L  I  B  R  O   III

 

DE LA ESPERANZA Y LA CARIDAD

 

 

182. Así como la fe ordena el entendimiento al fin último sobrenatural, así la esperanza y la caridad ordenan la voluntad a dicho fin último sobrenatural. En efecto se da en Dios, que es el fin último sobrenatural, un doble aspecto en la razón de bondad. Pues o bien es considerado Dios como nuestro bien, o simplemente como el bien en sí mismo. De aquí la doble tendencia sobrenatural en la voluntad. La primera es aquella por la que tendemos a Dios, como a nuestro fin, con amor de concupiscencia; la segunda es aquella por la que tendemos a Dios como al bien absoluto, con amor de benevolencia. Según la primera tendencia, se da en nosotros la esperanza teológica; según la segunda tendencia, se da en nosotros la caridad.

 

Así pues vamos a tratar ahora de estas virtudes; y en verdad estudiando los actos de ellas, a causa de cuya consideración será fácil el conocimiento de las mismas.

 

CAPITULO I

 

DEL ACTO DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA

 

 

Articulo I

DE LA NATURALEZA SICOLÓGICA DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA

 

TESIS 13. EL ACTO DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA ES EL DESEO CONFIADO DE LA BIENAVENTURANZA ETERNA.

 

183. Nociones. EL ACTO DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA, a saber aquel acto, que se presentan en las fuentes bajo las palabras de esperanza, esperar, y el cual aparece muchas veces unido con la fe y con la caridad, y sencillamente con la vida cristiana. Cf. antes n.6‑10.

 

EL DESEO CONFIADO. Estas palabras describen el movimiento subjetivo de la voluntad, el cual es el acto de la esperanza. Sto. Tomás realiza extraordinariamente el análisis de este movimiento en su obra Cuestiones discutidas, acerca de la esperanza a.1:

 

a) Nadie espera más que el bien; por ello la esperanza es un acto de cierta clase de amor.

 

b) Este bien que se espera, todavía no ha sido poseído. Sino que debe ser obtenido (es un bien futuro); por tanto la esperanza  es un acto de cierto deseo.

 

c) Y en verdad este bien no va a ser alcanzado fácilmente, sino con dificultad (es un bien árduo) sin embargo es posible de alcanzar. Por ello el acto de esperanza es un acto, que añade al simple deseo cierta tensión de ánimo para vencer las dificultades del objeto deseado, juntamente con la seguridad de la voluntad que no duda, sino que confía (confianza).

 

Por ello enseña Sto. Tomás en este mismo texto, que la esperanza se diferencia del temor (porque su objeto es el bien), del gozo y del deleite (porque es un bien futuro, o ausente), del simple deseo (porque es un bien árduo) de la desesperación (porque el bien que se espera se juzga que es posible).

 

Así pues por el hecho de que la esperanza contiene el amor de una realidad futura (esto es la cual realidad no se posee cuando se espera, prescindiendo de la cuestión acerca de si se poseerá después), se describe como deseo; y por el hecho de que añade la confianza de la consecución en medio de dificultades, se describe como un deseo confiado. Sin embargo esto no supone un doble acto de la voluntad, sino un único acto; a saber este deseo  cualificado, el cual por ello se llama acertadamente deseo confiado.

 

Sin embargo téngase en cuenta que en la tesis no se hace más que una cierta descripción de la esperanza. De donde decimos que todos estos elementos están contenidos de uno o de otro modo, en aquel movimiento de la voluntad,  que se llama esperanza. Prescindimos de la cuestión ulterior acerca de si la esencia de la esperanza la constituye uno sólo de estos elementos o la constituyen ambos elementos.

 

DE LA BIENAVENTURANZA ETERNA. Estas palabras designan el objeto material de la esperanza teológica; sin embargo de éste objeto material en esta tesis no decimos nada expresamente, porque se estudiará en la tesis siguiente.

 

184. Doctrina de la Iglesia. a) Enseña que hay que desear la salvación y que hay que fomentar la esperanza de ésta: así INOCENCIO XI en la proposición 12 de Miguel Molinos (D 1232), proposición que fue condenada. Que la esperanza es un deseo interesado, esto es, que tiende al bien del que desea en cuanto tal: así en contra de Fenelon (D 1328 1333 1337).

 

b) Une la esperanza con la confianza. Se levantan a la esperanza los que confían...: de éste modo se expresa el Concilio Tridentino en la s.6 c.6 (D 798). La contrición debe darse juntamente con la confianza en la misericordia divina, o sea con la esperanza de perdón: así habla el Concilio Tridentino en la s.14 c.4 (D 897s). Enseña además que la esperanza debe ser puesta en el auxilio divino, o sea que hay que confiar en el auxilio de Dios: Así se expresa el Concilio Tridentino en la s.6 c. 13 (D 806).

 

En virtud de éstos textos consta suficientemente que en los

documentos de la Iglesia está unida la esperanza teológica con el deseo de la bienaventuranza y con la confianza respecto a  su consecución a causa de los auxilios de Dios. De donde ambos elementos pertenecen a la noción de esperanza teológica, según la doctrina de la Iglesia.

 

Valor dogmático. En el sentido explicado, a saber en cuanto se trata de la descripción de los elementos que constituyen sicológicamente la esperanza, no de la esencia de la esperanza misma, hay que decir que la tesis es de fe divina y católica.

 

185. Se prueba por la sagrada Escritura. Estos dos elementos se ponen de relieve en la sagrada Escritura en conexión con la esperanza cristiana.

 

a) El deseo: Rom 8,18‑25. "Porque nuestra salvación es en esperanza". Pues todavía no tenemos la salvación perfecta; sin embargo la esperamos. Ahora bien consta el que nosotros la esperamos, ya que deseamos ardientemente la perfecta "adopción de los hijos", la cual está unida con la redención del cuerpo, y por ello "gemimos" a causa de la espera de aquella, que no tenemos.

 

b) La confianza: Puesto que el objeto de la esperanza teológica es sobrenatural, las fuerzas para alcanzarlo no pueden darse en nosotros, sino en Dios. De ahí las fórmulas bíblicas:

 

Tener puesta la esperanza en Dios: 1 Tim 4,10; 1 Jn 3,3. Esperar en Cristo, en el Señor: 1 Cor 15,19; Fil 2,19. Esperar en Dios: Hc 24,15; 2 Cor 1,10; 1 Tim 5,5: 1 Pr 1,21;3,5.

