LIBRO III


DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE

 

505. Después que hemos hablado de los ángeles, pasamos ya a tratar acerca del hombre. En verdad puesto que todas las cosas visibles creadas están dirigidas al hombre como cabeza moral y a fin proximo cui, el cual entre estas cosas sobresale como vínculo de las espirituales y de las corporales, como imagen de Dios, como rey y sacerdote del mundo visible, será suficiente para el teólogo el considerar al hombre teológicamente para que ensalce su relevancia de origen de naturaleza y de dignidad moral, sobre todo puesto que no pocos datos que se refieren a esta cuestión están íntimamente conexionados con ciertas verdades.

 

Así pues respecto al hombre hay que estudiar sobre todo aquellas cuestiones teológicas que hacen referencia a su origen y a su naturaleza y a su condición moral primitiva, y también a su caída.

 

CAPITULO I
DEL ORIGEN DEL CUERPO HUMANO

 

Articulo I
De la creación de los primeros padres en cuanto al cuerpo

 

 

TESIS 20. Los primeros padres fueron formados en cuanto al cuerpo inmediatamente por Dios.

 

506. Nexo. En cuanto a la naturaleza del hombre es menester tratar gradualmente acerca dé su cuerpo y de su alma y de la unión de ambos. Ahora bien, en cuanto al cuerpo prácticamente una sola cuestión acerca del origen del cuerpo, tanto de los primeros padres como de los otros hombres es de especial relevancia teológica. Por ello vamos a hablar ya acerca de esta cuestión.

 

El cuerpo de cada uno de los hombres proviene de su padre. ¿Y qué decir de los cuerpos de Adán y Eva, que ninguno tuvo ningún padre? Provienen dichos cuerpos de algún elemento inorgánico u orgánico o inmediatamente fueron creados por Dios mismo? Esta cuestión concierne a la teología sobre todo porque en el Génesis (1,26s; 2,7.21s) Dios es presentado creando al hombre con un cuidado y una " solemnidad especiales, a fin de que éste presidiera como rey y sacerdote las cosas visibles, fuera galardonado con la adopción divina, fuera llamado ascendiente de Cristo, y en general porque las fuentes tratan acerca del origen del cuerpo humano.

 

Asimismo con la cuestión del origen del hombre según ha sido muchas veces tratada de hecho, están conexionadas la existencia de Dios, la creación de la nada, la existencia del alma humana y la diferencia específica del hombre respecto al bruto, y también el monogenismo y la propagación del pecado original, e incluso la Encarnación misma, puesto que Dios al crear a Adán vela al antecesor de Cristo según la carne (Lc 3,23-38) y al tipo del futuro y último Adán que vendría para restablecer lo que el primer Adán destruiría.

 

507. Ahora bien, para resolver esta cuestión hay que tener también en cuenta la «ciencia natural» (la biología, la paleontología). Mas si esta resolviera la cuestión de tal manera, que el cuerpo del hombre ciertamente fuera fruto de evolución, la teología daría su asentimiento sin un nuevo estudio acerca del tema.[1] Sin embargo dicha solución de ningún modo se ha encontrado que sea un hecho definitivamente dado con él, sino que es una simple hipótesis científica, proclamada por muchos como cierta, pero cuyo grado de probabilidad ni siquiera puede ser definido por los científicos que opinan muchas veces de distintos modos acerca de este tema, ya que se funda en indicios cuyo valor está sujeto a estimaciones diferentes.

 

Más aún, puesto que no se trata de un hecho experimental, la «ciencia» para probar con certeza que los primeros hombres existieron por evolución, debe, no sólo superar las serias dificultades que se enfrentan al transformismo, sino demostrar con certeza que el hombre no pudo proceder más que por evolución; pues si todos los teólogos y los filósofos católicos dan por supuesto incluso en la hipótesis de la evolución, que la aparición del primer hombre fue de un modo u otro milagroso, nada prueba con certeza el que Dios de hecho no haya elegido este o aquel milagro, v. gr. la inmediata vivificación de la materia inorgánica: lo cual tendría por ello más valor si, según opinan más comúnmente hoy los científicos (mientras que sin embargo explican un proceso de un transformismo que no ha de ser rechazado por ellos), la aparición del hombre sabio fue de súbito y repentina en el proceso global de la evolución y el hombre primitivo estaba ya completo.

 

Dejando esto sentado, es propio del teólogo, dejando al científico la investigación empírica del hecho, el estudiar con sinceridad, con prudencia, con moderación, qué es lo que dice la teología acerca de este tema, sin que no obstante pretenda rechazar las conclusiones verdaderamente probables de los científicos.[2] En efecto la teología afirma que el dogma de la creación puede compaginarse con la evolución rectamente entendida.

 

508. Nociones. Los PRIMEROS PADRES, esto es Adán y Eva, en cuyo origen nos fijamos de modo especialísimo, ya que consta por lo que vamos a probar después que todos los demás hombres provienen de ellos por generación.

 

FUERON FORMADOS, a saber por acción eductiva, ya que como está suficientemen­te claro se da por supuesto que los primeros padres en cuanto al cuerpo no han sido creados inmediatamente de la nada, sino de alguna materia, inorgánica u orgánica preexistente (1 q.91 a.1).

 

EN CUANTO AL CUERPO. Consideramos el origen solamente del cuerpo de los primeros padres, puesto que el origen de su alma se prueba expresamente en otro lugar después. Ahora bien, el cuerpo se considera en cuanto humano, esto es en cuanto dispuesto, apta y próximamente para recibir el alma racional, y por tanto que exige y reclama ésta; mas esto no significa que dicho cuerpo en cuanto humano preceda a la infusión del alma o bien en cuanto al tiempo o bien necesariamente (según la distinta concepción del origen de la disposición última en cuanto surge del alma misma e independientemente de ésta) al menos en cuanto a la naturaleza.

 

POR DIOS INMEDIATAMENTE. Con estas palabras se afirma al menos lo siguiente (incluso admitiendo el transformismo): a) Negativamente, que algún animal bruto con sus solas fuerzas naturales, o bien en su concepción o bien en el periodo embrional o bien después, con el concurso meramente ordinario de Dios, no evolucionó el cuerpo humano de los primeros padres. b) Positivamente, que dicha evolución no aconteció más que bajo la acción o influjo especial de Dios más allá de las causas naturales y del concurso divino ordinario.

 

Ahora bien, además de esto acerca de si el transformismo debe ser rechazado absolutamente, de tal manera que por tanto Dios haya sacado el cuerpo del hombre inmediatamente de la materia orgánica, en la tesis ni se afirma ni se niega, ya que la teología no puede decidir esto hoy sin la ciencia natural.

 

509. Esto se expresaría de otro modo de tal manera que, mientras en la evolución natural (esto es realizada totalmente según las leyes ordinarias de las cosas) el animal bruto obrando bajo el concurso general de Dios sería la causa principal de la evolución y del efecto humano, en la evolución que se ejercería bajo el influjo especial de Dios (o sea fuera de las leyes ordinarias de las cosas y del concurso divino ordinario, y la cual podría llamarse con todo derecho preternatural) Dios sería la causa principal del proceso evolutivo y del efecto humano, mientras que el animal bruto en sú evolución no sería sino la causa instrumental de dicho proceso evolutivo y del efecto humano, esto es la que sería elevada para producir algo por encima de sus fuerzas.

 

En concreto se concibe un triple momento posible del tránsito del animal bruto al cuerpo humano: por el acto mismo generativo del nuevo viviente bien en su estadio embrional, bien después de su nacimiento en cualquier instante de su vida ulterior. Ahora bien la generación es: a) el origen «de un viviente que procede de otro viviente», y de este modo se diferencia de otras educciones o transformaciones; b) como un «principio de unión», esto es de la substancia del que realiza la generación; c) más aún, «en semejanza de naturaleza», en cuanto que el engendrado es de la misma naturaleza que el que engendra y también en cuanto que esta acción tiende intrínsecamente a transfundir dicha semejanza. Luego aunque tal vez un ángel hubiera preparado la materia en orden a la infusión del alma de algún hombre, no sería el padre de éste.

 

Por consiguiente la generación del animal bruto tiende a producir otro animal bruto semejante a él. Luego el bruto sin una especial acción de Dios no podría engendrar al hombre. Y si esto sucediera alguna vez, incluso admitido el que el bruto de por sí de alguna manera hubiera preparado la materia para el alma, no podría decirse que engendrara propiamente al hombre, y por tanto no podría ser llamado padre de éste, pues al menos las últimas disposiciones que exigirían el alma humana, no provendrían en último término más que de Dios. Sin embargo podría decirse que el hombre viene del bruto si bien bajo una acción especial de Dios.

 

Ahora bien, si el tránsito del cuerpo del animal del bruto al humano hubiera sucedido en su estado embrional, la acción del animal bruto que engendraría no hubiera sido ordenada de suyo a este efecto, el cual por consiguiente solamente provendría de un especial influjo divino; así pues en este caso de ningún modo el animal bruto se diría que es el padre del hombre. Mucho más se afirmaría esto si el tránsito del animal bruto al hombre hubiera sucedido después del nacimiento de aquél.

 

Por consiguiente en ninguna hipótesis se concibe que haya podido suceder que un animal bruto engendrara verdaderamente a un hombre. Y si la generación pareciera que es el modo más fácil y más obvio por el que el animal bruto evolucionara al cuerpo humano, mucho menos se concibe esto el que de cualquier otro modo (fuera de la generación) sucediera por sus solas fuerzas naturales juntamente con el concurso divino ordinario.

 

Nuestra tesis ni afirma ni niega cierta cooperación instrumental de los ángeles en orden a la formación del cuerpo de Adán, al cual Dios le infundió el alma (1 q.91 al) si bien se afirmaría esta cooperación instrumental sin una razón sólida, puesto que en las fuentes solamente aparece Dios como realizador del cuerpo humano.

 

Ahora bien, la creación del hombre no debe concebirse como si Dios infundiera el alma al cuerpo ya organizado en sí y a través de las partes (de una materia inanimada o por evolución de un viviente inferior); sino más bien como una acción instantánea por la que Dios simultáneamente en cuanto al tiempo organizó en último término el cuerpo y creó el alma y la infundió en el cuerpo, aunque se conciba que el cuerpo fue formado con anterioridad de naturaleza a la infusión (1 q.90 a.4; q.91 a.4) o sea la acción divina creó simultáneamente el alma por sí misma o por las causas segundas, del modo anteriormente indicado, puso las disposiciones necesarias y que exigían la información y creó e infundió el alma al cuerpo.

 

510. Por consiguiente esta acción especial no consistió simplemente en el hecho de que Dios creara e infundiera el alma humana en un cuerpo de un animal bruto bastante evolucionado, el cual de este modo viniera a resultar humano, sino en el hecho de que de uno o de otro modo extraordinario (esto es fuera de las leyes ordinarias de la naturaleza), modo que nos es totalmente desconocido hasta ahora, hizo que el cuerpo del animal bruto llegara a aquella disposición, que exige la infusión del alma racional en el cuerpo humano.

 

Sin embargo este influjo divino, que difícilmente puede determinarse en concreto, se concibe que fue posible de muchos modos, desde un grado más agudo por el que Dios en algún momento de la evolución transformara el cuerpo del bruto de repente en humano, hasta este más connatural por el que Dios, con su providencia ciertamente extraordinaria (o sea obrando fuera de sus leyes ordinarias), haya establecido desde el principio de la creación el curso de las causas y les haya puesto tal virtualidad y dirección, que realizarán lo que por sí mismas no podrían hacer y poco a poco tendieran a obtener en último término el cuerpo humano mediante la evolución de algún animal bruto. Por lo demás en este último caso todo el proceso parecería exteriormente que es cuasi natural de tal manera que en ningún momento de él se percibiría experimentalmente en su sucesión fenoménica temporal algo nuevo preternatural y solamente la teología y, según parece, la filosofía, descubriría aquel divino influjo especial con el estudio de las fuentes y con el raciocinio; por ello este influjo y su efecto en cuanto que no son sensible y de este modo cuasi naturales no se dirían estrictamente milagrosos.

 

Ahora bien, ¿hay que afirmar además que esta acción es tan especial que la materia de la cual ha sido hecho el cuerpo humano en virtud de dicha acción era inorgánica? Esta cuestión no es ajena a la teología, como si «por las fuentes de la divina revelación no hubiera nada, que exija en este asunto una máxima moderación y cautela», sino que más bien está conexionada positivamente con ella (D 2327). Sin embargo, mientras el transformismo humano no puede decirse que esté ciertamente de acuerdo con estas fuentes, y más bien parecería obviamente que es menos conforme con ellas, nada aparece tampoco en ellas que le excluya claramente; por esto como la teología parece que difícilmente puede resolver actualmente de por sí la cuestión, la cual por otra parte la estudia la ciencia natural, espera prudentemente hasta que las conclusiones de ésta lleguen tal vez a algo definitivo y plenamente maduro respecto a este tema.

 

Por lo cual también nosotros prescindimos aquí de esta cuestión, que por otra parte no parece que sea de gran importancia teológica, con tal que se admita con toda firmeza el que Dios sin el transformismo o mediante él fue el principal autor del cuerpo humano; así pues solamente queremos estudiar los limites de la doctrina cristiana en este asunto.

 

Si por parte de la revelación no se ve que esté excluida la existencia de los preadamitas (todos los cuales sin embargo hubieran muerto antes de nacer Adán y al menos antes del pecado de éste) y si por otra parte por lo que se refiere a la revelación no implica contradicción el que el hombre haya podido venir del bruto, nada parece tampoco en virtud de la revelación que impida absolutamente el que Adán y Eva hayan podido nacer de hombres preadamitas, con tal que quede a salvo lo que las fuentes parece que ponen de relieve con toda claridad, que Dios influyó especialmente de uno o de otro modo en la formación de su cuerpo; sin embargo la existencia de los preadamitas tal vez queda excluida en virtud de otro apartado.

 

511. Adversarios. Los transformistas, 'esto es muchos naturalistas (biólogos, paleontólogos), los cuales, pasando por alto entre otras cosas las diferencias existentes entre ellos, sostienen que los cuerpos vivientes creados, han provenido todos ellos por evolución de uno sólo o de unos pocos organismos, sin excluir al hombre.

 

Atribuyen a la evolución el origen de éste: 1) Algunos de un modo total, esto es en cuanto al cuerpo y en cuanto al alma (esto es el transformismo rígido). Así Darwin, Huxley, Haeckkel, y muchos otros «científicos» no católicos.

 

2) Otros parcialmente, o sea sólo en cuanto al cuerpo (transformismo mitigado) el cual puede llamarse: a) Natural, si se atribuye a las fuerzas mismas de la naturaleza, esto es según las leyes ordinarias de los seres finitos, una vez puesto el concurso ordinario de Dios, cual se dice que lo defendió G. MIVART[3] b) Especial, si se explica de un modo especial (o sea fuera de las leyes ordinarias de la naturaleza con el concurso ordinario de Dios), cual lo defienden muchísimos católicos, como BERGOUNIOUX-GLORY, MARCOSSI, LEONARDI, GRISON, MOUTERDE, etc.

