VI (Ap 6-8)
Y vi otro ángel que subía del sol nacientes. Por el otro
ángel quiere indicar la misma Iglesia Católica. Del sol
naciente2: de la pasión y resurrección del Señor3. Clamando
a los cuatro ángeles de la tierra, y clamó con voz poderosa a
los cuatro ángeles a quienes fue dada la potestad de dañar
la tierra y el mar: no dañéis la tierra, ni el mar4. Ahora bien,
él recibe una espada; hablando en general él recibe ya sea a
los que aniquila durante su vida, ya sea a los que persuade
a luchar entre sí hasta la muerte por los bienes temporales5.
El caballo negro
Dice que del tercer sello salió un caballo negro, y el que
montaba sobre él tenía una balanza en su mana6. Tenía,
dice, una balanza en su mano, es decir, un control de la
justicia; porque mientras finge tener la justicia, él daña con la
simulación. Mas mientras, en medio de los vivientes, es decir,
en medio de la Iglesia, se dice no dañes7, se muestra que
los espíritus del mal no tienen potestad sobre los siervos de
Dios, a no ser que la hayan recibido de Dios. No dañes ni el
aceite ni el vino8. En el vino y en el aceite ha indicado la
unción del crisma y la sangre del Señor, pero en el trigo y en
la cebada indica la Iglesia ya sea en los grandes o pequeños
cristianos ya sea en los prepósitos y en los pueblos9.
Del cuarto sello: Un caballo amarillento, y el que montaba
sobre él tenía por nombre muerte, y con él iba en pos el
infierno, y le fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra
para matar con espada, hambre, muerte y las fieras de la
tierra10.
Los cuatro caballos y su significado
Estos tres caballos no son más que uno, los que salieron
después del caballo blanco y contra él; y ellos tienen un
jinete único, el diablo, que es la muerte11. Pues que el jinete
es el diablo y sus campañeros se revela en el sexto sello,
cuando él dice que los caballos se afrontan en el último
combate. Los tres caballos, pues, significan el hambre, la
guerra y la peste como lo había anunciado el Señor en el
Evangelio.
El caballo blanco es la palabra de la predicación en toda
la tierra. En el caballo rojo y su jinete están representadas
las guerras que han de venir, más aún que tienen lugar
cuando ya un pueblo se levanta contra otro. Con el caballo
amarillento y su jinete se representa la gran peste y la
mortalidad. Y el infierno le sigue12, es decir, espera devorar
un gran número de almas.
El quinto sello y la sangre de los mártires
Y cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar de Dios las
almas de los que habían sido degollados13. El altar de Dios
representa a la Iglesia, bajo los ojos de la cual habían sido
degollados los mártires. Y concedido que las almas de los
santos estén en el paraíso, sin embargo dado que la sangre
de los santos ha sido derramada sobre la tierra, dicen que
clama bajo el altar, según lo que está escrito: «La sangre de
tu hermano clama desde la tierra»14.
El sexto sello y la última persecución
Cuando abrió el sexto sello, sobrevino un gran
terremoto15, es decir, la última persecución, y el sol se tornó
negro como saco tejido de crin, y la luna entera se tornó
negra como sangre y las estrellas cayeron en la tierra16. Lo
que son el sol y la luna, lo son también las estrellas, es decir,
la Iglesia, pero se entiende la parte por el todo; en efecto, no
es toda la Iglesia, sino los malos que están en la Iglesia, los
que caen del cielo. Pero dijo todo porque la última
persecución se extenderá por todo el universo17. Y
entonces aquellos que sean justos permanecerán en la
Iglesia como en el cielo; pero los codiciosos, los hombres
injustos y adúlteros aceptaron hacer inmolaciones al diablo.
Y entonces aquellos que se dicen ser cristianos solo de
palabra, como las estrellas, caen del cielo que es la Iglesia.
Como una higuera agitada por un fuerte viento deja caer sus
brevas18. Comparó el árbol agitado a la Iglesia, el fuerte
viento a la persecución, las brevas a los hombres malos que
deben ser echados fuera y separados de la Iglesia19.
