TEMA 50: ESCATOLOGÍA UNIVERSAL

 

50.1. Parusía y transformación del mundo.

50.2. El juicio universal.

50.3. El dogma de la resurrección de la carne; dotes del cuerpo resucitado.

50.4. Los cielos nuevos y la tierra nueva.

 

A) DESARROLLO

La escatología universal o general estudia los acontecimientos que tendrán lugar en el fin del mundo y de la humanidad: la parusía, el juicio final, la salvación y condenación colectivas, la resurrección de la carne y los cielos nuevos y la tierra nueva.

50.1. Parusía y transformación del mundo

Parusía en griego clásico significa “llegar”, “estar presente”. A partir del s. III a.C. pasa a significar la entrada solemne y festiva de un príncipe o del emperador en una provincia. Estos significados tendrán su influencia en el NT.

1. Preparación de la idea de parusía en el AT

La preparación es ideológica, ya que en hebreo no hay un término equivalente. En el pueblo de Israel se va formando esa esperanza escatológica durante el exilio cuando se espera que se repitan en el futuro las experiencias vividas en el pasado (teofanías, liberación de Egipto, Alianza, ...). La implantación definitiva del Reino ocurrirá en el día del Señor[620]: día en que el Señor acabará con los enemigos de Israel, obrará la restauración definitiva del pueblo, y juzgará a cada uno según sus obras. Las descripciones que se hacen del día del Señor son con frecuencia apocalípticas.

A esto se une una segunda línea de esperanza en la llegada del Mesías. Sobre todo es en Daniel donde culminan las dos líneas (Reino y Mesías): viene el Hijo del Hombre, que establecerá definitivamente el Reino.[621]

2. La parusía en el NT

En el NT se matizarán las esperanzas escatológicas, de modo que se hablará de dos venidas mesiánicas: el Mesías ya ha venido, pero vendrá de nuevo en gloria.[622] La idea de la segunda venida no es postpascual, porque Jesús ya la anuncia antes.[623]

Las dos venidas implican un tiempo intermedio que es el tiempo de la Iglesia, tiempo de misión para predicar el Evangelio. Esta separación en dos venidas es consecuencia de la Encarnación, ya que la venida de Cristo en la humildad de la carne no responde al anuncio profético del fulgurante día del Señor ni a la instauración definitiva del Reino.

3. Reflexión teológica sobre la parusía

La venida de Jesucristo es rechazada por Israel, pero cuando venga en la gloria como juez, no podrá no ser reconocido.[624]  En la parusía se realizarán las notas del término helenístico (venida en gloria de un rey), indicando el cambio a una nueva era. Así ocurrirá con Cristo porque traerá la salvación definitiva y la realización de todo lo que Dios ha dicho por los profetas. La parusía significa la culminación de las promesas divinas de ser Emmanuel: Dios-con-nosotros.

La parusía coincide con el día del Señor: Cristo cerrará la valoración de los actos terrenos de toda la humanidad; vencerá a todos los enemigos, incluida la muerte, de modo que se producirá la resurrección de los muertos; transfigurará el mundo creado.

4. Las expresiones de proximidad de la parusía

En el NT se dan expresiones que hacen pensar que la parusía está próxima. Cómo interpretar frases como: “no desaparecerá esta generación sin que todo esto se realice”.[625] Dado que generación se refiere a los contemporáneos de Jesús, hay que pensar que se trata de un lenguaje profético. El sentido es el siguiente: Jesús inaugura la fase final de la historia; garantiza que la salvación prometida se cumplirá; pero se incita a la vigilancia actual y a la conversión.

Para los primeros cristianos la parusía era objeto de esperanza: deseaban que sucediera pronto porque era la salvación definitiva. Pero no era una espera pasiva, sino activa: preparándola con oración y siendo fiel. Por eso se pide en el padrenuestro: “venga a nosotros tu reino” y también en 1 Cor 16,22: “marana tha” (Señor nuestro, ven).

A pesar de esto, no hay que exagerar sobre la idea de proximidad de la parusía de los primeros cristianos, ya que en el NT se insiste en que no se sabe el día ni la hora (1 Tes 5,2) y también hay textos que suponen un periodo largo de tiempo (Mt 24,43; 1 Tes 5,2; 2 Pe 3,10; Ap 16,15). Por lo tanto, los textos que hablan de inminencia no comunican fechas sino que son llamadas a la constante vigilancia.

