1.1. Conviene empezar con el primero y más importante capítulo sobre el Dios Demiurgo que hizo el cielo, la tierra y todas las cosas que en ellos existen (Ex 20,11), al que esos blasfemos llaman <<fruto de la penuria>>. [710] Probaremos que nada hay por encima de él ni fuera de él, sino que él hizo todas las cosas según su proyecto y libre voluntad, pues es el único Dios, el único Señor, el único Creador, el único Padre y el único que contiene en sí todas las cosas y da la existencia a todas ellas.
1.2. ¿Cómo sería posible que existiese sobre él otra Plenitud, o Principio, o Potestad, u otro Dios, siendo necesario que Dios, la Plenitud (Pléroma) de todas las cosas, las contenga en su inmensidad y por ninguna sea contenido? Pues si alguna cosa existiese fuera de él, ya no sería Plenitud de todas las cosas, ni las contendría todas: pues a dicha Plenitud o a ese Dios le faltaría lo que ellos dicen existiría fuera de él. Pues aquello a lo que le falta o se le quita a algo, no puede ser Plenitud de todas las cosas.
Más aún, un tal ser tendría un comienzo, un medio y un fin respecto a aquellos que existirían fuera de él. Pues si tuviera un término en relación con los seres de acá abajo, también tendría un principio en relación con los seres de arriba. Y lo mismo sucedería por fuerza en relación con las otras partes: quedaría contenido desde fuera, determinado e incluido en ella; porque un término exterior por fuerza circunscribe y circunda lo que termina en él. Según dicen ellos, hay un Padre universal, al que también llaman Protoser y Protoprincipio, junto con el que ellos pretenden ser el Pléroma, el cual, como el Dios bueno de Marción, ha sido creado, incluido y circundado por otro Principio, que necesariamente será mayor que él: puesto que aquello que contiene es mayor que el contenido. Pero si es mayor, entonces también es más poderoso y más señor; pues aquel que es mayor, más poderoso y más señor, es Dios.
1.3. Y como según ellos existe alguna región fuera del Pléroma, a la cual habría emigrado la Potencia superior descarriada[149], esta región o necesariamente contiene lo que es externo al Pléroma y aun el Pléroma mismo -de otra manera no estaría fuera del Pléroma: pues si algo quedara fuera del Pléroma, por el mismo hecho de estar fuera [711] sería él mismo Pléroma, y así el Pléroma de ellos quedaría contenido en el Pléroma exterior; y entonces junto con el Pléroma también quedaría contenido el primer Dios-; o deben postular que ambos distan infinitamente y están separados entre sí, quiero decir el Pléroma y lo que queda fuera de él. Pero, si aceptan esto último, en consecuencia deben afirmar un tercer elemento que separe infinitamente a su Pléroma de aquello que existe fuera de él. Dicho tercer elemento tendría que rodear y contener ambas realidades, y ser mayor que el Pléroma y lo que existe fuera, puesto que debería contener ambos en su seno.
De este modo nuestro discurso tendría que prolongarse hasta el infinito, sobre cosas contenidas y cosas que contienen. Si este elemento tercero comienza en el mundo superior y termina en el inferior, se sigue que también ha de estar limitado por los costados, sea que tenga principio o término en otras realidades laterales. En tal caso las realidades que quedan arriba, abajo, a un lado y a otro, tendrán necesariamente un comienzo; y así deberemos seguir hasta el infinito. Es la consecuencia de que el pensamiento de ellos no esté firme en un solo Dios; pues, con la excusa de seguir buscando, van a parar en aquello que no existe y se separan del Dios verdadero.
1.4. De modo semejante procedemos contra las invenciones de los marcionitas. Sus dos dioses quedan delimitados y definidos, separados entre sí por una distancia infinita. Según esta teoría habría que imaginar muchos dioses infinitamente distanciados en todas las direcciones, y unos darían origen y limitarían a los otros mutuamente. La razón en la que se apoyan para hipotizar un Pléroma o un Dios superior al Creador del cielo y de la tierra, es la misma que se puede usar para suponer que sobre su Pléroma hay otro Pléroma, y sobre este segundo un tercero, [712] y sobre su Abismo otro Abismo divino, e igualmente para deducir otros más a cada uno de los lados. De esta manera su teoría tendría que prolongarse hasta el infinito, y sería imperioso imaginar perpetuamente otros Pléromas y Abismos, sin poner nunca un término, pues habría que buscar siempre otros nuevos. Ni siquiera se sabría si esas cosas quedarían arriba o abajo de nosotros, y de los mismos que se dicen superiores no se estaría seguro de que queden arriba o abajo. Nada firme o estable habría en nuestra mente, sino que por fuerza ésta siempre estaría fluctuando entre infinitos mundos e indeterminados dioses.
1.5. Si fuese así, cada uno de estos dioses tendría que estar contento y no mezclarse curiosamente con lo que toca a los otros; de otra manera el inferior sería avaro e injusto, y dejaría de ser Dios. Cada uno de los seres creados tendría que dar gloria a su propio Creador, el cual para él sería suficiente y no tendría por qué conocer a otros dioses; de otra manera, condenado justamente por los demás de apostasía, tendría que recibir un proporcional castigo. En consecuencia, por fuerza debe ser uno solo el que contiene todas las cosas, que en aquel ámbito que le pertenece las haya creado todas según su voluntad; o bien admitir muchos creadores y dioses indefinidos, que se limiten entre sí poniéndose principios y términos por todos lados; todos ellos quedarían contenidos dentro de otro mayor, y cada uno quedaría necesariamente delimitado dentro de lo que es suyo, y de este modo ninguno de ellos sería Dios. Pues cada uno de ellos sería defectuoso, pues sólo le tocaría una parte muy pequeña en comparación de todo el resto, y por consiguiente dejaría de existir aun el título de Omnipotente. Este modo de pensar tarde o temprano tendrá que caer en la impiedad.
[713] 2.1. Algunos andan diciendo que Angeles fueron los fabricantes del mundo, o bien otro Demiurgo, que actuaron fuera de los planes del Padre que está sobre todas las cosas. Comienzan por errar cuando afirman que fueron Angeles quienes realizaron tan excelsa obra de la creación, como si los Angeles fuesen más poderosos que Dios; o bien como si éste fuese descuidado, o tuviese necesidad (de ellos), o no se preocupase de lo que se hace en su propio dominio, sea bueno o malo, a fin de impedir o prohibir el mal y de alegrarse y gozarse en el bien. [exclamdown]Nadie hay tan atrevido que atribuya tales cosas a un ser humano que tenga un mínimo de cuidado, mucho menos a Dios!
2.2. En seguida, que ellos nos digan si estas cosas las hicieron en un dominio propio, o en el de otro. Si responden que en dominio ajeno, caerán en todos los absurdos que ya indicamos arriba: su Dios quedaría prisionero de lo que existe fuera de él, lo cual por fuerza tendría que limitarlo. Y si responden que en su propio dominio, también sería una idiotez afirmar, según su teoría, que los Angeles u otro Demiurgo crearon el mundo en dominio propio de Dios, [exclamdown]como si éste no se diera cuenta de lo que sucede en lo que le pertenece, o como si ignorase lo que hacen los Angeles!