 

Los actuales teólogos protestantes sostienen a menudo el transformismo como algo ya demostrado y como un tema ajeno a la fe, puesto que les parece a ellos que la revelación no dice nada acerca del origen del hombre.

 

Mas por lo que se refiere a la postura de los teólogos católicos hay que tener en cuenta lo siguiente: desde el s.XV al s.XVIII inclusive todos ellos sostienen que Dios hizo el cuerpo del hombre inmediatamente de la materia orgánica; más aún, según algunos mediante el ministerio de los ángeles, los cuales, según estos autores, prepararon la materia para el alma, si bien Dios se reservó para sí mismo la aplicación a esta materia de la disposición última. Sin embargo nadie, a excepción de Báñez, ha afirmado este influjo como de fe. Perrone (a.1841) considera como de fe el que Dios creó el cuerpo del hombre inmediatamente, sin embargo de tal manera que pone de relieve de este modo no la materia ex qua (la cual por otra parte piensa que es inorgánica), sino la acción especial de Dios. Desde el año 1860 hasta el año 1909, los teólogos (podemos enumerar quince) mantienen la misma fórmula de la creación inmediata, esto es por medio de una acción especial (la cual para Lahousse es en este tema elemento esencial), luego a esta tesis, si prescindi­mos de dos que no la califican y de algunos que la consideran de fe, la llaman en general común y cierta y tal vez próxima a la fe, mientras que unos pocos insisten en la tesis de la materia inorgánica como moralmente cierta. Desde el año 1909 hasta el año 1949 inclusive (podemos contar veintiuno) coinciden en cuanto a la acción especial como totalmente cierta (de tal modo que negar ésta es temerario, erróneo, etc.), sin insistir en la materia orgánica, si bien ésta les parece a la mayoría más de acuerdo con el texto bíblico. Desde el año 1950 (en que fue publicada la encíclica Humani generis) a excepción de unos pocos que sostienen que el cuerpo de Adán proviene inmediatamente de la materia inorgánica, la mayoría admite que el transformismo no va en .contra de las fuentes de la revelación, e insisten en la acción especial, la cual sin embargo mientras que nadie la rechaza explícitamente, algunos no hacen mención de ella y tal vez la niegan implícitamente.

 

512. Doctrina de la Iglesia. Es necesario tener en cuenta con toda firmeza desde el principio lo siguiente: que la Iglesia nunca ha cambiado substancialmente en este tema su doctrina (si bien teóricamente no implica contradicción este cambio en cosas que no han sido reveladas formal o virtualmente) y que ha hablado en verdad de tal manera, que lo que ha dicho acerca del origen del hombre se mantendría firme aunque se descubra en alguna ocasión o bien que el transformismo ha sido un hecho real, o bien que éste no se ha dado nunca, más aún, aunque una de estas dos coas constara precisamente por las fuentes de la revelación estudiadas y conocidas con mas profundidad a la luz de la fe; pues la Iglesia nunca ha condenado ni ha aprobado el transformismo ni tampoco ha dicho que dichas fuentes no enseñen nada acerca de esto o en general el que estas fuentes contengan el modo concreto (si bien hasta ahora desconocido por nosotros) cómo ha surgido el cuerpo de Adán.

 

Ciertamente la Iglesia ha condenado el transformismo rígido, esto es en cuanto al hombre total, pero de un modo más bien implícito, o incluso indirecto, en cuanto que el Concilio Vaticano I rechazó como herético este aserto: «fuera de la materia no hay nada» (D 1802) y en general en cuanto que confirmó el texto del Concilio IV de Letrán (D 428), de que «Dios... creó ambas creaturas de la nada, la espiritual y la corporal, a saber la angélica y la de este mundo, y después la humana como constituida en el conjunto de espíritu y de cuerpo» (D 1873). Asimismo Pío XII al declarar: solamente del hombre ha podido proceder otro hombre que llamara a aquél padre y progenitor, como veremos después. Además este rechazo del transformismo rígido está incluido en toda la doctrina de la Iglesia en contra del materialismo y acerca del alma como inmaterial y en concreto como naturalmente inmortal (D 738).

 

513. El transformismo mitigado, como fue presentado primeramente por Perrone, fue condenado y en verdad como contrario a la sagrada Escritura y a la fe, si se considera como natural o espontáneo, por el Concilio de Colonia (a.1860): «Los primeros padres fueron formados inmediatamente por Dios. Así pues declaramos totalmente contraria a la sagrada Escritura y a la fe la sentencia de aquellos que no dudan en afirmar el que mediante un cambio espontáneo de una naturaleza más imperfecta a una naturaleza más perfecta, de forma continuada y últimamente a una naturaleza humana, ha surgido el hombre, ciertamente por lo que se refiere al cuerpo».

 

Según está claro, la palabra «inmediatamente» pone de relieve una acción especial de Dios, esto es fuera de las leyes ordinarias por las que se diría que el cuerpo evolucionaría naturalmente a hombre, sin embargo no hace hincapié en la materia «ex qua» como precisamente inorgánica. Este documento, aunque sea de un concilio provincial (no aprobado solemnemente por el Papa) y por tanto no se trata de un concilio infalible, y por lo tanto reformable en lo que no pertenece al depósito de la fe, tiene sin embargo el gran valor de que expresa rectamente el sentido común de los teólogos de aquel tiempo acerca de este tema. Más aún, los otros teólogos, incluso los actuales, recurren a él en cuanto a la acción especial, si bien no en su cualificación rígida acerca de este transformismo natural en cuanto a la realidad de herético.

 

514. Posteriormente la Iglesia, cuando se estaba ventilando de un modo tan vehemente la cuestión acerca del evolucionismo, no estableció su doctrina con ningún documento. Ahora bien, se dio este hecho curioso, que cuanto G.Mivart (a.1871) propuso como probable el que hubiera podido suceder que por evolución sin una especial acción divina (a no ser que se refiera a ésta la acción moderadora de Dios que él pone de relieve) fuera producido el cuerpo, al cual le fuera infundida el alma humana, y esto era severamente criticado por otros católicos, mientras que en Roma no se le llamó la atención, sino que más bien fue galardonado el año 1876 por Pío IX con la láurea en filosofía: a) Por la autoridad romana fue declarada que no debía sostenerse como contraria a la sagrada Escritura y a los principios de la sana filosofía la tesis de M.D.Leroy, O.P. (a.1891), publicada en la línea de perfeccionar el sentido mivartiano, de que sin que el cuerpo humano proviniera por evolución sino que viniera a resultar humano en virtud de la infusión misma del alma, sin embargo el sujeto material de esta infusión fuera preparado por evolución; b) y J.A.Zahm retiró de la venta, porque no agradaba su difusión a la Santa Sede el libro en el que (a.1896), perfeccionando la doctrina expuesta por Mivart y Leroy proponía la hipótesis de que Dios hubiera hecho que el cuerpo humano fuera preparado por evolución sin necesidad de alguna acción especial divina en orden a la perfección última de dicho cuerpo humano.

 

Según está claro estas intervenciones romanas no son públicas, ni condenan la doctrina de estos libros ya publicados, los cuales por otra parte tampoco fueron incluidos en el índice, luego no indican necesariamente que el transformismo considerado de un modo recto, teniendo en cuenta las fuentes de la revelación, se oponga a estas fuentes directa o indirectamente. Ahora bien, como el materialismo usaba de la hipótesis transformista para atacar a la religión, y por otra parte dicha hipótesis (incluso en cuanto exclusivamente al cuerpo) no pareciera que tenía un fundamento tan suficiente, la Santa Sede sin duda con ánimo de evitar la confusión entre los cristianos, no quiso que pareciera que admitía ya simplemente la hipótesis del evolucionismo, o más bien como tal vez se pensara más probablemente que aquellos autores católicos, si bien ponían de relieve la creación divina e inmediata del alma y la dirección de la evolución del cuerpo, no definían claramente el tránsito del cuerpo del animal bruto a cuerpo humano mediante una especial acción de Dios, sin duda alguna la Santa Sede no quiso que pareciera como si aprobara sin discreción las explicaciones de aquellos católicos que querían conciliar la posibilidad del transformismo con la doctrina católica mediante fórmulas tal vez no seguras. Pues por aquellos mismos años Z.GoNzALEZ (a.1891) corrigió la opinión mivarciana mediante la teoría de la acción especial de Dios en el cuerpo, al cual le dispondría para recibir el alma, sin que Roma desaprobara esto. No obstante esto se mantiene firme: que la Santa Sede con esta doble intervención no condenó el transformismo ya «simpliciter» ya en concreto, al menos natural, si bien tampoco lo aprobó ni siquiera meramente como que pudiera sostenerse con seguridad.

 

515. La Comisión Bíblica (D 2123): «Acerca de si en especial puede ponerse en duda el sentido literal histórico, cuando se trata de los hechos narrados en los mismos capítulos (los tres primeros del Génesis) los cuales se refieren a los fundamentos de la religión cristiana, como son entre otros..., la creación especial del hombre, la formación de la primera mujer del primer hombre, la unidad del género humano..., responde negativamente».

 

Este documento del año 1909 fue dirigido a la Iglesia entera, en el cual en último término se trataba del origen del hombre en cuanto al cuerpo, en cuanto que en los primeros hechos de la narración del Génesis, los cuales son fundamentales en la religión cristiana, se hace mención de la «creación especial del hombre, de la formación de la primera mujer del hombre». Si bien, según está claro, este documento no puede ser definitivo, ya que directamente se refiere no a la verdad de alguna doctrina, sino a la seguridad de ésta, y está sujeto a una ulterior investigación, exige obediencia del entendimiento, esto es asentimiento interno, en tanto que incluso hoy día conserva su valor (D 2302-2329); por ello en nuestro tema se cita siempre. Ahora bien, en este documento parece que se pone de relieve en la creación de Adán la peculiaridad de la acción no meramente en cuanto al alma, sino sobre todo en cuanto al cuerpo, ya que: a) en él el hombre se considera sobre todo en cuanto a éste, como se considera la mujer; b) acerca de la generación peculiar del alma los católicos no dudaban entonces, en otro caso se diría «peculiar creación del alma». c) Si bien la peculiaridad de la creación se pondría de relieve a causa de la infusión del alma, ésta debería aportar, según el sentido obvio, al menos filosófico, alguna previa o simultánea mutación física en el cuerpo (la cual mutación no se consideraría que el bruto la tuviera de un modo meramente natural). Y que se haga mención recta precisamente de la creación del hombre; d) puesto que si no se dice nada más que Dios creó el alma en orden de la exigencia de la materia suficientemente dispuesta si bien de un modo natural por el bruto, y que esta alma le fue infundida a dicha materia, no se haría prácticamente notar con una razón aquella peculiaridad de la creación de Adán, puesto que dicha creación ni por parte de Dio ni por parte del alma sería más peculiar que la creación del alma en orden a la exigencia de la materia común empleada en la concepción de todos los hombres. Luego con este decreto se excluye el transformis­mo natural no en cambio el transformismo especial.

 

Respecto al sentido que a lo largo de dos o más decenios los teólogos atribuían al decreto, algunos entre los exegetas, en los científicos y también los teólogos, han dudado hace muy poco tiempo, más aún, lo rechazaron como no necesario. Sin embargo si se busca sinceramente no cualquier sentido tal vez posible de las palabras del documento sino, según la norma básica de interpretación, el sentido que tenían estas palabras entre los redactores y los firmantes de dicho decreto (Janssens, Vigouroux) apenas parece que pueda haber lugar a tal duda, puesto que se juzga que este decreto refiere lo que todos los teólogos sostenían unánimemente y sin lugar a dudas en aquel entonces y a lo largo de cuatro siglos acerca de la acción especial de Dios al crear el cuerpo de Adán, mientras que por otra parte esta acción no supone necesariamente una materia ex qua que sea inorgánica, ya que la peculiaridad de la acción se salva suficientemente sin esta materia inorgánica y los citados firmantes del decreto no juzgaban que con el mismo quedaba excluido cualquier transformismo.

 

En cuanto al cuerpo de Eva, hay que juzgar igualmente que el documento enseña por lo menos lo mismo, esto es que dicho cuerpo fue formado mediante una acción especial de Dios. Más aún parece indicar tanto por la fórmula misma empleada como por la mente de los firmantes de ella (v. gr. Janssens) que el cuerpo de Eva fue formado inmediatamente por Dios y ciertamente del cuerpo de Adán. Sin embargo si esta respuesta no excluye necesariamente el evolucionismo por lo que se refiere a Adán, parece a muchos exegetas que esta fórmula respecto a la formación de Eva tampoco se opone a un posible origen transformista de dicho cuerpo.

 

Después de esta respuesta, a pesar de la gran ponderación de la misma con que se había considerado sin duda alguna, hubo católicos que ya de un modo manifiesto proponían como probable el transformismo de Adán bajo la especial acción de Dios. Más aún también los hubo que extendían este transformismo como posible a Eva, puesto que la Comisión Bíblica dice que ella había venido «del... hombre», no del cuerpo de éste.

 

516. Pro XII muchos años después (a.1941) habló prácticamente del siguiente modo acerca del origen del hombre en presencia de los miembros de la Academia

 

Romana de las Ciencias: «Dios hizo al hombre y le ciñó con la corona de su imagen y de su semejanza... solamente del hombre podía proceder otro hombre que le llamara padre y progenitor; y la ayuda dada por Dios al primer hombre provino también de él mismo, y es carne de su carne..., teniendo el nombre derivado del hombre, porque fue formado de éste. Por encima de la escala de los vivientes, el hombre, dotado de alma racional, está colocado por Dios como príncipe del reino animal. La múltiple investigación tanto paleontológica como biológica y morfológica acerca del origen del hombre no ha hallado hasta ahora nada positivamente claro y cierto. Por consiguiente no queda más que el futuro responda a esta cuestión, si es que alguna vez la ciencia iluminada por la fe y guiada por la revelación puede establecer conclusiones seguras y definitivas acerca de un tema de tan gran importancia». (D 2285).

 

517. Con estas palabras, después de ensalzar el Romano Pontífice la dignidad del hombre, que hecho a imagen de Dios está por encima de todo el mundo sensible a causa de su alma racional, afirma estas tres cosas:

 

1) Que el hombre no puede proceder más que de otro hombre al cual llama padre. Por tanto no puede provenir del bruto por generación, al menos por generación natural (esto es sin una especial acción de Dios). Puesto que es sobradamente obvio el que Adán no proviene de otro hombre, la fórmula del documento hay que juzgar que enseña algo más: sea lo que sea acerca de la definición de generación, la cual en el mundo no puede darse nada más que entre vivientes corpóreos, de ella como se da en concreto entre los hombres se dice que el niño es hijo de sus padres inmediatamente por el hecho de que éstos han dispuesto suficientemente con su substancia la materia de su cuerpo, la cual exigiría la creación y la infusión del alma; por tanto si algún animal bruto, en virtud de evolución natural llegara a exigir que su substancia exigiera una creación e infusión semejante del alma, no se ve que se dé una diferencia real y concreta entre el vínculo del padre y del hijo y el vínculo del hombre y del animal bruto del cual aquél hubiera procedido, más aún si esta evolución se consumara en el seno del bruto que engendrara, no se ve por qué éste no podría ser llamado padre por el hombre. Luego al menos esta hipótesis de la evolución natural mediante dicha generación natural (esto es sin un influjo especial de Dios), hay que juzgar que queda excluida en virtud de la fórmula pontificia.

