CAPITULO II
ACERCA DE LA CAUSA FINAL DE LA CREACIÓN

 

TESIS 6. El fin último de Dios al crear el mundo es la bondad divina en cuanto que debe ser comunicada y glorificada; y el fin último de la obra, esto es del mundo, es la bondad divina en cuanto que debe ser participada y glorificada.

 

167. Nexo. Según lo ya probado, Dios es causa eficiente y ejemplar del mundo. Ahora planteamos la cuestión acerca de por qué fin Dios ha creado el mundo. Este problema considerado moralmente se refiere al sentido de la existencia del universo; y considerado metafísicamente hace referencia a la relación entre el Infinito y lo finito: si el Infinito no necesita de nada, ¿qué pretende con la creación? La teología católica resuelve este problema de tal manera que resplandezca con más claridad la dignidad de Dios, una vez que se ha llevado a efecto la creación, y de tal forma que aparezca que a la creatura le ha sido asignado un destino excelso.

 

En este tema hay que distinguir con toda claridad las afirmaciones de las fuentes de la revelación, y la especulación teológica, que interpreta dichas afirmaciones y procura compaginar armónicamente todos sus elementos, puesto que simultáneamente debe establecerse, sin que se atribuya ninguna imperfección a Dios, por qué ha creado Dios el mundo, y a dónde en último término tiende el mundo. Así pues explicamos la doctrina de las fuentes y proponemos la síntesis de este tema, que al menos en cuando a su substancia enseñaron S. TOMAS, SUAREZ, y otros; de tal forma que en primer término hablemos acerca del fin último de la creación y después acerca del fin próximo de la misma.

 

168. Nociones. FIN es el bien a causa del cual se hace algo.

 

A la razón plena de fin pertenecen necesariamente tres elementos, cada uno de los cuales también es llamado fin, puesto que se intenta "propter se" (a causa de ellos) a manera de una sola unidad (1.2 q.11 a3), si bien uno esté ordenado a otro: a) "Finis qui" (objetivo) esto es el bien intentado: o que debe obtenerse, o sea que no se posee (fin que debe alcanzarse); o que debe difundirse, esto es que una vez ya poseído por el agente se intenta comunicarlo a otro (fin que debe ser difundido o comunicado). El primero de éstos se intenta por el deseo de él, y el segundo por su amor (2 d.l q.2 a.1). b) "Finis quo" (formal) es la consecución actual del "finis qui". c) "Finis cui" es el sujeto para el que se intenta el "finis qui", o bien porque está ordenada a él toda la utilidad (así en el fin que debe alcanzarse) o bien porque se le atribuye éste a él en su alabanza como a fuente del bien (así en el fin que debe ser comunicado).

 

169. Finis qui: a) Estrictamente dicho, es la verdadera causa final, esto es incluye causalmente en el acto de la voluntad y en los actos imperados de ésta y de este modo en los medios que han de usarse, y en el efecto, el cual por tanto se distingue y depende realmente de aquél. b) Tomado en sentido lato (razón final), sin que influya en el acto de la voluntad, es la razón que ensalza esta acción de querer, en influye de este modo causalmente en los efectos.

 

En una sola y misma acción el fin se dice: a) Próximo, esto es intentado inmediatamente, y ordenado a otro. b) Relativamente último, o sea aquel al que están ordenados otros más próximos pero él está ordenado a otro. c) Absolutamente último, o sea el principal en alguna serie, y más allá del cual no se da otro. Tiene razón de fin primero, esto es intentado por sí mismo y al cual están ordenados otros, y son intentados en dependencia de él. Luego en alguna serie es único. Ahora tratamos de éste.

 

Fin: a) Del que obra (operantis), es el bien que para el agente es su razón de obrar. b) Fin de la obra (operis), es el bien al cual es ordenada la obra por el agente, si es extrínseco o externo, o bien por su propia naturaleza, si es intrínseco o interno.

 

Si se trata de la causa primera que obra alguna cosa "ad extra" hay que juzgar el que al menos se identifican el fin último del que obra (operantis) y de la obra (operis) (1 q.44 a.4; 3 CG 18,4; en 2 d.a q.2 a.l).

 

170. FIN DE DIOS AL CREAR. El fin qui estrictamente dicho no puede darse en Dios, sino que se da el fin qui en sentido lato, esto es la razón conveniente de querer la creación, y la cual respecto del mundo sea la causa final (1 q.19 a.5; 2 d.l q.2 a.2); ahora bien, dicho fin es necesariamente algún bien, pero no un bien externo a Dios, del cual dependa El mismo, sino interno, intentado por Dios en primer término y "per se" y por cuya razón son intentados por Dios mismo los bienes externos.

 

Aquí nos referimos al FIN ULTIMO: a) Qui, no en cuanto que debe ser alcanzado, el cual implica contradicción con Dios, sino en cuanto que debe ser comunicado, b) Quo, esto es la obtención del finis qui, en cuanto que esto puede hacerse. c). Qui, o sea Dios, no en cuanto sujeto "cui" de utilidad, sino en cuanto que El mismo es exclusivamente la razón de intentar algo y para el que por tanto como que se adquiere el finis qui mediante el fin quo.

 

171. El MUNDO se toma como existe de hecho, pero de un modo natural, puesto que se trata en otro lugar del orden de la gracia (si bien se dice después acerca de éste algunos datos para completar el tema).

 

172. LA BONDAD DIVINA es, no simplemente un atributo de la bondad que inclina a Dios en orden al bien, sino la misma perfección ontológica de Dios en cuanto que es objeto del amor divino (1 q.6 a.1).

 

EN CUANTO QUE DEBE SER COMUNICADA esto es la bondad, no en cuanto que debe adquirirse, sino en cuanto que puede darse a otros seres por semejanza (1 q.19 a.2) en las perfecciones estáticas y dinámicas incluso cognoscitivas y apetitivas (2 d.l q.2 a.2s; 1 CG 96,2).

 

EN CUANTO QUE DEBE SER GLORIFICADA, esto es, para que, cuando se comunica, se manifieste bien objetivamente en toda perfección de la creatura (la gloria objetiva), bien formalmente en las alabanzas de la creatura racional (la gloria formal).

 

Puesto que gloria es el conocimiento claro acompañado de la alabanza (2.2 q.132 a.1) de alguna persona, cuya excelencia se conoce y se aprueba con la estimación, dicha gloria descrita poco ha bien objetiva o bien formal se dice gloria extrínseca de Dios; mientras que la gloria intrínseca es o bien objetiva (fundamental y de este modo material), o sea la perfección de Dios en sí misma, o bien formal esto es el conocimiento con estimación de Dios de su propia excelencia. Aquí se trata directamente de la gloria extrínseca.

 

173. FIN DE LA OBRA (OPERIS) ESTO ES DEL MUNDO: se considera también el fin último y ciertamente tanto el fin último "qui" como el fin último "quo" y el fin último "cui".

 

LA BONDAD DIVINA esto es, según acabamos de decir, la misma perfección increada de Dios.

 

COMO QUE DEBE SER PARTICIPADA, esto es en cuanto que puede ser recibida por la creatura por semejanza en las perfecciones tanto estáticas como dinámicas.

 

EN CUANTO QUE DEBE SER GLORIFICADA, esto es según, cuando es participada, se manifiesta bien objetivamente bien formalmente.

 

174. Luego la bondad misma increada en cuanto que debe ser comunicada y glorificada es el finis qui de Dios al crear. Ahora bien éste solamente puede a modo de alcanzarse por la bondad divina comunicada y glorificada; la cual actual comunicación y extrínseca glorificación es algo creado, luego extrínseco a Dios, y por tanto no puede ser el finis qui de Dios al crear, esto es por cuyo deseo de adquirirlo para sí Dios se mueva a crear (De Pot. q.3 a.15), sino que es el finis quo, o sea la como consecución del finis qui, la cual por tanto Dios verdaderamente la intenta. Con esta comunicación y glorificación de la bondad divina como que se satisface a la voluntad de Dios, el cual por tanto es el finis cui, pero no el sujeto de ninguna utilidad, el cual sujeto es exclusivamente la creatura (2 d.l q.2 a.l).

 

Del mismo modo la misma bondad increada en cuanto que debe ser participada y glorificada por semejanza, es el último finis qui de toda creatura. Este fin como que se obtiene por la bondad de Dios participada y glorificada, la cual actual participación y glorificación es el finis quo, esto es como la consecución del finis qui. Solamente Dios es el finis cui, pero solamente la creatura es el sujeto de utilidad.

 

Luego toda creatura tiene necesaria y libremente tiende directamente y siempre al sumo bien mismo por asimilación (De ver. q.22 a.2), y no sólo por un decreto extrínseco de Dios, sino por amor innato, esto por la naturaleza misma del ser que existe por otro, el cual solamente tiene su bien completo en otro (en Dios); de tal manera que en virtud de este amor innato ama más a Dios que a sí mismo (1 q.60 a.5; 2.2 q.26 a.3).

 

175. Según esta exposición, el fin "operantis" y el fin "operis" de la creación no se diferencian en cuanto a la realidad, sino solamente en cuanto a diversos aspectos (v.gr. por una parte se da la comunicación, y por otra parte la participación), de tal manera que en nuestra tesis puede enunciarse sencillamente: el fin último de la creación es la bondad de Dios que debe ser comunicada y glorificada.[1]

 

Una vez dejado esto sentado, el mundo aparece como reducido a una cierta unidad de finalidad y procediendo de Dios y volviendo a El mismo mediante una espléndida acción circulatoria (1 d.14 q.2 a2). Dios, a causa del amor de su bondad, esto es por su gloria intrínseca, quiere atraer a otros seres a dicha bondad y a dicha gloria, difunde el bien el cual es manifestación de su bondad; las realidades que le reciben desean acudir a su misma fuente perfeccionándose a sí mismas y aumentando en ellas mismas más y más la semejanza del sumo bien, a fin de mostrar de forma más perfecta la bondad de Dios y para participar de este modo, en cuanto sea posible, la misma gloria intrínseca objetiva de Dios.

