CAPITULO III
ACERCA DE LA EJECUCIÓN DE LA PROVIDENCIA DIVINA

 

222. Dando por supuesto aquí por el tratado «De Deo Uno» que se da la providencia divina, esto es la razón de la sabiduría divina que ordena cada una de las cosas, incluso las más pequeñas, y especialmente al hombre, según la ley eterna en orden a los fines preestablecidos para ellas por Dios mismo, de tal manera que abarca también los males de las creaturas incluso los morales, tratamos ahora de la ejecución de dicha providencia, en cuanto que ésta, una vez que se da la creación del mundo, incluye la conservación, el concurso y el gobierno del mismo.

 

Articulo I

Acerca de la conservación del mundo

 

TESIS 7. El mundo es conservado positiva, directa e inmediatamente en su ser por Dios.

 

223. Nexo. Dios, según lo que hemos probado, ha creado el mundo; ahora bien la noción de creación no supone de suyo más que el que una cosa comience a ser, y no en cambio el que continúe en este ser; así pues, ¿de dónde le viene al mundo el que después de haber recibido el ser ya no pierda éste? Esta es la cuestión acerca de la conservación del mundo por Dios, la cual es de gran importancia, puesto que mediante ella se pone de relieve la dependencia absoluta del mundo respecto de Dios, no sólo en su primer "fieri" (ser hecho), sino también en el hecho de que en cada uno de los momentos existe por influjo de Dios, prácticamente como la luz se da por medio de la lámpara, los actos vitales mediante el alma.

 

224. Nociones. El MUNDO indica todas las cosas que existen fuera de Dios; por consiguiente también las incorruptibles, las cuales por su propia naturaleza exigen permanecer siempre en el ser.

 

225. CONSERVACION: a) Pasiva, esto es por parte de la cosa conservada, es la permanencia de ésta en el ser, en dependencia de alguna causa. b) Activa, o sea por parte del sujeto que conserva, es en general aquello de lo que de alguna manera depende la permanencia de la cosa en el ser.

 

La activa es: a) Negativa (impropia) esto es omisión de la acción que destruye el ser de la cosa, v.gr. la no destrucción de una estatua. b) Positiva (propia) o sea la acción que influye en el hecho de sustentar una cosa en el ser.

 

La positiva es: a) Indirecta, o sea la acción de apartar las causas que destruyen el ser de la cosa. b) Directa, o sea el constante influjo eficiente que sustenta la cosa en el ser.

 

La directa es: a) Mediata, o sea la acción de poner la causa que conserva la cosa. b) Inmediata, esto es el influjo recibido intrínsecamente en el ser mismo de la cosa que ha de ser sustentada.

 

Aquí se trata: no formalmente la pasiva, si bien queda connotada ésta, según está claro, sino de la activa. Ahora bien no de la negativa, puesto que se admite fácilmente que el mundo es conservado por Dios al menos con esta clase de conservación; ni tampoco de la positiva indirecta, que en verdad también es fácilmente patente, y la cual pertenece más bien al gobierno; sino de la directa y ciertamente inmediata, sin que no obstante se afirme o se niegue una tesis que deba tal vez admitirse la mediata en algún grado.

 

226. EN su SER. Se toma éste aquí "simpliciter", esto es en cuanto se opone a la nada, de tal forma que la conservación excluye la aniquilación; por tanto no "secundum quid", o sea como tal ser específico o accidental, en cuanto que por consiguiente se opone a tal otro ser, de tal manera que la conservación excluye la corrupción, y por tanto es indirecta, atendiendo más bien al gobierno.

 

POR Dios. Dios mismo conserva las cosas del mundo positiva, directa e inmediata-mente; ahora bien no se dice en la tesis «solamente por Dios», a fin de que quede excluida en ésta la cuestión discutida sobre la conservación mediata, o sea acerca del concurso de la creatura, concurso que tal vez deba admitirse en alguna medida, en orden a conservar otras cosas, y respecto al cual algo diremos después.

 

227. Adversarios. Los deístas, según los cuales Dios, una vez creado el mundo por El, prescinde del mundo, sin preocuparse más acerca de él.

 

BERLAGE (católico) no admitió la conservación a excepción de la negativa, y en cuanto a los seres corruptibles también la indirecta. Tal vez algo semejante dijo KLEE, hablando con bastante poca claridad.

 

Los que niegan el concurso inmediato de Dios en orden a las acciones de la creatura, como DURANDO, lógicamente deben negar que son conservados por Dios los efectos de ellas.

 

Según IGLESIAS, no consta que sea de razón de la divina conservación, el que ésta abarque inmediatamente de un modo necesario todas las cosas, y el que no sea suficiente en alguna ocasión la conservación mediata (en cuanto a los seres corruptibles).

 

228. Doctrina de la Iglesia. El C. Vaticano I (D 1784) dice: «Todas las cosas que ha creado, Dios las cuida y las gobierna con su providencia...»

 

Se trata aquí de la providencia y del gobierno, y no en cambio directamente de la conservación; ahora bien también parece que queda claro esto por el hecho de que no se emplea el mismo vocablo técnico, sino la fórmula más general «cuida y gobierna». No obstante, al ser incluida esta fórmula después del verbo «ha creado», contiene o bien con uno de los dos verbos o con ambos al menos la conservación indirecta.

 

229. Valor teológico. Una vez admitida la conservación al menos indirecta como de fe divina y católica y, según parece, también definida (D 1784), la conservación directa inmediata es al menos cierta en teología, a no ser que también se diga con más probabilidad de fe divina y católica, según sostienen muchos autores.

 

230. Se prueba por la Sagrada Escritura. Sab 11,25s: Nada de lo que hiciste aborreces... Y ¿cómo habría permanecido algo si no hubieses querido? ¿Cómo se habría conservado lo que no hubieses llamado? Donde, según está claro, la palabra "llamado" es igual a "creado". Según el texto griego, se traduciría con más exactitud: Y ¿cómo habría permanecido algo, si tú no hubieses querido? o (cómo) algo que no hubiera sido llamado por ti se habría conservado? (πως δε διεμεινεν αν τι ει μη συ ηθελησας; η το μη κληθεν υπο σου διετηρηθη).

 

Con estas palabras se indica un doble estadio de las cosas, uno de producción, y otro de permanencia; luego sin duda alguna así como el primero trata simplemente acerca del ser mismo, así también el segundo. Ahora bien esta permanencia se atribuye a Dios mismo en su voluntad eficaz; luego según el sentido obvio se trata de la conservación directa inmediata.

 

Sab 1,7: Porque el Espíritu del Señor llena la tierra y El, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra.

 

Con estas palabras se presenta a Dios como asistiendo con su omnipotencia a todas las cosas, a saber llenando con su presencia y manteniendo unido en el ser todas las cosas, a fin de que éstas no desaparezcan.

 

231. Hchs 17,24-28: Dios, que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no... como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas... Pues en El vivimos, nos movemos y existimos.

 

Después de haber hecho la afirmación de la creación de todas las cosas, se indica un influjo ulterior de Dios mismo ejercido continuamente en el hombre y en verdad totalmente íntimo a éste, ya que le da en el momento presente mediante una acción que se desarrolla ahora (διδους) la vida y el aliento, más aún incluso todas las cosas; luego estas palabras se refieren al menos a la conservación.

 

Por esto se añade que el hombre vive y se mueve y existe en Dios (no en sentido panteísta, según está claro, como una unidad con Dios o como parte de El o como partícipe de una sola y misma vida); con esta fórmula absoluta no puede dejar de indicarse que el hombre recibe continuamente todas las cosas de Dios de tal modo que queda incluido el ser mismo.

