PRIMERA CATEQUESIS

«A los que van a ser iluminados, acerca de las mujeres que 
se adornan con trenzas y oro, y sobre aquellos que se sirven de 
agüeros, de amuletos o de hechizos, todo lo cual es 
completamente ajeno al Cristianismo». 

Finalidad de la catequesis

1. Me he presentado antes, con el propósito de reclamaros 
los frutos de lo que dije hace muy poco tiempo a vuestra 
caridad. Efectivamente, no hablamos únicamente para que nos 
oigáis, sino también para que recordéis lo dicho y nos déis 
prueba de ello con las obras; mejor dicho, no a nosotros, sino a 
Dios, que conoce lo más secreto de la mente. Y para eso se 
llama también Catequesis: para que, al ausentarnos nosotros, 
la palabra siga resonando en vuestras mentes. 
Y no os asombréis de que, habiendo transcurrido solamente 
diez días, vengamos ya a reclamaros los frutos de las semillas, 
porque, en verdad, incluso en un día es posible a la vez 
sembrar y cosechar. Efectivamente, no se nos llama a luchar 
equipados solamente con nuestra propia fuerza, sino también 
con el firme apoyo que viene de Dios. 
Por consiguiente, cuantos acogieron las cosas que dijimos y 
las han puesto en práctica con las obras, que sigan 
proyectados hacia lo que tienen delante 2; en cambio, los que 
todavía no han puesto mano en este excelente ejercicio, que lo 
emprendan desde este momento, para que, mediante el esmero 
por estas cosas, puedan alejar de sí con la subsiguiente 
diligencia, la condena originada por su negligencia. 
Es posible, en efecto, es posible que incluso el que vive en el 
mayor descuido, si en adelante se vale de la diligencia, pueda 
compensar el daño del tiempo anterior. Por eso dice la 
escritura: Si hoy oyéreis su voz, no endurezcáis vuestro corazón 
como en la exacerbación 3. 
Y dice esto exhortándonos y aconsejándonos que nunca 
desesperemos, al contrario, que mientras estemos acá, 
tengamos buenas esperanzas de alcanzar lo que está delante, 
y de perseguir el premio al que Dios llama desde arriba 4. 

El nombre de fieles

Hagamos, pues, esto, y examinemos cuidadosamente los 
nombres de este gran don, porque, de igual modo que la 
grandeza de una dignidad, si es ignorada, hace bastante 
negligentes a los que han sido honrados con ella, así también, 
cuando es conocida, los vuelve agradecidos y los hace más 
diligentes. 
Y por otra parte, sería vergonzoso y ridículo que quienes 
disfrutan de gloria y honor tan grandes de parte de Dios, ni 
siquiera sepan qué quieren significar sus nombres. 
¡Y qué digo de este don! Con que pienses en el nombre 
común de nuestra raza, recibirás una enseñanza y una 
exhortación a la virtud grandiosas. Este nombre de hombre, en 
realidad nosotros no lo definimos según lo definen los de fuera, 
sino como ordenó la divina Escritura. 
Efectivamente, hombre no es quien simplemente tiene manos 
y pies de hombre, ni sólo quien es racional, sino quien se 
ejercita con confianza en la piedad y la virtud. 
Escucha, pues, siquiera lo que dice sobre Job. 
Efectivamente, al decir: Había un hombre en la región de 
Ausitide 5, no lo describe en los términos en que lo hacen los 
de fuera, ni dice sin más que tiene dos pies y uñas anchas y 
planas, sino que, conjuntando las señales de aquella piedad, 
decía: Justo, veraz, piadoso y apartado de toda maldad 6, con 
lo cual daba a entender que éste era un hombre. Lo mismo, 
pues, que dice otro también: Teme a Dios y guarda sus 
mandamientos, porque esto es el todo del hombre 7. 
Ahora bien, si el nombre de hombre ofrece una tan gran 
exhortación a la virtud, ¿con cuánta mayor razón no la ofrecerá 
el de fiel? Pues te llamas fiel por lo siguiente: porque tienes fe 
en Dios, y por él tienes confiada la justicia, la santificación, la 
limpieza del alma, la adopción filial, el reino de los cielos. Todo 
te lo confió y encomendó a ti. Sin embargo, por tu parte, 
también le confiaste y encomendaste a él otras cosas: la 
limosna, las oraciones, la castidad y todas las virtudes. 
¡Y qué digo la limosna! Aunque no le des más que un vaso 
de agua fresca, ni siquiera eso perderás 8, antes bien, incluso 
esto lo guarda con cuidado para el día aquel, y te lo devolverá 
muy colmadamente. En efecto, esto es realmente lo admirable, 
que no solamente guarda cuanto se le ha confiado, sino que lo 
acrecienta con las recompensas. 
También a ti te mandó que, según tus fuerzas y respecto de 
lo que se te confió, hicieras esto: aumentar la santificación que 
recibiste, abrillantar más y más la justicia que procede del baño 
bautismal y hacer más fúlgida la gracia, como hizo Pablo, quien 
con sus trabajos, su celo y su diligencia, aumentó luego todos 
los bienes que había recibido. 
Y mira la atención solícita de Dios: en aquel momento, ni te 
dio todo ni te privó de todo, sino que te dio unas cosas y te 
prometió otras. ¿Y por qué motivo no te dio entonces todo? 
Para que tú demuestres tu confianza en Él, creyendo en lo que 
todavía no te da, basado únicamente en su promesa. Y una vez 
más, ¿por qué motivo allí no se reservó todo, sino que dio la 
gracia del Espíritu, la justicia y la santificación? Para aliviar tus 
trabajos y para hacerte concebir buenas esperanzas sobre lo 
futuro, basado en lo ya otorgado. 