2.3. Pero si, como otros opinan, no lo hicieron contra su voluntad o sin que él se diera cuenta, entonces ya no serán los Angeles u otro Demiurgo quienes hicieron el mundo, sino la voluntad de Dios. Pues si éste creó al Demiurgo del mundo y a los Angeles, [714] tambien él será la causa de lo que ellos hicieron, y se concluye que él mismo es el autor del mundo, pues preparó sus causas. Aunque, como opina Basílides, los Angeles hubiesen creado en etapas sucesivas, o lo hubiese hecho un Demiurgo del mundo, si éstos tienen origen en el primer Padre, habrá que hallar la causa de todas las cosas en aquél en quien sus causas tuvieron origen y que emitió toda la serie. Es como en una guerra: al rey se atribuye la victoria, porque él ha dispuesto los medios para conseguirla; y se atribuye la fundación de la ciudad y su construcción a aquel que dispuso los elementos para que se llevara a cabo tal obra que después se ha llevado a cabo. De modo semejante, no decimos que el hacha parte la leña o que la sierra corta la madera; sino que el modo justo de expresarse es decir que los seres humanos parten y cortan con el hacha o la sierra que para ello han fabricado, así como con los instrumentos que han usado para hacerlas. Así pues, dentro de su misma lógica, es claro que al Padre universal debe llamarse el Creador de este mundo, y no a los Angeles o a otro Demiurgo diverso de aquel que dio origen y fue la causa primera que preparó esta obra.
2,4. Tal vez un modo semejante de razonar pueda persuadir más a personas que, no conociendo a Dios, lo imaginan semejante a gente limitada que no puede crear en un instante sino a partir de cosas existentes, y que además necesita muchos instrumentos para fabricar[150]. Pero jamás lo aceptará quien sepa que Dios, sin tener necesidad de nada, creó todas las cosas por su Verbo; que no le hace falta la ayuda de los Angeles para llevar a cabo lo que hace; ni requiere el auxilio de algún Poder muy inferior a él e ignorante del Padre; ni de la penuria o ignorancia, a fin de que empiece a existir el ser humano destinado a conocerlo. Sino que él por sí mismo hizo todas las cosas de modo inefable que nosotros no alcanzamos a comprender, según su proyecto y voluntad. Hizo todos los seres armoniosamente, cada uno según su orden y principio: los seres espirituales, en su orden espiritual e invisible; los que están sobre los cielos, en el celeste; los Angeles en el angélico; los animales en el animal; [715] los que nadan, en el acuático; los terrestres, en la tierra: a cada uno le dio su naturaleza adecuada; porque hizo todas las cosas con su Verbo infatigable.
2.5. Porque ser eminente sobre todas las cosas es lo propio de Dios, y por ello no le hacen falta instrumentos para llevar a cabo la hechura de su creación. Y su Verbo es capaz y suficiente para realizar todas las cosas, como escribió de él su discípulo Juan: <<Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada se ha hecho>> (Jn 1,3). Y en la expresión <<todas las cosas>> está incluido nuestro mundo. Por tanto, éste fue hecho por el Verbo, como dice la Escritura en el Génesis, que Dios hizo por su Palabra todas las cosas que existen en nuestro mundo (Gén 1,3-26). También David lo afirma: <<Porque él lo dijo y fueron hechas; lo mandó y fueron creadas>> (Sal 33[32],9; 148,5). ¿A quién, pues, vamos a creer acerca de la creación del mundo: a esos herejes que hemos mencionado, que mascullan tonterías y contradicciones, o a los discípulos del Señor, a Moisés el fiel siervo de Dios (Núm 12,7) y profeta? Este fue el primero que describió el origen del mundo: [716] <<En el principio Dios hizo el cielo y la tierra>> (Gén 1,1), y en seguida todo el resto. No habló de dioses ni de ángeles.
2,6. Y que este mismo Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, lo dijo el Apóstol Pablo: <<Uno solo es Dios Padre, que está sobre todos, por todos y en todos nosotros>> (Ef 4,6). Ya demostramos anteriormente que existe sólo un Dios; pero aún lo seguiremos probando a partir de las palabras del Señor y de los Apóstoles. Pues ¿a dónde llegaríamos si, dejando las palabras del Señor y de los Apóstoles, prestáramos atención a aquellas que nada sensato pueden decirnos?
3,1. Tan absurdos son su Abismo y su Pléroma como el Dios de Marción. Pues si, como ellos dicen, existiese fuera de él una base a la que ellos llaman <<vacío>> y <<sombra>>, [717] por el mismo hecho tal vacío sería mayor que su Pléroma. Es absurdo, por consiguiente, afirmar que fuera de él hubo algo que contuviese todas las cosas, y que en él las creó otro ser extraño. En tal caso se verían obligados a postular un vacío sin forma, en el cual han sido creados todos los seres del universo, más abajo del Pléroma espiritual. Este espacio sin forma ¿habría existido siendo consciente el Protopadre de las cosas que en el futuro habrían de existir en él, y por lo mismo el Protopadre así lo habría dejado a propósito, o bien sin que él se diera cuenta? Porque si él no se dio cuenta, entonces Dios no conoce de antemano todas las cosas. Ni pueden señalar algún motivo por el cual él habría dejado ese lugar vacío a propósito durante tanto tiempo. Mas si él conocía de antemano y tenía en su mente la creación que debía llevar a cabo en el futuro, entonces él mismo la realizó, una vez que la hubo concebido en sí mismo.
3,2. Dejen, pues, de andar pregonando que algún otro creó el mundo; pues cuando Dios lo concibió en su mente, se hizo lo que él había concebido. Porque es imposible que un ser haya concebido en su mente, y otro realizado lo que el primero había concebido. Y según esos herejes: ¿Dios ha concebido en su mente un mundo eterno o temporal? En ambos casos su respuesta no es digna de fe. Porque si desde siempre concibió en su mente los seres espirituales e invisibles, entonces éstos serían eternos. Mas si el mundo es tal como es, aquel que lo había concebido tal como es, él mismo lo habría hecho tal cual es; o sea, que en la mente del Padre ya habría estado determinado que existiese [718] tal y como lo había concebido: compuesto, mudable y pasajero. Pero en este caso, si el mundo es tal como el Padre lo había planeado por sí mismo, entonces queda plenamente ratificada la creación por obra del Padre. Y si fue planeado por la mente del Padre de todas las cosas, y llevado a cabo exactamente como había sido concebido, entonces decir que el mundo es fruto de la penuria es un engendro de la ignorancia y una enorme blasfemia. Pues, según sus teorías, el Padre habría concebido en su mente y planeado en su corazón emitir una penuria que por ignorancia produjese un fruto; puesto que todo se hizo conforme a la mente que lo había concebido.