 

Igualmente aquí, después de haberse afirmado la creación de todas las cosas, se dice que éstas han recibido de Dios y en verdad continuamente y no sólo al principio no solamente la vida y el principio de la vida y del movimiento, sino todo; esta fórmula tan absoluta no puede dejar de referirse al ser mismo; luego con estas palabras se enseña la conservación directa-inmediata.

 

232. Hebr 1,2s: En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo..., por quien también hizo los mundos: el cual, siendo resplandor de su gloria... y el que sostiene todo (θερων τα παντα) con su palabra poderosa...

 

Todas las cosas, que El ha hecho, las sostiene; esto en sentido obvio es lo mismo que mantener en el ser, y por consiguiente con el objeto de que las cosas no caigan, esto no desaparezcan en la nada.

 

Col 1,15-17: El (el Hijo) es... Primogénito de toda la creación, porque en El fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles...: todo fue creado por El y para El..., y todo tiene en El su consistencia. Luego en el Hijo mismo que ha creado todas las cosas, todas ellas tienen su consistencia (συνεσ - τηκεν); lo cual no podría tomarse en otro sentido, que en el de una acción directa e inmediata, por la que el Hijo sostiene todas las cosas, que ha creado, a fin de que no perezcan, o sea que las sostiene en el ser. Y no va en contra de esta interpreta­ción el que en este texto se trate más probablemente de Jesucristo, del cual en verdad, en cuanto encarnado, no es propio el conservar las cosas; ya que también a El mismo se le atribuye la creación, y en verdad con todo derecho, puesto que es Dios.

 

233. N.B. Se cita también Jn 5,17: Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo. Jesucristo dice estas palabras, cuando es acusado de realizar milagros en sábado; luego hace referencia a alguna obra constante de Dios y por tanto distinta de una acción milagrosa, la cual, en sentido obvio, se identifica al menos con la conservación de las cosas.

 

234. Se prueba por la tradición. 1) Los SS.Padres recurriendo con frecuencia, según indica Scheeben, a los mismos textos de la Sagrada Escritura que hemos aducido, dicen que todas las cosas volverían a la nada, si no fueran conservadas por Dios. De aquí que después de dejar establecida la creación del mundo de la nada, hacen referencia a otro influjo de Dios en la conservación del mundo. Y, según indica Lesio, dicha conservación puede concebirse en virtud de los textos de los SS.PP. del siguiente modo: a) Como sustentación en Dios como fundamento, puesto que aparta las cosas de la nada. b) Como suspensión (dependencia), en cuanto que Dios tiene las cosas como suspendidas sobre el abismo de la nada. c) Como acción de suministrar, esto es como dádiva constante que da el ser. d) Como conexión de la realidad entera a fin de que no desaparezca en la nada.

 

San JUAN CRISOSTOMO. Es más admirable que el crear las cosas el sostener éstas, a fin de que no caigan en la nada. «Y sosteniendo, dice, todas las cosas, esto es, gobernándolas, está manteniéndolas a las que de por sí están en trance de caer. En efecto no es menos el mantener las cosas que el haber creado el mundo; y si es preciso decir algo asombroso, es incluso de mayor importancia. En efecto el crear es ciertamente sacar algo de la nada; ahora bien, el mantener lo que ha sido creado, lo cual volvería a parar en la nada... esto es grande y asombroso y señal de extraordinario poder...»

 

ORIGENES. Dios sujeta y mantiene el mundo (R 458): «Pues, ¿cómo vivimos y nos movemos y existimos en Dios, sino porque con su poder sujeta y mantiene el universo?...»

 

235. San IRENEO. Las cosas se mantienen mientras Dios quiere que éstas existan. (R 207): «Pues así como el cielo... y el sol... y todos los adornos de los mismos, siendo así que antes no existían, fueron creados y a lo largo de mucho tiempo se mantienen según la voluntad de Dios, así... al pensar alguien acerca de todas estas cosas que han sido creadas, no se equivocará, puesto que todas las cosas, que han sido creadas, tienen en verdad el comienzo de su hechura, y se mantienen hasta que Dios quiera que dichas cosas existan y se mantengan».

 

San AGUSTIN. Las cosas creadas por Dios perecerán, en el caso de que El mismo no obrara (R 1694): «Hay quienes dicen que solamente el mundo ha sido creado por Dios, y que todo lo demás ya lo realiza el mundo mismo, así como Dios lo ha ordenado y lo ha mandado, pero que Dios mismo no es el que lo realiza... Tenemos que creer y, si podemos, también que entender que hasta ahora Dios sigue actuando, de tal manera que, si la actuación de Dios se sustrajera a las cosas creadas por El, éstas perecerían».

 

San GREGORIO MAGNO. Todas las cosas creadas volverían a la nada si Dios no las conservara (R 2310): «Una cosa es ser, y otra es ser principalmente; una cosa es ser pudiendo experimentar cambios y otra es ser sin posibilidad de cambio. En efecto todas estas cosas son, pero no son principalmente, porque de ninguna manera subsisten en sí mismas, y si no fueran sostenidas por la mano del que las gobierna, de ningún modo pueden existir... En efecto todas las cosas han sido creadas de la nada, y la esencia de ellas tendería de nuevo a la nada, a no ser que el autor de todas las cosas mantuviera dicha esencia con la mano de su gobierno».

 

236. 2) El Catecismo Romano (1,2,21) dice: «Mas no hay que creer, por lo que se refiere a Dios Creador y realizador de todas las cosas, de tal modo que pensemos que, una vez llevada a su perfección y término su obra, las cosas, que fueron creadas por Dios mismo, han podido mantenerse después sin el poder infinito de Dios. Pues así como se ha llevado a efecto el que existieran todas las cosas en virtud del sumo poder, de la suprema sabiduría y de la suma bondad del Creador, así también, si no estuviera encima de las cosas creadas la perpetua y constante providencia de Dios y no las conservara con el mismo poder con el que fueron creadas al comienzo del universo, inmediatamente volverían a caer en la nada. Y lo aclara esto la Sagrada Escritura cuando dice: ¿Cómo podría permanecer algo, si Tú no hubieras querido; o cómo se conservaría lo que no hubiera sido llamado por Ti?».

 

237. Razón teológica. 1) Las cosas del mundo son seres que existen por otro, las cuales por tanto, en cuanto tales, tienen una insuficiencia esencial para existir por sí mismas, y por ello necesitan de una causa externa por la cual lleguen al ser; es así que esta insuficiencia para existir por sí mismas sigue al ser creado, mientras es esto que es, o sea siempre; luego siempre necesita de una causa en virtud de la cual se mantenga en el ser.

 

La menor se confirma del siguiente modo: La suficiencia de ser es una perfección divina incomunicable a las creaturas, pues: a) No se concibe que esta perfección (o sea el ser por sí), la cual es en Dios como el principio de las perfecciones simples y como la esencia del ser infinito, pueda comunicarse de un modo finito (y por tanto analógicamente) a la creatura, de tal modo que a pesar de ello se mantenga en ésta una verdadera insuficiencia de ser (1 q.104 a.l). b) La creatura sería al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto la causa y el efecto de sí misma (1 q.104 a.2).

 

238. 2) Una vez admitida la contingencia de la creación, no implica intrínsecamente contradicción la aniquilación del mundo, y por tanto compete a la omnipotencia de Dios y al Señor absoluto de todas las cosas; ahora bien, puesto que es el término negativo, no puede alcanzarse mas que por la substracción del influjo conservador, por consiguiente no por el influjo positivo. Mas, si las cosas estuvieran fuera del influjo conservador de Dios, no podrían ser privadas de él por Dios; luego Dios no puede dejar de conservar el mundo (1 q.104 a.3).

 

239. El mundo, como contingente que es, tiene una causa externa de sí mismo, Dios; y en cuanto creado, proviene de Dios no sólo en cuanto al "fieri" (ser hecho), sino también en cuanto al ser; ahora bien, si procede de Dios en cuanto al ser, no puede permanecer en el ser, si cesara el influjo divino; luego el mundo necesita de este influjo, para permanecer en el ser.