 

Expresiones semejantes se encuentran muchas veces en el A.Testamento, sobre todo en los Salmos. Por ello también se le llama a Dios (Salmos 13,6; 60,4; 64,6; 7,5....), o también a Cristo (1 Tim 1,1), nuestra esperanza.

 

c) Los cristianos, por el hecho de que pueden desear con confianza tan grandes promesas, se dice que tienen esperanza (Rom  15,4; 2 Cor 3,12; 10,15; 1 Jn 3,3), en oposición  a aquellos, que no tienen esperanza (1 Tes 4,13; Ef 2,12).

 

d) Con la idea de la esperanza cristiana y de la confianza esta unida muchas veces en la Escritura la idea de paciencia. Ahora bien ésta paciencia, o constancia, es una virtud, por la que el hombre, sin acobardarse ante ninguna adversidad, persevera en la fe a causa de la esperanza cierta que tiene. Así v.gr. Rom 5,3s (la constancia muestra la virtud probada, con la que se aumenta la esperanza); 1 Tes 1,3 (nos acordamos de vuestra esperanza, que se vea en medio de muchas tribulaciones)

 

186. Se prueba por la tradición. a) Hablan  los SS. Padres muchas veces de la esperanza cómo de un deseo de algo, que todavía no se posee (R 1057 1491), de un deseo de la justa recompensa (R 1312).

 

b) Definen la esperanza como confianza respecto a una realidad futura (R 1187); "en efecto la esperanza no se refiere más que a las cosas buenas, y éstas solamente futuras, y que pertenecen a aquél al cual se muestra que produce la esperanza de dichas cosas" (S. AGUSTIN).

 

187. Razón teológica. El acto de esperar aparece en las fuentes de la revelación como un acto totalmente especial, distinto de la caridad, y el cual recibe el nombre de esperanza por analogía con la esperanza natural; es así que la esperanza natural contiene estos elementos; luego el acto de esperanza teológica debe también ser un deseo confiado.

 

La menor: Hemos hecho siguiendo a Sto. Tomás el análisis de este acto teológico antes en el n. 183.

 

188. Escolio. De la esencia de la esperanza. De éstos dos elementos que hemos dicho que se encuentran de uno o de otro modo en el acto de la esperanza, se pregunta cuál es el elemento esencial a fin de que se dé el verdadero concepto de esperanza. En este tema no se ponen de acuerdo los teólogos.

 

a) Pues unos sostienen que el elemento esencial es solamente la confianza, o sea la tensión del ánimo, y que el deseo es cierto prerrequisito. Ahora bien qué clase de deseo es éste, no todos estos autores lo explican del mismo modo. Pues hay unos que sostienen que este deseo es cierto amor natural; y los hay que piensan que éste es un verdadero amor de caridad, si bien imperfecta. Esta sentencia la defiende S. Buenaventura, y ha resultado la más común entre los tomistas, juntamente con Juan de Sto. Tomás, los Salmanticenses, Gonet, Billuart; entre los autores de la Compañía de Jesús la defienden Vázquez y Schiffini; y la defendió Zimara.

 

b) Otros sostienen por el contrario que solamente el deseo es el elemento esencial, a saber el deseo de Dios ausente y que debe ser alcanzado en medio de dificultades. Así se expresa Escoto y comúnmente los escotistas, como Mastrius y Frassen; entre los autores de la Compañía de Jesús, Suárez, Coninck, Arriaga, Granado, Oviedo, Hurtado; y posteriormente Ysambert, y en época más reciente Lahousse.

     

c) Por último otros sostienen que ambos elementos son esenciales, y por tanto que el acto de la esperanza se define (no sólo se describe) como un deseo confiado. En esta definición el deseo constituye el género (amor de concupiscencia de un bien ausente) y confiado aporta la diferencia específica. Así se expresa Ripalda, y más comúnmente los autores de la Compañía de Jesús de época posterior, como Haunoldo, Platel, Mayr, Viva, Kilber, Mazzella, Billot, Pesch, Beraza.

 

Y esta última sentencia parece más probable. Pues en la primera sentencia no se ve suficientemente de qué modo la esperanza cristiana se concibe como interesada, según es exigido a causa de las proposiciones condenadas de Fenelon (D  1327‑1334); lo cual no se da en la confianza, en cuanto tal. También se explica con dificultad, según hemos visto, el acto de deseo que precede a la esperanza. Más aún no se entiende el acto mismo de la voluntad, que no sea amor u odio. En cambio en la segunda sentencia no parece que se explique el modo de hablar muy frecuente y clásico de la sagrada Escritura y de los SS. Padres "esperar en Dios, poner la esperanza en Dios". E incluso los pecados mismos de desesperación y de presunción no se comprende adecuadamente cómo van en contra de la esperanza, puesto que en ellos se  mantiene realmente el deseo de Dios. Por consiguiente la tercera sentencia, en cuanto que explica de un modo mejor todo esto, parece más probable.

 

Articulo II

DEL OBJETO MATERIAL DE LA ESPERANZA

 

TESIS 14. EL OBJETO DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA TANTO LA BIENAVENTURANZA ETERNA SOBRENATURAL, COMO LOS AUXILIOS DIVINOS PARA ALCANZAR ÉSTA BIENAVENTURANZA.

 

189. Nexo. Después que hemos visto la tendencia sicológica del movimiento de la voluntad, el cual recibe el nombre de esperanza, preguntamos ya cuales son los objetos respecto a los cuales se ejerce esta tendencia en el orden sobrenatural.

