29,1. Volvamos al resto de sus argumentos. Dicen que en la consumación de los tiempos su Madre volverá a entrar en el Pléroma y recibirá como esposo al Salvador; y que ellos, como son pneumáticos, una vez despojados de las almas y transformados en puras inteligencias espirituales serán dados como esposas a los Angeles pneumáticos; pero que, como el Demiurgo es psíquico, tomará el puesto de la Madre, y las almas de los justos tendrán reposo psíquico en la Región Intermedia. La razón que aducen es que los seres pneumáticos deberán reunirse con los pneumáticos y las almas deberán quedarse con las almas[206]. Diciendo esto se contradicen a sí mismos, porque no afirman que las almas irán a la Región Intermedia para estar con sus semejantes, sino por sus obras; pues dan como razón que esto les acaecerá por ser justas, mientras que los impíos irán al fuego. Porque, si todas las almas debieran ir al descanso de la Región Intermedia por razón de su naturaleza, entonces tendrían que estar ahí todas las almas, siendo igual su naturaleza; pero entonces sería superfluo creer, porque también sería superfluo el descenso del Salvador. Y si van ahí por ser justas, entonces lo harán no por ser almas, sino por ser justas. Ahora bien, si las almas estaban destinadas a perecer si no se hiciesen justas, entonces la justicia igualmente puede salvar los cuerpos: ¿por qué no habría de salvarlos, si también [813] ellos participaron de la justicia? Pero si es la naturaleza y la substancia lo que salva, entonces se salvarán todas las almas; pero si lo que salva son la fe y la justicia, ¿por qué no pueden salvarse también los cuerpos, que habrían estado destinados a corromperse junto con las almas? Siendo así, su justicia es claramente o impotente o injusta, si a unos salva porque participaron en ella y a los otros no.
29,2. Que también los cuerpos tienen parte en las obras de justicia, es evidente. Pero, o las almas necesariamente irán al reposo en la Región Intermedia, pero entonces no habrá juicio; o también los cuerpos, que tomaron parte en las obras de la justicia junto con las almas, obtendrán con ellas este lugar de descanso, puesto que la justicia es capaz de conducir al descanso a quienes de ella participaron; pero entonces es cierta la doctrina sobre la resurrección de los cuerpos.
Y ésta es nuestra fe: que también a nuestros cuerpos mortales que observen la justicia Dios los resucitará y hará incorruptos e inmortales[207]. Porque Dios es más poderoso que la naturaleza: [814] está en sus manos el querer porque es bueno, el poder porque es poderoso, y el realizarlo porque es rico y perfecto.
29,3. Estos, en cambio, dicen todo lo contrario, asegurando que no todas las almas accederán a la Región Intermedia, sino solamente las de los justos. Porque afirman que la Madre emitió tres tipos (de substancias): el primero es la materia, que nació de la contradicción, el miedo y la angustia; el segundo es el alma, que proviene del impulso; y el espiritual, que brotó al contemplar a los Angeles que rodean al Cristo[208]. Pues si los seres así nacidos[209] entrarán de cualquier manera en el Pléroma por ser espirituales, los hílicos se quedarán en las regiones inferiores por ser materiales, y si el fuego que reside en las regiones inferiores habrá de quemarlo todo, ¿por qué no conceden a toda la substancia psíquica ir a la Región Intermedia, donde ellos mandan al Demiurgo[210]?
A fin de cuentas, ¿qué es lo que entrará en el Pléroma? [815] Pues dicen que las almas se quedarán en la Región Intermedia, y los cuerpos, formados de substancia material, arderán junto con toda la materia en el fuego escondido en ella; pero si su cuerpo se corrompe y el alma se queda en la Región Intermedia, nada queda del ser humano para que entre en el Pléroma. Porque la inteligencia del hombre, su pensamiento, la intención de su mente, y todas sus demás actividades no son nada fuera del alma, sino sólo movimientos y actividades de la misma alma, y sin el alma no tienen ninguna subsistencia. ¿Qué queda entonces de ellos para que pueda entrar en el Pléroma?[211] Ellos mismos, en cuanto son almas, según su teoría se quedarán en las Regiones Intermedias, y en cuanto son cuerpos deberán quemarse con toda la materia.
30,1. Siendo así las cosas, son estúpidos cuando dicen que ellos sobrepasarán al Demiurgo. Ellos se proclaman mejores que el Dios que hizo y ordenó los cielos y la tierra, los mares y todo cuanto hay en ellos (Ex 20,11; Sal 146[145],6; Hech 4,24), cuando presumen de ser pneumáticos: por su impiedad prueban ser tan poco honorables como los hombres carnales. En efecto, al que hizo de los ángeles espíritus (Sal 104[103],4), se viste de luz como un manto (Sal 104[103],2), tiene en sus manos el globo de la tierra a cuyos habitantes mira como langostas (Is 40,22), [exclamdown]al Dios que creó todas las substancias espirituales le llaman psíquico! Sin duda alguna y con toda certeza proclaman su idiotez, heridos sin duda por el rayo como los gigantes de la fábula: [exclamdown]lanzar sus doctrinas contra Dios, henchidos de gloria por su vacía e incongruente presunción, y cuya enorme locura no podría curar toda la elébora[212] del mundo!
30,2. Quién sea superior, debe mostrarse en las obras. Ahora bien, ellos se dicen superiores al Demiurgo. Por la finalidad de esta obra nos vemos obligados a poner atención a la impiedad, poniendo una comparación entre Dios y esos locos, y a rebajarnos a sus argumentos para atacarlos usando sus mismas doctrinas: Dios nos sea propicio, [816] porque no queremos compararlo con ellos, sino que decimos estas cosas sólo para refutarlos y deshacer su locura. ¿Qué les admiran tantos insensatos, como si de ellos pudieran conocer algo superior a la verdad misma?
Ellos interpretan aquel dicho: <<Buscad y hallaréis>> (Mt 7,7), para elevarse por encima del Demiurgo y presumir de ser mejores y superiores a Dios, pues a sí mismos se llaman pneumáticos, en cambio catalogan de psíquico al Demiurgo. De esta manera se colocan sobre Dios, pretenden tener su lugar en el interior del Pléroma, mientras que Dios se quedaría en las Regiones Intermedias. Si presumen de ser superiores al Demiurgo, que lo prueben por sus obras: pues cada quien debe probar lo que es, no por sus palabras sino por sus obras.
