INTRODUCCIÓN

 

I. PARA UN PRIMER ACERCAMIENTO AL MISTERIO EUCARÍSTICO

 

1. «¡Mysterium fidei!»

 

            Al comienzo del tratado sobre la Eucaristía es necesario recordar que nos disponemos a estudiar el «Mysterium fidei», como proclama la Iglesia cada día en la aclamación, después de la consagración. Podemos decir que, la Eucaristía es el misterio de la fe en cuanto que contiene a Cristo en su misterio de salvación y en él convergen todos los otros misterios de la Iglesia. Es el misterio que está en el centro de la fe y de la vida del Pueblo de Dios. Es la recapitulación de todos los misterios.

            La Eucaristía, en cuanto misterio de fe, compromete cotidianamente, probablemente más que otros misterios, la fe personal y eclesial. De hecho, cada día nos encontramos con este misterio en la celebración eucarística, como sacerdotes y como simples cristianos; a diferencia de otros sacramentos, que se reciben de una vez para siempre (bautismo, confirmación, orden sacerdotal), o de tanto en tanto, como la penitencia, o de otras verdades de fe, que quedan lejanas de nuestra consideración inmediata, la Eucaristía exige de nosotros, por el contrario, un acto de fe cotidiano y renovado.

            Se puede decir, además, que la Eucaristía constituye el misterio que demanda la opción fundamental de la fe. Así fue en el momento de la revelación del misterio del Pan de vida (Jn 6, 60ss.). Así es para los hombres de todos los tiempos que deben confesar la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino y la realidad del sacrificio de nuestra redención, allí contenido. Cuando en ciertos momentos de la historia se ha debilitado la fe, se ha tratado, en seguida, de reducir el alcance del misterio para hacerlo comprensible y razonable, vaciándolo, sin embargo, de sus contenidos. Pero, de manera espontánea, junto a la infiltración de tales teorías en el Pueblo de Dios, se ha sentido una espontánea, apasionada y amorosa reacción de adoración hacia la Eucaristía, del mismo modo que el cuerpo reacciona cuando un elemento extraño se infiltra en el organismo.

            La fe viva, pues, atenta a los propios fundamentos a los que alcanza la certeza de la revelación y de la verdad –Escritura, Tradición, Magisterio– y con la fuerza sobrenatural que le es propia, permanece como el primer y constante presupuesto metodológico para el estudio de la Eucaristía, tanto para quien explica la materia, como también para quien la escucha y la sigue. A este propósito, podemos recordar las palabras de Pablo VI en la Encíclica sobre la Eucaristía Mysterium Fidei (3-XI-1965): «En primer lugar queremos recordaros una verdad bien sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno de racionalismo, verdad que muchos católicos han ratificado con su propia sangre y que célebres Padres y Doctores de la iglesia han profesado y enseñado constantemente, esto es, que la Eucaristía es un altísimo misterio, más propiamente, como dice la Sagrada Liturgia es el Mysterium Fidei: sólo en él, de hecho, como sabiamente dijo Nuestro predecesor León XIII, se contienen con singular riqueza y variedad de prodigios, todas las realidades sobrenaturales... Luego es necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la divina Revelación» (nn. 15-20ss.).

            Pero al hablar del misterio eucarístico, no es necesario insistir solamente en la dimensión de misterio, como si se tratase sólo de oscuridad de fe en la Eucaristía; la fe es también luminosa, es más, debe clarificar que el sentido de misterio, según el genuino significado bíblico, nos remite a una manifestación del designio de Dios escondido, a una revelación y comunicación de su vida. Y en este sentido tenemos en el misterio eucarístico una síntesis de la revelación. Como afirma un exegeta católico: «En la Santísima Eucaristía tenemos todo lo que Dios ha hecho y hará en la historia de la salvación» (A. Stöger).

            Un texto del concilio Vaticano II recuerda: «En la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo que con su carne vivificada y vivificante por la fuerza del Espíritu Santo, da la vida a los hombres» (PO 5). Se trata de un texto plenario, lleno de referencias a la realidad del misterio de Cristo en el Espíritu.

