CAPITULO VI

DE LOS ÁNGELES MALOS EN SUS RELACIONES EXTERNAS

 

Articulo I

De la tentación diabólica

 

TESIS 17. Los demonios infestan o acometen a los hombres con tentaciones.

 

454. Nexo. Una vez expuesta ya la relación de los ángeles buenos para con nosotros, vamos a tratar ahora de la relación de los demonios respecto a nosotros. Ahora bien, esta relación solamente es de odio y de envidia, como tales son sus relaciones con respecto a Dios y con respecto a los ángeles buenos, e incluso también son relaciones de odio las que tienen los demonios entre sí. Así pues éstos movidos por odio y por envidia, puesto que nos superan con mucho en conocimien­to y en poder, se dedican a atacarnos, cuanto les es permitido por Dios; sin embargo no tienen sobre nosotros ningún derecho estricto adquirido por el pecado, por los cuales derechos haya que pagar rescate.

 

De donde, así como los ángeles buenos nos custodian en cuanto al cuerpo y en cuanto al alma, así los demonios nos infestan y acometen en cuanto a ambos, esto es, maquinan de diversas maneras nuestra ruina, a saber, con la tentación, con la obsesión, con la magia. Así pues de estos tres vejámenes de los demonios vamos a tratar punto por punto.

 

Por lo tanto en primer lugar hablaremos del hecho de la tentación, una vez presupuesta la posibilidad de ésta.

 

455. Nociones. Los DEMONIOS se toman en sentido indefinido, esto es sin que se diga que todos, o al menos siempre los mismos tientan a los hombres.

 

TENTACION especial en general es la prueba de alguien para saber algo acerca de ese al que se prueba; la cual además puede estar ordenada para el bien o para el mal de éste. Puede ser para el bien moral cuando procede de Dios o de un hombre, y para el mal moral cuando proviene de un hombre o del diablo. Aquí se toma como una prueba por parte del diablo respecto al hombre al cual intenta llevarle a cometer un pecado.

 

Esto puede realizarlo el demonio de un modo interno e insensible, esto es, por una acción directa en la facultad sensitiva o en la imaginación, o de un modo externo e interno pero sensible, esto es mediante apariciones, discursos, alucinaciones, etc. Aquí tratamos solamente del modo insensible, el cual al menos y "per se" en primer término se da por supuesto que queda indicado en las fuentes, puesto que el modo sensible, según lo muestra la experiencia es muy extraordinario.

 

Se dice que la carne y el mundo tientan instrumental o materialmente, en cuanto que puede conocerse cómo es el hombre por el modo como se comporta respecto a esas tentaciones (1 q.114 a2), o también ocasionalmente, en cuanto que con ocasión de dichas tentaciones la concupiscencia puede excitarse desordenadamente.

 

456. Los HOMBRES se consideran de un modo indefinido, ahora bien de tal manera que, según las fuentes, queden comprendidos de suyo todos los que tienen uso de razón y viven durante mucho tiempo, a no ser que tal vez estén exceptuados por algún privilegio especialísimo.

 

INFESTAN, esto es atacan. Este vocablo indica las varias conspiraciones de los demonios. Sin embargo no afirma que toda tentación provenga precisamente del diablo, o que todos los hombres estén tentados con la misma frecuencia, con la misma gravedad y respecto a lo mismo.

 

457. Adversarios. Aparte de todos los que niegan la existencia del demonio, muchos protestantes de época moderna.

 

458. Doctrina de la Iglesia. El Concilio IV de Letrán (D 428): «El hombre (Adán) empero pecó por sugestión del diablo».

 

El Concilio Tridentino (D 806): Los justos «deben tener por razón de la lucha que aún les aguarda con la carne, con el mundo y con el diablo». «Si bien nuestro adversario durante toda la vida busca y capta ocasiones para poder de un modo u otro devorar nuestras almas (cf. 1 Pe 5,8), ningún tiempo hay sin embargo, en que con más vehemencia intensifique toda la fuerza de su astucia para perdernos totalmente, y derribarnos si pudiera de la confianza de la divina misericordia, como al ver que es eminente el término de la vida» (D 907). «Animado el enfermo (por la Extremaunción) soporta con facilidad los trabajos de la enfermedad, resiste mejor a las tentaciones del demonio que acecha a su calcañar» (D 909).

 

459. La liturgia: La oración que se rezaba antes al final de la misa pide: «Arroja al infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que están por el mundo para la perdición de las almas». Las letanías de los santos «De las asechanzas del diablo, líbranos Señor». La recomendación del alma, ruega, v. gr., para que se renueve en el moribundo «todo lo que... ha sido manchado por el engaño diabólico».

 

460. Valor dogmático. De fe divina y católica.

 

461. Se prueba por la sagrada Escritura. Indica la sagrada Escritura que el demonio tentó a Eva (Gén 3,1-5), a Cristo (Mt 4,1-11), a Ananías (Hchs 5,3), a Pablo (2 Cor 12,7), que solicitó el poder de cribar a los apóstoles como trigo (Lc 22,31).

 

Presenta al diablo como antonomasia y como el tentador. Mt 4,3: Y acercándose el tentador... (para tentar a Jesucristo). 1 Tes 3,5: No fuera que el tentador os hubiera tentado.

 

Nos anima a orar para que no entremos en tentación. Mt 6,13: Y no nos dejes caer en la tentación. Lc 22,44: Pedid que no caigáis en tentación.

 

Nos pone en guardia en general en contra de las tentaciones del diablo. 1 Pe 5,8: ...velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quien devorar. Sant 4,7: Resistid al Diablo y él huirá de vosotros. Ef 6,11.16: Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del Diablo. Porque vuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso. Contra los espíritus del mal que están en las alturas... embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Cf. Rom 16,20; 1 Cor 7,5; 1 Tim 3,7.

 

En realidad toda nuestra vida está expuesta a la tentación a causa de las asechanzas del diablo, de tal manera que por el violento ataque de éste la atmósfera entera en que vivimos está como infectada de la atracción del pecado.

 

462. Se prueba por la tradición. S.IRENEO (R 258): «El diablo... solamente puede esto... seducir e incitar a la mente del hombre en orden a transgredir los preceptos de Dios...»

 

ORIGENES (R 446): «Está también definido en la predicación eclesiástica... que toda alma racional está en lucha en contra del diablo y de sus ángeles... por el hecho de que éstos pretenden llenarla de pecados...»

 

S.JERONIMO (R 1391): «El diablo desconoce qué es lo que piensa el hombre en el interior de su alma, a no ser que se dé cuenta por los movimientos exteriores, y en lo que ve que se deleita cada uno en eso es en lo que pone diversas sugestiones».

 

TEODORETO (R 2161): «Con estas palabras... conocemos que a cada uno de los ángeles le ha sido confiado el cuidado de cada uno de nosotros, a fin de que nos custodien... y nos libren de las asechanzas del demonio perverso».

 

463. Razón teológica. La sola razón no puede saber a priori que va a haber tentaciones diabólicas, o a posteriori, el que éstas sean precisamente del diablo. Mas una vez conocida la existencia del diablo y el poder de tentar de éste y su odio hacia Dios y hacia Jesucristo, y la envidia respecto a nosotros en cuanto destinados por voluntad de Dios a la salvación dentro del Cuerpo Místico de Cristo (n.406), fácilmente concluye que es muy probable a priori el que de hecho seamos tentados por el diablo.

 

464. Objeciones. 1. Los demonios no pueden actuar en la voluntad humana, de la cual depende formalmente el pecado. Luego no pueden tentar.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Los demonios no pueden actuar en la voluntad humana directamente, concedo el antecedente; indirectamente, niego el antecedente.