30,3. ¿Qué obra pueden mostrar que haya hecho por ellos su Salvador o su Madre, que sea mayor, más espléndida o más inteligente que aquellas que ha realizado aquel que dispuso todas las cosas? ¿Cuáles cielos cimentaron? ¿Acaso han dado fundamentos a la tierra? ¿Qué estrellas han creado? ¿Qué astros han encendido, o qué órbitas les han señalado como su ruta? ¿Qué lluvias, fríos y nevadas han aportado a la tierra según los tiempos y regiones? O por el contrario, ¿determinaron ellos cuáles de éstas deben ser secas o calurosas? ¿Ellos han hecho fluir a los ríos? ¿O han hecho brotar las fuentes? ¿Con qué árboles y flores han adornado todas las regiones bajo el firmamento? ¿Cuántas especies de animales han formado, unos racionales, otros irracionales, pero todos llenos de belleza? Y en general, todas las cosas que el poder de Dios ha constituido y por su sabiduría gobierna, ¿quién las puede enumerar una por una, o escrutar la gran sabiduría del Dios que las hizo? ¿Y qué decir de los seres que están sobre el firmamento y que no se ven, como los innumerables Angeles, Arcángeles, Tronos y Dominaciones?
¿De cuál de todas estas obras quieren hacerse adversarios? ¿Cuál de ellas pueden ellos presumir de haber creado, cuando ellos mismos han sido hechos y plasmados? Si su Salvador o su Madre [817] -para usar sus mismas teorías, a fin de probar sus mentiras en su propio campo- se han servido de Dios, como ellos predican, para fabricar la imagen de aquellas realidades interiores al Pléroma y de todas aquellas que han contemplado rodeando al Salvador[213], lo ha hecho porque él es superior y más capaz para realizar lo que quería: pues no podría fabricar esta imagen por alquien inferior a ellos, sino por alguien más elevado.
30,4. Esos seres serían pneumáticos, como dicen, porque habrían sido concebidos de la contemplación de los seres que rodean como guardias a Pandora. Ellos continuaban siendo inertes, nada producía por ellos la Madre, ni los volvía perfectos el Salvador: esos seres engendrados eran inútiles, buenos para nada, pues nada se dice que hayan fabricado. En cambio al Dios que, según sus argumentos, ha sido emitido como un ser inferior a ellos, se les ocurre hacerlo psíquico, aunque fue el que realizó, trabajó y fue activo, pues le atribuyen haber fabricado las imágenes de todos ellos. Y no afirman que sólo haya hecho los modelos de las cosas visibles, sino que también por medio de él fueron hechos los de los seres invisibles: Angeles, Arcángeles, Dominaciones, Potestades, Potencias. Es claro que (la Madre) se quiso servir de uno superior a ellos para realizar sus planes. Se ve que su Madre no hizo nada, como ellos mismos confiesan, para que le puedan lógicamente atribuir a Dios haber nacido como un aborto que mal parió la Madre que ellos pregonan: ciertamente las comadronas no la asistieron cuando los parió a ellos, y por eso ella los emitió como un aborto, como a seres inútiles, sin ningún provecho para su Madre. Y, sin embargo, esos (herejes) se juzgan a sí mismos superiores a aquel que ha creado y ordenado tantas cosas tan magníficas; y por eso, según su propio sistema, ellos se encuentran muy por debajo de él.
30,5. Supongamos dos instrumentos de trabajo: uno de ellos siempre está en las manos del artesano, porque con él hace todo lo que quiere, y muestra su habilidad y sabiduría; otro, en cambio, siempre está arrinconado, útil para nada, inactivo, pues el artesano jamás lo usa para fabricar alguna de sus obras: ¿a quién se le ocurriría decir que este instrumento inútil, superfluo y ocioso es superior y más valioso que aquel que el artesano usa para trabajar y del que su dueño se gloría? [exclamdown]Sólo a uno que justamente consideráramos imbécil [818] y loco!
Así hacen ellos cuando presumen de ser pneumáticos y superiores al Demiurgo psíquico, y por eso pretenden subir sobre los cielos y penetrar en el Pléroma para encontrar a sus esposos. Según su propia confesión, han de ser de sexo femenino. Y luego, sin aducir ninguna prueba, dicen que Dios es inferior, y por eso se quedará en la Región Intermedia. Pero, quien es superior, lo prueba por sus obras, y el Demiurgo ha hecho todas las cosas, en cambio ellos nada digno pueden mostrar haber hecho, por lo que son sólo una turba de gente sin cerebro, locos sin remedio.
30,6. Si alegan que el Demiurgo hizo todas las cosas materiales, como el cielo y todo el mundo que está bajo ellos, en cambio todos los espirituales que están sobre los cielos (como los Principados, Potestades, Angeles, Arcángeles, Dominaciones, Poderes), fueron hechos, según dicen, como ellos mismos, por una emisión espiritual. En primer lugar ya hemos probado por las Escrituras del Señor, que el único Dios hizo todas las cosas mencionadas, visibles e invisibles. Ellos ciertamente no saben más que las Escrituras, ni nosotros tenemos por qué poner oídos sordos a las palabras del Señor, de Moisés y de los profetas, los cuales predicaron la verdad, para creerles a quienes no hablan de cosas razonables, sino de puros delirios y locuras. Y, en segundo lugar, si por medio de ellos fueron hechos los seres celestiales, que nos expliquen ellos su naturaleza espiritual, nos digan el número de los Angeles y Arcángeles, nos muestren los misterios de los Tronos y nos enseñen las diferencias entre las Dominaciones, Principados, Potestades y Poderes. Mas nada pueden respondernos, porque nada tuvieron que ver en su origen. Pero si los hizo el Demiurgo, como en efecto los hizo, y son realidades espirituales y santas, entonces no es psíquico el que hizo los seres pneumáticos. Así cae por tierra su enorme blasfemia.
