LA HUMANIDAD DE CRISTO
1. Moneda de Cristo es el hombre
H/IMAGEN-DE-D/AG: Una bella metáfora de San Agustín nos
sirve para buscar una altura o panorama de luz y abarcar el
mundo espiritual suyo: «Moneda de Cristo es el hombre; allí la
imagen de Cristo, allí el nombre de Cristo, allí la función y los
oficios de Cristo>> 1. El divino Platero ha estampado sobre el
decoro del metal humano sus rasgos, su nombre, sus oficios y
los donaires de su hermosura. Ser portador de la imagen de
Cristo es la suprema hidalguía de la criatura racional. La mejor
tarea cristiana consiste en mirar y remirar la medalla de Cristo
que es el hombre espiritual agustiniano, haciendo nuestra la
definición de Newman: «El cristiano es el hombre que mira
mucho en Cristo». ¿Y cómo se puede mirar a Cristo? Los ojos
pueden hacer botín de muchas excelencias y hermosuras
suyas, sin abarcarlo nunca en su plenitud.
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1 Sermo 90,10 (PL 38,566): «Moneta Christi homo est. Ibi imago Christi,
ibi nomen Christi, ibi munus Christi et officia Christi>>.
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J/CAMINO-VERDAD-VIDA
Cristo es el venero universal de donde salen los tres
caudalosos ríos de agua espiritual y salvífica para los hombres.
Me refiero a los tres títulos que San Agustín se complació tanto
en comentar en sus sermones: Yo soy el camino, la verdad y la
vida. Por ser las tres cosas, Cristo está en el principio, en medio
y en la meta de la espiritualidad cristiana; y no como Dios sólo,
sino como Dios hecho hombre.
San Agustín vivió la tragedia del hombre que se ha
descarriado y anda buscando un camino; es decir, un orden
moral encarnado en una persona viva que le arrebate con su
contacto y le rompa las ataduras de las pasiones. Este camino
humilde, terreno, andadero, carne de nuestra carne y vida de
nuestra vida, es Cristo. Ser cristiano es andar «el camino que
nos trazó con su humanidad la divinidad del Unigénito» 13. En
Cristo se resuelven los tres enigmas del caminante humano: de
dónde vengo, a dónde voy, por dónde tengo que ir: «El hombre
Cristo es tu camino; Dios Cristo es tu patria. Nuestra patria es la
verdad y la vida; nuestro camino, el Verbo hecho carne que
mora entre nosotros>> 14. Salirse de este camino es entrar en
un campo de insidias, de lazos y zancadillas: «Jamás me separe
de Cristo, para que, al dejar el camino, no caiga en el cepo.
Porque todo el mundo está sembrado de lazos para coger las
almas. Lazos hay a un lado y a otro del camino de Cristo; lazos
a la derecha, lazos a la izquierda; lazo de la derecha es la
prosperidad del mundo; lazo de la izquierda, la adversidad del
mundo. Tú vete por medio de los lazos, no te apartes del
camino» 15.
No faltan otros cepos junto al camino de Cristo,
particularmente los de los herejes y cismáticos, que son
funestos para los hombres carnales 16. También el diablo y sus
ángeles, como cazadores, tienden sus lazos; mas los que
caminan en Cristo están libres de ellos, porque en Cristo no
osan poner los cepos. Sea, pues, tu camino Cristo, y no caerás
en los cepos del diablo 17.
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13 De Trin. IV 1 (PL 42,887): «... per viam quam stravit humanitate
divinitas Unigeniti».
14 MA I (WILMART XI 2,695): «Vía Christus humilis».
15 MA I (MAI XCV 5,344): «Patria nostra veritas et vita: vía nostra Verbum
caro factum est et habitavit in nobis».
16 De bapt. contra Donat. III 15: PL 43,148.
17 Enarrat. in ps. 90,3 (PL 37,1151: «Via autem tua Christus sit, et tu
non cades in muscipulam diaboli. Inter laqueos ambulas».
