VI (Ap 6-8)


Y vi otro ángel que subía del sol nacientes. Por el otro 
ángel quiere indicar la misma Iglesia Católica. Del sol 
naciente2: de la pasión y resurrección del Señor3. Clamando 
a los cuatro ángeles de la tierra, y clamó con voz poderosa a 
los cuatro ángeles a quienes fue dada la potestad de dañar 
la tierra y el mar: no dañéis la tierra, ni el mar4. Ahora bien, 
él recibe una espada; hablando en general él recibe ya sea a 
los que aniquila durante su vida, ya sea a los que persuade 
a luchar entre sí hasta la muerte por los bienes temporales5. 


El caballo negro
Dice que del tercer sello salió un caballo negro, y el que 
montaba sobre él tenía una balanza en su mana6. Tenía, 
dice, una balanza en su mano, es decir, un control de la 
justicia; porque mientras finge tener la justicia, él daña con la 
simulación. Mas mientras, en medio de los vivientes, es decir, 
en medio de la Iglesia, se dice no dañes7, se muestra que 
los espíritus del mal no tienen potestad sobre los siervos de 
Dios, a no ser que la hayan recibido de Dios. No dañes ni el 
aceite ni el vino8. En el vino y en el aceite ha indicado la 
unción del crisma y la sangre del Señor, pero en el trigo y en 
la cebada indica la Iglesia ya sea en los grandes o pequeños 
cristianos ya sea en los prepósitos y en los pueblos9. 
Del cuarto sello: Un caballo amarillento, y el que montaba 
sobre él tenía por nombre muerte, y con él iba en pos el 
infierno, y le fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra 
para matar con espada, hambre, muerte y las fieras de la 
tierra10. 

Los cuatro caballos y su significado
Estos tres caballos no son más que uno, los que salieron 
después del caballo blanco y contra él; y ellos tienen un 
jinete único, el diablo, que es la muerte11. Pues que el jinete 
es el diablo y sus campañeros se revela en el sexto sello, 
cuando él dice que los caballos se afrontan en el último 
combate. Los tres caballos, pues, significan el hambre, la 
guerra y la peste como lo había anunciado el Señor en el 
Evangelio. 
El caballo blanco es la palabra de la predicación en toda 
la tierra. En el caballo rojo y su jinete están representadas 
las guerras que han de venir, más aún que tienen lugar 
cuando ya un pueblo se levanta contra otro. Con el caballo 
amarillento y su jinete se representa la gran peste y la 
mortalidad. Y el infierno le sigue12, es decir, espera devorar 
un gran número de almas. 

El quinto sello y la sangre de los mártires
Y cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar de Dios las 
almas de los que habían sido degollados13. El altar de Dios 
representa a la Iglesia, bajo los ojos de la cual habían sido 
degollados los mártires. Y concedido que las almas de los 
santos estén en el paraíso, sin embargo dado que la sangre 
de los santos ha sido derramada sobre la tierra, dicen que 
clama bajo el altar, según lo que está escrito: «La sangre de 
tu hermano clama desde la tierra»14. 

El sexto sello y la última persecución
Cuando abrió el sexto sello, sobrevino un gran 
terremoto15, es decir, la última persecución, y el sol se tornó 
negro como saco tejido de crin, y la luna entera se tornó 
negra como sangre y las estrellas cayeron en la tierra16. Lo 
que son el sol y la luna, lo son también las estrellas, es decir, 
la Iglesia, pero se entiende la parte por el todo; en efecto, no 
es toda la Iglesia, sino los malos que están en la Iglesia, los 
que caen del cielo. Pero dijo todo porque la última 
persecución se extenderá por todo el universo17. Y 
entonces aquellos que sean justos permanecerán en la 
Iglesia como en el cielo; pero los codiciosos, los hombres 
injustos y adúlteros aceptaron hacer inmolaciones al diablo. 
Y entonces aquellos que se dicen ser cristianos solo de 
palabra, como las estrellas, caen del cielo que es la Iglesia. 
Como una higuera agitada por un fuerte viento deja caer sus 
brevas18. Comparó el árbol agitado a la Iglesia, el fuerte 
viento a la persecución, las brevas a los hombres malos que 
deben ser echados fuera y separados de la Iglesia19. 
Y el cielo fue retirado como un libro que arrolla20. En este 
lugar el cielo significa la Iglesia que se separa de los malos y 
contiene en ella todos los misterios, por ella sola conocidos, 
como un libro arrollado que los hombres inicuos no quieren 
ni pueden comprender del todo21. Y todo monte e isla 
fueron removidos de sus sitios22. Lo que significa el cielo 
también las montañas y lo mismo las islas, es decir, que la 
Iglesia, una vez realizada la última persecución, se retira toda 
ella de su lugar ya sea huyendo de la persecución en los 
buenos, ya sea apartándose de la fe en los malos. Pero esto 
puede acontecer en una y en otra parte; porque la parte 
buena es igualmente cambiada de su lugar huyendo, es 
decir, que ella pierde lo que tiene como ha sido dicho: 
Removeré tu candelabro de su lugar23. 