 

Y el otro modo (fuera de dicha generación) por el que el hombre procede del bruto naturalmente (esto es sin una acción especial de Dios), debe considerarse como excluido mucho más en virtud de esta fórmula, según se da por supuesto fácilmente. Ahora bien, en las palabras que hemos dicho se trata de alguna cuestión puramente filosófico-teológica, cuya solución es propuesta sin ninguna mezcla de duda, por tanto como al menos cierta, y la cual de suyo es teóricamente indepen­diente de la cuestión acerca del hecho real o irreal de la evolución.

 

2) Otro aserto: Que Eva fue formada del hombre. Estas palabras en línea de igualdad con el origen del hombre indican en dicho texto al menos una acción especial de Dios en la creación de Eva. Más aún, si las palabras del Papa se consideran al pie de la letra, apenas parece que haya lugar a duda alguna acerca del sentido de las mismas; así pues aquella que incluso según lo dicho es una cuestión filosófico-teológica es de suyo independiente del hecho mismo de la evolución; luego puesto que el aserto citado, en cualquier sentido que haya que tomarlo, se establece como algo fuera de duda, tiene valor al menos respecto a aquella acción especial. Más aún, si las palabras del Papa se consideran al pie de la letra, apenas parece que haya lugar a duda respecto al sentido de éstas de que Eva proviene del cuerpo de Adán; así pues estas palabras estarían de acuerdo con las palabras de la Comisión bíblica. Por tanto sólo queda también aquí la cuestión acerca de si estas palabras deben considerarse como una simple repetición de las palabras de la sagrada Escritura, las cuales tal vez no haya que entender necesariamente en el sentido de una procedencia estricta de Eva respecto de Adán.

 

3) Por último se afirma en el documento que la ciencia de la paleontología y de la biología y de la morfología no han alcanzado nada positivamente cierto acerca del modo del origen del hombre, al tiempo que indica también que la revelación acerca de este tema no es suficientemente clara. Así pues como quiera que, según confesión de todos, las ciencias naturales positivas solamente atienden a los hechos, y no al modo filosófico o teológico como deben explicarse los hechos, queda claro que la duda mencionada en este asunto por el Pontífice no es más que acerca de este hecho: ¿Ha surgido el hombre por evolución del animal bruto o de otra manera? Así pues esta duda de ningún modo alcanza aquel otro aserto antes recordado como totalmente fuera de duda respecto al modo como dicha existencia (bien por evolución o bien de otro modo) ha acontecido: a saber, que el hombre no puede provenir del animal bruto a no ser en virtud de una acción especial de Dios. Luego solamente se establece como dudoso el hecho, no su explicación filosófico-teológica.

 

Por consiguiente queda abierta la cuestión acerca del hecho mismo del origen del hombre respecto del animal bruto, cuestión que hasta ahora no ha sido explicada con claridad y certeza a través de las investigaciones de la ciencia natural (la cual como hemos dicho solamente atiende al hecho de un posible transformismo, no al modo de éste. mediante las fuerzas naturales o mediante el poder divino especial, esto es de algún modo preternatural, sin embargo a la cual cuestión tal vez en un futuro, y en verdad con ayuda de la fe y guiada por la revelación, le aguarda el que sea resuelta con certeza.

 

518. Ahora bien, respecto a este documento téngase en cuenta que el Pontífice lo había citado poco antes durante la Sagrada Congregación de Seminarios en la carta dirigida al obispo de Brasilia (7 de marzo de 1950), cuando sin duda alguna ya se estaba preparando la encíclica Humani Generis, a cuya denuncia de los errores se anticipa respecto a algunos, v. gr. por lo que se refiere al relativismo) para quejarse de que algunos hablaban respecto al origen del hombre del animal bruto, sin «tener en cuenta las exigencias totalmente ciertas de la filosofía y de la teología... traídas a la memoria... en el discurso pronunciado por el Pontífice mismo pocos años antes en la Academia Pontificia de Ciencias».

 

Y de nuevo lo citó más tarde en el mensaje al Primer Simposio Internacional de Genética Médica (7 de septiembre de 1953) al tratar del origen del organismo psíquico del hombre (no de su alma espiritual), cuando poniendo de relieve las dificultades de la hipótesis de la evolución del hombre y recomendando de nuevo la prudencia en este tema, invitaba a fomentar las investigaciones acerca de esta cuestión.

 

Luego no se afirmaría con derecho alguno al que aquel documento hubiera quedado implícitamente revocado por otros documentos posteriores, v. gr. por la encíclica Humani generis (a.1950). Por lo demás téngase en cuenta que en estos otros dos documentos ahora citados la duda en este tema se refiere no al aspecto filosófico-teológico, sino sólo a un hecho puramente científico, esto es al hecho mismo del transformismo.

 

519. no XII en la Humani generis (a.1950). Recuérdese por último este documento, en el que parecería que se propone así de un modo más solemne que en el anterior la doctrina católica acerca del origen del hombre (D 2326s): En cuan alto grado hay que tener en cuenta las disciplinas positivas en la religión católica, «ciertamente hay que alabarlo cuando se trata de hechos realmente demostrados; sin embargo hay que tomarlo con cautela cuando más bien se trata de "hipótesis", por más que se apoyen en algún modo en ciencia humana, con las cuales hipótesis se está rozando la doctrina contenida en la sagrada Escritura o en la tradición. Y si tales opiniones que se basan en simples conjeturas van en contra directa o indirectamente de la doctrina revelada por Dios, en ese caso no puede de ningún modo admitirse este postulado».

 

«Por lo cual el Magisterio de la Iglesia no prohíbe la teoría del "evolucionismo", en cuanto que estudia el origen del cuerpo humano como procedente de una materia ya existente y viva - pues la fe católica nos manda sostener que las almas son creadas inmediatamente por Dios - según el actual estado de las ciencias humanas y de la sagrada teología, se examine mediante las investigaciones y las disquisicio­nes de los peritos en ambos campos de los hombres; de tal manera que las razones de ambas opiniones, a saber las que favorecen y las que se oponen, se sopesen y se juzguen en verdad con moderación y templanza; con tal que todos estén dispuestos a obedecer el juicio de la Iglesia, a la cual le ha sido confiada por Cristo la misión de interpretar auténticamente las sagradas Escrituras, y de defender los dogmas de la fe. [Aquí se cita el documento anterior]. Sin embargo algunos han traspasado osadamente esta libertad de disquisición, puesto que se comportan de tal manera como si el origen mismo del cuerpo humano de una materia ya existente vivida, fuera ya totalmente cierto y demostrado mediante los indicios descubiertos hasta ahora y por medio de los raciocinios deducidos de estos mismos indicios; y como si nada hubiera en base a las fuentes de la divina revelación, que exija en este tema una máxima moderación y una máxima cautela».

 

Por tanto con estas palabras se da por supuesto o se afirma con certeza: a) Que el evolucionismo y ciertamente sólo en cuanto al cuerpo humano, no es un hecho realmente demostrado, sino una «hipótesis», sin embargo una hipótesis con la que se roza en verdad la doctrina contenida en la sagrada Escritura y en la tradición. b) Que dicha hipótesis no se opone con certeza directa o indirectamente a la revelación; puesto que en otro caso debería ser rechazada absolutamente. c) Que esta hipótesis puede, al no prohibirla la Iglesia, discutirse libremente (no precisamente admitirse por capricho), sin embargo solamente por parte de los peritos en ambos campos, y en verdad con gravedad y moderación al examinar las razones a favor del transformismo o en contra de él, con tal que estén dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia; así pues de este modo se afirmaría temeraria-mente que el transformismo es algo cierto y demostrado, y que por otra parte no guarda ninguna referencia respecto a las fuentes de la revelación.

 

Por consiguiente la hipótesis del evolucionismo respecto al cuerpo humano, es una cuestión que concierne a la teología y a la «ciencia», hipótesis que todavía no ha sido solucionada con certeza y por lo tanto es discutida actualmente con libertad por parte de los peritos, con tal que estén dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia.

 

520. En este documento se permite en primer término de un modo oficial el adherirse a la hipótesis de la evolución humana, guardando las debidas condiciones. Sin embargo hay que tener en cuenta lo más pronto posible y con la mayor diligencia que en dicho documento no se trata más que del hecho del posible transformismo, según parece, y no en un cambio del modo de éste mediante las solas fuerzas naturales o mediante la acción especial de Dios: a) Según indica la letra de todo el contexto. b) Y puesto que a la ciencia natural (en la cual sin duda en este documento se piensa de forma especial) no le concierne el indagar más que el hecho no el modo, del posible transformismo.

 

Así pues en cuanto a este modo del cual aquí al menos expresamente no se trata, está en vigor el documento anterior, el cual se cita aquí y el cual por tanto se diría sin razón que queda anulado con esta encíclica, sobre todo siendo así que consta que Pío XII más tarde también la cita respecto a este tema (a.1953).

 

Más bien puesto que se propone con este documento la posible evolución del cuerpo, como «de una materia ya existente y viva» y no precisamente con la fórmula común «del animal bruto» u otra semejante, parecería que esto se hace así, a fin de que nadie dé por supuesto que el hombre n el caso del transformismo hubiera podido venir del animal bruto por generación natural, como a primera vista sin una reflexión filosófica y teológica parecería obvio, siendo así que sin embargo según lo dicho esto sería imposible; en cambio la fórmula «de... una materia viva» podría indicar más fácilmente una evolución mediante una fuerza aplicada a la materia, y por tanto mediante un especial influjo de Dios.

 

Luego de este sólo documento nada puede deducirse respecto al modo natural especial de un posible transformismo. Mientras que no obstante en virtud del él se mantiene en pie la doctrina del documento anterior acerca de este tema.

 

Asimismo puesto que el documento no pone de relieve el origen de Eva de Adán, no por ello parece necesariamente que suponga el que tampoco ella misma excluida del transformismo, puesto que dicho documento: a) No trata más que en general acerca del hecho de la posible evolución humana, luego tanto se trate de Adán como de Eva como de ambos. b) Y ya que mantiene más bien la doctrina del documento anterior el cual cita sin que indique que dicho documento debe ser corregido explícita e implícitamente en algún aspecto.

 

521. P10 XII, después de enumerar algunas dotes del cuerpo humano, continúa: «El pensamiento religioso... afirma esto, sin embargo procede mucho más allá: cuando se preocupa de estudiar el cuerpo haciéndole regresar a su primer origen, le atribuye cierto carácter sagrado acerca del cual las ciencias naturales por sí mismas nada saben en absoluto. El Rey del universo, para corona del universo, realizó de un modo u otro modo del barro de la tierra la obra maravillosa del cuerpo humano, al cual le inspiró en su rostro su aliento de vida, con el cual se convirtió en mansión e instrumento del alma...»

 

Esto sagrado que se atribuye en estas palabras claramente al origen del cuerpo humano, no podría, según está claro, derivarse del concurso general de Dios a la evolución natural del animal bruto (cual también hoy día se da en la generación ordinaria), sino de una acción especial de Dios, por la que El mismo de uno u otro modo ha hecho del cuerpo de Adán.

 

522. Se expresan según la sagrada Escritura, y por tanto es menester que se considera del mismo modo que lo considera ella: Pelagio I (D 228s): «Los cuales (los protoparentes) no nacieron de otros padres, sino que fueron creados el uno de la tierra, y el otro de la costilla del varón». El Concilio Vaticano I, que había preparado esta definición: «Esto es lo que cree y proclama la Santa Madre Iglesia. Al ir a crear Dios al hombre inspiró al cuerpo... formado del barro de la tierra, aliento de vida... y bendiciendo al primer hombre y a su mujer Eva, formada por el poder divino de la costilla de Adán, dijo...».

 

523. Valor teológico. La tesis, si muchas palabras de las fuentes se tomaran en su sentido obvio, se diría con todo derecho de fe, sin embargo puesto que estas palabras no excluyen necesariamente todo transformismo, parece que la tesis, teniendo en cuenta la revelación y los científicos, debe ser considerada con más benignidad del siguiente modo:

 

1) El transformismo rígido es herético, en cuanto está implícitamente rechazado por la doctrina revelada que excluye el materialismo (D 1802, 1783).

 

2) La exclusión del transformismo mitigado natural, esto es sin una especial acción de Dios era una tesis hasta el año 1950 (antes de la Humani generis) tan cierta en teología según el mutuo acuerdo de los teólogos, que la tesis contraria se diría con todo derecho que era temeraria. ¿Y qué decir a partir de entonces? La Humani generis es el único documento que pudiera cambiar dicho juicio teológico; sin embargo la encíclica, según hemos dicho, parece que trata solamente de la hipótesis científica, pero no se da su explicación filosófico-teológica, la cual no concierne a los científicos, mientras que respecto a esta explicación filosófico-teológica parece que se atiene más bien al mensaje de Pío XII, al cual cita; luego este documento de por sí no cambia el estado de la cuestión y la solución de ésta. Ahora bien aquellos teólogos que o bien no hacen mención de la acción especial de Dios o tal vez la niegan implícitamente, no aportan nuevas razones que excluyan dicha acción especial de Dios; sin embargo no son corregidos por la Iglesia.

 

Luego la tesis nos parece, si bien por este último dato no sin alguna duda, que todavía es de tal certeza en teología, que la contraria es temeraria, o sea no segura.

 

3) En concreto respecto al cuerpo de Eva hay que decir lo mismo en cuanto a la acción especial de Dios por la que fue hecho dicho cuerpo. Más aún respecto a la materia «ex qua»: si se tienen en cuenta los textos anteriormente citados de la Comisión Bíblica y de Pío XII a la Academia Romana, apenas parece que haya duda respecto a la exclusión del hecho mismo del transformismo en cuanto se diría que Eva ha sido formada del cuerpo de Adán.

 

4) La cuestión del hecho mismo de la evolución (ciertamente bajo el especial influjo de Dios) la dejamos para que sea resuelta por la ciencia natural, si bien iluminada por la fe y la revelación, la cual, como hemos dicho, no excluye al menos con claridad este hecho, sin embargo tampoco lo apoya positivamente y más bien, si se considerara simplemente al pie de la letra, parecería que va en contra de él.

 

524. Se prueba por la sagrada Escritura. 1. Acerca del cuerpo de Adán. La sagrada Escritura, mientras que describe la creación de las plantas y de los animales sin ninguna magnificencia, atribuyéndola sencillamente a Dios, y en tercera persona e indicando de forma detallada las causas segundas (Gén 1,11s.20.24), describe por primera vez de un modo enfático y solemnemente la creación del hombre como fruto de la deliberación de Dios y en primera persona del plural mayestático, y como dedicándose a una acción de una nueva naturaleza y sin hacer mención de ninguna causa segunda. Gn 1,26s: Hagamos al hombre... Y creó Dios al hombre... macho y hembra los creó.

