el fuego del Espíritu Santo que se nos entrega en el Bautismo, 
con el agua que es instrumento de ese sacramento. 
205 En tono solemne, San Gregorio garantiza la perfecta ortodoxia de la 
profesión de Fe que deberá pronunciar el bautizado. 
206 Esto es, si ha sido instruido de manera distinta a como requiere la 
ortodoxia nicena.
207 Jn 19, 22. 
208 Sal. 39, 10. 
209 Cf. Ex. 33, 9 ss. 
210 Cf Cf. Ex. 31, 18. 
211 Cf. ibid. 
212 Cf. Ex. 19, 13. 
213 El mundo invisible es aquél que en la Homilía 38 (cap. 8), ha sido 
llamado «mundo intelectual», el de los ángeles, que son sustancias 
intelectuales e invisibles, pero también creadas. 
214 Una afirmación dirigida, sobre todo, contra los maniqueos, que creían 
en la existencia de dos principios originantes contrapuestos, uno para el 
bien y el otro para el mal. El mal, sin embargo, no tiene subsistencia, según 
enseñaba el neoplatonismo y como se lee a menudo en las obras de San 
Gregorio de Nisa (cf. Gran homilía catequética, cp. 7; El alma y la 
resurrección.) 
215 Sant. 2, 20. 
216 Estas palabras de San Gregorio han hecho pensar en la existencia de 
un misterio cristiano, más escondido e importante, en la enseñanza de 
nuestro escritor. En realidad el Nacianceno quiere decir simplemente que la 
fórmula de Fe expuesta hasta ese momento, indica sólo sumariamente lo 
capital de la doctrina cristiana, lo necesario para que sea conocida por los 
extraños. Otras doctrinas igualmente importantes están contenidas en la 
doctrina de la Iglesia. 
217 Como ha notado Bernardi op. cit., pp. 215-216, Gregorio describe aquí 
la procesión de los recién bautizados. A la salida del baptisterio entrarán en 
la Iglesia, que les había estado prohibida hasta ese momento, y se 
detendrán ante el tabernáculo, ante el estrado en que están el obispo y el 
clero, a una y otra parte. En el medio se encuentra el altar para el sacrificio. 
Durante la entrada de los bautizados en la iglesia, el clero y los demás fieles 
entonarán las salmodias, prefiguración de los dulcísimos cantos del cielo, 
mientras la procesión se detendrá llevando en las manos las lámparas 
encendidas, símbolo de la Fe. 
218 Cf. Mt. 25. 1 ss. 
219 Cf. Mt. 22, 11-14. 
220 Cf. de nuevo Lc. 14, 15 ss. Todo este pasaje evoca los textos de San 
Mateo y San Lucas, entretejiéndolos entre si.

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