La conversión a Cristo
Y los reyes de la tierra y los magistrados24. Por reyes 
entendemos los hombres poderosos; pues de todo rango y 
condición se convertirán a Cristo. Por otra parte aquellos 
que entonces serán reyes, a excepción de un perseguidor, 
se escondieron en las cuevas y en las peñas de los 
montes25. Todos se refugian, en el tiempo presente, en la fe 
de la Iglesia y se ocultan en el misterio secreto de las 
Escrituras, y ellos dicen, caed26, es decir, cubridnos, y 
escondednos27, es decir, para que el hombre viejo se 
aparte de los ojos de Dios28. Y en otro sentido, el que 
piensa que vendrá el día del juicio, se vuelve a los montes, 
es decir, a la Iglesia para que, en el tiempo presente, sean 
cubiertos sus pecados por la penitencia para no ser 
castigados en el mundo futuro. Hasta que hayamos marcado 
con el sello en su frente a los siervos de nuestro Dios29. El 
denuncia a la Iglesia y se dirige a los hombres malos, es 
decir, a la parte siniestra que castiga: No los dañes30. Esta 
es la voz que en medio de los cuatro vivientes dice al que 
castiga: No dañes ni el vino ni el aceiten. Por el vino y el 
aceite se significan todos los que son justos, aquellos a los 
que ni el diablo ni los hombres malos pudieron dañar a no 
ser todas aquellas veces que Dios lo haya permitido para 
probarlos. No dañes, dice, ni el vino ni el aceite32: el Señor 
ordena no dañar a toda su tierra espiritual hasta que todos 
sean marcados33. 

Las doce tribus de Israel y la Iglesia
Y al el número de los marcados: ciento cuarenta y cuatro 
millares marcados de toda tribu de los hijos de Israel34. 
Ciento cuarenta y cuatro millares es la Iglesia toda entera35. 
Tras esto vi. Y he aquí un pueblo numeroso, al cual nadie 
podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y 
lenguas36. No dijo: después de esto yo vi a otro pueblo, sino 
yo vi al pueblo, es decir, al mismo que él había visto en el 
misterio de los ciento cuarenta y cuatro mil; él lo vio 
innumerable de toda tribu, lengua y nación, porque todas las 
naciones han sido injertadas, creyendo, en la raíz37. El 
Señor, en el Evangelio, muestra que toda la Iglesia, tanto de 
los judíos como de los gentiles, está en las doce tribus de 
Israel, cuando dice: «Os sentaréis sobre doce tronos, para 
juzgar las doce tribus de Israel»38. Vestidos de ropas 
blancas39: las ropas blancas representan el don del Espíritu 
Santo. 

Los vestidos blancos y el bautismo
Y todos los ángeles estaban en derredor del trono40. Los 
ángeles significan la Iglesia, porque a excepción de ella, 
nada ha descrito de otro41. Y tomó la palabra uno de los 
ancianos diciéndome: éstos que andan revestidos de ropas 
blancas ¿quiénes son?42. Uno de los ancianos que tomó la 
palabra designa el oficio de los sacerdotes; porque ellos 
enseñan a la Iglesia, es decir, al pueblo en la Iglesia, cual es 
la recompensa del trabajo de los santos43. Diciendo: éstos 
son los que han venido de la gran tribulación y lavaron sus 
vestiduras en la sangre del Cordero44. No se trata aquí de 
los solo mártires, como algunos piensan, sino de todo el 
pueblo que está en la Iglesia porque no dijo que habían 
lavado sus vestiduras en su sangre, sino en la sangre del 
Cordero, es decir, en la gracia de Dios por medio de 
Jesucristo Nuestro Señor, como está escrito: «Y la sangre de 
su Hijo nos purificó»45. Y el que está sentado sobre el trono 
tenderá su tienda sobre ellos46. Pues ellos son el trono 
sobre los cuales habita Dios en la Iglesia47. Ni caerá sobre 
ellos el sol ni ardor alguno48, como se dice en Isaías a 
propósito de la Iglesia: «El será una sombra contra el 
calor»49. Y los conducirá a las fuentes de las aguas de la 
vida50 y lo que sigue. En efecto, todas estas cosas acaecen 
también espiritualmente en la Iglesia en la vida presente, 
cuando después de la remisión de los pecados, nosotros 
resucitamos y, despojados de los vestidos de luto de la vida 
pasada y del hombre viejo, nos revestimos de Cristo en el 
bautismo y somos inundados de la alegría del Espíritu 
Santo51. 