Y el cielo fue retirado como un libro que arrolla20. En este
lugar el cielo significa la Iglesia que se separa de los malos y
contiene en ella todos los misterios, por ella sola conocidos,
como un libro arrollado que los hombres inicuos no quieren
ni pueden comprender del todo21. Y todo monte e isla
fueron removidos de sus sitios22. Lo que significa el cielo
también las montañas y lo mismo las islas, es decir, que la
Iglesia, una vez realizada la última persecución, se retira toda
ella de su lugar ya sea huyendo de la persecución en los
buenos, ya sea apartándose de la fe en los malos. Pero esto
puede acontecer en una y en otra parte; porque la parte
buena es igualmente cambiada de su lugar huyendo, es
decir, que ella pierde lo que tiene como ha sido dicho:
Removeré tu candelabro de su lugar23.
La conversión a Cristo
Y los reyes de la tierra y los magistrados24. Por reyes
entendemos los hombres poderosos; pues de todo rango y
condición se convertirán a Cristo. Por otra parte aquellos
que entonces serán reyes, a excepción de un perseguidor,
se escondieron en las cuevas y en las peñas de los
montes25. Todos se refugian, en el tiempo presente, en la fe
de la Iglesia y se ocultan en el misterio secreto de las
Escrituras, y ellos dicen, caed26, es decir, cubridnos, y
escondednos27, es decir, para que el hombre viejo se
aparte de los ojos de Dios28. Y en otro sentido, el que
piensa que vendrá el día del juicio, se vuelve a los montes,
es decir, a la Iglesia para que, en el tiempo presente, sean
cubiertos sus pecados por la penitencia para no ser
castigados en el mundo futuro. Hasta que hayamos marcado
con el sello en su frente a los siervos de nuestro Dios29. El
denuncia a la Iglesia y se dirige a los hombres malos, es
decir, a la parte siniestra que castiga: No los dañes30. Esta
es la voz que en medio de los cuatro vivientes dice al que
castiga: No dañes ni el vino ni el aceiten. Por el vino y el
aceite se significan todos los que son justos, aquellos a los
que ni el diablo ni los hombres malos pudieron dañar a no
ser todas aquellas veces que Dios lo haya permitido para
probarlos. No dañes, dice, ni el vino ni el aceite32: el Señor
ordena no dañar a toda su tierra espiritual hasta que todos
sean marcados33.
Las doce tribus de Israel y la Iglesia
Y al el número de los marcados: ciento cuarenta y cuatro
millares marcados de toda tribu de los hijos de Israel34.
Ciento cuarenta y cuatro millares es la Iglesia toda entera35.
Tras esto vi. Y he aquí un pueblo numeroso, al cual nadie
podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y
lenguas36. No dijo: después de esto yo vi a otro pueblo, sino
yo vi al pueblo, es decir, al mismo que él había visto en el
misterio de los ciento cuarenta y cuatro mil; él lo vio
innumerable de toda tribu, lengua y nación, porque todas las
naciones han sido injertadas, creyendo, en la raíz37. El
Señor, en el Evangelio, muestra que toda la Iglesia, tanto de
los judíos como de los gentiles, está en las doce tribus de
Israel, cuando dice: «Os sentaréis sobre doce tronos, para
juzgar las doce tribus de Israel»38. Vestidos de ropas
blancas39: las ropas blancas representan el don del Espíritu
Santo.
Los vestidos blancos y el bautismo
Y todos los ángeles estaban en derredor del trono40. Los
ángeles significan la Iglesia, porque a excepción de ella,
nada ha descrito de otro41. Y tomó la palabra uno de los
ancianos diciéndome: éstos que andan revestidos de ropas
blancas ¿quiénes son?42. Uno de los ancianos que tomó la
palabra designa el oficio de los sacerdotes; porque ellos
enseñan a la Iglesia, es decir, al pueblo en la Iglesia, cual es
la recompensa del trabajo de los santos43. Diciendo: éstos
son los que han venido de la gran tribulación y lavaron sus
vestiduras en la sangre del Cordero44. No se trata aquí de
los solo mártires, como algunos piensan, sino de todo el
pueblo que está en la Iglesia porque no dijo que habían
lavado sus vestiduras en su sangre, sino en la sangre del
Cordero, es decir, en la gracia de Dios por medio de
Jesucristo Nuestro Señor, como está escrito: «Y la sangre de
su Hijo nos purificó»45. Y el que está sentado sobre el trono
tenderá su tienda sobre ellos46. Pues ellos son el trono
sobre los cuales habita Dios en la Iglesia47. Ni caerá sobre
ellos el sol ni ardor alguno48, como se dice en Isaías a
propósito de la Iglesia: «El será una sombra contra el
calor»49. Y los conducirá a las fuentes de las aguas de la
vida50 y lo que sigue. En efecto, todas estas cosas acaecen
también espiritualmente en la Iglesia en la vida presente,
cuando después de la remisión de los pecados, nosotros
resucitamos y, despojados de los vestidos de luto de la vida
pasada y del hombre viejo, nos revestimos de Cristo en el
bautismo y somos inundados de la alegría del Espíritu
Santo51.