5. Los signos de la parusía

Se mencionan algunos en el NT. Se pueden mencionar tres con seguridad, prescindiendo de los de género apocalíptico [626]: la predicación del Evangelio en todo el mundo [627], la conversión de Israel [628]  y la gran apostasía provocada por la aparición y éxito del anticristo.[629] El problema sigue siendo el saber si dan criterios para conocer la cercanía de la parusía. No revelan el día ni la hora, pero sí son una condición ante qua non de la parusía.

6. La escatología consecuente

Los principales representantes de la escatología consecuente son J. Weiss y A. Schweitzer. Sus tesis pueden resumirse en las siguientes proposiciones:

a. Jesús, y después los Apóstoles, concibieron el fin del mundo como muy próximo, inminente, sufriendo, por tanto, un error.

b. Jesús concibió su misión y su obra y formuló su moral en vistas a la cercanía del fin.

c. Por esto, el Reino que Él predicó pertenecería totalmente a la época subsiguiente al fin del mundo, es decir, sería pura y exclusivamente escatológico.

d. En consecuencia, Cristo no pensó en la fundación de una Iglesia y la constitución de ésta se debió a la caída de tensión en la espera escatológica por parte de la comunidad postapostólica, que se habría organizado al advertir que el fin de la historia se retrasaba.

Pero esto supone:

a. Negar que Jesucristo sea Dios (porque supone que Cristo erró).

b. Presentar a Jesús como un soñador apocalíptico.

c. Negar la autenticidad de textos en que Cristo habla del Reino de Dios ya presente.

Basta leer las parábolas para comprobar que el Reino de Dios ya ha comenzado en el seno de la historia. Antes del fin del mundo, la semilla del Evangelio crece. Se puede decir que la escatología consecuente deforma la imagen de Jesús y el mensaje que predicó.

7. La escatología cumplida

Esta teoría la desarrolló C. H. Dodd. Para él, las parábolas del Reino de Dios ya se han cumplido totalmente en Jesús. Esto fuerza al hombre a tomar una decisión porque, ante el hecho de la consumación del Reino de Dios, no puede permanecer indiferente y entra en una crisis personal y existencial. Como todo está ya cumplido, no existe una verdadera expectación futura y lo único que ocurre es que el hombre, ante la marcha de la historia, se ve forzado a adoptar una actitud personal ante el mensaje de salvación.

La “desescatologización” de Dodd es el primer paso para la “desmitologización” radical de Bultmann, que propone una interpretación existencial del mensaje del NT. Para R. Bultmann lo escatológico no es tanto el futuro, sino el presente. Él dice que la predicación de la Iglesia llama al hombre a volver a su existencia verdadera luchando contra su debilidad y sus pecados. Jesús es ejemplo de esto, y en este sentido se dice que Él realiza la Redención. Para Bultmann, interesa muy poco si la Resurrección es un hecho real, incluso si podemos afirmar o no la existencia de Dios. Lo decisivo es la respuesta de esta predicación en nosotros. Si la predicación de la Iglesia provoca esta respuesta, entonces la escatología está ya presente y operante.

 

50.2. El juicio universal

El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal. Vendrá a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones, y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia.[630]

1. Sagrada Escritura

En el AT, la mentalidad teocrática del pueblo y el hecho de que la relación con Dios fuera en forma de Alianza, determinó el carácter de la actividad judicial de Dios. Los profetas anuncian al Señor como juez que convoca a su pueblo a un pleito solemne. La idea de juzgar/juicio es inseparable de la idea de reino/dominio: el soberano justo da a cada uno según sus obras y coloca a cada uno en su lugar correspondiente.

En el NT la noción de juicio se completa con Cristo: es Cristo quien recibe del Padre el poder para juzgar. El objeto del juicio es el cumplimiento de la ley, pero no como un código de normas jurídicas, sino como relación interior con Dios y los hombres. El juicio divino tendrá como efecto final la separación entre los justos y los injustos. No puede verse como repetición del juicio particular, sino como confirmación y acabamiento del mismo.