 

Después, con aquel arte antropomórfico que se graba en las mentes de los lectores, refiere otra narración de la creación de Adán, en la cual distingue con toda claridad la realización del cuerpo y la infusión del elemento que lo vivifica como que ambas acciones proceden directamente de Dios. Gn 2,7: Formó Yahvé Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida y fue así el hombre ser animado.

 

Parecería extraño si con estas palabras el autor no quisiera enseñar algo histórico respecto al mismo modo divino de su producción del cuerpo humano, al menos en cuanto que este modo incluya una especial acción de Dios, puesto que en otro caso quedaría bastante obscuro qué es lo que darían a entender estas descripciones. Si en cambio quiere establecer simplemente el hecho de esta producción y ningún influjo especial divino: a) Diría con toda sencillez al igual que dice «Creó Dios los cielos y la tierra... Haya luz... Haga brotar la tierra hierba verde... Hiervan de an imales las aguas... Y creó Dios los grandes monstruos del agua y todos los animales que bullen en ella...», así mismo diría sencillamente «Hizo Dios al hombre» o también «lo hizo ser animado», o «Dios hizo a los hombres». b) Si respecto al primer hombre Dios no hiciera nada especial sino lo que después iba a hacer respecto a los otros (el que se diera la creación del alma ante la exigencia de la materia adecuadamente dispuesta), se pondría también de relieve al menos en alguna ocasión en la sagrada Escritura dicha intervención divina respecto a los otros hombres. Sin embargo en cada caso expresa más bien de un modo distinto que fácilmente se comprende, la realización de éstos o bien la producción de alguno en concreto (Job 10,8-11). c) Más aún cuando se refiere la genealogía de Cristo, mientras que cada uno de los hijos se atribuye a sus padres, se dice de «Adán, hijo de Dios» (Lc 3,23-38).

 

525. Una vez dejada sentada esta tesis, se entienden otros textos adecuadamente al menos respecto al influjo especial. Gn 3,19: Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tornado, porque eres polvo y al polvo tornarás. Tob 8,6: Tú hiciste a Adán del barro de la tierra. Ecl 17,1: De la tierra creó Dios al hombre; 33,10: Todo hombre viene del polvo, y de la tierra fase creado Adán. Sab 7,1: Todos los hombres son descendientes del primero que fue formado de la tierra. 1 Cor 15,4547: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente... el primer hombre, salido de la tierra, es terreno...

 

Ahora bien si según Gn 1,26s y 2,7 parece que se desprende claramente una especial acción de Dios en la creación del cuerpo humano, sin embargo estos textos no excluyen necesariamente la evolución, puesto que podrían tomarse absolutamente acerca del hecho de la formación del cuerpo, y no respecto al modo de esta misma formación o bien inmediatamente de la materia orgánica, o bien por evolución, de tal manera que las palabras «fue hecho... un ser viviente» podrían en este contexto ser continuación del antropomorfismo anterior (acerca de la formación del cuerpo, y respecto al aliento de vida), indicando simplemente que el cuerpo en virtud del aliento de vida fue convertido en persona o en individuo humano, y no necesariamente que este cuerpo no vivía antes (con algún género de vida), sino que empezó a vivir entonces por primera vez. También se dice que nosotros somos hechos de tierra, siendo así que no obstante no procedemos inmediatamente de ella, sino sólo rnediatamente (Sal 102,14; Is 64,7; Ecl 12,7; Job 10,9; 33,6). Esto mismo se puede decir todavía con más razón de otros textos bíblicos anteriormente citados. De aquí que ya no hay ninguna duda de que el hecho del transformismo puede compaginarse absolutamente con la sagrada Escritura.

 

526. Si por lo que vamos a indicar ahora, se dijera que Eva ha sido hecha inmediatamente de Adán, parece que por igual motivo debe decirse lo mismo respecto a Adán, sobre todo por el hecho de que el varón supera en dignidad a la mujer; por esta causa S.Pablo explica que la mujer procede del varón (1 Con 11,7s).

 

527. 2. Respecto al cuerpo de Eva. La formación de Eva se narra de un modo todavía más vivo que la creación de Adán. Gn 2,21s: Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre (Adán) el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas rellenando el vacío con carne. De la costilla (sélá), que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer. Si se prescinde de la forma general con la que se describe esta formación prácticamente como una cierta operación quirúrgica, y si se prescinde también del sentido estricto de la palabra «sélá», la cual incluso indicando costilla podría según la sagrada Escritura (Gn 2,23; 1 Cor 11,8) indicar no literalmente esta parte del cuerpo, sino alguna parte del cuerpo de Adán o también simplemente significar vida (D 2123), parecería extraño que si esta narración debe tener sentido histórico, al menos no ponga de relieve el que Dios de uno o de otro modo actuó con una acción especial en la formación de Eva.

 

Y además, si se considera la sagrada Escritura en sí sola,apenas parecería que habría lugar a duda respecto a la formación directa de Eva del cuerpo de Adán; pues si constara con certeza que Adán no ha venido por evolución, prácticamente nadie dudaría de atribuir el mismo sentido a la formación de Eva. Y en verdad si la creación de Adán se dice según todos que fue de algún modo milagrosa, incluso en la hipótesis del transformismo, nada impide que la formación de Eva fuera tal bajo algún aspecto pero igualmente fácil a Dios, y por tanto no se ve una razón verdaderamente convincente para que se rechace el sentido obvio de esta formación en cuanto inmediata del cuerpo de Adán. Esto lo confirmarían también y lo explicarían mejor los textos de I Cor 11,7s: El varón....es imagen y reflejo de Dios....en efecto, no procede el hombre de la mujer sino la mujer del hombre. Y en la I Tim 2,13 se dice: Porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar.

 

Sin embargo no faltan teólogos día en día más exegetas según los cuales en virtud del género literario empleado en Gen 2,20-23, se da en este texto una narración simbólica, en la cual tal vez no se excluya el posible transformismo respecto a Eva. Se dice que ésta fue hecha de Adán, para que aparezca: a) que le fue dada por Dios por benévola providencia a éste la mujer como ayuda, como quiera que ambos son una misma cosa en la mente de Dios. b) que la mujer era superior a los animales, de los cuales no podía proceder por generación, y que era una persona humana, esto es de la misma naturaleza que Adán su modelo, la cual igualdad era desconocida en el antiguo oriente y en concreto en Israel la mujer era considerada como inferior al hombre. c) la cual responde al deseo de éste, de tal modo sin embargo que ambos, supuesta no obstante la superioridad de la dignidad del varón sobre la mujer, han sido coordinados entre sí y destinados a un mutuo complemen­to psíquico y físico, en cuanto que atraídos mutuamente están concordes mediante el vínculo del amor total en un matrimonio único e indisoluble.En dicha hipótesis de la I Tim 2,13 no indicaría necesariamente prioridad temporal de Adán respecto a Eva, ni tampoco en el texto de l Cor 11,8, sino superioridad de Adán sobre Eva. Sin embargo la hipótesis indicada no está exenta ni carece de dificultades.

 

Por otra parte en la hipótesis del transformismo humano, surgen dificultades de ardua solución v.gr. (para no insistir en el sentido obvio y natural de la sagrada Escritura que debe mantenerse de suyo, a no ser que ésta no excluya absolutamente otro sentido, el cual le alcance aquel en probabilidad o incluso le supere y por consiguiente le debilite guardada la proporción): Adán en el Génesis sólo aparece como adulto, al menos en el momento en el que se le supone capaz de engendrar (1,27s), de labrar y de cuidar el jardín del Edén: 2,15), de cumplir un precepto (2,17), de contraer matrimonio (2,23s), y sobre todo de cometer el pecado (3,6-19) que traería a la humanidad entera consecuencias pésimas; todo lo cual no puede ser considerado de otro modo (para defender el transformismo) de tal manera que la substancia histórica de estos textos se ponga verdaderamente en duda (D 2123): luego según estas circunstancias estaba orgánicamente suficientemente desarrollado. De aquí el que los Padres y los exegetas en general presentan a Adán solamente como adulto. Ahora bien incluso en la ciencia natural la hipótesis del hombre procediendo del animal bruto, en el estado de hombre adulto sería tan gratuita y tan difícil de admitir que incluso los transformistas ponen más bien el paso de animal bruto a hombre en el estado embrionario, más aún en la primera célula y en verdad por mutación repentina. Así pues si se dice que el hombre ha provenido del animal bruto por evolución y se afirma que ha sucedido esto (a fin de que no surjan dificultades gravísimas) no en su estado ya de hombre adulto, sino en un estado embrional, surgen tal vez dificultades no menores, puesto que un sólo infante viviría en medio de animales brutos y por sí mismo llegaría a un estado físico-psicoló­gico de adulto, a no ser que se recurra a la intervención extraordinaria y continuada de Dios, cual un transformista no la admitiría fácilmente, incluso para salvar el principio de que Dios hasta en esto obraría por medio de las causas segundas.

 

528. Se prueba por la tradición. Los SS. Padres, sin refutar directamente el transformismo, puesto que lo desconocían, no obstante hablaron de tal manera que el transformismo no puede compaginarse con las palabras de ellos tomadas en su sentido obvio, según es admitido fácilmente por todos.[4]

 

Sin embargo para que esta doctrina debiera ser admitida necesariamente, debería constar no sólo acerca de su unanimidad moral, sino también el que la presentan los SS. Padres como que es la única que debe ser sostenida según la fe, sin que permitan otras opiniones posibles como resultado de una seria investigación, si bien sometidas a un detenido examen, en la medida en que esto se vea en las dudas o por el modo de hablar de ellos, o por el sentido que otros atribuyen generalmente a los textos de aquellos.

 

1)    Si el hombre ha sido hecho del barro, mucho más puede ser resucitado. En las cuales palabras se afirma que el hombre ha sido hecho por una acción especial, puesto que también la resurrección es una acción especial, y no por evolución. S. IRENEO (R 250): «Tomó Dios barro de la tierra y formó al hombre. Y ciertamente es mucho más difícil.... de los huesos que no existen.... y conforme a la restante disposición, que se da en el hombre, hacer que exista que lo que ha sido hecho y después se ha deshecho en la tierra....volver de nuevo a reestablecerlo...».

 

AFRAATES (R 687): «Dios al crear al hombre al principio lo formó del polvo y le dio......... icuanto más fácil le es ahora resucitar al hombre que está enterrado...!»

 

2)    Solamente Dios hizo al hombre, sin intervención de otras causa segundas, incluso de los ángeles (y mucho menos de otra causa creada, como serían los animales brutos). S. IRENEO (R 235): «Así pues, no nos hicieron ni nos formaron los ángeles....;ni ningún otro, excepto el Verbo del Señor....pues Dios no necesitaba de éstos...».

 

S.BASILIO: «...todas las cosas fueron creadas por mandato; pero no así el hombre. En efecto no se dijo: Hágase el hombre, como se dijo haya un firmamento, sino que ves algo más en el hombre que en la luz....la creación del hombre aventaja a todas. Pues tomó, dice, Dios polvo de la tierra y formó al hombre. Con su propia mano se digna formar nuestro cuerpo. No le ayudó a formarlo un ángel; no ....le presentó la tierra espontáneamente al hombre....no ordenó a las Potestades que le sirven el que hicieran esto o aquello, sino que elabora la obra con su propia mano, tomando polvo de la tierra».

 

S.AMBROSIO: »...Hagamos ....al hombre a nuestra imagen ¿quien dijo esto? ¿acaso no fue Dios, el que te hizo?....¿a quién se lo dice?....no los ángeles, porque son servidores de El; y los servidores no pueden tener consorcio en la obra con el Señor ni las obras pueden tener consorcio con el autor; sino que se lo dicen al Hijo...».

 

529. 3) La formación del cuerpo humano es obra admirable de Dios. TERTULIANO (R 361): «Se realizaba una obra tan grande con la que se levantaba esta materia. Así pues tantas veces es honrada dicha materia, cuantas es sostenida por la mano de Dios, cuantas es tocada cuantas es acariciada por ella. Presta atención a todo un Dios ocupado en ella con su mano, con su pensamiento....y en primer lugar con el amor mismo con que trazaba las facciones....siendo esto así, tenemos un barro glorioso a causa de la mano de Dios, y una carne más gloriosa a causa del hálito de Dios...»

 

S.AGUSTIN (R 1696): «Más cómo hizo Dios a Adán del barro de la tierra?...Hizo lo que le convenía poder y hacer a Dios omnipotente y sabio...».

 

S..IUAN CRISTOSTOMO: «...¿Formó al hombre tomando polvo de la tierra? También dice, y no simplemente, ni dice cualquier clase de tierra fortuitamente, sino polvo; como si alguien dijera lo más diminuto y lo más vil que es la tierra. Te parece grandioso y admirable lo que ha sido dicho; sin embargo si piensas en quién es el autor admirarás y adorarás el poder del Creador».

 

4) Adán fue hecho de la tierra como Eva de la costilla del varón. S.AMBROSIO (R 1278): «Y no es indiferente el hecho de que no haya sido formada de la misma tierra de la que fue formado Adán, sino que la mujer fue hecha de la costilla de Adán mismo...."

 

S.AGUSTIN da por supuesto esto mismo de forma implícita (R 1543): «Si bien la mujer visible.... fue hecha primeramente del cuerpo del varón... por Dios, no fue hecha así sin motivo....Lpues es que acaso le faltó barro para que fuera formada la mujer....?" "¿Más cómo le hizo Dios a Adán del barro de la tierra?». (R 1696).

 

TEODORETO (R 2147): «También por esta causa no formó a la mujer de otra materia, sino que tomó la materia para formarla del varón; a fin de que ella misma, pensando que tenía una naturaleza distinta del varón, no se mostrara rebelde respecto a éste».

 

530. Estos testimonios que parecen por lo que se refiere al cuerpo de Eva suficientemente claros, en cuanto al cuerpo de Adán: a) ponen de relieve sin duda alguna la acción especial de Dios (sobre todo v. gr. en la alusión a la resurrección, a la exclusión de los ángeles, en la proclamación de los atributos de Dios y de la excelencia de la obra). b) No niegan necesariamente todo transformismo, pues como quiera que los Padres desconocían éste, hay que juzgar que afirmaron el hecho ateniéndose a la sagrada Escritura, o sea el hecho de la producción del cuerpo de una materia inorgánica, y no en cambio tal vez el modo de esta producción, bien inmediata o bien por evolución. Pues tampoco consta el que ellos hubieran querido enseñar la formación del hombre en cuanto inmediata del barro de la tierra como algo concerniente a la fe; si esto fuera así, estaríamos además en el deber de prestar nuestro asentimiento a lo que ellos dicen.

 

531. Razón teológica. 1) Respecto al transformismo natural cuanto que hay que establecer al menos alguna acción especial de Dios, la cual de por sí ni afirma ni niega el hecho del evolucionismo. En verdad la ciencia natural puede consignar los hechos de la evolución humana obtenidos por la experiencia; sin embargo la determinación de las fuerzas que superan en un caso concreto esta experiencia, las cuales fuerzas produjeron esos hechos, concierne o bien a la filosofía o bien también, y tal vez sólamente, a la teología; ahora bien la intervención de Dios, y mucho más si esta intervención es especial, en el origen del primer hombre, supera a dicha experiencia. De donde, incluso admitido el hecho de la evolución humana como cierto, aún habría lugar a la determinación de las fuerzas ya filosófica ya teológica.

