II
Cartas a las Iglesias (Ap 2-4)
Hermanos muy queridos1, el candelabro, que vosotros
habeis oído mencionar cuando se leía el Apocalipsis,
significa el pueblo. Pero cuando dice: Removeré tu
candelabro2, quiere decir dispersaré al pueblo3 por causa
de sus pecados. Y combatiré contra aquellos con la espada
de mi boca4, es decir, yo daré a conocer mis mandamientos
por los que sus pecados y sus crímenes serán
denunciados5. Y cuando dice: Y su semblante como el sol
cuando resplandece con toda su tuerza6, se refiere a la
venida o a la presencia de Cristo, pues es por el semblante
como se manifiesta y es conocido; puede significar también
la Iglesia a la que Cristo ha prometido este esplendor del que
dice: «Entonces los justos relumbrarán como el sol en el
reino de su Padre7. La Estrella matutina8 significa la primera
resurrección que se obtiene por la gracia del bautismo. La
estrella matutina ahuyenta la noche y anuncia la luz9, es
decir, quita el pecado y dona la gracia si es que las buenas
obras siguen a la gracia recibida. Porque así como no es
importante para el árbol vivir si no da fruto, así también de
nada aprovecha al cristiano llamarse tal si no le acompañan
obras cristianas.
Y por esto dice: Te aconsejo que compres de mi oro
acrisolado10, es decir, esfuérzate por sufrir un poco por el
nombre del Señor. Y unge tus ojos con un colirio11, para
que lo que gozosamente conoces por las Escrituras lo
cumplas con tus obras12.
Los dos juicios: por el agua y por el fuego
Fue abierta una puerta en el cielo13. Juan, el predicador
del Nuevo Testamento, la vio y oyó que se le decía: Sube
acá14. Al mostrar la puerta abierta se manifiesta que
anteriormente había estado cerrada para los hombres. El
trono estaba puesto15, es el trono del juez sobre el cual vio
a uno semejante al jaspe y cornalina16. El jaspe tiene el
color del agua y la cornalina el del fuego. Estas dos piedras
significan los dos juicios: uno que ya ha tenido lugar por el
agua en el diluvio, y otro que tendrá lugar por el fuego al
final de los siglos17. Este pasaje puede significar también la
vida de los siervos de Dios, porque, a semejanza del agua y
del fuego, todos los santos en esta vida a veces están en la
prosperidad y a veces sufren la adversidad. El mar de
vidrio18 es el don del bautismo; y se dice que está ante el
trono19 porque se nos es dado antes de la venida del
juicio20.
Necesidad de la penitencia
Pero después de esto dice: Tengo las llaves de la muerte
y del infierno21; dice esto porque el que cree y es bautizado
es liberado de la muerte y del infierno, y porque la misma
Iglesia así como tiene las llaves de la vida así también tiene
las llaves de la muerte. En efecto, a ella misma se le dijo: «A
quien perdonareis los pecados, les son perdonados, si se los
retenéis a alguien, les serán retenidos» 22. En donde el
Apocalipsis dijo el ángel del hombre, se refiere al hombre
mismo. Así las iglesias y sus ángeles significan aquí los
obispos o los prepósitos de las iglesias. Tanto es así que
con el nombre de los ángeles ha querido significar a la
iglesia católica que él ordenó a los ángeles que hiciesen
penitencia; en realidad no son los ángeles que están en el
cielo los que necesitan hacer penitencia sino los hombres
que no pueden estar sin pecado. Y dado que el nombre de
ángel significa también mensajero, quienquiera que sea
—obispo, presbítero o el mismo laico— que frecuentemente
habla en nombre de Dios y anuncia como se llega a la vida
eterna, con toda justicia puede ser denominado ángel de
Dios. Y como nadie puede estar sin pecado es por lo que se
le dice a él, es decir, al hombre, que haga penitencia.
Porque el que realmente considera bien las cosas reconoce
que yo no digo sólo a los laicos sino también a los
sacerdotes que no deben estar un solo día sin hacer
penitencia, pues así como no hay un solo día en que el
hombre pueda estar sin pecado, de igual modo no debe
estar día alguno sin el remedio de la satisfacción23.
La Iglesia formada por buenos y malos
En los siete candelabros y el único candelabro podemos
entender que indica a la Iglesia de los siete dones24; en
realidad todo lo que parece decir a las siete Iglesias se
aplica a la única Iglesia extendida por toda la tierra, porque
en el número siete se refiere la plenitud toda. Así pues,
mediante los ángeles designa a la Iglesia; y en los ángeles
muestra las dos partes, es decir a los buenos y a los malos.
Por ello no solo alaba sino que también increpa de modo que
la alabanza se dirige a los buenos y la increpación a los
malos. Así el Señor en el Evangelio ha designado a todo el
cuerpo de prepósitos como un solo siervo bienaventurado y
malvado que cuando «venga el mismo Señor le dividirá»25.
¿Cómo puede ser que un solo siervo sea dividido si, dividido,
no puede vivir? Es que el único siervo significa todo el
pueblo cristiano. Porque si el pueblo fuese enteramente
bueno no sería dividido, pero como no solo contiene a los
buenos sino también a los malos por eso ha de ser dividido.