            En efecto, cuanto más se profundiza en el misterio de la Eucaristía, tanto más se percibe su riqueza teológica. Cada aspecto de la fe y de la vida cristiana encuentra en él un punto de referencia. En efecto, es la síntesis y el culmen del misterio y de los misterios cristianos: es «fuente y culmen de la evangelización» (PO 6 y AG 9). De hecho, este misterio contiene y celebra el misterio pascual de Cristo, piedra clave de toda la economía de la salvación.

 

2. La Eucaristía en la analogía de los misterios

 

            Un principio metodológico útil de la teología es el de la «analogia mysteriorum» o el de la «connexio mysteriorum», es decir, el estudio de la relación entre los misterios y, en consecuencia, el vínculo entre la teología eucarística y los otros tratados teológicos. He aquí, pues, una breve síntesis que ayude a comprender, ya desde el comienzo, el sentido de unidad de la teología en torno a la Eucaristía.

            Con la teología trinitaria. Son muchas las relaciones de la Eucaristía con la Trinidad. Es el don del Padre, la presencia del Verbo encarnado, muerto y resucitado, la efusión del Espíritu Santo. En la celebración litúrgica, la plegaria eucarística expresa, con toda su riqueza, el dinamismo trinitario descendente y ascendente de la historia de la salvación que culmina y se hace presente en la Eucaristía. Es un misterio que lleva en sí una característica impronta trinitaria y la inscribe en el misterio de la Iglesia y del cristiano, el cual accede a la plenitud de la vida trinitaria por la Eucaristía, hecho partícipe de la divina naturaleza (UR 15).

            Con la teología de la creación. Se distingue un vínculo particular. Los frutos de la tierra y del trabajo del hombre se transforman, sustancialmente, en el cuerpo y en la sangre de Cristo. La acción poderosa de Dios Creador, que crea las cosas de la nada es invocada, a menudo, por los Padres para dar razón de la transformación de los elementos. Como indica muy bien la Constitución GS 38, el valor de las cosas creadas y del trabajo del hombre tiene como culmen la Eucaristía.

            Con la Cristología. El nexo es, todavía, más explícito y rico. El misterio eucarístico, de hecho, hace referencia a la luz de la revelación, a la encarnación, a la pasión y muerte, a la resurrección del Señor, a su definitivo retorno. Cristo mismo, en la plenitud de sus misterios y en la eficaz fecundidad de la redención, se hace presente y se comunica, a partir del misterio de su Pascua.

            Con el tema de la Gracia. Podemos comprender el nexo tan pleno del misterio de la gracia porque la plenitud de la vida divina se nos comunica con este misterio que contiene, como se expresa el concilio de Trento, no sólo la santificación, sino al autor mismo de la santidad 1. Él nos abre, de hecho, a la comunión trinitaria, a la conformación con Cristo, a la vida según el Espíritu y a la plenitud de la filiación divina.

            Las virtudes teologales. Están en íntima relación con la Eucaristía. Ésta las exige y las ejercita, las alimenta y las hace crecer. Es «misterio de fe», sostén y viático de la esperanza que nos da la prenda de la vida futura («futurae gloriae nobis pignus datur»). De modo muy especial, es el sacramento de la caridad, según cuanto dice santo Tomás: «Del mismo modo que el bautismo es llamado el sacramento de la fe, así la Eucaristía es llamada “sacramento de la caridad, que es el vínculo de la perfección” (S. Theol. III, q. 73, a. 3 ad 3). De hecho, ella posee y comunica un dinamismo operativo de caridad hacia Dios y hacia el prójimo, en cuanto culmen del amor de Cristo por el Padre y los hermanos, memorial de su muerte gloriosa.

