TEMA 17: LA PROVIDENCIA DIVINA Y EL GOBIERNO DEL MUNDO

 

17.1. La doctrina teológica sobre la providencia.

17.2. El problema del mal.

17.3. Providencia divina, acción y libertad humana.

17.4. Teología de la creación.

17.5. La autonomía de las realidades terrenas: su fundamento y sentido.

 

17.1. La doctrina teológica sobre la providencia.

Providencia entendida en sentido amplio es el cuidado que Dios consagra a la Creación en general. Providencia en sentido estricto designa las intervenciones divinas mediante las cuales las criaturas son guiadas hacia su fin. En este segundo sentido conviene distinguir un doble aspecto: el orden conocido y determinado por Dios desde la eternidad, en conformidad con el cual las criaturas han de ser conducidas hacia la meta. Lo primero puede denominarse Providencia en sentido estrictísimo; lo segundo es el gobierno divino del mundo.

Se suele hablar de una providencia general y de una providencia especial. La primera se extiende a la totalidad del mundo en general y en particular; la segunda concerniente a los seres racionales, sobre todo a las criaturas cuyo destino es felicidad, los órganos de la revelación y la iglesia. La última se realiza interrumpiendo o modificando el orden natural ordinario de la naturaleza y de la gracia. Además se suele distinguir entre Providencia directa y Providencia indirecta.

El Concilio Vaticano I presenta la Providencia como una consecuencia de la creación cuando dice: "Todo lo que Dios ha creado lo conserva y gobierna mediante su Providencia, alcanzando de un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente(Sap.8,1)"[154].

El Catecismo define así la Providencia: "disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia su perfección"[155]. Y explica que "la creación tiene su bondad y perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada 'en estado de vía' hacia una perfección todavía por alcanzar a la que Dios la destinó" La Providencia divina consiste así en un gobierno del mundo que abarca lo que ocurre en la naturaleza y lo que ocurre en la historia, lo que afecta a las comunidades humanas y lo que atañe a la vida de cada individuo. No constituye un orden fijo sino algo que ese realiza constantemente por la acción ininterrumpida de Dios.

El gobierno divino del mundo es la ejecución en el tiempo de la providencia, es decir, de ese plan eterno de Dios sobre el mundo. Todo lo que se mueve en este mundo no puede estar fuera de la providencia divina: Sab.14,3:"Tu, Padre gobiernas todas las cosas por tu providencia".

La Providencia y las causas segundas: Dios es soberano en su designio, pero para su ejecución se sirve también del concurso de las criaturas. Esto es signo de la grandeza y bondad de Dios, pues no solo da a las criaturas la existencia, sino también la dignidad de actuar por sí mismas. Pero su acción siempre se subordina a la causa primera que es Dios, quien obra en y por las causas segundas. Esta es inseparable de la fe en Dios Creador[156].

La finalidad de la Providencia divina se realizará infaliblemente. Pero nosotros no conocemos sus caminos. La historia humana y la de la naturaleza se mueven hacia la meta final que les ha sido señalada, a pesar de los obstáculos que puede oponer la voluntad libre de la criatura, por laberintos y escarpadas subidas, a través de catástrofes y nuevos caminos. "Yo anuncio desde el principio lo que está por venir, y de antemano lo que no se ha hecho. Yo digo: 'Mis designios se realizan, y cumplo toda mi voluntad”[157].

Importancia de la noción cristiana de Providencia. Constituye un contrapeso a la noción de creación: hablar de Dios-Creador implica marcar una separación entre Dios y la criatura. La idea de Providencia insiste en la honda conexión existente entre el agente divino y su obra, enseña que Dios no permanece inactivo después de crear, sino que habla continuamente a su creación y lo hace con el mismo amor que le movió a producirla.

 

17.2 El problema del mal.

El mal es una realidad en el mundo y en la vida humana. Es un hecho patente y cierto. Se trata no solo de un problema, sino de un misterio. El problema radica en la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que exista el mal en un mundo creado por Dios y, cuyas leyes y designios han sido establecidos por la sabiduría y la bondad divinas? ¿Qué es el mal?

La respuesta cristiana establece que también los males, tanto físicos como morales, se someten a la divina providencia, es decir son providenciales en cuanto que se supeditan a un fin último bueno intentado por Dios.