El nombre del nuevo iluminado

Y estás a punto de ser llamado nuevo iluminado por la razón 
siguiente: porque, si tú quieres, tienes siempre una luz nueva, y 
nunca se apaga. Efectivamente, a esta luz de acá, lo queramos 
o no lo queramos nosotros, le sucede la noche; en cambio la 
tiniebla no conoce aquel rayo de luz, pues la luz brilla en las 
tinieblas, mas las tinieblas no la comprendieron 9.
Así pues, el mundo no es tan resplandeciente después de 
alzarse el rayo solar, como brilla y refulge el alma después de 
recibir la gracia del Espíritu. 
Y aprende con mayor exactitud la naturaleza de las cosas: 
mientras es de noche, efectivamente, y todo está oscuro, 
muchas veces uno, al ver una cuerda, la toma por una 
serpiente, o al acercársele un amigo, huye de él creyéndolo un 
enemigo, o al percibir cualquier ruido, se asusta; en cambio, 
mientras es de día, no podría ocurrir nada semejante, al 
contrario, todo aparece como es. 
Esto mismo sucede también con nuestra alma. 
Efectivamente, en cuanto la gracia llega y expulsa la oscuridad 
de la mente, aprendemos la exacta realidad de las cosas, y los 
antiguos temores se nos hacen fácilmente despreciables: ya no 
tememos a la muerte después de haber aprendido, a lo largo de 
esta sagrada iniciación a los misterios, que la muerte no es 
muerte, sino sueño y dormición pasajeros; ni tememos ya la 
pobreza, la enfermedad o cualquier otra cosa de éstas, porque 
sabemos que estamos caminando hacia una vida mejor, intacta, 
incorruptible y libre de cualquier imperfección parecida. 

2. Por consiguiente, no nos quedemos embobados ante las 
cosas mortales, ni por los placeres de la mesa ni por el lujo de 
los vestidos: en realidad tienes un vestido incomparable, tienes 
una mesa espiritual, tienes la gloria de arriba, y Cristo se hace 
todo para ti: mesa, vestido, casa, cabeza y raíz. 
Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de 
Cristo estáis vestidos 11 ¡mira cómo se hizo vestido para ti! 
¿Quieres saber cómo se hizo también mesa para ti? Quien 
me come -dice-, igual que yo vivo para el Padre, también él 
vivirá por mí 12. 
Y que también para ti se hace casa: El que come mi carne, 
en mi permanece y yo en él 13. 
Y que se hace raíz, lo dice también: Yo soy la vid, vosotros 
los sarmientos 14. 
Y que se hace hermano, amigo y esposo: Ya no os llamo 
más siervos, porque vosotros sois mis amigos 15. 
Y Pablo, por su parte: Os he desposado a un solo mando, 
para presentaros a Cristo como virgen intacta 16; y además: 
Para que él sea el primogénito entre muchos hermanos ]7. 
Y no solamente nos hemos convertido en hermanos suyos, 
sino también en hijos, pues dice: Mira, yo y los hijos que Dios 
me dio 18; y no sólo esto, sino también sus miembros y su 
cuerpo 19. 
Efectivamente, como si no bastara lo dicho para demostrar el 
amor y la benevolencia de que ha hecho gala para con 
nosotros, añadió todavía algo mucho mejor y más íntimo que lo 
anterior, al llamarse a sí mismo cabeza nuestra 20. 