 

Los demonios no pueden influir en el entendimiento o en la voluntad del hombre directamente, esto es realizando en éstos un acto o una especie (cognoscitiva o volitiva) o algo semejante; esto solamente puede hacerlo Dios y por ello solamente Dios puede conocer los secretos de los corazones. Sin embargo pueden influir en el entendimiento, y mediante éste en la voluntad indirectamente, esto es, disponiendo el entendimiento en orden a conocer mediante la excitación de la fantasía, la cual excitación fácilmente la puede obtener, ya proponiendo a los sentidos externos algún objeto ya excitando (mediante un movimiento local, v. gr. los nervios) al apetito sensitivo a fin de que inmediatamente actúe la imaginación, ya por otros medios parecidos. Más aún, de este modo pueden impedir totalmente el uso de la razón; sin embargo, aunque también podrían, si Dios se lo permitiera obligarnos a un acto de suyo deshonesto, nunca pueden obligarnos a consentir libremente en el pecado (1.2 q.80. a.3).

 

465. 2. La tentación diabólica va en contra de la bondad de Dios; luego no puede darse dicha tentación.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Va en contra de la bondad de Dios el que la tentación del diablo sea fomentada o aprobada por Dios, concedo el antecedente; el que sea permitida por Dios, niego el antecedente.

 

El poder de tentar es natural al diablo, sin embargo su uso, según es claro, depende de Dios. El cual aunque no puede fomentar o aprobar este uso, puede sin embargo permitirlo así como permite los pecados en nosotros.[1] Sin embargo no lo permite más que para obtener más bienes, v. gr. respecto a Dios para que se muestre la benignidad de Dios que socorre al hombre y el poder de Dios que vence al diablo, y la justicia de Dios que castiga el pecado y la misericordia de Dios que de este modo corrige al hombre y lo educa, etc.; respecto a nosotros, para que, viendo nuestra debilidad, nos hagamos más humildes, y conociendo la maldad del diablo, huyamos de los lazos que nos tiende, y recurramos a Dios, y con el ejercicio de la lucha nos fortalezcamos en la virtud.

 

La tentación, de la cual, según lo que hemos dicho, ningún adulto está libre, es el oficio diario del diablo, el cual oficio puede decirse que es providencial en cuanto que Dios lo permite para bien de la Iglesia; pues el amor de Dios se muestra en la prueba de la tentación. Jesucristo mismo fue tentado, también lo fueron los Apóstoles, tal vez en alguna ocasión la misma Santísima Virgen, si bien acerca de esto las fuentes no dicen nada. Siempre está en la mano del hombre, con la ayuda de Dios, el vencer libremente la tentación.

 

3. No es justo que el hombre sea expuesto a la lucha con el diablo; luego no se da la tentación diabólica.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. No es justo que el hombre sea expuesto a la lucha con el diablo sin el auxilio proporcionado de Dios, concedo el antecedente; de otra manera, niego el antecedente.

 

El hombre tentado tiene siempre de Dios o bien un auxilio próximo suficiente para vencer la tentación, o bien un auxilio remoto, esto es, v. gr. para pedir el auxilio próximo. Así la voluntad de este modo, incluso siendo tentada muy fuertemente, nunca se ve forzada a dar su consentimiento, pues (1 Cor 10,13): Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien con la tentación os dará a modo de poderla resistir con éxito.

 

466. 4. Sant 1,14s: Cada uno es probado por su propia concupiscencia que lo arrastra y lo seduce... Según estas palabras la tentación proviene de la concupiscencia; luego no proviene del diablo.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. La tentación proviene también de la concupiscencia, concedo el antecedente; solamente de la concupiscencia, niego el antecedente.

 

Se ve claro por 4,7: Resistid al diablo y él huirá de vosotros, que no se niegan las tentaciones del diablo a causa de las palabras que se han presentado en la objeción. En el contexto estas palabras quieren simplemente negar que sea Dios el que tienta, puesto que anteriormente se dice: Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Por lo demás puede decirse que alguien es tentado por la concupiscencia, o bien considerada en sí misma, o bien como excitada por el diablo.

 

Ahora bien, no se sabe de cierto si el diablo está entrometido en toda tentación (bien incoándola o bien una vez que ha comenzado fomentándola), «porque la cuestión no se plantea acerca de la tentación misma»; de este modo se expresa Suárez, tal vez apoyando la opinión afirmativa. Una vez supuesto el conocimiento que el diablo tiene del hombre y de los fenómenos sensibles, su malicia puede no abstenerse de fomentar una tentación, que incluso tal vez ha surgido por otras causas, si bien sólo hasta donde le sea permitido. Según las palabras del N.T. y de los SS.PP. parecería que hay que afirmar esto. Sin embargo Sto.Tomás piensa (1 q.114 a.3, 1.2 q.80 a.4) que no toda tentación procede del diablo, puesto que éstas también pueden con muchísima facilidad provenir solamente de la concupiscencia o del mundo (Gn 8,21; Sant 1,14; Mt 18,7-9; C.Trid. (D 106).[2]

 

Ahora bien en concreto es difícil discernir si la tentación procede del diablo, o solamente de la carne o del mundo. He aquí la regla de S.Bernardo: El mundo sugiere lo vano, la carne lo muelle, el diablo lo amargo. Probablemente las tentaciones, que vienen sin ninguna causa previa natural, y al menos muchos de las que nos resultan más molestas, proceden del diablo.

 

467. 5. En 1 Cor 10,12s se dice: No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Según estas palabras toda tentación es humana; luego no hay tentaciones del diablo.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. No hay más que tentación humana, esto es proporcionada a las fuerzas humanas, concedo el antecedente; la cual provenga precisamente de cualquier modo que sea del hombre, y nunca del diablo, niego el antecedente.

 

Según el contexto, se dice simplemente que los fieles habían padecido hasta entonces tentaciones que no superaban a las fuerzas humanas, y que debían confiar en que ellos en el futuro no iban a ser tentados por encima de dichas fuerzas, o que en caso contrario estarían protegidos con la gracia suficiente.

 

6. Puesto que los demonios han sido vencidos por Cristo, ya no pueden dañar al hombre. Luego no se da la tentación del diablo.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Los demonios no pueden dañar al hombre por encima de lo que Cristo les permita, concedo el antecedente; no pueden dañar de ningún modo, niego el antecedente.

 

Pues manteniéndose en pie el perfecto dominio de Cristo sobre los demonios, sin embargo todavía Cristo les permite el que nos tiente, o el que nos infesten o ataquen de otros modos, como después diremos.

 

468. Escolio 1. Las tentaciones pueden ser diversas. Esta diversidad puede provenir: a) de su objeto acerca del cual versan; b) de su vehemencia, que depende, bien de la fuerza con la que el demonio actúa, bien también de la disposición del sujeto, tal vez más inclinado a un vicio que a otro (1 q.114 a.2); c) de la larga duración; d) de la mayor o menor claridad, con la que aparecen como tentaciones. De aquí que según el modo diverso como se dan estas circunstancias la tentación se dice grave o leve.

 

469. Escolio 2. Los demonios interiores son enviados por los demonios superiores para tentar a los hombres. Esto es muy probable, supuesto el que parece que se da entre ellos cierto orden jerárquico, según el diverso grado de su perfección natural, y estando al frente de ellos Satanás, bien por su eminencia natural, bien por libre elección por la cual ha sido elegido por los demás como jefe en contra de Dios y de los hombres; ahora bien, de tal manera que la concordia de los demonios no se funda más que en el odio respecto a Dios y en la envidia para con los hombres.

 

Más aún, es probable, según la opinión de muchos teólogos, habiendo otros que se oponen a esta opinión, que a cada hombre se le asigna un demonio concreto. Orígenes (R 475): «A cada uno le asisten dos ángeles, uno de justicia y otro de iniquidad». S.Gregorio Niceno (R 1022): «Hay cierta enseñanza que merece crédito ya que está basada en la tradiciód de los Padres..., acerca de que algún ángel ha sido constituido por Dios para venir en socorro de la vida de cada uno, y que por el contrario a su vez el corruptor de naturaleza maquina en contra de la vida de cada hombre mediante algún perverso demonio...; ahora bien, el hombre está entremedias de estos dos, teniendo los dos compañeros de él un fin opuesto el uno del otro...»