30,7. Que haya en los cielos creaturas espirituales, lo proclaman todas las Escrituras, y Pablo da testimonio de que son espirituales, cuando escribe haber sido arrebatado hasta el tercer cielo, y además haber sido llevado al paraíso, [819] donde escuchó palabras inefables que un ser humano es incapaz de referir (2 Cor 12,2-4). ¿Y para qué le serviría ser arrebatado al tercer cielo o subir al paraíso, que están bajo el poder del Demiurgo, si tenía que contemplar y escuchar los misterios que, como ellos se atreven a decir, superan al Demiurgo? Porque, si era para conocer una Economía superior al Demiurgo, no se habría detenido en el dominio del Demiurgo, ni siquiera una vez vistas todas las cosas -pues, como ellos dicen, aún le quedaba penetrar en el cuarto cielo para poder acercarse al Demiurgo y ver la Semana que le está sujeta-; sino a lo más se habría detenido en la Región Intermedia, es decir, junto a la Madre, para de ella informarse de lo que hay dentro del Pléroma. Porque su hombre interior que hablaba dentro de él, siendo invisible, como dicen, no sólo podía llegar hasta el tercer cielo, sino hasta la misma Madre. Pero si el hombre interior de ellos de inmediato puede ir más allá del Demiurgo y subir hasta la Madre, [820] [exclamdown]cuánto más le habría ocurrido al hombre interior del Apóstol! Ni se lo hubiese impedido el Demiurgo, porque éste, según dicen, está sujeto al Salvador. Y si hubiera querido impedírselo, no lo habría logrado; porque no tiene mayor poder que la providencia del Padre, tanto más que, según su teoría, éste es invisible aun para el Demiurgo.
Pablo contó como una cosa grande y sublime haber sido arrebatado hasta el tercer cielo, y por lo mismo ellos no pudieron haber ascendido hasta el séptimo cielo, pues no son superiores al Apóstol. Pero si presumen de ser superiores, que lo prueben con sus obras: de hecho nunca se han atrevido a hacerlo. Por eso Pablo añadió: <<Si en el cuerpo o fuera del cuerpo, Dios lo sabe (2 Cor 12,2-3), para que así no se piense que su cuerpo participó de esta visión, como si hubiese tomado parte de aquello que él vio y oyó; además, para que no se le objete que el cuerpo, dado su peso, no puede ser asumido; sino que se admita que también sin el cuerpo se pueden contemplar los misterios espirituales, realizados por el mismo Dios [821] que hizo el cielo y la tierra (Gén 1,1), que plasmó al ser humano (Gén 2,7) y lo colocó en el paraíso (Gén 2,15). También podrán contemplarlo aquellos que, como el Apóstol, sean perfectos en el amor de Dios.
30,8. Las realidades espirituales del tercer cielo que el Apóstol pudo contemplar (2 Cor 12,2) y las palabras inefables que el ser humano es incapaz de pronunciar porque son espirituales, es el mismo Dios quien las concede, según su voluntad, a quienes halla dignos: suyo es, en efecto, el paraíso (2 Cor 2,4). El es el Espíritu de Dios (Jn 4,24), y no un Demiurgo psíquico, pues de no ser así, no podría haber creado realidades espirituales. Porque, si éste es psíquico, que nos digan ellos quién creó los seres pneumáticos. No nacieron de una emisión de su Madre, como ellos mismos pretenden haber sido formados, cosa que son incapaces de probar. Ellos no son capaces de crear, no sólo alguno de los seres espirituales, sino ni tan siquiera una mosca, un mosquito o cualquiera de los animales más pequeños y despreciables. Estos son producidos sólo por la ley que recibieron en su naturaleza desde el principio: todos los animales provienen por la fecundación mediante el semen de un animal del mismo género.
Ni siquiera su Madre hizo nada sola, aunque cuentan que engendró al Demiurgo Señor de toda la creación. También afirman que el Demiurgo es psíquico, en cambio se llaman pneumáticos aunque no son señores ni hacedores de alguna creatura, no sólo de entre aquellas que existen fuera de nosotros, pero ni siquiera de su propio cuerpo. En efecto, sufren en su cuerpo muchas dolencias contra su voluntad, [exclamdown]y así se proclaman superiores al Demiurgo!
30,9. Con toda razón les probamos que se han alejado mucho de la verdad. Porque, aun cuando aquel que hizo todas las cosas fuese inferior al Salvador, no sería inferior a ellos, sino mucho mejor, puesto que es el creador aun de ellos. [822] ¿De dónde se puede deducir que él es psíquico, y en cambio ellos pneumáticos? O bien -como es la única verdad que hemos demostrado con muchos y claros argumentos- él por sí mismo creó libremente, con su propio poder ordenó y llevó a cabo todas las cosas, y todo lo que existe ha recibido el ser de su voluntad: sólo a él lo descubrimos como Dios que hizo todas las cosas, como el único Soberano universal y único Padre, que creó y realizó todas las cosas, visibles e invisibles, racionales e irracionales, terrenas y celestiales, mediante el Verbo de su poder (Heb 1,3), que compuso y ordenó todas las cosas con su Sabiduría[214]; el único que contiene todo y en cambio nada puede contenerlo. El es el Hacedor, el Creador, el Inventor, el Ordenador, el Señor de todas las cosas. Fuera de él y sobre él no existe la Madre que han inventado, ni otro Dios como se le ocurrió a Marción, ni el Pléroma de treinta Eones cuya vaciedad hemos demostrado, ni el Abismo, ni el Protoprincipio, ni los cielos, ni la Luz virginal, ni el Eón inefable, ni todas las demás cosas que todos los herejes fabrican en sus delirios.