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4. Cristo, manjar lácteo
J/MANJAR-LACTEO/AG
En la predicación agustiniana es muy familiar el doble
mantenimiento que admite y considera en Cristo, como leche y
como pan, según los grados espirituales de la edad. Sabido es
que la leche ha entrado en las ofrendas religiosas de los
pueblos antiguos a los dioses. Lo mismo que la miel, el aceite, el
vino. El paraíso se representaba como un lugar donde manaban
arroyos de leche y miel, igual que la tierra prometida a los
israelitas.
En San Agustín, la imagen del doble alimento se apoya
principalmente en la doctrina paulina (1 Cor 3,2), y de ella se
derivan sus especulaciones sobre el doble conocimiento de
Cristo, digámoslo así, elemental y superior, que también
responden a la simple fe y a la sabiduría.
La leche es la «humanidad de la fe histórica»20, que abraza
los misterios de la vida temporal de Jesús, pues a las almas
infantiles las lleva Dios por halagos y blanduras; mientras el pan
significa las verdades sublimes relativas a la divinidad, sus
relaciones con el Padre, sus atributos divinos 21. Los mismos
artículos de la fe son a la vez leche y manjar sólido según la
asimilación de cada fiel 22. Más aún: los misterios temporales o
acontecimientos de la historia de la salvación admiten mayor o
menor penetración y se convierten en régimen lácteo o comida
sustanciosa de fuertes: «El mismo hombre Cristo, por su
verdadera carne, verdadera cruz, verdadera muerte, verdadera
resurrección, se llama leche pura de los párvulos; cuando es
conocido bien por los espirituales, se halla que es el Señor de
los ángeles» 23.
Cristo hombre es manjar universal de los espíritus. Siendo
pan de ángeles, se hizo comestible a los hombres: «Para que el
hombre comiera pan de ángeles, el Creador de los ángeles se
hizo hombre. Así el Verbo encarnado se hizo receptible para
nosotros, lo que no hubiera sido posible si el Hijo de Dios no se
hubiera anonadado, tomando forma de siervo, haciéndose
semejante a los hombres y conversando con ellos. Para que
pudiéramos, pues, abrazar al que no puede ser abrazado por
los mortales, el inmortal se hizo mortal con el fin de que su
muerte nos inmortalizara y nos diera algo para mirarle, algo
para creer, reservando algo para la visión posterior. Ofreció su
forma de siervo a los presentes; no sólo a los ojos para mirarla,
sino también a las manos, para tocarle. Cuando subió al cielo
aún como hombre, nos mandó creer lo que a ellos les dio a ver.
Pero también nosotros tenemos algo que ver. Ellos vieron la
Vara que salía de Sión, nosotros vemos que domina en medio
de sus enemigos. Todo esto pertenece a la dispensación de su
forma de esclavo, que con dificultad es comprendido por los
siervos y amado por los que en lo futuro serán libres» 24.
Emplea San Agustín en este pasaje tres verbos: inspicere,
credere, videre, que corresponden a tres formas de
conocimiento: el sensible y externo, el de la fe y el de la última
visión fruitiva, reservada para el tiempo futuro. Hay también otra
forma intermedia, que podemos llamar sapiencial, superior a la
fe simple y muy inferior a la visión beatífica. El primer grado,
pues, y el segundo responden a la lactancia de los creyentes.
Cristo ofrece a todos en primer lugar las realidades de su
perfecta humanidad, para que por ellas se eleven a su ser
divino, como ocurrió en el incrédulo Tomás: «Porque viste,
creíste; no creyó lo que vio, sino una cosa vio y creyó otra. Vio
al hombre, creyó en Dios. Porque veía y tocaba la carne
viviente, que vio muerta, y creía a Dios, oculto en la misma
carne. Creía, pues, con la mente lo que no veía por lo que
aparecía a los sentidos del cuerpo. Y aunque se dice que
también se creen las cosas que se ven, como cuando asegura
uno que ha creído a sus propios ojos; mas no es ésta la fe que
se forma en nosotros; sino por las cosas que vemos se logra en
nosotros que se crean las que no se ven» 25.