 

La menor. Todo efecto depende de su causa en cuanto que ésta es causa de él; luego, si ésta es causa de él en cuanto al "fieri" (ser hecho), cesa el efecto en cuanto al "fieri" (ser hecho), una vez que cesa la acción de la causa; en cambio si ésta es causa del efecto en cuanto al ser, cesa el efecto en cuanto al ser, cuando cesa la acción de la causa (1 q.104 a.!; 3 CG 65 n.4).

 

240. Objeciones. 1. La creatura puede dar a su efecto el ser, incluso cesando todo influjo de la causa; luego mucho más Dios.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. La creatura puede hacer que su efecto permanezca, cesando todo influjo de la causa primera, niego el antecedente; de la causa creada, subdistingo: si éste no es necesario para dicha conservación, concedo; en otro caso, niego.

 

De cualquier causa que sea algún efecto, éste, para permanecer, necesita siempre. del influjo de Dios, aunque, según lo que se dirá después, tal vez ninguna creatura concurra a la conservación de dicho efecto. Por otra parte, si algún efecto proviene de una creatura sólo en cuanto al "fieri" (ser hecho), la permanencia de este efecto en el ser es independiente de todo influjo de dicha creatura; si en cambio el efecto procediera de algún modo de la creatura en cuanto al ser, ésta no podría hacer que permaneciera el efecto en el ser sin ningún influjo suyo. Ahora bien todas las cosas son efectos que proceden de Dios en cuanto al ser; de aquí que la creatura, aunque produzca formas substanciales o accidentales de las cosas, no puede hacer el que éstas permanezcan sin ningún influjo conservador.

 

2. Una cosa creada tiene en sí todos los requisitos para existir; luego no necesita de la conservación divina.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Una cosa creada tiene en sí todos los requisitos para existir, en dependencia de Dios, concedo el antecedente; en otro caso, niego el antecedente.

 

241. 3. Toda cosa tiende a su conservación; luego en consecuencia tiene en sí virtud conservadora.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Toda cosa tiende a su conservación, en cuanto que debe ser recibida ésta de Dios, concedo el antecedente; en otro caso, niego el antecedente.

 

Tal vez insista el objetante: ninguna creatura tiende al no ser, luego se conserva a sí misma.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Ninguna creatura tiende al no ser, mientras es sustentada por Dios, concedo el antecedente: sin dicha sustentación, subdistingo: no tiende al no ser positiva y absolutamente, esto es como anhelando este no ser, concedo; negativa y condicionadamente, esto es si faltara el influjo conservador de Dios, niego.

 

4. Algunas creaturas, v.gr. los espíritus, existen necesariamente; luego al menos estas criaturas no necesitan de la conservación.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Algunas creaturas existen necesaria y esencialmente, niego el antecedente; necesaria y naturalmente, subdistingo: respecto de una causa creada, concedo; respecto de Dios, subdistingo de nuevo: de tal manera que sin embargo dependan de Dios mismo constante-mente en el ser, concedo; en otro caso, niego.

 

No existe ninguna cosa necesaria y esencialmente como es la existencia de Dios, aunque después de que existe, alguna cosa pueda exigir por su propia naturaleza la permanencia en el ser y de este modo existir necesariamente; no en cambio como si no pudiera tampoco ésta ser aniquilada por Dios y por consiguiente no necesitara de la constante conservación divina.

 

242. Escolio 1. ¿Concurren las creaturas a la conservación del mundo? Solamente Dios, si quiere puede conservar todas las cosas, como El mismo es el único que las ha creado de la nada. Sin embargo de hecho, puesto que las creaturas concurren por educción a la producción de otras cosas, ¿concurren también a la conservación al menos de éstas?

 

a) En primer lugar, en cuanto a la conservación de una cosa por sí misma, hubo quienes decían que para la conservación de las cosas no se requiere un influjo determinado de Dios como se requiere para la creación, sino que es suficiente el concurso general de Dios, cual es necesario para todas las acciones de la creatura. Esta opinión se atribuye a Henrique Gandavense. Sin embargo dicha opinión la rechazan comúnmente los autores, puesto que concede a la creatura al menos una suficiencia parcial de ser por sí misma y por tanto de producirse en cierta medida a sí misma.

 

b) Según todos los autores, solamente Dios conserva todas las cosas que subsisten "per se", ya que éstas son creadas solamente por Dios, y la conservación, así como la creación, se refiere al ser mismo que tiene que ser dado a la creatura; y también solamente Dios conserva todas las cosas que no subsisten "per se", las cuales son creadas y pueden ser creadas exclusivamente por Dios, v.gr. los accidentes sobrenaturales.

 

c) Las cosas no subsistentes (v.gr. las formas accidentales y las formas substanciales materiales) cuyas causas segundas no han dejado de obrar en ellas, son conservadas también por estas causas, v.gr. los actos inmanentes, el movimiento, la luz, el calor, etc.

 

d) Las cosas no subsistentes que son realizadas por las causas segundas, y que sin embargo éstas han dejado de obrar en aquellas (como son v.gr. las formas materiales substanciales o incluso otras formas accidentales) son conservadas también por las causas generales v.gr. por el sol, etc., según Santo Tomás (1 q.104 a2), San Buenaventura, Ruiz de Montoya, Urráburu, y solamente por Dios, según Suárez y otros autores.

 

En verdad con dificultad se prueba el que la creatura influya con una conservación directa (de la cual se trata aquí formalmente) en el ser mismo. Por lo cual se distingue con más acierto con Valencia entre el ser "simpliciter" y el ser tal (específico o accidental); de tal manera que se dice que las causas segundas concurren solamente a la conservación de éste, en cuanto que concurren a la producción de las disposiciones de la materia en orden a una o a otra forma, sin que no obstante ellas conserven directamente el ser mismo de la cosa, esto es conservan las cosas sólo indirectamente, en cuanto que impiden, no la aniquilación sino la corrupción. Todo lo cual se afirma con más probabilidad, en virtud de la conexión, de la que vamos a hablar poco después, entre la creación y la conservación, por tanto de forma que la conservación directa es propia exclusivamente del creador (3 q.13 a.2).

 

Más aún, hay que juzgar que todo esto se refiere solamente al influjo eficiente, cual es el influjo conservador; pues si se dice que Dios al crear crea las formas materiales y por tanto las conserva también en dependencia de la materia, por consiguiente de tal manera que éstas concurran a dicha conservación, esto se refiere solamente al género de causalidad material, no eficiente, y así del mismo modo puede decirse que concurre la forma, con una cansalidad solamente formal, a la conservación de la materia; lo cual también se refiere al influjo del alma racional en el cuerpo.

 

243.  Escolio 2. De la mente de Sto.Tomás acerca de la divina conservación universal. Algunos piensan que Sto.Tomás no enseña la conservación divina universal inmediata, puesto que afirma que Dios conserva algunas cosas, mediante las causas segundas. «Se halla también, el que algún efecto depende de alguna creatura en cuanto a su ser: pues cuando se dan muchas causas ordenadas, es necesario el que el efecto dependa, en primer término y principalmente de la causa primera, y en segundo término de todas las causas intermedias. Y por ello la causa primera es en verdad conservadora del efecto: y de un modo secundario todas las causas intermedias: y tanto más cuanto la causa fuere más elevada y estuviere más próxima a la causa primera; de donde se atribuye la conservación y la permanencia de las cosas a las causas superiores incluso en las cosas corporales, como dice el Filósofo... que el primer movimiento, o sea el diurno, es causa de la continuidad de la generación: y el segundo movimiento que se da por medio del zodíaco, es causa de la diversidad, la cual se da en cuanto a la generación y la corrupción...; así pues hay que decir de este modo que Dios conserva ciertas cosas en el ser, mediante algunas causas (1 q.104 al; cf De pot. q.5 a.l).