 

a) Todos los hombres vienen de Adán y Eva. Sin embargo si se quiere mantener el evolucionismo natural, no hay ninguna razón para suponer que éste lo alcanzaron: a) sólamente dos individuos humanos, b) y además éstos de distinto sexo. Luego dicho transformismo difícilmente se compagina con el monogenismo.

 

532. La razón filosófica no puede ni excluir ni confirmar como un hecho el transformismo especial, sino a lo sumo explicarlo convenientemente; en cambio el transformismo natural puede refutarlo entre otras por la razón de que dicho transformismo supone gratuitamente en contra del principio de causalidad el que alguna naturaleza (con el concurso ordinario de Dios) tiende a producir un efecto más perfecto que ella, esto es o bien que el cuerpo de un animal bruto ya desarrollado haya evolucionado naturalmente hasta tal punto que exigiera la infusión del alma, o bien que el animal bruto haya producido por generación al hombre.

 

Y tampoco niegan esto aquellos evulocionistas teístico-finalistas, los cuales dicen que Dios puso en los primeros organismos creados ciertas virtualidades, las cuales, una vez que se dan las circunstancias adecuadas, han producido nuevas especies superiores. E incluso tampoco si se dice que una causa particular produce una nueva especie superior bajo el influjo de las causas universales, las cuales en último término obren bajo algún influjo especial de Dios; o si este influjo se niega, hay que mantenerse también en la razón filosófica anteriormente aducida a fin de que tenga valor respecto a cualquier causa creada al menos material.

 

533. Objeciones. 1. Con el transformismo se pone de relieve la excelencia del hombre, puesto con él como término de toda la vida sensible. Luego el tranformismo se admite de un modo conveniente sin una especial acción de Dios.

 

Respuesta. Distingo el antecedente: Con el transformismo se pone de relieve

la excelencia del hombre, de tal manera que sin embargo se pone todavía más de relieve dicha excelencia, dando por supuesta la inmediata creación del hombre, conc. el antec.; en otro caso, niego el antec.

 

La creación inmediata pone mejor de relieve la distancia del hombre respecto al animal bruto; igualmente es más noble el origen que da por supuesta una acción de Dios más perfecta y como más íntima. En verdad puesto que en el mundo las cosas proceden ordinariamente de lo imperfecto a lo más perfecto, parecería también que el animal bruto se desarrollaría en el hombre; sin embargo Dios para hacer resaltar la excelencia de éste, pudo formarle con su influjo especial de un animal bruto, más aún pudo crear al hombre de la nada. Más tampoco se diga que va en contra de la dignidad del hombre el origen del animal bruto, puesto que no iría menos en contra bajo este aspoecto la creación del hombre de la nada o incluso la asimilación de una materia inferior orgánica en la nutrición. En estos dos casos la infusión del alma racional supondría la mutación substancial de la materia.

 

2.             Dios hace mediante las causas segundas lo que puede hacerse con ellas, ahora bien el cuerpo del hombre puede ser hecho con la evolución del animal bruto; luego el hombre procede de Dios mediante la evolución del animal bruto.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Dios hace mediante las causas segundas lo que puede hacer con ellas naturalmente, pase la mayor; en otro caso, subdistingo: en alguna ocasión (v.gr. en el caso de los milagros) concedo; siempre, niego.

 

En nuestro tema, en cuanto al poder, se niega el que algún animal bruto como causa principal haya podido hacer el cuerpo del hombre puesto que la disposición próxima para la infusión del alma no puede realizarse naturalmente a no ser por generación, y ciertamente mediante una causa de igual perfección (De pot. q.6 a3). Ahora bien si se dijera que es posible la evolución natural, aun en ese caso negamos, según lo que hemos probado, el que el cuerpo del hombre de hecho haya venido por ella. Y el que no proceda de una evolución preternatural es, según lo dicho probable.

 

3.             La narración genésica acerca de la creación del hombre es figurada; luego no debe tomarse acerca de una formación inmediata del hombre, esto es por una acción especial de Dios.

 

Respuesta. Distingo el antecedente La narración genésica acerca de la producción del hombre es figurada en cuanto algunos aspectos, conc. el antec.; en cuanto a todos los aspectos, subdist.: en cuanto a una especial acción de Dios en la producción del cuerpo humano, niego; en cuanto a la producción de materia inorgánica, puede pasar.

 

La explicación de esto está claro por lo dicho en la prueba.

 

534. Corolario. De la prudencia que hay que tener en esta cuestión. No pertenece al sacerdote como tal el defender o propagar el transformismo, o bien el hablar acerca de él delante del pueblo sin una razón que verdaderamente le obligue a ello. Y si tal vez en alguna ocasión surja este motivo, explique la cuestión con una enorme cautela. Pues debe saber que el pueblo con muchísima dificultad puede captar las distinciones teológicas respecto a este tema de tal manera que aquél pensaría fácilmente, no sin detrimento de la fe, que algo que le había sido anteriormente enseñado, y ciertamente como escriturístico (la formación del barro de la tierra), se habría descubierto que era falso. Más aún podría el pueblo fácilmente caer en error, tomando como cierta la idea del transformismo que le hubiera sido presentada por el sacerdote, la cual no es más que una simple hipótesis, con tales dificultades, que tal vez en un futuro próximo se tenga que descubrir que es falsa.

 

535. Escolio. Acerca de S. Agustín y el transformismo. El santo Doctor enseña que Dios hizo todas las cosas al mismo tiempo, si bien unas las hizo perfectas desde el principio (los ángeles. el firmamento, los astros, la tierra, el mar, el alma de los hombres, et), y otra en cambio (las plantas, los animales, el cuerpo del hombre) sólo incohadas esto es causalmente, potencialmente, invisiblemen­te, como en las razones seminales (las cuales -difíciles de concebir y de definir- serían no precisamente semillas, sino virtualidades, fuerzas), de las cuales surgirían a su debido tiempo aquellas cosas, siendo Dios mismo el que rige y mueve dichas causas. De aquí que el S. Doctor, según algunos autores, digan que enseñó alguna clase de transformismo, al menos de un modo más o menos implícito.

 

Sin embargo concediendo fácilmente el que estas razones no fueran meramente pasivas sino verdaderamente activas, las cuales evolucionarían en plantas y animales, S. Agustín, restringiendo el hecho al cuerpo de Adán: a) No enseña en ningún texto que dicha evolución conlleve la transforma­ción de las especies, (la cual es la esencia del evolucionismo),sino que más bien da por supuesto lo contrario. b) En ningún lugar dice que el cuerpo del hombre proceda del animal bruto, sino que dice que el cuerpo de Adán procede del barro de la tierra, y el cuerpo de Eva del costado de Adán. c) Además enseña la intervención milagrosa de Dios ciertamente en cuanto al cuerpo de Eva, y más probablemente en cuanto al cuerpo de Adán.

 

536. Con mucha menos razón propondrían algunos sin motivo alguno a S.Gregorio Niceno como en alguna manera transformista. El mismo enseña «que en verdad todas las cosas existieron virtualmente en el primer acto de la voluntad de Dios en orden a crear, como proyectada cierta virtualidad de semilla para la creación del mundo, y que sin embargo de ningún modo se dieron cada una de las cosas en acto», o sea «que Dios llevó a término las ocasiones y las causas y las virtualidades de todas las cosas, y que al primer impulso de su voluntad existieron cada una de estas cosas, el cielo, los aires, las estrellas..., los animales, las plantas...», si bien «en un cierto orden» de tal manera «que existió y apareció primeramente algo de todo el conjunto de las cosas, después.... siguió otra parte, a continuación, según lo ordenaba el artífice en la naturaleza, siguió lo tercero y lo cuarto», y el hombre mediante el grado vegetativo, sensitivo, y racional alcanzó su consumación.

 

Sin embargo en ningún texto el santo Doctor indica la transformación de las especies, sino que más bien dice que Dios creó al hombre, como unas realidad totalmente nueva, después de que estuviera ya perfeccionada la obra creadora de las plantas y de los animales, y que creó al hombre en verdad con una especial deliberación previa.

 

Articulo II

Del origen del linaje humano

 

TESIS 21. Todo el linaje humano procede de Adán y de Eva.

 

537. Nexo. Consta que Adán y Eva provienen en cuanto al cuerpo inmediatamen­te de Dios. ¿Mas qué decir del origen de los otros hombres también en cuanto al cuerpo?. Estos provienen próximamente por generación de sus padres. Ahora bien como quiera que en la carrera retroactiva de la sucesión de los hombres se da algún término a quo, o sea hay algunos primeros padres de ellos, se pregunta quienes fueron estos primeros padres.

 

538. Nociones. TODO EL LINAJE HUMANO, a saber todos los hombres existentes desde el tiempo de la creación de Adán (o al menos desde el momentos de su pecado) hasta nosotros, y en verdad existentes en esta tierra.

 

Así pues prescindimos (sin que se afirme o se niegue) de la cuestión acerca de otros posibles hombres que existieran hipotéticamente antes de Adán (si bien se pensaría sin ninguna probabilidad que entre ellos estuvieron sus padres, n.508); o de otros hombres que hubieran existido después de él si bien sin conexión ninguna con Adán por ningún vínculo de descendencia (con tal que hubieran desaparecido dichos hombres al menos antes del pecado de Adán) o también de otros que vivieran ahora en los astros, y mucho más se prescinde de otros seres irracionales semejantes morfológicamen­te al hombre que tal vez pudieran vivir en alguna parte incluso después del pecado de Adán, puesto que todas esta hipótesis no atañen a los dogmas cristianos que sólo se refieren expresamente a los hombres que viven en la tierra y ciertamente posteriores a Adán.

 

PROCEDE, esto es trae su origen en cuanto al cuerpo (pues respecto al origen del alma se tratará después).

 

DE ADAN Y EVA, a saber, como de primera y única pareja, por consiguiente de tal manera que se afirma el monogenismo estricto, o sea la doctrina que defiende la unidad de todos los hombres, no sólo una unidad específica, sino también de. origen, esto es en cuanto que provienen de una sóla pareja, y queda excluido el poligenismo, o sea la teoría que niega al menos dicha unidad de origen.

 

Admitida la unidad de la especie de todos los hombres existentes desde Adán hasta nosotros, en cuanto que puede afirmarse de todos ellos el mismo conjunto de notas esenciales, no se sigue todavía de forma necesaria la unidad de origen, como que todos ellos tengan la misma naturaleza propagada por una única pareja. Sin embargo admitida la unidad de origen de todos los hombres, se sigue necesariamente la unidad de especie de éstos, a no ser que se admita como posible el transformismo natural entre especies folosóficamente diversas.

 

539. Adversarios. a) El preadamismo sostiene en general que existieron otros hombres antes de Adán. Ahora bien nos referimos aquí, no a aquellos que, según Fabre d'Envieu, sostenían el preadamitismo sin ninguna razón seria de tal manera, que pensaban que dichos hombres ya habían desaparecido antes de la creación de Adán (Cf. n.537); sino que consideramos aquí adversarios aquellos que enseñaron que hubo hombres nacidos antes de Adán los cuales vivieron juntamente con Adán, de tal manera que los postadamitas provienen en parte de Adán y Eva, y en parte de aquellos hombres que vivían antes de Adán.

 

Así ISAAC DE LA PEYRERE, calvinista, el cual habiéndose posteriormente convertido a la fe católica se retractó y refutó de forma contundente su opinión, habiendo defendido anteriormente que el hombre del que se trata en Gen 1,26s (Hagamos al hombre... y los creó macho y hembra) fue el padre de los gentiles, y que en cambio Adán, o sea el hombre del que se habla en Gen 2,7 (Formó Yahvé Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado), distinto de aquel primero, fue el padre de los hebreos, de tal manera sin embargo que en todos los hombres se daba el pecado original por imputación del pecado de Adán.

 

b) El polifiletismo, que sostiene que tan gran diversidad morfológica, fisiológica, psíquica de los hombres vivientes y desaparecidos no se explica si no es por el origen de diversas estirpes (KLAATSCH, ARLDT, G.SERGI, G.SERA).

 

c)  El monofiletismo, que sostiene que los hombres provienen de una sóla estirpe ya humana, pero que vivieron en distintos lugares de la tierra, según lo permitían las circunstancias (hologenismo v. gr. D.RosA, G.MONTANDON). También suelen citarse otros autores más antiguos en favor de ambas teorías.

 

Actualmente practicamente todos los científicos, incluso los no católicos, sostienen el monofiletismo, o sea que los hombres son de la misma especie,más aún que éstos provienen de un único y el mismo lugar de la tierra, el cual hoy muchos piensan que es Africa. Ahora bien el que los hombres provengan de una sóla pareja puede probarlo positivamente, según algunos autores, la ciencia por sí misma ella sóla, en cambio hay otros autores que niegan el que la ciencia por sí sóla pueda probar ésto; sin embargo por lo menos la ciencia no puede aportar ningún argumento de valor en contra de ello.

 

Antes de la Encíclica Humani Generis (de la cual hablaremos enseguida) algunos católicos o aprobaron (Mancini) el poligenismo (considerado en el sentido de la tesis) o no se opusieron totalmente al mismo ( Boussonie, al parecer) o dudaron acerca de su certeza teológica según el estado actual de la ciencia (Bataini, Prete, y Guitton), al menos como si considerado éste bajo el punto de vista científico, no le tuvieran como definitivamente excluido (Dubarle, Card. Lienard, Rondet,Gaudel, Amann).

 

Boussonie referían (ciertamente como ajena a ellos) la hipótesis acerca de si el pecado original no pudiera concebirse como un hecho, que proviniera no de una sóla pareja sino de alguna multitud de hombres, de la cual todos los descendiantes contrajeran el pecado, de tal manera que por otra parte Pablo al poner de relieve la obra de Adán y de Cristo respecto a nosotros, enseñara su efecto universal más bien, que el origen común de los hombres.

 

540. Documentos de la Iglesia. Estos muestran que la mente de la Iglesia siempre fue el que todos los hombres descienden nacidos de Adán, y ciertamente esta mente ha estada exoresada con tales palabras, que con dificultad no podría tomarse en sentido propio.

 

PELAGIO I (D 228 a): «Confieso que todos los hombres que han nacido y han muerto desde Adán hasta el fin del mundo han de resucitar juntamente con Adán mismo y con su mujer, los cuales no nacieron de otros padres...».

 

Pío II (D 717c) Condenó, sin enseñar no obstante el monogenismo de una forma explícita el siguiente error: «El que Dios hubiera creado también un mundo distinto de éste, y que en ese tiempo vivieron muchos otros hombres y mujeres, y que como consecuencia Adán no fue el primer hombre».

 

541. El C. Tridentino, el último Concilio que trató solemnemente acerca del pecado original, sobre el que vendría a expresar a manera del pensamiento de toda la tradición anterior, dice directamente lo siguiente acerca de este tema, que no obstante está conexionado con el nuestro: «Si alguno no confiesa que el primer hombre Adán....perdió....la santidad sea anatema». «Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le perjudicó a él sólo y no a su descendencia, y que perdió para sí sólo y no para nosotros....la santidad ....que había recibido o que aquél habiendo caído en pecado transmitió a todo el linaje humano....la muerte ....pero no también el pecado....sea anatema».(D 788s; C. Arausicano, D 175).