4.1. Ciertamente hay que buscar la razón de la Economía de Dios. Lo que no podemos hacer es atribuir a otro la creación del mundo. Debemos decir que Dios planeó todas las cosas para que existiesen como fueron hechas; pero no tenemos derecho de elucubrar una sombra y un vacío[151]. ¿De dónde habría salido ese vacío? Se pregunta uno si habría sido emitido del mismo que ellos hipotizan como Padre emisor de todas las cosas, y por lo tanto participaría con los otros Eones del mismo honor y parentesco, o si quizás sería anterior a ellos. Porque si fue emitido por el mismo (Padre) que ellos, entonces también sería semejante al que lo emitió, así como a los (Eones) igualmente emitidos por el mismo. Entonces por fuerza su Abismo, así como su Silencio, serían semejantes al vacío, [719] en otras palabras, estarían vacíos; pero también los demás Eones, hermanos del vacío, serían de substancia vacía.
Mas si no fue emitido, habría sido engendrado y nacido por sí mismo, al mismo tiempo que el Abismo, el cual, según ellos, es el Padre de todas las cosas. En tal caso, el que ellos tienen por Padre de todas las cosas participaría de la misma naturaleza y honor que el vacío. Porque éste, o ha sido emitido por otro, o ha sido engendrado y nacido por sí mismo. Pero si el vacío fue emitido, entonces también está vacío su emisor Valentín, así como están vacíos sus seguidores. Si por el contrario no fue emitido, sino que se engendró y nació por sí mismo, entonces un tal vacío es semejante, hermano y de la misma dignidad, que el Padre que Valentín predica; más antiguo, pues existiría mucho antes y más venerable que los demás Eones de Ptolomeo, de Heraclio y de todos los que piensan como ellos.
4,2. Si, apretados por estos argumentos, confiesan que el Padre universal contiene todas las cosas y que nada hay fuera del Pléroma (pues de otra manera por fuerza éste quedaría delimitado y abrazado por otro ser mayor que él), entonces cuando ellos hablan de <<afuera>> y de <<adentro>> querrán referirse a los ámbitos del conocimiento y la ignorancia, y no a la posición local. Si en el Pléroma o en el dominio del Padre el Demiurgo o los Angeles han fabricado todo cuanto conocemos, entonces estas cosas están contenidas dentro de su <<Grandeza inefable>> o como en el centro de un círculo, o como una mancha en un vestido. Pero en primer lugar, ¿qué raza de Abismo es ése que tolera se le imprima en su seno una mancha y permite que algún otro fabrique y emita algo a espaldas de su conocimiento? Esto sería introducir en el Pléroma universal una suciedad, cuando desde el principio podría haber borrado aquella mancha; y también podría desde el principio no haber permitido recibir en su seno esas emisiones hechas con ignorancia y pasión, ni la creación fabricada con penurias. [720] Pues quien después corrige una caída y lava una mancha, podría haber estado mucho más atento para que desde el principio nadie lo manchase.
Mas si al principio toleró todo porque no era capaz de impedir que le hiciesen tales cosas, entonces por fuerza todas las cosas seguirán siendo las mismas: si unas cosas no pudieron ser evitadas desde el principio, ¿cómo podrán ser enmendadas más tarde? ¿O cómo pueden ellos andar diciendo que los seres humanos han sido llamados a la perfección, cuando las mismas causas de los hombres, es decir el Demiurgo y los Angeles, son producto de la penuria? Pero, si por ser misericordioso (el Abismo) ha tenido compasión de los seres humanos en los últimos tiempos y los hace perfectos, debió tener compasión en primer lugar de aquellos que fueron hacedores de los seres humanos para hacerlos perfectos. De esta manera también los seres humanos habrían sido receptáculo de su misericordia, ya que habrían sido hechos perfectos por seres perfectos. Pues, si tuvo misericordia de su obra, mucho más debió tenerla primero de aquéllos, para no permitirles caer en tan gran ceguera.
4,3. Si todas las cosas hechas quedaron contenidas en el Padre, también queda en ruinas su predicación acerca de la sombra, en la cual, según dicen, se llevó a cabo nuestra creación. Porque, si ellos opinan que la Luz de su Padre es tal que puede llenar e iluminar todas las cosas que están en su seno, ¿cómo era posible que el vacío y la sombra estuviesen extendidos en el Pleroma y la Luz del Padre? Para postularlo ellos tendrían que imaginar un lugar dentro del Protopadre y del Pléroma que no estuviese iluminado y vacío de todo, en el cual los Angeles y el Demiurgo pudiesen hacer lo que les viniese en gana. Y no podría ser un espacio pequeño, pues debería contener una creación tan grande. Por tanto tendrían que admitir en el seno de su Padre un lugar vacío, sin forma y tenebroso, en el cual habrían sido hechas todas las cosas creadas. Si así lo enseñan, ofenden la Luz de su Padre, [721] al afirmar que no puede iluminar ni llenar lo que está en su seno. Mucho peor: al decir que todo es fruto de la penuria y la ignorancia, introducen la penuria y el error en el Pléroma y en el mismo seno del Padre.
5,1. Contra quienes afirman que este mundo fue hecho fuera del Pléroma y del dominio del Dios bueno, baste lo que hemos dicho hasta el momento: ellos quedarán excluidos junto con su Padre, por aquel que se halla fuera del Pléroma, y en el cual ellos necesariamente acaban. Contra quienes dicen que este mundo fue creado dentro de los ámbitos del Padre, por algunos otros, vienen a cuento los argumentos que hasta aquí han probado sus absurdos e incongruencias: ellos deben, o confesar que todo cuanto existe en los dominios del Padre es luminoso, lleno y activo, o tachar a la Luz del Padre de no ser capaz de iluminar, o finalmente declarar que, como la creación, todo el Pléroma está vacío, desordenado y lleno de tinieblas. En cuanto al resto de la creación, la desprecian por temporal, terrena y hecha de polvo: o deberán dejar de menospreciarla por esos motivos, al reconocer que se hallan en el Pléroma y en el seno del Padre, o echar encima de todo el Pléroma los mismos reproches.
También se halla en sus doctrinas que su Cristo es la causa de la ignorancia. [722] Según ellos, cuando éste formó la substancia de su Madre, la arrojó del Pléroma, es decir, la privó del conocimiento. En otras palabras, él mismo creó la ignorancia, al separarla de la gnosis. Pero ¿cómo pudo el mismo (Cristo) conceder la gnosis a los otros Eones anteriores a él, y en cambio ser causa de la ignorancia de su Madre[152]? Porque la habría colocado fuera de la gnosis al echarla del Pléroma.
5,2. Más aún, dicen que, si se está dentro o fuera del Pléroma según se esté dentro o fuera de la gnosis -como afirman algunos de ellos (es decir que aquel que está en la gnosis está dentro de lo que conoce)- tendrán que concluir que el mismo Salvador, al que llaman <<Todas las Cosas>>, necesariamente existió en la ignorancia. Porque, en su opinión, habiendo él salido del Pléroma, formó a su Madre. Así pues, si aqul que está fuera del Pléroma ignora todas las cosas, y el Salvador salió para formar a su Madre, entonces el Salvador mismo se situó fuera de la gnosis de todas las cosas, es decir en la ignorancia. ¿Cómo podía en tal caso comunicarle la gnosis, si él mismo se hallaba fuera de ella?