Y los buenos oirán: «Venid benditos de mi Padre, recibid el
reino»26; pero los ladrones y los adúlteros, los que no han
hecho misericordia, oirán: «Apartáos de mí malditos, id al
fuego eterno»27. Todo lo que en Apocalipsis se dice a cada
una de las iglesias, hermanos muy queridos, conviene a
cada uno de los hombres que forman parte de la Iglesia
única28.
Esto dice el que tiene cogidas en su mano las siete
estrellas 29, esto es, el que os tiene en mano, es decir, el
que os tiene en su poder y os gobierna.
El que camina en medio de los candelabros de oro30, es
decir, en medio de vosotros, porque aquellos candelabros
representan al pueblo cristiano. Pero cuando dice Removeré
tu candelabro de su lugar, como no te arrepintieres31,
observad que no dice «retiraré» sino «removeré», porque el
candelabro representa al único pueblo cristiano y él dice que
removerá este candelabro, no que lo retirará. Con ello da a
entender que en la sola y única Iglesia los malos son
removidos y los buenos confirmados; y es que por un juicio
de Dios, secreto pero sin embargo justo, lo que es quitado a
los malos se le dará a los buenos, para que se cumpla lo que
está escrito: «A todo el que tiene se le dará, pero al que no
tiene se le quitará lo que parece tener32.
El árbol de la vida y el maná: la Cruz y la Eucaristía
Mas cuando dice: Al que venciere le daré a comer del
árbol de la vida33, es decir, del fruto de la Cruz. Que está,
dice, en el paraíso de mi Dios34. El Paraíso significa la
Iglesia; en verdad, todas las cosas han sido hechas en su
figura35. Pues cuando dice: Yo conozco tus obras, tu
tribulación y tu pobreza, bien que eres rico36, lo dice a la
Iglesia entera que es pobre según el espíritu pero posee
todo37.
Y cuando dice: Tendreis persecución de diez dias38. Ha
escrito diez días para referirse a todo el tiempo porque el
número diez es un número perfecto. Durante este tiempo el
pueblo cristiano, como dice el Apóstol, entra en el reino de
los cielos por medio de muchas tribulaciones39. En efecto, lo
que dice al ángel de la Iglesia de Pérgamo: Sé donde
habitas, donde está el trono de Satanás40, lo dice a toda la
Iglesia citando a una sola, por que Satanás habita en todas
partes por su cuerpo. Pues así como el cuerpo de Satanás
son los hombres soberbios y malos41, de igual modo el
cuerpo de Cristo son los humildes y los buenos.
Al que venciere le daré de comer del maná escondido42,
es decir, del pan que desciende del cielo. Su figura fué el
maná en el desierto, el cual, como el mismo Señor dice,
muchos que lo comieron «murieron»43. Sin embargo ahora
el que lo coma indignamente come su propia
condenación44. Este mismo pan es también el árbol de la
vida. Por el maná nosotros podemos recibir también la
inmortalidad 45.
La piedrecilla blanca y el nombre nuevo: el bautismo
Y le daré una piedrecilla blanca46, es decir, un cuerpo
emblanquecido por el bautismo47.
Y sobre la piedrecilla está escrito un nombre nuevo 48, es
decir, el conocimiento del Hijo del hombre. Que nadie sabe
sino el que lo recibe49, nada menos que por la revelación, y
por esto se dice a los judíos: «Si la conocieran, jamás
crucificaran al Señor de la gloria50.
La herejía bajo el nombre cristiano
Lo que dice, pues, al ángel de la Iglesia de Tiatira: Tengo
contra ti que dejas hacer a tu mujer Jezabe51, se refiere a
los prepósitos de las Iglesias que no imponen la severidad
de la disciplina eclesiástica a los que se entregan a la lujuria
y a la fornicación y a cualquier otro mal52. También esto se
puede entender de los herejes. La que se dice profetisa53,
es decir, cristiana; en efecto, muchas herejías se jactan de
este nombre54.
No conociste la profundidad de Satanás55, es decir, no
contempláis su doctrina como las herejías56. No echo sobre
vosotros otra carga57, es decir, más allá de lo que podeis
soportar58. Lo que tenéis mantenedlo hasta que yo venga.
El que venza y el que guarde mis obras hasta el fin yo le
entregaré las naciones y los apacentaré con vara de hierro y
serán quebrantados como el vaso del alfarero, según el
poder que yo he recibido de mi Padre59. En Cristo la Iglesia
tiene este poder, como dice el Apóstol: «Con él nos dió de
gracias todas las cosas»60. El dice una vara de hierro por el
rigor de la justicia y con esta misma vara los buenos son
corregidos y los malos abatidos61.
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1. En las exégesis de los comentaristas anteriores a Cesáreo no
aparecen las divisiones indicadas mediante fórmulas como
«hermanos muy queridos» y similares. Esto último da pie a pensar
que estas divisiones, debidas a Cesáreo, están hechas en orden a la
homilética.