 

«Si alguno afirma que este pecado de Adán, el cual es único por su origen y por su propagación, y se da como propio en cada uno sin haber sido transmitido a todos por imitación ....se quita por otro remedio, que .... sea anatema». (D 790)

 

«Si alguno dice que los niños recien salidos del seno materno.... no contraen por Adán nada del pecado original, que sea necesario ser expiado con el bautismo.... sea anatema....Por ello son bautizados en realidad de verdad para remisión de los pecados, a fin de que en ellos quede limpio por la regeneración, lo que contrajeron con la generación». (D 791; cf. C. XVI de Cartago D 102).

 

Por consiguiente según estas palabras, Adán, el primer hombre, al pecar, transmitió el pecado a su descendencia, esto es a nosotros, o sea a todo el linaje humano, a saber a cada uno de los hombres (al igual que la muerte), excepción hecha de la Santísima Virgen (D 792). Y en verdad de tal manera que contraen dicho pecado por él todos por generación o sea por propagación, no habiendo sido transmitido por imitación. Luego según estas palabras: a) Ciertamente se define el hecho universal del pecado original. b) Con esta doctrina no se define de forma expresa, pero en el caso de que no se defina implícitamente, al menos se da por supuesto de una forma clara, el que el pecado se transmite por propagación o generación, y que por ello mismo todo el linaje humano proviene de Adán por generación, de tal manera que esto es al menos doctrina próxima de fe o cuando menos doctrina necesariamente conexionada con el dogma del pecado original,o sea teológicamente cierta. Lo cual tiene valor, aunque los Padres conciliares ignoraran el poligenismo y los actuales problemas paleontológicos, y por tanto no pretendieran expresamente enseñar el monogenismo, puesto que enseñan la doctrina que incluye necesariamen­te éste, sin el cual dicha doctrina no podría mantenerse en lo substancial.

 

Ahora bien a primera vista y según una rígida exégesis literal del texto, parecería que se trataba en el Concilio en contra de los neopelagianos, que decían que el pecado original se nos transmitía no por propagación (sino por imitación), de dejar establecido esto sólo: El que todos nosotros tenemos el pecado transmitido no por imitación; y que por tanto se enseña que Adán fue un sólo individuo, y que el pecado original fue precisamente uno sólo, y que éste se transmite por generación (ciertamente no por imitación). Dejando esto sentado, aunque los Padres conciliares pensaran en la transmisión del pecado por generación, como de hecho se ve que sucede ahora, no implicaría contradicción con su pensamiento la propagación del pecado de uno sólo a todos los hombres, incluso en la hipótesis de que no descendieran de él, mediante la imputación jurídica de dicho pecado. Sin embargo:

 

a)    Si los Padres conciliares decían que el pecado original se transmitía mediante propagación o generación, consideraban esto como los teólogos de los siglos precedentes, o sea que el pecado se transmitía a los hijos por los padres, sin que por consiguiente se les pueda atribuir razonablemente una cierta intención oculta de no enseñar más que esto solamente, que el pecado original no se propaga por imitación. Sin duda éstos tenían en cuenta la doctrina tradicional acerca de este tema, o sea la doctrina defendida por S. Agustín, de que el pecado cometido por Adán se transmite a todos por generación y la cual la negaban los pelagianos, poniendo sobre todo de relieve el que ningún pecado puede transmitirse por generación (D 102). Así pues el concilio quería definir en conjunto la doctrina católica acerca del pecado original, en la cual uno de los principales elementos es sin duda el modo de la propagación de dicho pecado, según consta por toda la tradición.

 

b)    Además entre los errores que tuvo el concilio presentes, estaban también éstos: «El error conocidísimo de Pelagio consistente en que nosotros no nacíamos ni eramos concebidos pecadores, o sea que no contraíamos por nuestra generación ninguna mancha de pecado. Este error lo condenó el Concilio Milevitano.El segundo error es el de Valentino, Maniqueo y Prisciliano, que decían que los hijos nacidos de un matrimonio cristiano no contraían el contagio de la culpa original....el error decimotercero.... es el de aquellos que sostienen que no hay un sólo pecado original, sino más pecados originales». Luego consideraba los errores no sólo en cuanto a la pura negación del pecado original, sino en cuanto a que no se contrae nada de pecado por generación.

 

c)    En la fórmula «transmitido por propagación, no por imitación» (D 790), se afirma sin duda que se define el elemento negativo esto es «no por imitación», mucho más hay que decir que se define el elemento positivo y expresado en primer término y directamente, esto es «por propagación». Ahora bien esta palabra de suyo indeterminada indica en la mente del Concilio generación, según queda claro por las palabras de éste. (D791-794 y sobre todo 795) y por las Actas.

 

En verdad los teólogos dijeron: «Se contrae por propagación, no en cambio por imitación», lo cual lo consideraban de este modo: «Se distingue éste de los otros pecados, porque éste lo contrae la naturaleza manchada por la carne mediante la prevaricación de Adán en la generación misma». De igual modo los Padres conciliares insistían: «Se da en nosotros .... por generación, puesto que todos estábamos en Adán, cuando él pecó». «Se transmite no sólo en cuanto a la imitación, sino también en realidad de verdad, por cuanto la naturaleza misma ha quedado manchada....tenemos una naturaleza viciada.... en Adán por el pecado».

 

«Se da el pecado original en Adán, en el cual todos hemos pecados porque en él estábamos todos... este pecado: se transmite por naturaleza, al faltar la gracia de Dios....Adán nos ha transmitido la naturaleza de este modo». «El pecado original se nos transmite a todos nosotros por estar la misma raiz manchada». «Todos estábamos en Adán, cuando él peco.... cuando nacemos, Adán está en nosotros....se transmite a todos no por imitación sino por propagación». «Digo que todos los hombres que nacen pecaron en Adán al pecar éste    porque la naturaleza, que reciben propagados por Adán, quedó viciada en Adán al pecar éste...». «Y se transmite a nosotros por propagación, no por imitación.... se transmite a todos a causa de la carne manchada por generación y por naturaleza, al faltar la gracia de Dios en el primer padre». Estas expresiones bastan para que se vea: a) que los Padres conciliares vieron el modo de propagación únicamente en la generación. b) que ellos concibieron el pecado mismo como pecado que se transmite por generación en oposición a los otros pecados. En lo cual estando todos de acuerdo hacían hincapie mientras que no estaban de acuerdo respecto al modo como el influjo de la generación se conexiona con el pecado original.

 

c) Más aún según está claro por los errores que el Concilio tuvo presentes, no sólo condenó a los pelagianos, sino también a los otros (a Valentino, a los maniqueos, a los priscilianistas) que negaban que los hijos de los cristianos eran concebidos en pecado y que por tanto éstos necesitaban el bautismo; así pues los que admitían estos errores no simplemente decian que el pecado se propagaba sólo por imitación, sino que negaban simplemente el que se transmitiera pecado alguno en el matrimonio cristiano

 

Una vez dejado esto sentado, se justifica con dificultad aquella operación anatómica por la que se separa la pura propagación negativa del pecado, esto es «no por imitación» como único elemento claramente definido, se pretenda separar de los otros elementos tanto de la individualidad de Adán como de la unicidad del pecado original y de su transmisión por generación, como quiera que según los que pretenden esto, no conste que estos elementos están definidos. Así pues juzgamos que dichos elementos en la mente de los Padres del Concilio no pueden razonablemente separarse; y que por tanto ellos definen el pecado original cual lo concebían en la mente, esto es como pecado único por su origen (en un sólo Adán) transmitido no por imitación sino por propagación, esto es por generación, de tal manera que una de las notas propias del pecado original, cual es éste, es su transmisión por generación. Por consiguiente parecería de suyo que el Concilio enseña todos estos elementos en la noción del pecado original.

 

¿Así pues define el Concilio el monogenismo?. Si según lo que hemos dicho se admite que el Concilio define que el pecado original se transmite precisamente por generación, unos dirán que de este modo se define implícitamente también la propagación carnal de todos, derivada de uno sólo que pecó, mientras que otros dirán que solamente se enseña esto en el Concilio virtualmente, o sea en cuanto que está necesariamente conexionado con aquel dogma y que por tanto es teológicamente cierto.

 

Con las palabras que, después de aquellas (D 793) «habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán» se dice: «Así como en realidad los hombres, si no nacieran propagados de la semilla de Adán, no nacerían injustos, puesto que con esta propagación contraen por Adán mismo, al ser concebidos, la propia injusticia; así si no renacieran en Cristo, nunca serían justificados, puiesto que esta vuelta a nacer...» y esta justificación se describe como «un traslado de aquel estado, en el que el hombre nace como hijo del primer Adán al estado de gracia        mediante el segundo Adán Jesucristo...».

 

Con estas palabras no sólo se dice que todos contraemos el pecado original en cuanto engendrados mediata o inmediatamente por Adán, sino que se contrapone claramente a un sólo Cristo un sólo Adán, luego como un sólo hombre y un sólo autor del pecado transmitido a todos.Por lo cual resulta todavía más claro lo que de suyo ya lo está también por los textos antes citados, que Adán es un sólo hombre no una colección y como uno sólo cometió el pecado, el cual por tanto no es colectivo de muchos, sino transmitido a otros por propagación no por imitación.

 

542. LEON XIII: «Hacemos mención de lo que es conocido de todos y que nadie pone en duda; después que el día sexto formó Dios al hombre del barro de la tierra quiso darle una compañera.... en lo cual quiso Dios providentísimo que este matrimonio fuera el principio natural de todos los hombres, a saber que el linaje humano se propagara a partir de éste y, sin que se interrumpieran jamás la procreación, quiso que fuera menester el que se conservara para siempre».

 

543. La Comisión bíblica (D 2123). En cuanto a los hechos que se refieren a los fundamentos de la religión cristiana acerca de los cuales la narración del Génesis debe entenderse en sentido histórico al pie de la letra son: «La creación peculiar del hombre; la formación de la primera mujer del primer hombre; la unidad del linaje humano». Ahora bien esta unidad, puesto que se menciona después de la creación del primer hombre y de la primera mujer no puede considerarse como meramente específica, la cual está clara de por sí y acerca de la cual directamente no se plantea una cuestión dogmática, sino como del origen.

 

544. P10 XII: «Y además narra la sagrada Biblia que del primer matrimonio de hombre y de mujer provino el origen de todos los demás hombres, los cuales cita.... que fueron distintos y vivieron en varias tribus y pueblos, diseminados por diversas partes del orbe de la tierra.... y el Apóstol de las gentes, como heraldo de esta verdad, por la que los hombres se unen fraternalmente en una gran familia, anuncia al pueblo griego lo siguiente: Hizo....(Dios) que partiendo de un sólo matrimonio todo el linaje de los hombres poblara la faz entera de la tierra...». Luego según la sagrada Escritura todos los hombres porvienen de Adán y Eva.

 

Más tarde el mismo Pontífice, el cual poco antes durante la Sagrada Congregación de Seminarios se quejaba de que se pusiera en duda el origen de todos los hombres de Adán y Eva de tal manera que al mismo tiempo hubiera vacilaciones respecto a la elevación sobrenatural del hombre, acerca del pecado original y de la transmisión de éste, como sin duda alguna estuviera ya preparando la encíclica Humani Generis, en ésta después que expuso una cierta libertad relativa, que puedan tener los teólogos y los científicos, para estudiar la teoría del transformis­mo, añade respecto al poligenismo: «En cambio cuando se trata de otra opinión congetural, a saber acerca del poligenismo, según se le llama, en este caso los hijos de la Iglesia de ningún modo tiene esta misma libertad. Pues los fieles cristianos no pueden seguir esta teoría, la cual los que la sostienen, afirman que o bien después de Adán en esta tierra hubo verdaderos hombres, los cuales no hubieran traído su origen por generación natural del mismo Adán como primer padre de todos, o bien que Adán significa una cierta multitud de primeros padres; como quiera que de ningún modo se ve como puede compaginarse esta teoría con lo que nos enseñan las fuentes de la verdad revelada y las Actas del Magisterio de la Iglesia acerca del pecado original que procede del pecado verdaderamente cometido por un sólo Adán, y que transmitido por generaicón a todos, se da como propio en cada uno». (D 3897).

 

Según estas palabras, el cristiano no puede sostener que hubo en la tierra después de Adán hombres (no está decidido sobre si hubo otros que murieron antes de Adán) los cuales no descendieran de él por generación natural, o que Adán se considere en sentido colectivo, esto es como una multitud de primeros padres, puesto que de ningún modo se ve que sean compatibles estas afirmaciones con lo que nos enseñan las fuentes de la revelación (en contreto el texto de Rom 5,12-19 citado en dicha Encíclica) y las Actas del Magisterio (v. gr. las del C. Tridentino, cuya doctrina refiere) acerca del pecado como un hecho verdaderamente histórico en cuanto cometido por un solo Adán y ciertamente por un hombre físicamente individual, como transmitido por generación a todos los hombres (distintos de Adán) como propio de cada uno de ellos.

 

En estas palabras no se da la calificación expresa de las afirmaciones prohibidas; sin embargo de modo equivalente se dice que éstas están excluidas por las fuentes bien implícitamente bien el menos mediante la refutación de dichas afirmaciones prohibidas, y por tanto los asertos contrarios a ellas son o bien implícitamente definidos o bien al menos teológicamente ciertos. Y no van en contra de esto las palabras «puesto que de ningún modo se ve» como si no negaran el que alguna vez pueda verse dicha compatibilidad, como algunos pensaron; en efecto esta interpretación queda excluida: a) por el vocablo lleno de fuerza «nequaquam» (de ninguna manera, de ningún modo) añadido a la palabra «se ve»; b) por la afirmación previa en sentido absoluto y sin limitación de personas, o de tiempo, o de grado de certeza de que ningún fiel puede sostener el poligenismo; c) ya que en otro caso supondría que puede suceder el que un sólo Adán equivaliera a muchos individuos, o que el pecado como por generación de Adán lo tuvieran muchos que no procedieran de Adán; d) puesto que implícitamente por el contexto parece que esta opinión se añade a las que van en contra directa o indirectamente de la doctrina revelada por Dios. Si bien el Pontífice hubiera podido usar otra fórmula con la que quedaría rechazado sin duda alguna el poligenismo, quiso usar de una fórmula más suave respecto a los católicos y ciertamente llevados de buena intención, que o bien lo aprobaron o bien no lo rechazaron totalmente antes de este documento.

 

Ahora bien si se da alguna posible opinión en favor del poligenismo, que sostenga que todos los hombres después de Adán provienen por generación de él como persona individual o sea no como persona colectiva, y la cual opinión por otra parte puede compaginarse con la doctrina católica acerca del pecado original, no es rechazada ni aprobada por las palabras del Pontífice. De aquí el que él mismo ni decide directamente nada en un tema científico ni prohíbe el que los científicos católicos prosigan sus investigaciones, con tal que no admitan el que todos los hombres no provienen físicamente de Adán y ciertamente como persona individual.