 

Ahora bien una cosa es el que Dios conserve "simpliciter" unas cosas por otras, y otra el que Dios en este caso no las conserve inmediatamente también por sí mismo; las palabras del Santo Doctor solamente se tomarían en este último sentido violentando dicho sentido, puesto que él habla en este texto de la conservación principal, esto es por Dios, y la coservación secundaria, esto es por la creatura, mientras que, si esta sola conservara inmediatamente la cosa, el Santo Doctor diría simplemente que algunas cosas son conservadas por las causas segundas mediante la virtud recibida de Dios, o algo semejante. De aquí que añade inmediatamente: «Dios ha creado todas las cosas inmediatamente. Ahora bien en la reparación misma de las cosas ha instituido un orden en éstas, de tal manera que algunas dependieran de otras, por medio de las cuales se conservaran de modo secundario en el ser, presupuesta no obstante la conservación principal, que proviene de Dios mismo» (cf. 3 q.13 al).

 

Más aún, las palabras del Santo Doctor pueden entenderse de tal manera que se diga que las creaturas concurren a conservar, no el ser mismo, sino tal ser, esto es concurren en orden a evitar, no la aniquilación, sino la corrupción de las cosas.

 

244. Escolio 3. De la conexión entre el acto creador y el acto de la conservación. P. Bayle dijo que la conservación no es más que la creación de las cosas puesta de nuevo por Dios en cada uno de los momentos. Enrique Gandavense, Gregorio Arímini, Aureolo pusieron la conservación como una acción distinta de la creación.

 

Sin embargo es totalmente la opinión contraria, según la cual, la conservación es cierta comunicación de la existencia, esto es una continuación de la acción creadora; y así la creación y la conservación son uno solo y el mismo acto, y no sólo entitativamente (acerca de lo cual no se plantea ninguna cuestión), sino también terminativamente; ahora bien no como si el acto creador considerado "simpliciter" fuera suficiente para la conservación, sino en cuanto que el acto mismo creador también se extiende a la conservación, así pues de tal manera que en cuanto creador y en cuanto conservador no se diferencia más que con distinción de razón; por consiguiente el término intrínseco de ambos es el mismo, a saber el ser mismo de la cosa, no obstante de tal forma que responda a la creación el ser después del no ser, esto es el ser de la cosa con la novedad del ser, o sea el ser en el primer instasnte, y en cambio a la conservación el ser después del ser, esto es el ser mismo dado mediante la creación juntamente con la permanencia de éste, o sea el ser en los momentos siguientes (1 q.104 a.l al 4; De pot. q.3 al 6; q.5 a.l al 2).

 

De donde la conservación no es como la reproducción del mismo ser, y mucho menos como la producción de un nuevo ser. Ahora bien puesto que el acto creador en cuanto tal no da más que el comienzo del ser, la conservación equivale virtualmente a una creación continuada. Y sin embargo no hay que concebir de tal modo como si se atribuyera sucesión y tiempo a la acción de Dios que conserva la cosa creada en el ser, puesto que la conservación en Dios es más bien la misma acción creadora eterna y por tanto toda entera simultáneamente, por la que se realiza el que las cosas sean mientras son, sin que por consiguiente se dé sucesión más que por parte de la creatura. «La conservación de las cosas por Dios no se da mediante una nueva acción, sino mediante la continuación de la acción, con la que da el ser: esta acción se da en verdad sin movimiento y sin tiempo...» (1 q.104 a.l al 4).

 

245. Escolio 4. ¿Aniquila Dios alguna cosa? La aniquilación se opone a la creación, la corrupción se opone a la educción: por consiguiente aquella no puede ser como ésta, un acto positivo por el que la cosa se disuelva en sus elementos componentes, sino un acto puramente negativo, que consiste en la acción de apartar el influjo conservador, a fin de que la cosa vuelva a la nada. De aquí que, si se trata de una cosa, que es creada, y por tanto contingente, esto es que puede ser o no ser y es o no es sólo en dependencia de una causa externa, la aniquilación no es concepto contradictorio en sí mismo; luego ésta está sujeta a la omnipotencia de Dios, la cual es necesario que se extienda a todo aquello que no implica contradicción en sí mismo.

 

Por otra parte Dios ha creado las cosas con absoluta libertad. Luego Dios puede aniquilarlas. Más aún, El sólo puede hacer esto, puesto que la conservación de las cosas proviene de la voluntad de Dios, la cual no depende de ninguna realidad que se encuentre fuera de El (1 q.104 a.3; De pot. q.5 a.3).

 

Ahora bien es cierta la doctrina teológica, dice Pohle-Gummersbach, de que Dios de hecho nunca va a hacer volver a la nada al mundo en el conjunto de éste y en cada una de sus partes en cuanto a la substancia del mismo; lo cual se refiere también a las substancias materiales (no en cambio necesariamente en cuanto a tal ser de éstas). Ecl 3,14: Comprendo que cuanto Dios hace es duradero... Sab 1.14: El todo lo creó para que subsistiera. Cf. Sal 103,5. Y en verdad la intención de prorrogar la existencia se presume de suyo en toda obra, cuya existencia depende exclusivamente de la voluntad del autor, si no se da ninguna razón para restringir dicha existencia, y aquí por el contrario se mantiene más bien la razón final de la gloria de Dios (De pot. q.5 a.4; 1 q.104 a.4). Por otra parte respecto a este aserto (en cuanto a las cosas materiales) nos consta también por la tradición en la Escatología.

 

Tampoco la transubstanciación eucarística es propiamente aniquilación de la substancia del pan y del vino, puesto que esta alteración no tiende a aniquilar, esto no consiste simplemente en la acción de retirar el influjo conservador, sino que sólo tiende de suyo a introducir la existencia sacramental de Cristo, y por tanto es una acción positivamente eficiente.

 

Articulo II
Acerca del concurso inmediato de Dios

 

TESIS 8. Dios concurre física e inmediatamente con las creaturas que obran.

 

246. Nexo. Dios ha creado todas las cosas y las conserva; ahora bien, puesto que éstas actúan, se pregunta ahora acerca de la relación de esta acción respecto a Dios. En contra de los ocasionalistas hay que defender que toda esta acción no debe atribuirse exclusivamente a Dios. Ahora bien, ¿debe atribuirse toda entera a la creatura, o en parte también a Dios, de tal modo que dependa la creatura de El no sólo en cuanto Creador y en cuanto Conservador, sino también en cuanto Cooperador, que alcanza en acto segundo a la acción misma de la creatura?

 

247. Nociones. EL CONCURSO, esto es la cooperación de Dios a la acción de la creatura, es: a) Moral, cual es el que Dios otorga a la creatura racional mediante el entendimiento y la voluntad de ésta, o sea por mandato o persuasión o por otros medios morales, con los cuales puede determinar la acción de la causa segunda. b) Físico, en cuanto que Dios influye con eficiencia física en la acción misma de la creatura.

 

El concurso físico es: a) Mediato, en cuanto que Dios da a la creatura y conserva, el poder de obrar o sea las fuerzas activas con las que la creatura pueda obrar verdaderamente "per se". En cuanto que Dios sin dependencia de un poder superior da dicho poder, o sea proviniendo de El como de fuente del mismo, y en verdad de un modo total, este concurso puede decirse inmediato con mediatez de poder. b) Inmediato, en cuanto que Dios juntamente con la causa creada realiza la misma acción y de este modo produce el mismo efecto. En cuanto que entre Dios como agente y la acción misma y consiguientemente el efecto mismo también, no se da ningún otro agente intermedio, este concurso puede llamarse también inmediato con inmediatez de supuesto.