 

Suárez: «No hay ninguna razón probable por la cual pueda creerse que Lucifer no designe a cada uno de los hombres un espíritu malo a fin de atacar a éstos». «Está casi comúnmente admitido el que cada uno de los hombres tiene dos ángeles, uno bueno y otro malo».

 

Corolario. 1. Puesto que los pecados sociales (los odios comunes, las guerras injustas, las persecuciones de los inocentes, las sociedades instituidas con un fin perverso, e incluso otros fenómenos sociales que suelen acarrear muchos pecados), son provocados por hombres particulares, todos los cuales están sometidos al influjo de la tentación diabólica, puede juzgarse que tal vez todos ellos o bien muchos de ellos provienen de la incitación del diablo.

 

 2. Tentaciones contra la Iglesia. Cristo fue tentado en el desierto (Mt 4,1-11; Lc 4,1-12), no de un modo meramente típico y ejemplar, esto es, pedagógico por lo que se refiere a nosotros, como si la tentación no le alcanzara a El mismo directamente, sino verdadera y realmente (si bien no por medio de la concupiscencia de la cual El estaba libre) en cuanto que como si quedara constituido en ocasión de dudar acerca de Dios o de tentar a la providencia divina: más aún, esto era como el principio de la lucha del diablo contra Cristo, la cual se prolongaría hasta la cruz. Ahora bien, Cristo sufrió estas tentaciones como cabeza de la Iglesia, la cual por tanto, una vez que Jesús ya salió de este mundo en la ascensión, también sería tentada por el diablo, el cual, más que atacar a cada uno de los cristianos, ataca en ellos a la Iglesia misma como obra de la restauración de todos por la unión con Cristo, esto es siendo el demonio ya impotente para perseguir a Cristo glorificado, ataca al mismo Jesucristo en su Cuerpo Místico, la Iglesia, de donde nuestras tentaciones están conexionadas con las tentaciones de Cristo, en cuanto a su sentido redentor.

 

3. Tentación en orden al mal. Puesto que tentar en primer término es lo mismo que probar, esto es experimentar algo acerca de alguien, nada impide el que Dios de alguna manera tiente; ahora bien, esta tentación nunca es en orden al mal, sino para el bien de la Iglesia y del hombre; mientras que la tentación del diablo únicamente tiende al mal en contra de la Iglesia y en orden a rebelamos contra Dios (1 q.114 a.2).

 

4. Discreción de espíritu. Puesto que el diablo es mentiroso desde el principio (Jn 8,44), y mediante la mentira ha alcanzado su primer triunfo en el mundo (Gn 3,1-6) con las mismas armas ataca constantemente a los hombres. De no donde no raras veces sucede que cubre sus asechanzas con un velo de bondad moral, a fin de incitar más fácilmente a los hombres hacia su perversidad. De aquí se ve la importancia que tiene la discreción de espíritu, o seas la ciencia de discernir en los movimientos del alma aparentemente buenos, cuáles son en realidad tales movimientos buenos, esto es que provienen de Dios y de los ángeles buenos, y cuáles provienen del diablo (o de un oculto egoísmo desordenado). Entre los cristianos el comienzo de esta ciencia que es indicada por Juan y por Pablo, se desarrolla en la Didajé, en el Pastor Hernias, en Orígenes y en el monacato oriental, hasta que dicha doctrina la sistematizó experimental y teóricamente Evagrio y por medio de Casiano viene a ser común en los monasterios occidentales.

 

Articulo II

De la obsesión diabólica

 

TESIS 18. Los demonios infestan, esto es atacan a los hombres mediante la obsesión.

 

470. Nexo. Ya ha quedado constancia acerca del ataque que el diablo realiza mediante la tentación en contra del hombre; ahora se trata de otro modo de atacar mediante males físicos. Puesto que los demonios pueden mover ciertamente con enorme rapidez los cuerpos de un lugar a otro, aplicando los elementos activos a los pasivos, producen a veces en los hombres dichos males (Job 2,7s; Tob 3,8; Mt 12,22; 17,14-17); lo cual Dios, o bien simplemente lo permite o bien incluso lo manda a fin de ejercitar a los hombres en la virtud, o para mostrar la virtud de éstos o para castigar los pecados de los hombres, puesto que no implica contradic­ción el que Dios use de un demonio como instrumento en orden a ocasionar estos males a los hombres.[3] Y ahora dando esto por supuesto avanzamos un paso más y pasamos a tratar acerca de un modo peculiar de infestación o ataque mediante maless físicos, esto es, vamos a hablar de la obsesión.

 

471. Nociones. Los DEMONIOS se consideran de un modo indefinido, esto es sin que se diga que son todos o al menos siempre los mismos los que infestan o atacan a los hombres.

OBSESION, dejando otros modos de definición, se considera aquí como un influjo del demonio en el hombre, que le daña de algún modo sensible, v. gr. con apariciones, visiones, alucinaciones, con estrépito, con perturbación de los sentidos y de los miembros, golpeándolo, incrementando sus fuerzas de un modo insólito, obstaculizando unas acciones, coaccionándolo en orden a otras.

 

La obsesión puede ser de uno solo o de muchos demonios (Lc 8,30); continua o interrumpida (Lc 13,11; 1 Re 16,23). Ahora bien, según los distintos modos como el demonio se comporta respecto al hombre se denomina:

 

a) Circuminsesión si el demonio perjudica al hombre desde fuera, v. gr. mediante estrépitos, por medio del movimiento o la confusión de las cosas, mediante golpes o ataques contra él.

 

b) Obsesión en sentido estricto, si el demonio ocupa el cuerpo del hombre interiormente y lo daña, sin que no obstante le quite la libertad de obrar, al menos de un modo total.

 

c) Posesión, si el demonio ocupa interiormente el cuerpo del hombre, y ejerce tal dominio, bien directo en dicho cuerpo como en cosa suya, bien indirecto mediante el cuerpo en el alma de tal manera que al hombre no le queda ninguna o casi ninguna libertad de obrar.

 

472. En la posesión el demonio no puede ocupar el alma en contra de la voluntad de ésta (lo cual es propio exclusivamente de Dios) ejerciendo un dominio directo en el entendimiento y en la voluntad; sin embargo por medio del dominio despótico del cuerpo (v. gr. en los sentidos, en la fantasía) puede perturbar fuertemente el entendimiento y de este modo o bien cohibir la acción dq la voluntad, o bien hacerla más difícil. Por lo demás, como está claro de por sí, no se une al hombre como forma intrínseca esencial o accidental, sino solamente como se une el motor a lo movible.

 

En la Escritura, la cual emplea estos términos nuestros, son obsesos «los poseídos de demonios» (Mt 8,28), «el lunático» (Mt 17,14), «el hombre poseído por un espíritu inmundo» (Mc 1,23), «el que tenía un espíritu inmundo» (Mc 7,25), «el que poseía un demonio inmundo» (Le 4,33), «los que eran maltratados por espíritus inmundos» (Lc 6,18). Además los poseídos de demonios, son llamados con un vocablo que nos e usa en el N.T. ni, según parece, tampoco lo usan los Padres primitivos, a saber, con la expresión de energúmenos (esto es ociosos), tal vez «en cuanto que, según dice Smit, están movidos por un principio distinto que se esconde en su interior».

 

473. Los HOMBRES se toman indefinidamente y al mismo tiempo respecto a aquellos que vivieron en tiempo de Cristo y también respecto a los posteriores, sin embargo sin hacer una determinación ulterior respecto a la frecuencia y a los tiempos.