 

Ahora bien, los seres racionales van más allá, cuando, al conocer esta bondad difundida por Dios en otras cosas y en sí mismos, ascienden en orden a conocer y amar y alabar su fuente' misma, participando de este modo, en lo que es posible, de la vida misma con que Dios se conoce y se ama y así participan de la misma gloria intrínseca formal de Dios. De este modo puede decirse que la creación consiste en que Dios se da a otros seres que están fuera de El, a fin de atraer todas las cosas hacia sí mismo.

 

176. Esta exposición descansa en la distinción del fin que debe ser alcanzado y del fin que debe ser difundido; la misma bondad increada de Dios se dice que es finis qui, y todo lo demás se deriva lógicamente. Ahora bien, los que se fijan en el fin simplemente como que debe ser alcanzado, no la llaman finem qui a la misma bondad increada, sino a la gloria extrínseca de Dios, la cual dicen que es el fin último de la creación por parte de Dios y del mundo, y por consiguiente la cual Dios, dicen ellos, pretende en la creación como su bien externo, el más sobresaliente de todos, sin embargo de tal manera que Dios y ha creado este mundo a causa de la comunicación de su bondad, y sin que dicha gloria sea un bien extrínseco a Dios en sentido estricto, esto es que le perfeccione a El mismo de algún modo.

 

Esta opinión expuesta de este modo puesto que supone que dicho bien externo es pretendido en último término a causa de Dios, no tiene nada de erróneo, sin embargo ofrece alguna ocasión de pensar que la gloria extrínseca es un bien que se agrega a Dios desde fuera y que le perfecciona de alguna manera a El mismo, si bien extrínsecamente, puesto que entre los hombres dichos bienes extrínsecos no considerarían verdaderos bienes, a no ser que fueran útiles, y también para los bienes intrínsecos; por ello «se dice con más acierto, indica Suárez, que tal bien respecto de Dios es cierto bien honesto y que dice bien de la majestad de Dios», y por consiguiente no es un bien en sentido estricto.

 

177. Ahora bien, puesto que las afirmaciones substanciales de esta nuestra explicación las admiten todos los católicos, según pensamos, para la justificación de nuestra opinión acerca del modo de hablar y de realizar esta síntesis baste lo que se ha dicho, a fin de atender en la prueba de la tesis sobre todo a aquellos asertos que deben ser admitidos por todos: 1) que Dios es de uno o de otro modo el fin del mundo, esto que su bondad es la razón de la creación "propter quam" (a causa de la cual); 2) que El mismo no ha creado el mundo para adquirir o aumentar su bondad sino para que ésta sea comunicada con su semejanza y sea glorificada; 3) que el mundo ha sido hecho para que sea glorificada dicha bondad; 4) que el fin tanto "operantis" (del que obra) como "operis" (de la obra) es el fin último.

 

178. Adversarios. Suelen oponerse a la tesis por el hecho de que dicen que en Dios al crear, el fin de su gloria sería egoísta.

 

E. von HARTMANN: En la hipótesis del teísmo Dios crearía por vanidad, deseando el aplauso público para El.

 

KANT, BAYLE: Solamente el hombre es el fin de la creación.

 

GÜNTHER: El fin primario de la creación es la creatura que debe ser hecha feliz por Dios por puro amor; de este modo, dice él, se salva la santidad de Dios y se alcanza la gloria de Dios, en cuanto que el fin primario es reconocido necesaria-mente por la creatura en su pureza y santidad. Luego en esta opinión la gloria de Dios parece que más que un fin secundario es secuela del fin primario; y de otro modo no se entendería la condena de esta opinión que vamos a mencionar después.

 

HERMES: Si Dios buscara su gloria como último fin, dice él, sería ambicioso; por consiguiente el último fin del mundo es la felicidad del hombre; ahora bien, conocida la creación, el hombre tiene el deber de glorificar a Dios. Luego también en esta opinión parece que la gloria de Dios más que un fin secundario es una secuela de la creación (a no ser que tal vez se diga más bien un medio del fin primario); y en otro caso no se entendería tampoco la condena de esta opinión que vamos inmediatamente a recordar.

 

179. Doctrina de la Iglesia. El C. Vaticano I (D 1783): «Este único Dios verdadero por su bondad... creó de la nada a ambas creaturas, la espiritual y la corporal, y después la humana... no para aumentar su felicidad ni para adquirir ésta, sino para manifestar su perfección mediante los bienes, que distribuye a las creaturas...»

 

Según las actas del Concilio, en estas palabras se trata acerca del fin operantis (del que obra), y las palabras «para manifestar mediante los bienes que distribuye a las creaturas» equivalen a la fórmula «para manifestar y comunicar». Una vez aclarado esto, la definición contiene: que Dios no crea para adquirir su felicidad (por consiguiente no crea paró alcanzar su perfección); también contiene la definición que la razón que tiene Dios al crear movido por la bondad es el manifestar y comunicar su perfección, de tal manera que la manifestación se realice precisamente por la comunicación; implícitamente se dice que dicha manifestación no se intenta en cuanto meramente objetiva, sino en cuanto formal, puesto que el verbo «manifestar» de suyo significa esto (manifestar a alguien y en verdad a fin de obtener el efecto connatural de reconocimiento, de admiración, etc.) y puesto que de hecho son creados también los seres racionales, de los cuales por consiguiente Dios al crear no puede dejar de intentar el alcanzar la gloria formal.

 

«Si alguno... negara que el mundo ha sido creado para la gloria de Dios: sea anatema» (D 1805).

 

Según las actas del Concilio, en estas palabras se trata del fin operis (de la obra), y se considera la gloria, no de un modo meramente objetivo, sino también formalmente, lo cual por otra parte está claro por sí mismo en virtud del vocablo mismo «gloria», como es considerado entre los hombres; sin embargo no se define que este fin sea el fin primero y último, si bien esto se tendría como totalmente cierto en el Concilio.

 

180. Valor dogmático. De fe divina y católica definida, en cuanto a lo que hemos dicho que está contenido en los documentos anteriores explícita e implícitamente (D 1783, 1805).

 

Teológicamente cierta, en cuanto a que este fin es el fin último. Pues se afirma que es de fe el que Dios es el fin de la creación; ahora bien, Dios en cuanto fin no puede estar por debajo de otro fin; luego sáquese la consecuencia. Más aún, podría decirse que es de fe divina y católica, en cuanto que no puede ser otra la mente de la sagrada Escritura, según se toma ésta en la predicación ordinaria respecto al tema que traemos entre manos.

 

181. Se prueba por la sagrada Escritura. Esta nos transmite las enseñanzas por las que se ve suficientemente claro que el mundo ha sido creado a causa de Dios como fin, no por necesidad sino por la bondad de Dios, el cual ha querido manifestar su perfección en orden a su gloria tanto objetiva como también formal mediante las creaturas racionales. Una vez dejado sentado esto, se ve fácilmente que Dios es el fin último, el cual no puede estar sujeto a otro fin.

 

a) Dios es fin del mundo. Apoc 22,13: Yo soy el alfa y el omega... el principio y el fin, dice el Señor Dios... (cf. 1,8; 21,6). Rom 11,36: O, ¿quién le vio primero, que tenga derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él ( είς αυτον ) son todas las cosas. iA él la gloria por los siglos (cf. Col 1,16). Hebr 2,10: Convenía, en verdad, que Aquel por quien (δι ον) es todo y para quien es todo... 1 Cor 15,28: Cuando hayan sido sometidas a El todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a El todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.

 

Y de este modo acerca del hombre. 1 Cor 8,6: Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos ( εις αυτον ).

 

b) Ahora bien, no llevó a cabo la creación como necesitando de algo, pues se dice en general que las creaturas no son útiles a Dios. Job 22,3: ¿Tiene algún interés Dios por tu justicia? ¿Gana algo con que seas intachable? Is 15,2: Dije al Señor: Tú eres mi Dios, puesto que no necesitas de mis bienes. Is 1,11: ¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? - dice Yahvé. Harto estoy de holocaustos de carneros... Lc 17,10: De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: somos siervos inútiles. Hchs 17,24s: Dios..., que es el Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por mano de los hombres; ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el alimento y todas las cosas.

 

182. c) Sino que Dios crea más bien porque quiere dar. En efecto a las cosas les da y les conserva el ser, no como uno que necesita de ellas, sino porque quiere y por amor a ellas. Hchs 17,24s (como acabamos de ver). Sab 11,23-27: Como lo que basta a inclinar una balanza, es el mundo entero en tu presencia, como la gota de rocío que a la mañana baja sobre la tierra... Te compadeces de todos porque todo lo puedes... Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho. Y, ¿cómo habría permanecido algo si no hubieseis querido? ¿Cómo se habría conservado lo que no hubieseis llamado?

 

d) De hecho las creaturas muestran la perfección de Dios. Sal 18,2: Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento. Sal 88,6: Los cielos celebran, Yahvé, tus maravillas. Sal 103,24: ¿Cuán numerosas tus obras, Yahvé:? Todas las has hecho con sabiduría, de tus creaturas está llena la tierra.

 

183. e) De aquí el que todas las cosas tanto racionales como irracionales tienen la orden de alabar a Dios y de bendecirle. Sal 102,20-22: Bendecid a Yahvé, ángeles suyos... Bendecid a Yahvé, todas sus huestes... Benedecid a Yahvé, todas sus obras, en todos los lugares de su imperio. Sal 148: Alabad a Yahvé desde los cielos... Alabadle, ángeles suyos todos... Alabadle, sol y luna... Sal 150: Alabad a Dios en su santuario, alabadle en el firmamento de su fuerza... (cf. Sal 103, 135, 149).

 

Dan 3,57-87: Obras todas del Señor, bendecid al Señor; cantadle, exaltadle eternamente. Angeles del Señor, bendecid al Señor... Cielos, bendecid al Señor... Aguas todas que estáis sobre los cielos, bendecid al Señor... Bendiga la tierra al señor... Montes y colinas, bendecid al Señor... Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor... Siervos del Señor, bendecid al Señor...

 

184. f) Las cosas muestran de este modo las perfecciones de Dios, a fin de que los hombres las puedan conocer y por éstas deben ascender al conocimiento y a la glorificación de Dios mismo. Sab 13,1-9: Si, vanos por naturaleza todos los hombres en quienes había ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquel que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero... los consideraron como dioses. Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos, deduzcan de allí cuánto más poderoso es Aquel que los hizo; pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor...