Necesidad de una conducta ejemplar

Puesto que ya sabes todo esto, querido, corresponde a tu 
bienhechor con una conducta inmejorable, y después de 
reflexionar sobre la grandeza del sacrificio, embellece los 
miembros de tu cuerpo. 
Piensa en lo que recibes en tu mano, y jamás la levantes 
para golpear a alguien, y no mancilles con semejante pecado 
21 la mano enaltecida con un don tan grande. 
Piensa en lo que recibes en tu mano, y consérvala limpia de 
toda avaricia y rapiña. 
Piensa que no solamente lo recibes en tu mano, sino que 
también te lo llevas a la boca: guarda, pues, tu lengua limpia de 
palabras torpes e insolentes, de blasfemia, de perjurio y de todo 
lo demás de análoga ralea. 
Realmente es pernicioso que la lengua, que está al servicio 
de tan tremendos misterios, enrojecida con tal sangre y 
convertida en espada de oro, sea transferida al servicio del 
ultraje, de la insolencia y de la chocarrería. 
Ten en gran respeto el honor con que Dios la honró, y no la 
rebajes a la vileza del pecado, antes bien, reflexiona una vez 
más que, después de la mano y de la lengua, es el corazón 
quien recibe ese tremendo misterio, y nunca más urdas 
engaños contra tu prójimo, sino guarda tu mente limpia de toda 
maldad, y así podrás también asegurar tus ojos y tu oído. 
Pues, ¿cómo no va a ser absurdo, después de aquella 
misteriosa voz que venía del cielo -quiero decir la de los 
querubines- ensuciar el oído con cantos de burdel y cascadas 
melodías? Y, ¿cómo no va a ser digno del último castigo mirar a 
las rameras con los mismos ojos con que miras los inefables y 
tremendos misterios, y cometes adulterio de pensamiento? 
A una boda fuiste convidado, querido, no vayas a entrar 
vestido con ropa mugrienta, al contrario, ponte un traje 
adecuado para la boda. Porque, si los hombres convidados a 
las bodas terrenales, aunque sean los más pobres del mundo, 
muchas veces alquilan o se compran un vestido limpio, y así se 
presentan a los que les invitaron, tú, convidado a una boda 
espiritual y a un banquete regio, piensa qué vestido tan 
extraordinario sería justo que compraras. Pero hay más: ni 
siquiera es preciso comprarlo, sino que el mismo que te invita te 
lo da gratis, para que ni la pobreza puedas presentar como 
pretexto. 
Por consiguiente, conserva el mismo vestido que recibiste, 
porque, si lo pierdes, en adelante no podrás ya ni alquilarlo ni 
comprarlo, pues tal vestido no se vende en parte alguna. 
¿Oíste cómo sollozaban los que habían sido iniciados 
anteriormente en los misterios y cómo se golpeaban el pecho, 
porque entonces la conciencia los estimulaba? Mira, pues, 
querido, no tengas tú que padecer eso mismo. Pero, ¿cómo no 
vas a padecerlo, si no echas fuera la pésima costumbre del 
mal? 

La corrección de las faltas

Por esta razón os dije recientemente, y os digo ahora y no 
cesaré de repetirlo: si alguno no ha rectificado los fallos de las 
costumbres y no ha conseguido facilidad en la virtud, que no se 
bautice. 
Efectivamente, los pecados anteriores puede perdonarlos el 
baño bautismal, pero existe un temor no pequeño y un peligro 
no casual de que alguna vez volvamos a las andadas y el 
remedio se nos mude en llaga, porque, cuanto mayor fue la 
gracia, tanto mayor será el castigo para los que pecan después 
de aquello. 