El séptimo sello y el incensario de oro: el cuerpo de Cristo
Y cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el
cielo52, es decir, en la Iglesia, como media hora53. En la
media hora muestra el inicio del reposo eterno54. y vi los
siete ángeles que están en la presencia de Dios55. Los siete
ángeles representan a la Iglesia56. Los que recibieron las
siete trompetas57, es decir, la predicación en su totalidad,
como está escrito: «Levanta tu voz como una trompeta58.
Y otro ángel vino y se detuvo junto al altar59. El otro
ángel del que habla no vino después de los otros siete,
porque es el mismo Señor Jesucristo60. El que tiene el
incensario de oro61, que es su cuerpo santo. Pues el mismo
Señor se hizo incensario en el que Dios recibió el olor de
suavidad 62; y él se hizo propiciación por el mundo, porque
él mismo se ofreció en olor de suavidad 63.
Y tomó el ángel el incensario, y lo llenó de fuego del
altar64. El Señor recibió su cuerpo, es decir, la Iglesia y para
cumplir la voluntad del Padre la llenó de fuego del Espíritu
Santo 65.
Y se produjeron voces y truenos y relámpagos y un
terremoto66. Todas estas cosas son las predicaciones
espirituales y los prodigios de la Iglesia67.
Los siete ángeles y las siete trompetas: la predicación de
la Iglesia
Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se
aprestaron para tocarlas 68: es decir, la Iglesia se preparó
para predicar69. Y el primer ángel tocó la trompeta y se
produjo granito y fuego mezclado con sangre70: estalló la ira
de Dios que lleva en sí la muerte de muchos.
Y fue lanzada a la tierra; y la tercera parte de la tierra se
abrasó, y la tercera parte de los árboles, y toda la hierba
verde se abrasó71. Lo que es la tierra, esto son los árboles
y esto es la hierba, es decir, los hombres. Mas la hierba
verde significa la carne sanguinolenta y lujuriosa según lo
que está escrito: «Toda carne es hierba»72.
Y el segundo ángel tocó la trompeta y uno como monte
grande ardiendo en fuego fue lanzado al mar y la tercera
parte del mar se convirtió en sangre73. El monte ardiente es
el diablo, y la tercera parte de la tierra o de los árboles es lo
mismo que la tercera parte del mar74. El dijo de aquellos que
tienen almas75 para mostrar que estaban vivos en la carne
pero espiritualmente muertos76. Y la tercera parte de las
naves perecieron77: los herejes corrompen con su doctrina
a los que ganaron para su causa78.
Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una
estrella grande, ardiente como lámpara79. Indica que los
hombres arrogantes e impíos son arrojados de la Iglesia.
Ahora bien él ha dicho una estrella grande80, porque se
trata de alguien de los grandes y de los que tienen poder y
riquezas81.
Y el nombre de esta estrella se llama «El Ajenjo» y se
convirtió la tercera parte de las aguas en Ajenjo82: la tercera
parte de los hombres se hizo semejante a la estrella que
cayó sobre ellos83.
Y muchos de los hombres murieron a consecuencia de las
aguas porque aquellas se convirtieron en amargas84. Los
hombres murieron por las aguas; se puede entender esto
evidentemente de los que son rebautizados85.
Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y repercutió en la
tercera parte del sol, y en la tercera parte de la luna y en la
tercera parte de las estrellas86: el sol, la luna, las estrellas,
es la Iglesia, cuya tercera parte fue herida87; en la tercera
parte se da a entender todos los malos. Ella es, pues,
castigada, es decir, entregada a sus males y a sus
voluptuosidades, para que ella sea revelada en su tiempo
por el desbordamiento y por la insolencia de sus pecados 88
Yo ví y oí la voz de un águila volando en medio del cielo
que decía: ¡Ay, ay, ay a los que habitan en la tierra!89. El
águila significa la Iglesia; volando en medio del cielo, es
decir, atravesando por el medio de él, y predicando con gran
voz las plagas de los últimos tiempos90. En efecto, cuando
un sacerdote anuncia el día del juicio, el águila vuela en
medio del cielo.
Recapitulación
Como se ha dicho más arriba, el otro ángel, el que dijo
que había salido de Oriente, es la Iglesia que asciende de
Oriente, es decir, de la Pasión y Resurrección del Señor.
Cuando dice: No dañéis la tierra ni el mar91, la Iglesia lo
proclama cada día cuando predica a los malos. Y cuando
dice: No dañéis ni el vino ni el aceite92, en el vino y en el
aceite se comprende a todos los que son justos en la Iglesia,
a los que nadie puede dañar a no ser a los que Dios haya
permitido para probarlos. Lo que dice: Los ciento cuarenta y
cuatro mil fueron marcados93 se entiende de toda la Iglesia.
Por eso en ellos, en los que dice que ha visto un pueblo
numeroso que nadie puede contar, está figurada la misma
Iglesia. Cuando dice que estaban revestidos de vestiduras
blancas, estas ropas significan el don del Espíritu Santo. Los
ángeles que están de pie alrededor del trono designan a la
Iglesia, porque fuera de ella no describe cosa alguna. El
anciano que dijo: ¿Quiénes son éstos y de dónde
vinieron?94 significa el oficio de los sacerdotes que enseñan
al pueblo en la Iglesia. Cuando dijo: Lavaron sus
vestiduras95, se refiere a toda la Iglesia, no solamente de los
mártires. En fin, no dice «en su sangre» sino en la sangre
del Cordero96, lo cual ciertamente se realiza en el
sacramento del bautismo. Y el que está sentado sobre el
trono habita en ellos97. Pues ellos son el trono sobre los
cuales habita Dios.
Ni el sol ni el calor caerá sobre ellos: y él los conducirá a
las fuentes de aguas vivas98 y lo que sigue. Todas estas
cosas acaecen espiritualmente en la Iglesia, en el tiempo
presente y en estos días, cuando bien protegida por la
gracia de Dios las persecuciones más bien la apremian que
la vencen. Lo que dice: Se hizo silencio en el cielo como
media hora99, lo dice de la Iglesia y significa el comienzo del
reposo eterno. Y a propósito de los siete ángeles que tocan
la trompeta: en los ángeles se significa la Iglesia y en las
trompetas la predicación de la Iglesia. El otro ángel que él
dijo que estaba delante del altar es Cristo el Señor. El que
tiene un incensario de oro100, es decir, el cuerpo santo por
el cual Dios Padre recibió el incienso de la Pasión, el olor de
la suavidad101. Y cuando él dice: Y se produjeron voces,
relámpagos y truenos102, son las predicaciones espirituales
de la Iglesia. Los siete ángeles que se prepararon para
tocar103, es la Iglesia en la cual resuena por todo el mundo
la predicación espiritual contra todos los pecados y
crímenes.
Cuando el primer ángel suena la trompeta la tercera parte
de la tierra se abrasó104, indica a los hombres orgullosos y
entregados a las voluptuosidades a los que Dios entrega a
un justo juicio para ser abrasados por el fuego de la lujuria o
de la avidez. Cuando el segundo ángel toca la trompeta una
montaña ardiente cayó sobre el mar105. Esta montaña
representa al diablo, el mar significa este mundo. La tercera
parte del mar106, como más arriba fue dicho, son los
hombres inicuos e impíos. Cuando el tercer ángel toca la
trompeta una gran estrella cayó del cielo107: éstos son los
grandes hombres que por sus malvadas costumbres y por
sus actos inicuos caen de la Iglesia como del cielo. Cuando
dice: Muchos hombres murieron a consecuencia de las
aguas pues se habían vuelto amargas108. Esto se puede
entender de los que son rebautizados109. Cuando el cuarto
ángel toca la trompeta la tercera parte del sol, de la luna y
de las estrellas fue golpeada110. En éstos se indica la
Iglesia, en la que cada día los malos y los hipócritas, a
instigación del diablo, son golpeados en su alma por las
heridas de los pecados.