Pues todo este mundo de realidades sensibles que nos
ofreció la vida temporal del Salvador es la leche suave con que
se forman y sustentan los creyentes sencillos, todavía
incapaces para subir a otras formas de conocimiento más difícil.
Así «ha.mirado la divina Providencia por el bien del género
humano para que los que no son hábiles para elevarse al
conocimiento de las cosas espirituales y eternas, se alimenten
con la fe de la historia temporal, que después de los patriarcas
y profetas ha sido dispensada también, por la sublime potencia
y sabiduría de Dios, con el sacramento de la encarnación» 26.
En la educación de la fe y vida cristiana tiene mucha parte la
historia, en que Dios se ha manifestado a lo largo de los siglos
en el Antiguo y Nuevo Testamento, y en particular con la
aparición del Hijo de Dios, su vida terrena, su pasión, su muerte
y su resurrección.
J/HUMANIDAD-DEVOCION: Esta historia sagrada, revelada y
explicada por el magisterio de la Iglesia, es luz y alimento de los
fieles, aun de los más sencillos y rudos. Así la humanidad de
Jesús se ha hecho lámpara de la fe para subir por su luz a la
divinidad, escondida con el velo de la carne: «Se manifestó la
misma vida en la carne; fue puesta en luz para que la realidad,
que sólo puede verse con el corazón, se viese también con los
ojos y sanase los corazones. Pues sólo con el corazón se ve el
Verbo, pero la carne se pone también al alcance de los ojos
corporales. Teníamos facultad para ver la carne, pero no la
teníamos para ver al Verbo. Y el Verbo se hizo carne, que
pudiéramos ver para que nos sanase en nosotros la facultad de
ver al Verbo» 27.
En este mismo sentido de sanar los ojos interiores para
habilitarlos a la visión de las cosas visibles, es familiar al Santo
la metáfora del colirio aplicado a su humanidad 28.
5. Crecimiento espiritual
El régimen lácteo ofrecido por Cristo como hombre ayuda al
crecimiento o el progreso moral de los cristianos. Así enuncia
uno de sus principios del desarrollo, que es difícil de traducir
literalmente: Suge quod pro te factus est, ut crescas ad id quod
est 29.
Literalmente debiera traducirse así: «Mama lo que por ti se
hizo para que crezcas y habilites para llegar a lo que es».
También puede traducirse así: «Asimila, medita, contempla los
hechos y manifestaciones de su humanidad para que te
fortalezcas y adiestres en el conocimiento de su divina
persona».
Por su humanidad se ha de subir siempre hasta su ser divino,
que es el objeto y meta sublime de la contemplación. Cristo
como hombre, con todas sus acciones y pasiones, con todas
sus palabras y milagros, debe ser asimilado e interiorizado por
el cristiano.
LECHE/PAN/AG PAN/LECHE/AG: San Agustín no es ningún
gnóstico que divida al pueblo fiel en dos grupos separados e
irreductibles: los carnales y los espirituales. Esta división
subsiste en sus escritos como constancia de un hecho palpable,
pero todo hombre carnal puede ascender a los grados más
altos de la espiritualidad. Por eso él mezclaba en su educación
popular los manjares suaves y los fuertes, porque tenía una
confianza ilimitada en la gracia iluminante de la palabra divina,
que enseña a las almas por rudas que sean. Todas están
llamadas al crecimiento, a una vida iluminada y sapiencial:
«Toma leche para que te nutras; aliméntate de modo que
crezcas; crece para que comas pan»30. Si la leche es la cultura
religiosa elemental que asimila los hechos de la vida de
Jesucristo o los milagros de la historia sagrada, la cultura
superior está representada por el pan de los fuertes, por el
conocimiento de los grandes misterios del Señor, igual al Padre.