Dentro de esta compleja realidad, suele distinguirse entre el mal físico y el mal moral: El primero se produce en el mundo de la naturaleza material y visible. Significa la falta de una propiedad de la que el ser que lo sufre se halla dotado por naturaleza, t sin la que se ve mermado en su plena realidad (ej. ceguera). Mal físico son también para el hombre ciertos procesos biológicos como el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, así como el padecimiento ocasional provocado por catástrofes y fenómenos naturales (hambre, terremotos, sequías, etc.). El origen del mal físico se puede encontrar en la Biblia que afirma que todo lo que existe tiene un único principio: Dios Creador, Bondad Suma.

¿Como puede ser posible la existencia del mal? Ello se debe a que Dios quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Ese devenir trae consigo junto a la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto a lo más perfecto, lo menos perfecto; junto a las construcciones de la naturaleza, las destrucciones. Esta es la justificación de la existencia del mal físico[158]. El mal moral ocurre en el reino de la libertad: es una libre decisión de la voluntad humana contra un mandato o prohibición legítimos y conocidos adecuadamente por el intelecto. Es un mal culpable. El mal moral se origina por el pecado. Los ángeles y los hombres son criaturas dotadas de inteligencia y libertad. Han de caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse, y de hecho pecaron, introduciendo en el mundo el mal moral que es incomparablemente más grave que el físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite respetando la libertad de su criatura[159].

La Tradición de la Iglesia insiste en la idea de que el mal, derivado de la libertad humana y de la imperfección y contingencia del mundo material, es permitido por Dios con fines providentes. Los males no causan bienes, ni se pueden cancelar especulativamente mediante esquemas interpretativos de orden puramente intelectual, pero son ocasión de bienes. Dios no pretende el mal, pero éste no escapa a la providencia divina que lo conoce y lo rige. Observa así San Agustín que Dios ha preferido sacar bienes de los males a no permitir la existencia de males en absoluto. El Señor ordena el mal a un bien mayor, aunque no siempre podamos señalar cuál sea ese bien.

Finalmente diremos que el misterio del mal se esclarece por el misterio de Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal.

 

17.3 Providencia divina, acción y libertad humana.

A las criaturas Dios les concede la dignidad de actuar por sí mismas, ejerciendo una auténtica causalidad segunda en y por la cual actúa Dios, causa primera. A los hombres concede Dios incluso el poder de participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de "someter la tierra y dominarla"[160]. Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para contemplar la obra de la creación.  Se trata de un caso particular del llamado "concurso divino": en las obras de las criaturas concurren la acción propia de la causa segunda (la criatura) y la acción de la causa Primera (Dios). En las causas humanas, el hombre "concurre" como causa inteligente y libre.

La razón del concurso divino se halla en la total dependencia que todo ser creado tiene de Dios. Dios actúa como causa primera y la acción humana como causa segunda. No son dos operaciones yuxtapuestas sino que se coordinan para obrar juntos en la consecución de un mismo efecto. La acción de Dios y la acción humana forman un todo orgánico con intrínseca dependencia la segunda de la primera.

Acerca de cómo se coordinan la causalidad divina y la causalidad humana en la acción libre y meritoria del hombre, existen dos tendencias teológicas clásicas.

a) El Tomismo enseña que la acción de Dios en cada una de las acciones de los agentes creados consiste en el influjo de la Causa Primera recibido inmediatamente en las causas segundas. En virtud de ese influjo, Dios inspira a las causas segundas su eficacia actual, moviéndolas y aplicándolas a la acción moralmente por vía de la atracción y  activamente determinándolas a la actividad.

b) El Molinismo concibe la acción de Dios como un influjo físico e inmediato sobre las causas secundas - esto coincide con el tomismo - pero niega que este influjo sea anterior en tiempo o en la naturaleza a la determinación de la causa segunda; se trata únicamente de un concurso simultáneo de Dios que coincide en la misma acción con el influjo causal de la criatura.

La incidencia de la acción de Dios en la existencia de los hombres es decisiva y real pero al mismo tiempo resulta silenciosa y discreta, de modo que en muchas ocasiones podría parecer un Dios ausente, aunque en realidad podemos decir que también brilla en sus aparentes ausencias. Las Criaturas han sido hechas por Dios de tal manera que, al desarrollar su propia actividad natural, colaboran, por decirlo así, en la Providencia divina respecto a los demás seres. De este modo, las criaturas no sólo ejercen las posibilidades de su ser, sino que son además causa de bondad y de bien para otros seres.