 

INFESTAN, esto es, atacan. Se considera este vocablo también indefinidamente: a) por lo que se refiere a la extensión, en cuanto se afirma que el hecho de la obsesión (de tal manera que se considera sobre todo la obsesión estrictamente tal y la posesión, ya que la circuminsesión se concibe más fácilmente el que pueda darse) al menos en alguna ocasión se ha dado, y que también puede darse en ocasiones posteriores, sin que no obstante se pretenda aquí afirmar y probar históricamente el que este hecho se produce en realidad siempre e incluso ahora. b) Por lo que se refiere a la intensidad, en cuanto que se afirma el hecho de la obsesión v. gr. como se describe en el Evangelio; sin que por tanto se pretenda determinar que la obsesión se da precisamente con estos o con aquellos caracteres.

474. Adversarios. Además de los que niegan la existencia del diablo y muchos protestantes modernos, negaron la tesis algunos católicos, como recientemente Jahn, opinando que los poseídos del demonio que aparecen en la sagrada Escritura son simplemente ciertos enfermos.

 

475. Doctrina de la Iglesia. Muchos concilios provinciales dieron leyes acerca de las ceremonias sagradas respecto a los energúmenos, como: el Concilio de Ilíberos (a.305-6?) can.29: «El energúmeno que es atormentado por un espíritu vagabundo, ni hay que pronunciar el nombre de éste juntamente con la oblación que se hace en el altar, ni hay que permitir que sea ministro en la Iglesia con sus propias manos». El Concilio IV de Cartago (a.398, can.92): «A los energúmenos que se sientan en la casa de Dios se les administre por medio de los exorcistas a su debido tiempo el alimento diario».

 

Desde los primeros tiempos en la Iglesia se daban, y también hoy se dan leyes (anterior Código de Derecho Canónico 1151-1153) y hay oraciones respecto a los exorcismos de los obsesos (Ritual Romano tit.9 c.l «Acerca de la administración de los exorcismos a los obsesos por el demonio»; c.2 «Ritos para administrar los exorcismos a los obsesos por el demonios»; c.3 «Exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas»).

 

Y desde el comienzo existía en la Iglesia el orden del exorcitado. Conc. Tridentino (D 958): «Y desde el comienzo de la Iglesia se sabe que estuvieron en uso, aunque no en el mismo grado, los nombres de las siguientes órdenes y los ministerios propios de cada una de ellas, a saber: del subdiaconado, acólito, exorcista...». La misión del exorcista es expulsar los demonios de los posesos, según se indica muchas veces en el rito de su ordenación, v. gr. en las palabras de la forma: «Recibid... la potestad de imponer las manos sobre los energúmenos, tanto bautizados como catecúmenos».

 

476. Valor teológico. Al menos cierta en teología.

 

477. Se prueba por la sagrada Escritura. Se dice que Cristo expulsaba a los

demonios, y en verdad se emplea el verbo «eicere» ( εκβαλλειν —> expulsar, arrojar), verbo que no se emplea en los Evangelios respecto a las enfermedades.

 

Mc 1,34: Y expulsó muchos demonios. Y no de jaba hablar a los demonios pues le conocían. Cf. Lc 11,14s.

 

Los poseídos del demonio, aunque estén unidos a otros enfermos, puesto que la obsesión es un mal físico, sin embargo están claramente separados de los enfermos, cuya enfermedad queda encerrada en alguna fórmula común. Mt 4,24: Y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, y los que estaban poseídos por el demonio. Mc 1,34: Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios.

 

478. Cristo increpa, manda a los demonios; y éstos responden, obedecen, salen del hombre y continúan viviendo. Mc 1,23-26: Había precisamente... un hombre poseído por un espíritu inmundo que se puso a gritar: ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y agitándole violentamente el espíritu inmundo dio un fuerte grito y salió de él.

 

Mc 5,6-13: Al ver de lejos a Jesús corrió y se postró ante El y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo?...» Es que El le había dicho: «Espíritu inmundo sal de este hombre». Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre?». Le contestó: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos»... Había allí una gran piara de puercos que pacían en el monte; y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos». Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos. Mc 9,24s: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él...».

 

Cristo otorga el poder de arrojar demonios como un poder distinto de la potestad de curar enfermos. Mt 10,1: Y llamando a sus doce discípulos les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Y se sigue el efecto. Lc 10,17: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Mc 16,17: Estas son las señales que acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas...

 

479. Estas palabras en su sentido obvio no pueden dejar de entenderse en orden a verdaderos poseídos por el demonio. Además en ninguna parte se sabe que hubiera habido costumbre de llamar a los poseídos del demonio como ciertos enfermos especiales. Y no se diga que Cristo simplemente se acomodó en el modo de hablar del error de los judíos, pues: a) de este modo los hubiera confirmado en el error. b) Incluso en privado habla acerca de los energúmenos con sus discípulos, a los cuales de este modo los hubiera a error. Ciertamente cuando sus discípulos se alegran (Lc 10,17-20) al decir a Jesús: Hasta los demonios se nos someten en tu nombre, El les dijo: ... pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan. c) De este modo obraría en contra de sus veracidad. Precisamente prueba que ya ha llegado el reino de Dios por el hecho de que arroja a los demonios en el espíritu de Dios (Mt 12,28).

 

480. Se prueba por la tradición. Los SS. Padres atestiguan que existen los poseídos por el demonio; que en la Iglesia se da la potestad de arrojarlos; que de hecho estos son arrojados, y de tal manera que esto acontece en verdad muchas veces en público, e incluso en presencia de paganos que admiten y reconocen el hecho; y que se lleva a cabo en nombre de Jesucristo.

 

S.JUSTINO: «Los demonios mismos oyen con horror el poder de Cristo... y hasta el poder su solo nombre. Y hoy adjurados por el nombre de Jesucristo... se some­ten...». «Lo cual os es fácil también a vosotros verlo ahora si queréis, a causa de que se lleva a cabo en presencia de todos. En efecto por el nombre del4lijo de Dios... mismo... cualquier demonio adjurado... se somete».

 

LACTANCIO: «Los demonios temen a los que adoran a Dios, en cuyo nombre cuando son adjurados salen de los cuerpos: a causa de las palabras de los que adoran a Dios... no sólo confiesan que son demonios, sino que también publican sus nombres... y muchas veces dando enormes alaridos, pregonan que ellos son azotados y que arden y que ya están a punto de salir...». Respecto a las causas de la conversión de muchos dice: «Y no es ésta en verdad una causa de poca importancia, el que los espíritus inmundos de los demonios... se introducen en los cuerpos de muchos... y después que han sido arrojados los demonios, todas las personas... que se han visto libres de los demonios... se adhieren a la religión cuyo poder han conocido».

 

S.IRENEO: «En efecto otros arrojan a los demonios con toda firmeza y verdad, que en muchísimas ocasiones también creen aquellos mismos que se han visto libres de espíritus enormemente perversos, y entran en la Iglesia».

 

481. MINUCIO FELIX: «Estos... espíritus impuros... perturban la vida, inquietan a todos, introduciéndose incluso furtivamente en los cuerpos, como diminutos espíritus, fingen enfermedades, aterrorizan las mentes, distorsionan los miembros... estos son también los que véis fuera de sí que corren espantados en público... todo esto lo sabéis la mayor parte de vosotros que los demonios confiesan de sí mismos, cuantas veces son expulsados de los cuerpos por nosotros mediante los tormentos de nuestras palabras y mediante las llamas de la oración... creed el testimonio de los demonios mismos que confiesan acerca de sí que es verdad el que son demonios...»

 

ORIGENES: «Celso... dice: Yo opino que la potestad que parece que tienen los cristianos (de arrojar los demonios), la tienen por los hechizos de ciertos demonios... en lo cual nos calumnian de un modo manifiesto. En efecto se ve claro que no tienen dicho poder en virtud de esta clase de hechizos, sino mediante la pronunciación del nombre de Jesús y la recitación de los Evangelios: pues esto es lo que muchas veces ha arrojado a los demonios de los hombres...»