El séptimo sello y el incensario de oro: el cuerpo de Cristo 

Y cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el 
cielo52, es decir, en la Iglesia, como media hora53. En la 
media hora muestra el inicio del reposo eterno54. y vi los 
siete ángeles que están en la presencia de Dios55. Los siete 
ángeles representan a la Iglesia56. Los que recibieron las 
siete trompetas57, es decir, la predicación en su totalidad, 
como está escrito: «Levanta tu voz como una trompeta58. 
Y otro ángel vino y se detuvo junto al altar59. El otro 
ángel del que habla no vino después de los otros siete, 
porque es el mismo Señor Jesucristo60. El que tiene el 
incensario de oro61, que es su cuerpo santo. Pues el mismo 
Señor se hizo incensario en el que Dios recibió el olor de 
suavidad 62; y él se hizo propiciación por el mundo, porque 
él mismo se ofreció en olor de suavidad 63. 
Y tomó el ángel el incensario, y lo llenó de fuego del 
altar64. El Señor recibió su cuerpo, es decir, la Iglesia y para 
cumplir la voluntad del Padre la llenó de fuego del Espíritu 
Santo 65. 
Y se produjeron voces y truenos y relámpagos y un 
terremoto66. Todas estas cosas son las predicaciones 
espirituales y los prodigios de la Iglesia67. 

Los siete ángeles y las siete trompetas: la predicación de 
la Iglesia 
Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se 
aprestaron para tocarlas 68: es decir, la Iglesia se preparó 
para predicar69. Y el primer ángel tocó la trompeta y se 
produjo granito y fuego mezclado con sangre70: estalló la ira 
de Dios que lleva en sí la muerte de muchos. 
Y fue lanzada a la tierra; y la tercera parte de la tierra se 
abrasó, y la tercera parte de los árboles, y toda la hierba 
verde se abrasó71. Lo que es la tierra, esto son los árboles 
y esto es la hierba, es decir, los hombres. Mas la hierba 
verde significa la carne sanguinolenta y lujuriosa según lo 
que está escrito: «Toda carne es hierba»72. 
Y el segundo ángel tocó la trompeta y uno como monte 
grande ardiendo en fuego fue lanzado al mar y la tercera 
parte del mar se convirtió en sangre73. El monte ardiente es 
el diablo, y la tercera parte de la tierra o de los árboles es lo 
mismo que la tercera parte del mar74. El dijo de aquellos que 
tienen almas75 para mostrar que estaban vivos en la carne 
pero espiritualmente muertos76. Y la tercera parte de las 
naves perecieron77: los herejes corrompen con su doctrina 
a los que ganaron para su causa78. 
Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una 
estrella grande, ardiente como lámpara79. Indica que los 
hombres arrogantes e impíos son arrojados de la Iglesia. 
Ahora bien él ha dicho una estrella grande80, porque se 
trata de alguien de los grandes y de los que tienen poder y 
riquezas81. 
Y el nombre de esta estrella se llama «El Ajenjo» y se 
convirtió la tercera parte de las aguas en Ajenjo82: la tercera 
parte de los hombres se hizo semejante a la estrella que 
cayó sobre ellos83. 
Y muchos de los hombres murieron a consecuencia de las 
aguas porque aquellas se convirtieron en amargas84. Los 
hombres murieron por las aguas; se puede entender esto 
evidentemente de los que son rebautizados85. 
Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y repercutió en la 
tercera parte del sol, y en la tercera parte de la luna y en la 
tercera parte de las estrellas86: el sol, la luna, las estrellas, 
es la Iglesia, cuya tercera parte fue herida87; en la tercera 
parte se da a entender todos los malos. Ella es, pues, 
castigada, es decir, entregada a sus males y a sus 
voluptuosidades, para que ella sea revelada en su tiempo 
por el desbordamiento y por la insolencia de sus pecados 88 

Yo ví y oí la voz de un águila volando en medio del cielo 
que decía: ¡Ay, ay, ay a los que habitan en la tierra!89. El 
águila significa la Iglesia; volando en medio del cielo, es 
decir, atravesando por el medio de él, y predicando con gran 
voz las plagas de los últimos tiempos90. En efecto, cuando 
un sacerdote anuncia el día del juicio, el águila vuela en 
medio del cielo. 