 

Eclo 17,7s: Puso su ojo en sus corazones, para mostrarles la grandeza de sus obras. Por eso su santo nombre alabarán, contando la grandeza de sus obras. Rom 1,18-21: En efecto, la cólera de Dios se revela... contra toda impiedad... de los hombres que aprisionan la verdad en la in justicia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias...

 

185. g) Más aún, Dios hizo al hombre para su gloria. Deut 21,18s: Y así mismo el Señor te ha escogido nuevamente para que seas un pueblo peculiar suyo..., y El, para loor y nombradía y gloria suya, te haga la nación más ilustre de cuantas naciones ha creado. Is 43,7: A todos los que se llamen por mi nombre, a los que para mi gloria creé, plasmé e hice.

 

h) De aquí el que el hombre debe tener una sola preocupación, la de amar a Dios y glorificarlo. Deut 10,12s: Y ahora, Israel, ¿qué te pide tu Dios, sino que temas a Yahvé tu Dios, que sigas todos sus caminos, que lo ames, que sirvas a Yahvé tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, que guardes los mandamien­tos de Yahvé y sus preceptos que yo te prescribo hoy para que seas feliz? 1 Cor 10,31: Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.

 

i) Dios reclama esta gloria para El solo. Is 48,9-11: Por amor del nombre retardé mi cólera, a causa de mi alabanza me contuve para no arrancarte...Por mí, por mí, lo hago, pues, ¿cómo mi nombre sería profanado? No cederé a otro mi gloria.

 

186. Se prueba por la tradición. Los SS.PP. expresan del mismo modo estos sentimientos, de forma que dan por supuesto que Dios creó el mundo no en cuanto que necesitara de algo, sino para comunicar su bondad, de tal modo que las creaturas muestran las perfecciones de Dios, a fin de que a causa de éstas alabe a Dios el hombre, el cual ha sido creado solamente para Dios.

 

a) Dios ha creado todas las cosas por su nombre. La Didaché (R 7): «Tú, Señor omnipotente, has creado todas las cosas a causa de tu nombre, y has dado los alimentos y la bebida a los hombres para que disfruten de ellos, a fin de que te den gracias... Ante todo te damos gracias, porque eres poderoso; gloria a ti por todos los siglos».

 

b) En concreto Dios, que no necesita de nada, creó al hombre a causa de sí mismo y por la perfección que resplandece en sus obras. ATENAGORAS (R 168): «Ahora bien, Dios no creó al hombre en vano... ni tampoco para su propio uso, pues no necesita de nada; ahora bien, el que no necesita absolutamente de nada, sus obras no le aportan nada para su propio uso. Y tampoco ha creado al hombre a causa de alguna de las cosas creadas por El... Está por consiguiente claro que Dios, si nos fijamos en la razón primera y más evidente, se lo dio a crear al hombre a causa de sí mismo y por la bondad y sabiduría que resplandecen en todas sus obras...».

 

187. c) Dios no ha creado el mundo para su provecho, sino a causa de su bondad.

 

S.AGUSTIN (R 1751): «Ahora bien, en las palabras que dicen: Y vio Dios que era bueno, se da claramente a entender que Dios... creó lo que ha sido creado no por ninguna necesidad de cualquier utilidad suya, sino solamente por la bondad, esto es, porque es bueno». «Es suficiente el que los cristianos crean que la causa de todas las cosas que iban a ser creadas... ha sido la bondad del Creador».

 

EL PSEUDO AREOPAGITA (R 2282): «El mismo, el cual es la causa de todas las cosas, ama todas las cosas, las crea a todas ellas, las lleva a su perfección, y las convierte a todas ellas hacia sí a causa de la excelencia de la bondad; el divino amor es bueno entre lo bueno a causa de lo bueno».

 

Esto se afirma en concreto de la creatura racional. ORIGENES (R 462): Dios «al crear al principio lo que quiso crear, esto es, las creaturas racionales, no tuvo ninguna otra causa de crear más que a sí mismo, esto es su bondad».

 

188. d) Y creó Dios las cosas a causa de su bondad en cuanto para ser comunicada ésta. S. JUAN DAMASCENO (R 2349): «Así pues, puesto que Dios en su bondad más sobresaliente que cualquier bondad no tuvo suficiente con disfrutar de su propia contemplación, sino que quiso a causa de su enorme bondad que existieran ciertos seres, los cuales fueran galardonados con sus beneficios y participaran de su bondad; por esta causa crea del no ser al ser... a todos los seres, tanto a los invisibles como a los visibles».

 

S. GREGORIO NACIANCENO (R 1005): «Ya que a la bondad de ningún modo le era suficiente el moverse solamente por su propia contemplación, sino que convenía que el bien se difundiera y propagara (pues esto era propio de su suma bondad) en primer término pensó en las virtudes angélicas y celestiales».

 

189. e) El mundo muestra la perfección de Dios. TERTULIANO (R 275): «Lo que adoramos, es un solo Dios; el cual hizo salir de la nada, para hornato de su majestad, toda esta enorme cantidad con toda clase de elementos, cuerpos, espíritus, mediante la palabra con la que lo ordenó, mediante la razón con la que lo dispuso, mediante el poder con el que pudo hacerlo...».

 

S.GREGORIO NACIANCENO llama al mundo: «Grandioso y admirable heraldo de su majestad (de Dios)».

 

f) El mundo con su perfección invita a glorificar a Dios, más aún, ha sido creado a fin de dar a conocer la perfección de Dios. S.GREGORIO NICENO: «Tú (hombre) eres vaso modelado por Dios..., alaba al que te ha hecho; pues no has sido hecho por otra causa, mas que a fin de que fuera instrumento adecuado para que sea celebrada la gloria de Dios. Y este orden universal, como libro escrito, suministra en verdad la materia de la gloria divina que debe ser celebrada. En efecto te anuncia a ti, dotado de razón, la magnificencia de suyo secreta e invisible de Dios en orden al conocimiento de la verdad».

 

S.TEOFILO DE ANTIOQUIA (R 171): «Y Dios creó todas las cosas, siendo así que antes no existían, a fin de que por sus obras se conozca y se entienda su majestad».

 

190. g) El hombre fue creado de tal modo que sea el que reconozca y adore al creador de todas las cosas y le sirva a El eternamente. LACTANCIO (R 643): «Ahora señalemos toda la razón con un breve circunloquio. El mundo ha sido creado para que nazcamos; nacemos para reconocer al Creador del mundo y a nuestro Dios; lo reconocemos para adorarlo; lo adoramos a fin de que alcancemos la inmortalidad como premio de nuestros trabajos..., somos beneficiados con el premio de la inmortalidad, para... servir eternamente al supremo Padre y Señor y para ser reino eterno en honor de Dios».

 

h) De este modo todas las cosas alaban a Dios cuando el hombre alaba a Dios a causa de ellas. S.AGUSTIN: «La belleza de todas las cosas es en cierto modo la voz de las mismas, que confiesan a Dios. Grita el cielo al cielo: Tú me has creado, no he sido yo. Grita la tierra: Tú me has creado, y no he sido yo. ¿Y cómo gritan estas cosas? Cuando se reflexiona sobre ellas y se halla esto, gritan en virtud de tu reflexión, y gritan por medio de tu voz... Cuando te fijas en esto y gozas con ello y ensalzas a su Autor y ves intelectualmente lo invisible de Dios a través de lo que ha creado, en eso se da la confesión de Dios en la tierra y en el cielo».

 

i) En esta glorificación Dios no busca su propia conveniencia, sino el bienestar de los seres que le alaban. S.GERONIMO: «No porque Dios necesite de la alabanza de alguien, sino para que la alabanza de Dios sea de provecho a los que le alaban, y al conocer por cada una de las obras la majestad y la magnificencia de Dios, estallen en alabanzas a El ante el milagro asombroso que presencian».

 

191. Razón teológica. Todo esto, supuesto el modo razonable de obrar de Dios y supuesta también la perfección infinita de Dios, perfección que es independiente de todas las cosas, y supuesto asimismo el hecho de la creación de los seres incluso racionales, queda encerrado en los siguientes asertos.

 

a) Dios, en cuanto agente que obra razonablemente, creó por algún fin último (En 2 d.l q.2 a.l; 1 q.44 a.4). Ahora bien, el motor de la voluntad divina no puede ser más que la bondad de Dios (1 q.19 a.l hasta 3; 1 CG 87; 1 d.45 q.l a.l hasta 3), pues en otro caso dependería en el obrar de una realidad finita. Por consiguien­te el fin "operantis" de Dios no puede ser más que la bondad divina (2 d.l q.2 a.1); ahora bien, no en cuanto que debe ser adquirida o aumentada, ya que, si fuera así, Dios no sería suficiente para sí mismo y por consiguiente no sería de perfección infinita, sino en cuanto que debe ser comunicada, en lo que es posible, bien por semejanza, y puesto que el comunicar es lo mismo en cuanto a la realidad que el manifestar, en cuanto que debe ser manifestada y por ello mismo en cuanto que debe ser glorificada, bien objetivamente bien formalmente, puesto que Dios no puede dejar de querer el que los seres racionales en los que se manifiesta la bondad divina no glorifiquen ésta, como voluntad suprema que es (1 q.19 a.2; q.44 a.4).

 

b) Consiguientemente el finis qui del mundo, puesto que se trata de la primera causa que constituye algo primero en orden a un fin determinado, no puede concebirse que sea más que aquel a causa del cual Dios crea el mundo, esto es la bondad divina en cuanto que debe ser participada por semejanza y de este modo en cuanto que debe ser manifestada y consiguientemente en cuanto que debe ser glorificada, bien objetivamente, bien también formalmente por medio de los seres racionales.

 

c) Este fin de la creación es necesariamente el fin último, puesto que Dios en cuanto fin no puede estar sujeto a otro fin.

 

192.  Objeciones. 1. Aquel que obra a causa del bien como fin, necesita de ese bien; es así que Dios no necesita de nada; luego no crea a causa de un fin.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Necesita del bien el que obra a causa de la consecución de éste, concedo la mayor; a causa de la comunicación del mismo, niego la mayor.