Y, como también nosotros quedamos fuera de la gnosis, dicen que estamos fuera del Pléroma. Y añaden: si el Salvador salió del Pléroma para buscar la oveja perdida (Lc 15,6), y el Pléroma es la gnosis, entonces él mismo se puso fuera de la gnosis, es decir en la ignorancia. Pues, o bien ellos admiten que se sale del Pléroma por movimiento local, [723] y entonces caerán en todas las contradicciones que acabamos de señalar; o bien, si dicen que la gnosis y la ignorancia deciden si se está adentro o afuera, entonces su Salvador, y mucho antes de él su Cristo, se habrían hallado en la ignorancia, puesto que salieron para formar a su Madre, es decir fuera de la gnosis.
5,3. Estos argumentos también sirven para impugnar a quienes enseñan cualquiera de las teorías acerca de que el mundo fue hecho por los Angeles o por cualquier otro fuera del Dios verdadero. Todos los reproches que arrojan contra el Demiurgo y contra todas las cosas materiales y temporales que fueron creadas, acaban por arrojarlos contra el Padre, puesto que todas las cosas fueron hechas en el seno del Pléroma, pues empezaron a existir y volverán a desaparecer según el parecer y la voluntad del Padre. Porque la causa de esta obra no es el Demiurgo, aunque él se imagine serlo, sino aquel que le concedió y aprobó que en sus dominios se hicieran todas las cosas como fruto de la penuria y del error: que las cosas temporales fuesen hechas en los dominios eternos, las corruptibles en el de las incorruptibles, y los productos del error en el ámbito de la verdad. Mas si no hizo todas las cosas con la aprobación y voluntad del Padre universal, en tal caso es más poderoso, fuerte y soberano aquel que hizo todas las cosas en sus propios dominios, sin que éste lo consintiese. Y si su Padre se lo concedió sin estar de acuerdo con ello, como algunos andan diciendo, o bien pudiendo prohibirlo se lo concedió por verse forzado a ello, o porque no tenía poder para negarlo. Pero si no podía hacerlo, se trata de un ser incapaz y débil; si podía hacerlo, entonces habrá que hablar de él como de un siervo de la necesidad, seductor e hipócrita, que no consiente, pero concede como si consintiese. Y habiendo consentido al principio que el error surgiera y fuera creciendo, sólo en los tiempos siguientes ha tratado de destruirlo, cuando ya muchos han perecido por ser frutos de la penuria.
5,4. Es indecente decir que el Dios supremo, libre y dueño de sus acciones, ha tenido que someterse a la necesidad, de modo que haya debido ceder en aquello que no consentía: de esta manera la necesidad sería mayor y más soberana que Dios, pues aquel que tiene más poder es anterior a todo. Desde el principio él debería haber quitado la causa de la necesidad, [724] y no someterse él mismo a la necesidad de conceder cualquier cosa indigna de él. Porque era mejor, más congruente y más divino, librarse desde el principio de cualquier necesidad, que más tarde, arrepentido, tratar de erradicar tantos frutos de la necesidad. Y si el Padre universal está sujeto a la necesidad, debe caer también bajo el dominio del destino, teniendo que aguantar con enfado lo que se hace, no pudiendo evitar que la necesidad y el destino actúen, a semejanza del Zeus de Homero, el cual dice forzado por la necesidad: <<Te lo concedí como si lo quisiera, pero contra mi voluntad>>[153]. Su Abismo se encuentra, pues, sumido como siervo en el abismo de la necesidad y el destino.
6,1. ¿Cómo podían ignorar al primer Dios los Angeles y el Demiurgo, cuando se hallaban en sus propios dominios, siendo sus creaturas, y estando contenidos en él? Porque podían no conocerlo siendo él invisible, a causa de su eminencia; pero de ningún modo podían ignorarlo en su providencia. Pues, aunque habiendo descendido ellos se hubiesen encontrado muy lejanos de él, como los herejes andan diciendo, sin embargo, por su dominio sobre todos debían saber del dominador, y así podían reconocer como Señor de todas las cosas al que las había creado[154]. Porque la potencia invisible de Dios a todos concede la intuición y sensibilidad de la mente para captar su majestad soberana y omnipotente (Rom 1,20). Por eso, aunque <<nadie conoce al Padre sino el Hijo, ni al Hijo sino el Padre, y aquel a quien el Hijo se lo revelare>> (Mt 11,27; Lc 10,22), sin embargo todos lo descubren cuando el Verbo, con el que está sellada su mente, los mueve y les revela al único Dios, Señor de todas las cosas[155].
6,2. Por este motivo todas las cosas están sujetas al Nombre del Altísimo y Omnipotente, y por su invocación los seres humanos se salvaban incluso antes de la venida de nuestro Señor, de los malos espíritus, de todos los demonios y de toda apostasía: no porque los espíritus terrenos [725] y los demonios lo hubiesen visto; sino porque sabían que Dios está sobre todas las cosas, y temían ante la invocación de su Nombre (Rom 9,5), así como tiemblan ante él todas las creaturas (Sant 2,19), los Principados, Potencias y todos los Poderes sometidos. ¿Acaso aquellos que están sujetos al imperio romano, aunque jamás hayan visto al emperador porque están muy separados de él por grandes extensiones de tierra y de mar, acaso no están informados de su dominio y del máximo poder de su gobierno? Y los Angeles que nos dominaban, o el Demiurgo del mundo que ellos hipotizan, ¿no iban a saber del Omnipotente, cuando los animales irracionales tiemblan ante él y se estremecen ante la invocación de su Nombre? Aunque no lo hayan visto, todas las cosas están sujetas al Nombre de nuestro Señor (Fil 2,10; 1 Cor 15,27), así como están sometidos al Nombre de aquel que ha hecho y creado todas las cosas, pues no hay otro Dios sino el que ha creado el mundo. Por eso los judíos hasta el día de hoy hacen huir a los demonios de la misma manera, pues todas las cosas tiemblan ante la invocación de aquel que las ha hecho.
6,3. Pero si ellos no aceptan que los Angeles sean todavía más irracionales que los animales irracionales, entonces deberán admitir que, aun cuando no hayan visto al Dios soberano, sin embargo reconocen su poder soberano. Pues sería ridículo que por una parte consintieran en que los seres sobre la tierra conozcan al Dios soberano, aunque no lo hayan visto; en cambio ellos mismos no toleren que aquellos a quienes confiesan que los han hecho a ellos mismos y todas las cosas, y a quienes ellos colocan en las alturas sobre los cielos, puedan conocer a aquel a quien ellos mismos conocen, a pesar de hallarse entre los seres más pequeños.
A menos que aquel a quien llaman su Abismo se halle bajo tierra en el Tártaro. Esto sí sería motivo para afirmar que ellos lo conocieron primero que los Angeles que habitan en las alturas. Porque ellos se han metido en tales locuras, que han llegado a juzgar loco al Demiurgo del mundo: gente de tal calaña no merece sino nuestra compasión, pues, locos de remate, dicen que él no conoció ni a su Madre, ni su linaje, ni el Pléroma de los Eones, ni al Protopadre, ni siquiera las cosas que él mismo hacía; porque, dicen ellos, estas cosas eran imágenes de los seres que están dentro del Pléroma, producidas por obra oculta del Salvador [726] que la llevó a cabo para honrar a los seres superiores.