            Con el tratado sobre la Iglesia las relaciones son de una gran riqueza y fecundidad. Se pueden resumir en el doble aforismo acuñado por H. de Lubac: «La Eucaristía hace la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía». Tan íntima relación se deduce de la teología patrística y medieval, en la cual la equivalencia de las expresiones Eucaristía=Corpus Mysticum es fuertemente subrayada. En efecto, la Eucaristía es el «Corpus mysticum», es decir, sacramental de Cristo. Y la Iglesia es el «Corpus reale», el cuerpo de Cristo aquí en la tierra. Se puede afirmar con la teología más iluminada que el culmen de la eclesiología es, precisamente, la eclesiología eucarística. De hecho, la Iglesia es el Cuerpo del Señor en virtud de la Eucaristía, que es el Cuerpo y la Sangre del Señor que hace de todos un solo Cuerpo y un solo Espíritu. La Iglesia es revelada plenamente por la Eucaristía en su misterio y en sus exigencias. Ella alcanza en plenitud su ser, el Cuerpo del Señor. Además, fuera de la Iglesia no hay Eucaristía.

            La ordenación de todos los sacramentos hacia el misterio eucarístico es tema clásico de la reflexión teológica. Ya ha sido ampliamente expuesta por santo Tomás de Aquino en la S. Theol. III, q. 65, a.2. Bautismo y confirmación, sacramentos de iniciación cristiana, miran hacia su cumplimiento y hacia la continua renovación de su propia gracia, que se realiza en la Eucaristía. Particulares vínculos y exigencias median entre el sacramento de la penitencia y la unción de los enfermos con la Eucaristía. El orden sagrado está en función de la celebración del misterio; la gracia del matrimonio cristiano se acrecienta y profundiza en el misterio eucarístico que es, también, «misterio nupcial», momento de alianza entre Cristo y su Iglesia, modelo de la donación de los esposos.

            Finalmente, con la escatología las relaciones son múltiples. Es el banquete del Reino y la promesa de la gloria futura. Celebramos el misterio hasta que Él vuelva, o en espera de su venida. Es prenda de la resurrección futura (Jn 6, 54), «fármaco de inmortalidad y medicina que nos preserva de la muerte» (san Ignacio de Antioquía, Ad Eph. 20, 2). La Eucaristía, presencia del Resucitado, es pascua del universo, anuncio de los cielos nuevos y de la tierra nueva (GS 38-39). La Eucaristía, semilla de inmortalidad depositada en nuestro cuerpo, es prenda y esperanza de la resurrección final de la carne.

            En síntesis, el misterio eucarístico contiene una referencia al pasado salvífico hecho presente en el memorial de la Pascua del Señor. Es la plenitud de la salvación en el hoy de la Iglesia que, casi nace y renace sacramentalmente del misterio de la cruz celebrado en la Eucaristía. Ella suscita y celebra la necesaria tensión escatológica hacia el futuro. Según atestiguan el NT y los escritos primitivos, así como la Didachè X, es en el interior de la celebración eucarística donde florece en los labios de la Iglesia el grito escatológico: «Marana-thà: ¡Ven Señor, Jesús!»

 

3. El centro de la fe, del culto y de la vida

 

            El misterio eucarístico es el centro de la fe, como se ha dicho, porque contiene el misterio pascual, kerigma fundamental de nuestra salvación: el misterio de Cristo salvador y la confesión de nuestra salvación.

            Es el centro del culto cristiano porque la Eucaristía es el momento central de la vida de la Iglesia, fuente y culmen de su experiencia, como expresa bien la Constitución SC 10.

            Es el centro de la vida porque de la celebración eucarística, fuente y culmen de la vida de la Iglesia, manan los dones de la gracia y nacen compromisos precisos de vida personal, comunitaria y social.

            La consideración plenaria del misterio nos permite explicitar, con la teología clásica, los tres aspectos de la Eucaristía:

«sacramentum»: y, por consiguiente, el sacrificio eucarístico en sus componentes, el pan y el vino transformados en el cuerpo y en la sangre del Señor;

«res et sacramentum»: la celebración misma con toda su riqueza de contenidos;

«res sacramenti»: la gracia sacramental de comunión con Cristo y con la Iglesia que lleva a desarrollarse en una existencia, en un compromiso de vida eucarística en la Iglesia y en el mundo.

 

4. Una rica síntesis inicial de la teología del Vaticano II

 

            El concilio Vaticano II, a pesar de no haber tratado, ex profeso, el misterio eucarístico, trazó una síntesis autorizada a través de algunos números clave que nos permitimos sólo recordar en su contenido esencial:

• SC 47: La síntesis del misterio de la Eucaristía.

