XIII: el Juicio (Ap 16-17)


Los tres espíritus inmundos: el diablo, la bestia y los 
falsos profetas 
Hermanos muy queridos, S. Juan después de haber 
hablado de los siete ángeles, de las copas y de las 
plagas, habiendo omitido el séptimo ángel, recapitula 
brevemente—según su costumbre—desde el principio1, 
diciendo: Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de 
la bestia y de la boca del falso profeta tres espíritus 
inmundos a modo de ranas2. Vio un solo espíritu, pero 
por el número y la división de un solo cuerpo dice que son 
tres. El dragón, es decir, el diablo, y también la Bestia, es 
decir, el cuerpo del diablo, y los falsos profetas, es decir, 
los jefes del cuerpo del diablo, son un solo espíritu3. A 
modo de ranas; pues son espíritus de demonios 
obradores de prodigios4. Porque las ranas, además de la 
fealdad que le es propia, son inmundas por el lugar donde 
habitan; ellas parecen tener las aguas por morada y 
origen; ahora bien ellas no solamente huyen las aguas y 
se impacientan por la sequedad sino también que se 
revuelcan en las mismas aguas, en las suciedades del 
agua y en el ciénago. De igual modo los hipócritas ni viven 
en el agua como ellos creen, sino en las suciedades que 
los creyentes abandonan en el agua5. Se asemejan 
también a las ranas estos hombres que no se ruborizan 
de revolcarse en los pecados o en los crímenes que los 
otros han abandonado por la penitencia o el bautismo. En 
verdad cuando alguien se convierte a Dios y se arrepiente 
de haber sido soberbio, adúltero, borracho o avaro, el que 
imita estos pecados que otro ha abandonado 
confesándolos, piensa en él mismo y dice: yo hago lo que 
quiero, y después como éste hizo penitencia así también 
haré yo; y cuando de repente le sobreviene a él el último 
día, la confesión es imposible y no le queda más que la 
condenación; éste que vive así queriendo imitar a los 
otros no para el bien sino para el mal, este hombre se 
envuelve y se enfanga como una rana en el ciénaga del 
que otro ha sido liberado. Las ranas pues representan los 
espíritus de los demonios6 obradores de prodigios que se 
dirigen a los reyes del mundo entero con el fin de 
congregarlos para la batalla del gran día del Señor7. 

El día del Señor
Por gran día entiende todo el tiempo que discurre 
desde la Pasión del Señor. Pero es necesario comprender 
el significado del día según los diversos pasajes: a veces 
significa el día del juicio, a veces la última persecución 
que llegará bajo el Anticristo, a veces todo el tiempo, 
como dice el profeta Amós: «¡Ay—dice—de los que 
ansían el día del Señor! ¿Y qué creéis que será para 
vosotros el día del Señor?»8 y lo que sigue en el mismo 
pasaje. Todo esto se realiza en esta vida para los que el 
día del Señor son las tinieblas; los que desean el día del 
Señor, es decir, los que ponen su deleite en este mundo, 
aquellos para los cuales el mundo está lleno de dulzura, 
entregados a la voluptuosidad y a la lujuria, reciben su 
salario en este mundo; aquellos que estiman que la 
religión es un negocio9, a los que se le dice: «¡Ay de 
vosotros que estáis saciados!»10; no aquellos de los que 
se dice: «Bienaventurados los que lloran»11. 

La ciudad dividida en tres partes: la Iglesia, los herejes 
y los gentiles 
Recapitula de nuevo a partir de la misma 
persecución12, diciendo: Y se produjeron relámpagos y 
truenos y sobrevino un gran terremoto, cual no hubo 
desde que existieron hombres sobre la tierra, y esta gran 
ciudad se dividió en tres partes13. Por esta gran ciudad 
es necesario comprender absolutamente a todo el pueblo 
que está bajo el cielo, que se partirá en tres partes 
cuando la Iglesia sea dividida de manera que los gentiles 
sean una parte, otra parte todos los herejes y los falsos 
católicos y una tercera parte la Iglesia Católica. Pues él 
continúa y muestra cuáles son las tres partes cuando 
dice: Las ciudades de las naciones se desplomaron, y 
Babilonia la Grande se presentó a la memoria de Dios 
para darle la copa del vino de su ira; y toda isla huyó, y 
los montes desaparecieron14. 
Las ciudades de las naciones son las naciones, 
Babilonia la abominación de la desolación15, las 
montañas y las islas son la Iglesia; dice que en las 
ciudades de las naciones toda fortificación y toda 
esperanza de las naciones ha caído. En efecto, ellos no 
tienen ciudades distintas de los cristianos sino que las 
ciudades buenas y malas se encuentran entre los 
hombres16. Así pues Babilonia cayó o bebió la ira de Dios 
cuando recibió el poder contra Jerusalén que es la 
Iglesia17. Desaparecieron las islas18, es decir, no son 
aventajadas19. Y un gran pedrisco de piedras como de a 
quintal, cayó del cielo sobre los hombres20 Por el 
pedrisco se entiende la ira de Dios21; dice que todas 
estas plagas son la figura de las plagas espirituales22. Y 
los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del 
pedrisco porque es grande su plaga en extremo23 