 

De aquí que si se considera con atención el prolongado examen de los teólogos acerca del sentido de las palabras «puesto que de ningún modo se ve», no parece que este detenido examen signifique que no estén de acuerdo acerca del hecho mismo, puesto que todos sin duda alguna admiten que el polige­nismo como se describe en la Encíclica no puede ser compatible ni ahora ni jamás en el futuro con la noción católica de pecado original expuesta en dicha Encíclica de modo conciso. Y de otro poligenismo la Iglesia no habla, ya que no tiene motivos para excluir como posibles otras formas de poligenismo que no estén tal vez en contra de la doctrina del pecado original.

 

Por consiguiente no consta que las palabras de la encíclica contengan respecto al monogenismo una definición solemne o al menos una doctrina práctica irreformable, sin embargo exigen con certeza asentimiento interno. Sin embargo estas palabras no impiden el que : a) El teólogo por otras fuentes pueda tal vez estimar que el monogenismo es doctrina revelada, esto es de fe, como ocurrió con el dogma de la Inmaculada Concepción después de la declaración Tridentina en sentido precisivo (D 792) y antes de la definición de dicho dogma. b) El que pueda teóricamente ser rechazado el poligenismo con argumentos que suponen el rechazo del transformismo v. gr. si aquel no pudiera separarse objetivamente de éste; c) El que el poligenismo pudiera parecer como pura hipótesis científi­ca, o también (a no ser que por lo que hemos indicado se diga que el monogenismo está implícitamente del-mido o al menos virtualmente, esto es que es teológicamente cierto) ser probable.

 

N.B. 1) Podría añadirse el testimonio del C. Vaticano I, que había preparado esta doctrina para ser definida bien positivamente mediante el enunciado de la unidad física de los hombres en Adán, bien negativamente mediante la condena del error contrario, de tal manera que se dijera que estaba contenida implícitamente en los dogmas de la universalidad y el pecado original y de la redención de Cristo. Todo lo cual indica suficientemente que los teólogos de este tiempo vieron esta tesis como de fe y por tanto como de fe definible.

 

2) Si bien los documentos aducidos de la Iglesia mencionan a Adán como padre de todos los hombres, y no mencionan a Eva como madre de ellos, nadie duda de que los documentos dan también esto último por supuesto (según el sentido obvio de Gen 2-3).

 

545. Valor teológico. La tesis es al menos próxima de fe. Aunque no conste que la tesis ha sido nunca explícitamente definida por el Magisterio solemne, unos teólogos la tienen más comúnmente expresa o equivalentemente como de fe ya «simpliciter» (Pesch, Flick, Card. Ruffini), ya de fe divina (Lahousse, Minges), ya también de fe divina católica (Janssens, van Noort, Beraza, Hugon), y hasta al menos implícitamente definida ( Lercher, Pohle-Gummersbach, Muncunill, Daffara, Lennerz, Huarte, Bozzola).

 

Lennerz dice: «Los teólogos hasta nuestro tiempo consideran.... la cuestión del monogenismo...como doctrina contenida en la revelación», esto es «como doctrina que poseemos por la revelación...», «la sagrada Escritura enseña clara y explícita-mente el monogenismo.... En la definición explícita de la Iglesia el monogenismo es el fundamento de la doctrina acerca del pecado original y de la redención».

 

Otros consideran la tesis como próxima de fe (Tanquerey, Garrigou-Lagrange, Cuervo, Saiz) o al menos teológicamente cierta (Rahner) o cierta (Ott).

 

Incluso después de la Humani Generis la tesis se dice que es de fe (Pohle-Gummersbach, Brimktrine), y que es de tal certeza que la contraria es error teológico (o también que la opuesta va en contra de una verdad implícitamente definida) (Boyer); implícitamente definida (Alberti); teológicamente cierta, sin embargo puede y debe decirse de fe divina, si consta con certeza que la sagrada Escritura respecto a este tema debe tomarse en el sentido literal propio ( Flick).

 

546. Se prueba por la sagrada Escritura. «La unidad del linaje humano» es uno de los hechos que debe sostenerse que está incluida en los primeros capítulos del Génesis (D 2123); luego al menos en base a la tradición hay que decir que esta doctrina se enseña por las palabras del Génesis (de tal manera sin embargo que esto no aparece con una mayor certeza ni tampoco con una menor certeza que la que atribuyen las Actas del Magisterio de la Iglesia al monogenismo. Ahora bien ¿consta esto incluso en cuanto a nosotros en virtud de estas solas palabras consideradas en sí mismas, esto es sin el apoyo de la tradición?. A nosotros nos parece que sí que consta.

 

Antes de haber sido formados Adán y Eva nadie había en la tierra. A partir de Eva provienen todos los otros vivientes. Gen 2,5: No había hombre que labrara el suelo. V.7: Entonces formó al hombre, dicho por antonomasia (haadam). Y como estuviera sólo, dijo Dios (V.18): No es bueno que el hombre esté sólo. Hagámosle una ayuda semejante a él. V.21s: Y porque para Adán... no encontró una ayuda semejante a él; entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer. 3,20: El hombre llamó a su mujer Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.

 

Con estas palabras coincide al menos como intérprete del sentido del Génesis Sab 10,1: Ella protegió al primer modelado por Dios, padre del mundo, (del linaje humano), que había sido creado solo...

 

Ahora bien Adán (e igualmente Eva) en estos textos se toma en singular (y por tanto su pecado) no de un modo colectivo, según está claro: a) Por todo el contexto, el cual solamente admitiría este otro sentido violentando este contexto, ya que Adán y Eva son presentados como individuos (Gen 2; Sab 10,1-3). b) Por lo que se añade más tarde (Gen 2,25) : Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y después a lo largo de toda la narración respecto a la tentación de Eva, que cae en el pecado, e induce al pecado a Adán que consiente en dicho pecado que le había propuesto Eva, etc (Gen 3). c) Por Gen 4,1s y 5,1-32 y 10,1-32, donde se dice que Adán y Eva (cf. Gen 3,20) engendraron a Caín a Abel, a Set; se fija la edad de Adán; por la enumeración de los descendientes de Adán se da por supuesto que todos los hombres provienen de él mismo. d) Por la alusión que encontramos en Mt 19,4-6.

 

Y no se diga que estas palabras del Génesis acerca del monogenismo son tal vez una descripción general que no corresponde con nuestro concepto de la historia, pues el autor sagrado, al querer establecer que todos los hombres, por muy distintos que sean, son de una sola y de la misma naturaleza, del mismo fin, y del mismo destino espiritual, y que éstos, a pesar de que unos proceden de otros todos traen su origen del único Dios, puede juzgarse con todo derecho que quiso presentar el proceso por el que todos los hombres provienen de un sólo matrimonio, el cual de uno o de otro modo ha sido creado por Dios: En otro caso el problema del origen de los hombres, el cual sin duda alguna pretendía resolverlo, lo dejaría en orden a los lectores en toda su obscuridad.

 

El que la tesis se pruebe por Gen 1,26-28 (Hagamos al hombre... y creó Dios al hombre...; macho y hembra los creó...sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra) lo niegan Ceuppens, Hauret, y lo afirman Vaccari (según parece), Heinisch, Anarldich, y no tomó una decisión a este respecto Lennerz. Aunque las palabras consideradas en sí solas sean generales (macho y hembra no se refieren necesariamente a dos individuos), contienen absolutamente la tesis, puesto que son paralelas al texto acerca de Adán y Eva (Gen. 2,7,28-22), según está claro por la comparación de ambos contextos; por Mt 19,4-6; por Gen 4,1 y 5,1-5.

 

547. Hchs 17,24-26: El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida y todas las cosas. El creó, de un solo principio, (ex genós [griego]) todo ("pan" en griego, esto es todos y cada uno) el linaje (ednos [griego], esto es pueblo, nación) humano (anzropon [griego],esto es de hombres), para que habitase sobre toda (epi pantos [griego], toda entera), la faz (prosopu,[griego],superficie) de la tierra.

 

Estas palabras son de S. Pablo, las cuales hay que juzgar que son aprobadas por el autor sagrado, y sin motivo alguno se pensaría que no son pronunciada por S. Pablo como Apóstol y por tanto como inspiradas, confirman las que ciertamente se mencionan en este texto sacadas de Gen 2-3 respecto al origen de los hombres. Así pues atendiendo a esto puesto que Dios hizo todas las cosas (por tanto también los hombres) y da vida a todos (luego también a los hombres), de uno sólo de éstos (luego distinto de Dios, y también no de muchos ) hizo a todos los hombres. Ahora bien este uno sólo, al que aquí no se le nombra es sin duda Adán (I Cor 15,45-50)

 

Por consiguiente el Apóstol prueba de este modo la unicidad de Dios en contra del politeísmo que afirma que cada uno de los hombres proviene de sus deidades: en verdad todos proceden de Adán, y éste de Dios. Ahora bien esta es afirmación paulina y al mismo tiempo aclaración del Génesis.

 

«Así pues este parece ser el sentido de este texto (según Hchs), dice Lennerz. Sin embargo a fin de no equivocarme en esta exposición, he consultado a muchos comentaristas, católicos y no católicos, y todos, sin excepción alguna explican el texto de este mismo modo (o sea en sentido monogenista). Todos descubren en estas palabras del Apóstol indicado el origen de todo el linaje humano de un sólo primer padre, y muchos lo hacen notar explícitamente el que estas palabras van precisamente en contra de aquellas opiniones de los paganos, especialmente en contra de los atenienses. No solamente no he encontrado a nadie que explicara el texto de otro modo, sino que ni siquiera he dado con alguien que indicara que él conociera a algunos que expusieran el texto de otro modo».

 

Así mismo al mismo tiempo que queda aclarado el sentido literal del Génesis, se enseña el monogenismo en Rom 5,12-21, cuando Adán al introducir el pecado en el mundo aparece como una persona física, en cuanto se le describe en singular como a Moisés (V.14), como contrapuesto a todos los hombres (v. 12.15.17-19.21), y sobre todo cuando introduce el pecado en el mundo, esto es en todos los hombres como todo antitético a Cristo único (v.15.17.19.21: cf. I Cor 15,22.45-50), el cual trae la salvación a todos los hombres. Luego cuando S. Pablo pone el fundamento de su tesis fundamental acerca de la salvación realizada por Cristo en favor de todos los que creen en El apela literalmente a la narración genésica acerca de un sólo primer hombre, padre de todos los hombres y que introduce el pecado en el mundo.

 

Por el sentido de la Redención. Cristo aparece como nuestro Redentor, no simplemente sólo en cuanto hombre (2 Tim 2,5), sino porque es nuestro hermano según la carne de pecado, de tal manera que El mismo y los redimidos procedemos de uno sólo, el cual, según está claro por el contexto del parentesco carnal, no es Dios sino Adán (Rom 8,3.5.29; (Hebr 2,11-14; Le 3,38). Y por ello precisamente, esto es, porque somos de la misma carne, somos hechos herederos de la gloria (Rom 8,17.29). Luego la Redención se realiza por la comunión de la carne del pecado de los hombres con Cristo, no sólo por la comunión moral, esto es de la gracia.

 

Esta unidad de origen tiene mucho más valor en cuanto al pecado original. Todos morimos, porque «hemos llevado la imagen (del Adán) terreno (1 Cor 15,21.48s). Esto se refiere también al pecado original, bien porque la muerte en sentido pleno paulino incluye también la muerte espiritual, o bien al menos porque la muerte física en la mente de S. Pablo es consecuencia del pecado (Rom 5,12-19). Además si Cristo para redimirnos, asume no solamente la naturaleza humana sino nuestra carne, sin duda alguna el que nos hizo pecadores era nuestro padre según la carne.

 

548. Se prueba por la tradición. Puesto que los SS.Padres enseñan esto con toda claridad y de modo unánime, vamos aquí a presentar unos pocos testimonios de ellos.

 

S.AGUSTIN (R 1813): Adán y Eva son padres de los judíos y de todos los pueblos. «En el principio mismo Adán y Eva eran padres de todos los pueblos, no solamente de los judíos...».

 

TEODORETO (R 2147): Para que se viera que todos los hombres son de la misma naturaleza, ordenó Dios el que todos se propagaran de dos personas, y a la mujer misma la formó del varón. «A fin de que nadie pensara que eran distintas las naturalezas de los hombres ordenó que innumerables pueblos se propagaran de aquella única unión de dos personas, y también por esta causa no formó a la mujer de otro origen, sino que tomó la materia para formarla del varón a fin de que ella misma, pensando que tenía distinta naturaleza que el varón, no se mostrara rebelde respecto al varón».

 

S.AMBROSIO (R 1278): Eva fue hecha de Adán para que supiéramos que en ellos está la única fuente del género humano. «Y no es indiferente que no haya sido la mujer hecha de la misma tierra con la cual fue formado Adán, sino de una costilla de Adán mismo, para que supiéramos que es una sola la naturaleza del cuerpo del varón y de la mujer, y que es única la fuente del linaje humano. Por ello no fueron hechos desde el principio los dos, el varón y la mujer, ni dos varones, ni dos mujeres, sino en primer lugar el varón y después la mujer fue hecha del varón. Pues queriendo Dios que el hombre constituyera una sola naturaleza, empezando por un sólo principio de esta creatura, quito la posibilidad de muchas naturalezas casi iguales».

 

S.EFREN (R 723): «Tomó Dios una costilla de Adán e hizo a la mujer , para que el mundo tuviera una sola cabeza».

 

549. Razón teológica. Esta razón la ponen comúnmente los teólogos por el hecho de que la unidad de orígenes, como fundamento del dogma del pecado original, cual aparece en las fuentes, esto es como el pecado cometido por un sólo Adán, y transmitido a todos y cada uno de los hombres que han vivido después de él , de tal manera sin embargo que toda su descendencia contraiga dicho pecado, y ciertamente sólo su descendencia, ya que este pecado se propaga desde Adán precisamente por vía de generación.

 

En verdad todos y cada uno de loa hombres después de Adán traen consigo el pecado original derivado exclusivamente de Adán, que fue el que lo cometió. Ahora bien, este pecado lo contraen los hombres precisamente por generación de Adán. Luego todos y cada uno de los hombres vienen por generación de Adán.

 

Luego el poligenismo, tal como hoy se presenta, no puede conciliarse con la noción de pecado original, la cual nos enseña la Iglesia, si bien tal vez sería compatible con otra noción de este pecado.[5]

 

550. Objeciones. 1. Gen 4,13s: Entonces dijo Caín a Yahvé...: Y cualquiera que me encuentre me matará. 4,17: Conoció Cain a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Henoch: estaba construyendo una ciudad... Según estas palabras en el tiempo de Caín ya había en la tierra otros hombres. Ahora bien el monogenismo no está de acuerdo con éste hecho; luego no se da el monogenismo.

 

Respuesta. Distingo la mayor: En tiempo de Caín había en la tierra otros hombres que descendían de Adán, concedo la mayor, en otro caso, niego la mayor.

