XIV (Ap 17)
La mujer sentada sobre la bestia: la multitud de los
soberbios
Hermanos muy queridos, al ser leída hace un instante
la lectura sagrada, hemos escuchado que el
bienaventurado Juan dijo que había visto una mujer
sentada sobre una bestia roja escarlata1, es decir, una
pecadora manchada de sangre. Henchida de nombres de
blasfemia2, muestra que la bestia tenía muchos nombres,
es decir, el pueblo impío, como ya hemos dicho. Que tenía
siete cabezas y diez cuernos3, es decir, que tenía los
reyes y reinados del mundo con los cuales el diablo fue
visto en el cielo. Y la mujer, es decir, toda la multitud de
los soberbios andaba vestida de púrpura y escarlata,
engalanada con oro y piedras preciosas4, es decir, con
todos los atractivos de una verdad engañosa. Y
finalmente lo que contiene en el interior de esta belleza lo
expone diciendo como sigue: Y llevaba en su mano una
copa rebosante de abominaciones y de las inmundicias de
su fornicación5. El oro de las inmundicias es la hipocresía;
sin duda exteriormente parecen justos a los ojos de los
hombres pero en el interior están repletos de toda clase
de inmundicia6.
La Iglesia perseguida por los falsos cristianos, herejes y
paganos
Y sobre su frente un nombre escrito: ¡misterio!,
Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las
abominaciones de la tierra7. Ninguna superstición deja
impresa una señal en la frente a no ser la hipocresía.
Pues el Espíritu nos refiere qué es lo que está escrito en
la frente. Pero ¿por qué no se impuso dicho título
abiertamente? En efecto, dijo que era un misterio que
interpretó así: Y vi la mujer ebria de la sangre de los
santos y de la sangre de los mártires de Jesús8. Porque
hay un cuerpo que es opuesto a la Iglesia por dentro y por
fuera, es decir, los falsos cristianos en la Iglesia y los
herejes y los paganos fuera de la Iglesia. Aun cuando este
cuerpo parezca estar separado en cuanto al lugar, sin
embargo en la persecución el Espíritu realiza la unidad de
la Iglesia. «Porque es imposible que un profeta perezca
fuera de Jerusalén»9, que mata a los profetas; esto es, no
puede acontecer que los cristianos buenos sufran
persecución alguna sin los malos cristianos10. Es así que
los biznietos son acusados de haber apedreado a
Zacarías11, partícipes del sentimiento de sus
antepasados, cuando ellos no tuvieron parte alguna12.
La bestia que nace de la bestia
Y la bestia era y no es y será, va a subir del abismo e ir
a la perdición13. Es decir, que ella nacerá de un pueblo
para que se pueda decir que la bestia salió de la bestia y
el abismo del abismo. ¿Cuál es la bestia que sale de la
bestia, el abismo del abismo, a no ser el pueblo malo que
nace de un pueblo malo? Esto es lo que sucede cuando
los malos hijos imitan a los peores parientes. Él muestra
todavía en vida y va a la perdición, como sus padres, de
los que procede. Y ya «no son» porque a estos que
estaban muertos les sucedieron otros. De tal modo que
nunca faltan14, en mayor o menor número, para insidiar a
la Iglesia, ya sea en secreto ya sea abiertamente, sin
cesar y desde el principio.
Pero cuando habla de la mujer sentada sobre la bestia
color escarlata15 quiso dar a entender al pueblo pecador
y sanguinario. Cuando él la describe revestida de púrpura
y de escarlata, y adornada de oro y piedras preciosas16,
muestra al pueblo de los hombres soberbios e impíos,
repleto de todos los atractivos de una verdad simulada. El
hecho de que tenía en la mano una copa de oro llena de
abominaciones y de impurezas de su fornicación17, es
necesario comprender a los hipócritas, es decir, a los
falsos cristianos que exteriormente sin duda parecen
justos, pero por dentro están repletos de toda impureza.
Sobre su frente ella tenía escrito: Babilonia, madre de
la fornicación18; ninguna superstición imprime en la frente
un signo a no ser la hipocresía; es decir, que fingen ser
buenos cuando son malos.
Pues cuando dice que esta mujer estaba ebria de la
sangre de los santos y de los mártires de Jesús19 quiso
mostrar un solo cuerpo de malos que se oponen siempre
a la Iglesia en el exterior y en el interior; porque también
en la Iglesia hay falsos cristianos, y fuera de la Iglesia
herejes y paganos. Y aunque ellos estén perfectamente
separados del cuerpo ellos se unen entretanto en un solo
espíritu para perseguir a la Iglesia. Cuando él dice: La
bestia fue, y no es, y ella será, y va a salir del abismo20,
es necesario entender que un pueblo malo nace de un
pueblo malo para que se pueda decir que la bestia sale
de la bestia, el abismo del abismo. ¿Qué es la bestia que
sale de la bestia sino el pueblo malo que nace del pueblo
malo? Esto acontece cuando los hijos malos imitan a los
peores parientes; y así mientras los unos suceden a los
otros que están muertos no falta nunca nadie para tender
trampas a la Iglesia desde el comienzo, en mayor o menor
número, secreta o abiertamente. Porque no podemos en
esta vida estar separados corporalmente de la asociación
con ellos, supliquemos la misericordia de Dios para estar
separados en las costumbres, a fin de no perecer con
ellos en el suplicio eterno, pero especialmente cuando
estos últimos oyeren estas palabras: «Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno»21, merezcamos nosotros oir:
«Venid, benditos de mi Padre, recibid el Reino»22. Que
Nuestro Señor Jesucristo nos lo conceda, Amén.
........................
1. Ap 17, 3.
2. Ap 17, 3.
3. Ap 17, 3.
4. Ap 17, 4.
5. Ap 17, 4.
6. Cf. Mt 23, 28.
7. Ap 17, 5.
8. Ap 17, 5.
9. Lc 13, 33.
10. Cf. Primasio, 241, 112-120 (901, 6-14); Beda, 183, 11-18.
23-25. 37-43. Beda se refiere explícitamente a la interpretación de
Ticonio; Beato, II, 270, 8-272, 11.
11. Cf. Mt 23, 35.
12. Cf. Beda, 183, 29-31; Beato, II, 273, 1-2.
13. Ap 17. 8.
14. Cf. Beato, II, 274, 9-275, 5.
15. Cf. Ap 17, 4.
16. Cf. Ap 17, 4.
17. Cf. Ap 17, 4.
18. Cf. Ap 17, 5.
19. Cf. Ap 17, 5.
20. Ap 17, 8.
21. Mt 25. 41.
22. Mt 25, 34.