La gran prostituta y la bestia
Recapitula de nuevo24, diciendo: Y vino uno de los 
siete ángeles y me dijo: ven, te mostraré la condenación 
de la gran prostituta que está sentada sobre muchas 
aguas, con la cual fornicaron los reyes de la tierra, es 
decir, todos los habitantes de la tierra. Y me llevó en 
espíritu a un desierto y vi una mujer sentada sobre una 
bestia25. En la bestia es necesario ver a todo el pueblo 
malvado; en la mujer está representada la corrupción26. 
Dice que la mujer está sentada en el desierto, porque ella 
sí se sienta en los impíos en los que el alma está muerta y 
los que son abandonados por Dios. Dijo en espiritu27, 
porque un abandono de este género no puede ser visto 
más que en espíritu. La ha descrito suntuosamente 
preparada por los ornamentos de su lujuria. 

Recapitulación
La bestia, pues, sobre la que ella está sentada, como 
ya se dijo más arriba, significa el pueblo, que representan 
las grandes aguas, como él mismo expone: El agua que tú 
ves donde la mujer está sentada, son pueblos y 
muchedumbres, y naciones y lenguas28. Dice que la 
corrupción está sentada sobre los pueblos en el desierto. 
La prostituta, la bestia, el desierto son una sola y misma 
cosa. La bestia, como ya queda dicho, es el cuerpo 
opuesto al Cordero; en este cuerpo es necesario ver ora 
el diablo, ora una cabeza como muerta y que representa a 
los herejes los cuales parecían gloriarse de la muerte de 
Cristo, ora el solo pueblo de los soberbios, que es 
Babilonia toda entera29. Los tres espíritus que salían 
como ranas de la boca del dragón significan: el uno el 
diablo, el otro los falsos profetas o los jefes de los herejes, 
el tercero el cuerpo del diablo, es decir, todos los 
cristianos hipócritas, soberbios o impíos de los que la 
Iglesia contiene en su seno un gran número. Finalmente 
los que son tales se revuelcan a semejanza de las ranas 
en toda inmundicia y en el lodo de la lujuria. Se asemejan 
también a las ranas los hombres que no se ruborizan por 
revolcarse en los pecados o en los crímenes que los otros 
han abandonado por la penitencia y el bautismo, 
diciéndose: En el presente yo hago mis voluntades; y 
después, como éstos se han convertido, así yo también 
me convertiré a Dios. Y sobreviniendo de repente la 
muerte, la confesión es imposible y no queda más que la 
condenación. Cuando dice que todos los hombres deben 
ser congregados para el gran día: este gran día 
representa todo el tiempo que discurre desde la Pasión 
del Señor hasta el fin del mundo. 
Porque estos para los que este día está lleno de 
dulzura y los que en el mismo han buscado provecho 
esclavizándose a la voluptuosidad y a la lujuria, se 
hundirán en una gran miseria porque se cumplirá en ellos 
aquella palabra profética: «¡Ay de aquellos que han 
buscado el día del Señor!»30. En efecto, por un gozo 
falso y pasajero se preparan una amargura eterna. Aquí 
el gran día puede ser entendido como aquella desolación 
que tuvo lugar cuando Jerusalén fue asediada por Tito y 
Vespasiano donde a excepción de aquellos que fueron 
llevados a la cautividad se dice que encontraron la muerte 
once mil31. 
Pero cuando dice: Los congregó en un lugar llamado 
Armagedon32, ha querido representar a todos los 
enemigos de la Iglesia. Después prosigue y dice: 
Cercaron el campamento de los santos y la ciudad 
amada33, es decir, la Iglesia. Luego se produjeron 
truenos, y acaeció un gran terremoto y esta gran ciudad 
fue dividida en tres partes: la gran ciudad representa 
absolutamente a todo el pueblo, una parte es la de los 
paganos, otra la de los herejes y la tercera la de los 