2. Juez, materia, medida, objeto y efecto del juicio

El Juez será Cristo, Señor de vida eterna, que ha adquirido el derecho de juzgar las obras y los corazones de los hombres en la Cruz. Pero el Hijo no ha venido a juzgar, sino a salvar.[631] Es el rechazo de la gracia lo que hace que uno se juzgue ya a sí mismo y sea retribuido por sus obras e incluso pueda condenarse eternamente.[632]

En el juicio universal comparecerán a la vez todos los hombres para que sepa cada uno lo que se ha decretado y juzgado de ellos mismos. Así, la perfecta justicia de Dios brillará sobre los hombres y se manifestará la Providencia divina en los destinos humanos; se conocerá la medida y sanción de la responsabilidad de cada hombre; y se ratificará públicamente la sentencia irrevocable del juicio particular.

 

50.3. El dogma de la resurrección de la carne; dotes del cuerpo resucitado

1. Realismo de la resurrección final

En el XI concilio de Toledo se dice que nuestra resurrección será “en esta carne en que vivimos, subsistimos y nos movemos”. Esta misma afirmación se encuentra ya en San Ireneo, que dice que si no fuera el mismo cuerpo, no serían los mismos hombres y esto por operación del Señor.

Esta teología cristiana primitiva se fundamenta a su vez en San Pablo [633]: el cuerpo será a imagen del de Cristo resucitado, por lo que nuestro cuerpo actual, débil y corruptible, queda transformado en la resurrección, si bien hay continuidad de fondo entre el cuerpo actual y el cuerpo resucitado. Según San Pablo, el cuerpo que ahora está configurado por el alma, lo estará por el “espíritu” (principio de vida sobrenatural) y será cuerpo “espiritual”. Esto no significa que no sea verdadero cuerpo, por eso se introdujo en el símbolo la “resurrección de la carne” para evitar la tendencia gnóstica.

La noción de “resurrección” siempre ha suscitado sorpresa en los no cristianos. Ya Porfirio (s. III) alegó que no era posible, porque los cadáveres se deshacen. Los pensadores cristianos le respondieron recordando cómo nuestro mismo cuerpo vivo está en constante cambio y sin embargo, lo reconocemos como el mismo. Luego no tiene que ser la misma materia la que lo constituya. Algunos teólogos medievales desarrollaron la idea de que mi cuerpo era mío por el hecho de unirse a mi alma.

2. La resurrección de todos los hombres

San Pablo, en sus cartas y en los discursos que se le atribuyen en Hch, habla de que la resurrección de los muertos será universal, para todos los hombres y previa al juicio universal, con Cristo resucitado como juez.[634]  Jn 5,28-29 también recoge una afirmación en este sentido: unos resucitarán para la vida, otros para la condenación. Este mismo pasaje de Jn hace referencia a Dan 12,1s, en el que se habla de una resurrección personal y no nacional, en la que se abarca a todos, justos e impíos. Es Dan el primer texto claro sobre el tema en el que parece referirse a toda la humanidad, señalando que resucitarán para la vida eterna o para la ignominia, como en el NT.

La doctrina que proclama la Iglesia es esta misma: Cristo vendrá a juzgar a vivos y muertos y todos resucitarán con sus cuerpos y recibirán la vida eterna o el fuego eterno según sus actos terrenos. Así se declara en los Símbolos de fe.

3. El momento de la resurrección de los muertos

Ese momento según el NT será en la parusía.[635] El texto de Jn 6,54 también es importante porque señala lo escatológico como ya incoado: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día”.

Lo mismo se afirma en los textos del Magisterio: la resurrección tendrá lugar en la parusía, en el día del juicio. El concilio Vaticano II dice que ocurrirá “en el fin del mundo”.[636]

Algunos teólogos sostienen la teoría de la “resurrección en la muerte”. Según ellos, esto ocurrirá independientemente del cadáver, ya que el cuerpo que resucita no es el cuerpo que vivió. De este modo evitan la idea del alma separada del cuerpo, por verla próxima al mundo platónico de las ideas. En contraposición, la tradición cristiana siempre ha visto este estado intermedio como imperfecto y en la espera de la resurrección. Así puede encontrarse en los Padres como San Ireneo, San Justino, Tertuliano, ...

 

4. Sentido colectivo y eclesial de la resurrección de los muertos

En la resurrección se dará una comunión plena con Cristo resucitado. Pero además de esta dimensión, podemos descubrir otra que subyace en los textos de 1 Tes 4,17 y 2 Cor 4,14. Se trata no sólo de “estar con Cristo”, sino de “estar con los otros cristianos”. En efecto, la comunión con Dios conllevará una doble unificación, la del cuerpo y el alma por la resurrección corporal y la de la plenitud del cuerpo místico de Cristo que se dará cuando se complete el número de hermanos.