3. Por consiguiente, para no volver al prístino vómito 22, 
tratemos de instruirnos a nosotros mismos ya desde ahora. 
Pues bien, respecto de que es necesario que primero nos 
convirtamos y nos apartemos de los males anteriores y así nos 
acerquemos a la gracia, escucha lo que dicen, de una parte, 
Juan, y de otra, el primero de los apóstoles, a los que van a 
bautizarse. Aquél, efectivamente, dice: Dad fruto digno de la 
conversión, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: 
Tenemos por padre a Abrahán 23: Este otro, por su parte, 
repetía a los que le preguntaban: Convertíos, y cada uno de 
vosotros se bautice en el nombre del Señor Jesucristo 24. 
Ahora bien, el que se convierte ni siquiera toca ya las 
mismas cosas de las que se ha convertido, y por esta razón se 
nos manda decir: «Renuncio a ti, Satanás», para que no 
tornemos a él ya más. 
Lo mismo, pues, que ocurre con los pintores, que suceda 
también ahora. Éstos, efectivamente, después de ponerse ante 
la tabla, de trazar blancas líneas y de esbozar las regias 
imágenes, antes de aplicar los colores definitivos, con toda 
libertad borran unas cosas y sustituyen otras, y así enmiendan 
los errores y cambian lo que estaba mal. Pero después que han 
dado el color, ya no son dueños de volver a borrar y repintar, 
porque esto dañaría la belleza de la imagen y seria motivo de 
reproche. 
Haz también tú lo mismo: piensa que el alma es para ti una 
imagen. Por lo tanto, antes de darle el verdadero color del 
Espíritu, borra las malas costumbres que han prendido en ti: si 
tienes la costumbre de jurar, de mentir, de injuriar, de hablar 
obscenidades, de hacer ridiculeces o de cualquier otra obra 
parecida, de las que no son lícitas, arráncate esa costumbre, 
para que no vuelvas otra vez a ella después del bautismo. 
El baño del bautismo elimina los pecados: tú enmienda la 
costumbre, para que, una vez dados los colores y con la regia 
imagen ya en todo su esplendor, no tengas que borrar ya más, 
ni producir heridas o cicatrices en la belleza que Dios te ha 
dado. 
Reprime, pues, tu ira, apaga tu furor, y si alguien te 
perjudica, si te ultraja, llóralo a él; tú no te sulfures, conduélete, 
no te encolerices ni digas: «¡En el alma me ha perjudicado!». 
No hay nadie que sea perjudicado en el alma, a no ser que 
nosotros mismos nos perjudiquemos en el alma, y voy a decirte 
de qué forma. 
¿Alguien te robó la hacienda? No te perjudicó en el alma, 
sino en los bienes; pero, si tú guardas rencor, te perjudicas a ti 
mismo en el alma, porque en realidad los bienes robados en 
nada te dañaron, más bien te favorecieron; en cambio tú, si no 
depones tu ira, darás cuentas allá de este rencor. 
¿Alguien te insultó y te ultrajó? Tampoco te perjudicó en el 
alma, ni siquiera en el cuerpo. ¿Tú devolviste insultos y 
ultrajes? Tú te perjudicaste a ti mismo en el alma, y allá tendrás 
que dar cuentas de las palabras que dijiste. 
Y sobre todo quiero que vosotros sepáis esto: al cristiano y 
fiel nadie puede perjudicarle en el alma, ni el mismo diablo. 
Pero lo admirable no es únicamente esto: que Dios nos hizo 
inexpugnables frente a todas las insidias, sino también que nos 
hizo aptos para la práctica de la virtud, sin que nada lo impida, 
con tal de quererlo nosotros, aunque seamos pobres, débiles 
de cuerpo, marginados, sin nombre o esclavos. 
Efectivamente, ni pobreza, ni enfermedad, ni manquedad 
corporal, ni esclavitud, ni cualquier otra cosa parecida podría 
nunca ser impedimento para la virtud. 
¡Y qué digo pobre, esclavo y sin nombre! ¡Aunque estés 
prisionero! Tampoco esto te será impedimento para la virtud. 
¿Y cómo? Voy a decírtelo yo. ¿Uno de tus domésticos te 
contristó y te irritó? ¡Ahórrale tu ira! ¿Acaso para hacer esto 
tuviste como impedimento tus cadenas, tu pobreza o tu baja 
condición? ¡Y qué digo impedimento! ¡Incluso te ayudan y 
cooperan contigo para abajar tus humos! 
¿ Que ves a otro en pleno éxito ? No lo envidies, porque ni 
siquiera aquí es impedimento la pobreza. 
Por otra parte, cuando hayas de orar, hazlo con la mente 
sobria y despierta, que nada podrá tampoco impedirlo. 
Muestra en todo mansedumbre, equidad, moderación, 
dignidad, porque esto no necesita de ayudas externas. Y esto 
sobre todo es lo más grande de la virtud: que no tiene 
necesidad de la riqueza, ni del poder, ni de la gloria, ni de 
cualquier otra cosa parecida, sino únicamente del alma 
santificada, y no busca más. 
Pero mira cómo esto mismo sucede también con la gracia. 
Efectivamente, aunque uno esté cojo, aunque tenga vacías las 
cuencas de los ojos y mutilado el cuerpo, y aunque haya caído 
en extrema enfermedad, nada de esto impide a la gracia venir: 
ésta busca únicamente al alma que la acoge con diligencia, y 
deja de lado todas esas cosas externas.
Es cierto que, en los soldados de fuera, quienes los alistan 
para el ejército buscan talla corporal y músculo vigoroso, pero 
quien ha de servir como soldado no debe tener solamente eso, 
sino que además ha de ser libre, porque, si uno es esclavo, lo 
rechazan. En cambio el rey de los cielos no busca nada 
parecido, antes bien, admite en su ejército incluso esclavos, 
viejos e inválidos, y no se avergüenza de ello. ¿Qué puede 
haber de más bondadoso y de mayor provecho que esto? 
Porque éste busca únicamente lo que está en nuestra mano, en 
cambio aquellos buscan lo que no está en nuestra mano. 
Efectivamente, el ser esclavo o libre no está en nuestro 
poder; y tampoco está en nuestra mano el ser alto, bajo o viejo, 
el estar bien proporcionado y cuanto se quiera de parecida 
índole. En cambio, el ser clemente y benigno y tener las demás 
virtudes es cosa de nuestra voluntad. Y Dios nos exige 
únicamente aquello de que nosotros somos dueños. Y con 
muchísima razón, pues no nos llama a su gracia para su propio 
provecho, sino por hacernos bien a nosotros, mientras que los 
reyes llaman para servicio suyo. Estos, además, arrastran a una 
guerra material, en cambio Él a un combate espiritual. 
Puede ser que alguno vea la misma relación de semejanza 
no solo en las guerras externas, sino también en las 
competiciones. Efectivamente, los que van a ser arrastrados a 
dar el espectáculo no bajan a la liza antes de que el heraldo los 
haya cogido y hecho circular a la vista de todos mientras va 
diciendo a voz en grito: «¿Acaso alguien acusa a éste?» Y sin 
embargo, allí no se trata de luchas del alma, sino de los 
cuerpos: ¿por qué, pues, exiges dar cuentas de la nobleza? 
Pero aquí no hay nada parecido, sino todo lo contrario. 
Como quiera que nuestra lucha no consiste en trabarse las 
manos, sino en la sabiduría 26 del alma y en la virtud de la 
mente, nuestro juez de competición hace lo contrario de aquél: 
no lo coge y lo conduce alrededor mientras va gritando: 
«¿Acaso alguien acusa a éste?, sino que grita: «¡Aunque los 
hombres todos, y aunque los demonios apiñados con el diablo 
le acusen de las mayores y más ocultas atrocidades, yo no lo 
rechazo, ni abomino de él, sino que, después de arrancarlo a 
los acusadores y de librarlo del mal, lo conduzco a la 
competición!» Y no sin razón, pues allí el árbitro no ayuda a 
ninguno de los luchadores a lograr la victoria, sino que se 
mantiene en el medio; en cambio, aquí, en los combates de la 
piedad, el juez de competición se convierte en camarada y 
coadyuvador de los atletas, y junto con ellos entabla la batalla 
contra el diablo. 