 

S.JERONIMO: «Este espíritu inmundo que te obliga a escribir estas cosas (vigilante), muchas veces ha sido torturado con este polvo vilísimo (Ude los mártires?, más aún incluso también hoy es torturado, y el que disimula los golpes contra ti, en los demás confiesa y lo admite claramente, a no ser que tal vez al igual que los gentiles e impíos Porfirio y Eunomio, te figures que se trata de juegos de artificio de los demonios y que no son los demonios en verdad los que gritan, sino que fingen sus tormentos».

 

S.CIPRIANO: «Oh, si quisieras oírlos (a los demonios)... cuando son conjurados por nosotros... y cuando son arrojados de los cuerpos poseídos por ellos mediante los tormentos de nuestras palabras; cuando... gimiendo de manera humana y sintiendo los azotes que reciben en virtud del poder divino..., confiesan que llegará el día del

juicio».

 

482. Razón teológica. La sola razón no puede conocer a priori el que se den estas obsesiones, o a posteriori por sí sola, la razón al menos con certeza el que proceden precisamente del diablo. Sin embargo una vez conocida la existencia del diablo y el poder que tiene y su envidia respecto a nosotros, concluye fácilmente a priori que es muy probable, el que el demonio, en la medida en la que Dios se lo permita, infesta o ataca con la obsesión a los hombres; más aún a posteriori, mientras que testigos fidedignos narran muchas veces que ciertos hombres realizan algunas cosas que están por encima de la naturaleza humana, en cuanto conocemos ésta incluso científicamente, v. gr. que estos hombres hablan en lenguas que no han aprendido, conocen los secretos pensamientos ajenos, etc., la razón admite en estos casos con una certidumbre moral el influjo del diablo, puesto que tales fenómenos en cuanto realizados en daño del paciente, en circunstancias ridículas, con irrisión de lo sagrado, incluso con blasfemias, no pueden atribuirse a Dios ni a los buenos espíritus.

 

483. Objeciones. 1. Los textos evangélicos pueden tomarse respecto a poseídos del demonio, como acerca de ciertos enfermos especiales; luego de estos textos no se arguye rectamente en orden a la obsesión del diablo.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Los textos evangélicos pueden tomarse respecto a los poseídos del demonio, como respecto a ciertos enfermos, violentando las palabras de dichos textos, concedo el antecedente; en su sentido obvio, niego el antecedente.

 

La distinción la hemos derivado de lo que se ha dicho en la prueba de la sagrada Escritura. Además Flavio Josef o, judío, dice: «Yo he visto... entre mis paisanos a un cierto Eleázaro, en presencia de Vespasiano y de sus hijos y de los tribunos y de los restantes soldados, del poder de los demonios a los poseídos por ellos...». Luego los poseídos de los demonios entre los judíos no eran enfermos especiales.

 

2. Los poseídos del demonio citados en los Evangelios parece que fueron enfermos, por los signos de histerismo, de furor, de epilepsia (Lc 9,39-43); luego no se arguye con rectitud en base al Evangelio en orden a la obsesión del diablo.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Estos signos aparecen siempre, niego la mayor; algunas veces, subdistingo: de tal manera que no excluye la obsesión, concedo; en otro caso, niego.

 

La obsesión no se prueba solamente por los signos considerados en sí mismos. Sin embargo nada impide el que el obseso emita signos semejantes a los sentidos por los epilépticos, etc., o el que la obsesión esté unida en alguna ocasión con otra enfermedad, y en verdad tal vez una enfermedad no ocasionada por el demonio mismo. En efecto «puesto que no pueden actuar más que mediante las fuerzas naturales... consideran en sus obras aptitudes de los cuerpos en orden a los efectos pretendidos» (1 q.115 a.5).

 

La posesión y la enfermedad, tanto física como psíquica, pueden estar unidas y ejercer un influjo mutuo entre sí; sin embargo no necesariamente sucede esto. De donde ni el sacerdote debe fácilmente afirmar que se da la posesión, cuando tal vez se trata simplemente de alguna enfermedad, ni el médico debe excluir siempre dicha posesión, cuando parece que los signos externos manifiestan alguna enfermedad, con tal que a pesar de ello se dé al mismo tiempo en dicho enfermo alguna sospecha prudente respecto a encontrarse poseído.

 

Tal vez insista el objetante. Los poseídos por el demonio se dice que fueron curados por Cristo (Mt 12,22; 15,28; Lc 9,43; Hchs 10,38). Luego parece que se trata de enfermos ordinarios.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Los poseídos por el demonio se dice que fueron curados por Cristo en cuanto que la obsesión se consideraba como cierta enfermedad de un orden más elevado, concedo el antecedente; como una enfermedad natural, niego el antecedente. La distinción está clara por lo que hemos dicho en la prueba de la sagrada Escritura.

 

484. 3. S. Pablo al citar (1 Cor 12,14) los carismas, no dice nada acerca de la gracia de expulsar demonios; luego es señal de que piensa que los poseídos por el demonio son una clase de enfermos.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. S.Pablo no dice nada de la gracia de expulsar demonios de una forma explícita, concedo el antecedente; no dice nada implícitamente, niego el antecedente.

 

S.Pablo cita «el poder de milagros», en el cual poder se juzga que queda incluida también la gracia de expulsar demonios. Por otra parte su silencio no prueba nada, a no ser que constara que él había debido hablar de dicha gracia. Así S.Juan, como queriendo poner de relieve algunos hechos pasados por alto por otros evangelistas, sobre todo para confirmar la dignidad de Cristo, no se refiere a los poseídos por el demonio, sin que por ello no obstante deba penarse con razón que él los considerara como simplemente enfermos.

 

4. Sin embargo es extraño el que en tiempo de Cristo hubiera tantos poseídos por el demonio; luego hay que pensar que éstos no fueron tales posesos.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Es extraño el que hubiera habido tantos poseídos por el demonio en tiempos de Cristo si no hubiera una razón para permitir entonces tanta cantidad de éstos, concedo al antecedente; en otro caso, niego el antecedente.

 

Dicha razón era el que Cristo debió vencer al diablo, deshacer sus obras, destruir su reino, etc.; y que era preciso el que la victoria de Cristo se hiciera visible con la expulsión de los demonios, y el que los demonios mismos, aunque en contra de su voluntad, testimoniaran la llegada de Cristo.

 

5. Cristo antes de su muerte dijo (in 12,31): Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera. Según estas palabras, a la muerte de Cristo el demonio fue arrojado del mundo; luego al menos después de ella no se dan ya los poseídos por el demonio.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. El demonio fue arrojado del mundo a la muerte de Cristo, en cuanto que por la religión cristiana el reino del diablo poco a poco iba a ser echado fuera, concedo el antecedente; en cuanto que a partir de entonces quedó excluido el que los demonios infestaran o atacaran a los hombres, niego el antecedente.

 

Echa fuera al diablo, esto es, lo arroja de las almas por la fe y la gracia, lo arroja de la vida pública por la destrucción de la idolatría, y ciertamente que da a los hombres fuerza para resistir fácilmente a cualquier ataque diabólico que vaya en contra de la vida espiritual.

 

Hay quienes piensan que ya no se dan posesiones y exorcismos en sentido estricto, como si la psiquiatría desconociera los fenómenos diabólicos; no por el contrario, muchos otros, no sólo teólogos sino también metapsíquicos creen que los demonios han abandonado sus obras, sino que actúan de tal manera que a las posesiones de los individuos les han sido puestos en substitución ciertos fenómenos de furor colectivos (los cuales disminuyen el sentido de la conciencia y la libertad en muchas personas), juntamente en disminución del sentido del pecado.

 

485. Escolio 1. Señales de obsesión. Si bien hay que rechazar la propensión a negar toda obsesión, sin embargo, puesto que los efectos de la histeria, del hipnotismo, de la telepatía natural, etc., son a veces bastante extraños, hay que tener -cuidado de no caer en una demasiada credulidad.