• LG 3, 7: Centralidad de la Eucaristía en el misterio de Cristo y de la Iglesia; 11: aspecto cristológico y eclesial; 26: el centro de la teología de la Iglesia local: la Eucaristía hace la Iglesia.

• PO 5-6: Presencia personal, acción del Espíritu, fuente y culmen de la vida de la Iglesia y de su acción pastoral.

• UR 15: La celebración eucarística y su dimensión trinitaria y eclesial en las Iglesias de Oriente.

• AG 9: Eucaristía y evangelización.

• GS 38: Perspectivas cósmicas y escatológicas del misterio eucarístico.

Una primera y rica síntesis de las enseñanzas conciliares se encuentra en la Instrucción Eucharisticum Mysterium de 25 de mayo de 1967.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece, en su segunda parte, sección segunda, art. 3, un breve pero intenso tratado catequético sobre la Eucaristía en los nn. 1322-1419. Se trata de un texto que es preciso tener presente para la síntesis teológica que la Iglesia misma nos ofrece.

 

5. Muchos nombres para una realidad única

 

            Muchos son los nombres de la Eucaristía en la tradición eclesial. Es preciso, ya desde el principio, tener esto en cuenta como lo hace el Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1328-1332.

Fracción del pan («fractio panis», «klasis tou artou»), expresión que nos remite al gesto de la Cena, a la acción de Jesús entre los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-25), a la praxis de la comunidad apostólica (Hch 2, 42-46; 20, 7-11).

Coena dominica, Cena del Señor o señorial («Kyriakos deipnos»: 1 Co 11, 20), en referencia a la Cena en la que Cristo instituyó la Eucaristía y a la Cena que comparte con nosotros, en espera del banquete escatológico (Ap 3, 20). A veces, se sintetiza en la palabra «Dominicum» o «convivium dominicum».

Sinaxis eucarística, asamblea eucarística (1 Co 1, 17-23), celebrada en la reunión de los fieles.

Eucaristía o Acción de gracias, en referencia al agradecimiento cumplido por el Señor en la última Cena y al agradecimiento de la Iglesia en su plegaria «eucarística». Hoy se prefiere celebración eucarística. Alguna vez se habla, también, de «euloghia», bendición.

• En latín litúrgico se designa con términos como «actio, sacrificium, munera, mysteria, mysterium, oblatio, sacramentum (Sanctissimum sacramentum), victima sancta...».

Sacrificio (santo), en todas las acepciones: de la misa, vivo y verdadero, de alabanza, espiritual...

Memorial, del hebreo «zikkarôn»: acción que representa el acontecimiento, las palabras de Jesús en la última Cena: «Haced esto en memoria mía».

Anaphora, prosphora (la acción de la oblación, y los dones ofrecidos) que indican la plegaria eucarística y la presentación-ofrenda de los santos dones.

Ta Aghia, «sancta» las cosas santas, con el primitivo sentido del «sanctorum communio», comunión en las cosas santas, según la antigua fórmula de presentación de los dones antes de la comunión: «ta aghia tois aghiois», «las cosas santas a los santos».

Leitourghia, santa o divina, que indica la celebración eucarística en Oriente.

Corpus Christi, caro Christi, Sanguis Christi, aplicada a las realidades eucarísticas del cuerpo y de la sangre del Señor.

Comunión, Koinonia, según la terminología paulina de 1 Co 10, 16-17.

Missa, misa, Missarum sollemnia... En referencia al sentido primitivo de «missa est oblatio ad Deum» (ha sido enviada la oblación al Señor), al significado de envío o de misión, después de la celebración: dimissio, missio...

Pan, vivo y verdadero... en referencia a Jn 6... Panis angelicus o panis angelorum, según la liturgia del Corpus, compuesta por S. Tomás.

Quddasa, Qurbana: cosas santas, oblación, según la terminología oriental, siríaca y caldea...

Fármaco de inmortalidad, viático...