4. Pero lo admirable no es únicamente el hecho de que nos 
perdona los pecados, sino también que no los descubre, ni los 
pone en evidencia, ni a los que llegan los obliga a pregonar en 
medio las faltas propias, sino que manda defenderse ante Él 
sólo y confesarse a Él. 
Ciertamente, si uno de los jueces de este mundo 27 dijese a 
un bandolero o a un ladrón de tumbas, apresados, que con sólo 
declarar sus fechorías quedarían libres del castigo, acogerían 
la propuesta con toda diligencia y por el deseo de salvarse 
despreciarían todo sentimiento de vergüenza. Aquí, sin 
embargo, no hay nada de esto, al contrario, Dios perdona los 
pecados y no obliga a exponerlos en presencia de algunos, sino 
que busca solamente una cosa: que quien disfruta del perdón 
aprenda la grandeza del don. 
¿Cómo, pues, no va a ser absurdo que en las cosas en que 
nos hace el bien Él se contente únicamente con nuestro 
testimonio, y nosotros en cambio, cuando se trata de rendirle 
culto a Él, busquemos otros testigos y lo hagamos por 
ostentación? 
Por consiguiente, admiremos su benevolencia y mostremos 
abiertamente lo nuestro, y lo primero de todo refrenemos el 
ímpetu de nuestra lengua para no estar hablando 
constantemente, ya que en las muchas palabras no falta el 
pecado 28. 
Si tienes, pues, algo útil que decir, abre tus labios; pero si en 
nada es necesario, cállate, porque es lo mejor. 
¿Eres artesano? Canta salmos mientras estás sentado. 
¿Que no quieres salmodiar con la boca? Hazlo con la mente: el 
salmo es un gran compañero de conversación. Y con ello no 
tomarás sobre ti nada pesado, antes bien, podrás estar sentado 
en tu taller como en un monasterio, pues no es la comodidad de 
los lugares, sino la probidad de las costumbres, la que 
proporcionará la tranquilidad. 
Lo cierto al menos es que Pablo ejerció su oficio en el taller 
y no sufrió daño alguno en su propia virtud 29.
Por consiguiente no digas: «¿Cómo podré yo ejercer la 
sabiduría 30, pues soy artesano y pobre?» ¡Por esta razón 
sobre todo podrás ejercerla! Para nosotros, en orden a la 
piedad, es más conveniente la pobreza que la riqueza y el 
trabajo que la ociosidad, del mismo modo que la riqueza se 
torna impedimento para los que no andan con cuidado. 
Efectivamente, cuando sea preciso abandonar la ira, apagar 
la envidia, refrenar la cólera; cuando sea menester demostrar la 
oración, la honradez, la mansedumbre, la benevolencia y el 
amor, ¿en qué punto podría ser obstáculo la pobreza? 
Y es que, realmente, no es posible realizar todo eso 
repartiendo dinero, sino demostrando una voluntad recta. La 
limosna es la que más necesita de bienes, pero también ella 
resplandece todavía más con la pobreza, pues la que echó los 
dos óbolos 31 era la más pobre de todos, pero a todos 
sobrepasó. 
Por consiguiente, no consideremos la riqueza como algo 
grande, ni pensemos que el oro es mejor que el barro, porque 
el valor de la materia no depende de la naturaleza, sino de 
nuestra opinión. 
Efectivamente, para quien lo examine con rigor, el hierro es 
mucho más necesario que el oro, pues éste no aporta ventaja 
alguna para la vida, y en cambio aquél, por servir para 
incontables oficios, nos ha proporcionado la mayor parte de lo 
necesario. 
¿Y por qué comparar solamente el oro y el hierro? Estas 
mismas piedras son mucho más necesarias que las piedras 
preciosas pues de éstas nada útil podría salir, en cambio con 
aquellas se han levantado casas, murallas y ciudades. 
Y tú muéstrame cual podría ser la ganancia proveniente de 
estas perlas, o más bien, qué daño no podría derivarse, porque 
incluso para que tú luzcas un solo aljófar, innumerables pobres 
sufren la angustia del hambre: por tanto, ¿qué disculpa 
obtendrás?, ¿qué perdón? 