La cultura completa comprende ambas cosas, de tal modo que
tampoco debe dejarse el régimen lácteo ni en la ancianidad del
espíritu: «Por esta causa, ni los párvulos se han de alimentar
con leche de tal modo, que nunca se les exponga la divinidad
de Jesús; ni tampoco se han de destetar de tal modo, que
prescindan del Hombre-Cristo. Lo cual admite también otra
forma de expresión: «No han de alimentarse de leche hasta el
punto de no conocer a Cristo como Creador, ni han de
abandonar el alimento lácteo de suerte que se separen de su
Mediador. Aunque para expresar esta idea nos favorece más la
metáfora del cimiento que la de la leche materna y del alimento
sólido: porque el niño, cuando lo desmaman y deja los alimentos
infantiles, avezado a los platos fuertes, no vuelve ya al pecho
materno; pero Cristo crucificado es leche para los que maman y
manjar mayor para los aprovechados. He aquí por qué viene
mejor aquí la comparación del fundamento, pues, cuando se
acaba y remata la fábrica de una obra, va surgiendo el edificio
nuevo sin quitarse el fundamento» 31.
Este principio de la necesidad de apoyarse en Cristo humano
a lo largo de toda la vida espiritual lo repetirá más tarde Santa
Teresa de Jesús con palabras lúcidas: «No hay alma en este
camino tan gigante que no haya menester muchas veces tornar
a ser niño y a mamar» 32, Ambos Santos coinciden en este
punto tan importante de la espiritualidad cristiana.
Págs. 130-133
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20 Enarrat. in ps. 8,7 (PL 36,112): «per humilitatem historicae fidei».
21 In epist. Io. tr 3,1 (PL 35,1998): «Lac nostrum Christus humilis; cibus
noster, idem ipse Christus aequalis Patri»
22 Ench. 14,30: PL 40,285.
23 In Io. ev. tr. 98,6: PL 35,1883.
24 Enarrat. in ps. 109,12 (PL 37,1455): «Ut panem angelorum
manducaret homo, Creator angelorum factus est homo. Ita nobis
Verbum incarnatum factum est receptibile»...
25 In Io. ev. tr. 79,1: PL 35,1837.
26 Enarrat. in ps. 8,5 (PL 36,110): «... illi quoque nondum capaces
cognitionis rerum spiritualium et aeternarum, nutriuntur fide temporalis
historiae»...
27 In Io. ev. tr. 1,1: PL 35,1979.
28 In Io. ev. tr. 2,16 (PL 35,1396: «Verbum caro factum est, medicus iste
tibi facit collyrium>>.—Colirios también para curar los ojos son los
preceptos de la justicia. Cf. In Io. ev. tr. 29,11: PL 35,1543.
29 Enarrat. in ps. 119,2: PL 37,1599.
30 Enarrat. in ps. 130,12 (PL 37,1795): «Lactare ut nutriaris; sic nutrire ut
crescas, sic cresce ut panem manducas.
31 In Io. ev. tr. 98,6 (PL 35,1883): «Proinde nec sic parvuli sunt lactandi,
ut semper non intelligant Deum Christum: nec sic ablactandi ut
deserant hominem Christum>>.
32 Vida XIII 15
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6. Por el valle, al monte
J/VALLE-MONTE
Ya se ha indicado cómo Cristo paciente es un manjar suave y
necesario para todos en esta alimentación espiritual. En este
aspecto, San Agustín ha interiorizado también al Dios paciente y
crucificado, que no queda como en lontananza, sino muy dentro
de su espiritualidad, la cual está concebida como la subida
desde el fondo de un valle a una excelsa montaña, pero de tal
modo que el valle y la altura forman una y misma persona:
Cristo. Toda la tarea de la perfección cristiana consiste en subir
y unirse con Dios, mas comenzando por la hondonada de su
humildad: «¿Y cuál es el monte adonde subimos sino Jesucristo,
Nuestro Señor?
<<Pero quien se hizo con su pasión valle del llanto es el
mismo que, permaneciendo (en su divinidad), se te hizo monte
de la ascensión.