 

Por esto queda claro además que Dios al obrar a causa de sí mismo no se mueve de un modo egoísta. Pues es propio del egoísmo entre los hombres bien el reservarse avaramente los bienes propios, de los que otros necesitan, o bien el reclamar para sí un bien ajeno; en cambio Dios da a los demás su bien, sin que consiga para sí algún bien en virtud de dicha donación, mientras que nosotros siempre que damos algo, de alguna manera nos enriquecemos más, y por ello difícilmente concebimos un ser que únicamente da para comunicar, como es Dios «el ser exclusivamente el más benévolo y generoso» (1 q.44 a.4; 3 CG 18).

 

2. El acto divino de querer, en cuanto identificado con el ser divino, no puede depender del fin; luego el que crea no obra a causa del fin.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. El acto divino de querer no puede depender del fin como de causa final, concedo el antecedente; como de razón final, subdistingo: que razón que es de fuera de Dios, concedo; que esté dentro de Dios, niego.

 

El acto divino de querer sólo depende de la bondad divina, y en verdad de un modo impropio, esto es sólo en cuanto que éste es la razón por la cual Dios quiere algo, puesto que en Dios en virtud de su acto simplicísimo y purísimo no hay lugar a que dependa propiamente una cosa de otra.

 

193. 3. La razón de la bondad divina, si en alguna ocasión mueve a Dios, mueve necesariamente, ya que lo que hay dentro de Dios es necesario; luego si Dios crea a causa de la bondad divina, crea necesariamente.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. La bondad mueve necesariamente a Dios a lo que hay dentro de Dios, concedo el antecedente; a lo que hay fuera de Dios, niego el antecedente.

 

Dios, en cuanto infinito, no puede crear más que para comunicar su bien, no para adquirir este bien; por consiguiente, aunque cree el mundo a causa de dicho bien, no crea necesariamente a éste.

 

4. Si Dios obra a causa de la comunicación de su bondad, incluso concurriendo a las obras mudas de la creatura hay que decir que obra para comunicar su bondad; es así que esto es absurdo; luego también aquello.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Dios obra a causa de la comunicación de su bondad concurriendo a las obras malas de la creatura, en cuanto que éstas son entes físicos, concedo la mayor; en cuanto que son moralmente malas, subdistingo: de tal forma que simplemente permita dichas obras, concedo; de tal manera que las pretenda, niego.

 

Dios, queriendo mantener la libertad de la creatura, concurre a sus obras malas, sin que en cambio determine o pretenda éstas, sino que simplemente las permita, y en verdad a fin de que se manifieste su bondad.

 

194. 5. El que obra a causa de sí, esto es por su gloria, es ambicioso. Ahora bien, según la tesis, obraría de este modo; luego lo sería también.

 

Respuesta. Distingo la mayor. ¿Es ambicioso el que obra por su gloria de un modo desordenado?, concedo la mayor, de un modo ordenado, niego la mayor.

 

Buscar su gloria según el dictamen de la razón no es malo, sino solamente si se busca su gloria no a causa del fin último o de un modo que no pueda referirse al fin último, v.gr. por un motivo insuficiente, o en un grado que supera el motivo, o bien por amor de una gloria no verdadera ni auténtica (cf. 2.2 q.132 a.1; Acerca del mal q.9 a.l). Ahora bien, todo esto no puede decirse acerca de Dios. Pues la gloria extrínseca es un bien relativamente divino, en cuanto que es conveniente a su perfección, y muy digno de Dios mismo, el cual lo quiere como debido a El según el orden recto; no en cambio como si El mismo de alguna manera se perfeccionara con dicho bien, así pues de tal forma que la gloria extrínseca es solamente señal de la perfección divina, que debe darse necesariamente, según el recto orden, una vez creada la creatura racional, en orden a lo cual es útil exclusivamente para éste (2.2 q.132 a.l; cf. 1.2 q.114 a.l al 2).

 

En efecto, si Dios, no puede dejar de querer su gloria objetiva. Si crea a los seres racionales, no puede dejar de querer el que reconozcan y aman a la suprema verdad y al supremo bien. Igualmente el recto orden exige el que toda creatura quede sometida al Creador y al supremo bien con todo modo posible de sujeción, esto es con su conocimiento y con su amor y con su alabanza, sin que Dios pueda dispensar de dicha sujeción a creatura alguna.

 

Luego, una vez creada la creatura racional, la gloria de Dios es necesaria y debida a El mismo, la cual no puede dejar de quererla Dios; ahora bien no crea el mundo por causa de ella, sino en cuanto que ésta viene a incidir en el bien de la creatura. «De donde está claro que Dios no busca su gloria por sí mismo, sino por nosotros» (22 q.132 a.1).

 

195. 6. Si Dios crea por su gloria, no ama verdaderamente a las creaturas; es así que esto es absurdo el decirlo (en cuanto que va contra las fuentes, contra la razón, contra la experiencia); luego Dios no crea por su gloria.

 

Respuesta. Distingo la mayor. Dios no ama a las creaturas por razón de la bondad de éstas considerada absoluta o exclusivamente, concedo la mayor, relativamente, esto es por referencia a la bondad divina, en cuanto que manifiestan ésta, niego la mayor.

 

Dios ama verdaderamente a las creaturas, de tal manera que, al crearlas, sólo quiere y hace verdaderamente el bien para ellas, ahora bien exclusivamente a causa de su bondad y por tanto en razón de la bondad de ellas sólo en cuanto depende de la bondad divina; si se prescindiera de ésta, las creaturas ya no existen y por tanto ya tampoco son amables a Dios, el cual por otra parte, amándolas a éstas amables en esta hipótesis, dependería en dicho amor de algo finito en cuanto tal. De donde el amor de Dios se dirige a la creatura, sin embargo no queda determinado por éstas (1 q.19 a.l al 3; a.2 al 3).

 

Incluso cuando parece que Dios quiere unas cosas a causa de otras, v.gr. la gracia para nosotros en virtud de los méritos de Cristo, quiere el orden de las cosas, o sea el que esto sea a causa de esto; sin embargo no quiere esto a causa de esto, esto es una cosa creada no es para Dios la razón de querer otra, v.gr el acto de querer darnos la gracia no es para Dios la razón de querer los méritos de Cristo; quiere ambas cosas a causa de su bondad (1 q.19 a3; 1 CG 87).

 

Ahora bien, Ripalda afirma que Dios puede amar a las creaturas por la bondad divina solamente o por ésta y al mismo tiempo por la creatura; sin embargo esto último los teólogos lo rechazan.

 

196. Tal vez insista el objetante. Dios ama a la creatura como a medio en orden al fin qui, o sea por su bondad (1 q.19 a.2); luego este amor en último término se reduce al amor de sí, sin que por consiguiente se quede en la creatura.

 

Respuesta. Distingo el antecedente. Dios por su bondad ama a la creatura como medio in quo, esto es como fin quo, concedo el antecedente; como medio per quod, niego el antecedente.

 

El que obra a causa de un fin que debe alcanzarse, y por tanto por el deseo del fin, emplea un medio per quod, esto es un medio que de hecho no ama verdaderamente, sino que ama el fin; y el que obra a causa del fin que debe ser comunicado, el cual fin por tanto como que lo consigue con la donación misma del fin, quiere esta donación misma, la cual consiste precisamente en la creación misma de la creatura, como bien de ésta. Luego Dios quiere de este modo a la creatura como medio in quo, esto más bien como fin por el que como que se alcanza el finis qui. En verdad Dios no crea por el deseo de la gloria (de este modo la creatura sería el medio per quod), puesto que no ha querido las creaturas porque quiere la gloria; sino que ha querido ésta, porque quiere su bondad como para que sea glorificada en las creaturas, sin embargo de tal manera que en la hipótesis de la creación debe preferir su gloria al bien de la creatura.

 

Por ello, puesto que la glorificación de Dios se refiere formal y más inmediatamente a Dios como término, y en cambio la utilidad se refiere a la creatura, la recta razón exige que aquélla sea anterior a ésta en la intención de Dios al crear. Esto es así; pues las fórmulas bondad en cuanto para ser comunidad (y su comunicación actual) y bondad en cuanto para ser glorificada (y su glorificación actual), aunque son en realidad una sola, puesto que la gloria objetiva se alcanza por la comunicación en general y la gloria formal por la comunicación en concreto en cuanto al entendimiento y la voluntad, sin embargo se diferencian formalmente, puesto que la primera connota más preferentemen­te que se da el bien a la creatura, y la segunda que este bien se refiere a Dios.

 

Lo mismo hay que decir, según está claro, acerca del fin de la creatura; la cual por tanto, mientras tiende hacia Dios, busca implícitamente con una anterioridad de razón la gloria de Dios antes que el propio bienestar. De aquí que el que busca rectamente su felicidad y obra por ella, por ello mismo quiere "exercite" (en la práctica) la gloria de Dios con el orden debido, si bien obraría con más perfección, si pretendiera en todas las cosas esta gloria de Dios "signate" (expresamente) y directamente como por sí misma. Todo lo cual se da en efecto; pues el ser racional tiene como fin último el alcanzar la bienaventuranza después de la muerte de un modo perfecto y en esta vida imperfectamente; la cuala consiste precisamente en los actos con los que se alcanza la glorificación de Dios, de la cual por tanto difiere no realmente, pero sí formalmente; por consiguiente el recto orden exige que la glorificación de Dios sea preferida estimativamente a la felicidad de la creatura y el que ésta se desea a causa de aquélla, esto es más bien como glorificación de Dios.

 

197. Tal vez siga insistiendo el objetante. Ahora bien, según lo dicho, Dios no ama a la creatura por sí misma; luego no ama con amor de benevolencia; lo cual es absurdo.

 

Respuesta. Distingo el consiguiente. Dios no ama a la creaturaa como sujeto cui de utilidad, niego el consiguiente; no la ama en último término por sí misma, subdistingo: sin que excluya el amor de benevolencia, concedo; en otro caso, niego.