El verdadero adorno de la mujer

¿Quieres adornar tu rostro? Que no sea con perlas, sino con 
modestia y decoro, y así el marido verá un semblante más 
placentero. Efectivamente, aquel adorno suele hacer caer en 
sospechas de celos, en enemigas, en contiendas y en 
rivalidades; ahora bien, nada más desagradable que un rostro 
sospechoso. En cambio, el adorno de la limosna y de la 
modestia destierra toda mala sospecha y se atraerá al cónyuge 
con mayor vehemencia que cualquier otro vínculo. 
En realidad la naturaleza de la belleza no hace tan hermoso 
al semblante como la disposición anímica del que lo contempla, 
y a su vez, nada suele crear esta disposición como la modestia 
y el decoro. 
Tanto es así que, si una mujer es hermosa, pero su marido le 
tiene inquina, a él le parecerá la más fea de todas; en cambio 
otra, si ocurre que no es de buen ver, pero gusta a su marido, a 
él le parecerá la más hermosa de todas, y es que los juicios se 
basan, no en la naturaleza de las cosas vistas, sino en la 
disposición anímica de los que miran. 
Embellece, pues tu semblante con la modestia, el decoro, la 
limosna, la benignidad, el amor, la amistad para con el marido, 
la equidad, la mansedumbre, la resiguación: éstos son los 
colores de la virtud; gracias a ellos, te atraerás como íntimos a 
los ángeles, no a los hombres; gracias a ellos tienes a Dios 
mismo como panegirista, y cuando Dios se dé por satisfecho, 
también al marido te lo aplacará por completo. 
Efectivamente, si la sabiduría de un hombre ilumina su 
rostro, mucho más la virtud de una mujer ilumina su semblante 
32. 
Pero si tú piensas que este adorno es algo grande, dime: 
¿Qué provecho sacarás de estas perlas aquel día? 
¿Y qué necesidad tenemos de hablar de aquel día, si todo 
eso lo podemos demostrar por el presente? 
Es el caso, pues, que cuando los supuestamente culpables 
de insolencia contra el emperador eran arrastrados hasta el 
tribunal y corrían peligro de la máxima pena, entonces sus 
madres y sus mujeres se desprendían de los collares, del oro, 
de las perlas, de todo adorno y de las doradas vestimentas; se 
ponían un vestido sencillo y vulgar, se encenizaban y se 
echaban a rodar por el suelo ante las puertas del tribunal, y así 
intentaban ablandar a los jueces. Pues bien, si en los tribunales 
de acá el oro, las perlas y el vestido suntuoso pueden 
convertirse en asechanza y traición, y en cambio la equidad, la 
mansedumbre, la ceniza, las lágrimas y los vestidos vulgares se 
ganan mejor al juez, con mucha mayor razón ocurrirá esto 
mismo en aquel incorruptible y tremendo juicio. 
Porque, dime, ¿qué razón vas a exponer, qué disculpa, 
cuando el Señor te acuse por estas perlas y saque a la vista 33 
a los pobres acabados por el hambre? Por esto decía Pablo: 
Sin trenzas en el pelo, sin oro, sin perlas ni trajes suntuosos 34. 

De aquí, en efecto, podría seguirse la asechanza: podríamos 
disfrutar continuamente de ello, pero, con la muerte nos llegará 
la separación total. 
En cambio, de la virtud se sigue toda seguridad y ninguna 
mudanza ni defección, al contrario, aquí nos hace aún más 
seguros, y allá nos acompaña. 
¿Quieres adquirir perlas y no ser nunca despojado de esta 
riqueza? 
Arráncate todo adorno y deposítalo en las manos de Cristo 
por medio de los pobres; Él te guardará toda la riqueza para 
cuando haya resucitado a tu cuerpo con gran claridad, y 
entonces te otorgará una mejor riqueza y un adorno mayor, 
tanto al menos cuanto éste de ahora es vulgar y despreciable. 
Piensa, pues, a quién quieres agradar y por quiénes te has 
envuelto en estos adornos: ¿para que, al verte, se maravillen el 
cordelero, el fundidor de bronce y el mercachifle? ¿Y no te 
avergüenzas luego ni te sonrojas de mostrarte a ellos y de 
hacer todo por los mismos a los que ni siquiera consideras 
dignos de tu saludo? 

La renuncia a Satanás

¿Cómo, pues, te burlarás de esta fantasía? Si recuerdas 
aquella palabra que pronunciaste al ser iniciada en los 
misterios: «Renuncio a ti, Satanás, a tu pompa y a tu culto»: tu 
manía por adornarte con perlas es, efectivamente, pompa 
satánica. 
Recibiste oro, en efecto, mas no para encadenar tu cuerpo, 
sino para liberar y alimentar a los pobres. 
Di, pues, continuamente: «Renuncio a ti, Satanás»: nada 
más seguro que esta palabra, si la demostramos por medio de 
las obras. 