 

El inmediato es: a) General (universal, ordinario, natural), si se da para una acción natural. b) Especial (particular, extraordinario, preternatural o sobrenatural), si se da para una acción preternatural o sobrenatural.

 

248. LAS CREATURAS AGENTES son todas las causas creadas, que realizan cualquier acción, ya buena ya mala, grande o pequeña.

 

249. Se trata aquí de un concurso, no moral, puesto que se admite éste fácilmente, ni tampoco de un concurso físico mediato, puesto, que también acerca de éste consta con facilidad, sino que se trata de un concurso físico inmediato, el cual se requiere para toda acción, cualquiera que sea éste, bien general bien especial respecto a la naturaleza de la acción.

 

No obstante aquí solamente se atiende al hecho, de que se requiere dicho concurso para toda acción, ahora bien de tal manera que sobre todo nos fijemos en la acción natural, puesto que de la acción especial se habla en otro tratado. Además, si se prueba que el concurso se requiere para toda acción, por este mismo hecho se refiere también esta prueba a la acción sobrenatural; mientras que la necesidad del concurso especial no supone necesariamente la necesidad del concurso respecto a uña acción natural.

 

250. N.B. a) El concurso es inmediatamente no para producir o conservar el efecto mismo, sino para la acción misma, y sólo se da como consecuencia de dicho concurso. Por consiguiente no se trata de una mera yuxtaposición de dos agentes en orden a un solo efecto común, de tal modo que Dios obre con la creatura, sino que se trata de una unión en la acción misma, de tal manera que Dios obre simultáneamente mediante la creatura y juntamente con ella. Por consiguiente Dios concurre de este modo no simplemente a una acción y a un efecto, sino que concurre en una acción en y en su efecto; ahora bien obra en la misma creatura que obra, puesto que no influye permaneciendo fuera de ella misma, sino íntimamente presente en ella.

 

b) Hay que distinguir bien entre el hecho del concurso y la explicación filosófica de éste, v.gr. acerca del modo por el que una sola y la misma acción puede proceder de dos causas. De suyo nosotros no tratamos más que del hecho mismo del concurso. Sin embargo esto se concibe de tal modo que la acción y consiguientemente el efecto se dé no en parte por Dios y en parte por la creatura, sino totalmente por ambos (3 CG 70), y tanto Dios como la creatura son causas parciales de dicha acción (por lo que ambas causas obran con parcialidad de causa y con totalidad de acción y de efecto) puesto que ninguna de las dos según obra es, considerada por separado, igual al efecto que va a ser producido; sin embargo según exige la relación entre la causa primera y la causa segunda, así pues de tal forma que no son causas meramente coordinadas, sino que la causa creada esté subordinada a la causa increada y por ello la entidad de la acción se atribuya más a Dios que a la creatura; luego estas causas ni en cuanto agentes son del mismo orden.

 

Y no hay que juzgar que son causas bajo el mismo aspecto, puesto que, si fuera así, una sola bastaría; por ello se concibe acertadamente que la causa primera produce el efecto según el ser de éste, y en cambio la creatura lo produce según tal ser, esto es según su especificación.

 

Ahora bien la causa creada es verdadera causa principal en su línea respecto al efecto, el cual de hecho se alcanza, y al cual por tanto se le asimila; y no es simplemente instrumento de Dios, a no ser que se trate de un efecto no connatural a las fuerzas de la causa creada. De aquí que si la creatura no es completa en cuanto a los elementos necesarios para obrar, el concurso ordinario no es suficiente para un efecto connatural a ella, sino que se requiere un concurso especial. Sin embargo el concurso ordinario es de tal manera necesario al efecto connatural de la creatura, que ésta incluso constituida en acto primero próximo para obrar no podría obrar sin él.

 

251. c) El concurso es necesario también para el pecado, ahora bien no en cuanto que éste es malo, sino en cuanto que la entidad de la acción y el efecto es algo físicamente bueno.

 

d) El concurso que hemos descrito y que se defiende en la tesis es el concurso simultáneo con la acción misma de la creatura. Si es suficiente este concurso, como quieren los Molinistas, o se requiere también, según pretenden los Bañezianos, el concurso previo y en verdad distinto de el concurso simultáneo bien con distinción real, según unos, o bien sólo con distinción de razón, según otros, acerca de este tema no se habla en la tesis, puesto que de esta cuestión, en cuanto que versa acerca del concurso bien natural o bien sobrenatural, se habla ampliamente tanto en la filosofía como en el tratado De gracia.

 

e) Las fuentes suelen establecer explícitamente el hecho del concurso, mas no siempre la necesidad de éste, a no ser implícitamente, en cuanto que aquél supone ésta, ya que en otro caso obraría al menos en alguna ocasión la creatura sola.

 

252. Adversarios. San Agustín cita a algunos «que piensan que solamente el mundo mismo ha sido creado por Dios, y que las otras cosas ya son llevadas a efecto por el mundo mismo, según lo ha ordenado y lo ha mandado Dios, pero que Dios mismo ya no actúa en ello» (R 1694).

 

Niegan además el concurso inmediato, puesto que la causa creada tiene recibidas de Dios, por el cual también es conservada, todas las cosas con las que pueda obrar por sí sola: OLIVA, DURANDO, IGLESIAS, MANYA y, según parece, PAPAGNI y SERTILLANGES.

 

253. Recientemente ha habido una controversia acerca de la mente de los antiguos escolásticos en este asunto, como si, según han pensado unos pocos con menos probabilidad, hubieran desconocido el concurso inmediato Sto. Tomás, Juan Napolitano, y otros. Se ha dudado si los Pelagianos negaron también el concurso natural.

 

254. Valor teológico. Al menos moralmente cierta.

 

Otros en cambio estiman el valor teológico de otro modo. «Sin embargo esta doctrina, dice Beraza, la rechazan muchos doctores, y por cierto de gran talla, como temeraria, errónea, menos segura en la fe y también como herética... Así pues nuestra tesis, aunque no sea expreso dogma de fe, es sin embargo tan cierta que no puede ser negada sin gran temeridad». Está de acuerdo con Beraza Otten. En cuanto aparente: «al menos teológicamente cierta». Pesch: «la tesis no es de fe, porque no ha sido definida por ningún concilio ni se desprende con tanta certeza de otras fuentes». Respecto a Pohle-Gummersbach: «sentencia común»; por lo que atañe a Lercher: «presenta la sentencia totalmente común»; en cuanto a Scheeben, si no es de fe, es teológicamente cierta, de tal modo que la contraria al menos debe ser considerada como temeraria y errónea; por lo que atañe a Teixidor, es teológica y filosóficamente cierta; y por lo que se refiere a Vandenberghe, es cierta.

 

Stufler pone fin a su interpretación acerca de la doctrina del concurso de Sto.Tomás con estas palabras: «De aquí se sigue que Sto.Tomás niega la necesidad de un concurso inmediato especial, la cual teólogos más recientes la presentan como cierta o también como próxima a la fe y la defienden con denuedo en contra de Durando. Ahora bien si no puede negarse sin error el concurso especial' e inmediato, es una cuestión que no es este el momento adecuado de examinarla con más detalle. Baste con decir solamente esto, que los argumentos, que suelen aducir los teólogos en base a la Sagrada Escritura y a las obras de los SS.PP. en pro de la necesidad del concurso inmediato y especial, no son tan sólidos que por sí solos produzcan auténtica certeza: ahora bien el argumento, que se deriva del consentimiento unánime de los teólogos, pierde mucha de su fuerza ya por el solo hecho de tener en contra la doctrina de Sto.Tomás».