 

Mientras que el amor de concupiscencia se dirige al amado como a bien del que ama, y por tanto en provecho de éste, al cual en verdad perfecciona, el amor de amistad (y por tanto el de benevolencia) puramente humano tiende al amigo por él mismo. En cambio el amor humano de caridad, esto es aquel por el que el que ama no intenta el provecho propio sino el bien de la persona amada, no precisamente por la bondad de éste en cuanto tal, sino por la suma bondad, esto es por razón de Dios amado a causa de El, mismo no puede dejar de ser verdadero amor de benevolencia. Este amor, según se declara por lo dicho, supera con mucho al amor de amistad puramente humano, y no sólo entitativamente (al tratarse de una entidad sobrenatural), sino también formalmente, esto es por razón del motivo mismo. Luego se da entre los hombres un amor de benevolencia supremo, según está claro, respecto a la persona, que no es amada por sí misma, sino por otro, o sea por Dios. Ahora bien con este amor, se perfecciona en algún modo también el mismo que ama. Pues bien, Dios de un modo totalmente libre, y sin que El mismo se perfeccione de alguna manera por ello, quiere y realiza en verdad para la creatura el bien y ciertamente por el motivo de la suma bondad, que contiene de modo eminente a cualquier otra bondad creada. Ciertamente este amor supera de un modo total a cualquier amor humano de benevolencia.

 

Y no cabe decir que Dios parece más benévolo para con la creatura, si se dice más bien que intenta al crear el bien de ésta más que su gloria. En efecto en primer término, puesto que la gloria es un verdadero bien para el hombre, esto es un bien que perfecciona a éste, éste se considera que es más benévolo, si rehúsa dicho bien por amor de alguien; en cambio Dios no rehusaría nada verdaderamen­te bueno para El; luego de este modo no mostraría necesariamente una benevolencia mayor; por el contrario, puesto que la gloria de Dios es el bien que perfecciona a un determinado hombre, Dios al rehusar ésta privaría al hombre de un verdadero bien y de este modo sería menos benévolo para con éste. Asimismo, la creatura que obra razonablemente no rehusa algún bien a no ser por otro mayor; luego de igual modo Dios, al no tener un bien mayor que El mismo, no obraría razonablemente, si pospusiera su bien al bien de la creatura; más aún de este modo se desprendería también de su independencia esencial, lo cual equivaldría a destruir el ser "ens a se" (ser que existe por sí mismo).

 

198. Corolario 1. Acerca de la gloria extrínseca de Dios que debe ser alcanzada de hecho por la creación. Dios (considerado como creador, no como providente) pretende su gloria en razón de los seres que crea. Luego quiere condicionadamente la gloria formal y, en cuanto que ésta depende de la creatura libre, también la gloria objetiva; y absolutamente quiere ésta, en cuanto que no depende dicha gloria objetiva de la creatura. Luego debe ser obtenida.

 

Por otra parte no consta que Dios, satisfecho con la sola manifestación objetiva de su bondad, no haya podido crear un mundo sin seres racionales, sin bien aparece como sumamente conveniente la creación de éstos;[2] más aún una vez que se da esta creación, dichos seres, como libres que son, podrían absolutamente negar la gloria formal a Dios, y no sólo en otra vida (sin que por consiguiente nadie se hubiera salvado), sino también en esta vida. De hecho en este mundo no todos los seres racionales han tributado o tributan a Dios, al menos tanta gloria formal, cuanta deberían darle; ahora bien, estos seres le glorifican al menos objetivamente, en cuanto que desean a Dios por apetito innato, incluso en el infierno, y le desean siempre como el sumo bien que es (De ver. q.22 a.2 a 3), y en cuanto que en ellos resplandece la perfección de Dios v.gr., la longanimidad que tolera y al mismo tiempo la bondad que obra el bien, la misericordia que perdona, la santidad que corrige, la justicia que castiga. Por otra parte Dios en ninguna hipótesis pierde algo de su bondad.

 

Sin embargo sería propio de la providencia de Dios el que, una vez creados los seres racionales, al menos unos de ellos tributaran a Dios la gloria formal, incluso en la otra vida (previa por tanto la salvación al menos de algunos). De hecho en este orden al menos en algunas ocasiones Dios es glorificado formalmente por todas las creatuas racionales, ciertamente por muchísimas en esta vida, y al menos por muchas (puesto que se salvan muchos) también en la otra vida.

 

199. Corolario 2. Acerca de la perfección moral del hombre en virtud de su mismo fin. Si el fin último del hombre es el que con todos sus actos tienda a Dios que debe ser participado y tienda a Dios que debe ser objetiva y formalmente glorificado, está claro que la perfección moral del hombre consiste en que se perfeccione moralmente y, quedando siempre esto a salvo, intelectual y físicamente, a fin de manifestar con más plenitud a Dios; y sobre todo en que ame a Dios y le sirva con todos sus actos deliberados, de tal manera que cuanto realice esto con más inteligencia e intensidad, tanto más crezca en la perfección moral; lo cual por otra parte puede hacerse con todos los actos del cuerpo y del alma que son convenientes al hombre en cuanto ser racional. Del mismo modo, cuanto el hombre se dedica con más diligencia a aumentar su perfección moral, con tanta más rectitud y más rápidamente tiende a su último fin de glorificar a Dios.

 

Por esto queda también constancia acerca de la conexión íntima entre la perfección moral del hombre y el celo apostólico, el cual en último término no es más que el celo de promover más la gloria de Dios.

 

Por el contrario, si el hombre no se entrega a su fin de glorificar a Dios, no sólo se priva de la perfección espiritual, sino que ni siquiera busca el verdadero y pleno «humanismo», puesto que no se dedica al fin primordial de su naturaleza. Más aún, este hombre obra en contra de esta naturaleza, si procede en contra de su fin último.

 

Igualmente, puesto que la verdadera felicidad del hombre responde a su perfección moral, el hombre la encontrará bien en el plano individual bien en el plano social en esta vida (de modo imperfecto) y en la otra (de modo perfecto) según la medida en la que tienda a su fin último; y en el caso de que no haga esto, incluso en esta vida será atormentado con el remordimiento de su conciencia, de tal manera que hallará en las creaturas no precisamente felicidad, sino dolor y esclavitud tanto individual como social.

 

200. Corolario 3. Del deseo de procurar la gloria de Dios. Por lo dicho se ve también claro que la regla «a mayor gloria de Dios» no debe ser fijada simplemente "ad libitum" (al arbitrio de cada uno), sino que ha sido injertada por Dios en la misma naturaleza humana, así pues de tal manera que sería necesario que todo hombre la siguiera, sin que nadie pueda hacer algo digno de sí, en cuanto hombre, que no redunde en gloria de Dios.

 

Más aún, también en este sentido hay que tomar en consideración el que el bien de Dios vaya por delante de la dignidad de la creatura, por consiguiente de tal manera que es más perfecto (teóricamente hablando) glorificar a Dios por la glorificación misma que por la misma perfección moral de la creatura que se sigue de dicha glorificación. Una vez esto bien sentado, dice con todo asierto Lesio: «Luego incluso el hombre no puede proponerse al obrar un bien más excelente, que la gloria de Dios; ni realizar sus acciones mejor, que refiriéndolas a la gloria de Dios, a la cual refieren también los bienaventurados todo lo suyo».

 

Ahora bien, Dios es tanto más glorificado formalmente por la creatura, cuanto que ésta le conoce y le alaba a El mismo con mayor perfección; y esto se consigue en la glorificación formal después de la muerte, cuando la creatura conoce y alaba con más perfección a Dios, ahora bien de tal modo que dicha glorificación es definitiva en intensidad, pero indefinida en extensión. Pues bien esta glorificación es intensivamente mayor, cuanto mayor glorificación fuere otorgada a Dios en la tierra por la creatura, puesto que ésta es a manera de la preparación (incluso la incoación) en orden a aquella. Teniendo esto en cuenta, un solo y el mismo «ideal» de la gloria de Dios puede mover el ánimo del hombre con cualquiera de los dos aspectos espléndidos, en cuanto que éste quiere de mí del siguiente modo: o bien para glorificar en la tierra lo más posible a Dios, o bien para prepararse ahora con toda diligencia mediante sus méritos para tributar la mayor gloria a Dios en su propia bienaventuranza del cielo. Estos dos aspectos se identifican realmente, ahora bien al diferenciarse entre sí formalmente, tal vez uno mueve más a unos y el otro mueve con más intensidad a otros.

 

Si se tiene en cuenta además que este fin del hombre y el progreso actual hacia él es el mayor don de Dios a los hombres, quedará claro que la fórmula «para mayor gloria de Dios» indica también la cooperación de la creatura a la benignidad de Dios que se entrega a la creatura.

 

201. Corolario 4. Del progreso artístico y científico humano respecto del último fin. Si por el nombre de «progreso» se da a entender cualquier mayor conocimiento de las perfecciones del mundo y de todas las cosas que existen en él, y cualquier uso más intenso de las fuerzas que residen en las mismas, está claro que cualquier progreso, que o bien muestre simplemente el mundo o le haga más perfecto y más espléndido incluso en las cosas más pequeñas hace que la bondad de Dios sea glorificada al menos objetivamente más y con mayor intensidad (aunque el hombre niegue a Dios la gloria formal), y al mismo tiempo proporciona al ser racional una nueva ocasión de glorificar formalmente a Dios. Por lo cual dicho progreso en toda clase de arte y de ciencia, quedando siempre a salvo un mayor progreso moral, es menester el que se fomente.

 

202. Escolio 1. Acerca del hombre, fin próximo del mundo material. Si Dios al crear ha querido comunicar su bondad a las otras cosas, por esto mismo todas ellas tienden a Dios «a fin de alcanzar a su manera de Dios mismo a El mismo» (3 CG 18) y de este modo tienden a la máxima perfección conveniente a ellas; ahora bien puesto que Dios no puede dar su bondad a las cosas creadas más que por semejanza, estas tienden a recibirla por dicha semejanza y «a causa de esto todas las cosas han sido hechas para asimilarse a la bondad divina» (Comp. theol. 101) y a esto tienden como a su último fin (3 CG 19). Y, puesto que la bondad infinita de Dios no puede referirse más que a muchos y distintos seres (Comp. theol. 102; 3 CG 45), por ello Dios ha constituido al universo con una gran variedad de seres (3 CG 97), así pues de tal manera que en la intención de Dios el bien del universo preceda en dignidad al bien de cada una de las creaturas ( 1 q.22 a.4; 3 CG 64,8).