 

II. CUESTIONES DE METODOLOGÍA TEOLÓGICA

 

1. Hacia una renovación de la teología eucarística

 

            El período que va desde el año 1965, año en que finaliza el concilio Vaticano II y año de la publicación de la Encíclica de Pablo VI sobre la Eucaristía Mysterium Fidei, hasta nuestros días, ha sido particularmente fecundo en escritos sobre la Eucaristía. En las bibliografías especializadas se cuentan más de 2000 títulos bibliográficos. En torno a la Eucaristía, a nivel de investigación teológica y de praxis litúrgica se recogen y concentran muchos intereses de diferentes tipos: exegético, teológico, litúrgico, pastoral, ecuménico... Trataremos de ofrecer una breve panorámica:

 

Desde el punto de vista bíblico

            Son muchos los estudios exegéticos que han ofrecido una rica y renovada exégesis y teología bíblica sobre los así llamados «relatos de la Institución». En particular, cabe destacar los estudios literarios, ambientales, como aquéllos que hacen referencia al tiempo pascual, los ritos de la Pascua judía y su relación, real o inexistente, según las diversas sentencias, con la institución eucarística...

            Particular importancia revisten los estudios bíblicos sobre el género literario subyacente a la institución de la Eucaristía, a partir de las plegarias bíblicas, de modo especial la «Berakàh» y la «Todàh».

            Son notables también, los estudios referentes a la teología de Juan sobre el pan de vida, a nivel de exégesis y de teología.

            Igualmente algunos autores se aventuran en una posible relectura eucarística de otros textos del N.T., además de los conocidos de Pablo y de los Hechos de los Apóstoles.

 

Perspectivas litúrgicas

            La publicación y el renovado estudio de las plegarias eucarísticas y anáforas de Occidente y de Oriente suscitó un gran interés: textos, estructura, contenidos teológicos... con la historia de las fuentes y la necesaria complementariedad de las tradiciones litúrgicas orientales y occidentales. Se añade también el hecho de la composición de las nuevas plegarias eucarísticas oficiales de la Iglesia y de las libres, que proliferaron, especialmente, en el momento de la renovación litúrgica.

            Desde el punto de vista de la renovación litúrgica son innumerables los estudios sobre la reforma de la celebración litúrgica, la concelebración, la comunión bajo las dos especies y los nuevos textos del Misal romano y del Leccionario.

 

Nuevas investigaciones teológicas

            La teología eucarística se ha enriquecido, notablemente, con diversas contribuciones y perspectivas:

• de orden simbólico y sacramental, sobre la perspectiva antropológica y cultural de los elementos de la Cena y de la estructura de la Cena y de la misa como comida sagrada o banquete sacrificial;

• de investigaciones referentes a la presencia real en el ámbito de una teología de la presencia de Cristo en la Iglesia;

• de otros aspectos complementarios de la vida eucarística, especialmente a nivel eclesiológico, ético, político...

 

Los diálogos ecuménicos

            Fruto de una nueva postura hacia la Eucaristía y de nuevos estudios e investigaciones bíblicas y sobre la tradición litúrgica son los diálogos sobre este tema:

• la convergencia inicial con los ortodoxos;

• los progresos del diálogo con los anglicanos;

• las nuevas posturas de algunos protestantes;

Estos progresos son destacados en los Documentos de diálogo bilaterales con la Iglesia Católica, y de modo especial en el BEM (Bautismo, Eucaristía, Ministerio) o Documento de Lima preparado por la comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias de Ginebra, de 1982.

 

Un progreso y una novedad de perspectiva

            Se puede decir que hoy, no son de gran interés para la teología las encarnizadas discusiones anteriores al Vaticano II sobre la teología de la presencia real, con las diferentes explicaciones de tipo escolástico o moderno; pocos son los estudios que se preocupan de poner en claro la modalidad del sacrificio eucarístico y la relación con el único sacrificio de la cruz; son también lejanas las posiciones teológicas que negaban la presencia real y la transustanciación de los años 60 y 70. Pero es preciso preguntarse si estos problemas no deben proponerse de nuevo, con fuerza, a la luz del Magisterio de la Iglesia, evitando algunas posiciones superficiales.