5. Esta palabra la considero digna de que la aprendáis 
también vosotros, los que estáis a punto de ser iniciados en los 
misterios, porque esta palabra es un pacto con el Señor. 
Y de igual modo que nosotros, al comprar esclavos 35, antes 
que nada preguntamos a los mismos que nos son vendidos si 
quieren ser esclavos nuestros, así también procede Cristo: 
cuando va a tomarte a su servicio, primero pregunta si quieres 
abandonar a aquel amo inhumano y cruel, y te acepta el pacto: 
su señorío, en efecto, no es forzado. 
Y mira la bondad de Dios: nosotros, antes de pagar el precio, 
preguntamos a los que son vendidos y, cuando ya nos hemos 
informado de que sí quieren, entonces abonamos el precio; 
Cristo en cambio no obra así, al contrario, pagó ya el precio por 
nosotros: su preciosa sangre: Por precio fuisteis comprados 36, 
dice efectivamente. Y sin embargo, ni aun así fuerza a los que 
no quieren servirle, antes bien, dice: «Si no te sientes 
agracecido ni quieres tampoco por tu propia iniciativa y 
voluntariamente inscribirte en mi dominio, yo no te obligaré ni te 
forzaré». 
Por otra parte, nosotros no elegiríamos comprar esclavos 
malos, y si alguna vez lo elegimos, los compramos por una mala 
elección y pagamos el precio correspondiente. Cristo en 
cambio, a pesar de comprar unos siervos ingratos e inicuos, 
pagó el precio de un esclavo de primera calidad, más aún, un 
precio mucho mayor, tan mayor que ni la palabra ni el 
pensamiento pueden mostrar su grandeza, pues, en efecto, Él 
no nos compró dando el cielo, la tierra y el mar, sino pagando 
de lo que es más precioso que todas estas cosas: su propia 
sangre. Y después de todo esto, no nos exige testigos ni 
documento escrito, sino que se da por contento con sólo tu voz, 
e incluso si dices mentalmente: «Renuncio a ti, Satanás», y a tu 
pompa», todo lo acepta. 
Digamos, pues, esto: «Renuncio a ti, Satanás», como 
quienes han de dar aquel día razón y cuenta de esta palabra, y 
guardémosla para que entonces podamos devolver sano y 
salvo este depósito. 
Ahora bien, pompa satánica son los teatros, los hipódromos 
y todo pecado, y los horóscopos 37, augurios y presagios. 
¿Y qué son, pues, los presagios? -dice. 
Muchas veces algunos, al salir de casa, ven un hombre 
ojituerto o cojo, y lo toman como un presagio. Esto es pompa 
satánica, ya que el encontrarse con un hombre no hace que el 
día sea malo, sino el vivir en pecado. 
Por consiguiente, cuando salgas, guárdate de una sola cosa: 
que el pecado tope contigo, porque éste es el que nos hace 
caer, y sin él, en nada podrá dañarnos el diablo. 
¿Qué estás diciendo? Ves a un hombre, y lo toman como un 
presagio, ¿y no ves la trampa diabólica: cómo te excita a la 
guerra contra alguien que ningún mal te ha hecho, cómo te 
vuelve enemigo de tu hermano, sin causa justa alguna? 
Y sin embargo, Dios mandó amar incluso a los enemigos 38; 
tú en cambio, aun sin tener de qué acusarlo, ¿aborreces al que 
en nada te ha perjudicado, y no piensas la risa que das, ni cuán 
grande es la vergüenza, más aún, el peligro? 
¿Te digo otro presagio más ridículo todavía? Me avergüenza 
y me sonroja decirlo, pero me veo obligado a ello por vuestra 
salvación. 
Si uno se encuentra, dice, con una virgen, el día será un 
fracaso, pero, si se topa con una ramera, el día será favorable, 
provechoso y repleto de negocios. 
¿Os ocultáis, os golpeáis la frente y de verguenza bajáis la 
vista hacia el suelo? ¡Pero no ahora, al decir yo estas palabras, 
sino al ponerlas vosotros por obra! 
Mira, pues, cómo también aquí el diablo ocultó el engaño, 
para hacernos aborrecer a la que es casta y en cambio saludar 
y amar a la disoluta: puesto que oyó a Cristo decir: El que fija su 
mirada en una mujer para desearla, ya adulteró en su corazón 
39, y vio a muchos sobreponerse a la incontinencia, cuando 
quiso hacerles recaer en el pecado por otro camino, gracias a 
este presagio los convenció para que fijasen complacidos su 
atención en las rameras. 
AMULETOS/HECHIZOS  
¿Y qué podría decirse de los que se sirven de hechizos y amuletos, 
y de los que se atan en torno a la cabeza y los pies monedas de 
bronce de Alejandro el Macedonio? ¿Son éstas, dime, nuestras 
esperanzas: que después de la cruz y de la muerte del Señor, 
tengamos en la imagen de un rey griego la esperanza de la 