 

255. La Iglesia, aunque no ha publicado ningún documento expresamente en favor de esta tesis, sin embargo aporta a la misma indirectamente con su autoridad un gran valor, en cuanto que, conociendo el consentimiento moralmente unánime de los teólogos, permite que esta doctrina sea predicada como católica al pueblo; se ve claro v.gr. por las palabras del Catecismo Romano, que aduciremos después, y por el libro de los ejercicios de S.Ignacio: «Lo tercero es considerar cómo Dios obra y trabaja por mí en todas las cosas creadas sobre la faz de la tierra, esto es se comporta a manera de un trabajador, v.gr. en el cielo, en los elementos, en las plantas, en los frutos, en las manadas de animales, etc., dando y conservando el ser, regalando la vegetación y el sentido, etc.», y estas palabras finales hacen referencia al concurso inmediato no necesariamente, sin embargo sí en su sentido obvio.

 

256. Se prueba por la Sagrada Escritura. La Sagrada Escritura presenta a Dios obrando en el mundo, o también atribuye a Dios las acciones de la creatura tanto racional como irracional; ahora bien esto no se refiere, a no ser que conste lo contrario en algún caso concreto, exclusivamente a la conservación, puesto que Dios realiza ésta bien haciendo otra cosa o bien descansando; ni tampoco se refiere al concurso mediato, el cual solamente se supondría en la mayor parte de las ocasiones violentando el sentido. Sin embargo no decimos que la tesis sea propuesta en la Sagrada Escritura con tanta claridad, explícita o implícitamente, que pueda decirse de fe divina.

 

Is 26,12: Yahvé, Tú nos pondrás a salvo, que también llevas a cabo todas nuestras obras.

 

Sal 146,7s: Cantad a Yahvé en acción de gracias... El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre.

 

2 Mac 7,22s: Les decía (la madre de los Macabeos): Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno; pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y pro yectó el origen de todas las cosas...

 

Suele aducirse también Job 10,8-1.1: Tus manos me formaron, me plasmaron..., recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme. ¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios.

 

Estas palabras no se atribuirían a Dios con tanto énfasis, si mediante ellas se expresara solamente la primera creación del hombre, de tal manera que Job solamente hubiera sido producido próximamente por sus padres. Por el contrario tal vez con estas palabras se indica simplemente de una forma más expresa que nosotros hemos recibido todas las cosas de Dios.

 

257.  Jn 5,17: Mi Padre trabaja hasta ahora. En estas palabras se atribuye a Dios alguna operación ordinaria, puesto que se indica de un modo general, la cual operación es o bien la conservación o bien el concurso, no ciertamente mediato, a no ser que se violente el texto, sino el concurso inmediato (el cual por otra parte supone mucho más la conservación); ahora bien puesto que en este texto se trata de alguna acción particular de Cristo, es obvio que también se trate directamente de las acciones particulares del Padre, según parece pedirlo el contexto mismo, más bien que el que se trate de alguna acción general, cual es la conservación, y la cual se indicaría a los oyentes con mayor dificultad mediante el verbo "trabaja".

 

Hchs 17,24-28: El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no... necesitando de nada, siendo El mismo quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas... Porque en El vivimos y nos movemos y existimos.

 

Con dificultad se aplicarían estas palabras exclusivamente a la conservación, y no más bien al continuo influjo de Dios en toda la actividad vital. De aquí el que también, si se indicara con las últimas palabras expresadas con tanto énfasis exclusivamente la conservación, no se diría que nos movemos, sino solamente que vivimos y existimos; luego se expresa el influjo inmediato de Dios en toda la actividad humana interna y externa.

 

1 Cor 12,4-6: Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos.

 

En estas palabras se trata, como es evidente, acerca de las gracias sobrenaturales; y una fórmula tan absoluta como es la de «obra todo en todos», la cual se resalta como principio general, no se entendería bien acerca de este orden exclusivamente.

 

258. Se prueba por la tradición. 1) Tampoco los SS.PP. enseñan esto con términos técnicos expresos; sin embargo sí que lo enseñan con palabras que no pueden en su sentido obvio tomarse como referidas a la sola conservación o al concurso exclusivamente mediato, sobre todo si rechazan en contra de los maniqueos un agente independiente de Dios, o si en contra de los pelagianos establecen con fórmulas generales que se requiere un especial auxilio de Dios para obrar bien. Además apelan también a algunos lugares de la Sagrada Escritura que nosotros acabamos de aducir.

 

ORIGENES: Dios obra siempre. «Vemos que Dios obra siempre, y que no hay ningún sábado, en el cual Dios deje de obrar, en el cual no haga salir su sol sobre buenos y malos y haga llover sobre justos e injustos, en el cual no haga germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre, en el que no haga sufrir y dé la salud, condene al infierno y absuelva, y no hay ningún sábado en el que no haga salir a alguien de esta vida y a otros los traiga a vivir dicha vida...»

 

S.TEOFILO DE ANTIOQUTA: Dios obra, pone en movimiento, vivifica todas las cosas. «Es Dios, δια τεθεικεναι, esto es porque ha colocado todas las cosas en su estabilidad misma, y δια το θεειν , lo cual es lo mismo que correr y poner en movimiento y obrar y alimentar y proveer y gobernar y vivificar todas las cosas...» (R 171).

 

San JUAN CRISOSTOMO: Dios obra constantemente en todas las cosas. «Así pues cuando ves salir el sol, y te fijas en el curso de la luna y contemplas los estanques, las fuentes, los arroyos, las lluvias y el curso de la naturaleza bien en su semillas o bien en nuestros cuerpos y en el de los animales irracionales, y cuando observas todas las otras cosas mediante las cuales se mantiene este universo, debes darte cuenta que el Padre trabaja constante y perpetuamente».

 

259. San JERONIMO: El auxilio de Dios es necesario para todas nuestras acciones. «Escuchad, escuchad al sacrílego Pelagio. El dice: Si yo quiero doblar el dedo, mover la mano, sentarme, estar en pie, pasear, correr, escupir..., ¿siempre tendré necesidad del auxilio de Dios? Oye, ingrato, más aún, sacrílego, al apóstol que nos dice: Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa, haced todo en el nombre de Dios» (R 1356).

 

Y en otra ocasión contra Pelagio: «Critóbulo. Si en cada una de las cosas que hacemos, tenemos que usar de la ayuda de Dios, ¿luego no podremos preparar la pluma para escribir y, una vez que esté preparada, frotarla con la piedra pómez, y adaptarla con nuestra mano a cada una de las letras que escribimos, callar, hablar, estar sentados, estar de pie, pasear, correr, comer, ayunar, llorar, reír, y todas las demás cosas de esta clase, si Dios no nos ayuda? Atico. Según lo que yo pienso está claro que no podemos175 (R 1403).

 

N.B. Esta afirmación de S.Jerónimo respecto al concurso tiene valor, cualquiera que sea el auténtico pensamiento de Pelagio en este tema (n.253).

 

260. San AGUSTIN: Dios obra las cosas grandes y las más pequeñas en el mundo. «Por tanto lo que dice el Señor: Mi Padre trabaja hasta ahora, muestra una cierta continuación de su obra, con la cual sostiene y gobierna a todas las creaturas. Pues podría entenderse de otro modo si dijera: También trabaja ahora, donde no sería necesario el que lo entendiéramos como una continuación de su obra. Ahora bien es necesario que se entienda de otro modo cuando dice: Hasta ahora, a saber desde el momento en que al crear todas las cosas, ha trabajado».

 

«Hay quienes piensan que solamente el mundo mismo ha sido creado por Dios, y que las otras cosas ya son realizadas por el mundo mismo, del modo como Dios lo ha ordenado y lo ha mandado, pero que Dios mismo ya no lo realiza. En contra de los cuales hay que citar la sentencia del Señor: Mi Padre trabaja hasta ahora (R 1694).