Hay sólo un Dios Demiurgo, que está por sobre todos los Principados, Potestades, Dominaciones y Poderes (Ef 1,21). Este es Dios Padre, el Creador, el Hacedor, el Demiurgo que realizó por sí mismo todas las cosas, quiero decir, que por su Verbo y su Sabiduría hizo el cielo y la tierra, los mares y todo cuanto ellos contienen[215] (Ex 20,11; Ps 146[154],6; Hech 4,24). El es el único justo, bueno; él formó al ser humano (Gén 2,7), plantó el paraíso (Gén 2,8), fabricó el mundo, ordenó el diluvio y salvó a Noé. Este es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; es el Dios de los vivos (Mt 22,32), el que la Ley y los profetas anunciaron, el que Cristo reveló, [823] los Apóstoles transmitieron y en el que la Iglesia cree: éste es el Padre de nuestro Señor Jesucristo (2 Cor 1,3; Ef 1,3; Col 1,3; 1 Pe 1,3). El, mediante su Verbo, que es su Hijo, se reveló y manifestó a todos aquellos a quienes él decidió: lo conocen aquellos a quienes el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11,27). Este Hijo siempre existe con el Padre, y desde el principio revela al Padre, a los Angeles, Arcángeles, Potestades, Poderes, y a todos aquellos a quienes Dios quiere revelarse.
31,1. Una vez rebatidos los valentinianos, todo el resto de los herejes queda también derrocado. Vale contra los seguidores de Marción, Simón, Menandro y cualquier otro que de modo semejante separe del Padre nuestra creación, todo cuanto hemos probado contra aquéllos: cuanto dijimos contra su Pléroma y cuanto se halla fuera del Pléroma, porque en su teoría el Padre de todas las cosas quedaría encerrado y aprisionado de cuanto queda fuera de él, si es que algo hay fuera de él; y que por fuerza habría muchos Padres y muchos Pléromas y muchos mundos creados que se limitarían mutuamente excluyéndose sus partes; cada uno de esos (Padres) se tendría que mantener dentro de sus propios dominios, y no podría meter las narices en los de los otros, con los cuales no tendría ninguna comunión ni parte. Y probamos que no hay otro Dios de todas las cosas, sino que sólo él merece llamarse Soberano universal.
[824] Vale también contra los seguidores de Saturnino, Basílides, Carpócrates y los demás Gnósticos que repiten las mismas ideas, lo que hemos dicho contra aquellos que dicen que el Padre de todas las cosas las comprende todas, pero que él no llevó a cabo nuestra creación, sino que la hicieron o un Poder diverso, o Angeles que no conocían al Protopadre, y que éste estaría encerrado en la inmensa grandeza del universo como el centro de un círculo, o como la mancha en un vestido. Hemos demostrado cuán inverosímil es que algún otro fuera del Padre de todas las cosas haya llevado a cabo nuestra creación.
Cuanto hemos dicho acerca de las emisiones de Eones, de la penuria y de la incongruencia de su pretendida Madre, también destruye la teoría de Basílides y de todos los que falsamente se llaman Gnósticos, porque afirman las mismas cosas con palabras distintas. Y, más que aquéllos (los valentinianos), adaptan a su doctrina ideas extrañas a la verdad.
Lo que dijimos acerca de los números, vale para cuantos desvían la verdad hacia esa mentira.
Los argumentos sobre el Demiurgo que lo demuestran el único Dios y Padre de todas las cosas, así como cuanto aún diremos en los próximos libros, refutan a todos los herejes mencionados.
Algunos de ellos son más mansos y moderados: tú los refutarás y confundirás, para que dejen de blasfemar contra su Creador, Hacedor, Proveedor y Señor, afirmando que ha nacido de la penuria y la ignorancia. Pero aléjate de los salvajes, violentos e incapaces de razonar, para que no tengas que sufrir más su verborrea.
31,2. Contra Simón, Carpócrates y todos aquellos que presumen de obrar milagros: no lo hacen por el poder de Dios, ni en verdad, ni actúan así para hacer el bien a los demás, sino para dañarlos induciéndolos a error, por medio de una magia ilusoria y un completo fraude, de modo que, en lugar de hacer el bien a quienes creen en sus seducciones, los perjudican. No son capaces de dar la vista a los ciegos, ni el oído a los sordos, ni expulsar a todos los demonios -sino sólo a aquellos que ellos mismos les meten, si es verdad lo que dicen-, ni curar a los enfermos, cojos y paralíticos o dañados en cualquier otro miembro del cuerpo como efecto de alguna enfermedad, ni dar de nuevo la salud a todos aquellos que enferman por accidente. Muy lejos están de resucitar a los muertos [825] -como lo han hecho el Señor y los Apóstoles por medio de la oración y como en algunos casos ha sucedido en la comunidad cuando ha sido necesario, cuando toda la Iglesia lo ha suplicado con ayunos y plegarias, de modo que <<ha regresado al muerto el espíritu>> (Lc 8,55) como respuesta a las oraciones de los santos-. Ni siquiera creen que esto sea posible; porque, según ellos, incluso la resurrección de los muertos no es sino el conocimiento de lo que ellos llaman la verdad.
31,3. De parte de ellos, no hay sino error, seducción, ilusiones mágicas con las que impíamente engañan a las personas. En la Iglesia se halla la compasión, la misericordia (Zac 7,9), la solidez y la verdad, que se ejercitan gratuitamente y sin esperar paga alguna, sólo al servicio de los seres humanos. Damos lo que tenemos para la salvación de los hombres, y muchas veces los enfermos reciben de nosotros, para su curación, incluso lo que a nosotros nos hace falta. Esto prueba que ellos son del todo extraños al ser de Dios, a su benignidad y a la virtud espiritual; porque, llenos de toda clase de engaños, de espíritu de apostasía, de obras del demonio y de engaños idólatras, se convierten en precursores del dragón que, mediante artificios arrastrará con su cola la tercera parte de las estrellas y las arrojará sobre la tierra (Ap 12,4). Igual que del dragón hemos de huir de ellos, y mientras más presuman de realizar maravillas, más debemos precavernos como de personas a quienes más ha poseído el espíritu de la maldad. Por este motivo, si se observa cómo se comportan cada día, [826] se descubrirá que su modo de obrar es el mismo que el de los demonios.