 

190. Nociones.  EL OBJETO DE LA ESPERANZA, a saber el objeto material, o sea aquello que se espera.

 

LA BIENAVENTURANZA ETERNA Y LOS AUXILIOS DIVINOS. Estas palabras describen el objeto adecuado de la esperanza teológica, esto es de aquel deseo confiado, del que hemos hablado. En efecto según enseña Sto. Tomás en la obra Cuestiones discutidas acerca de la esperanza a.1, el objeto de la esperanza, al incluir alguna dificultad que debe ser vencida a fin de que resulte en realidad posible al que espera, a veces es tal que las propias fuerzas del que espera  son suficientes para vencer dicha dificultad, en cambio a veces es tal que éstas solas fuerzas no son suficientes, sino que se requieren las fuerzas de otro. En el caso de la esperanza teológica, puesto que Dios, que es el que debe ser obtenido con la bienaventuranza sobrenatural, es el objeto que supera todas las fuerzas naturales, se requieren otras fuerzas que hagan este objeto posible; ahora bien estas fuerzas no pueden ser más que las fuerzas de Dios mismo. Ahora bien donde quiera que se espera algo, lo cual es posible solamente mediante las fuerzas de otro, la esperanza tiene cierta espera, en cuanto que el que espera se vuelve a mirar el auxilio de otro. Y entonces es necesario que la esperanza se dirija a un doble objeto: al bien que debe ser alcanzado, y a aquel, en cuyo auxilio se apoya. Por tanto esto acontece en la esperanza teológica. De donde la esperanza teológica se dirige a la bienaventuranza que debe ser obtenida y al auxilio divino  con el que se obtiene la bienaventuranza. 

 

191. LA BIENAVENTURANZA SOBRENATURAL puede entenderse la bienaventuranza objetiva (esto es el objeto mismo que hace bienaventurados, a saber Dios) y la bienaventuranza subjetiva (esto es la posesión del objeto que hace bienaventurados, a saber la visión, el amor, el gozo de Dios). Discuten los teólogos cuál  de éstas es el objeto de la esperanza teológica. Parece que hay que decir que son ambas simultáneamente, a saber la bienaventuranza formal, o sea Dios que va a ser poseído cara a cara.

 

LOS AUXILIOS DIVINOS son necesarios para obtener la bienaventuranza por el hecho de que  ésta es sobrenatural; y por tanto se da en nosotros respecto a dicha bienaventuranza sobrenatural una impotencia física y absoluta. Estos auxilios divinos constan con certeza a causa de la voluntad salvífica universal de Dios; la cual no será seria y sincera, si estos auxilios faltaran en alguna ocasión por parte de Dios.

 

De donde el objeto primordial de la esperanza teológica es Dios que va a ser poseído cara a cara mediante los auxilios de Dios mismo; el objeto secundario son estos auxilios mismos de Dios, con los cuales alcanzaremos a Dios intuitivamente.

 

192.  Doctrina de la Iglesia.  a) El objeto de la esperanza es: la vida eterna: Símbolo Constantinopolitano ( D 86); los gozos del mundo futuro: en Símbolo XI de Toledo (D 287); la recompensa eterna: Concilio Tridentino s.6. cn.26 (D 836). De forma semejante lo encontramos en Pelagio I (D 228a). Más aún como tal objeto de la esperanza debe proponérseles a los cristianos la vida eterna: Concilio Tridentino s.6 c.16 (D 809).

 

b) El pecador debe esperar el perdón: Concilio Tridentino s.14 c.14 (D 798). Debe esperar que Dios le será propicio: Conc. Tridentino   s.6 c.6 (D 798).

 

c) Nadie debe dudar acerca de la misericordia de Dios, del mérito de Jesucristo, de la virtud y eficacia de los sacramentos en orden a nuestra propia salvación: Conc. Tridentino s.6 c.9 (D 802). Debemos tener confianza en la misericordia divina: Con. Tridentino s.14 c.4 (D 987).

 

d) Debe desearse la salvación, la perfección, la santidad propia: INOCENCIO XI en contra de Molinos (D 1232); y esto lo deben desear incluso los perfectos: INOCENCIO XII en contra de Fenelon (D 1328 1333 1337).

 

Valor dogmático. De fe divina y católica definida.

 

193. Se prueba por la sagrada Escritura. a) La Escritura nos propone como objetos que deben ser esperados: la vida eterna (Tit  1,2; 2,13; 3,7), lo que Dios ha prometido (Hc 24,15; Hebr 10,28),la resurrección (Hc 24,15; 1 Tes 4,13‑18); nuestra redención plena y perfecta (Rom 8,23s), la cual se encuentra después en los cielos ( Col 1,5), la salvación (1 Tes 5,8), lo que no se ve (Rom 8,24, Hebr 11,1).

 

b) Y al mismo tiempo nos enseña la sagrada Escritura que la esperanza no hay que ponerla en nosotros, sino en Dios, según hemos visto antes en el n. 185.

 

Por ello Cristo es llamado nuestra esperanza (1 Tim 1,1) y Dios es llamado Dios de la esperanza (Rom 15,13).

 

194. Se prueba por la tradición. a) SS. Padres: Según éstos debemos esperar nuestra recompensa (R 1025 1312), la posesión de Dios ( R 1474), la bienaventuranza futura (R 1187), el bien que está sobre todos los bienes (R 1482).

 

Todo esto lo debemos esperar de Dios (R 1187), lo cual lo explican sobre todo en el comentario a los Salmos 72,26‑28 (R 1474).

 

Por último sostienen que Dios nos ayuda a la salvación, de tal manera, que no nos abandona a no ser que El mismo sea abandonado antes por nosotros (R 1792 2227 2232).

 

b) La Liturgia enseña que nosotros pedimos los auxilios divinos, más aún también muchos bienes temporales, a fin de que nos sirvan de medios para alcanzar la vida eterna.

 

Ahora bien todo esto que se pide, sin duda pertenece al objeto de la esperanza.

 

195. Razón teológica. a) Dios que va a ser poseído intuitivamente es nuestro máximo bien. Por consiguiente, tan pronto como sabemos por la fe que Dios es posible para nosotros, debemos tender a El con deseo y al mismo tiempo con confianza, esto es con esperanza propiamente dicha. Luego Dios que va a ser poseído intuitivamente, es el objeto de nuestra esperanza teológica.

 

Téngase en cuenta el que no basta la bienaventuranza objetiva, sino que se requiere la bienaventuranza formal, pues lo que deseamos y esperamos es nuestro bien en cuanto tal. Ahora bien Dios en tanto es nuestro verdadero bien, en cuanto podemos gozar de El mediante la bienaventuranza subjetiva. Luego también la bienaventuranza subjetiva entra en el objeto de la esperanza.

 

b) Dios que va a ser poseído intuitivamente en tanto es objeto de la esperanza en cuanto que es un bien posible para nosotros. Es así que sólo es un bien posible para nosotros si están a nuestro alcance los auxilios de Dios mismo. Luego en tanto Dios es objeto de nuestra esperanza, en cuanto esperamos también los auxilios de El.