 

Y para que nadie pensara que el Padre obra algo en sí mismo y no en este mundo, dijo: El Padre permaneciendo en mí hace sus obras; y así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere... Y después puesto que El mismo obra no sólo lo grande y lo principal, sino también estas cosas de la tierra y últimas, dice así el Apóstol: Necio, lo que tú siembras no recobra la vida, si no muere; y lo que siembras no es un cuerpo que volverá a existir, sino prácticamente un simple grano de trigo o de alguna de las otras semillas. Ahora bien Dios le da el cuerpo como quiere, y a cada una de las semillas el cuerpo propio de ellas. Así pues debemos creer de este modo, o si podemos, incluso debemos entender que Dios obra hasta ahora de tal manera que, si su operación se sustrajera a las cosas creadas por El, éstas perecerían».

 

261. 2) El Catecismo Romano (1,2,22), dice: «Dios cuida y gobierna no sólo todas las cosas que existen, sino también las que se mueven y obran algo las impulsa al movimiento y a la acción con un poder íntimo de tal manera que, aunque no impida la eficiencia de las causas segundas, sin embargo previene dicha eficiencia, puesto que su fuerza totalmente oculta pertenece a cada una de las cosas y, según afirma el sabio, alcanza con fortaleza de un extremo hasta otro extremo y dispone todas las cosas con suavidad. Por lo cual dijo el Apóstol...: No está lejos de cada uno de nosotros: pues en El vivimos y nos movemos y existimos».

 

262. Razón teológica. 1) Todo ser creado, puesto que es esencialmente ser que proviene de otro "ens ab alio", depende de Dios en el ser esencial e inmediatamen­te, en cualquier momento y por tanto también en el primer instante de su ser; luego no puede empezar a ser sin la acción de Dios, ya que si no fuera así en algún momento existiría sin la conservación inmediata de Dios, y puesto que no se requiere para que una vez creado permanezca, más que el ser creado.

 

2) La perfección del dominio de Dios exige que la acción de la creatura, como cualquier otro ser creado positivo, dependa inmediatamente de Dios de tal manera que éste o bien ponga dicha acción directamente mediante su concurso o bien, prohiba la acción, negando este concurso.

 

3) La creatura, como ser contingente que es, no puede darse a sí misma, y mucho menos a otro, el ser, y una vez recibido éste, no puede conservarlo, al menos ella sola. Luego tampoco la creatura sola puede perfeccionar mediante su operación dicho ser bien en sí misma bien en otras creaturas.

 

263. Objeciones. 1). La creatura tiene fuerzas suficientes para obrar; luego no necesita del concurso.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. La creatura tiene fuerzas suficientes para obrar en toda linea, niego el antecedente; en la línea de causa segunda, subdistingo: bajo el influjo de Dios, concedo; en otro caso, niego.

 

2. Una sola acción numéricamente concreta no puede depender inmediatamente de dos causas; luego la acción de la creatura no puede provenir también de Dios.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Una sola acción numéricamente concreta no puede provenir inmediatamente de dos causas creadas, concedo el antecedente; de una sola causa creada y otra increada, subdistingo: bajo el mismo aspecto, concedo; bajo distinto aspecto, niego.

 

En realidad no se concibe que una sola acción numéricamente concreta pueda provenir inmediatamen­te de dos causas creadas, al menos obrando éstas naturalmente; sin embargo nada impide el que Dios con su omnipotencia ponga la acción, en la medida que dicha acción no puede ponerla la creatura, o sea como ser; y que no obstante reciba de la creatura su especificación, esto es el ser tal ser.

 

264. 3. Admitido el concurso, la creatura nunca sería causa principal; ahora bien de hecho ella muchas veces actúa como causa principal; luego no se da el concurso.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Puesto el concurso, la creatura nunca sería causa principal respecto de la causa primera, concedo la mayor; absolutamente, niego la mayor.

 

La causa principal es aquella que en su línea es proporcionada al efecto, al cual por tanto se le asimila; ahora bien la creatura es proporcionada al efecto, en cuanto hace que el ser sea tal ser.

 

4. Si Dios concurriera, El solo, como infinito que es, pondría la acción; es así que la creatura pone acciones; luego Dios no concurre.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Si Dios concurriera El solo, como infinito que es, podría poner la acción, pase la mayor; de hecho la pondría, subdistingo: con totalidad de acción y de efecto, concedo; con totalidad de causa, niego.

 

Solamente Dios podría poner todas las acciones no vitales de la creatura; ahora bien solamente éstas; por ello hemos dejado pasar la mayor. Sin embargo ha querido que la creatura también las realizara, sin que no obstante pudiera darle a ella, como ser proveniente de otro que es ("ens ab alio"), así como ni el poder de crearse o conservarse a sí misma, así tampoco el poder de obrar independientemente de Dios; por tanto Dios simplemente suple esta insuficiencia de la creatura, para obrar ésta "per se".

 

265. Corolario. Acerca de la dependencia de la creatura respecto de Dios. La creatura ha sido elevada a tal dignidad, que incluso ha alcanzado en el obrar la participación de Dios; sin embargo al mismo tiempo depende de Dios mismo, no sólo en la duración de su existencia, sino también en el ejercicio de su actividad, de tal manera que todo lo que de positivo hay en ésta, también hay que atribuírselo a Dios mismo como cooperador inmediato. Aquí radica la fuente de la humildad respecto a la creatura, y al mismo tiempo el motivo de alegría, por el hecho de que en cada momento depende de Dios tan íntima y tan inmediata y tan esencialmente.

 

«De aquí se sigue, dice Lesio, que así como ninguna creatura puede ser creada, la cual no dependa del influjo de Dios en el existir, así ninguna creatura puede ser creada, la cual no dependa del influjo de Dios en el obrar. Pues en ambos casos necesita igualmente del influjo de Dios a causa del esencial orden y dependencia respecto de El mismo el cual es el ser de todas las creaturas y la fuerza y vigor de todas ellas».

 

266. Escolio. Acerca del Bañezianismo y del Molinismo en la hipótesis del concurso inmediato. Ambos, según es sabido, requieren, como ha quedado aclarado en la tesis anterior, el concurso físico inmediato de Dios en orden a cualquier acción de la creatura. Ahora bien mientras que, según aquél, es necesaria la predeterminación física para cualquier acción de la creatura, esto es es necesaria la moción divina recibida físicamente en la creatura con anterioridad por naturaleza a la acción de la creatura, piensa éste que es suficiente para la acción de la creatura el concurso que por su naturaleza sea simultáneo con dicha acción. Así pues en cuanto a la causa libre, aquél, a fin de defender plenamente el dominio absoluto de Dios incluso en las acciones libres de la creatura, sostiene que Dios predetermina siempre físicamente la voluntad que va a actuar en orden al acto de la misma; mientras que éste, a fin de dejar a buen recaudo la libertad de la cretura, dice que la voluntad se determina a sí misma en orden al acto, si bien con la ayuda del concurso simultáneo de Dios, sin que por ello la creatura sin este concurso pueda ni siquiera empezar dicha determinación.

 

Así pues sin pretender, según lo anteriormente dicho, discutir aquí esta cuestión secular, ahora solamente decimos lo siguiente: si en contra de nuestra tesis se negara el concurso inmediato, caería por los suelos la concepción de los Bañezianos y de los Molinistas respecto al concurso inmediato como acción distinta de la creación y de la conservación perpetua; más aún también caerían por los suelos tanto la premoción física de aquéllos como el concurso simultáneo de éstos. Luego desaparecería de raíz la cuestión durante tanto tiempo debatida entre aquellas escuelas. Sin embargo no por ello caería el principio fundamental y esencial del Molinismo, de que la voluntad por sí misma sin predeterminación física se determina en orden al acto.

 

Articulo III
Del gobierno del mundo

 

267. Puesto que la providencia es la razón del orden de las cosas para un fin, razón que preexiste en la mente divina (1 q.22 a.1), el gobierno es la ejecución de la providencia mediante la dirección de las cosas hacia su fin, esto es hacia los fines próximos de ellas, y mediante éstos hacia el fin último. Por tanto es la acción con la que Dios lleva a cabo el orden de las cosas conocido y preestablecido "ab aeterno". Concierne a ella, además de la creación, la conservación de las cosas y la moción de éstas en orden al fin. Ahora bien aquí sólo consideramos dicha moción.