7,1. Dicen, pues, que mientras el Demiurgo ignoraba todas las cosas, el Salvador mediante la creación rindió honor al Pléroma, emitiendo por medio de la Madre imágenes y semejanzas de las realidades superiores. Pero ya hemos demostrado cuán imposible es que fuera del Pléroma exista un lugar en el cual sean hechas dichas imágenes de las realidades interiores al Pléroma, o que la creación de este mundo haya sido hecha por alguien distinto del primer Dios. Pero si es fácil destruir enteramente sus argumentos y desenmascarar sus mentiras, contra ellos diremos que, si el Salvador hizo todas las cosas del mundo inferior a imagen de aquellos que viven en el superior, a fin de rendirles homenaje, entonces deberían durar para siempre, para que esas realidades honradas puedan gozar eternamente de dicho homenaje. Pero si estas cosas son caducas, ¿qué provecho se sigue de honra tan breve, de cosas que un tiempo no existieron, y dentro de poco ya no existirán? En tal caso su Salvador se muestra más sediento de gloria, que con deseo de honrar a las realidades superiores. Pues ¿de qué le sirve a los seres eternos el honor que puedan brindarles las cosas temporales, cuando ellos, siendo eternos, superan las cosas que perecen, y siendo incorruptibles, las cosas que se corrompen? Incluso entre los seres humanos, que somos pasajeros, de nada sirve un honor que pasa rápidamente, sino sólo aquel que dura en cuanto es posible. Pues si a un ser eterno se le quiere ofrecer en su honor las cosas hechas para que perezcan, con justicia podríamos más bien llamarlo un insulto; se trataría, pues, a los seres eternos de modo insultante, haciendo su imagen corruptible y perecedera. Y además, si su Madre no hubiese llorado, reído y sentido la angustia, ¿cómo habría tenido el Salvador motivo para honrar al Pléroma; puesto que entonces la extrema confusión (Achamot)[156] no habría adquirido un ser substancial, para tener con qué honrar al Protopadre?
7,2. [exclamdown]Oh vano honor de glorias vacías, el que pasa de repente [727] y desaparece! Vendrá un tiempo en el cual un honor de esa calaña ya no se le repute honorable, y entonces quedarán deshonradas las realidades superiores. Entonces será preciso que su Madre de nuevo se ponga a llorar y se llene de angustia en honor del Pléroma. [exclamdown]Qué imaginación tan incongruente y blasfema!
Me decís que el Hacedor del mundo emitió una imagen del Unigénito, que queréis identificar con la Mente del Padre universal[157]; y me decís que esa imagen se desconoce a sí misma, ignora la creación, la Madre y todo cuanto pertenece a lo que existe y fue creado, ¿y no os da vergüenza de vosotros mismos, cuando atribuís la ignorancia al mismo Unigénito? Pues, si el Salvador hizo todas las cosas a semejanza de las realidades superiores, y si existe una ignorancia tan grande en aquel que fue hecho a semejanza del Unigénito, por fuerza la ignorancia que se encuentra en aquel que fue hecho a su imagen debe proyectarse en aquel a cuya semejanza fue hecho, y en un nivel pneumático. Porque, siendo ambos emitidos de modo espiritual[158], y no siendo ni plasmados ni compuestos, es imposible que en unas cosas hayan conservado la semejanza, y en otras se haya degradado la imagen de la semejanza; porque ambos habrían sido emitidos según la semejanza del Eón supremo.
Y si la imagen no fuese semejante, la falta recaería en el Salvador, el cual, como mal artífice, habría emitido una imagen desemejante. [728] Pero tampoco pueden alegar que el Salvador no tenía potencia al emitir, cuando ellos mismos lo llaman <<el Todo>>. Así pues, si la imagen no se parece, entonces, según ellos, sería culpa del Salvador. Y si es semejante, entonces la misma ignorancia se hallará en la Mente de su Protopadre, o sea del Unigénito: [exclamdown]la Mente del Padre se ignora a sí misma, ignora al Padre, e ignora todas las cosas que por él fueron hechas! Mas si el Unigénito conoce todas estas cosas, es preciso que también aquel que el Salvador hizo a su imagen deba conocer las cosas que le son semejantes. De esta manera queda destruida la enorme blasfemia de sus creencias.
7,3. Por otra parte, ¿cómo las creaturas, siendo tan diversas, múltiples e innumerables, pueden ser imágenes de los treinta Eones que viven en el Pléroma, cuyos nombres, según ellos les han impuesto, hemos enumerado en el primer libro? Pero no sólo la universal variedad de las creaturas, pero ni siquiera una parte de ellas, celestiales, terrestres o acuáticas, pueden adaptarse a la pequeñez de su Pléroma. De que ese Pléroma consista en los treinta Eones, ellos mismos son testigos; mas de que en cualquiera de las partes de la creación que hemos mencionado se puedan enumerar no treinta sino miles de especies, cualquiera puede darse cuenta. [729] ¿Y cómo seres tan numerosos de la creación, compuestos de elementos contrarios, que se oponen entre sí y aun se matan unos a otros, pueden ser imágenes y semejanzas de los treinta Eones del Pléroma; puesto que ellos afirman que los Eones son de la misma naturaleza, y son iguales, semejantes y sin ninguna diferencia? Porque si las creaturas fuesen imágenes de los Eones, sería necesario concluir que, así como se habla de seres humanos por naturaleza buenos, también debería haber Eones emitidos buenos por naturaleza; y así como hay algunos seres malos por naturaleza, también debería hallarse su imagen proyectada en los Eones.
Añadamos que en el mundo unos seres son mansos, otros feroces, algunos no son dañosos, otros en cambio dañan y corrompen a los demás, unos vuelan, otros caminan sobre la tierra, otros nadan en el agua. Pues de manera semejante deberían ellos mostrar cómo también los Eones tienen los mismos caracteres, si es que son sus imágenes. Y <<el fuego eterno, que el Padre preparó para el diablo y sus ángeles>> (Mt 25,41), ¿de cuál de los Eones superiores será imagen según su exégesis, puesto que también ese fuego se cuenta entre las creaturas?
[730] 7,4. Algunos tal vez afirmen que las creaturas son imágenes del Deseo, el Eón que sucumbió a la pasión. En primer lugar hablarían de modo impío contra su Madre, pues según su hipótesis ella sería la que habría originado imágenes tan malas y corruptas; y en segundo lugar, ¿cómo serían imágenes de uno solo tantas cosas que existen, de naturaleza tan diversa y aun contraria? Pero aun cuando dijesen que hay multitud de Angeles en el Pléroma, y así puede haber muchas cosas que sean sus imágenes, ni siquiera con este truco puede mantenerse en pie su argumento. Porque primero deberían probar que las muchas diferencias entre los Angeles los hacen opuestos entre sí, así como en los seres de este mundo que serían sus imágenes, muchos son opuestos y contrarios. En seguida, siendo innumerables los Angeles que rodean al Demiurgo, como de ellos dice el profeta: <<Miríadas de miríadas están de pie ante él, y miles de miles le sirven>> (Dan 7,10), y como según ellos los Angeles del Pléroma deben tener como imágenes los Angeles del Creador, entonces la creación entera conservará la imagen del Pléroma; pero entonces ya sus treinta Eones no serán suficientes para igualar la multiforme variedad de seres creados.