Recapitulación
Como se ha dicho más arriba, el otro ángel, el que dijo 
que había salido de Oriente, es la Iglesia que asciende de 
Oriente, es decir, de la Pasión y Resurrección del Señor. 
Cuando dice: No dañéis la tierra ni el mar91, la Iglesia lo 
proclama cada día cuando predica a los malos. Y cuando 
dice: No dañéis ni el vino ni el aceite92, en el vino y en el 
aceite se comprende a todos los que son justos en la Iglesia, 
a los que nadie puede dañar a no ser a los que Dios haya 
permitido para probarlos. Lo que dice: Los ciento cuarenta y 
cuatro mil fueron marcados93 se entiende de toda la Iglesia. 
Por eso en ellos, en los que dice que ha visto un pueblo 
numeroso que nadie puede contar, está figurada la misma 
Iglesia. Cuando dice que estaban revestidos de vestiduras 
blancas, estas ropas significan el don del Espíritu Santo. Los 
ángeles que están de pie alrededor del trono designan a la 
Iglesia, porque fuera de ella no describe cosa alguna. El 
anciano que dijo: ¿Quiénes son éstos y de dónde 
vinieron?94 significa el oficio de los sacerdotes que enseñan 
al pueblo en la Iglesia. Cuando dijo: Lavaron sus 
vestiduras95, se refiere a toda la Iglesia, no solamente de los 
mártires. En fin, no dice «en su sangre» sino en la sangre 
del Cordero96, lo cual ciertamente se realiza en el 
sacramento del bautismo. Y el que está sentado sobre el 
trono habita en ellos97. Pues ellos son el trono sobre los 
cuales habita Dios. 
Ni el sol ni el calor caerá sobre ellos: y él los conducirá a 
las fuentes de aguas vivas98 y lo que sigue. Todas estas 
cosas acaecen espiritualmente en la Iglesia, en el tiempo 
presente y en estos días, cuando bien protegida por la 
gracia de Dios las persecuciones más bien la apremian que 
la vencen. Lo que dice: Se hizo silencio en el cielo como 
media hora99, lo dice de la Iglesia y significa el comienzo del 
reposo eterno. Y a propósito de los siete ángeles que tocan 
la trompeta: en los ángeles se significa la Iglesia y en las 
trompetas la predicación de la Iglesia. El otro ángel que él 
dijo que estaba delante del altar es Cristo el Señor. El que 
tiene un incensario de oro100, es decir, el cuerpo santo por 
el cual Dios Padre recibió el incienso de la Pasión, el olor de 
la suavidad101. Y cuando él dice: Y se produjeron voces, 
relámpagos y truenos102, son las predicaciones espirituales 
de la Iglesia. Los siete ángeles que se prepararon para 
tocar103, es la Iglesia en la cual resuena por todo el mundo 
la predicación espiritual contra todos los pecados y 
crímenes. 
Cuando el primer ángel suena la trompeta la tercera parte 
de la tierra se abrasó104, indica a los hombres orgullosos y 
entregados a las voluptuosidades a los que Dios entrega a 
un justo juicio para ser abrasados por el fuego de la lujuria o 
de la avidez. Cuando el segundo ángel toca la trompeta una 
montaña ardiente cayó sobre el mar105. Esta montaña 