32,1. Refutamos su doctrina sobre la obras, cuando afirman que deben experimentar todas las acciones, aun las malas, usando la enseñanza del Señor: según su palabra, no sólo serán echados de su presencia quienes pequen, sino también quienes quieran pecar (Mt 5,25-28). No sólo el que asesina merecerá el castigo del asesino, sino también aquel que, sin motivo, se enoje contra su hermano (Mt 5,21-22). No sólo prohibió odiar a los demás, sino que ordenó amar a los enemigos (Mt 5,43-44). No únicamente vetó hablar mal del prójimo, sino que mandó no llamar al otro vacío o estúpido, bajo pena de caer en el fuego de la gehenna (Mt 5,22). No sólo enseñó no golpear a otro, sino que, si alguien nos pega, a presentarle la otra mejilla (Mt 5,39). No se limitó a disponer que no hemos de robar lo ajeno, sino también a no reclamarle al otro que nos ha quitado lo nuestro (Mt 5,40); y no únicamente prohibió hacer el mal o herir al prójimo, sino que mandó hacer el bien con generosidad a quienes nos tratan mal y orar por ellos para que se conviertan y se salven (Mt 5,44): no hemos de imitar, pues, a los otros en las ofensas, los apetitos y el orgullo.
Ellos mismos se glorían de tenerlo por Maestro, y dicen que tuvo un alma mucho mejor y más fuerte que los demás; y él mandó que hiciéramos con todas nuestras fuerzas ciertas cosas buenas y excelentes, y que nos abstuviéramos de otras malas, dañosas y nocivas, [827] no sólo en cuanto a la acción externa, sino también en cuanto a los pensamientos que llevan a ellas: ¿pero cómo pueden sin avergonzarse llamar Maestro a ese hombre más fuerte y excelente que los demás, y luego mandar cosas abiertamente opuestas a su doctrina? Si no hubiese acciones en sí mismas justas o injustas, sino que todas dependieran de la opinión humana, ciertamente no habría enseñado con firmeza: <<Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre>> (Mt 13,43); en cambio los injustos y que no han hecho las obras justas, <<serán echados en el fuego eterno>> (Mt 25,41), <<donde su gusano jamás morirá ni el fuego se extinguirá>> (Mc 9,48; Is 66,24).
32,2. Además, afirmando que ellos deben experimentar todo tipo de acciones y conducta, a fin de pasar en una sola vida, en cuanto es posible, por todo el desarrollo necesario para llegar a la perfección, nadie los ve hacer algún esfuerzo por practicar las obras de virtud, ni trabajos pesados, ni actividades gloriosas o artísticas, o alguna cosa de las que todo mundo aprueba como buenas. Porque si en verdad necesitaran experimentar todo tipo de obras y acciones, primero tendrían que estudiar las artes y ciencias; las que se aprenden con esfuerzo, trabajo, meditación y perseverancia, como los distintos tipos de música, las matemáticas, la geometría, la astronomía, los diversos métodos de expresión, el arte de la medicina tanto por el conocimiento de las hierbas curativas como por remedios fabricados, la escultura en bronce o en mármol; u otros tipos de profesiones como la agricultura, la veterinaria, el pastoreo, la construcción, las diversas artesanías, las relacionadas con el mar, la gimnasia, la cacería, las artes marciales, el gobierno, por no enumerar todos los tipos de aprendizaje, que ellos, aun dedicando toda su vida, no alcanzarían a asimilar ni en una diezmilésima parte.
No se preocupan de aprender, y dicen tener que ejercitarse en todo tipo de obras, como pretexto para entregarse a los placeres [828] y a toda clase de acciones lúbricas y licenciosas: ya están juzgados según su propia doctrina (Tt 3,11), e irán al castigo del fuego, porque les falta todo lo que acabamos de enumerar. Estos, mientras emulan la filosofía de los epicúreos y la indiferencia de los cínicos, se glorían de tener a Jesús por Maestro, el cual advierte a los discípulos no sólo acerca de las malas acciones, sino también de las palabras y pensamientos perversos, como anteriormente hemos expuesto.
32,3. Dicen tener el alma del mismo origen que Jesús, y que son semejantes a él, y muchas veces mejores; si embargo nunca se les ve entregarse a las obras que él realizó para el bien y el progreso de los seres humanos, nada han hecho que se le parezca o que de algún modo se le pueda comparar. Sino que, si algo llevan a cabo, como antes mostramos, lo hacen por artes mágicas para seducir con engaños a los tontos. No producen ningún fruto que deje alguna utilidad a aquellos para los cuales dicen realizar milagros. Sino que se contentan con atraer a los adolescentes presentando ante sus ojos actos de ilusión y muchas apariencias que de inmediato se desvanecen, que no duran ni un instante: no reproducen en sí la imagen de Jesús, sino la de Simón el Mago. Añádase que el Señor resucitó al tercer día de entre los muertos, se mostró a los discípulos, y ante su vista fue elevado al cielo; en cambio ellos se mueren y no resucitan ni se muestran a nadie: también esto demuestra que no tienen un alma igual a la de Jesús.
32,4. Algunos de ellos dicen que Jesús también realizó todas estas cosas en apariencia. Por los profetas les demostraremos que ya estaban anunciadas, que él las hizo de modo que no quede duda alguna, y que él es el único Hijo de Dios. [829] Por eso sus discípulos verdaderos en su nombre hacen tantas obras en favor de los seres humanos, según la gracia que de él han recibido. Unos real y verdaderamente expulsan a los demonios, de modo que los mismos librados de los malos espíritus aceptan la fe y entran en la Iglesia; otros conocen lo que ha de pasar, y reciben visiones y palabras proféticas; otros curan las enfermedades por la imposición de las manos y devuelven la salud; y, como arriba hemos dicho, algunos muertos han resucitado y vivido entre nosotros por varios años.
¿Qué más podemos decir? Son incontables las gracias que la Iglesia extendida por todo el mundo recibe de Dios, para ir día tras día a los gentiles y servirlos en nombre de Jesucristo crucificado bajo Poncio Pilato. [830] Y no lo hacen para seducir a nadie ni para ganar dinero, pues, así como ella lo ha recibido gratis de Dios, así también gratis lo distribuye (Mt 10,8).