7,5. Además, si estas cosas fueron hechas a imagen de aquéllos, aquéllos ¿a imagen de quién fueron hechos? Aceptemos con ellos que el Demiurgo del mundo no hizo por sí mismo las cosas creadas, [731] sino que un artífice inferior más inexperto y casi novicio aprendiz fue quien copió imágenes que le eran extrañas, pero ¿de dónde sacó su Abismo la imagen de aquel que emitió en su primera Economía? Se sigue que habría tomado la imagen de otro superior a él, y éste a su vez de otro. De esta manera la teoría de las imágenes se extenderá al infinito, así como también la de los dioses, si no mantenemos firme el pensamiento en un solo Dios que por sí mismo hizo todas las creaturas. ¿Cómo podemos pensar que el ser humano sea capaz de descubrir por sí mismo algo útil para su vida y, sin embargo, negar a Dios que realizó el mundo el que por sí mismo haya concebido la idea de las cosas creadas y dispuesto el orden del universo?
7,6. ¿Y cómo aceptar que las cosas del mundo sean imágenes de los Eones, si muchas les son contrarias y nada tienen en común con ellos? Pues, en efecto, muchos seres pueden ser mortales para sus contrarios, pero jamás podrán ser sus imágenes. Me refiero, por ejemplo, al agua y al fuego, a la luz y a las tinieblas, y a muchas otras cosas que no pueden ser imágenes la una de la otra. De manera semejante las cosas corruptibles, terrenas, compuestas y perecibles, no pueden ser imágenes de las cosas que ellos mismos reconocen como espirituales, a menos que las conciban también a estas últimas como compuestas, limitadas y dotadas de forma, y no como espirituales, sin forma, ricas e incomprensibles. Pues, para que fuesen verdaderas imágenes, sería preciso que estuviesen limitadas y fuesen figurativas, cosa que absolutamente les impediría el ser espirituales. Pero si ellos conciben dichas realidades como espirituales, sin figura e incomprensibles, ¿cómo tales seres sin figura e incomprensibles pueden ser imágenes de las que aquí existen limitadas por una figura?
7,7. Pero aún podrían inventar que estas cosas no son imágenes por la figura o la forma, sino sólo por el número y orden como fueron emitidas. En todo caso, no pueden afirmar que las cosas creadas sean imágenes de los Eones superiores. Pues ¿cómo pueden ser imágenes de aquellos que no tienen aspecto ni figura? [732] Pero tampoco pueden hacer corresponder el número de los Eones emitidos en las regiones superiores, con el de los seres creados. Basta ver que ellos hablan de treinta Eones, y se dan cuenta de que son innumerables los seres creados que según ellos serían sus imágenes, para darse cuenta de que justamente los acusamos de estar locos.
8,1. Algunos de ellos se atreven a decir que las creaturas son una sombra de las realidades de lo alto, en cuanto son sus imágenes. Si fuera así, se verían obligados a confesar que los seres superiores son cuerpos; porque desde arriba sólo cuerpos pueden proyectar una sombra, no los seres espirituales, ya que éstos no pueden dar sombra. Mas, aunque les concediéramos (lo que es imposible) que seres espirituales y luminosos puedan proyectar una sombra a la cual su Madre habría descendido, sin embargo, siendo dichos seres eternos, también la sombra que proyectan deberá durar para siempre; entonces las cosas creadas ya no serán transitorias, sino que durarán tanto cuanto aquellas realidades cuya sombra son. Pero si éstas pasan, por fuerza también aquéllas deben pasar; y si aquéllas duran, también éstas deben durar.
8,2. Tal vez algunos digan que si estas realidades son sombras, no lo deben a que haya otras realidades que las proyecten; sino al hecho de que están muy distantes. En este caso atribuyen a la Luz del Padre ser débil e incapaz de llegar hasta el mundo; le sería imposible llenar el vacío y deshacer la sombra[159], aunque no haya algún impedimento de por medio. Según ellos, la Luz del Padre se disuelve en oscuridad y queda ciega, hasta desaparecer en los espacios vacíos, por pura incapacidad de llenarlo todo. Mejor que dejen de enseñar que su Abismo llena todo el Pléroma, pues no ha sido capaz de llenar e iluminar el vacío y la penumbra. O, si prefieren, que dejen de hablar de vacío y sombra, [733] si es que la Luz del Padre lo llena todo.
8,3. Por consiguiente, no existe fuera del primer Padre, es decir, del Dios que está sobre todas las cosas, ni fuera del Pléroma, algún espacio en el cual el Deseo del Eón haya descendido, si no se quiere que el mismo Pléroma o el primer Dios quede limitado y circunscrito por ese espacio exterior que los contenga. Tampoco puede haber un vacío o una sombra, si es que desde antes existe el Padre, cuya luz no puede apagarse ni deshacerse en el vacío: sería, en efecto, irracional e impío suponer un lugar en el cual termine y quede limitado ése a quien ellos llaman Protopadre, Protoprincipio, Padre de todas las cosas y del Pléroma. Ni es posible, repetimos, afirmar que algún otro realizó tan excelente creación en el seno del Padre, sea que se suponga o no su consentimiento, por los motivos ya expuestos. De igual modo es impío e insensato afirmar que tan inmensa creación fue llevada a cabo por Angeles, o emitida por un ser que ignoraba al Dios verdadero dentro de su propio dominio. Ni es posible que las cosas terrenas, hechas de polvo, hayan sido creadas en su Pléroma, siendo éste enteramente espiritual. Ni pudo la multitud de cosas creadas, muchas veces contrarias entre sí, ser hecha según la imagen de las realidades superiores que, según ellos mismos dicen, son pocas, de naturaleza semejante y forman una unidad compacta. Igualmente falsas por todos sus costados son sus teorías sobre la sombra y el vacío. Queda, pues, probado el vacío de doctrina, la cual no es sino una invención incongruente. Vacíos más bien son aquellos que se les adhieren, para caer en el abismo de la perdición.
9,1. Que Dios es el Demiurgo del mundo, consta aun por los muchos modos con los cuales quienes lo atacan, de hecho lo confiesan, cuando lo llaman Demiurgo y Angel; por no hablar de las Escrituras que en todas partes lo aclaman, y del Señor, quien predicó al Padre que está en los cielos (Mt 5,16.45; 6,1.9) y a ningún otro, como expondremos adelante. Baste por ahora el testimonio de los mismos que nos contradicen, que concuerda en el fondo [734] con el de todos los seres humanos: con el de los antepasados que desde el primer hombre conservaron por tradición esta convicción cantando al único Dios Demiurgo del cielo y de la tierra; con el de todos los que han venido después, a quienes los profetas les recordaron esta verdad sobre Dios; en fin con el de los gentiles, que lo han aprendido de la creación. Pues la creación misma manifiesta a aquel que la hizo: la hechura sugiere al que la fabricó, y el mundo muestra al que lo ordenó[160]. La Iglesia extendida por toda la tierra ha recibido esta Tradición de los Apóstoles.
