XX
La sexta trompeta y el río Éufrates, imagen del pueblo
pecador
El «ay» primero pasó y he aquí que vienen dos «ayes»
y tras éstos el sexto ángel tocó la trompeta1. Aquí
comenzó la última predicación2. Y oí uno de los ángeles
que estaban en los cuatro cuernos del altar de oro que
está delante de Dios diciendo al sexto ángel, que tenía la
trompeta: «Suelta los cuatro ángeles que están atados en
el río grande Éufrates»3. El altar que está en la presencia
de Dios quiere indicar la Iglesia, que en el tiempo de la
última persecución se atreverá a menospreciar las
palabras y los mandatos del rey más cruel y a separarse
de aquellos que los secundan.
Suelta a los cuatro ángeles que están atados en el
gran río Éuirates4. En verdad, el río Eufrates significa el
pueblo pecador en el cual Satanás y la voluntad propia
están atadas. Pues el Éufrates es un río de Babilonia; así
Jeremías en medio de Babilonia arrojó un libro en el
Éufrates5. Y fueron soltados los cuatro ángeles6, es decir,
es el inicio de la persecución, preparados para la hora, el
día, el mes y el año, para matar a la tercera parte de los
hombres7. Estos son los cuatro tiempos de tres años y la
parte del tiempo8.
Y el número, dice, de los ejércitos de la bestia era de
miriadas de miriadas: oí su número9. Pero no dijo cuántas
miriadas para matar a la tercera parte de los hombres10.
Esta es la tercera parte de los orgullosos de la que se
separa la Iglesia11. y vi los caballos en la visión, y a los
que montaban en ellos, que tenían corazas ígneas, y
jacintinas y sulfúreas12. Los caballos representan a los
hombres, los jinetes a los espíritus malvados, armados de
fuego, humo y azufre13.
Y las cabezas de los caballos eran como de leones14,
para enfurecerse en la persecución. Y de su boca sale
humo, fuego y azufre15, es decir, que las blasfemias salen
de su boca contra Dios16. Pues sus colas son semejantes
a serpientes17. Las colas hemos dicho que eran los
prepósitos; las cabezas, los príncipes de este mundo. Y
por medio de ellas daña el diablo, y sin ellas no puede
dañar; en efecto, los que dañan son o los reyes
sacrílegos dando órdenes malvadas o los sacerdotes
sacrílegos enseñando malvadamente 18.
El ángel en la nube: el Señor en la Iglesia
Y vi, dice, otro ángel fuerte que bajaba del cielo,
envuelto en una nube. Y el arco iris, es decir, el arco en el
cielo, estaba sobre su cabeza y su semblante era como el
sol19. El ángel envuelto en una nube representa al Señor
envuelto en la Iglesia. En efecto, nosotros leemos que los
santos son las nubes, como dice Isaías: «¿Quiénes son
éstos que vuelan como nubes?»20 Así pues, ved a Cristo
envuelto en una nube espiritual, es decir, revestido de su
cuerpo santo. Y el arco iris por encima de su cabeza21, es
decir, el juicio que llega o que llegará o la promesa
perseverante. Es, pues, la Iglesia que ha descrito en la
persona del Señor, diciendo: Y su semblante era como el
sol22, es decir, por su resurrección; porque apareció
como el sol cuando resucitó de entre los muertos. Y sus
pies como columna de fuego23. Los pies significan los
apóstoles, por los cuales su doctrina se expande por toda
la tierra; o también, porque el pie es la última parte del
cuerpo, quiere indicar que la Iglesia después del fuego de
la última persecución resplandecerá por el fulgor de los
santos24.
Y puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre
la tierra25, es decir, para predicar más allá del mar y en
toda la tierra26. Y clamó con voz potente y ruge como un
león27, es decir, predicó con fuerza.
La palabra sigilada a los malvados
Y cuando clamó, hablaron sus voces los siete
truenos28, que son también las siete trompetas29. Y oí
una voz del cielo que decía: «Sella lo que hablaron los
siete truenos y no lo escribas»30: por causa de aquellos
que deben ser golpeados para que ellos no aparezcan
indiferentemente a todos los impíos. Así también en otro
lugar por causa de sus siervos dice: No selles, dice, las
palabras de esta profecia31. Y mostró a los que había
mandado sellar y a quienes no: El que continúa, dice,
haciendo el mal que haga el mal y el que está en la
suciedad ensuciese todavía más32: es por esto por lo que
yo les hablo en parábolas para que el que es justo se
justifique más y lo mismo el que es santo se santifique
todavía más33. Éste es el sentido de: «Dichosos vuestros
ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen»34; en
verdad, para éstos las palabras del libro no están
selladas, pero para los malos sí están sigiladas.