Cuando habla del águila que vuela en medio del cielo
gritando: ¡Ay, ay, ay! 111, él ha querido representar a la
Iglesia; volando en medio del cielo, es decir, en medio de ella
misma y anunciando con la asiduidad de la predicación las
plagas de los últimos tiempos; en efecto, cuando un
sacerdote anuncia en la Iglesia el día del juicio el águila
vuela en medio del cielo. Que la piedad divina nos conceda
que mientras, por una parte, los sacerdotes se entregan a
predicar constantemente, y que, por otra parte, los fieles se
apresuran a cumplir fielmente lo que les es predicado, que
todos merezcan alcanzar juntos los bienes eternos, con la
ayuda de Jesucristo, el Señor, que vive etc.
........................
1. Ap 7, 2.
2. Ap 7, 2.
3. Cf. Beato, I, 599, 9-13.
4. Ap 7, 2-3.
5. Cf. Beda, 147, 14-15; Beato, I, 537, 1-8.
6. Ap 6, 5.
7. Ap 6, 6.
8. Ap 6, 6.
9. Cf. Primasio, 95, 91-96, 92 (837, 1-12); Beda, 147, 29-32; Beato,
1, 559, 3-7.
10. Ap 6, 8.
11. Cf. Beato, I, 567, 4-7.
12. Ap 6, 8.
13. Ap 6, 9.
14. Gn 4, 10.
15. Ap 6, 12.
16. Ap 6, 12-13.
17. Cf. Beda, 148, 43-45; Beato, I, 582, 16-583, 3.
18. Ap 6, 13.
19. Cf. Primasio, 101, 233-235 (839, 46-48); Beato, 1, 584, 1-2.
20. Ap 6, 14.
21. Cf. Beda, 148, 51-55; Beato, I, 585, 1-4.
22. Ap 6, 14.
23. Ap 2, 5; Cf. Victorino, 79, 1-2: Beda, 148. 56-149, 1; Beato, I, 586,
3-12.
24. Ap 6, 15.
25. Ap 6, 15. Cf. Beda, 149, 2-5; Beato, I, 587, 5-10.
26. Ap 6, 16.
27. Ap 6, 16.
28. Cf. Beato, I, 588, 6-7.
29. Ap 7, 3.
30. Ap 6, 6.
31. Ap 6, 6.
32. Ap 6, 6.
33. Cf. Beato, I, 601, 1-10.
34. Ap 7, 4.
35. Cf. Primasio, 108, 54-55 (842, 25-28); Beato, 1, 603, 6-8.
36. Ap 7, 9.
37. Cf. Rm 11, 24.
38. Mt 19, 28; Primasio, 125, 454 (851, 7-18); Beato, 1, 658, 15-658,
17.
39. Ap 7, 13.
40. Ap 7, 15.
41. Cf. Primasio, 127, 495-497 (852, 9-11); Beda, 153, 7-9; Beato, I,
660, 14-16.
42. Ap 7, 13.
43. Cf. Primasio, 129, 538-542 (853, 9-12); Beato, I, 665, 19-666, 4.
44. Ap 7, 14.
45. 1 Jn 1, 7; cf. Primasio, 130, 554-558 (853, 36-42); Beda, 153,
30-33; Beato, 1, 666, 5-11.
46. Ap 7, 15.
47. Cf. Primasio, 130, 567-568 (853, 44-854, 1); Beda. 153, 39-41;
Beato, 1, 666, 12-18.
48. Ap 7, 16.
49. Is 25, 4; cf. Primasio, 131, 580-583 (854, 11-14); Beato, I, 667,
6-7.
50. Ap 7, 17.
51. Cf. Fragmentos de Turín, 81, 8-82, 1; Primasio, 854, 24. 32-33;
Beato, I, 668, 12-16.
52. Ap 8, 1.
53. Ap 8, 1.
54. Cf. Victorino, 81, 5-7; Fragmentos de Turín, 84, 1-3; Primasio,
132, 1-3 (854, 41-51); Beato, I, 670, 12-14.