2. Ap 2, s
3. Cf. Beato, 1, 159. 15-16.
4. Ap 2, 16.
5. Cf. Primasio, 1, 30, 174-175.
6. Ap 1, 16.
7. Mt 13, 43; cf. Primasio, 1, 20, 277-279 (802, 9-22.30-41); Beda.
136, 52-s7; Ambr. Autp., 1, 84, 1-7: Beato, 1, 132, 15-133. 4.
8. Ap 2, 28.
9. Cf. Victorino, 39, 19-20; Beato, 1, 163, 6-7.
10. Ap 3, 18.
11. Ap 3, 18.
12. Cf. Victorino, 43, 17-45, 2; Beato, I, 165, 14-166, 3.
13. Ap 4, 1.
14. Ap 4, 1.
15. Ap 4, 2.
16. Ap 4, 3.
17. Cf. Victorino, 47, 15-20; Beato, I, 447, 1-5.
18. Ap 4, 6.
19. Ap 4, 6.
20. Cf. Victorino, 49, 5-9; Beato, I, 457, 1-2; II, 212, 13-14.
21. Ap 1, 18.
22. Jn 20, 23; cf. Primasio, I, 22, 306-313 (803, 15-24); Beda, 137
8-11; Ambr. Autp., I, 90, 45-52; Beato, I, 139, 18-140, 12.
23. Cf. Ticonio, L. R., 10, 13-11, 11; Primasio, I, 22, 321-327 (803,
29-37.43-56); Beato, I, 142, 11-150, 8; GENNADIO, De viris illustr., c.
18, ed. Richardson, TU XI/1, 58, 30 (PL 58, 1071, 16-17).
24. «A la Iglesia de los siete dones»: más literalmente «a la Iglesia
septiforme».
25. Mt 24, 51; Lc 12, 46.
26. Mt 25, 34.
27. Mt 25, 41.
28. Cf. Primasio, 23, 1-19 (803, 56-804, 7); Beda, 135, 39-46; 137,
21-23; Beato, I, 152, 9-154, 3; 154, 13-155, 3.
29. AP 2, 1.
30. AP 2, 1.
31. AP 2, 5.
32. Mt 25, 29; Cf. Primasio, 25, 50-60 (804, 53-805, 5); Beato, I, 274,
9-275, 13.
33. AP 2, 7.
34. AP 2, 7.
35. Cf. Primasio, 25, 63-66 (805, 12-14); Ambr. Autp., I, 111, 39-113,
33; Beato, I, 279, 12-13; IRENEO, Adv. haer., V, 10, 1 (Cf. A. ORBE,
Teología de San Ireneo, o. c., I, 468ss.); V, 20, 2 (Cf. A. ORBE, id., II,
327ss. 336); V, 36, 2 (Cf. A. ORBE, id., III, 587); Cf. J. DANIÉLOU,
Eludes d'exégese judéo-chrétienne. (Les testimonia), Beauchesne,
Paris 1966, PP. 53-75; id., Les figures de Christ dans l'Ancien
Testament, Beauchesne, Paris 1950.
36. AP 2, 9.
37. Cf. Primasio, 26, 73-74; Beato, I, 287, 7-8; AGUSTIN, Enarr. in
Ps. 141, 5 (CCL XL, 2049, 20-21).
38. AP 2, 10.
39. Cf. Hch 14, 22. Cf. Ticonio, L. R. 60, 9; Primasio, I, 27, 90-94
(805, 47-49); Beato, I, 306, 6-8; 309, 6-10; Beda, 138, 17-18.
40. Ap 2, 13.
41. Cf. Primasio, 28, 148-29, 155 (806, 13-31); Beato, I, 312, 12-313,
3.
42. Ap 2, 17.
43. Cf. Jn 6, 49. 58.
44. Ap 2, 17.
45. Cf. Primasio, 132, 48-133, 13 (806, 46-807, 6); Beato, I, 323,
15-325, 5.
46. Ap 2, 17.
47. Cf. Beda, 139, 10-11; Beato, I, 329, 1-2.
48. Ap 2, 17.
49. Ap 2, 17; cf. Beato, I, 330, 11-13.
50. 1 Co 2, 8; cf. Beato, I, 332, 10-12.
51. Ap 2, 20.
52. Cf. Fragmentos de Turín, 46, 1-4; Primasio, 31, 215-33, 251
(807, 39-808, 9); Beato, I, 337, 3-10.
53. Ap 2, 20.
54. Cf. Fragmentos de Turín, 49, 4-5; Beato, I, 339, 7.
55. Ap 2, 24.
56. Cf. Fragmentos de Turín, 54, 5-55, 1; Primasio, 35, 295-36, 299
(809, 7-10); Beato, I, 351, 10-12.
57. Ap 2, 24.
58. Cf. Fragmentos de Turín, 56, 5-6; Beda, 140, 14-15; Beato, I, 353,
9-11.
59. Ap 2, 25-28.
60. Rm 8, 32.
61. Cf. Fragmentos de Turín, 56, 5-57, 7; Primasio, 36, 308-311;
Beda, 140, 20-25.