Si se aceptara la teoría de la resurrección en la muerte, este proceso comunitario se disolvería y pasaría a ser individual. Algunos teólogos que defienden esta postura, como K. Barth y E. Brunner, intentan solventar el problema acudiendo al “atemporalismo”: cuando uno muere, deja de estar en el tiempo, con lo que puede decirse que se da su resurrección porque ya no hay distancia temporal con la parusía. Además, este momento es para todos el mismo, al no estar en el tiempo, con lo que se mantiene el aspecto colectivo de la resurrección. Ante esto, se puede decir que esa filosofía del tiempo es incompatible con el pensamiento bíblico.[637] Además, es extraño que el cadáver en el tiempo sea, a la vez, resucitado en el otro lado del tiempo. Parece como que se espiritualizara el concepto de resurrección. En cualquier caso, la eternidad es una propiedad exclusiva de Dios, por lo que la tradición habló del aevum para ese tiempo intermedio.

5. Sentido trinitario de la resurrección gloriosa

Todo el mensaje revelado constituye un edificio armónico con una gran coherencia interna, por lo que puede relacionarse la resurrección con el dogma trinitario, central en nuestra fe.

En 1 Tes 4,17 se dice que “estaremos siempre con el Señor”, con Cristo. Luego uno de los elementos de la bienaventuranza futura es la comunión con el Hijo encarnado, muerto y resucitado. Esta comunión será plena, porque nosotros también habremos resucitado, de modo que culminará así nuestra identificación —también corporal— con Cristo glorioso. Otro elemento de semejanza con Cristo se encuentra en 1 Jn 3,2: “Cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es”. O sea, que veremos, no sólo su gloria externa, sino también la interna, la Persona divina del Logos. Contemplar al Logos es ver la esencia divina, lo que significa ver con el Hijo en el Espíritu Santo al Padre. Así la función mediadora de Cristo se prolonga más allá de la parusía, porque también en la vida eterna nos llevará al conocimiento pleno de la Trinidad.

También hay que subrayar que nuestro cuerpo glorioso estará configurado por el Espíritu Santo. Por esto se le atribuye a Él nuestra resurrección y nuestra tranformación en hijos del Padre. En este sentido, es importante el texto de Rom 8,11 porque mantiene la atribución de la resurrección al Padre pero realizándola con el Espíritu Santo.

 

50.4. Los cielos nuevos y la tierra nueva

1. Los milenarismos

Milenarismo es la doctrina que espera un reino temporal de Cristo y sus santos sobre la tierra como etapa última de la historia. El nombre milenarismo proviene de la duración de mil años atribuida a este reino intermedio entre el mundo actual y el eterno. El milenarismo tuvo su origen en el judaísmo tardío, que fijó una duración limitada al reino mesiánico. Después pasó a algunos ambientes cristianos primitivos, que creyeron encontrar un apoyo es ese sentido en algunos textos como Ap 20,1-6: un ángel encadena al diablo en el abismo, mientras que las almas de los mártires reviven y reinan con Cristo mil años. Tras esos mil años, a Satanás se le da una cierta libertad de acción, pero es vencido. Luego viene el juicio universal y la sanción definitiva.

La exégesis más común afirma que se trata de todo el periodo de la Iglesia. Así Juan tranquiliza a los cristianos que se inquietan de la suerte de los mártires. No es extraño que use el término de resurrección para indicar la felicidad de los mártires, ya que es propio del lenguaje semita designar así una dicha completa.

El milenarismo desenfoca la visión cristiana de la historia, que nos dice que la parusía coincide con el fin de la historia presente y la introducción del estado definitivo y eterno sin ningún reino intermedio: lo que se le promete al cristiano no es una era de bienestar en esta tierra, sino la plenitud absoluta en un universo transfigurado.