»¿Por qué es Cristo valle del llanto? Porque el Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros. Porque ofreció su mejilla a los
que le golpeaban y fue colmado de oprobios, azotado,
escupido, coronado de espinas, crucificado. Tal es el valle del
lloro desde donde has de ascender.—¿Y adónde hay que
subir? —Hasta el Verbo, que era en el principio y reposaba en
el seno de Dios y era Dios. Pero se hizo carne y moró entre
nosotros; y de tal modo descendió hasta ti, que permaneció en
sí mismo (siguió siendo Dios) para ser monte de ascensión para
ti... Desde aquí has de subir hasta aquella cumbre del ejemplo
que nos dio: hasta su divinidad, pues se hizo ejemplo,
abatiéndose hasta la muerte, y la muerte de cruz» 33.
Tal es el itinerario de la espiritualidad cristiana; en su principio
está la humildad de su pasión y muerte, la sepultura del
bautismo, que es sacramento de la pasión del Señor, paso del
mar Rojo, que está bermejo de su sangre.
Por eso la vida espiritual es un progreso de descenso y
ascenso en Cristo: «Pues progresando en Cristo, como
subiendo, los carnales se hacen espirituales, así como los
espirituales descienden a ellos para alimentarlos con leche
cuando no pueden hablar con ellos como espirituales, sino
como carnales. De este modo se asciende y desciende sobre el
Hijo del hombre. Se asciende cuando se progresa en el
conocimiento de su grandeza, se desciende cuando se quiere
alimentar a los párvulos que pertenecen a sus miembros» 34.
Pero tanto los carnales como los espirituales no pueden dejar
el valle del llanto, el recuerdo y contemplación de Cristo,
humilde y hecho obediente hasta la muerte de cruz. A quien no
le agrada esta humildad del Hijo de Dios le domina la soberbia;
esos tales no quieren descender y no se curan.
«—Pero ¿yo voy a creer—objetan—en un Dios encarnado,
nacido de mujer, crucificado, azotado, muerto, herido,
sepultado? Lejos de mí creer en tales cosas; eso es indigno de
Dios.
»—Deja hablar a tu corazón, no a tu cerebro. Al soberbio
parécele indigna la humildad de Dios; por eso no hay en él
sanidad. No te exaltes: si quieres curarte, hazte humilde»35. El
Christus humilis está entrañablemente unido a la piedad de San
Agustín, porque es la única medicina eficaz para curar la
soberbia del hombre. Lo cual significa que la humanidad de
Cristo es el instrumento de nuestra salud. Por eso la carne y la
sangre de Cristo obran nuestra curación como partes unidas al
Verbo de Dios, que es nuestra justicia: In corpore et sanguine
suo voluit esse salutem nostram 36. La carne de Cristo es pura
y purificadora, porque vino El por mediación de la Virgen,
tomando una carne limpia y que obra limpieza 37. Es menester
recibir su carne como una medicina y antídoto de toda
enfermedad, como lo exige la doctrina eucarística del Santo,
aunque es siempre el mismo principio de la necesidad de
nuestra unión con el Verbo encarnado el que domina su
especulación: «Si queréis vivir piadosa y cristianamente, uníos a
Cristo según aquello que se hizo por nosotros para que lleguéis
a El según lo que es y lo que era» 38.
