X (Ap 12-13)


La persecución del dragón a la Mujer en el desierto: las 
persecuciones a la Iglesia 
Acabamos de oir, hermanos muy queridos, que cuando 
el dragón vio que de los santos había sido precipitado a la 
tierra1, es decir, del cielo a los pecadores, persiguió a la 
mujer que había dado a luz al varón2. Porque cuanto más 
el diablo es expulsado de los santos, tanto más los 
persigue. 
Y le fueron dadas a la mujer, es decir, a la Iglesia, las 
dos alas de la grande águila, para que volase al desierto 
a su lugar, donde ella será sustentada un tiempo y 
tiempos y la mitad de un tiempo lejos de la serpiente3. El 
tiempo significa un año o cien años; las dos grandes alas 
son los dos Testamentos que la Iglesia ha recibido para 
escapar de la serpiente. Dijo: En el desierto, en su lugar4, 
es decir, en este mundo donde habitan las serpientes y 
los escorpiones; porque se le ha dicho como dice el 
Señor: «He aquí que yo os envío como ovejas en medio 
de lobos»5. Y a Ezequiel le ha dicho: «Hijo del hombre, tú 
habitas en medio de los escorpiones»6. 
Y lanzó la serpiente de su boca tras la mujer agua 
como río7, es decir, la violencia de los perseguidores8. Y 
socorrió la tierra a la mujer, y abrió su boca, y sorbió el 
río9. Dice la tierra santa, es decir, los santos. Pues cada 
vez que son infligidas las persecuciones a la Iglesia, ellas 
son desviadas o moderadas gracias a las preces de la 
tierra santa, es decir, a las oraciones de todos los santos. 
Porque también Nuestro Señor Jesucristo, que intercede 
por nosotros y que aleja estas persecuciones, se sienta a 
la derecha del Poderoso con esta misma tierra10. 
Lo mismo, pero en otro sentido, se comprende que la 
mujer que voló al desierto, es la misma Iglesia Católica, en 
la cual había de creer la Sinagoga, en el tiempo final, bajo 
Elías. Las dos alas de la gran águila significan los dos 
profetas, es decir, Elías y el que vendrá con él. El agua 
que sale de la boca del dragón significa el ejercito de los 
perseguidores; el agua sorbida, la venganza ejercida 
contra los perseguidores11. 

El combate del dragón mediante las persecuciones y 
herejías 
Y el dragón se encolerizó contra la mujer y se fue a 
hacer la guerra con los demás de su descendencia12, es 
decir, cuando vio que no podía continuar las 
persecuciones, que se había acostumbrado a mandar por 
medio de los paganos, y dado que se habían removido 
por la boca de la tierra santa, es decir, por las oraciones 
de los santos, él suscitó las herejías. Y se puso en la 
arena del mar13, es decir, en la multitud de los herejes14. 

Y vi subir del mar una bestias15, es decir, del pueblo 
malo. Dijo que «él subía», es decir, que nacía como, en 
buena parte, una flor ascendió de la raíz de Jesé. La 
bestia que sube del mar significa los hombres impíos que 
son el cuerpo del diablo16. 
Y la bestia era semejante a un leopardo, y sus pies 
como de oso, y su boca como boca de león17. La ha 
comparado al leopardo por la variedad de las naciones18, 
al oso por la malicia y la locura, al león por la fuerza del 
cuerpo y la soberbia de la lengua19 y porque en los 
tiempos del Anticristo el reino de esta bestia será 
mezclado con la variedad de naciones y pueblos; los pies 
como los del oso20, éstos son sus jefes, su boca21 sus 
mandatos. Y el dragón le dio su poder22. Como nosotros 
vemos que los herejes son poderosos ahora en el mundo, 
los que tienen la fuerza del diablo, como antaño los 
paganos, del mismo modo ahora éstos son los que 
devastan a la Iglesia. 