 

Por ello la Iglesia le advertía al exorcista (Rit. Rom. 11,1-3) «que no creyera fácilmente el que alguna persona estaba poseída por el demonio, sino que conociera las señales por las que uno que está poseído se distingue de aquellos que, o bien tienen un acceso de locura o bien alguna enfermedad».

 

De aquí el que, para que no admitiera la obsesión, a no ser cuando las causas naturales se manifestaban como insuficientes para explicar el hecho, la Iglesia lo instruía con toda prudencia del siguiente modo: «Las señales del demonio cuando se posesiona de una persona son: hablar muchas palabras en lengua desconocida, o entender al que así habla; descubrir cosas distantes y ocultas; mostrar fuerzas por encima de la naturaleza de su edad o de su condición; y otras cosas de este género, las cuales cuando se juntan en gran cantidad, muestran que los indicios son mayores». Por otra parte la posible explicación natural no excluye necesariamente y siempre el influjo preternatural del demonio.

 

486. Escolio 2. Fines de Dios al permitir la obsesión. Si bien se admite comúnmente el que la obsesión se da con más frecuencia en pueblos paganos o en hombres perversos, sin embargo, puesto que la obsesión de suyo no es pecado o castigo del pecado, y ya que por consiguiente ni las blasfemias ni todo lo que el que está poseído por el demonio dice movido por éste, debe imputársele como pecado al poseso, nada impide el que la obsesión también la permita Dios en regiones cristianas, en hombres fieles, incluso en personas piadosas, bien por razón de purificarlos, o de probarlos en orden a un mayor mérito, o de confirmar la existencia y la malicia de los demonios, o también demostrar el poder eclesiástico.

 

Escolio 3. La posesión moral. La posesión de la que hemos tratado hasta ahora es una posesión ontológica, en cuanto que el demonio mismo está 'físicamente en el hombre; sin embargo está en el cuerpo de éste, pero no está en el alma por una cierta cuasi inhabitación de forma semejante a como habita el Espíritu Santo en el alma del justo. Por lo demás dicha posesión por permisión puede darse tanto en el pecador como en ocasiones en los justos. Fuera de esta posesión del diablo no se conoce otra, v. gr. en el pecador. Sin duda el demonio puede tentar al hombre mediante la proposición de un objeto externo o con una sugestión externa o también dirigiéndose directamente a su fantasía, a fin de atraerlo de este modo al mal; sin embargo él mismo propiamente no pone el mal en el corazón del hombre, sino en cuanto éste consiente en la tentación, ni entra propiamente en el corazón del hombre, a no ser en cuanto que éste se entrega sin resistencia a las asechanzas del diablo (Jn 13,2.27). Sin duda alguna la privación de la gracia hace al hombre más proclive a estas asechanzas; más aún, mediante ulteriores consentimientos podría éste caer en la obcecación y en el endurecimiento y de este modo estar sujeto al influjo del diablo cada vez más continuo y eficaz. Sin embargo ni siquiera en el mayor grado de todos los endurecimientos y de esta clase de influjo diabólico puede decirse que el demonio habite ontológicamente en la persona que se encuentra en estado de vía, a no ser a lo sumo en el sentido indicado a manera de simplemente psicológico o también moral.

 

De donde el exorcismo que desde la antigüedad realiza la Iglesia en el bautismo no supone ninguna posesión estricta en el no bautizado. Sin embargo la Iglesia: a) sabe que el alma a causa del pecado bien el original o bien también el actual está sometida por la culpa y la pena a cierta potestad del diablo, y mediante el exorcismo quiere la Iglesia quitar «los obstáculos para recibir la remisión de la culpa por medio del sacramento (3 q.71 a.2.3). b) Puesto que sabe que el bautizado va a vencer en medio de cierta dura lucha que comenzó al principio del mundo por parte de los poderes del diablo en contra de Dios, por la cual de hecho el diablo ha obtenido cierto dominio del mundo (Le 4,6; Ef 2,2; 2 Cor 4,4) del cual es llamado por Cristo «príncipe» (Jn 12,31; 14,30; 16,11), y que en unas ocasiones obra por obsesión o por posesión, o también turbando el orden cósmico mediante calamidades físicas, si bien la mayoría de las veces obra mediante la excitación al pecado, quiere la Iglesia exorcitarlo, hasta tal punto que mediante toda su autoridad y la especial eficacia de sus signos, aquél quede confirmado en la aversión al pecado y a las ocasiones por las que podría caer de nuevo bajo el dominio del diablo y par que alcance la plena «aptitud en orden a luchar en contra de los demonios» (a.2) y en contra de las tentaciones de éstos.

 

Articulo III

De la magia

 

TESIS 19. Existe la magia.

 

487. Nexo. Aparte de la tentación y de la obsesión, hay otro modo de infestación o ataque diabólico, a saber, el trato de los hombres con el diablo, o sea la magia. A la cual pueden referirse ciertos fenómenos de magnetismo, hipnotismo, espiritismo; así pues aunque acerca de estos fenómenos se trata en Teología Moral, aquí también hay que decir algo acerca de ellos.

 

488. Nociones. MAGIA, esto es la facultad de obtener efectos sensibles maravillo­sos y extraños.

 

Aquí se trata: a) No de la magia blanca, tanto natural, por la que un mago realiza cosas maravillosas mediante fuerzas de la naturaleza que él conoce y que otros comúnmente ignoran, como la artificial, por la que un mago realiza cosas maravillosas mediante fuerzas suficientemente conocidas por los otros, si bien aplicadas con una destreza singular. b) Sino que hablamos de la magia negra o sea la diabólica, por la que un mago realiza cosas maravillosas supuesto el pacto con el diablo, bien explícito, esto es mediante trato con él verbal e imaginario, o bien implícito, esto es por la usurpación de medios (de los que se espera se siga el efecto), los cuales (no por su propia naturaleza o por decreto de Dios) sino solamente por obra del diablo produzcan efecto.

 

Estos pueden ser: a) El maleficio, o sea la magia empleada para perjudicar y dañar a otro. b) La vana observancia, en cuanto que se emplean para algún efecto medios totalmente insuficientes (el arte de hacer notoria una cosa, o sea para alcanzar alguna ciencia; la observancia de los remedios de la salud, o sea para quitar las enfermedades; la observancia de los acontecimientos, o sea para regular las acciones a causa de anuncios que se han hecho de antemano bien prósperos bien adversos por algún hecho fortuito). c) La adivinación en cuanto que se emplea para conocer lo futuro o lo oculto (oráculo, si es mediante la respuesta de un ídolo; vaticinio, si es por un adivino; ciencia de los haróspides, si es por las vísceras de los animales; quiromancia, si es por las rayas de las manos; astrología, si es por las estrellas del cielo; sortilegio, si es a base de echar las suertes; sueño, si es por lo visto en un sueño, etc.).

 

489. EXISTE. Se admite fácilmente la posibilidad; no sólo de la invocación del diablo por parte del hombre, por curiosidad o por otra pasión, pretendiendo alcanzar algo mediante el diablo, sino también de la intervención diabólica; pues nada impide que por permisión de Dios, el diablo realice efectos sensibles maravillosos e imposibles para el hombre, cuando el demonio es invocado por el hombre.

 

Sin embargo aquí se afirma además que se da de hecho: 1) No precisamente el arte mágico, ésto es la facultad, cuasi ejercida en virtud de cierta ley, de alcanzar con certeza y siempre unos efectos maravillosos; pues esta no parece que debe admitirse según los teólogos y por otras razones, y porque Dios no permitiría al diablo permiso para obrar de este modo cuantas veces fuera invocado por el mago. 2) Pero sí algunos hechos realizados por el diablo.

 

490. En este tema hay que evitar la demasiada credulidad de tal manera que, en caso de duda acerca de la naturalidad o de la preternaturalidad del hecho, hay que presumir que se trata de algo natural, y no hay que suponer que se da intervención diabólica a no ser que se pruebe claramente. Pues pueden realizarse de un modo natural efectos maravillosos, bien por alteración nerviosa, bien por fraude de los prestidigitadores, bien tal vez incluso por fenómenos paranormales, que estudia científicamente la parapsicología.