La humanidad es el camino que nos lleva a Dios, y es
necesario recorrerlo siempre a lo largo de la vida espiritual
cristiana. Las fórmulas agustinianas sobre este aspecto se
multiplican en las manos del orador: «Este es el camino; camina
por la humildad para que llegues a la eternidad. Dios Cristo es
la patria adonde vamos, el Hombre-Cristo es el camino por
donde vamos. Vamos a El y El es el camino por donde vamos
39
7. El camino de la cruz
CZ/SV: La pasión del Señor va enjaulada en la idea del
camino: «Excelsa es la patria, humilde el camino. La patria es la
vida con Cristo, el camino es la muerte de Cristo; la patria es la
mansión de Cristo; el camino, la pasión de Cristo; el que evita el
camino, ¿a qué busca la patria?>> 40. Como en la vida humana
tiene tanta parte el sufrimiento, el camino para mitigarlo y
santificarlo es la pasión del Señor. San Agustín meditó mucho
sobre estos misterios de los sufrimientos y trabajos de Jesús. El
se hizo deforme para formarnos a nosotros y darnos su
hermosura: «Pendía en la cruz deforme, pero su deformidad era
nuestra hermosura. Así, pues, en esta vida unámonos a Cristo
deforme. ¿Qué es Cristo deforme? Lejos de nosotros gloriarnos
en ninguna otra cosa que no sea la cruz de nuestro Señor
Jesuscristo, por quien el mundo fue crucificado para mí, y yo
para el mundo (Gál 6,14)... Este es el camino: creer en el
Crucificado. En la frente llevamos estampada la señal de su
conformidad; no nos avergoncemos de la cruz. Sigamos este
camino y llegaremos a la felicidad» 41. La cruz fue glorificada en
la pasión del Señor y se hizo instrumento salvifico. San Agustín
la considera como la nave que transporta a los peregrinos del
mundo a la eternidad a través del amor de este siglo: «Es como
si viera uno de lejos la patria separada por la distancia del mar
interpuesto; ve dónde debe ir, pero no tiene con qué vehículo
llegar hasta allí. Asi nosotros suspiramos por llegar a aquella
estabilidad donde lo que es, es, porque nosotros deseamos lo
permanente; mas se interpone el mar de este mundo por donde
vamos, aunque viendo la patria adonde vamos, si bien muchos
ni la ven siquiera. Mas para que no nos faltase dónde ir vino a
nosotros el mismo a quien queremos ir. ¿Y qué hizo? Puso el
leño para la travesía del mar. Pues nadie puede atravesar el
mar de este siglo si no es llevado por la cruz de Cristo. Esta cruz
la abrazan también algunas veces quienes tienen poca vista; y
el que no logra ver el lugar lejano a donde va, no se aparte de
ella, y ella le conducirá» 42.
Difícil encarecer con más fuerza y claridad la necesidad de la
cruz para salvarnos. El sentido de esta metáfora indica bien los
peligros de la salvación, las agitaciones del mundo en que
vivimos, la inseguridad de nuestra existencia, la falta de todo
medio humano, la humildad del vehículo que Dios ha puesto en
nuestro alcance para la travesía del siglo. Asi la cruz es familiar
a los cristianos, que en todas partes la ven reproducida para
recordarles el camino del cielo.
Lo mismo los cristianos de vista gorda como lo espirituales,
que la tienen más aguda, deben familiarizarse con la devoción
al crucificado. Por eso en el libro acerca de la virginidad,
dedicado a las religiosas de su diócesis, tiene el Obispo de
Hipona un desahogo espiritual, que muestra bien su devoción a
Cristo paciente: «Contemplad con los ojos del espíritu las llagas
del crucificado, las cicatrices del resucitado, la sangre del que
murió por vosotras, precio de nuestro rescate, tesoro de
nuestra redención. Ponderad el valor de estas cosas,
meditadlas en vuestro corazón, y todo el fuego e ímpetu
amoroso que habla de ir a la nupcias terrenas guardadlo para
El. Enclavad en vuestro corazón al que está clavado en la cruz
por vosotras. Para El sea todo el afecto de vuestro corazón que
renunciasteis en el matrimonio» 43.
Págs. 134-136
VICTORINO
CAPANAGA, O.R.S.A.
AGUSTÍN DE HIPONA,
MAESTRO DE LA CONVERSIÓN CRISTIANA
BAC, MADRID 1974
........................
33 Enarrat. in ps. 119,1: PL 37,1597
34 Contra Faustam man. 12,26 (PL 42.268): «In illo carnales proficiendo,
velut ascendendo, spirituales fiunt>>.
35 Sermo 124,3: PL 38,688.
36 Enarrat. in ps. 33 6: PL 36,303
37 Enarrat. in ps. 142,8 (PL 37,1850): «Venit autem ille per Virginem...
assumens carnem mundam mundatricem».