 

Se dice que Adán engendró hijos e hijas (Gen 4,5). Así pues si se suman los cómputos de los años de Adán y de los Patriarcas (Gen 5,3-32: Tenía Adán ciento treinta arcos cuando engendró... a Set....El total de los días de la vida de Adán fue de novecientos treinta años...), no precisamente al pie de la letra (sobre todo al ser distintos en el texto hebreo y en el samaritano y en los LXX), sin embargo en cuanto que expresan ciertamente una larga duración de años en general, las palabras que han servido de objeción pudieron fácilmente ponerse después de una gran multiplicación de los hombres. Ahora bien si se toman en sentido simbólico, sin que no obstante según tal vez no es improbable en absoluto, indiquen alguna especial larga duración de tiempo, las palabras que se han presentado en la objeción darían a entender simplemente el temor de Caín respecto a sus hermanos y consanguíneos, y la ciudad no se referiría a una ciudad como las nuestras grandes y llevadas a su término, sino el lugar elegido por los familiares de Caín, el cual estaría lleno de chozas.

 

Mucho más cae por los suelos la dificultad, si se admite que esta narración acerca de Caín en su fuente no trataba de los hijos de Adán, sino que fue aplicada a éstos por el hagiógrafo para mostrar la vía de corrupción moral de los hombres que había comenzado por el pecado de Adán.

 

2. Admitido el monogenismo, los hijos de Adán se casarían con sus hermanas. Es así que esto es incompatible con la ley natural; luego no se da el monogenismo.

 

Respuesta. Distingo la menor. Casarse con una hermana es incompatible con los preceptos primarios de la ley natural, niego la menor; es incompatible con los preceptos secundarios, subdistingo: de tal manera que esta incompatibilidad podría ser quitada por Dios en aquellas circunstancias, concedo; en otro caso, niego.

 

Los preceptos de la ley natural primarios ordenan todo aquello que es necesario para el fin primario en alguna cosa, y prohiben todo aquello que va en contra de dicho fin primario pretendido por Dios. Los preceptos de la ley natural secundarios ordenan todo lo que es necesario para los fines primarios para alguna cosa, o bien todo aquello que es muy conveniente para estos fines secundarios o para el fin primario, y prohíben todo aquello que hace difíciles el fin primario o los fines secundarios, o lo que es menos conveniente para ellos, o va en contra de los fines secundarios. Ahora bien el matrimonio entre hermanos no va en contra necesariamente del fin primario (y además Dios podría impedir el que sucediera esto) ni tampoco va en contra de los fines secundarios.

 

551. 3. El pecado original se mantendría igualmente si fuera un acto colectivo de muchos primeros padres de los que se propagara a sus hijos; luego el monogenismo no es necesario para explicar el pecado original.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. El pecado original, como acto colectivo de muchos primeros padres se mantendría igualmente en otro orden de la providencia, pase el antecedente; en este orden de la providencia, niego el antecedente.

 

En verdad en este orden de la providencia el pecado original «es único en cuanto a su origen en Adán». Se transmite exclusivamente por generación desde Adán, y ciertamente a todos y a cada uno de los hombres que existen después de Adán.

 

Además se supone sin prueba alguna la unanimidad de muchos hombres al cometer el pecado (sobre todo siendo así que todos estaban dotados del don de la integridad) por más que se opinara que éstos podían vivir en alguna pequeña región donde todos se conocieran entre sí; sin embargo habría que juzgar más bien, para que fuera más congruente con cualquier hipótesis del poligenismo, el que estos vivían, bien esparcidos por diversas regiones, bien esparcidos en una región muy grande y descono­ciéndose mutuamente entre sí y los cuales pecarían todos ellos antes de engendrar a su hijos; y si no aconteciera esto, o bien si algunos de aquellos primeros padres no pecaran, la universalidad del pecado original fácilmente se vendría abajo.

 

4. El pecado original se mantendría si el pecado de un solo Adán fuera imputado por Dios a todos los hombres que existieran con el mismo o después de él mismo, si bien tal vez no procedieran de él mismo; luego no es necesario el monogenismo para explicar el pecado original.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Si el pecado de Adán fuera imputado a todos, aunque tal vez no existieran procediendo de él mismo, el pecado original se mantendría en otro orden de la providencia, pase el antecedente; en este orden de la providencia, niego el antecedente.

 

En efecto en este orden de la providencia el pecado de Adán no es imputado, según lo que hemos probado, más que a los hijos de Adán. Dejando esto sentado no tiene por qué plantearse la objeción de que, o bien Cristo fue el nuevo Adán de un modo meramente jurídico ( esto es, no mediante el vínculo de descendencia de los hombres a partir de él mismo), o bien el que la comunión de los santos en la tierra no se realiza mediante vínculos físicos, todo lo cual por otra parte no es totalmente verdadero, puesto que la humanidad de Cristo es consanguínea de Adán y de nosotros, y la comunión de los santos en la tierra solamente se da entre los hijos de Adán. Ahora bien en otro orden (e incluso también en este, respecto a los hombres, que alguno pudiera imaginar que existieron y que murieron antes de Adán, y a los cuales quisiera atribuir el pecado original sin ninguna razón positiva), el pecado original podría darse en todos por imputación de Adán (incluso sin proceder todos de Adán en cuanto al origen), según juzgamos, con tal que sin embargo esa transmisión se explicara por la institución divina de Adán, como cabeza jurídica de todos, que administraría el bien común de ellos, de la justicia original en orden a su conservación o a su pérdida.

 

552. Escolio 1. De la unidad de la especie humana considerada científicamente. Ninguna objeción de alguna importancia se presenta en contra de dicha unidad. Pues las diferencias que se dan entre las razas, diferencias de color, (de la piel, de los cabellos, de los ojos), diferencias morfológicas (estatura, forma de la cabeza o capacidad craneal, ángulo facial), diferencias fisiológicas (composición de la sangre), pasando por alto las diferencias religiosas, las psíquicas, las lingüísticas, no son cualitativas, como si fueran exclusivamente propias de alguna raza en cuanto tal, sino que son cuantitativas, esto es en cuanto a la frecuencia o el grado. Estas se dan (en frecuencia y grado distintos) en todas las razas; en todas estas hay muchos individuos, que apenas se diferencian de otros muchos individuos de otras razas; mayores diferencias que las que se dan entre hombres de distintas razas son las que se dan entre plantas y animales que provienen de un mismo tronco, v. gr. en los perros y los caballos.

 

Por otra parte la formación de diversas razas se explica fácilmente por el medio ambiente, esto es por el conjunto de condiciones de vida (de la región, del tiempo, del trabajo, de la nutrición, etc), por las mutaciones repentinas v.gr. atávicas y de otra razón, por el trato sexual. Ahora bien si en nuestra propia presencia las plantas, los animales, los hombres experimentan extraordinarias modificaciones, mucho más sin duda hay que juzgar que se producen tales modificaciones, si se da por supuesto el que éstas, como es lógico, comenzaron a suceder a partir de tiempos muy remotos.

 

553. Las razones científicas confirman más bien el monogenismo. En verdad las semejanzas entre las diversas razas superan enormemente a las diferencias, a saber las diferencias morfológicas (la estructura, el número y la distribución de los órganos) las semejanzas fisiológicas (las funciones de los órganos en orden bien a la vida del individuo bien a la conservación de la especie, el grado de calor, la celeridad media del pulso, la duración media de la vida, las leyes de la generación, de la gestación y del panojas inclinaciones, los instintos, sobre todo la interfecundidad ilimitada entre las distintas razas y la propensión sexual respecto a los individuos de cualquiera de éstas); las semejanzas psicológicas, (la lengua articulada, la noción del bien y del mal, el culto religioso, la facultad de entender y de querer libremente, la capacidad de progresar en todo orden, el estudio de las mismas artes, el dominio de los animales, etc).

 

De aquí que la unidad de especie y de origen a partir de un sólo tranco, no sólo no va en contra de la ciencia sino que más bien esta unidad explica innumerables fenómenos que surgen al comparar las distintas razas entre sí.

 

La diversidad de lenguas no arguye necesariamente el poligenismo, puesto que dicha diversidad puede llevarse a cabo no sólo preternaturalmente sino naturalmente, como se ve también por la experiencia diaria (mediante el trato entre las naciones, por el estudio de las lenguas, por medio de influencias políticas, por derivaciones de unas lenguas y de otras, etc); sin embargo tampoco arguye necesariamen­te el monogenismo, a no ser que conste con certeza el que todas las lenguas pueden reducirse a una sola común originaria (y esto es muy probable), y además el que esta unidad no fue un efecto natural o preternatural (fuera del monogenismo).

 

554. No obstante si parece que hay algunas verdaderas dificultades científicas respecto al monogenis­mo, éstas o bien no existen objetivamente o bien se resolverán de otro modo (excluyendo el poligenismo) v.gr. pensando que hubo hombres y que ciertamente se extinguieron antes de Adán; explicando la dispersión de los fósiles humanos por una emigración antiquísima de los descendientes de Adán. Además, dice Lennerz: «Si es verdad, lo que antes se ha expuesto, podemos decir con certeza: las ciencias nunca probarán el poligenismo; y la razón es porque la verdad no puede jamás contradecir a la verdad».

 

Puesto que Dios pudo producir a los hombres por poligenismo o por monogenismo, le perteneció a El elegir el monogenismo el vez del poligenismo y el revelarnos esta elección, al faltar otro testigo o documento. De aquí que aunque en alguna ocasión se probara con certeza el hecho de la evolución incluso en cuanto al hombre, y el que las leyes de este hecho supusieran per se el poligenismo o el homogenismo, más aún el que todas las especies inferiores al hombre hubieran existido de este modo, todavía en ese caso no se probaría el que esto tuviera valor de hecho también respecto al hombre, puesto que Dios pudo libremente establecer para el hombre algo distinto incluso fuera de la ley común.

 

555. Escolio 2. De la antigüedad del linaje humano. Esta cuestión no es totalmente ajena a la teología, puesto que de ella depende el cómputo del tiempo transcurrido antes de la venida de Cristo (sin que por otra parte se excluya a priori que pudo ser la duración de este tiempo muy larga, ya que los misterios de Dios son inescrutables, v.gr. como ahora después de muchos siglos muchísimos paganos desconocen todavía al Redentor); sin embargo al no haber razones teológicas para resolver esta cuestión con certeza, se juzga más comúnmente que es una cuestión libre, y que debe remitirse más bien a las ciencias naturales, con tal que no se prolongue demasiado sin fundamento la antigüedad del hombre.

 

Según los cómputos bíblicos (Gen 5 y 11,10-32) las edad del linaje humano desde Adán a Cristo, atendiendo al texto masorético es alrededor de 4117 años, atendiendo al samaritano alrededor de 4418 años, y atendiendo a los LXX alrededor de 5613 años, y las genealogías de los Patriarcas indicadas con estos números no son completas (Cf. Gen 1.c; Mt 2; Lc 3; 4 Re 8,24s; 11,2; 14,21; 2 Par 26,1) y las enumeraciones de los distintos textos no coinciden totalmente, y por ello son muy difíciles. De aquí por tanto el que no puede deducirse esto, de tal manera que, mientras el Martirologio Romano propone 5199, los SS. Padres varias enumeraciones, v.gr. S. Agustín por debajo de los 6000 años. Ahora bien esto no impide nada el que sin problema alguno la ciencia natural asigne al hombre más años, puesto que pudo suceder el que desde el origen del hombre hasta el comienzo de la historia de Israel pasara un largo espacio de tiempo desconocido a los Hebreos por sus tradiciones y por la revelación, mientras que las genealogías bíblicas (Gen 5) fueron en el sentido oriental verdadera-mente históricas en cuanto hacían más bien referencia a la doctrina religiosa que a la detallada sucesión de hechos pasados.

 

556. De hecho los estudios históricos, prehistóricos, lingiústicos, y sobre todo los científicos exigen muchos más años. De aquí que asignen al hombre v.gr. Caries 200.000 o a lo sumo 500.000 años; Breuil al menos 550-600.000, más aún el año 1950 había quienes indicaban 700-2.000.000; sin embargo poco después estos cómputos disminuyeron en cuanto al número de años: Piteveau 500-800.000, otros 600.000, Boné más de 300.000; otros simplemente hablan de muchos milenios sin hacer una ulterior determinación, a no ser tal vez para disminuir más la duración de los tiempos prehistóricos; sin embargo más modernamente hay quienes que, como Aguirre, mantienen como mínimo 1.750.000. En un asunto tan obscuro y de tan gran diversidad de opiniones entre los científicos, difícilmente se propondría este o aquel cómputo como más probable: «Sin embargo no obraría con menos imprudencia, dice Kóppel, aquel que o bien menospreciara o no tuviera en consideración este considerable trabajo realizado por hombres de gran autoridad en los últimos decenios. La ciencia católica, la cual jamás en ninguna ocasión puede discrepar de las verdades naturales establecidas con certeza, iluminada por la luz de la revelación y guiada con seguridad por la Iglesia infalible, aportará su solución incluso a estas cuestiones».


 


[1] El transformismo moderado que se refiere a las plantas y a los animales y considerado bajo la obra de Dios que dirige la evolución se juzga que de ningún modo va en contra del dogma.

[2] BEA (p.26) dice acerca del exegeta católico: «Este... no se crea llamado a defender y propagar la teoría evolucionista. El exegeta hará bien con mantenerse, cuando se trata de la cuestión puramente científica, en una línea media, no dando por demostrado el origen apriorísticamente, y hará bien también con esperar tranquilamente los resultados de la investigación realizada con un severo método científico por parte de los estudiosos que unan una indudable competencia técnica a una bien probada conciencia católica.

[3] Según Dierk, la teoría propuesta por Mivart, si no perfectamente definida, podría tal vez entenderse con más benevolencia; y en verdad, al asignar a la formación de cada uno de los organismos la intervención de Dios en razón de la excelencia de éstos, pone de relieve el concurso especial de Dios en la preparación de la evolución del cuerpo humano.

[4] CEUPPENS, p.171: «Si exceptuamos a S.AGUSTIN, cuyo testimonio es muy discutido, los SS.Padres admiten la formación inmediata por Dios del cuerpo del primer hombre; Dios directamente por sí mismo formó el cuerpo de Adán del barro de la tierra. La teoría moderna acerca del evolucionismo y del transformismo les era desconocida; no dudaron acerca de la estabilidad y la inmutabilidad de las especies; por tanto no es extraño el que ni siquiera se encuentre vestigio de la teoría de la evolución en las obras de los SS.Padres».

[5] RAF NER (200-215) insiste en la prueba indirecta, la cual él juzga que es la más fuerte de todas, consistente en que el monogenismo es el presupuesto necesario de la doctrina de la Redención y del pecado original. Igualmente consiste en el principio metafísico de la economía, puesto que Dios no interviene milagrosamente en el orden natural, a no ser donde aparece algún ser (v. gr. el primer hombre), o un hecho totalmente nuevo metafísicamente; ahora bien puesto que dio al primer matrimonio de los hombres un poder de engendrar que podría ser el origen de todo el linaje humano, iría en contra de este principio si por sí mismo hiciera a otros hombres y ciertamente dotados de la facultad de engendrar.