representa al diablo, el mar significa este mundo. La tercera 
parte del mar106, como más arriba fue dicho, son los 
hombres inicuos e impíos. Cuando el tercer ángel toca la 
trompeta una gran estrella cayó del cielo107: éstos son los 
grandes hombres que por sus malvadas costumbres y por 
sus actos inicuos caen de la Iglesia como del cielo. Cuando 
dice: Muchos hombres murieron a consecuencia de las 
aguas pues se habían vuelto amargas108. Esto se puede 
entender de los que son rebautizados109. Cuando el cuarto 
ángel toca la trompeta la tercera parte del sol, de la luna y 
de las estrellas fue golpeada110. En éstos se indica la 
Iglesia, en la que cada día los malos y los hipócritas, a 
instigación del diablo, son golpeados en su alma por las 
heridas de los pecados. 
Cuando habla del águila que vuela en medio del cielo 
gritando: ¡Ay, ay, ay! 111, él ha querido representar a la 
Iglesia; volando en medio del cielo, es decir, en medio de ella 
misma y anunciando con la asiduidad de la predicación las 
plagas de los últimos tiempos; en efecto, cuando un 
sacerdote anuncia en la Iglesia el día del juicio el águila 
vuela en medio del cielo. Que la piedad divina nos conceda 
que mientras, por una parte, los sacerdotes se entregan a 
predicar constantemente, y que, por otra parte, los fieles se 
apresuran a cumplir fielmente lo que les es predicado, que 
todos merezcan alcanzar juntos los bienes eternos, con la 
ayuda de Jesucristo, el Señor, que vive etc. 
........................
1. Ap 7, 2. 
2. Ap 7, 2. 
3. Cf. Beato, I, 599, 9-13. 
4. Ap 7, 2-3. 
5. Cf. Beda, 147, 14-15; Beato, I, 537, 1-8. 
6. Ap 6, 5. 
7. Ap 6, 6.
8. Ap 6, 6. 
9. Cf. Primasio, 95, 91-96, 92 (837, 1-12); Beda, 147, 29-32; Beato, 
1, 559, 3-7. 
10. Ap 6, 8. 
11. Cf. Beato, I, 567, 4-7. 
12. Ap 6, 8. 
13. Ap 6, 9. 
14. Gn 4, 10. 
15. Ap 6, 12. 
16. Ap 6, 12-13. 
17. Cf. Beda, 148, 43-45; Beato, I, 582, 16-583, 3.
18. Ap 6, 13.
19. Cf. Primasio, 101, 233-235 (839, 46-48); Beato, 1, 584, 1-2.
20. Ap 6, 14.
21. Cf. Beda, 148, 51-55; Beato, I, 585, 1-4.
22. Ap 6, 14.
23. Ap 2, 5; Cf. Victorino, 79, 1-2: Beda, 148. 56-149, 1; Beato, I, 586, 
3-12.
24. Ap 6, 15.
25. Ap 6, 15. Cf. Beda, 149, 2-5; Beato, I, 587, 5-10.
26. Ap 6, 16.
27. Ap 6, 16.
28. Cf. Beato, I, 588, 6-7.
29. Ap 7, 3. 
30. Ap 6, 6. 
31. Ap 6, 6.
32. Ap 6, 6. 
33. Cf. Beato, I, 601, 1-10. 
34. Ap 7, 4. 
35. Cf. Primasio, 108, 54-55 (842, 25-28); Beato, 1, 603, 6-8. 
36. Ap 7, 9. 
37. Cf. Rm 11, 24. 
38. Mt 19, 28; Primasio, 125, 454 (851, 7-18); Beato, 1, 658, 15-658, 
17.
39. Ap 7, 13.
40. Ap 7, 15. 
41. Cf. Primasio, 127, 495-497 (852, 9-11); Beda, 153, 7-9; Beato, I, 
660, 14-16. 
42. Ap 7, 13. 
43. Cf. Primasio, 129, 538-542 (853, 9-12); Beato, I, 665, 19-666, 4.
44. Ap 7, 14.
45. 1 Jn 1, 7; cf. Primasio, 130, 554-558 (853, 36-42); Beda, 153, 
30-33; Beato, 1, 666, 5-11.
46. Ap 7, 15.