 

De donde las cosas del mundo no existen unas independientemente de otras, sino que están conexionadas mutuamente en orden a su fin común (3 CG 22). Luego unas pueden usar de otras siempre que esto conduzca con más perfección al mundo a su fin último, pero nunca cuando dicho uso, en el caso de que la voluntad humana obstaculice esto, no esté ordenado a este fin o ni siquiera pueda estar ordenado a dicho fin. De aquí el que con toda razón unas creaturas, incluso superiores puede decirse que han sido creadas a causa de otras, incluso inferiores. No como si las inferiores debieran ejercer necesariamente algún dominio sobre las superiores o pudieran ejercer dicho dominio, sino en cuanto que la creatura inferior puede de algún modo usar de la superior en su glorificación a Dios, tanto se trate de la glorificación objetiva como incluso de la glorificación formal.

 

De este modo cualquier hombre puede decir que todos los seres «que tienen participación absoluta de Dios» (In 2 d.l q.2 a.3) esto es fin propio independiente de otras creaturas, como los ángeles, los restantes hombres, han sido hechos a causa de él, sin embargo en en cuanto que pueden serle útiles en orden a su fin último. De este modo también la Santísima Trinidad por ejemplo, y mucho más Jesucristo, y todo lo sobrenatural como los sacramentos, la gracia, o sea en general todo lo existente, puede decirse que es en provecho del hombre.

 

Con toda belleza se expresa Pedro Lombardo: «Así pues todo bien era del hombre, lo que fue hecho a causa de él mismo, y a causa de lo que él mismo fue hecho. Pues todas las cosas... son nuestras, a saber las superiores, las iguales y las inferiores. Las superiores son nuestras en verdad para gozar de ellas (como Dios, la Santísima Trinidad); las iguales para convivir con ellas, a saber los ángeles. Los cuales aunque ahora son superiores a nosotros, en la vida futura serán iguales; los cuales también ahora son nuestros, porque están a nuestro servicio, así como las cosas de los señores se dice que son de los criados, no en cuanto a su dominio, sino porque están para el uso de ellos. Y los ángeles mismos en algunos pasajes de la sagrada Escritura se dice que nos sirven, cuando son enviados a causa de nosotros a realizar un ministerio... Son también nuestros los seres inferiores, porque han sido creados para servirnos».

 

El hombre es como el centro al cual tiende y en el cual halla su unidad y su sentido el universo, y al mismo tiempo aquello en lo que el hombre busca su plenitud en orden a Dios.

 

203. Por consiguiente si todos los seres creados del universo están conexionados mutuamente en orden a su fin, hay que juzgar que los menos nobles existen a causa de los más nobles, de tal manera que cualquiera de ellos puede decirse con todo derecho que es fin próximo del ser inferior que le sirve a él. Ahora bien, en todo esto hay uno solo al que se refieren todos los seres del mundo material considerados en su conjunto, como a su fin próximo, éste es el hombre (1 q.65 a2).

 

Por consiguiente todo el mundo material (incluso por lo que concierne a los cuerpos celestes) se dice que es el fin próximo del hombre, puesto que ha sido creado para obsequio y servicio de éste, no precisamente como si el hombre ejerciera dominio absoluto sobre estos seres, y como queriendo excluir el que tal vez haya en el universo otros seres racionales, a los cuales también hayan sido destinados los cuerpos de éste.

 

Ahora bien si el último fin del mundo material es la gloria de Dios, bien la gloria meramente objetiva en los seres irracionales, bien también la gloria formal en el hombre, está claro que dicha gloria no está supeditada al hombre como a fin próximo, a no ser para que el hombre aumente de un modo más adecuado tanto la gloria objetiva de Dios en los restantes seres mediante el uso y la elaboración y multiplicación de ellos y perfeccionando en sí mismo su propia naturaleza por medio de ellos y propagando la especie humana, como para que promueva la gloria formal de Dios con ocasión de dicha gloria objetiva.

 

Una vez dejado sentado esto, se ve fácilmente que no solamente aquellas cosas de las cuales usa de hecho el hombre, sino incluso las nocivas y hasta aquellas que parecería que en el mundo son inútiles para el hombre, y también las que están ocultas, las cuales tal vez nunca serán conocidas en detalle por el hombre, y que sin embargo de hecho pertenecen al universo, se ve fácilmente, repetimos, que pueden servir al hombre para glorificar la majestad de Dios, aunque tal vez no vaya a usar materialmente de ellas. Si el conocimiento, aunque confuso, de la abundancia y de la variedad de las cosas, incluso las que están escondidas en las entrañas de la tierra o las que se pasean en la inmensidad de los cielos, ayuda al hombre a proclamar la infinitud de Dios, es esto suficiente para decir que todos estos seres han sido creados por el hombre.

 

204. Nuestro aserto considerado en general, esto es que el mundo existe a causa del hombre y ciertamente para que le sirva en orden a la glorificación de Dios, es de fe divina y católica; y si se toma respecto a cada una de las cosas que existen en el mundo, es verdad cierta en teología.

 

La sagrada Escritura dice que el mundo es para el hombre, y que éste debe remontarse mediante el mundo en orden a la glorificación de Dios.

 

Gén 1,14-19: Son creados los astros para que iluminen la tierra y distingan el día y la noche; 26-29: se dice que el hombre es el dueño de los animales, de las plantas, de toda la tierra. Cf. 9,1-3; Sal 8,7-9.

 

Deut 4,19: Dios... creó... los astros del cielo... como servicio para todos los pueblos que están debajo del cielo.

 

Sab 13,1-10: Son embusteros los hombres que por las creaturas no han conocido al Creador y la perfección de éste.

 

Rom 1,18-23: Son inexcusables aquellos que, habiendo conocido lo invisible de Dios por las cosas visibles, no han glorificado a Dios ni le han dado gracias.

 

205. Los SS.Padres hablan en muchas ocasiones acerca de que el mundo ha sido creado por el hombre, y que éste es conducido por el mundo en orden a alabar a Dios.

 

S.Clemente Alejandrino: «Pues aunque lo que hay en el cielo no es obra de los hombres, sin embargo ha sido creado en favor de los hombres. Así pues que nadie adore al sol, sino que anhele por el Creador del sol; y que nadie ponga al mundo entre las falsas divinidades, sino que se informe acerca del Creador del mundo».

 

S.Juan Crisóstomo: «He aquí que lo que antes hemos dicho, se indica una vez más: a saber que Dios no sólo ha creado todas las cosas para nuestro uso, sino también para cierta utilidad, a fin de que viendo la abundancia y multitud de sus creaturas, nos asombremos antes el poder del Creador y conozcamos que todo ha sido creado en virtud de cierta sabiduría y de un amor inenarrable a causa del honor del hombre que iba a crear después».

 

S.Próspero: «En verdad el cielo y la tierra y el mar y toda creatura que puede verse y entenderse, ha sido dispuesta principalmente en orden a esta utilidad del linaje humano, a fin de que la naturaleza racional se llenara con la contemplación de tantas especies, con la experiencia de tan gran número de bienes, con la percepción de tantos dones, en orden a la adoración y al amor del autor y creador de todos ellos...»

 

206. La razón teológica saca la misma conclusión. El fin de la creación es la bondad de Dios en cuanto que debe ser glorificada bien objetivamente bien formalmente; ahora bien, la principal es la glorificación formal, la cual no obstante en cuanto al hecho y en cuanto al grado de intensidad depende de la gloria objetiva. Sin embargo en el mundo material un solo hombre es por una parte inmediatamente dependiente en exclusiva de Dios y por otra parte el que puede bien conocer la gloria objetiva o bien ofrecer a Dios la gloria formal. Así el mundo aparece como un potente instrumento musical para proclamar la gloria de Dios, mas de tal naturaleza que pueda resonar exclusivamente con la voz del hombre; y el hombre aparece como el sacerdote que ofrece a Dios el sacrificio de alabanza del mundo entero.

 

Además, según muestra la experiencia, en el mundo material un solo hombre usa según su voluntad de las cosas del mundo en orden al bien tanto del cuerpo como del alma; y o bien conoce o bien aumenta las perfecciones de ellas, o sea la gloria objetiva de Dios; las emplea para perfeccionarse a sí mismo cada vez más y de este modo también para extender por generación la perfección humana; más aún, solamente con la cooperación extrínseca de ellas adquiere el conocimiento de dicha gloria objetiva, a fin de en último término mediante ellas ascender para glorificar formalmente a Dios.

 

Y no se diga que los ángeles son más bien el fin próximo de la creación, puesto que son seres puramente espirituales y, por tanto, superiores al hombre, ya que el mundo material es de suyo independiente de las creaturas puramente espirituales, según está claro por la naturaleza del hecho mismo y porque, según acabamos de decir, el hombre en el mundo material aparece como inmediatamente dependiente en exclusiva de Dios; ahora bien, en este mundo él mismo resplandece como un ser que sobresale en dignidad por encima de todos.

 

Igualmente, dice S.Tomás, «así como indica san Agustín..., los ángeles no conocen a Dios en virtud de las creaturas visibles; de donde las creaturas visibles no han sido creadas para mostrar a Dios a los ángeles, sino a la creatura racional, que es el hombre; de donde se prueba por esto que el hombre es el fin de las creaturas» (De pot. q.3 a.18). En efecto. los ángeles tienen un conocimiento incluso extrínsecamente independiente del sentido (del cual carecen) y por tanto independiente de lo material (1 q.55 a.2).

 

207. Escolio 2. Acerca del fin de la creación en el orden sobrenatural. Puesto que las fuentes al hablar del fin de la creación solamente tratan del orden elevado, lo que hemos dicho tiene valor precisamente acerca de esto; y al no haber ex profeso puesto de relieve el aspecto de la elevación, ahora vamos a decir acerca de este tema en su referencia al fin de la creación unos pocos datos, los cuales no obstante indiquen la excelencia verdaderamente divina de dicho fin elevado. Estos se refieren directamente a la creatura racional, la cual es la única que ha sido elevada formalmente al orden sobrenatural, sin embargo a causa de su conexión con ella, se refieren también a la creatura irracional.