Y aquel ángel juró que no habrá más tiempo. Pero en
los días del séptimo ángel cuando comience a tocar la
trompeta35. La séptima trompeta es el fin de la
persecución y el advenimiento del Señor; por eso dijo el
Apóstol que la resurrección tendría lugar «al son de la
última trompeta36.
Recapitulación
En cuanto a lo que más arriba ha sido dicho, que el
quinto ángel habiendo tocado de nuevo la trompeta, una
estrella cayó del cielo; esta estrella es también el cuerpo
de muchas estrellas que caen del cielo, es decir, de la
Iglesia de los que caen, y significa el pueblo orgulloso e
impío37.
El hecho de que le fue entregada la llave del abismo38
es que se le ha entregado al poder de su corazón para
que abra su corazón al diablo y haga todo el mal sin temor
alguno39. Y que subió humo del pozo40, es decir, del
pueblo malo; y oscureció el sol y la luna; no dijo que el sol
se cayese sino que se oscureció; dice esto porque los
pecados de los hombres malos y soberbios parecen que
oscurecen el sol cuando, a veces, esparcen la oscuridad
sobre los santos y los justos con numerosas tribulaciones;
pero no pueden apagar su luz, porque no consienten
entenderse con ellos en el mal. Cuando dice que del
humo del pozo habían saltado langostas y que ellas
habían recibido el poder de dañar41, y les fue dado que
no los matasen42, quiere decir que en la Iglesia hay dos
partes, a saber, los buenos y los malos43; así, una parte
es herida para ser corregida y la otra es abandonada a
sus voluptuosidades. Cuando dice: Y el tormento de ellos
es como tormento de escorpión cuando pica al hombre44,
esto acontece cuando el diablo, al igual que el escorpión,
hace beber sus venenos a los hombres lujuriosos con los
vicios y pecados45.
Y sobre sus cabezas unas como coronas que
asemejaban ser de oro46. Los veinticuatro ancianos, que
representan la Iglesia, tenían coronas de oro; pero los
que semejan al oro, son las herejías que imitan a la
Iglesia47. Y tenían cabellos de mujer; en los cabellos48
quiso mostrar no sólo la molicie de los afeminados sino
también a entrambos sexos49. En sus colas, que eran
como de escorpión50, hay que entender a los jefes y a los
príncipes de los herejes, como está escrito: «El profeta
que enseña la mentira, ésta es la cola»51. Tenían sobre
sí el rey del abismo52, es decir, al diablo. En el abismo
hay que ver al pueblo malvado, el cual es dominado por el
diablo53.
El altar, el que dice que está delante del Señor54,
significa la Iglesia que, a modo del oro purificado, en el
tiempo de la última persecución, se atreverá a despreciar
los mandatos del rey más cruel, y a apartarse de aquellos
que le obedecen. Cuando dice: Los cuatro ángeles que
están atados junto al río Éufrates55: el río Éufrates
significa el pueblo pecador, en el que están atados
Satanás y la propia voluntad. Pues el Éufrates es un río
de Babilonia, el cual significa confusión; de ahí que
pertenecen a este río todos los que hacen cosas dignas
de confusión56.
Cuando dice que él vió los caballos, y los que
montaban en ellos tenían corazas ígneas, y jacintinas y
sulfúreas57. Estos caballos son los hombres orgullosos,
sus jinetes el diablo y sus ángeles. Y que las cabezas de
los caballos eran como cabezas de leones58, esto se dijo
por causa de la violenta persecución de los hombres
malos59. Y de su boca salió humo, fuego y azufre60, es
decir, que de su boca salen las blasfemias contra Dios. En
las colas que eran semejantes a serpientes61, como ya se
dijo anteriormente, se indican los príncipes y prepósitos
de los herejes, por medio de los cuales el diablo
acostumbra a dañar; porque los que dañan son los reyes
sacrílegos cuando dan órdenes malas o los sacerdotes
sacrílegos cuando dan malas enseñanzas62.
