VII (Ap 9-10)
Hermanos muy queridos, cuando poco ha se ha leído el
Apocalipsis, hemos oído que una estrella había caído del
cielo sobre la tierra cuando el quinto ángel tocó la trompeta1.
La estrella única es el cuerpo de muchos que caen por los
pecados2.
El pozo del abismo: los pecadores en la Iglesia
Y le fue entregada la llave del pozo del abismo3. La
estrella, el abismo, el pozo, éstos son los hombres. Así pues,
la estrella cayó del cielo, es decir, el pueblo pecador sale de
la Iglesia. Y recibió la llave del pozo del abismo4, es decir, el
poder de su corazón, para abrir su corazón en el cual el
diablo atado no está impedido de hacer su voluntad5. Y abrió
el pozo del abismo6, es decir, que él manifestó su corazón
sin ningún temor ni pudor de pecar. Y subió humo del pozo7,
es decir, subió del pueblo lo que recubre y oscurece a la
Iglesia, de modo que se dice: Y se
entenebreció el sol y el aire con el humo del pozo8. Se
oscureció el sol, dice, pero no sucumbió; en efecto, los
pecados de los hombres malos y soberbios, que se cometen
aquí y allá por toda la tierra, oscurecen el sol, es decir, la
Iglesia y a veces esparcen la oscuridad sobre los santos y
los justos, porque el número de malos es tanto que algunas
veces apenas aparecen los buenos entre ellos. Como de un
gran hornos, dice él.
La Iglesia bipartita y su destino
Y del humo del pozo saltaron langostas a la tierra, y se les
dió poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra11,
es decir, donar con el veneno. Y les fue mandado que no
dañasen a la hierba de la tierra, ni a árbol alguno sino a los
hombres12, y les fue dado que no los matasen13. Y puesto
que hay dos partes en la Iglesia, es decir la de los buenos y
la de los malos, de este modo una parte es castigada para
que se corrija y la otra es abandonada a sus
voluptuosidades. La parte de los buenos es entregada a la
humillación para conocer la justicia de Dios y recordar el
deber de la penitencia, como está escrito: «Es un bien para
mí el que me hayas humillado para que yo conozca tus justos
mandatos»14.
Y les fue dado que no los matasen sino que fuesen
atormentados; y su tormento es como tormento de escorpión
cuando pica al hombre15. Esto es lo que sucede cuando el
diablo expande su veneno por medio de los vicios y pecados.
Y los hombres buscarán la muerte16: pero dijo muerte por
descanso. Esto lo dice porque ellos buscarán la muerte pero
para descansar ellos mismos de sus males, es decir, de las
tribulaciones, mientras que mueren los malos17. Sobre sus
cabezas, dice, unas como coronas que asemejaban ser
oro18. La Iglesia fue descrita, más arriba, en los veinticuatro
ancianos que tienen coronas de oro, pero éstos que
asemejan ser de oro son los herejes que imitan a la
Iglesia19.
Y llevaban cabellos como cabellos de mujer20. En los
cabellos de mujer no solo quiso indicar la molicie afeminada
sino también al uno y otro sexo21.
Y tenían colas parecidas a escorpiones y aguijones en
sus colas22. Las colas representan a los prepósitos de los
herejes, como está escrito: «El profeta que enseña la
mentira éste es la cola23. Éstos son los falsos profetas y
éstos son los que ejecutan los mandatos crueles de los
reyes24.
Teniendo sobre si como rey al Ángel del abismo25, es
decir, al diablo o al rey de este mundo. El abismo es el
pueblo. Su nombre es en hebreo «Ababdon», en griego
«Apollyon», en latín «Exterminador»26.
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1. Cf. Ap 9, 1.
2. Cf. Fragmentos de Turín, 99, 1-3; Primasio, 144, 1-9 (112, 12-13;
PLS IV, 1230, 25-27); Beato, II, 27, 3-5.
3. Ap 9, 1.
4. Ap 9, 1.
5. Cf. Fragmentos de Turín, 99, 4-100, 2; Beato, II, 28, 12-29, 3.
6. Ap 9, 2.
7 Ap 9, 2.
8. Ap 9, 2.
9. Ap 9, 2.
10. Cf. Fragmentos de Turín, 100, 3-101, 4; Primasio, 145, 10-15
(112, 18-20; PLS IV, 1213, 37-38); Beato, II, 29, 4-15.
11. Ap 9, 3.
12. Ap 9, 4.
13. Ap 9, 5.
14. Sal 118, 71; cf. Fragmentos de Turín, 103, 3-9; Beato, II, 32, 5-12.
15. Ap 9, 5.
16. Ap 9, 6.
17. Cf. Fragmentos de Turín, 105, 3-9; Beato, II, 34, 3-7.
18. Ap 9, 7.
19. Cf. Fragmentos de Turín, 107, 2-7; Primasio, 149, 128-134 (116,
15-19; PLS IV, 1216, 45); Beda, 158, 31-33; Beato, II, 36, 11-16.
20. Ap 9, 8.
21. Cf. Fragmentos de Turín, 108, 3-5; Primasio, 149, 135-150, 137
116, 25-117, 1; PLS IV, 1216, 58-1217, 2: 1217, 9-10): Beda, 158,
35-36; Beato, II, 38, 1-3.
22. Ap 9, 10.
23. Is 9, 15.
24. Cf. Fragmentos de Turín, 109, 8-110, 6; Primasio, 151, 165-168
(859, 28-31); Beato, II, 39, 1-4.
25. Ap 9, 11.
26. Ap 9, 11; cf. Fragmentos de Turín, 110, 7-111, 3; Beato, II, 39,
12-40, 3.
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