9,2. Constando así la existencia de este Dios, como hemos expuesto, y habiendo acogido el testimonio de todos, esa doctrina sobre el Padre del que ellos hablan, sin duda alguna, es incongruente y carece de autoridad. Simón Mago fue el primero en decir que él mismo era el Dios supremo y que el mundo había sido hecho por Angeles, y en seguida sus sucesores lo afirmaron, como ya mostramos en el primer libro, los cuales propagaron diversas opiniones impías e irreligiosas contra el Demiurgo; y cada vez sus discípulos hacen peores que los gentiles a los que se dejan persuadir por ellos.
En efecto, los paganos, <<sirviendo a la creatura más que al creador>> (Rom 1,25), y <<a los dioses que no lo son>> (Gál 4,8), sin embargo al menos atribuyen el grado supremo de la divinidad al Hacedor del universo. En cambio aquéllos dicen que éste es un producto de la penuria, lo llaman un ser psíquico que no conoce la Potencia que está sobre él, y por eso ha dicho: <<Yo soy Dios, y fuera de mí no hay otro Dios>> (Is 46,9). De este modo lo hacen un mentiroso, cuando ellos son los que mienten; y le atribuyen todo género de malicia porque, según su doctrina, imaginan que no hay un Dios sobre él (Ex 3,14); de este modo se desenmascaran como blasfemos contra el Dios verdadero, al inventar uno que no es Dios, para su propia condenación. Presumen de ser perfectos y de haber adquirido la gnosis de todas las cosas y, sin embargo, se han hecho peores que los paganos: su modo de pensar es peor y más blasfemo porque se lanzan contra su propio Hacedor.
10,1. Es, pues, irracional dejar de lado [735] al verdadero Dios, del que todos rinden testimonio, para buscar por encima de él al que no es Dios y que por nadie ha sido anunciado. Que con toda evidencia nadie lo ha predicado, consta por testimonio de ellos mismos. En efecto, de modo artificial retuercen la interpretación de las parábolas[161] para poder aplicarlas al Dios que han inventado: esto pone en claro que fabrican así a uno que nadie antes ha buscado. Cuando pretenden interpretar los pasos oscuros de las Escrituras (oscuros no en cuanto se refieran a otro Dios, sino a las Economías de Dios) fabrican a otro Dios, como hemos explicado, trenzando redes de arena para hacer degenerar las cuestiones más importantes en otras de menor monta. Porque una pregunta no se resuelve transformándola en otra; ni habrá persona sensata que trate de aclarar un pasaje oscuro por otra oscuridad, o un enigma por otro; sino que tales pasajes deben resolverse mediante otros que sean claros, evidentes y relacionados con éstos.
10,2. Ellos, pretendiendo explicar las Escrituras y las parábolas, introducen una cuestión de más envergadura e impía, acerca de si existe otro Dios sobre el Dios Creador del mundo. ¿A dónde lleva esto? No a resolver las cuestiones, sino a introducir en las preguntas menores una mayor, atándola con nudos insolubles. Por ejemplo, a fin de aparentar saber que saben (sin haberlo aprendido) para qué el Señor recibió a los treinta años el bautismo de la verdad, desprecian impíamente al Dios Demiurgo que lo envió para la salvación de los seres humanos. Otro ejemplo: no creen que por libre voluntad Dios creó las cosas materiales de la nada, y que hizo lo que no era para que fuese (2 Mac 7,28) usando su voluntad y el poder de su esencia; pero tratan de aparentar que son capaces de explicar de dónde procede la substancia material, y para ello fabrican teorías sin fundamento, en las cuales descubren su incredulidad: de esta manera, no creyendo en lo que es, han caído en las redes de lo que no es.
[736] 10,3. ¿Acaso no es vergonzoso y ridículo decir que de las lágrimas de la Madre (Achamot) brotó la substancia húmeda, de su risa la brillante, de su tristeza la sólida, de su temor la movible; y luego elevarse e hincharse de orgullo por su saber? Se resisten a creer en el Dios poderoso e infinitamente rico que creó la materia, ignoran el poder del ser espiritual y divino y, sin embargo, creen que su Madre, a la que llaman <<mujer nacida de mujer>> emitió, movida por las mencionadas pasiones, la creación de una materia tan abundante. Luego se preguntan de dónde el Demiurgo sacó la substancia de la creación; pero no se preguntan de dónde su Madre, a la que llaman el Deseo del Eón extraviado, sacó tal cantidad de lágrimas, sudores, tristeza y todo lo demás que necesitó para emitir la creación.
10,4. Atribuir la substancia de las creaturas al poder y voluntad del Dios universal, es creíble, aceptable y lógico. Por eso se ha dicho con justicia: <<Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios>> (Lc 18,27); porque los seres humanos no son capaces de hacer algo de la nada, si no cuentan con materia ya existente. En cambio Dios es superior al hombre, ante todo porque él mismo proveyó para su obra la materia que antes no existía. Entonces, afirmar que del Deseo de un Eón extraviado fue emitida la materia, y que dicho Eón se separó yéndose lejos de la Enthymesis, y que, en consecuencia de ésta, brotó la pasión y el dolor del cual surgió la materia, es increíble, estúpido, imposible y absurdo.
11,1. No creen en el Dios supremo que creó en su propio dominio, por medio de su Verbo y por propia voluntad, los muchos y diversos seres, y por eso es el Demiurgo de todas las cosas, el sabio [737] arquitecto[162] y el gran Rey. En cambio creen que los Angeles o alguna Potencia separada e ignorante de Dios hizo el universo. Rechazan la verdad y resbalan a la mentira; perdieron el pan de la vida verdadera y cayeron en el vacío y en lo profundo de la sombra[163]. Se parecen al perro de Esopo que, dejando el pan, se precipitó sobre su sombra y así perdió su comida.
De las palabras mismas del Señor fácilmente se puede mostrar que él ha confesado a un solo Padre (Mt 11,25) Demiurgo del mundo que plasmó al ser humano[164], al que la Ley y los profetas anunciaron, y no conoció a ningún otro; sino enseñó que éste es el Dios supremo, más todo lo referente al Padre, y que por sí mismo concede a los justos la adopción de los hijos (Jn 17,2-3), en lo que consiste la vida eterna.
11,2. Pero, como les gusta discutir todo y confundir, criticando todo lo criticable, presentándonos una multitud de parábolas y cuestiones, nos ha parecido bien tomar por esta vez la iniciativa, cuestionándolos en primer lugar acerca de sus doctrinas, para mostrar lo que en ellas no es verosímil y así cortar por lo sano su atrevimiento; y en seguida traer a colación las palabras del Señor[165]. De esta manera no se sentirán con toda la libertad para poner ellos las cuestiones; sino que, siendo incapaces de responder a nuestras preguntas, y viendo cómo sus pruebas caen por tierra, o vuelvan al camino de la verdad, se humillen y dejen de lado sus múltiples fantasías, a fin de que, aplacando a Dios por lo que con sus blasfemias lo han ofendido, puedan salvarse; o si perseveran en esa vana gloria que ha invadido su alma, al menos modifiquen sus argumentos.