32,5. Y no lo hace por invocación de los ángeles, ni por medio de encantamientos, ni por otros poderes malvados u otro tipo de acciones mágicas; sino que de modo limpio, puro y abierto, elevando su oración al Dios que creó todas las cosas e invocando el nombre de nuestro Señor Jesucristo, hace todos estas obras maravillosas no para seducir a nadie sino para el bien de los seres humanos. Pues si hasta hoy el nombre de nuestro Señor Jesucristo hace tantos beneficios y cura de modo seguro y verdadero a todos los que creen en él[216], y no pueden hacer lo mismo los seguidores de Simón, Menandro, Carpócrates o de cualquier otro, entonces es evidente que él se hizo hombre, convivió con la obra que él mismo había plasmado (Bar 3,38), realmente todo lo llevó a cabo por el poder de Dios según la voluntad del Padre de todas las cosas (Ef 1,9), tal como los profetas habían anunciado. Cuáles hayan sido estas profecías, lo diremos al exponer las pruebas sacadas de los profetas.
33,1. Que sea falsa su pretendida transmigración de las almas, lo probaremos por el hecho de que ninguna de sus almas se acuerda de sus vidas anteriores. Porque, si fueron enviadas (a este mundo) para experimentar todo tipo de actividades, tendrían que recordar lo que sucedió en los tiempos pasados, para poder completar lo que falta sin tener que trabajar miserablemente una y otra vez sobre las mismas cosas. [831] La unión con el cuerpo no debería cancelar enteramente la memoria y contemplación de todo lo que antes han experimentado, puesto que para eso vinieron. Cuando el cuerpo está en reposo y adormecido, el alma ve y obra en sueños, y se recuerda de muchas de estas cosas en comunión con el cuerpo; por eso, una vez despierto, puede indicar, incluso después de algún tiempo, lo que ha experimentado en el sueño; de modo parecido el alma debería acordarse de sus experiencias antes de venir a este cuerpo. Pues si ella se recuerda, una vez unida al cuerpo y extendida por todos sus miembros, de lo que ha visto o pensado en su imaginación durante el sueño durante un tiempo tan breve, [exclamdown]cuánto más debería acordarse de todas aquellas cosas en las que estuvo inmersa en toda una vida anterior y durante tanto tiempo.
33,2. A este propósito Platón, aquel viejo ateniense que fue el primero en introducir esta doctrina, como no podía explicar esta cuestión, inventó la copa del olvido, imaginando que mediante este truco podía huir del problema. Pero no probando lo más mínimo, de modo categórico respondió que al introducirse las almas en esta vida, el demonio que las introduce les hace beber el olvido. Al decirlo, él, sin caer en la cuenta, cayó en un absurdo más grave. Si es verdad lo de la copa del olvido que, una vez bebida, [832] te hace olvidar todo lo que anteriormente has hecho, ¿cómo lo sabes, oh Platón, si ahora tu alma está metida en el cuerpo, y antes de que se metiera el demonio le dio a beber esa poción? Pues si te acuerdas del demonio, de la copa y de tu entrada en esta vida, tendrías que acordarte de lo demás; pero si nada sabes de esto, ni es real ese demonio, ni es cierto que bebiste la copa del olvido.
33,3. Algunos dicen que el cuerpo mismo es esa poción del olvido. Pero entonces ¿cómo el alma recuerda y puede comunicar a otros lo que ha visto y pensado en sueños, y los deseos de su mente, mientras está en el cuerpo? Y si fuera cierto que el cuerpo es la causa del olvido, entonces el alma no recordaría lo que ha experimentado por la vista o el oído mientras vive en el cuerpo; sino que, al mismo tiempo que el ojo mira algo, su recuerdo desaparecería de la memoria. Si el alma radicara en la causa del olvido, no podría conocer nada, sino sólo aquello que ve a cada instante. Si el cuerpo es, como dicen, el olvido mismo, ¿cómo el alma podría aprender las cosas divinas y recordarlas mientras existe en el cuerpo? Los mismos profetas, mientras vivían en la tierra, se acordaban de lo que veían y oían en las visiones celestiales, para luego anunciarlas a los seres humanos con quienes convivían. No es verdad que el cuerpo produce en el alma el olvido de las cosas espirituales que ha visto, sino que el alma educa al cuerpo [833] y la hace participar de lo que con su visión espiritual ha aprendido.
33,4. El cuerpo, en efecto, no es más sólido que el alma, pues de ella recibe el soplo, la vida, el desarrollo y el mantenerse unido; sino que el alma posee y gobierna el cuerpo. Como el cuerpo participa de su movimiento, la detiene en su rapidez, pero no le hace perder su conocimiento. El cuerpo se asemeja a un instrumento, mas el alma es como el artista. Y un artista rápidamente concibe una obra, pero la realiza más lentamente usando su instrumento, por la inmovilidad de éste: se mezclan, pues, la rapidez del artista con la torpeza del instrumento, y de esa manera la obra toma tiempo. De modo semejante el alma participa de los impedimentos del cuerpo con el que está unida, pero sin perder absolutamente sus capacidades; así como, comunicando al cuerpo su vida, ella misma no la pierde. De modo parecido, mientras ella hace a su cuerpo partícipe de muchas otras cosas, ella misma no pierde ni su conocimiento ni la memoria de lo que ha experimentado.
33,5. Por consiguiente, si no recuerda los hechos del pasado, sino que sólo percibe otros conocimientos que adquiere en esta vida, entonces no ha vivido en otros cuerpos en tiempos anteriores, ni ha realizado hechos que no conoce, ni ha conocido otras cosas que ahora no experimenta. Más bien, cada uno de nosotros, así como por el arte de Dios ha recibido su cuerpo, así también de él ha recibido su alma. Porque Dios no es ni tan pobre ni tan indigente que sea incapaz de dar a cada cuerpo su alma, [834] así como sus caracteres distintivos. Y así, una vez completo el número que él mismo ha determinado, todos los que están inscritos en el libro de la vida resucitarán (Ap 21,27), con su propio cuerpo y alma y con el propio espíritu con los cuales agradaron a Dios. En cambio los que merecieron el castigo irán a él, con el alma y el cuerpo con los cuales se alejaron de la bondad divina[217]. Entonces ya no engendrarán hijos ni éstos nacerán, ni se casarán, ni habrá matrimonio (Mt 22,30), pues estará completo el número de los seres humanos que Dios eligió de antemano, para cumplir en todo el plan del Padre.