 

196. Objeciones. 1. El objeto de la esperanza debe estar ausente; ahora bien Dios no está ausente de nosotros; luego Dios no puede ser objeto de la esperanza.

 

Conc. la mayor. Dist. la menor.: Dios, en cuanto conocido por la fe, no está ausente de nosotros, conc. la menor; en cuanto que tiene que ser visto intuitivamente no está ausente de nosotros, niego la menor.

 

2. La posesión de Dios, en cuanto algo creado, debe ser referida a Dios; luego no es el fin último;  es así que solamente el fin último puede ser el objeto primordial de nuestra esperanza; luego la posesión de Dios, o sea la bienaventuranza subjetiva, no es el objeto primordial de la esperanza;  conc. el antc. y dist. el consig.: no es el último fin "qui", conc.el consig.; no es el último fin "quo", niego el consg. y conc. la menor subsg.

 

3. El objeto primordial de la esperanza debe ser algo divino; ahora la posesión de Dios no es algo divino; luego la posesión de Dios no puede ser el objeto primordial de la esperanza.

 

Dist. la mayor. Esto es, debe ser o bien algo de Dios, o bien algo inmediatamente informado por Dios, conc. la mayor; debe ser necesariamente algo de Dios, niego la mayor y contradist. la menor: en efecto la visión no es deseada más en cuanto es visión de Dios, cuasi informada por éste objeto divino.

 

4. La religión no es virtud teológica por el hecho de que incluye la adoración de Dios en su objeto primordial; luego del mismo modo la esperanza no será virtud teológica si incluye en su objeto primordial el gozar de Dios.

 

Dist. el antec.: por éste sólo hecho, niego el antec.;también por éste hecho, subdist.; porque incluye la adoración de Dios como objeto primordial adecuado, conc.; como objeto inadecuado informado inmediatamente por Dios mismo, niego y dist del mismo modo el cons. Hemos negado el que la religión no sea virtud teológica solamente por el hecho de que tenga un objeto primordial creado; en efecto la razón principal de por qué la religión no tiene la perfección de una virtud teológica hay que situarla en el objeto formal, el cual no es algo divino, sino la honestidad creada que resplandece en el hecho de dar el culto debido a Dios.

 

197. Escolio.  De los bienes temporales, en cuanto son Objeto de la esperanza. Puesto que "la petición interpreta a la esperanza", puede esperarse todo aquello, y por tanto es objeto de la esperanza, que se puede pedir a Dios, con tal que se pida en orden a la bienaventuranza eterna (2.2 q.17 a.2 y 2). Ahora bien podemos lícitamente pedir y desear los bienes temporales, no ciertamente de forma que constituyamos en ellos el fin, "sino a manera de ciertos recursos, con los que  somos ayudados en orden a tender a la bienaventuranza, a  saber en cuanto mediante éstos recursos se sustenta la vida corporal, y en cuanto nos sirven orgánicamente para realizar actos de las virtudes" (2.2 q.86 a.6). Por consiguiente en este sentido también los bienes de la vida presente, tanto espirituales como temporales, pueden pertenecer al objeto material de la esperanza, no ciertamente de un modo primordial, según está claro, pero sí en verdad de un modo secundario. En éste sentido dice el Catecismo Romano:"Por esto de ningún modo hay que hacer caso a aquellos que dicen que no les está permitido a los cristianos pedir a Dios los bienes terrenos de esta vida. Pues van en contra de este error, además de la sentencia unánime de los Padres, muchísimos ejemplos tanto del A. Testamento como del Nuevo".

 

Articulo III

DEL MOTIVO DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA

 

TESIS 15. EL MOTIVO DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA ES LA BONDAD RELATIVA DE DIOS JUNTAMENTE CON EL PODER AUXILIADOR DIVINO.

 

198. Nexo.  Puesto que hemos dicho que la esperanza es un movimiento de la voluntad hacia un bien árduo posible, que es la bienaventuranza sobrenatural, hay que preguntar ahora cuál es el motivo que determina a la voluntad a realizar tal acto.

 

199. Nociones. EL MOTIVO DE LA ESPERANZA TEOLOGICA puede ser considerado bajo el doble aspecto, que éste acto contiene en sí: a  saber en cuanto que es un acto de deseo, y por tanto de cierto amor de concupiscencia, y en cuanto que es un acto de confianza a causa de la tensión del ánimo. Bajo el doble aspecto consideramos en la tesis el motivo de la esperanza. Sin embargo no decimos que la esperanza tenga dos motivos (de donde se seguiría que la esperanza es un doble acto, y no un acto único), sino un único motivo complejo y compuesto de dos razones formales, las cuales corresponden al doble aspecto mencionado; así como hemos dicho que la esperanza no es un mero deseo o una mera confianza, sino que es esencialmente un deso confiado.

 

200. LA BONDAD RELATIVA DE DIOS. Dios puede ser amado por nosotros o bien en cuanto es bueno en Sí y para Sí (en virtud de su bondad absoluta) o bien en cuanto es bueno para nosotros (en virtud de su bondad relativa). Así pues decimos que el motivo, que mueve a la voluntad a realizar un acto de esperanza, en cuanto este acto es un deseo de poseer a Dios, es Dios como bueno que es para el que espera y en cuanto que es nuestra recompensa y nuestro premio.

 

EL PODER AUXILIADOR DIVINO, a saber la omnipotencia de Dios con la que nos puede ayudar, si bien precisamente en cuanto que ayudará de hecho, porque lo ha prometido con certeza. Así pues decimos que el motivo, que mueve a la voluntad a realizar el acto de esperanza, en cuanto éste es confianza en Dios, es el poder divino que sabemos que está a nuestro alcance en orden a auxiliarnos en virtud de la promesa cierta de Dios.

 

Defendemos esta sentencia juntamente con RIPALDA, KILBER, MAZZALLA, BILLOT, PESCH, HARENT, BERAZA, LENNERZ.

 

201. Adversarios.  a) Quitan del motivo de la esperanza la bondad relativa de Dios todos los que sostienen que la esperanza esencialmente no es más que confianza. Así S. BUENAVENTURA, muchos tomistas, VAZQUEZ, SCHIFFINI, ZIMARA.