La bestia herida mortalmente y las herejías 
Y vi una de sus cabezas como herida mortalmente y su 
herida de muerte había sido curada23. Cuando dice como 
herida mortalmente son los herejes que simulan confesar 
a Cristo, y como no creen conforme a la fe Católica ellos 
blasfeman cuando le predican muerto y resucitado porque 
«el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz»24. De otro 
modo: las herejías son destruidas por los Católicos 
cuando son aplastadas por los testimonios de las 
Escrituras; pero ellos, los herejes, no obstante vueltos a la 
vida como la herida de Satanás realizan las obras de 
Satanás y no cesan de blasfemar y atraen a su doctrina a 
cuantos pueden. Y admirada toda la tierra, se fue tras la 
bestia. Y adoraron al dragón, porque había dado la 
potestad a la bestia25. Ciertamente los herejes tienen 
este poder, pero principalmente los arrianos. Y adoraron a 
la bestia diciendo: «¿Quién es semejante a la bestia y 
quién es capaz de pelear con ella?»26. En efecto, dice 
esto porque los herejes se lisonjean de que nadie es 
mejor creyente que ellos y de que nadie es capaz de 
vencer a su pueblo que es denominado con el nombre de 
la bestia; al cual se le es dado por el mismo diablo y 
permitido por Dios el poder hablar con arrogancia y 
blasfemar, como dice el Apóstol: «Es menester que haya 
herejías, para que se pongan de manifiesto entre vosotros 
los que son de temple acrisolado»27. y le fue dada 
potestad de actuar durante cuarenta y dos meses28. Por 
estos cuarenta y dos meses entendemos el tiempo de la 
última persecución. Y después abrió su boca para lanzar 
blasfemias contra Dios29. Está claro aquí que éstos 
representan a los que se apartaron de la Iglesia Católica 
de tal manera que aquellos que en tiempos antiguos, 
escondidos en el interior de la Iglesia simulaban tener una 
fe casi correcta, en la persecución profieren a boca llena 
blasfemias contra Dios30. y contra su tabernáculo, y 
contra los que habitan en el cielo31: es decir, contra los 
santos que están en la Iglesia, que es denominada cielo 
porque aquellos son también el tabernáculo de Dios32. Y 
le fue dado hacer guerra contra los santos y vencerlos33. 
Por el todo, nosotros comprendemos la parte, que puede 
ser vencida; pues no son los buenos cristianos, sino los 
malos, los que son vencidos34. Y le fue dada potestad 
sobre toda tribu y lengua, y la adorarán todos los 
habitantes de la tierra35. Dijo todos, pero refiriéndose a 
los habitantes de la tierra no a los del cielo36. Cuyo 
nombre no está escrito en el libro de la vida del 
Cordero37. El se refirió al diablo o a su pueblo, cuyo 
nombre no está escrito en el libro de la vida. Señalados 
desde la creación del mundo38: porque en la presciencia 
de Dios, la Iglesia ha sido, anteriormente, predestinada y 
senalada39. Que él mismo se digne ser nuestra garantía. 

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1. Ap 12, 13. 
2. Ap 12, 13. 
3. Ap 12, 14. 
4. Ap 12, 14. 
5. Me 10, 16; cf. Primasio, 187, l97-201 (876, 50-877, 1); Beda, 
168, 34-35; Beato, II, 115, 1-12. 
6. Ez 2, 6. 
7. Ap 12, 15. 
8. Cf. Primasio, 188, 223-224 (877, 32-33); Beda, 168, 34-35; 
Beato, II, 115, 16-18. 
9. Ap 12, 16. 
10. Cf. Primasio, 188, 223-189, 241 (877, 37-878, 9); Beda, 168, 
39-40; Beato, II, 116, 3-12. 
11. Cf. Victorino, 113, 9-17. 
12. Ap 12, 17. 
13. Ap 12, 18. 
14. Cf. Beda, 169, 1-2; Beato, II, 118, 9-16. 
15. Ap 13, 1. 
16. Cf. Primasio, 193, 1-15 (877, 41-47); Beda, 169, 8-10; Beato, 
II, 120, 15-121, 1. 
17. Ap 13, 2. 
18. Vario aplicado a la variedad de las gentes, cf. IRENEO, Adv. 
haer., V, 25, 1. El obispo de Lión pasa de la variedad de las gentes 
a la de las abominaciones. Pero, como señala A. ORBE, Teología 
de San Ireneo..., o. c., III, 13, varius es el epíteto clásico de la 
serpiente, por las pintas de su piel. Aplicado al diablo indicaría la 
variedad y tortuosidad de los errores por él inspirados. Véase 
además A. ORBE, id., III, 172. 
19. Cf. Primasio, 193, 16-20 (878, 44-48); Beato, II, 125, 10-14; 
Adv. Elip., II, 33 (CC LIX 126, 904-910: PL 96, 997, 4-8). 
20. Ap 13, 2. 
21. Ap 13, 2.
22. Ap 13, 2.
23. Ap 13, 3.
24. 2 Co 11, 14; cf. Beato, II, 126, 17-127, 3.
25. Ap 13, 3-4.
26. Ap 13, 4.
27. 1 Co 11, 19. 
28. Ap 13, 5; los 42 meses equivalen a los 3 años y medio del Ap 
12, 14, según Dn 7, 25 y 12, 7. De los 42 meses habla también Ap 
11, 2; cf. A. ORBE, Teología de San Ireneo..., o. c., III, 174. 
NU/000042-MESES
29. Ap 13, 6; cf. A. ORBE, Teología de San Ireneo , o. c., III, 173.
30. Cf. Beda, 169, 58-170, 2; Beato, II, 130, 4-14.
31. Ap 13, 6.
32. Cf. Beato, II, 131, 14-132, 1.
33. Ap 13, 7.
34. Cf. Beda, 170, 9-10; Beato, II, 132, 12-16.
35. Ap 13, 7-8.
36. Cf. Beda, 170, 14-15; Beato, II, 133, 3-9. 
37. Ap 13, 8. 
38. Ap 13, 8. 
39. Cf. Beda, 170, 25-28; Beato, II, 133, 10-134, 2. Se pueden 
constatar aquí resonancias ireneanas, cf. A. ORBE, Teología de 
San Ireneo..., o. c., III, 176-177.