 

Dios por el amor de su bondad considerada según aquellas características que le son más propias, ha querido precisamente según dichas características comunicar su bondad, lo cual lo ha llevado a cabo mediante la gracia santificante y los dones anejos a la misma, con los cuales el hombre verdaderamen­te, si bien analógicamente, se ha convertido en consorte de la naturaleza divina, según lo que es más propio de ésta, y por tanto se ha convertido en remotamente capaz de conocer a Dios del modo como Dios se conoce a sí mismo, esto es por la visión intuitiva, y de amar a Dios con un amor conforme con esta visión; e incluso mediante estos dones Dios mismo se hace substancialmente presente en el alma del justo; por consiguiente de este modo se da una muy admirable comunicación de la bondad de Dios. En virtud de la cual no obstante quiere con mayor motivo Dios que se manifieste objetivamente su bondad y que sea glorificada formalmente, y en verdad con los actos de alabanza que por su naturaleza y perfección respondan adecuadamente a aquella comunicación sublime.

 

Lo cual de hecho el hombre lo realiza en esta vida mediante aquellos dones con los actos del conocimiento y del amor, de los cuales uno solo glorifica inmensamente más a Dios que todos los actos, que realizarían todas las creaturas que carecieran de estos dones. Más aún esta glorificación en la tierra no es más que la preparación para la glorificación definitiva que se dará después de la muerte, cuando la creatura misma será elevada en orden a la visión de Dios cara a cara y para amar a Dios mismo con un amor que esté de acuerdo con dicha visión; con esta elevación la creatura glorificará a Dios casi con aquel amor con el que Dios se glorifica formalmente a sí mismo.

 

De donde podría decirse que el fin de Dios al crear al ser racional elevado es su bondad en cuanto para ser comunicada y en cuanto para ser glorificada casi como Dios mismo la glorifica; y que el fin del ser racional es esta bondad en cuanto para ser participada y, manteniendo la debida proporción, en cuanto para ser glorificada, casi como Dios mismo la glorifica.

 

208. Sin embargo también la creatura irracional, no formalmente, sino mediante cierta derivación participa de aquella elevación, y por tanto es elevada al mismo fin sublime de la creatura racional. En efecto si aquella creatura ha sido creada a causa de ésta, y en verdad a fin de que ésta use de aquélla en orden a su fin último, más aún si aquélla coopera extrínsecamente incluso al acto mismo del conocimiento sobrenatural, con razón puede decirse que ha sido destinada al hombre en cuanto sobrenaturalmente elevado, y por tanto, mediante la conexión íntima con éste que ha sido ordenada al mismo fin último sobrenatural, manteniendo la debida proporción. Lo cual por otra parte lo exige la ley misma de la armonía con la que Dios realiza sus obras "ad extra". Así pues de tal manera que de este modo podemos juzgar que el mundo entero contribuye a un solo y mismo sublime fin sobrenatural, a las órdenes del hombre como sacerdote. E incluso se diría con cierto derecho que toda creatura sensible está cuasi consagrada en virtud de la asunción de la humanidad por el Hijo que ha venido «queriendo consagrar al mundo con su llegada piadosísima».

 

De aquí el que san Pablo pone muy de relieve el que todas las cosas han sido otorgadas para utilidad de los fieles. 1 Cor 3,22: Pues todo es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Celas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios... Y por consiguiente todas las cosas cooperan con ellos en orden al bien (sobrenatural, según está claro). Rom 8,28: Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. De hecho, según san Pablo, el mundo material y el hombre no redimido están íntimamente conexionados en cuanto al destino moral, de tal manera que toda creatura desviada en cierto modo de su debido orden por el pecado del hombre espera con ansiedad la glorificación de los hijos de Dios y al mismo tiempo su liberación de la corrupción y de la esclavitud (Rom 8,19-22).

 

209. Escolio 3. Acerca de Cristo fin próximo de toda la creación. Lo cual se considera de tal modo que la bondad de Dios que debe ser glorificada es el fin último de la creación, ahora bien el cual debe obtenerse por Cristo, mediante el cual todo el mundo tribute gloria a Dios.

 

Si con los escotistas y en cierto modo con Suárez, se admite que Dios pretendió en primer término en la creación la Encarnación del Verbo, la cual sucedería aunque Adán no hubiera pecado, y no sería solamente decretada después de este pecado absolutamente previsto, como quieren los tomistas, nuestro aserto se concluye con facilidad; sin embargo, incluso prescindiendo de esta cuestión, acerca de la cual no nos concierne tratar aquí, proponemos nuestro aserto al menos como moralmente cierto. En efecto lo admiten en general los teólogos, incluso los tomistas, en cuanto que de hecho en este orden toda creatura está ordenada próximamente a Cristo.

 

Según san Pablo (Col 1,14-16), en el Hijo, nuestro Redentor, el cual es... primogénito de toda la creación..., porque en El fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles..., todo fue creado por El y para El (εις αυτον). Estas palabras, las cuales, según queda claro por las últimas, connotan también el fin del universo, difícilmente se entienden si no es acerca del Verbo encarnado, del cual como de centro suyo dependen todas las creaturas.

 

Asimismo si se dice que Dios (Ef 1,10) instaura (recapitula, ανακεφαλαιωσασθαι) todo en Cristo, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra, parece que dice que Cristo es el principio de unidad de todas las cosas y el vínculo universal de las cosas, lo cual supone en verdad que todo se concierta en orden a El como su propio fin. Por lo demás confirman esto entre otras cosas las siguientes: a) la imagen de Cristo Cabeza de la Iglesia como Cuerpo suyo que es (Ef 1,22s), puesto que en el cuerpo todo depende de la cabeza y todo converge hacia la cabeza. b) Toda la concepción de la soteriología cristiana, según la cual nadie viene al Padre si no es por Cristo (Jn 14,6) y en verdad solamente, a causa del amor a El mismo, observando sus mandamientos (v.15), a fin de alcanzar de este modo para sí el amor del Padre y para obtener la inhabitación de la Trinidad (v.23).

 

En cuanto a los ángeles, muestra esto sin duda el que ellos han servido en su misión al Salvador, ya que en el desierto aparecen como acercándose a El y sirviéndole (Mt 4,11).

 

210. San Máximo Confesor dice lo siguiente: «Este fin bienaventurado (Cristo o el misterio de Cristo) por el cual han sido creadas todas las cosas... atendiendo Dios a este fin, creó las naturalezas de las cosas... por el cual ciertamente, las cosas que han sido creadas, recibieron el principio de ser.

 

En efecto a causa de Cristo, esto es a causa del misterio de Cristo, todos los siglos y todas las cosas que se dan en los siglos mismos han alcanzado el principio y el fin a fin de incorporarse en Cristo».

 

Por último san Bruno dice: «Así pues Cristo es el alfa y el omega, el primero y el último, el comienzo y el fin; el primero antes de todas las cosas, el fin después de todas las cosas, del cual procede todo, y al cual vuelve todo; dentro del cual está todo y fuera del cual no hay nada; al cual el que ha llegado ya no tiene otra parte a donde ir».

 

211. La razón teológica, al establecer que el hombre en cuanto sobrenaturalmente elevado es el fin próximo del universo, por eso mismo enseña que todas las cosas están ordenadas a aquel que es el principio de esta elevación, y al que los hombres elevados miran como a su cabeza y ejemplar, como fin próximo que es al cual tiende el universo.

 

Por otra parte, puesto que Cristo posee en el universo el primado de excelencia, tiene aquí también vigencia aquel principio de razón natural: «Las creaturas menos nobles son a causa de las más nobles, así como las creaturas, que están por debajo del hombre, son a causa del hombre» (1 q.65 a.2); «Lo imperfecto es a causa de lo más perfecto» (q.105 a.5).

 

212. De este modo, si Cristo es considerado como fin próximo de todas las creaturas, resplandece una admirable unidad en el universo: por parte de los ángeles todos convergen hacia Cristo, para servirle a El en su obra sobrenatural; por parte del hombre, Cristo es para él la fuente de vida sobrenatural, y mediante él, en cierto modo para el mundo material, en el cual el hombre es el príncipe, de tal manera que los seres irracionales sirven al hombre, para que éste ejerza su vida sobrenatural y mediante esta vida tienda a Cristo como a su cabeza, al cual está unido, y juntando su corazón al corazón de Cristo, y sus voces a la voz de Cristo, glorifique a Dios. De este modo, no sólo los ángeles y los hombres, sino el universo entero es un solo cierto cuerpo místico juntamente con Jesucristo, para glorificar este cuerpo místico en unión de su cabeza a Dios.

 

De este modo se muestra Dios al crear a causa de su bondad en cuanto para ser comunicada ésta «de modo supremo», «lo cual se realiza en verdad sobre todo por el hecho de que se une a la naturaleza humana, a fin de que resulte una sola persona, del... Verbo, del alma y de la carne» (3 q.l a.1) y por tanto en cuanto para ser glorificada de modo supremo; por tanto la creatura ha sido ordenada igualmente para participar en Cristo de aquella bondad de un modo supremo y para glorificarla por medio de Cristo de un modo supremo.

 

213. Escolio 4. De la representación de Dios en todas las creaturas por semejanza. Aquí no se dice nada expresamente acerca de la representación especial por imagen de lo uno y lo trino en la creatura racional, puesto que acerca de esta representación se hablará después, sino que en general se trata acerca de la semejanza de Dios en las creaturas. Semejanza simplemente dicha es la conveniencia de muchos en alguna forma; y conlleva también la diferencia, en lo cual difiere de la igualdad. Esta es natural o sobrenatural, esto es incoada o consumada, según esté fundada bien en la naturaleza, bien en la gracia, bien en la gloria. Aquí se trata de la semejanza natural.

 

Ahora bien la conveniencia en alguna forma puede ser: a) Según la misma razón y según el mismo modo, v.gr. dos cosas blancas. Esta es la igualdad. b) Según la misma razón y según el más y el menos, esto es no según el mismo modo, v.gr. dos científicos, de los cuales uno aventaja al otro en ciencia. c) Según una razón diferente, v.gr. entre un efecto y una causa equívoca, esto es la que contiene al efecto sólo virtual-eminentemente. Esta sola puede darse entre una causa que está fuera de todo género y de toda diferencia específica y entre el efecto concreto, sin que pueda convenir con su efecto ni siquiera en la razón genérica.