salvación ? 
¿No sabes cuántas cosas llevó felizmente a cabo la cruz? 
Abolió la muerte, extinguió el pecado, hizo inútil el infierno, 
destruyó el poder del diablo, ¿y no es de fiar para la salud del 
cuerpo? Hizo revivir a toda la tierra habitada, ¿y tú no confías 
en ella? Entonces, ¿de qué serías digno tú? -dime. Te rodeas 
no sólo de amuletos, sino también de hechizos, cuando 
introduces en tu casa a viejas borrachas y alocadas, ¿y no te 
avergüenzas ni te sonrojas de perder el seso por esto, después 
de tan gran sabiduría? Y lo que es más grave que el mismo 
error: cuando nosotros amonestamos sobre esto y tratamos de 
persuadirles, ellos creen disculparse diciendo: «La mujer que 
hace el hechizo es cristiana y no pronuncia otra cosa que el 
nombre de Dios». 
Pues precisamente por eso la odio y aborrezco tanto, porque 
se vale del nombre de Dios para la insolencia, porque dice ser 
cristiana, pero ostenta las obras de los gentiles. 
Por lo demás, también los demonios pronunciaban el nombre 
de Dios, pero seguían siendo demonios, y así decían a Cristo: 
Sabemos quién eres, el Santo de Dios 40, y sin embargo, Él los 
increpó y los expulsó. 
Por todo ello os exhortó a purificaros de este engaño y a 
tener como báculo 41 esta palabra; y así como ninguno de 
vosotros querría bajar a la plaza sin sandalias o sin vestido, así 
tampoco bajes nunca a la plaza sin esta palabra, antes bien, 
cuando estés a punto de cruzar el portón del atrio, pronuncia 
primero esta palabra: «¡Renuncio a ti, Satanás, y a tu pompa y 
a tu culto, y me junto contigo, oh Cristo!». Y nunca salgas sin 
esta palabra: ella será para ti báculo, armadura y torre 
inexpugnable. 
Y junto con esta palabra, traza también la cruz en tu frente, 
porque de esa manera, no sólo un hombre que te sale al 
encuentro no podrá dañarte en nada, pero es que ni el mismo 
diablo siquiera, pues por todas partes te ve aparecer con estas 
armas. 
Y en esto edúcate a ti mismo ya desde ahora, para que, 
cuando recibas el sello, seas un soldado bien preparado y, 
después de erigir un trofeo 42 contra el diablo, recibas la 
corona de la justicia, la que ojalá todos nosotros podamos 
alcanzar, por la gracia y la bondad de nuestro Señor Jesucristo, 
con el cual se dé la gloria al Padre, junto con el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén. 
.................................................
2. Cf. Flp 3, 13. 
3. Sal 94, 8 (la versión de los Setenta, seguida siempre por san Juan 
Crisóstomo, entendió el hebreo meribá, no como nombre propio de la 
localidad desértica de Meribá, según el relato de Nm 20, 1-13, sino como 
nombre común, parapikrasmós, equivalente a exacerbación, irritación, 
riña, exasperación). 
4. Flp 3, 13-14. 
5. Jb 1, 1. 
6. Ibid. 
7. Este «otro» (sobreentendido «autor») es el Qohélet 12, 13. 
8. Cf. Mt 10. 42. 
9. Jn 1, 5. 
11. Ga 3, 27. 
1 2. Jn 6, 57. 
13. Jn 6, 56. 
14. Jn 15, 5. 
15. Jn 15, 14-15. 
16.2 Co 11, 2. 
17. Rm 8, 29. 
18. Is 8, 18. 
19. Cf. 1 Co 12, 27. 
20. Cf. Ef. 1, 22. 
21. Literalmente «con el pecado del golpe», del bofetón.
22. Nótese el realismo de la expresión. 
23. Lc 3, 8: la expresión es de Juan el Bautista.
24. Hch 2, 38: la expresión es de Pedro. 
26. Literalmente «en la filosofía del alma», pero el término «filosofía», 
tiene en san Juan Crisóstomo -como en los demás escritores cristianos- 
un significado completamente distinto del moderno.
27. Traduzco así ton exothen, expresión familiar a san Juan 
Crisóst:omo y que literalmente significa «los de fuera, foráneos»; para él 
los no cristianos. 
28. Pr 10, 19. 
29. Cf. Hch 18, 3. 
30. Para el uso del término (philosophein), cf. supra n. 26. 
31. Cf. Lc 21, 3-4. 
32. Cf. Qo 8, 1. 
33. Literalmente «saque al medio». 
34. 1 Tm 2,9.
35. En tiempos de san Juan Crisóstomo no se había eliminado aún del 
todo la condición servil, ni se había integrado plenamente en la nueva 
concepción cristiana de la persona, libre en el ámbito de la sociedad a 
que pertenece. 
36.1 Co 7,23. 
37. Literalmente «examen y observación de los días», fastos o 
nefastos. 
38. Cf. Mt 5, 44ss.
39. Mt 5, 28. 
40. Cf. Mc 1, 24. 
41. Es decir, como apoyo para la conducta. 
42. Esto es, después de vencerle: el trofeo, monumento de victoria, lo 
erigía el vencedor allí donde el enemigo, vencido, volvía la espalda y 
huía.