V (Ap 6)


El caballo blanco y su jinete: Cristo y la Iglesia
Como acabáis de oír, cuando el texto sagrado fue leído, el 
bienaventurado Juan dice lo siguiente: Y he aquí un caballo 
blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue 
dada una corona y salió vencedor1. El caballo es la Iglesia y 
el jinete es Cristo. Este caballo del Señor con el arco de 
guerra fue, anteriormente, profetizado por Zacarías: «El 
Señor Dios visitará a su rebaño, la casa de Israel y hará de 
ellos como un caballo de honor en el combate; y a partir de 
él es como examinará y regirá, y de él extraerá el arco en su 
cólera y de él hará salir todo lo que sigue»2. Ahora bien, por 
el caballo blanco entendemos a los profetas y apóstoles; en 
el caballo coronado que tiene el arco reconocemos no solo a 
Cristo sino también al Espíritu Santo. En efecto, después de 
que el Señor subió al cielo y desveló todas las cosas, envió 
al Espíritu Santo; pues sus palabras por medio de los 
predicadores alcanzarán como flechas el corazón de los 
hombres y vencerán la incredulidad. Mas las coronas sobre 
la cabeza dan a entender las promesas (hechas) por el 
Espíritu Santo3. 

El caballo rojo: el pueblo malvado
Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo de los 
seres vivientes, que decía: ven y vé y salió un caballo rojo y 
al que montaba sobre él le fue dado quitar la paz de la tierra, 
y que unos hombres a otros se degüellen, y le fue dada una 
gran espada4. Contra la Iglesia vencedora y triunfante sale 
el caballo rojo, es decir, el pueblo siniestro y malo, cubierto 
de sangre por su jinete el diablo. Aun cuando leamos en 
Zacarías que el caballo del Señor es rojo, éste lo es por su 
propia sangre, mientras que aquél lo es por la sangre de 
otro. A éste le fue dada una gran espada5 para quitar la paz 
de la tierra, es decir, su paz, la paz que es del mundo, 
porque la Iglesia tiene la paz eterna que Cristo le dejó. Así 
pues, como antes hemos dicho, el caballo blanco significa la 
Iglesia, su jinete Cristo o el Espíritu Santo. El arco que tenía 
en la mano significa sus preceptos que a lo largo de todo el 
mundo, como «flechas afiladas de poder»6, han sido 
lanzadas para aniquilar los pecados y para despertar los 
corazones de los fieles. La corona en su cabeza es la 
promesa de la vida eterna. El caballo rojo es el pueblo malo, 
su jinete el diablo; se dice rojo porque ha sido enrojecido con 
la sangre de muchos. Pero que se le ha dado una espada y 
el poder de quitar la paz de la tierra, es decir, que los 
hombres, instigados por el diablo, no dejan de suscitar entre 
ellos, de manera malvada e ininterrumpida, litigios y 
discordias hasta la muerte7. 

El caballo pálido: el pueblo siniestro y los perseguidores
Y por el caballo negro hay que entender el pueblo 
siniestro, que obedece al diablo. Pero él tenía en la mano 
una balanza8, porque los malos, fingiendo tener la balanza 
de la justicia, engañan frecuentemente. 
Cuando dice: El vino y el aceite no los dañes9: por el vino 
indica la sangre de Cristo y por el aceite la unción del crisma. 
Por el trigo o por la cebada se entiende toda la Iglesia, ya 
sea en los grandes ya sea en los pequeños, o también en 
los prepósitos y en los pueblos10. 
Y con el caballo pálido se significan los hombres malos, 
que no cesan de suscitar persecuciones. Estos tres caballos 
no son más que uno, los que salieron después del caballo 
blanco y contra él, y tienen por jinete al diablo, que es la 
muerte11. Pues en estos tres caballos es necesario ver el 
hambre, las guerras y la peste; esto es lo que el Señor ha 
predicho en su Evangelio, y que ya se está realizando, y que 
irá en aumento en la inminencia del día del juicio. 
Pero cuando dice que había visto bajo el altar de Dios las 
almas de los que habían sido degollados12, es necesario 
entender que se refiere a los mártires. Pero cuando habla de 
un gran terremoto13 alude a la última persecución14. 
Cuando dice que el sol se ennegrece15, y la luna se vuelve 
de color sangre16 y las estrellas caen del cielo17: el sol, la 
luna y las estrellas son la Iglesia extendida por toda la tierra. 
Y cuando dice que ha caído, no cae toda entera, sino que 
hay que entender el todo por la parte, pues en toda 
persecución los buenos perseveran y los malos caen como 
del cielo, es decir de la Iglesia. 
Después continúa: Como la higuera, dice, agitada deja 
caer sus brevas cuando es sacudida por el viento18, así los 
malos caen de la Iglesia cuando son alterados por alguna 
tribulación. Pero cuando dice: El cielo fue retirado como un 
libro19 es la Iglesia que es separada de los malos y que, 
como un libro enrollado, contiene en ella los misterios divinos 
por ella conocidos. Y cuando dice: Los reyes de la tierra 
huyeron y se escondieron en las cavernas de la tierra20, 
quiere decir que el mundo entero encontrará refugio en la 
Iglesia, en los buenos y en los santos, para que puesto bajo 
su protección pueda alcanzar la vida eterna; con la ayuda de 
Nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de 
los siglos. Amén. 
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1. Ap 6, 2. 
2. Za 10, 3-4. 
3. Cf. Victorino, 69, 1-11; Beato, I, 554, 11-555, 1.
4. Ap 6, 3-4. 
5. Ap 6, 4. 
6. Sal 119, 4. 
7. Cf. Beda, 147, 6-13; Beato, I, 556, 2-557, 2.
8. Ap 6, 5.
9. Ap 6, 6.
10. Cf. Primasio, 95, 88-92 (837, 1-12); Beda, 147, 29-32; Beato, 1, 
559, 3-ó.
11. Cf. Beato, I, 566, 2-5. 
12. Ap 6, 9. 
13. Cf. Ap 6, 12.
14. Cf. Victonno, 77, 4-5. 
15. Cf. Ap 6, 12. 
16. Cf. Ap 6, 12. 
17. Cf. Ap 6, 13.
18. Ap 6, 13. 
19. Ap 6. 14. 
20. Ap 6, 15.
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