38 In Io. ev. tr. 2,3 (PL 35,1390): «Si vultis pie et christiane vivero, haerete
Christo secundum id quod pro nobis factus est, ut perveniatis ad eum
secundum id quod est et secundum id quod eral».—Después de citar
estas palabras, dice J. Riviere: «Este tema fundamental vuelve
frecuentemente a la pluma de San Agustín, que lo varía según la
inspiración del momento; ora se trata de traer hasta nosotros el
conocimiento del Dios escondido (Epist. 147,22: PL 33,606.620) o de
acercar a nosotros un Dios lejano (Sermo 171,3: PL 38,934; In Io. ev.
tr. 21,9: PL 35,1569), ora de reparar nuestra decadencia y de
ponernos ante los ojos los ejemplos necesarios para nuestra
elevación (Ench. 107-108: PL 40,282 83), es siempre la encarnación
el medio providencial, la gracia de las gracias, que hace el precio
incomparable de la revelación cristiana» (Notre vie dans le Christ selon
Saint Augustin: Vie Spirituelle 24 [1930] 116).
39 J/CAMINO-VERDAD-VIDA: Sermo 124,3: PL 38,685: «Ista est via:
ambula per humilitatem ut pervenias ad aeternitatem Deus Christus
patria est quo imus: Homo Christus vía est qua imus. Ad illum imus,
per illum imus».—MA I, MAI XCV 5,344: «Surge, ambula: Homo
Cbristus vía tua est, Deus Christus Patria tua est. Patria nostra
Veritas et vita: vía nostra, Verbum caro factum est et habitavit in
nobis>>.
40 In lo. ev. tr. 28,7 (PL 35,1624): «Excelsa est Patria, humilis via. Patria
est vita Christi, vía est mors Christi. Patria est mansio Christi, vía est
passio Christi.»
41 Sermo 27,6 (PL 38,181): «Pendebat ergo in cruce deformis: sed
deformitas illius pulchritudo nostra erat, in hac ergo vía deformem.
Christum teneamus... Haec est vía credere in Crucifixum>>.
42 In Io. ev. tr. 2,2: PL 35,1389.—Ibid., 4: PL 35,1391: «Sed tu, qui
quomodo ipse ambulare in mari non potes, navi portare, ligno portare:
crede in Crucifixum et poteris pervenire».
43 De sancta virg. 56 (PC 40,428): «Totus vobis figatur in corde, qui pro
vobis fixus est en cruce: totaum teneat in animo vestro quidquid
noluistis occupari connubio>>. Un documento también de la devoción
de San Agustín a la Pasión lo contiene la Epist. XXIX ad Alypium: PL
33,111-120. En ella describe lo que hizo siendo simple sacerdote para
suprimir la fiesta de la alegría, que en honor del mártir San Leoncio se
celebraba con abusos de comida y bebida en su iglesia. El suceso
ocurrió en los días 2, 3 y 4 de mayo del año 395. He aquí un
fragmento de la carta: «Después, devuelto el códice, con la obligada
peroración, según mis fuerzas y la urgencia del peligro, y según
también los ánimos que me dio el Señor, me dirigí a ellos, y les puse
ante los ojos el común peligro; el de ellos, porque estaban confiados a
mí, y el mío, porque yo respondería de ellos ante el Príncipe de los
pastores; y por la humildad de Cristo, por sus insignes contumelias,
bofetadas, salivazos en el rostro, golpes, corona, cruz y sangre les
rogué que, si ellos se habían molestado algo entre sí, a lo menos se
compadeciesen de mí, y pensasen en la indecible caridad de Valerio
para conmigo al resolverse a ponerme tan peligrosa carga de predicar
la verdad para bien de ellos, a quienes tantas veces había recordado
que sus oraciones habían sido escuchadas del cielo por causa de mi
venida» (Epist. 29,7: PL 33,117). La versión castellana de esta carta
puede verse en V. CAPÁNAGA San Agustín. VI <<Una jornada
sacerdotal de San Agustín» (Barcelona 1951).
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