47. Cf. Primasio, 130, 567-568 (853, 44-854, 1); Beda. 153, 39-41; 
Beato, 1, 666, 12-18.
48. Ap 7, 16.
49. Is 25, 4; cf. Primasio, 131, 580-583 (854, 11-14); Beato, I, 667, 
6-7. 
50. Ap 7, 17. 
51. Cf. Fragmentos de Turín, 81, 8-82, 1; Primasio, 854, 24. 32-33; 
Beato, I, 668, 12-16. 
52. Ap 8, 1. 
53. Ap 8, 1. 
54. Cf. Victorino, 81, 5-7; Fragmentos de Turín, 84, 1-3; Primasio, 
132, 1-3 (854, 41-51); Beato, I, 670, 12-14. 
55. Ap 8, 2. 
56. Cf. Fragmentos de Turín, 85, 3-4; Primasio, 135, 1-2 (855, 
18-20); Beato, II, 2, 4-5. 
57. Ap 8, 2. 
58. Is 58, 1; cf. Fragmentos de Turín, 85, 5-6; Primasio, 135, 4-6 
(855, 22-25); Beato, II, 2, 8-10. 
59. Ap 8, 3. 
60. Cf. Beato. II, 3, 1-5. 
61. Ap 8, 3. 
62. Cf. Ef 5, 2. 
63. Cf. Fragmentos de Turín, 87, 3-5; Primasio, 135, 20-136, 2 (855, 
42-47); Beda. 155, 4-10; Beato, II, 3, 12-15.
64. Ap 8, 5. 
65. Cf. Fragmentos de Turín, 87, 3-4; 88, 5-8; Primasio, 136, 24-26; 
137, 53-55 (856, 39-59); Beato, II, 4, 5-12. 
66. Ap 8, 5. 
67. Cf. Fragmentos de Turín, 89. 4-ó; Primasio, 137. 65-138, 1; 
Beda, 155, 30-32; Beato, II, 5, 6-7. 
68. Ap 8, 6.
69. Cf. Fragmentos de Turín, 90, 1-3; Primasio, 138, 72-75 (857, 
3-ó); Beda, 155, 36-39; Beato, II, 5, 13-16. 
70. Ap 8, 7. 
71. Ap 8, 7. 
72. Is 40, 6. Cf. Fragmentos de Turín, 90, 4-91, 5; Primasio, 138, 
75-84; 140, 110-112 (857, 10-32; 857, 16-17); Beda, 155, 54-56; 156, 
8-12 (Beda explícita que esta exégesis proviene de Ticonio); Beato, II, 
6. 1-8; II, 8, 8-9.
73. Ap 8, 8. 
74. Cf. Fragmentos de Turín, 93, 3-10; Primasio, 139, 100-140, 114 
(857, 43-44. 49-51); Beda, 156, 17-20; Beato, II, 15, 1-7. 
75. Ap 8, 9. 
76. Cf. Fragmentos de Turín, 94, 1-2; Primasio, 140, 144-115 (857, 
56-858, 1); Beda, 156, 31-32; Beato. II, 16, 8-9. 
77. Ap 8, 9. 
78. Cf. Fragmentos de Turín, 94, 3-4; Primasio, 857, 42-43; Beda, 
156, 35-39; Beato, II, 16, 10-12. 
79. Ap 8. 10. 
80. Ap 8, 10. 
81. Cf. Ticonio, L. R. 71, 23-72, 2; Primasio, 140, 118-141, 125 (858, 
12-14); Beato, II, 17, 10-13. 
82. Ap 8, 11. 
83. Cf. Primasio, 140, 123-141, 1 (858, 12-14); Beato, II, 19, 8-10. 
84. Ap 8, 11. 
85. Probablemente se esconde aquí una referencia a los donatistas 
que bautizaban a los católicos que se sumaban a su facción 
cismática. 
86. Ap 8, 12. 
87. Cf. Fragmentos de Turín. 96, 3-7; Primasio, 141, 138-141 (858, 
32-36); Beda. 156. 59-160, 1; Beato, Il. 2C. 12-17.
88. Cf. Fragmentos de Turín, 97, 2-5; Primasio, 143, 174-178 (859, 
19-26); Beda, 157, 3-ó; Beato, II, 21, 13-21, 1. 
89. Ap 8, 13. 
90. Cf. Fragmentos de Turín, 97, 8-98, 5; Beato, II, 25, 10-16. 
91. Ap 7, 3. 
92. Ap 6, 6. 
93. Ap 7, 4. 
94. Ap 7, 12 95. Ap 7, 14.
96. Ap 7, 14.
97. Ap 7, 15.
98. Ap 7, 16-17.
99. Ap 8, 1. 
100. Ap 8, 3. 
101. Cf. Ef 5, 2.
102. Ap 8, 5.
103. Ap 8, 6.
104. Ap 8, 7.
105. Ap 8, 8.
106. Ap 8, 8.
107. Ap 8, 10.
108. Ap 8, 11.
109. Una probable nueva indicación a los donatistas. 
110. Ap 8, 12.
111. Cf. Ap 8, 13.