El ángel que él ha descrito envuelto en una nube63, es
Nuestro Señor y Salvador envuelto en una nube, es decir,
en la Iglesia, pues a propósito de los santos está escrito:
«¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes?»64, Y
cuando dice: Su semblante era como el sol65, lo dice por
la resurrección del Señor; pues él apareció como el sol
cuando resucitó de entre los muertos. En sus pies que
eran como columna de fuego66, se simbolizaban los
apóstoles, por los cuales su doctrina se expendía por toda
la tierra67. Y puso su pie derecho sobre el mar68, con ello
quiere significar que su predicación iría más allá del mar y
por toda la tierra69. Y clamó como león rugiente70, quiere
decir que predicó con fuerza y poder71. Y cuando él dijo:
Sella lo que hablaron los siete truenos72, dijo esto por los
que habían de ser heridos, de los que se dice en el
Evangelio: «No deis lo santo a los perros» 73, es decir,
para que la palabra de Dios no sea evidente por todas
partes a todos los impíos. Finalmente en otro lugar para
sus servidores dice: No selles, dice, las palabras de esta
profecía74. Y mostró a los que él había ordenado sellar
las palabras y a los que no: El que quiera continuar
haciendo el mal, dice, que haga el mal, y el que está en la
suciedad que se ensucie todavía más75. He aquí aquellos
para los cuales la palabra de Dios ha sido sellada. Es por
esto por lo que yo les hablo en parábolas a fin que el que
es justo obre justicia todavía y el santo santifíquese
todavíá76. Éstos son a los que la palabra de Dios no ha
sido sellada77. Oremos al Señor para que, por su piedad,
esta obra la lleve a culmen en nosotros; Él, que vive y
reina con el Padre y el Espíritu Santo. Amén.
........................
1. Ap 9, 12-13.
2. Cf. Primasio, 152, 187-189 (859, 57-58); Beda, 159, 12-13;
Beato, II, 41, 3-4.
3. Ap 9, 13-14.
4. Ap 9, 14.
5. Cf. Jr 51, 63; cf. Fragmentos de Turin, 113, 4-115, 6; Primasio,
153, 200-206 (860, 7-15. 17-23. 26-42); Beda, 159, 17-21; Beato, II,
41, 5-9; II, 42, 16-43, 8.
6. Ap 9, 15.
7. Ap 9, 15.
8. Cf. Fragmentos de Turín, 116, 3-10; Primasio, 153, 215-219
(860 26-42); Beato, II, 43, 15-19.
9. Ap 9, 16.
10. Ap 9, 15.
11. Cf. Fragmentos de Turí'n, 117, 1-5, Primasio, 155, 245-248
(861 11-15): Primasio atribuye explícitamente esta exégesis a
Ticonio, Beda 159, 41-42; Beato, II, 44, 10-45, 3.
12. Ap 9, 17
13. Cf. Fragmentos de Turín, 118, 1-5; Primasio, 156, 280-283
(861, 57-862, 1);157, 303-304 (862, 11-13); Beda, 159 53-160, 2;
Beato, II, 46, 7-11.
14. Ap 9, 17.
15. Ap 9, 17.
16. Cf. Beda, 160, 3-7; Beato, II, 47, 3-6.
17. Ap 9, 19.
18. Cf. Primasio, 157, 306-158, 318 (862, 29-39); Beda, 160,
9-11; Beato, II, 47, 14-48, 4.
19. Ap 10, 1.
20. Is 60, 8.
21. Ap 10, 1.
22. Ap 10, 1.
23. Ap 10, 1.
24. Cf. Ticonio, L. R. 43, 2-5; Fragmentos de Turín, 125, 9-128, 6
Pnmasio, 159, 1-160, 23 (863, 8-12. 14-15. 19-20); Beda, 160,
34-39, Beato, II, 54, 3-55, 7.
25. Ap 10, 2.
26. Cf. Fragmentos de Turín, 128, 6-134, 2; Primasio, 160, 24-34
(863, 48-53); Beda, 160, 53-58; Beato, Il, 56, 16-17.