34,1. De modo muy completo el Señor enseñó que no se conservan las almas pasando de cuerpo en cuerpo; sino también que ellas conservan la personalidad del cuerpo para el cual fueron hechas, y se acuerdan de las obras que acá realizaron o dejaron de realizar. Cuando relata lo que está escrito acerca del rico y de Lázaro [835] que descansaba en el seno de Abraham (Lc 16,19-31), dice que el rico, después de la muerte, reconoció a Lázaro y a Abraham y recordó el puesto que cada uno de ellos había tenido, y le rogó que enviara en su auxilio a Lázaro, al que no había querido hacer participar de su mesa; y luego la respuesta de Abraham, que no sólo sabía lo que él era, sino también el rico; y que más les servía escuchar a Moisés y a los profetas que recibir el anuncio de algún resucitado de la muerte, a aquellos que no quisieran llegar a aquel lugar de castigo. Con estas palabras claramente enseñó que las almas siguen viviendo, no que pasan de cuerpo en cuerpo, y que retienen su personalidad humana a tal punto que pueden ser reconocidas y acordarse de lo que acá sucede; y también el espíritu profético de Abraham, y cómo cada persona recibe el estado que merece, incluso antes del juicio.
34,2. Algunos quizás digan que las almas, como comenzaron a existir hace algún tiempo, no pueden durar, pues para ello tendrían que ser ingénitas e inmortales; pero si tuvieron un comienzo, así también deberán morir con el cuerpo. Sepan que sólo Dios, el Señor de todas las cosas, no tiene principio ni fin, y es el único que permanece siendo el mismo para siempre. Todas las cosas que de él provienen, que ha creado y sigue creando, tienen un principio y generación, y por ese motivo son inferiores a aquel que las ha hecho, porque no son increadas; sino que duran y permanecen en el tiempo según la voluntad del Dios Creador: [836] así como al principio les concede comenzar a existir, así después les concede el ser[218].
34,3. Así como el cielo sobre nosotros, el firmamento, el sol, la luna, las demás estrellas y todo su esplendor (Gén 2,1) antes no existían, pero una vez creadas han durado por tanto tiempo según la voluntad de Dios, de modo semejante no se engañará quien se fije en las almas, los espíritus y todas las demás cosas, y vea que, habiendo sido hechas y por eso tienen un comienzo, duran mientras Dios lo quiera. El Espíritu profético ha dado testimonio de ellos con expresiones como éstas: <<El dijo y fueron hechas, él mandó y fueron creadas. El las ha establecido por los siglos de los siglos>> (Sal 148,5-6; 33[32],9). Y sobre la salvación de los seres humanos dijo: <<Te pidió la vida y le concediste largos años por los siglos de los siglos>> (Sal 21[20],5), porque el Padre concede vivir por los siglos de los siglos a aquellos que se han salvado.
Porque la vida no nos viene por naturaleza, sino por la gracia de Dios (1 Cor 3,10). Y así, quien conserve el don de la vida y dé gracias a quien se lo ha dado, recibirá en regalo vivir por los siglos de los siglos; mas quien lo rechace, no se muestre agradecido a su Creador por haberlo creado, y no reconozca al que se lo ha dado, se priva a sí mismo de la vida eterna. Por eso el Señor decía a los que se mostraban desagradecidos a él: <<Si no fuisteis fieles en lo pequeño, ¿quién os dará lo más grande?>> (Lc 16,11). Con esto quiso decir que, si en esta breve vida temporal se mostraban desagradecidos a aquel que les dio la vida, con justicia no recibirán <<largos años por los siglos de los siglos>>.
[837] 34,4. Así como el cuerpo animado no es él mismo el alma, sino que participa del alma mientras Dios lo quiera, así también el alma no es la vida misma, sino que participa de la vida que Dios ha querido concederle. Por eso la palabra profética dice acerca del primer hombre plasmado: <<Fue hecho alma viviente>> (Gén 2,7). Con esto nos enseñó que el alma vive al participar de la vida, de modo que una cosa se entiende por alma y otra por vida. Es, pues, Dios quien otorga la vida y la duración perpetua; le es posible conceder esa vida perpetua a almas que antes no existían, si Dios quiere que existan y que sigan viviendo. En efecto, la voluntad de Dios debe gobernar y dirigir todas las cosas: todo lo demás le está sometido y existe para su servicio. Basta por ahora acerca de la creación del alma y de su duración perpetua.
35,1. Además de lo dicho antes acerca de Basílides, debemos añadir que, según su sistema, no sólo fueron creados trescientos sesenta y cinco cielos, uno después de otro y por creación de unos por otros, sino que siempre se siguen y seguirán creando en el futuro inmensidad de cielos, de modo que el número de nuevos cielos creados no tendrá límite. [838] Si el segundo cielo derivó del primero y fue hecho a su semejanza, y de modo semejante el tercero del segundo y todo el resto, entonces por fuerza nuestro cielo (que llama el último) debe haber provenido de otro del que es imagen, y este otro de otro. De este modo nunca se detendrá ni el flujo de cielos ya hechos, ni la fabricación de nuevos, de donde se seguirá no un número definido de cielos, sino ilimitado.
35,2. Algunos de entre los mal llamados Gnósticos, dicen que los profetas han profetizado en nombre de diversos dioses. Con facilidad se les puede refutar, haciendo ver que todos los profetas anunciaron a un solo Dios y Señor, que es el mismo Creador de cielo y tierra y de todas las cosas que hay en ellos (Ex 20,11; Sal 146[145],6; Hech 4,24), y prepararon la venida de su Hijo, como lo demostraremos a partir de las Escrituras en los libros siguientes.