 

a) Que se da este gobierno es de fe divina y católica definida en el C. Vaticano I: «Todas las cosas que ha creado, Dios las cuida y las gobierna con su providencia, abarcando de un extremo hasta otro extremo con fortaleza y disponiendo todas las cosas con suavidad» (D 1784).

 

Y consta por los mismos textos de la Sagrada Escritura y de los PP. con los que en otro lugar se prueba la existencia de la Providencia, puesto que ésta se demuestra más bien por el gobierno de las cosas. Pues es propio de la sabiduría y de la bondad de Dios el conducir a su fin a todas las cosas creadas por El; lo cual está claro que se hace por el orden perfectísimo del universo en el que todas las cosas tienden en unión hacia su fin, unas, las cuales conocen este fin, como las que obran por sí mismas en orden al fin, y otras en cuanto dirigidas al mismo fin. por alguien (1 q.103 a.1).

 

b) El supremo gobernador del mundo es el Dios único. En efecto, es necesario que este gobierno se refiera al Creador mismo, del cual proviene y al cual es ordenado el mundo. En verdad puesto que el fin próximo del gobierno es la unidad y la paz en muchas cosas, ésta, en igualdad de condiciones, se alcanza mucho mejor mediante un solo gobernador que por medio de muchos, si aquel (mico posee en sí cuanta ayuda podría recibir de otros gobernadores, como acontece en nuestro caso (1 q.103 a.3). Ahora bien la admirable unidad, que resplandece en tan gran número y tan variadas cosas del mundo, pregona un solo gobernador supremo.

 

268. c) Ahora bien Dios mismo es el único que gobierna el mundo, en cuanto que El solo tiene la razón del orden de todas las cosas, incluso de las más pequeñas, para el fin, y en cuanto que solamente de El mismo depende el que se cumpla y se lleve a término eficazmente y con perfección dicha razón.

 

Este gobierno real de todas las cosas, incluso de las más pequeñas, Dios lo ejerce inmediatamente. En efecto el gobierno divino se extiende hasta donde se extiende la causalidad divina; la cual ciertamente abarca a todas las cosas en su ser y en su obrar. Ahora bien ha instituido dicho gobierno de un modo tan jerárquico, que no siempre lo realiza El solo, sino que lo hace derivar de El a unos seres mediante otros seres (3 CG 78). El solo gobierna en el orden natural las creaturas supremas sujetas exclusivamente a Dios, y en el orden de la gracia gobierna Dios solo a todas las creaturas, en cuanto que El solo les otorga las gracias sobrenaturales.

 

En cambio a las restantes creaturas las gobierna siempre con inmediación de supuesto, y al mismo tiempo usando del ministerio de las causas segundas. S.Agustín: «Y así como los cuerpos más crasos e inferiores son dirigidos con cierto orden mediante los cuerpos más sutiles y más poderosos, así todos los cuerpos son dirigidos por el espíritu de vida; y el hálito de vida irracional es dirigido por el espíritu racional de vida; y el espíritu de vida racional desertor y pecador es dirigido por el espíritu racional de vida piadoso y justo; y éste es gobernado por Dios mismo, y así todas las creaturas son gobernadas por su Creador; del cual y por el cual y en el cuala también han sido creadas e instituidas. Pues nada se realiza visible y sensiblemente que no sea ordenado o sea permitido desde el alma interior invisible e inteligible del rey supremo... en este cierto amplísimo e inmenso estado al que pertenecen todas las creaturas».

 

Ahora bien Dios hace esto, no por defecto de poder, sino para comunicar a otros el bien mismo del gobierno. «Tanto mejor será el gobierno cuanto mayor perfección es comunicada por el gobernante a las cosas gobernadas... Y por ello Dios gobierna las cosas de tal manera que instituye a algunas como causas de otras en la acción de gobernar: así como si un profesor consiguiera que sus discípulos no sólo supieran, sino también que fueran profesores de otros» (1 q.103 a.6).

 

269. d) Ahora bien el gobierno divino es infalible, como la Providencia misma cuya ejecución es. Pues así como Dios ha creado libremente, así libremente ha preordenado todas las cosas al fin, y no sólo las creaturas irracionales, sino también las libres, de tal manera no obstante que éstas no quedaran privadas de su libertad.

 

«Toda inclinación de alguna cosa tanto natural como voluntaria no es más que cierta impresión que proviene del primer motor: así como la dirección de la flecha a un blanco determinado no es más que cierta impresión que proviene del que lanza la flecha. De donde todas las cosas que son hechas bien naturalmente bien voluntariamente, como por su propio impulso llegan a aquello a lo que son ordenadas por Dios; y por tanto se dice que Dios dispone todas las cosas con suavidad» (a.8).

 

e) De donde además, puesto que Dios es la causa universal que dispone y realiza todas las cosas, no puede suceder nada fuera del orden del gobierno divino, pero sí fuera del orden de una causa particular. Por consiguiente respecto de Dios nada es casual o fortuito en el mundo, si bien pueda considerarse como algo así respecto de una causa segunda (a.7).

 

De aquí también el que, puesto que Dios dispone todas las cosas por el bien, nada hay totalmente malo en el mundo, puesto que lo malo siempre está unido a lo bueno, y por ello no se encuentra fuera del orden del gobierno divino, aunque esté fuera del orden de un bien particular.

 

f) Ahora bien el fin de todo el gobierno no puede ser más que Dios mismo. Pues aunque el fin intrínseco y próximo del mundo sea el bien que existe en él mismo, o sea el orden del universo, sin embargo el universo enterno tiende a participar y a manifestar el bien extrínseco supremo, esto es Dios mismo. «El bien extrínseco al universo entero es el fin del gobierno de las cosas, en cuanto poseído y representado: puesto que cada cosa tiende a esto, a participar de él mismo y asimilarse a él cuanto puede» (a.2).

 

270. Escolio. Del dominio de Dios en las creaturas. Dios tiene dominio de propiedad sobre toda creatura, o sea tiene el derecho de disponer de ella como de cosa suya, a la cual puede sin hacerle ninguna injuria conservarla, regalarla, destruirla. Lo cual se debe al título de la creación, de la conservación, del fin último (de la redención del hombre en el orden de la gracia), en cuanto que cualquier creatura procede de Dios, está en Dios, y existe a causa de Dios. Estos títulos, comoquiera que suponen una dependencia esencial de la creatura respecto de Dios, en cuanto que El mismo no puede hacer que, quitado cualquiera de ellos, subsista la creatura, no pueden, incluso con el poder absoluto ser rehusados por El mismo, existiendo la cretura, ni siquiera un solo momento.

 

Luego la creatura no es dueña de sí misma; de donde, si es libre no puede obrar moralmente en ningún instante, a no ser según la voluntad de su Señor manifestada mediante las leyes de El mismo. Luego mucho menos es dueña de otras cosas respecto a Dios, y por tanto con relación a las cosas que posee nunca puede disponer según su voluntad, sino según la norma de la ley divina. Además del dominio de propiedad surge en Dios el dominio de jurisdicción, esto es de gobernar a sus súbditos bien mandando bien prohibiendo o ya castigando o ya premiando, etc.; pues el que puede disponer de alguna cosa, mucho más puede regirla y gobernarla, por tanto de tal manera que Dios nunca puede rehusar tampoco dicho dominio. Así pues, ya que solamente Dios posee este dominio, toda verdadera jurisdicción, que se dé en las creturas, no puede provenir más que de Dios, y por tanto nadie puede ejercerla sino según la norma de la ley divina.