IV (Ap 5)
El libro sellado: Antiguo y Nuevo Testamento
Y vi sobre la diestra del que estaba sentado en el trono un
libro escrito por dentro y por el reverso1. Entiende los dos
Testamentos: por el reverso el Antiguo y por dentro el Nuevo
que estaba escondido en el Antiguo2. Sellado, dice, con
siete sellos3, es decir, velado por la plenitud de todos los
misterios4 y que permanece sellado hasta la pasión y
resurrección de Cristo. Pues así como solamente se llama
testamento a aquello que hacen los que se van a morir y que
permanece sellado hasta la muerte del testador para ser
abierto después de su muerte, así también después de la
muerte de Cristo son revelados todos los misterios.
Y ví un ángel fuerte que clamaba con voz poderosa:
¿Quién hay digno de abrir el libro y desatar sus sellos?5. Si
primero se desatan los sellos, a continuación el libro puede
ser abierto. Pero la verdadera razón es que Cristo abre el
libro cuando emprendió la obra querida por el Padre6,
cuando fue concebido y cuando nació; es entonces cuando
desató los sellos, cuando fue entregado a la muerte en favor
del género humano7.
Y nadie podía, ni en el cielo, ni sobre la tierra, ni debajo
de la tierra8, es decir, ni ángel, ni viviente sobre la tierra, ni
muerto, podía abrir el libro ni verlo9, es decir, contemplar el
esplendor de la gracia del Nuevo Testamento10.
Y yo lloraba mucho, porque nadie se halló digno de abrir
el libro ni de verlo11. La Iglesia, de la que Juan era la figura,
lloraba cargada y abrumada por los pecados, implorando su
redención12.
Y he aquí que uno de los ancianos13. Por uno de los
ancianos hay que entender todo el cuerpo de los profetas;
pues los profetas consolaban a la Iglesia anunciando a
Cristo de la tribu de Judá, la raíz de David14: porque es él
quien en nosotros venció todo pecado, y si alguien posee
algo bueno a él se le debe15.
El Cordero degollado: Cristo y la Iglesia
Y vi, he aquí que en medio del trono y de los cuatro
animales y en medio de los ancianos estaba de pie un
cordero como degollado16. Los tronos, los animales, los
ancianos es la Iglesia; el cordero como degollado es la
Iglesia con su cabeza, que muere por Cristo para que pueda
vivir con Él. También los mártires en la Iglesia pueden ser
representados por un cordero como degollado. Tenía, dice,
siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios
enviados sobre toda la tierra17. Aquí se revela
manifiestamente que nadie puede tener el espíritu de Dios a
no ser la Iglesia18.
Y vino y tomó el libro de la diestra del que estaba sentado
sobre el trono19. Nosotros reconocemos en el que se sienta
en el trono al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. El Cordero ha
recibido pues de la diestra de Dios, es decir, ha recibido del
Hijo la obra del libro que iba a llevar a cumplimiento, cuando
él mismo dice: «Como el Padre me ha enviado, así os envío
yo a vosotros»20, prevé que él mismo lleva a término en
aquellos lo que él dona21.
Teniendo cada uno de ellos una citara22, es decir,
instrumentos de alabanza. Y copas de oro23. Éstas son los
vasos en la casa del Señor en los cuales se acostumbraba
ofrecer los inciensos; por esta razón las copas de oro
significan justamente las oraciones de los santos24.
El Nuevo Testamento como cántico nuevo
Y cantaban un cántico nuevo25, es decir, el Nuevo
Testamento; cantan un cántico nuevo, es decir, profieren
públicamente su profesión de fe. Es verdaderamente una
novedad el que el Hijo de Dios se haga hombre, muera,
resucite y suba al cielo y conceda a los hombres la remisión
de los pecados. Pues la cítara, es decir, una cuerda tensa
sobre la madera, significa la carne de Cristo unida a la
pasión; mas la copa representa la confesión y la
propagación del nuevo sacerdocio. La apertura de los sellos
es el desvelamiento del Antiguo Testamento26.
Y vi, y oí la voz de una multitud de ángeles27. Llama
ángeles a los hombres, que son llamados también hijos de
Dios28.
Digno es el Cordero, que fue degollado, de recibir la
potencia y riqueza y sabiduria29 y lo que sigue. No dice esto
de Dios, «en el cual se hallan todos los tesoros de la
sabiduría»30, en el sentido de que El mismo reciba, sino del
hombre asumido y de su cuerpo que es la Iglesia o de sus
mártires que han sido degollados por su nombre; porque la
Iglesia recibe todo de su cabeza, como está escrito: «Con él
nos dará de gracia todas las cosas»31. En efecto el mismo
Cordero recibió, el que dice en el Evangelio: «Se me dió toda
potestad en el cielo y sobre la tierra»32, pero él la recibió
según la humanidad no según la divinidad33.
Oí, dice, a todos lo que decían: al que está sentado sobre
el trono34, es decir, al Padre y al Hijo y al Cordero35, es
decir, a la Iglesia con su cabeza: La bendición y el honor y la
gloria por los siglos36: A él el honor y la gloria y el poder por
los siglos de los siglos. Amén37.
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1. AP 5, 1.
2. Cf. Primasio, 61, 1-6 (820, 57-59); Beato, I, 506. 1-4.
3. AP 5, 1.
4. Cf. Primasio, 62, 19-20 (821, 15-16); Beda, 145, 9-10; Beato, I,
535, 1-3.
5. AP 5, 2.
6. Cf. A. ORBE, Teología de San Ireneo , II, 252; III, 531.
7. Cf. Primasio, 82, 490-83, 1 (830, 26-27); Beato, I, 536, 4-6.
8. AP 5, 3.
9. AP 5, 3.
10. Cf. Primasio, 83, 507-512 (830, 34-52); Beda, 145, 30-36; Beato,
I, 537, 8-11.
11. AP 5, 4.
12. Cf. Primasio, 84, 517-518 (830, 59-831, 1); Beato, I, 538, 3-4.
13. AP 5, 5.
14. AP 5, 5.
15. Cf. Primasio, 84, 519-525 (831, 1-9); Beato, I, 538, 5-12.
16. AP 5, 6.
17. Ap 5, 6.
18. Cf. Primasio, 85, 543-550 (831, 31-38); Beda, 145, 49-50:
«Ticonio dice que el Cordero es la Iglesia, que recibió de Cristo todo
poder»; cf. Beato, 1, 540, 9-541, 4.
19. Ap 5, 7.
20. Jn 20, 21.
21. Cf. Beato, I, 543, 13-15.
22. Ap 5, 8.
23. Ap 5, 8.
24. Cf. Primasio, 87, 592-593 (832, 39-40); Beato, I, 544, 9-13; 545,
7-8. 13-14.
25. Ap 5, 9.
26. Cf. Victorino, 67, 3-16; Beato, I, 544, 14-545, 12.
27. Ap 5, 11.
28. Cf. Primasio, 89, 643-647 (833, 47-51); Beda, 146, 26-27; Beato,
1, 547, 1-6.
29. Ap 5, 12.
30. Col 2, 3.
31. Rm 8, 32.
32. Mt 28, 18.
33. Cf. Primasio, 89, 655-90, 671 (833, 55-834, 6); Beato, I, 547,
10-548, 12.
34. Ap 5, 13.
35. Ap 5, 13.
36. Ap 5, 13.
37. Cf. Primasio, 91, 684-690 (834, 41-55); Beato, I, 548, 13-549, 2.