cristianos en la cual se encuentran también hipócritas. 
Cuando del seno de esta tercera parte hayan sido 
separados los buenos, entonces los que en la Iglesia son 
hipócritas, después de haber sido reunidos con las otras 
dos partes reciben el juicio de Dios; esto ya en alguna 
parte se realiza en este tiempo. Entonces, Babilonia cae, 
cuando los malos reciben la potestad de perseguir a los 
buenos que están en la Iglesia. 
En cuanto al gran pedrisco de piedra como de a quintal 
que desciende del cielo34 se entiende que este gran 
pedrisco de piedra es la cólera de Dios; la cual, antes de 
que venga en el día del juicio, es enviada espiritualmente 
sobre los impíos y soberbios en lo íntimo de su alma. La 
meretriz que vio en espíritu sentada sobre la bestia en el 
desierto35, dice que está en el desierto porque ella está 
sentada sobre los impíos, es decir, sobre aquellos que 
están muertos en su alma y alejados de Dios. 
Dice en espiritu36 porque un abandono de este 
género, que se produce en el interior del alma no puede 
ser visto más que espiritualmente. La meretriz, la bestia, el 
desierto son una sola y misma cosa donde el todo es 
significado por Babilonia. La bestia, como ya ha sido 
dicho, es el cuerpo de los impíos opuesto al Cordero; en 
este cuerpo es necesario ver ora el diablo ora la cabeza 
que está muerta y que significa la perfidia de los herejes 
que parecen glorificarse de la muerte de Cristo, dado que 
ellos persiguen constantemente a la Iglesia de Cristo. 
Y puesto que no son solamente los herejes o los 
paganos sino también los malos católicos, es decir, los 
soberbios y los impíos que persiguen a los que ven 
mansos y humildes en la Iglesia, en cuanto podemos, 
pidamos la misericordia de Dios para que traiga al bien a 
los que han cometido tales acciones, y que nos conceda a 
nosotros, por su bondad, la bienaventurada 
perseverancia en las buenas obras, Él, que con el Padre y 
el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, 
Amén. 
........................
1. Cf. Beda, 180, 52-54; Beato, II, 245, 13-15. 
2. Ap 16, 13. 
3. Cf. Primasio, 232, 162-168 (896, 31-39); Beda, 180, 54-57: 
Beato, II, 247, 5-12. 
4. Ap 16, 13-14.
5. Cf. Beda, 180, 58-181, 3; Beato, II, 247, 15-248, 8; Adv. Elip., 1. 
52 (CC LIX, 37, 1414-1438: PL 96, 924, 58-925, 10). 
6. Cf. Beato, II, 248, 13-15. 
7. Ap 16, 14.
8. Am 5, 18. 
9. 1 Tm 6, 5. 
10. Lc 6, 25. 
11. Mt 5, 5; cf. Beato, Il, 251, 4-13. 
12. Cf. Primasio, 234, 225 (897, 41-42); Beda, 182, 1-2; Beato, II, 
257, 16. 
13. Ap 16, 18-19.
14. Ap 16, 19-20. 
15. Cf. Primasio, 235, 233-242 (897, 53-898, 4); Beda, 182, 9-12; 
Beato, Il, 258, 5-259, 4.
16. Cf. Primasio, 252, 245 (898, 7-9); Beato, II, 259, 7-12. 
17. Cf. Primasio, 236, 253-254 (848, 18-20); Beda, 182, 19-21; 
Beato, II, 260, 5-7. 
18. Ap 16, 20.
19. Cf. Beato, II, 260, 12-13.
20. Ap 16, 21.
21. Cf. Beato, Il, 260, 16-261, 1.
22. Cf. Beda, 182, 32-33; Beato, II, 261, 13-14.
23. Ap 16, 21.
24. Cf. Beato, II, 262, 8. Este pasaje coincide en Beato con el final 
del libro octavo de su Comentario. 
25. Ap 17, 1-3; coincide con la historia (Ap 17, 1-3) del inicio del 
libro noveno del comentario del lebaniego; ¿se puede concluir que 
ya el comento de Ticonio incluía las 'historias' del Ap? 
26. Cf. Beato, II, 267, 5-7. 
27. Ap 17, 3. 
28. Ap 17, 15; cf. Primasio, 245, 221-222 (903, 57-58); Beato, II, 
266, 15-267, 2.
29. Cf. Primasio, 238, 26-30 (899, 14-23); Beato, II, 269, 18-270, 
7.
30. Am 5, 18.
31. Cf. Cesáreo, Serm. 127, n. 2; es una de las pocas referencias 
del autor a la historia romana. 
39. Ap 16, 16. 
33. Ap 20, 9. 
34. Cf. Ap 16, 21.
35. Cf. Ap 17, 2-3. 
36. Cf. Ap 17, 3.