 

Más, como quiera que por otra parte no hay que rechazar a priori como falsos los hechos mágicos, si algún hecho históricamente cierto no puede explicarse naturalmente, o bien por artificio humano, habrá que recurrir razonablemente, según la naturaleza y las circunstancias del hecho, o bien a Dios o a los ángeles buenos, o bien a los demonios; si bien siempre con gran cautela, a fin de no caer fácilmente en el error.

 

Por otra parte peca gravemente el que usa de estas cosas sospechando seriamente que no pueden realizarse sin ayuda de los demonios. Sin embargo no debe ser una persona acusada al momento de magia, porque en base a ciertos signos naturales preanuncie hechos futuros o bien usando de las cosas de la naturaleza realice hechos maravillosos y ocultos; pues pueden hacerse cosas maravillosas e insólitas explorando las fuerzas ocultas de la naturaleza, y por la conexión latente de causas naturales pueden deducirse con certeza o con probabilidad ciertos hechos futuros en base a acontecimientos presentes.

 

491. Adversarios. Aparte de los racionalistas, no pocos protestantes liberales, algunos católicos, como KLÜPFEL, que considera los hechos mágicos como «inventados o sueños de una fantasía delirante». En época reciente también Castelli decía que no puede concebirse que Dios coopere a esos fenómenos, porque no sería mera permisión.

 

En cambio otros protestantes, no sólo admiten la magia, sino que llegan a decir que ésta se da con más frecuencia después de la Reforma.

 

492. Doctrina de la Iglesia. Baste aquí recordar la abundante legislación eclesiástica dada a lo largo de los tiempos en contra de la magia.

 

Inocencio VIII, a.1484, confió a la Inquisición las causas acerca de la magia, esto es, acerca del trato con el diablo, lo cual lo tenía como herético. Antes de este Papa y después de él la Iglesia reprobó en muchas ocasiones la magia, cuya existencia por consiguiente admitía. Y en nuestro tiempo no ha cambiado su pensamiento acerca de esto, si bien a nadie manda, como está claro, el que admita dicha existencia, la cual sin embargo parece difícil que pueda ser negada.

 

493. Valor teológico. Al menos moralmente cierta. Según Beraza «parece cierta de tal manera que no puede ponerse en duda sin alguna calificación de temeridad».

 

494. Se prueba por la sagrada Escritura. La sagrada Escritura narra hechos que parecen mágicos y tiene afirmaciones que suponen, según parece, que se da la magia. Ex 7,10-12: Presentáronse pues Moisés y Aarón a Faraón, e hicieron lo que Yahvé había ordenado: Aarón echó su cayado delante de Faraón y sus servidores, y se convirtió en serpiente. También Faraón llamó a los sabios y a los hechiceros, y también ellos, los sabios egipcios, hicieron con sus encantamientos las mismas cosas. Echó cada cual su vara, y se trocaron en serpientes; pero el cayado de Aarón devoró sus varas. Cf. Ex 7,22, donde después de narrar ciertos hechos portentosos de Moisés se dice: Pero lo mismo hicieron con sus encantamientos los magos de Egipto.

 

495. Hchs13,8-10: El mago Elimas escuchó las siguientes palabras de Pablo: Tú, repleto de engaño y de toda maldad, hijo del diablo...

 

Hchs 16,16-18: Sucedió... que nos vino al encuentro una muchacha esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos... cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella». Y en el mismo instante salió.

 

Mt 24,24: Según el testimonio de Jesucristo surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios...

 

496. Parece que dan por supuesto el que la magia no fue siempre sueños de fantasía delirante las severas prohibiciones de ésta mediante ley: Lev 19,31: No os dirijáis a los nigromantes, ni consultéis a los adivinos, haciéndoos impuros por su causa. 20,27: El hombre o la mujer en que haya espíritu de nigromante o adivino, morirá sin remedio.

 

Deut 18,10-12: No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos, Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahvé tu Dios. Y por causa de estas abominaciones desalo ja Yahvé tu Dios a esas naciones delante de ti.

 

Así mismo las prohibiciones de la magia por medio de los reyes (1 Re 28,9; 4 Re 23,24). Y las reprobaciones de la magia por los profetas (Is 8,19).

 

497. Se prueba por la tradición. Los SS.Padres dicen que los demonios promovieron las artes mágicas. Que hicieron muchas acciones maravillosas e insólitas. Que pronunciaron oráculos...; que cesaba la magia haciendo la señal de la cruz e invocando el nombre de Cristo.

 

S.AGUSTIN: «Añadimos.., muchos prodigios de artes humanas y mágicas, esto es de artes demoníacas por medio de hombres y de los demonios mismos por sí mismos... (los demonios) hacen a unos pocos de entre ellos (de los hombres) discípulos suyos y estos pocos pasan a ser los que enseñan a muchos..., de donde las artes mágicas y los que practican las mismas han existido... así pues se trata de muchísimos hechos de ellos, los cuales cuando admitimos que son más extraordinarios, con tanto más cautela debemos evitarlos».

 

TERTULIANO: «Si también los magos producen fantasmas...; si les hacen salir violentamente a los niños a manifestar un oráculo, si representan engañosamente muchos prodigios con imposturas propias de un charlatán, si también producen sueños teniendo el poder que les asiste de ángeles y demonios una vez invitados...; ¿cuánto más dicho poder... pondrá empeño con todas sus fuerzas en realizar en favor de los suyos, lo que hace en pro de un negocio ajeno?».

 

498. MINUCIO FELIX: «... los magos... no solamente tratan a los demonios, sino que también todo lo que engañosamente realizan de un modo prodigioso, lo hacen mediante los demonios; inspirándoles e infundiéndoles éstos, ejecutan ardides, para o bien que se vea lo que no es, o bien que no se vea lo que es».

 

ORIGENES: «¿Así pues quién en estas cosas, si lo considera de un modo diligente, va a decir que esta presciencia que ha sido predicha acerca de la dirección de los bueyes (por sacerdotes y adivinos de los acaronienses) o bien es fortuita o bien amañada y no suministrada por cierta operación de los demonios...? Es pues ésta una cierta operación de los demonios en lo relacionado con la presciencia, la cual operación se adquiere con ciertas artes por parte de aquellos que se han entregado a los demonios...

 

TEODORETO: Los demonios «a fin de asegurar. la tiranía arrebatada con violencia (sobre los hombres), se vanagloriaron de que incluso predecían el futuro... llevando a los hombres sobre todo de este modo al engaño... inventaron los ardides adivinatorios de aquellos que vaticinan desde la harina, desde el pecho, desde los muertos... y el que fue estos oráculos de los demonios malignos... lo prueba como un argumento muy sólido el hecho del silencio al que ahora están sometidos. En efecto después que nuestro Salvador se encarnó, huyeron los que habían estado engañando a los hombres...».

 

499. Razón teológica. La razón, una vez conocidos, tanto el poder intelectual y operativo del diablo y el odio de éste para con Dios y la envidia diabólica respecto de los hombres, como la curiosidad con la que el hombre muchas veces se inclina incluso a lo ilícito, fácilmente se da cuenta de la probabilidad (aparte de la posibilidad) de la magia; y no ve que implique contradicción el que Dios la permita, puesto que puede sacar de ella mayores bienes.

 

500. Escolio. Acerca del magnetismo, del hipnotismo, del espiritismo, vamos a decir aquí unas pocas ideas.

 

El magnetismo es la práctica de alcanzar efectos maravillosos mediante el influjo en otra persona: a) Un influjo que puede ser cuasi magnético, según era propuesto primeramente por algunos como Mesmer, su inventor, esto es mediante cierto fluido muy sutil inherente a todo cuerpo animal; b) o bien mental, como fue propuesto posteriormente, esto es mediante sugestiones. Ahora bien, como parece que sus fenómenos son los mismos que los que se obtienen por el hipnotismo, que es el sucesor del magnetismo, no decimos nada acerca de éste.