 

b) Quitan del motivo de la esperanza, el poder auxiliador de Dios todos los que sostienen que la esperanza no es más que un deseo de  Dios, bien ausente y árduo. Así ESCOTO y muchos escotistas, SUAREZ y muchos autores de la Compañía de Jesús, después de él, autores que han sido citados antes en el n. 188.

 

202. Doctrina de la Iglesia. a) Enseña que nosotros esperamos nuestra recompensa: Conc. Tridentino s.6 c.11 (D 804), cn.26 (D 836); cf. s.6 c.9 (D 809); y condena a aquellos que piensan quer tal acto es malo porque es un amor interesado: Cons. Tridentino s.6 cn. 31 (D 841), prop.38 de Bayo (D 1038), las proposiciones 10 y 13 de los Jansenistas (D 1300 1313); y aquellos que piensan que los barones perfectos deben omitir tal acto: las proposiciones 7 y 12 de Miguel Molinos (D 1227 1232) y las proposiciones 1,2 6 y 8 de Fenelon (D 1327 1332 1334). Ahora bien según la doctrina de la Iglesia misma esta nuestra recompensa y bienaventuranza no es más que Dios (Cf. D 530). De donde por la esperanza tendemos a Dios en cuanto que es el bien para nosotros;  el motivo de este acto es la bondad relativa de Dios.

 

b) Enseña que nosotros esperamos a causa de la consideración de la misericordia de Dios: Con. Tridentino s.6 c.6 (D 798) y c.9 (D 802); que nosotros ponemos la esperanza en el auxilio de Dios: Conc. Tridentino s.6 c.13 (D 806); en la promesa y en la fidelidad de Dios: Conc. Tridentino s.6 c.16 (D 809). De donde la esperanza se apoya, como en su motivo, en el poder auxiliador de Dios.

 

203. Valor dogmático. El que estos elementos pertenecen de algún modo verdadero al motivo de la esperanza, al menos entre los prerrequisitos o entre las consecuencias, es de fe. El que son el motivo estrictamente tal de la esperanza, es sentencia más común y más probable.

 

204. Se Prueba por la sagrada Escritura.  a) Enseña que nosotros esperamos nuestra bienaventuranza y la recompensa de las buenas obras (Mt 5,12; 1 Cor 3,8; Fil 3,14; 2 Tim 4,7s). Es así que nuestra bienaventuranza y nuestra recompensa es Dios que va a ser poseído por nosotros, o sea Dios en cuanto es bueno para nosotros, según se prueba en el tratado De novissimis (de los novísimos). Luego la esperanza tiene como motivo la bondad relativa de Dios.

 

b) Propone expresamente como motivo de nuestra esperanza a Dios como auxiliador ( Salmos 145,5; 61,8; 2 Cor 1,10; 1 Tim 4,10: 1 Pr 1,21); o también, supuesta la omnipotencia de Dios, a Dios que es fiel en el cumplimiento de sus promesas (Hebr 10,23).

 

205. Razón teológica. a) La esperanza es un movimiento de la voluntad que contiene amor de concupiscencia para con Dios, es  así que el motivo del amor de concupiscencia para con Dios es la bondad relativa de Dios; luego el motivo de la esperanza es la bondad relativa de Dios.

 

La mayor: El acto de esperanza es un deseo de Dios bueno ausente, si bien en cuanto que va a ser poseído; luego es un deseo de Dios en cuanto que es bueno para el que tiene este deseo; ahora bien tal deseo es un amor de concupiscencia para con Dios.

 

La menor: el motivo de cualquier clase de amor de concupiscencia es la bondad relativa del objeto amado. Pues el amor de concupiscencia tiende a la persona amada de tal manera que no se detiene en ella, sino que vuelve a la propia persona que ama.

 

b) El acto de esperanza es un movimiento de la voluntad que se pone en tensión en contra de la dificultad que se da en la obtención de la bienaventuranza; es así que esta tensión del ánimo no puede darse a no ser a causa del motivo de Dios poderoso, que quiere y promete ayudar; luego el motivo de la esperanza es el poder, la misericordia y la fidelidad de Dios, o sea el poder auxiliador de Dios.

 

La menor: La dificultad de la obtención de la bienaventuranza consiste en la sobrenaturalidad de ésta; luego el motivo capaz de poner en tensión a la voluntad en contra de dicha dificultad no puede ser más que Dios; es así que Dios no puede ser tal motivo formalmente a no ser que pueda, quiera y prometa ayudar a vencer tal dificultad; luego el poder auxiliador de Dios es el motivo de la tensión del ánimo en la esperanza.

 

206. Objeciones. 1. Si el motivo de la esperanza es la bondad relativa de Dios, todo el que espera se hace a sí mismo fin y a Dios le hace medio. Es así que esto es moralmente malo; luego si el motivo de la esperanza fuera la bondad relativa de Dios, la esperanza sería moralmente mala.

 

Dist. la mayor. Si pretendiera amar a Dios a causa del mismo que espera, se haría a sí mismo fin, y a Dios la haría medio, conc. la mayor.; si pretende solamente amar a Dios en beneficio de sí mismo niego la mayor y contradist. la menor.

 

Hay que distinguir el amor a una persona a causa de otra y el amor a una persona en beneficio de otra. En el primer caso se da una verdadera subordinación de medio a fin; pues la bondad que mueve a amar es la razón de medio adecuado para obtener otra cosa que se ama más. Sin embargo en el segundo caso no se da una verdadera subordinación de medio a fin; pues la bondad que mueve es la bondad relativa de la persona amada, o sea aquello por lo que dicha persona es buena para el que ama; donde se subordina más bien el que ama a la persona amada, en cuanto que el que ama encuentra perfección en la persona a la que ama.

 

2. El que espera de este modo, se ama a sí más que a Dios; ahora bien esto es desordenado; luego si se pone tal motivo en la esperanza, el acto de esperanza será desordenado.

 

Dist. la mayor: Si amara a Dios a causa del mismo que ama, conc. la mayor; si ama a Dios en beneficio del que ama, niego la mayor. Puesto que en este caso él mismo no es propiamente el objeto, sino el sujeto "cui" del amor.

 

3. Por el acto de la esperanza puede desearse nuestra unión con Dios; es así que la unión con de Dios se desea con amistad, no con amor de concupiscencia; luego no todo acto  de esperanza contiene amor de concupiscencia, y por tanto tampoco contiene la bondad relativa de Dios como motivo. Esto supuesto, se seguiría también que no toda esperanza es necesariamente interesada.