27. Ap 10, 3.
28. Ap 10, 3.
29. Cf. Fragmentos de Turín, 129, 6-8; Primasio, 161, 38-40 (863,
57-59); Beda, 161, 1-7; Beato, Il, 57, 3-9.
30. Ap 10, 4.
31. Ap 22, 10.
32. Ap 22, 11.
33. Ap 22, 11.
34. Mt 13, 16; cf. Fragmentos de Turín, 132, 3-133, 3.
35. Ap 10, 6-7.
36. I Co 15, 52; cf. Fragmentos de Turín, 134, 3-135, 3; Primasio,
162, 60-67 (864, 26-40); Beda, 161, 32-33; Beato, II, 60, 1-9.
37. Cf. Fragmentos de Turín, 99,1-3; Primasio, 144, 1-9 (112,
12-13; PLS IV, 1230, 25-27); Beato, II, 27, 3-5.
38. Ap 9, 1.
39. Cf. Fragmentos de Turín, 99, 7-100, 2; Primasio, 145, 14-16
(112, 18-20; PLS IV, 1213, 37-38); Beato, II, 29, 1-5; Adv. Elip., I, 66
(CC LIX, 48, 1836-1854: PL 96, 933, 56-934, 1).
40. Ap 9, 2.
41. Cf. Ap 9, 3; cf. Fragmentos de Turín, 100, 3-101, 4; Beato, II
29, 6-15.
42. Ap 9, 5.
43. Cf. Beato, Il, 32, 5-6.
44. Ap 9, 5.
45. Cf. Fragmentos de Turín, 105, 3-5; Beato, II. 34, 3-4.
46. Ap 9, 7.
47. Cf. Fragmentos de Turín, 107, 2-7; Primasio, 149, 128-131
(116, 15-19; PLS IV, 1216, 45); Beda, 158, 31-33; Beato, II, 36,
11-16.
48. Cf. Ap 9, 8.
49. Cf. Fragmentos de Turín, 108, 2-5; Primasio, 149, 135-150, 1
(116, 25-117, 1; PLS IV, 1216, 58-1217, 2; 1217, 9-10); Beda, 158,
36-37; Beato, II, 38, 1-3.
50. Cf. Ap 9, 10.
51. Is 9, 15; cf. Fragmentos de Turín, 109, 5-110, 6; Primasio,
151, 163-174 (859, 28-31); Beato, II, 38, 15-39, 11.
52. Ap 9, 11.
53. Cf. Fragmentos de Turín, 110, 7-111, 1; Beato, II, 39, 12-16.
54. Cf. Ap 9, 13.
55. Ap 9, 14.
56. Cf. Fragmentos de Turín, 114, 4-7; Primasio. 152, 197-153,
203 (860, 7-15); Bed 159, 12-13. 17-23. Beato. II, 41, 3-12, 42,
16-43, 2.
57. Ap 9, 17.
58. Ap 9, 17.
59. Cf. Fragmentos de Turín, 118, 1-2; Primasio, 156, 280-157,
286 (861, 57-862, 1-13).
60. Ap 9, 17.
61. Ap 9, 19.
62. Cf. Primasio, 157, 306-158, 318 (862, 13-15. 29-39); Beda,
160, 3-7. 9-11. 22-23.
63. Ap 10, 1.
64. Is 60, 8.
65. Ap 10, 1.
66. Ap 10, 1.
67. Cf. Ticonio, L. R., 43, 2-5; Primasio, 159, 1-160, 18 (863, 8-12.
14-20; Beda, 160, 34-39; Beato, II, 54, 3-55, 7.
68. Ap 10, 2.
69. Cf. Fragmentos de Turín, 128, 6-129, 5; Primasio, 160, 31-34
(863, 48-53); Beda, 160, 53-58; Beato, II, 56, 16-17.
70. Ap 10, 3.
71. Cf. Fragmentos de Turín, 129, 6-7; Primasio, 161, 38-39 (863,
57-59); Beda, 161, 1-7; Beato, II, 57, 3-4.
72. Ap 10, 4.
73. MI 7, 6.
74. Ap 22, 10.
75. Ap 22, 11.
76. Ap 22, 11.
77. Cf. Primasio, 161, 48-162, 59 (864, 14-20); Beda, 161, 12-18;
Beato, II, 57, 10-58, 17.