            Mayor interés se revela de la visión global de la Eucaristía a la luz de la Biblia y de la tradición cultual del memorial de la Pascua. Nuevos temas teológicos, como la relación entre el Espíritu Santo y la Eucaristía o la Eucaristía y la Iglesia han atraído la atención de los teólogos. Mucho interés han suscitado las cuestiones existenciales y sociales en referencia al necesario influjo de la celebración eucarística en la vida personal y social de los cristianos, según la tradición bíblica y patrística.

            El mismo interés ecuménico de la cuestión lleva a reencontrarse en un lenguaje común y posiciones teológicas conciliadoras, aunque estemos todavía lejos de alcanzar una verdadera convergencia ecuménica en la doctrina eucarística.

 

2. Temas y propuestas para un tratado teológico sobre la Eucaristía

 

            La riqueza de aspectos parciales en la reflexión sobre la Eucaristía parece estar en contraste con la exigüidad de los resultados globales a nivel de tratados orgánicos. Según G. Colombo, uno de los más competentes teólogos italianos: «Desde hace ya veinte años la reflexión teológica sobre la Eucaristía está sustancialmente parada». Los resultados obtenidos en el fervor de la renovación han sido ratificados. Pero se observa todavía una falta notable en el campo de los manuales. Síntesis apreciables se dan alguna vez a nivel de manuales parciales, en el ámbito bíblico o litúrgico. Falta, no obstante, una exposición global armónica. Los textos que se han arriesgado a proponer una síntesis son insatisfactorios o, de nuevo, incompletos.

            Sobre este tema considero extremadamente importante algunos estudios fundamentales, con la correspondiente bibliografía.

 

Bibliografía

• G., Colombo, Per il trattato sull’Eucaristia, en «Teologia» 13 (1988) 95-31; 14 (1989) 105-137.

C. Magnoli, Saggio di bibliografia eucaristica (1980-1989), en Aa.Vv., L’Eucaristia celebrata: professare il Dio vivente. Linee di ricerca, Roma, CLV, 1991, pp. 126-146.

C. Rocchetta, Introduzione: «Universa nostra charitas est Eucharistia», en «Universa nostra charitas est Eucharistia». Per una teologia dell’Eucaristia come teologia della comunione e del servizio, Bologna, Ed. Dehoniane, 1994, pp. 11-28.

Philip J. Rosato, Linee fondamentali e sistematiche per una teologia etica del culto, en Aa.Vv., Liturgia. Etica delle religiosità, Coro di Morale V. 5, Brescia, Queriniana, 1995, pp. 11-73.

 

            El estudio de G. Colombo, de carácter sistemático, pasa revista, en la primera parte, a algunas de las primeras síntesis y contribuciones sobre la Eucaristía del período postconciliar. Además de resaltar algunos problemas (presencia real, simbolismo), el autor considera que el endurecimiento de los tratados clásicos ha llevado a una indecisión en la propuesta de nuevos, válidos y actualizados tratados o manuales sistemáticos.

            En la segunda parte del estudio toma en consideración algunos de los tratados científicos ofrecidos recientemente por algunos autores para el estudio sistemático, haciendo notar valores y defectos. Entre otros los de J. De Bacciocchi, J. Betz en Mysterium Salutis, J. Auer, M. Gesteira Garza, J. A. Sayés, J. Saraiva Martins y L. Ligier en sus respectivos tratados.

            Por su parte, el teólogo milanés propone una posible futura articulación del tratado en estos tres puntos de contenido y de método:

1. La celebración de la Eucaristía: revelación de la existencia del rito en la complejidad de sus elementos constitutivos como hecho histórico; y, consecuentemente, la identificación de su razón de existir.

2. El significado de la Eucaristía. Dicho significado debe ser puesto a la luz a partir de la relación con Cristo, tanto en la institución de la Eucaristía, como en su relación con el Cristo actual de la gloria. Junto a este principio cristológico se debe enuclear la relación con la Iglesia, el tema de la presencia y del sacrificio, posiblemente en una unidad de propuesta, la relación con el Cristo glorioso y el vínculo con el misterio cristiano en toda su complejidad.

3. El tercer momento de la reflexión teológica debe clarificar la finalidad de la Eucaristía en su orientación eclesiológica, la cual requiere también una reconstrucción de la eclesiología a partir de la Eucaristía.