 

Dist. la mayor: puede desearse nuestra unión con Dios en cuanto que dicha unión es nuestra máxima perfección, conc. la mayor; en cuanto que es una consecuencia necesaria del amor que existe entre los amigos, niego la mayor y contradist. la menor. La unión con Dios, en cuanto que es una consecuencia necesaria del amor que existe entre los amigos, no se desea con amor de concupiscencia, conc. la menor; en cuanto que es nuestra perfección máxima, niego la menor.

 

207.  Escolio.  Del sujeto "cui" en la esperanza. Puesto que, según hemos dicho, toda esperanza es necesariamente interesada, en cuanto que envuelve esencialmente amor de concupiscencia, puede preguntarse si es posible el que esperemos algo no para nosotros, sino para otro. Y a este propósito dice S. Agustín: "En efecto la esperanza no se refiere más que a las cosas buenas, y éstas solamente futuras, y que pertenecen a aquél, el cual se muestra que produce la esperanza de dichas cosas". En estas palabras parece que queda positivamente excluida la esperanza, por la que el que tiene esta esperanza espere no para él, sino para otro. Esta cuestión la resuelve Sto. Tomás 2.2 q.17 a.3 en base a los principios siguientes. Ciertamente la esperanza de un modo directo "se refiere al bien propio, y no al bien que pertenece a otro". Sin embargo, puesto que puede darse una verdadera unión de amigos, la cual se realiza por el amor de amistad, si alguna vez se presupone tal unión entre dos, "alguno ya puede desear y esperar algo para otro, así como para él mismo. Y según esto alguien puede esperar para otro la vida eterna, en cuanto está unido a éste por el amor. Y así como es la misma la virtud de la caridad, con la que alguien ama a Dios, así mismo y al prójimo, así también es la misma la virtud de la esperanza con la que alguien espera para sí mismo y para otro".

 

Articulo IV

DE LAS PROPIEDADES DE LA ESPERANZA TEOLÓGICA

 

208. Está claro que el acto de la esperanza teológica es entitativamente sobrenatural. Ahora bien explicamos la sobrenaturalidad de este acto en virtud del principio realizador del mismo, así como hemos dicho acerca del acto de fe.

 

Y el que es un acto esencialmente libre se ve claro por el hecho de que se sigue todo él del asentimiento de la fe, el cual es esencialmente obscuro; además nadie está obligado a poner su confianza en otro, si no lo quiere libremente.

 

Que el acto de esperanza es razonable, se explica del siguiente modo. El acto de esperanza no puede realizarse si no precede un juicio cierto, por el que consta que el objeto se puede esperar. Ahora bien no es un objeto que se pueda esperar si no es bueno, ausente, árduo y posible. Así pues al ser el objeto la bienaventuranza sobrenatural, consta que ésta es buena,  ausente y árdua para nosotros. Toda la cuestión se refiere a la posibilidad de la bienaventuranza respecto al mismo que espera; acerca de ésta posibilidad debe constarle a éste con certeza a fin de que pueda hacer el acto de esperanza. El juicio cierto respecto a esta posibilidad se expresa del siguiente modo: la  bienaventuranza sobrenatural es posible para mí. Este juicio cierto incluye el asentimiento cierto acerca de la futurición condicionada de la bienaventuranza (Dios me dará la bienaventuranza, en el caso de  que yo coopere), y el asentimiento cierto acerca de la futurición absoluta de los auxilios de Dios (Dios me dará los auxilios necesarios). Sin embargo no se incluye necesariamente en él el asentimiento cierto de la futurición absoluta de la bienaventuranza misma, sino que se  excluye ciertamente el asentimiento cierto respecto a la futurición absoluta de la exclusión de la bienaventuranza. Así pues de éste modo se posee el objeto que puede ser esperado. Sin embargo debe aparecer también a la voluntad como que debe ser esperado. Y esto se da a causa del juicio cierto, por el que el entendimiento propone a la voluntad la honestidad del acto por el que toda entera se confía en Dios, obedeciendo los mandamientos de El respecto a la tendencia positiva en orden a la bienaventuranza.

 

Así pues queda por tratar acerca de alguna propiedad de la esperanza teológica, la cual es de enorme importancia para tener el concepto genuino de la misma, a saber acerca de la firmeza o certeza de la esperanza teológica.

 

TESIS 16. LA ESPERANZA TEOLÓGICA ES TOTALMENTE FIRME; A ESTA FIRMEZA DE NINGÚN MODO SE OPONE EL TEMOR ACERCA DE LA PROPIA COOPERACIÓN DEL QUE ESPERA.

 

209. Nociones. Se dice que la esperanza ES TOTALMENTE FIRME, en cuanto que es un movimiento de la voluntad que se adhiere a su objeto sin duda alguna, a causa de un motivo conexionado infaliblemente con el objeto. Así pues la firmeza de la esperanza posee un doble elemento: seguridad (adhesión sin duda alguna) e infalibilidad (conexión con el objeto).

 

Muchos teólogos a la firmeza de la esperanza la llaman certeza. Sin embargo no se refieren a una certeza puramente denominativa tomada de la certeza de la fe, sino a alguna propiedad de la esperanza, la cual aparece muchísimas veces en las fuentes de la revelación.

 

EL TEMOR es el acto de la voluntad que huye de un mal que va a sobrevenir de un modo inminente. El temor, del cual tratamos, tiene como objeto la cooperación propia del que espera con la gracia o auxilio de Dios.

 

210. Adversarios. SIMON TORNACENSE parece que negó la certeza de la esperanza.

 

Los protestantes admitieron una esperanza (la fe fiducial) tan absoluta e infaliblemente cierta, que con ella de ningún modo era compatible el temor.

 

211. Doctrina de la Iglesia. Conc. Tridenmtino s.6 c.13 (D 806):

 

a) hay que poner una esperanza totalmente firme en el auxilio divino; pues Dios llevará a término la obra de la salvación si al que espera no le faltan las gracias de Dios.