35,3. Si aducen como prueba los distintos nombres en lengua hebrea que se hallan en las Escrituras, como Sabaoth, Elohím, Adonai y otros semejantes, para inventar que esos nombres indican diversos Dioses y Potestades, sepan que todos esos nombres y otros semejanes se refieren a uno y el mismo. Eloah en hebreo significa <<Dios verdadero>>, Elloeuth en hebreo quiere decir <<aquel que abarca todas las cosas>>. Adonai algunas veces significa [839] <<innombrable y admirable>>, y otras veces, cuando se reduplica la letra d y se aspira, Addonai, <<el que separa la tierra de las aguas, para que éstas no la invadan>>. Sabaoth, cuando lleva la omega en la última sílaba, quiere decir <<el que decide>>; en cambio con ómicron (la o simple griega), indica <<el primer cielo>>. [840] Así también Iaoth, que lleva la omega con aspiración en la última sílaba, <<medida decidida de antemano>>, en cambio Iaoth (con ómicron) <<el que hace huir el mal>>.
Todos los demás nombres parecidos son diversos modos de llamarlo, como en latín <<Señor de las Potestades>>, <<Padre de todas las cosas>>, <<Dios Soberano universal>>, <<Altísimo>>, <<Señor de los cielos>>, <<Creador>>, <<Demiurgo>> [841] y otros semejantes. No quieren indicar a muchos Dioses diversos, pues todas estas denominaciones y nombres se atribuyen a uno solo, que es Dios Padre, el que abarca todas las cosas y les concede la existencia.
35,4. De todo lo que hemos dicho queda claro que la predicación de los Apóstoles, la enseñanza del Señor, el anuncio de los profetas y el servicio de la Ley manifiestan a un solo Dios de todas las cosas, alaban al Padre, y no se refieren a varios Dioses, ni dicen que éstos hayan sido emitidos por otros Dioses y Potencias, sino del único y mismo Padre de todas las cosas. Este es quien ha decidido la naturaleza y orden de cada ser, [842] y no lo han hecho ni Angeles ni alguna Potencia, sino que el único Dios Padre creó todas las cosas visibles e invisibles y todo cuanto existe (Jn 1,3).
Pero no debemos dar la impresión de que nos negamos a mostrar las pruebas a partir de las Escrituras divinas, y por eso -ya que las mismas Escrituras explican estas cosas de modo más claro y evidente para aquellos que no deciden interpretarlas maliciosamente- en el libro siguiente explicaremos las Escrituras por las Escrituras mismas, para exponer las pruebas que el mismo Dios ofrece, a todos aquéllos que amen la verdad.
[206] En este párrafo se está jugando con los términos alma y psíquico. Para refutarlos San Ireneo entra en su juego de llamar psíquicos a los seres humanos cuya naturaleza es la psyché (el alma), mientras que los espirituales (pneumáticos) son aquellos cuya naturaleza es el pneûma.
[207] A la teoría gnóstica San Ireneo opone la fe de la Iglesia. Ellos afirman ya estar salvados <<por naturaleza>>, pero sólo en su espíritu; el alma de los psíquicos, si observa la justicia, podrá participar del Demiurgo en la Región Intermedia; el cuerpo se corrompe y destruye con toda la materia. Para el obispo de Lyon la Regla de la fe confiesa la salvación final del ser humano entero: cuerpo y alma; y no por naturaleza, sino por don gratuito de Dios y según su fidelidad a la ley divina (tema del libro V).
[208] Por eso también hay tres tipos de seres humanos, según domine en ellos uno u otro de los elementos en la substancia de que están formados: los hylicos (hechos de hylé, materia), los psíquicos (de psyché, alma), y los pneumáticos (de pneûma, espíritu).
[209] Es decir, los pneumáticos o espirituales, como ellos pretendían ser.
[210] Recuérdese que para ellos el Demiurgo es psíquico.
[211] El único Dios Creador y Padre quiere la salvación de todo el ser humano, pues lo ha creado todo entero: alma y cuerpo, y fuera de estos dos elementos nada quedaría para salvarse. En este enérgico párrafo San Ireneo expone nítidamente la antropología cristiana (ver II, 13,3; en V, 7,1 describe la muerte como separación del alma y del cuerpo). Luego, cuando adelante hable del Espíritu que habita en el hombre, dirá que es el Espíritu de Dios que se le comunica para que, inhabitando en él, lo haga perfecto.
[212] Hierba medicinal que se daba a los locos y epilépticos.
[213] Es decir los Angeles.
[214] Esta expresión trinitaria es común en San Ireneo: el Hijo y el Espíritu son creadores con el Padre, y a los primeros suele llamar el Hijo y la Sabiduría: el primero es la imagen según la cual se llevó a cabo la creación, el segundo ordena. Ver III, 25,1; IV, 7,4; 20,1,3-4; D 5.
[215] Para los gnósticos el Demiurgo está fuera del Pléroma. San Ireneo rebate: entonces el Pléroma no es tal Plenitud; y característica del Dios Creador es abarcar todas las cosas y no ser abarcado por ninguna: ver IV, 20,2; D 4.
[216] Esta sentencia ofrece un doble signo de la convicción de San Ireneo : 1º Oramos a Dios por medio del nombre de Cristo (no se trata de dos oraciones diversas y separadas): por Cristo al Padre. 2º La divinidad de Jesucristo, pues por la invocación de su nombre se realizan los milagros en favor de quienes creen en él.
[217] Párrafo claro sobre la antropología de San Ireneo: se salvarán el alma y el cuerpo del ser humano <<con el propio Espíritu>>, en los cuales (alma y cuerpo) los hombres agradaron a Dios. Por contraste, se condenarán el alma y el cuerpo (sin dejar de ser hombres); pero en este caso nada afirma del Espíritu puesto que lo echaron de sí al rechazar la bondad divina (ver V, 6,1; 7,1; 9,1-2).
[218] A los gnósticos, que como pneumáticos se decían destinados a durar para siempre por naturaleza, San Ireneo opone el argumento: por naturaleza, todo lo que tiene principio también tiene un fin, pues manifiesta no tener en sí mismo la razón de su existencia. Por lo tanto, si un ser ha recibido el ser como un don de Dios que lo ha creado, seguirá viviendo mientras Dios lo quiera. Por eso, si los seres humanos vivirán para siempre, y cómo, depende de la voluntad divina que sólo podemos conocer por su Palabra revelada.