La Teología
de San Ireneo
Dios
No hay más que un solo Dios
Será bueno que comencemos por lo primero y más importante, a saber, Dios, el
creador que hizo el cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay... y que
mostremos que nada hay por encima o más allá de él. Él hizo todas las cosas
por su propia y libre decisión, sin que nadie le empujara a ello; pues él es
el único Dios, el único Señor, el único Creador, el único Padre, el único
Soberano de todo, el que da la existencia a todas las cosas. ¿Cómo podría
haber sobre él otra totalidad, otro principio, otro poder u otro dios? Porque
Dios ha de ser la totalidad de todas las cosas, el que las contiene a todas en
su infinitud, mientras que a él nada puede contenerle. Si algo hubiera fuera de
él, ya no seria la totalidad de todas las cosas, ni las contendría todas... 2
Trascendencia de Dios
Los tesoros celestes son realmente grandes: Dios es inconmensurable para el
corazón e incomprensible para el espíritu, siendo así que él tiene a la
tierra dentro de su puño. ¿Quién descubrirá su medida? ¿Quién llegará a
ver el dedo de su mano derecha? ¿Quién verá su mano, la mano que mide las
inmensidades, la que mide las medidas de los cielos y atenaza con su puño la
tierra y los abismos, la que contiene en sí la anchura y la longitud y la
profundidad y la altura de todo el universo creado, al que vemos y oímos y
comprendemos lo mismo que el que permanece invisible? Por esta razón está Dios
por encima «de todo principio y potestad y dominación y de todo nombre que
pueda nombrarse» (Ef 1, 21), de todo lo que ha sido hecho o creado. Él es el
que llena los cielos, y atraviesa con su mirada los abismos (Dan 3, 55), el
mismo que está dentro de cada uno de nosotros. Porque, dice: «Yo soy un Dios
cercano, y no un Dios lejano. Por más que un hombre se esconda en escondrijos,
¿acaso yo no le veré?» (Jer 23, 23). Su mano abraza todas las cosas: ella es
la que ilumina los cielos, la que ilumina lo que está bajo los cielos, la que
escudriña los riñones y el corazón (cf. Ap 2, 23), la que está presente en
nuestros escondrijos y en nuestros secretos y la que de manera manifiesta nos
alimenta y nos conserva... 3
A Dios no le conocemos en si, sino en su amor manifiesto en el Verbo
Es imposible conocer a Dios en su misma grandeza, ya que el Padre no puede ser
medido. Pero en su amor, que es lo que nos va llevando hasta el mismo Dios por
medio del Verbo, los que le obedecen van continuamente descubriendo que existe
un Dios de tanta grandeza, que por si mismo creó, dispuso, ordenó y mantiene
todas las cosas: entre éstas nos hallamos también nosotros y este mundo en que
vivimos, porque también nosotros, con todo lo que hay en el mundo, hemos sido
hechos 4.
El hombre conoce a Dios por las obras de su amor
Es a través de su amor y de su infinita bondad como Dios puede llegar a ser
conocido del hombre. Ahora bien, este conocimiento no llega a alcanzarle en su
propia grandeza o en su ser mismo, porque bajo este respecto nadie le ha medido
o le ha comprendido. Más bien le conocemos de la siguiente manera: reconocemos
al que hizo y modeló todas las cosas, al que inspiró en ellas el soplo de
vida, al que nos alimenta con su creación, al que mantiene todas las cosas con
su palabra y les da consistencia con su sabiduría: este es el único Dios
verdadero 6.
Los atributos de Dios
El que conoce las Escrituras y ha sido enseñado por la verdad, sabe que Dios no
es como los hombres, y que sus pensamientos no son como los pensamientos de los
hombres, Porque el Padre de todo está muy por encima de las emociones y
pasiones de los hombres. Él es simple, sin composición ni diversidad de
partes, todo uniforme y semejante a si mismo, porque es todo entendimiento, y
todo espíritu, y todo percepción, y todo pensamiento, y todo razón, y todo oído,
y todo ojos, y todo luz, y todo fuente de todos los bienes. Esto es lo que los
que tienen sentido religioso dicen acerca de Dios. Y con todo, Dios está por
encima de todas estas cosas, y es, por esta razón, inefable. Se puede decir con
propiedad y verdad que es un entendimiento que lo entiende todo, pero no
comparable al entendimiento de los hombres. Asimismo se le puede llamar con toda
propiedad luz: pero en nada semejante a la luz que nosotros conocemos. Y así en
todo lo demás: el Padre de todo en nada es comparable a la pequeñez de lo
humano. Todas estas cosas se dicen de él en cuanto manifiestan su amor: pero
comprendemos que en su grandeza está sobre todas ellas 6.
Quién es Dios para nosotros
Tal es nuestro creador: mirando a su amor, es nuestro Padre; mirando a su poder,
es el Señor; mirando a su sabiduría, es nuestro Hacedor y Modelador 7.
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2. IRENEO, Adversus Haereses, II, 1, 1.
3. Ibid. IV, 19, 2.
4. Ibid. IV, 20, 1.
5. Ibid. IIl, 24, 1.
6. Ibid. II, 13, 3.
7. Ibid. V. 17, 1.