 

b) sin embargo  debemos tener temor respecto a la lucha que queda; ya que los justos todavía pueden vivir según la carne, y de éste modo no cooperar a la gracia de Dios. En el mismo Conc. Tridentino c.9 (D 802) se rechaza la vana fiducia de los herejes ; cf. c.12 y cn. 15 y 16 de la misma sesión (D 805 826s).

 

Valor dogmático. El que la esperanza es totalmente firme, y que sin embargo no excluye todo temor, es doctrina de fe divina y católica definida.

 

212. Se prueba por la sagrada Escritura. a) La seguridad infalible del que espera en Dios se encuentra claramente en el A. Testamento: Eclo 2,7‑13: hay que esperar la misericordia del Señor en las tribulaciones, a fin de que no caigamos (v.7). Y el que espera en el Señor (creer‑esperar) ciertamente tendrá la recompensa; por ello tiene razón para esperar bienes, contento eterno y misericordia (v.8s). Téngase en cuenta que el v.10 no está en el original. Ahora bien la razón para esperar con toda firmeza en el Señor se desprende de la misma experiencia histórica: si se consideran las generaciones antiguas (de los Patriarcas, de los Profetas, el Reino de Israel), se ve que nadie que confía en el Señor ha sufrido decepción (v.11, en el texto griego 10a), que nadie que persevera en su temor ha sido abandonado, que nadie que invoca al Señor ha sido desatendido (v.12, en el texto griego v.10 v). Y la razón última es la siguiente: porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en la hora de la tribulación (v.13 en el texto griego v.11). Jer 17,5‑8: Maldito el hombre que confía en el hombre (v.5); por el contrario bendito sea aquel que fía en el Señor (v.7).La razón es: porque el primero no dará ningún fruto (v.6); en cambio el segundo, incluso en tiempo de calor y de sequía dará fruto (v.8).

 

En el libro de los Salmos aparece esta idea muchísimas veces y expresada de forma muy bella. He aquí algunos ejemplos: en Ti confío..., pues Tu Yavé no abandonas a los que Te buscan (9,11); en Ti esperaron nuestros padres, esperaron y Tu los liberaste; a Ti clamaron, y salieron salvos, en Ti esperaron, y nunca quedaron  confundidos  (21,5s); Yavé es mi pastor nada me falta... aunque camine por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tu vas conmigo (22.1,4); Me apoyo en Yave y no vacilo  (25,1); ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en Yavé! (30,25); En Dios cuya palabra alabo, en Dios confío; y ya no temo, ¿qué puede hacerme un ser de carne? (55,5 lls); Los que confían en Yavé son como el monte Sión, que es inconmovible estable para siempre (124,1). Pero esta idea aparece sobre todo en el Salmo 90, el cual todo entero se dedica a celebrar esta firmeza de la fe: el salmista enseña la seguridad, que tiene el que espera en el Señor (1‑13); y después aparece Dios mismo confirmando lo que ha sido dicho por el Salmista )14‑16).

 

213. b) La misma seguridad se proclama en el N. Testamento. He aquí algunos ejemplos: Rom 5,5‑8: Nuestra esperanza no falla (nadie corre peligro de sentirse decepcionado por ella); ya que tenemos en el corazón la prenda de la certeza misma, a saber el amor de Dios derramado en nuestros corazones por la inhabitación del Espíritu Santo. La razón de esta seguridad radica también en que Cristo murió por nosotros.

 

Hebr 6,11‑20: Debéis hacer vuestra esperanza perfecta y plena (en la confianza y firmeza) hasta el fin de la vida (v.11). Con el objeto de aumentar esta seguridad de la esperanza pone el Apóstol ante la vista la firmeza de la promesa, que fue hecha a Abraham respecto a él y respecto a todos los fieles. El modo como Dios hizo esta promesa es la máxima garantía para nosotros que esperamos (v 13s 16‑18). En efecto hizo una promesa y un juramento; y ambos, en cuanto que son de Dios, es imposible que engañen o defrauden. De donde tenemos gran seguridad al esperar lo que nos ha sido prometido. Por ello nuestra esperanza es como ancla segura y firme. El ejemplo de ésta firmeza es Abraham que persevera constantemente en su espera; el cual por este motivo alcanzó la recompensa de Dios (v.15). Hebr 10,23: Mantengámonos seguros y firmes en la esperanza, porque Dios, cuya promesa es el fundamento de nuestra esperanza es fiel.

 

214. c) Sin embargo la Escritura nos enseña también que hay que tener temor: Prov 28,14: Dichoso el hombre que siempre está en temor; a saber el que no es de mente endurecida, el que no endurece su corazón ni desprecia la ley, sino que se preocupa de no descuidar los mandamientos. Rom 11,17‑24: ¡No te engrías!; más bien, teme (v.20), no sea que Dios no te perdone a ti (v.21), si es que no te mantienes en la bondad (v.22).

 

1 Cor 10,12: Así pues el que crea estar en pié, mire no caiga.

 

Fil 2,12: Trabajar con temor y temblor por vuestra salvación; a saber con solicitud y con bondad de no desagradar a Dios. Pedr 5,8 : Sed sobrios y velad, a fin de que no perdáis los bienes espirituales.

 

215. Se prueba por la tradición. a) Los SS. Padres hablan de la certeza de la esperanza: S. Juan CRISOSTOMO aduce como motivo a fin de mantener la esperanza firme para el tiempo futuro los beneficios mismos que Dios ha dado en el tiempo pasado (R 1187) En otro lugar comentando el texto de la epístola a los Hebreos 10,23, dice: " pues así como un ancla suspendida de una nave no deja que esta sea bamboleada aunque la agiten incontables vientos, sino que el ancla suspendida la hace firme y estable, así también la esperanza.... ahora bien no dijo de forma absoluta sin más un ancla, sino firme y estable, para mostrar la seguridad de aquellos que se apoyan en ella para la salvación". De forma semejante se expresa S. AGUSTIN: "Teniendo en El mismo la esperanza cierta y fija y verdadera, ¿a quién temeremos?. Y en otro texto: "esperad con toda firmeza lo que no veis; esperad con paciencia lo que todavía no poseéis; porque guardáis con toda fidelidad a Cristo que promete con veracidad". Del mismo modo habla S.GREGORIO MAGNO: "Así pues los santos barones son despreciados por fuera y soportan todo como si fueran indignos; sin embargo confiando que son dignos de las mansiones celestiales, esperan con certeza la gloria de la eternidad". S. BERNARDO también se expresa con belleza en los sermones que trata del Salmo 90.