2. Qué se entiende por fin del mundo

El fin del mundo es un anuncio contenido en la Sagrada Escritura al que se le aplican las características del género de profecía, que son:

a. no es simplemente algo venidero, sino que se relaciona con el drama nuclear de la historia de la salvación: la salvación o condenación de los hombres;

b. no es una conclusión basada en la experiencia, ni un pronóstico, sino una profecía;

c. es un acontecimiento futuro cierto, pero oscuro en sus detalles y su fecha, aunque hay algunas cosas seguras: no es un aniquilamiento; es una misteriosa transformación de todo lo creado para manifestar cabalmente la gloria de Dios; es consumación de la acción redentora de Cristo.

3. Los cielos nuevos y la tierra nueva

En las descripciones bíblicas del final del mundo se utilizan con frecuencia imágenes de catástrofes sociales y cósmicas. Es evidente que no deben interpretarse al pie de la letra: nadie sabe con certeza el cómo de los últimos acontecimientos. Los “nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia”[638]  apuntan a una purificación que da lugar a un mundo totalmente renovado y definitivo. Esta purificación no es una “autocatarsis” proveniente de la evolución de la historia, sino que es producida por la voluntad juzgadora y salvífica de Dios. Finalmente, la purificación se extiende también al cosmos entero.

 

B) RESUMEN

• El AT prepara la idea de parusía con una esperanza escatológica de implantación definitiva del Reino en el día del Señor. Esto se unirá después con la esperanza mesiánica. En el NT se matiza: el Mesías viene al mundo, pero volverá de nuevo en la parusía. Cristo, en su segunda venida en la gloria,, juzgará a todos los hombres que resucitarán, traerá la salvación y se transfigurará el mundo creado. No conocemos el momento en que esto ocurrirá, pero hay signos de su llegada: la predicación del Evangelio en todo el mundo, la conversión de Israel y la gran apostasía provocada por el anticristo.

La escatología consecuente (J. Weiss y A. Schweitzer) defiende que Cristo concibió su misión en vistas a un fin próximo. Luego Él no quiso fundar la Iglesia, su Reino sería escatológico. La escatología consecuente deforma el mensaje cristiano en su conjunto. La escatología cumplida (C. H. Dodd) dice que todo ya se ha cumplido en Jesús, lo cual fuerza al hombre a decidirse ante su mensaje. Para R. Bultmann lo escatológico es el presente, de modo que lo importante es nuestra respuesta a la predicación de la Iglesia.

• El día del juicio universal, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal. Vendrá juzgar a vivos y muertos y revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras, ya que son éstas las que hacen que el hombre se juzgue a sí mismo.

• En la parusía resucitaremos con nuestros cuerpos, a imagen de Cristo resucitado, por una transformación del actual cuerpo mortal. Esta resurrección de los muertos será para todos los hombres, justos e impíos. Además de comunión plena con Cristo —y por tanto con la Trinidad—, también se dará una comunión con los otros cristianos. Esta dimensión se pierde si se sostiene la “resurrección en la muerte”.

• La aparición de los cielos nuevos y la tierra nueva es un anuncio profético de la Sagrada Escritura: se relaciona con la salvación o condenación de los hombres; es un acontecimiento futuro cierto, pero oscuro en sus detalles y su fecha. Hay algunas cosas seguras: no es aniquilamiento; sino transformación de todo lo creado y consumación de la acción redentora de Cristo.

C) BIBLIOGRAFÍA

C. POZO, Teología del más allá, BAC, 1992.

C. POZO, La venida del Señor en la gloria, EDICEP, 1993.

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[620] Cfr. Am 5,18; Is 2,12-22.

[621] Dan 7,13.

[622] Cfr. Hch 1,11; Jn 21,21; ...

[623] Mt 24,1-25.46; Lc 21,5-36.

[624] Cfr. Mc 14,62; Mt 26,64; Lc 22,69.

[625] Mc 13,30. Ver también Mt 10,23; 1 Tes 4.

[626] Cfr. CEC nn. 674-676.

[627] Mt 24,14.

[628] Rom 11,25 s.

[629] 2 Tes 2,3.

[630] Cfr. CEC 681-682.

[631] Cfr. Jn 3,17.

[632] Cfr. CEC 679.

[633] Cfr. 1 Cor 15,35-53.

[634] Así por ejemplo en Hch 24,15.

[635] 1 Tes 4,16-17; 1 Cor 15,22-23; Jn 6,54.

[636] Cfr. LG 48.

[637] Cfr. Ap 6,9-11: las almas de los mártires que esperan, dando una idea de duración.

[638] 2 Pe 3,13.