 

501. El hipnotismo es la práctica de inducir por sugestión en otra persona un estado muy semejante a un sueño soporífero en el cual el paciente atraído por sugestión del que lo hipnotiza actúa según la voluntad de éste.

 

El hipnotismo en cuanto tal solamente usa de fuerzas puramente naturales para obtener mediante éstas efectos también puramente naturales y, por consiguiente, no contiene en sí nada mágico; ahora bien, puesto que aparte de otros inconvenientes, puede influir la magia en el ánimo de los que lo ejercen, los cuales tal vez actúen de forma supersticiosa buscando por un camino indebido efectos preternaturales, o bien viniendo a deslizarse en el espiritismo, solamente ha de usarse de él con las debidas cautelas y por causas graves (D 1653s).

 

502. El espiritismo es la práctica supersticiosa de comunicarse con las almas de los difuntos a la menor señal del hombre.[4]

 

Esta práctica, ya conocida en los pueblos gentiles, según está claro por los escritos de estos pueblos y de los SS.Padres, se difundió ampliamente a partir del s.XVIII, sobre todo entre los masones, y alcanzó su mayor florecimiento a partir del año 1848, año desde el que esta práctica se hizo más corriente en América y en Europa, a saber como, oídos ciertos rumores de una causa desconocida en una pequeña ciudad, Hydesville (estado de Nueva York), por la familia Fox, metodista, y después que la madre de familia pidiendo a un espíritu que le quisiera responder con distintos golpes a ella que le preguntaba, le pareciera a ella que hubiera obtenido respuesta, sus hijas Margarita y Catalina comenzaron a desempeñar la función de medio entre los espíritus y las personas que se comunicaban con ellos, pretendiendo obtener respuesta a cualquier cuestión de la que se tratara.

 

503. ¿Y qué hay que decir de estos fenómenos? Unos, Lepicier, Gutberlet, el Conc. de Baltimore II, juzgan que estos fenómenos, o al menos algunos de ellos, hay que atribuirlos al diablo[5]. Otros (Ugarte de Ercilla, Gamelli, Mainage, Zacchi, Heuxe, Charles, Gearon, Palmés, Spesz, Frank, Roure, Heredia, Santilli, Arrighi) sostienen que estos fenómenos son naturales, o que al menos la preternaturalidad de ninguno de ellos ha sido ciertamente probada, si bien todavía no se ha dado con una explicación adecuada de algunos hechos.

 

Puesto que difícilmente se conoce con certeza, o bien que estos hechos sean objetivamente verdaderos, o bien, si se supone esto, el que estos fenómenos superen las fuerzas de la naturaleza, no debe admitirse en acto la intervención diabólica, a no ser que tal vez esta intervención se pruebe claramente con argumentos en un caso particular; pues se juzga que Dios no permite el que los espíritus sean evocados a la menor señal del hombre, a no ser tal vez a manera de excepción. Ahora bien, si en alguna ocasión ciertamente se da un influjo preternatural, este será ciertamente diabólico: a)puesto que se juzga que ni Dios ni los ángeles buenos, ni las almas de los difuntos que se encuentran en el purgatorio o en el cielo, realizan estos fenómenos para dar pábulo a la curiosidad delos hombres, y puesto que tampoco pueden mentir, contradecirse, hablar frívola o impíamente, según la frecuente costumbre de estos espíritus que dicen que se aparecen; b) puesto que las almas de los difuntos que se han condenado no están de un lado para otro fuera del infierno, según parece cierto, una vez que por la muerte ha quedado rota la relación de ella con los que están en este mundo.

 

504. Por otra parte el espíritu, pasando por alto el que prácticamente ya es un cierto sistema religioso, que niega los fundamentos de la fe cristiana, es siempre y por su naturaleza misma ilícito, en cuanto que emplea medios naturales para obtener efectos preternaturales, y de este modo obra supersticiosamente. De aquí que la Iglesia condenó el espiritismo y prohibe absolutamente incluso la asistencia meramente pasiva a las sesiones de espiritismo, como está claro por la respuesta dadas por la Congregación del Santo Oficio y aprobada por Benedicto XV (a.1917): «Si es licito mediante el llamado médium o sin el médium... asistir a cualesquiera conversaciones o manifestaciones espiritistas, incluso a las que presentan una apareciencia de honestidad o de piedad, bien preguntando a las almas o a los espíritus, bien escuchando sus respuestas, bien solamente mirando, incluso con la declaración tácita o expresa de que no quiere tener ninguna relación con los espíritus malignos....» A esta pregunta la respuestas del Santo Oficio fue la siguiente: «Negativamente en todos los aspectos».

 


[1] La tentación puede ser castigo del pecado, y corno tal ser pretendida "per accidens" por Dios (cf. sin embargo 1.q.114.a.1). Más aún, en la naturaleza caída podrían sin duda muchas (tal vez todas), las tentaciones tener índole de castigo (como la concupiscencia en el justo) por razón del pecado original.

[2] Cf. ORIGENES, De princ. 3,2,1-3: MG 11,305-307. Sin embargo puede decirse que el diablo es la causa de todos los pecados ocasionalmente (1 Jn 3,8), en cuanto que él mismo con la tentación introdujo en el mundo el primer pecado, al cual le siguió la rebelión de la concupiscencia humana.

[3] Cf. Suárez 1,8 c.20. Puesto que el demonio puede obrar en la naturaleza física, podría suceder que ciertas calamidades (v. gr. enfermedades) alguna vez provengan de él si bien en un determinado momento y en una circunstancia concreta tal vez no conste con certeza acerca de la intervención diabólica; de donde, aunque no hay que suponer en todas partes el influjo del diablo y por tanto hay que emplear los medios naturales (v. gr. en contra de las enfermedades), nada impide el que a veces con prudencia, y en esto es testigo la Iglesia, se apliquen otros remedios sobrenaturales (contra el diablo).

[4] La comunicación con las almas de los difuntos (sean bienaventuradas, condenadas, o se encuentren en el purgatorio) las cuales, por providencia extraordinaria de Dios (e incluso tal vez a causa de las preces virtuosas de alguna persona) se dice que se han aparecido, no pertenece, según está claro, al espiritismo. El ocultismo, que busca de modos misteriosos una ciencia oculta (acerca de Dios, de la naturaleza, del hombre, del futuro), se diferencia de suyo del espiritismo, en el cual sin embargo fácilmente puede venir a caer.

[5] El Concilio Baltimorense II (Acta y decreto n.36): «Mas parece que es bien sabido que muchos fenómenos, que se dice que se presentan como maravillosos en los círculos espiritistas, son o bien totalmente falsos y producidos por el mutuo acuerdo fraudulento de los que actúan entre ellos mismos en perjuicio de terceros, o bien hay que atribuirlos principalmente a la imaginación de las personas a las que se les llama los médiums y a la credulidad de los espectadores, o en último término hay que atribuirlos a cierta destreza manual, como es la que se usa entre los prestidigitadores. No obstante parece que apenas debe dudarse el que al menos algunos de estos fenómenos hay que derivarlos de intervención satánica, puesto que de otro modo apenas pueden explicarse suficientemen­te. Y no parezca extraño el que en estos últimos tiempos..., aquel antiguo enemigo del linaje humano de nuevo intente introducir el arte de la magia antigua, si bien con otras formas más adecuadas a la condición presente del mundo, para la ruina de los hombres». Thurston, S.J. (La Iglesia y el espiritismo, Milán 1948, pág. 2s) en cuanto a los hechos extraordinarios no negando la posibilidad de otras explicaciones, incluso la diabólica, admitiría también en ciertos casos la intervención de otros espíritus tal vez humanos.