 

216.  b)  Los SS. Padres mueven a tener el temor que acarrea la salvación: Así, comentando las palabras del Apóstol en Fil 2,12, dice: " No puede hacer nada preclaro y digno de admiración  aquel que vive sin temor". "Así pues por qué con temor y con temblor, y no más bien con seguridad, siendo así que es Dios el que obra, si no es porque a causa de nuestra voluntad, sin la cual no podemos obrar bien, rápidamente puede deslizarse insensiblemente en la mente humana el pensar que es suyo solamente el bien obrar y el decir en medio de su abundancia: No cambiaré jamás". "Esta es la causa de temblar y de temer en los santos, no sea que engreídos por las obras mismas de piedad sean   abandonados del socorro de la gracia y se queden en la debilidad de la naturaleza". De forma semejante dice S. GREGORIO MAGNO: "Pues aunque parece que el temor siempre está muy lejos de la seguridad, sin embargo para nosotros nada hay más seguro que tener siempre al cobijo la esperanza, no sea que la mente incauta o bien cayendo en la desesperación se precipite en los juicios, o bien ensoberbeciéndose caiga de la posesión de los dones; en efecto ante la presencia del juez severo y piadoso, cuanto con  más humildad al cobijo de la esperanza tiembla por lo que así se refiere, con tanta más firmeza permanece en él". Y S. BERNARDO  añade:"He aprendido en la verdad que nada hay tan eficaz para merecer, retener y recuperar la gracia, como el hallarse en toda ocasión en la presencia de Dios, no saboreando cosas elevadas, sino temiendo. Bienaventurado el hombre que siempre está amedrentado. Así pues hay que temer cuando nos favorezca la gracia, hay que temer cuando se esconda de nosotros la gracia, y hay que temer cuando de nuevo vuelva a nosotros; y en esto consiste estar siempre amedrentado".

 

217. Razón teológica. a) La esperanza es totalmente firme: la tensión del alma, que es esencial a la esperanza, se mide por el motivo de la misma, a saber por el poder auxiliador de Dios; es así que el poder auxiliador de Dios merece una adhesión totalmente firme; luego la esperanza es totalmente firme.

 

La menor: El poder auxiliador de Dios contiene la omnipotencia, la misericordia y la fidelidad de Dios; luego tiene conexión infalible con el objeto; por consiguiente merece adhesión totalmente firme. Por este motivo sería enorme injuria a Dios el dudar o el vacilar.

 

b) Debe darse temor: El hecho real de alcanzar la bienaventuranza, la cual se espera, depende del auxilio de Dios y de la cooperación de la voluntad; es así que acerca de esta cooperación nuestra debemos y podemos temer; luego debe darse temor respecto al hecho real de alcanzar la bienaventuranza.

 

La menor: Acerca de nuestra cooperación a la gracia de  Dios no solamente no tenemos certeza absoluta, sino que tenemos una gran experiencia de la inestabilidad y de la fragilidad humana en las tentaciones; luego acerca de nuestra cooperación a la gracia de Dios podemos y debemos temer.

 

c) Sin embargo este temor no destruye la firmeza de la esperanza: La firmeza de la esperanza teológica se mide por el motivo de la esperanza; es así que el temor no destruye ni roza dicho motivo; luego el temor no destruye la firmeza de la esperanza.

 

218. Objeciones. 1. No todos los que esperan se salvan; luego la esperanza puede frustrarse; luego no es firme.

 

Dist. el antec.: No se salvan por parte del sujeto que espera, conc. el antec.; por parte del motivo de la esperanza, niego el antec. y dist. el consg. Si no se salvaran por parte del motivo de la esperanza, conc. el consig.; si no se salvan por parte del sujeto que espera, quedando siempre a salvo el motivo de la espera, niego el consg.

 

2. Con la esperanza teológica debe estar unido el temor. Es así que la esperanza unida con el temor no puede ser firme; luego la esperanza teológica no puede ser firme.

 

Dist. la mayor: El temor acerca de la propia cooperación del sujeto que espera, conc. la mayor; el temor acerca del necesario auxilio divino, niego la mayor. Constrad. la menor. Con el temor acerca del necesario auxilio divino,conc. la menor; con el temor acerca de la propia cooperación, niego  la menor.

 

3. El auxilio divino necesario para la salvación es la gracia eficaz; es así que Dios no da a todos la gracia eficaz; luego podemos temer acerca del auxilio divino mismo.

 

Dist. la mayor: Es la gracia eficaz "ab extrinseco", conc. la mayor; es la gracia eficaz "ab intrinseco", niego la mayor. Contrad. la menor; no da a todos la gracia eficaz "ab intrinseco",conc. la menor; no da a todos la gracia eficaz "ab extrinseco", subd.; por defecto de la cooperación humana conc.; por defecto de la naturaleza misma de la gracia, niego.

 

4. El que Dios dé una gracia, que ha previsto que no es eficaz, depende solamente de la voluntad divina; luego en último término el defecto de la cooperación humana revierte en Dios mismo.

 

Dist. el antec.:Depende de la voluntad divina que elige libremente un determinado orden de cosas, en el cual tiene absolutamente lugar la seria voluntad salvífica, conc. el antec.; depende de la voluntad divina que reprueba con antecedencia bien positiva bien negativamente, niego el antec.dist. igualmente el consg; revertiría en Dios, si la acción de otorgar la gracia no eficaz dependiera de la voluntad divina que reprueba con antecedencia, conc. el consg.;si depende de la voluntad divina que solamente elige un orden de cosas, niego el consg.

 

219. Escolio. De la necesidad de la esperanza.. a) El acto de la esperanza es necesario a los adultos con necesidad de medio en orden a la justificación. Cf. Conc.Tridentino s.6  c.6 (D 798).

 

b) Es necerario también para perseverar. En efecto para esto se requiere la petición del auxilio divino, según enseña el Conc. Arausicano II cn. 10 (D 183); ahora bien la oración sin la esperanza es imposible.

 

c) Es necesario incluso para aquellos que tienen gran perfección de vida espiritual, según enseñó la Iglesia en contra de Molinos y Fenelón (D 1232 1328);

 

d) Existe también el precepto de realizar el acto de esperanza (D 110l) más de una vez en la vida  (cf. D 1167).