[149] S. Ireneo muestra el absurdo de postular, por una parte, un Pléroma (es decir, plenitud de todas las cosas, la totalidad absoluta), y por otra una región fuera del Pléroma a donde la Sabiduría inferior (Achamot) fue expulsada: en este caso la Plenitud ya no lo es, sino sólo una parte con sus límites. Más aún, si esta región es exterior al Pléroma y lo rodea (como algunos pretenden), entonces contiene al Pléroma y es superior (mayor) al Pléroma mismo y al Dios (dioses) en él contenido.
[150] Nótese cómo argumenta S. Ireneo: hasta aquí ha expuesto los absurdos que se siguen de postular uno u otro ser como creador del mundo: en seguida les opone la llaneza de la exposición de la fe cristiana. Por el contraste hace advertir a sus lectores cuán incongruente sería proclamarse gnóstico y, al mismo tiempo, confesarse cristiano para atraer a los fieles con el cebo de la pseudociencia.
[151] Sombra y vacío: dos expresiones que describen el modo como los valentinianos concebían la región exterior al Pléroma. El hecho de que las cosas creadas sean imperfectas y limitadas, no da derecho ni a buscar un ser ignorante e inferior que las haya hecho, ni a postular un vacío o una sombra fuera (o independiente) de Dios. Si las cosas creadas son imperfectas, signo claro de que no son Dios. Y este hecho más bien debe llevarnos <<a buscar el motivo de la Economía de Dios>>, por qué las creó siendo así limitadas, y cuánto pueden durar según la voluntad divina.
[152] Su Madre, es decir, el Eón llamado la Madre que ellos hipotizan (la Sabiduría inferior o Achamot). ¿Realmente fue Cristo el que la echó del Pléroma y puso en ella la ignorancia? ¿Cómo será él quien venga un día a rescatar de la ignorancia a los hijos de esa madre nacidos de tal ignorancia y de su caída?
[153] HOMERO, La Ilíada, IV, 43.
[154] Es absurdo lo que ellos afirman, acerca de que los Angeles y el Demiurgo en absoluto habrían ignorado al Dios supremo: aunque estuviesen fuera del Pléroma, lo podrían reconocer por sus obras. Está latente el argumento de Sab 13,4-5: aun a los seres humanos les es posible conocer por sus obras al autor de ellas.
[155] S. Ireneo reconoce que Dios es invisible; pero también que es omnipotente y puede darse a conocer según su Economía: en la historia lo ha hecho a través de su Verbo. Esta afirmación de la Escritura echa por tierra la idea absoluta del Dios desconocido por naturaleza (y enteramente incognoscible) de los gnósticos, encerrado en sí mismo e incomunicable. Un Dios de tal naturaleza, que no puede comunicarse, es un Dios impotente. Otra cosa es que él se comunique según su voluntad y su Economía (ver IV, 20,5), y no según el esfuerzo natural de los seres humanos. Más aún, si quienes no descubren a Dios pecan y pueden ser rectamente juzgados, es porque ya en su mente el Padre les ha puesto su Verbo por medio del cual (aunque sea en diverso grado, según su plan salvífico) se revela a cada uno. Supone, pues, que aun en el plano que podríamos llamar <<natural>>, hay verdadera revelación de Dios por medio de su Verbo, impreso en la mente de los seres humanos desde el principio de su existencia (ver IV 6,5-7).
[156] Recuérdese que de esta <<confusión>> (mezcla de tristeza, miedo, angustia e ignorancia) de Achamot, nació la substancia con la que el Salvador hizo todas las cosas de este mundo (ver I, 4,2-4,5). El argumento de S. Ireneo es hacer notar la bajeza de un Pléroma que sólo puede ser honrado si de esa <<confusión>> tan degradada pueden sacarse, para glorificar al Pléroma, las imágenes de los seres espirituales que en él habitan.
[157] Es decir, el Salvador emitió el Demiurgo como imagen del Unigénito, o sea la Mente del Padre. Este Demiurgo psíquico resultó tan degradada imagen, que ignora al Padre y su propio origen. Por eso ha creído ser el único Dios. Es el Hacedor de este mundo.
[158] Porque si el Unigénito fue engendrado de modo espiritual, también el que ha sido hecho a su semejanza deberá ser emitido de modo semejante. Pero entonces, dice S. Ireneo, también la ignorancia del Demiurgo (imagen del Unigénito pneumático) debe ser de orden pneumático: [exclamdown]contradicción manifiesta!
[159] S. Ireneo prueba cuán imposible es la concepción valentiniana de la región externa al Pléroma: pura sombra y vacío.
[160] Ver IV, 6,6: S. Ireneo tiene en mente Sab 13,1-9.
[161] El término <<parábola>> que S. Ireneo usa aquí no corresponde al uso actual. En su tiempo, el vocabulario no estaba del todo fijado. En éste, como en otros lugares, por parábola entiende, simplemente, pasajes de la Escritura cuyo sentido ellos fuerzan para acomodarlo a su propio sistema.
[162] S. Ireneo explicita su argumento <<trinitario>>: como sabio arquitecto, Dios no ha necesitado para crear sino su propio Verbo (su Hijo) y su Sabiduría (el Espíritu). Fórmula con frecuencia repetida. Y contrasta este sensata doctrina, con la estupidez gnóstica: el Demiurgo, o los Angeles, o cualquier otra Potencia creadora, habría creado por ignorancia.
[163] S. Ireneo, usando las figuras valentinianas de la región exterior al Pléroma, les dice que con sus doctrinas ellos (que presumen de pneumáticos) se excluyen a sí mismos del Pleroma.
[164] Plasmar es modelar. El Creador no ha plasmado, sino hecho o creado los seres espirituales, por un mandato de su Palabra. En cambio ha plasmado o modelado al ser humano corpóreo. Ver el hermoso texto explicativo de D 11: <<Al hombre lo plasmó Dios con sus propias manos, tomando el polvo más puro y más fino de la tierra y mezclándolo en medida justa con su virtud. Dio a aquel plasma su propia fisonomía, de modo que el hombre, aun en lo visible, fuera imagen de Dios. Porque el hombre fue puesto en la tierra plasmado a imagen de Dios>>. Ver D 32. Precisamente de ahí brota la dignidad humana, pues, a diferencia de los demás seres, fue plasmado por las manos de Dios: ver III, 21,10; IV, 20,1; V, 3,2; 15,2.
[165] Nótese el método de S. Ireneo para refutarlos: 1º exponer las doctrinas gnósticas para desenmascarar su contradicción interna; 2º contrastarlas con la verdad de la Escritura. Este segundo paso se entiende por su finalidad de ofrecer a los cristianos argumentos para la defensa de su fe, y para prevenirlos del engaño.