La contribución de C. Magnoli propone, ordena y analiza los estudios más importantes sobre la Eucaristía de manera descriptiva; estos datos nos hacen percibir las líneas en las que se mueven los intereses del último decenio:

1º. Reseñas bibliográficas. 2º. Estudios bíblicos. 3º. Estudios litúrgicos y entre estos: a) los manuales; b) la Misa del Vaticano II; c) la cuestión de la ritualidad; d) la historia de la celebración eucarística; e) la plegaria eucarística, con una atención específica a dos autores italianos con contribuciones de gran relieve (C. Giraudo y E. Mazza), y otros que han estudiado la tradición de las anáforas, con una atención particular al tema de la epiclesis.

Algunos de estos estudios, recogidos en la bibliografía general y en las bibliografías propias de cada capítulo serán tenidos en la debida consideración.

El estudio de C. Rocchetta es de carácter propositivo y metodológico. Se funda, de hecho, en los sensibles cambios que la teología de la Eucaristía experimenta, inmediatamente, desde la primera concepción primitiva a una teologización posterior, hasta el momento del nacimiento del tratado teológico sobre la Eucaristía.

Efectivamente, al principio prevalecía el trinomio indisociable: Iglesia, eucaristía, caridad. Después se impuso otro trinomio: Praesentia realis, Sacrificium, Sacramentum.

Hoy se dan urgencias teológicas que requieren la atención para una serie de temas teológicos conectados con la Eucaristía y la vida de la Iglesia:

• Del hombre al Cristo de la Eucaristía.

• Del Cristo a la Eucaristía del hombre.

• De la Eucaristía a la Trinidad.

• De la Trinidad a la Iglesia de la Eucaristía.

• De la Iglesia de la Eucaristía a la Iglesia de la caridad.

• De la Iglesia de la caridad a la Iglesia del servicio al mundo.

La propuesta de P. J. Rossato acentúa el carácter ético-normativo de la Eucaristía, como momento antropológico, vivido por Cristo, ordenado al culto a Dios y a la vida cultual de los cristianos.

            Como se puede apreciar son perspectivas complementarias, acentuaciones temáticas y metodológicas que están todavía buscando una síntesis omnicomprensiva.

 

3. Una propuesta concreta

            La reflexión de G. Colombo pone en guardia a quien quisiera escribir un tratado teológico. Cada autor, corre el riesgo de incurrir en inevitables carencias de método, de contenidos y de estructura. Con todo, una elección debe hacerse a la espera de tiempos más maduros para un nuevo tratado orgánico.

            En este sentido nuestra propuesta se articula desde una visión general del misterio eucarístico en dos partes:

I PARTE: LA EUCARISTÍA A LA LUZ DE LA ESCRITURA, DE LA TRADICIÓN PATRÍSTICA PRIMITIVA Y DEL MAGISTERIO.

II PARTE: TEOLOGÍA DEL MISTERIO EUCARÍSTICO

CONCLUSIÓN: EUCARISTÍA Y VIDA.

 

La primera parte, dividida en tres grandes capítulos, quiere pasar revista a la revelación del misterio eucarístico, a la primitiva tradición patrística y litúrgica y a los documentos más importantes de la Iglesia. Mientras que el tratado de la revelación es más preciso y concreto; para las otras dos partes se ha procurado una visión de conjunto.

La segunda parte estudia, en síntesis y con un cierto vínculo que debe ser tenido siempre presente, los tres grandes temas de la Eucaristía, con la sabia propuesta de distinguir para unir: el sacrifico, la presencia y el banquete de comunión. También desde el carácter esquemático de cada una de las partes se trata de dar plena razón de los temas teológicos que un tratado sobre la Eucaristía no puede, de ninguna manera, dejar como información y como tendencia teológica segura.

Una conclusión, del mismo modo que al principio una premisa, trata de poner de nuevo a la Eucaristía en el centro de la vida de la Iglesia, para una Iglesia que sea comunidad eucarística y presente en el mundo, un rostro eucarístico.

A esta tradición de carácter dogmático se debería añadir un tratado de índole histórica, litúrgica y pastoral sobre la celebración de la Eucaristía 2.