 

Esta es la semejanza analógica, de la cual es de la única que puede tratarse aquí (1 q.4 a3; q.13 a.5; De Pot. q.7 a.7); por consiguiente es muy imperfecta, la cual se llamaría adecuadamente «semejanza de semejante», sin embargo ésta, «si bien muy pequeña, por ser verdadera y propiamente analógica», es «verdadera y propia», sin embargo de tal modo que ni es unívoca (ya que la razón común quiditativamente es sencillamente una y otra) ni puramente equívoca (pues esta razón debe predicarse de Dios y de la creatura). Por todo lo cual queda también suficientemente claro que Dios no debe decirse que sea semejante a la creatura, pues «la creatura tiene lo que es de Dios», y en cambio Dios no tiene «lo que es de la creatura» (1 CG 29; 1 q.4 a.3) o sea «la forma se da principalmente en la causa y de modo secundario en lo causado» (1 q.42 a.l a 3).

 

214. Por consiguiente nuestro aserto, según queda indicado sin una ulterior determinación, es teológicamente cierto, puesto que se trata de una conclusión clara de las tesis acerca de Dios causa eficiente, ejemplar, final del mundo.

 

En cuanto a la causa eficiente se mantiene el principio de que el efecto es semejante a la causa. «Todo lo que de perfección se da en el efecto es menester que se encuentre en la causa efectiva bien según la misma razón, si se trata de un agente unívoco, o bien de un modo más eminente, si se trata de un agente equívoco» (1 q.4 a.2; q.105 a.1). De aquí el conocido axioma: Todo agente obra lo semejante a él (cf. 1 CG 29). Ahora bien «el ser divino produce el ser de la creatura en una semejanza imperfecta de sí mismo» (1 d.8 q.l a.2); luego el mundo, como que proviene totalmente de Dios, que es su causa eficiente, es semejante a El, en cuanto que según todas las cosas que tiene es ser existente. Connota por consiguiente a la causa primera, como ser primero, y al poder de esta causa primera.

 

215. Por lo que respecta a la causa ejemplar, el mundo es un ser verdadero, en cuanto que conviene con las ideas divinas, lo cual conlleva semejanza con la idea ejemplar en el entendimiento divino, esto es en Dios. «En las cosas creadas se encuentra la verdad... en cuanto que imitan al entendimiento divino, el cual es la medida de ellas, como el arte es la medida de todas las obras artísticas» (De ver. q.l a.8). «Todo lo que obra intelectualmente, representa la especie de su entendimiento en la cosa hecha; pues de este modo el agente hace para sí mediante el arte lo semejante a él. Ahora bien Dios creó a la creatura como agente intelectual, y no por necesidad de la naturaleza... Así pues la especie del entendimiento divino queda representada en la creatura creada por él mismo (2 CG 45,6).

 

Además, puesto que la idea de Dios considerada objetivamente es la esencia divina, la belleza del mundo tanto interna como externa representa la belleza misma de Dios. Puesto que en Dios se identifican la belleza ontológica y la belleza moral, hay que decir que la belleza ontológica del mundo expresa también la belleza moral de Dios, al menos con una cierta exigencia simbólica.

 

216. Por último, por lo que se refiere a la causa final, el mundo es un ser bueno en cuanto que es participación de la suma bondad y por tanto por semejanza. Dios, que obra a causa del fin, «pretende solamente comunicar su perfección, la cual es su bondad. Y cada creatura intenta conseguir su perfección, que es la semejanza de la perfección y de la bondad divinas... Todas las cosas anhelan a Dios como a fin, al desear todo lo que hay de bueno... Puesto que nada tiene razón de bueno y de apetecible, a no ser en cuanto que participa de la semejanza de Dios» (1 q.44 a.4). Por consiguiente el mundo de este modo representa al sumo bien, y al amor de su bondad con el que se difunde.

 

217. Por tanto consta por todo lo anteriormente dicho que el mundo y cualquier creatura del mundo es semejanza de Dios, en cuanto que representan a Dios ser, verdadero, bueno. Ahora bien, puesto que la razón de semejanza es necesariamente variada atendiendo a la razón de perfección y a la intensidad de la forma según la cual se da dicha razón de semejanza, la semejanza más perfecta de todas recibe el nombre de imagen, de cuya razón es la conveniencia en la forma específica o en la forma cuasi específica o en un accidente principal. De aquí el que solamente la creatura racional, la cual conviene con Dios, si bien analógicamente, en la naturaleza racional, esto en la forma cuasi específica (la cual no se llama específica respecto a Dios, el cual está fuera de todo género y de toda especie) recibe el nombre de imagen de Dios, cual es el hombre.

 

218. Ahora bien la semejanza que no alcanza la razón de imagen se llama vestigio, en cuanto que ésta exhibe la causalidad de la causa y alguna perfección de ella, perfección no específica, o algún accidente común de la misma (1. q.45 a.7). De este modo, según la doctrina común y cierta, toda creatura (a no ser que se diga que alguna es imagen según toda su naturaleza simplicísima) es vestigio de Dios.

 

219. Ahora bien puesto que Dios al crear es uno y trino, ¿se encuentra en el mundo también una semejanza de la Trinidad? Aunque nada supiéramos acerca de la Trinidad, admitiríamos fácilmente que el mundo representa a un solo Dios como supremo ser, suprema verdad y supremo bien; por consiguiente, aunque se dé en el mundo alguna semejanza de la Trinidad, ésta no es al menos tal que por sí sola dirija la razón natural al conocimiento del misterio de la Santísima Trinidad. Sin embargo conociendo por la fe el misterio mismo y el modo de la procesión de las Personas por el entendimien­to y la voluntad, podemos hallar en el mundo alguna semejanza, si bien muy remota, de la Trinidad.

 

S.Agustín dice a este respecto: «Así pues todas estas cosas que han sido creadas por obra divina muestran en sí mismas una cierta unidad y un orden. Pues todo lo que existe de estas cosas, es algo uno..., y está formado con alguna especie..., y pide o posee algún orden... Así pues es menester que conociendo al Creador mediante aquellas cosas que han sido creadas, conozcamos a la Trinidad, en cuya creatura, como es digno, aparece un vestigio. Pues en la Trinidad está el supremo origen de todas las cosas, y la belleza perfectísima, y el deleite plenamente bienaventurado».

 

220. En verdad la creatura es un ser que existe por Dios como por causa eficiente, el cual ser hace referencia al poder; la creatura es verdadera por Dios como causa ejemplar que es de la misma, lo cual hace referencia a la sabiduría; y la creatura es buena por Dios como por causa final que es de laa creatura, lo cual hace referencia al amor. Ahora bien atendiendo a la ley de la apropiación el poder concierne al Padre, el cual posee el ser sin principio, la sabiduría al Hijo, el cual es verdad substancial, y el amor al Espíritu Santo, el cual es la bondad o amor substancial.

 

Con otras palabras: mirando al mundo conocemos a Dios en cuanto que posee entendimiento y voluntad. Ahora bien el entendimiento y la voluntad son el principio de procesiones realmente distintas; luego la Trinidad está representada en el mundo en cuanto que por él se conocen aquellos atributos de Dios, que son la razón de las procesiones y por tanto de las Personas.

 

De otro modo: en toda creatura se da el ser existente, que representa la causa o principio, y que de este modo connota al Padre, esto es al principio sin principio; la especie determinada por la forma, y que representa así al Verbo, en cuanto que la forma de la obra proviene de la concepción del artífice; el orden para algo distinto, y que representa de este modo al Espíritu Santo como amor divino, en cuanto que el orden de la obra para algo distinto proviene de la voluntad del creador (1 q.45 a.7).

 

221. Aquí podría añadirse respecto a la semejanza de Dios en el mundo, a manera de corolario, lo siguiente: por dicha semejanza puede conocerse la existencia de Dios y, aunque de modo imperfecto, también las perfecciones mismas de Dios, puesto que se percibe en virtud de las creaturas mediante lo que es propio de El; en cambio no puede por dicha semejanza conocerse el misterio de la Trinidad, incluso en cuanto a su sola existencia o posibilidad (ni siquiera después de la revelación de este misterio y del modo de las procesiones), ya que se percibe este misterio en virtud de las creaturas solamente por lo apropiado (1 q.32 a.1).


[1] A este aserto, que hemos visto que en muchas ocasiones es propuesto por S.Tomás, no hay que pensar que le contradice aquel texto, que puede explicarse rectamente de otro modo: «Dios ha hecho a la creatura a causa de su bondad, considerando el fin "operantis" (del que obra) y a causa de la utilidad de la creatura considerando el fin "operis" (de la obra)» (2 d.1 q.2 a.l). Cf. STUFLER, 698; DALMAU, 514. Y no juzgamos que difiere substancialmente de nuestra exposición la que proponen ALSZEGHY-FLICK, 363-371, puesto que nuestra exposición se refiere sobre todo a la bondad de Dios que debe ser comunicada como aquello de lo que lógicamente provienen todas las cosas, y por tanto puesto que en ella están de acuerdo en cuanto a la realidad la noción de comunicación y la noción bien de manifestación o bien de glorificación tanto objetiva, esto es por participación de la bondad divina en toda creatura como formal, o sea por el ejercicio de la vida divina que se realiza en los actos del culto. Prácticamente del mismo modo se expresa también P. DE HÁES, Dios creó todas las cosas para su gloria: CollMechl 43 (1958) 139-142.

[2] Cf. DALMAU, 527s. Otros, como URRABURU (Cosmología, pág. 330), piensan que el ser racional es el complemento necesario del mundo. BERAZA (n.240s) niega esto. Pío XII, en su Alocución a los astrónomos [AAS 49 (1957) 3541: «La inmensidad del cosmos, su esplendor, su organización, ¿qué serían sin la inteligencia, que se descubre en ella al contemplarla y que se ve en ella como un reflejo de ella misma? Lo que lee el hombre en las estrellas, ¿no es el símbolo de su propia grandeza, mas un símbolo que le invita a remontarse más arriba, a buscar fuera de este mundo el sentido de su existencia?».