55. Ap 8, 2.
56. Cf. Fragmentos de Turín, 85, 3-4; Primasio, 135, 1-2 (855,
18-20); Beato, II, 2, 4-5.
57. Ap 8, 2.
58. Is 58, 1; cf. Fragmentos de Turín, 85, 5-6; Primasio, 135, 4-6
(855, 22-25); Beato, II, 2, 8-10.
59. Ap 8, 3.
60. Cf. Beato. II, 3, 1-5.
61. Ap 8, 3.
62. Cf. Ef 5, 2.
63. Cf. Fragmentos de Turín, 87, 3-5; Primasio, 135, 20-136, 2 (855,
42-47); Beda. 155, 4-10; Beato, II, 3, 12-15.
64. Ap 8, 5.
65. Cf. Fragmentos de Turín, 87, 3-4; 88, 5-8; Primasio, 136, 24-26;
137, 53-55 (856, 39-59); Beato, II, 4, 5-12.
66. Ap 8, 5.
67. Cf. Fragmentos de Turín, 89. 4-ó; Primasio, 137. 65-138, 1;
Beda, 155, 30-32; Beato, II, 5, 6-7.
68. Ap 8, 6.
69. Cf. Fragmentos de Turín, 90, 1-3; Primasio, 138, 72-75 (857,
3-ó); Beda, 155, 36-39; Beato, II, 5, 13-16.
70. Ap 8, 7.
71. Ap 8, 7.
72. Is 40, 6. Cf. Fragmentos de Turín, 90, 4-91, 5; Primasio, 138,
75-84; 140, 110-112 (857, 10-32; 857, 16-17); Beda, 155, 54-56; 156,
8-12 (Beda explícita que esta exégesis proviene de Ticonio); Beato, II,
6. 1-8; II, 8, 8-9.
73. Ap 8, 8.
74. Cf. Fragmentos de Turín, 93, 3-10; Primasio, 139, 100-140, 114
(857, 43-44. 49-51); Beda, 156, 17-20; Beato, II, 15, 1-7.
75. Ap 8, 9.
76. Cf. Fragmentos de Turín, 94, 1-2; Primasio, 140, 144-115 (857,
56-858, 1); Beda, 156, 31-32; Beato. II, 16, 8-9.
77. Ap 8, 9.
78. Cf. Fragmentos de Turín, 94, 3-4; Primasio, 857, 42-43; Beda,
156, 35-39; Beato, II, 16, 10-12.
79. Ap 8. 10.
80. Ap 8, 10.
81. Cf. Ticonio, L. R. 71, 23-72, 2; Primasio, 140, 118-141, 125 (858,
12-14); Beato, II, 17, 10-13.
82. Ap 8, 11.
83. Cf. Primasio, 140, 123-141, 1 (858, 12-14); Beato, II, 19, 8-10.
84. Ap 8, 11.
85. Probablemente se esconde aquí una referencia a los donatistas
que bautizaban a los católicos que se sumaban a su facción
cismática.
86. Ap 8, 12.
87. Cf. Fragmentos de Turín. 96, 3-7; Primasio, 141, 138-141 (858,
32-36); Beda. 156. 59-160, 1; Beato, Il. 2C. 12-17.
88. Cf. Fragmentos de Turín, 97, 2-5; Primasio, 143, 174-178 (859,
19-26); Beda, 157, 3-ó; Beato, II, 21, 13-21, 1.
89. Ap 8, 13.
90. Cf. Fragmentos de Turín, 97, 8-98, 5; Beato, II, 25, 10-16.
91. Ap 7, 3.
92. Ap 6, 6.
93. Ap 7, 4.
94. Ap 7, 12 95. Ap 7, 14.
96. Ap 7, 14.
97. Ap 7, 15.
98. Ap 7, 16-17.
99. Ap 8, 1.
100. Ap 8, 3.
101. Cf. Ef 5, 2.
102. Ap 8, 5.
103. Ap 8, 6.
104. Ap 8, 7.
105. Ap 8, 8.
106. Ap 8, 8.
107. Ap 8, 10.
108. Ap 8, 11.
109. Una probable nueva indicación a los donatistas.
110. Ap 8, 12.
111. Cf. Ap 8, 13.