Existe también lo que podemos llamar ejercicio extraordinario de la Providencia. Nos referimos al milagro, que es una manifestación de la gloria divina y una muestra de una solicitud de Dios hacia los hombres. Los milagros obedecen desde luego a una iniciativa divina, pero la naturaleza no resulta en ellos vulnerada o ignorada, sino trascendida. Las acciones milagrosas de Dios sobrepasan la naturaleza, pero no sobrepasan la esperanza de la gracia, que se funda en la fe, por la que creemos en la resurrección futura. El milagro no es antinatural como tampoco lo es la gracia. Anticipa en el mundo la nueva creación, y constituye él mismo un signo y un gesto de resurrección.

La intervención activa de Dios no suprime la libertad de la criatura. Dios se adapta a la Naturaleza y al hombre, creados por El. Dios pone en marcha la actividad de la criatura y la reasume en su propio obrar. Mediante su intervención en la actividad de la criatura, Dios no se hace responsable del pecado de las criaturas. En toda acción pecaminosa hay que distinguir el obrar en cuanto tal, el ser del obrar, el contenido ontológico, Dios es su principal agente. La criatura, al contrario, es responsable de que ese obrar vaya afectado de una falta de bien, de una falta cualitativa, ocasionada por una defectuosa orientación de la actitud, por una orientación que no conduce al hombre hacia Dios, sino que le aparta de El. Dios permite que surja tal falta, sin ser El quien la produce.

La providencia divina respeta la libertad humana sin perder el poder sobre la misma historia. Por una parte, Dios es inmutable, perfecto y eterno, y no puede ser confundido con el devenir histórico; por otra, hay que decir que todo aquello que en la historia significa bien y progreso proviene de la inclinación dada por Dios a la naturaleza y a la voluntad del hombre, mientras que toda decadencia es resultado del pecado. Ninguna resistencia, sin embargo, puede impedir el cumplimiento de los planes de Dios. La permisión del mal por parte de Dios no es más que permisión; Dios no está forzado ni por los acontecimientos, ni por las libres elecciones de la voluntad humana.

 

17.4 Teología de la Creación, trabajo y ecología.

"Y los bendijo Dios, diciéndoles: 'Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo...”[161]. "Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre, y le puso en el jardín del Edén para que trabajara"[162]. En la riqueza inagotable de estas palabras se contiene el multiforme designio de Dios sobre el hombre. Estos textos bíblicos también legitiman la actividad humana que tiende por sí misma a transformar y usar en el beneficio propio los bienes naturales, y a hacer del mundo un lugar cada vez más habitable por el hombre.

Desde esta perspectiva nos situamos ante dos temas que abordaremos a continuación: el trabajo humano, la ecología y para terminar, considerando una aproximación hacia una teología de la tierra.

1) El Trabajo Humano

El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mútuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra; es un deber que honra los dones del Creador y los talentos recibidos. Puede ser también redentor; puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo. En el trabajo, la persona ejerce y aplica una parte de las capacidades inscritas en su naturaleza. El valor primordial del trabajo pertenece al hombre mismo. El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo[163].

a) El trabajo humano aparece como una actividad que se halla bajo una bendición divina y una promesa de fecundidad[164].

b) El hombre es por su naturaleza su ser que trabaja. Mediante el trabajo el hombre tiende, de un modo a la vez racional y espontáneo, a la transformación del mundo que lo rodea. Además es la acción humana donde se manifiesta más intensamente la unidad psicosomática de quien lo ejerce. El trabajo supone cansancio, lo cual lo diferencia del juego. El trabajo permite al hombre subsistir y mejorar sus condiciones materiales de vida. Por último diremos que la actividad laboral hace posible que el hombre desarrolle las implicaciones de su sociabilidad.

c) El trabajo puede y debe ser considerado una actividad creativa. "La convicción de que el trabajo humano es una participación en la obra de Dios debe llegar incluso a los quehaceres más ordinarios[165].

d) El pecado original no es en modo alguno el principio del trabajo humano - instituido por Dios antes de la caída - sino sólo la raíz de su carácter penoso o arduo, del que carecía en estado de inocencia. El pecado original hace "trabajoso" al hombre el sometimiento de la naturaleza. Esta se le vuelve hostil y avara: produce sus frutos con dificultad. El pecado introduce, además, un elemento de caducidad efímera en toda la labor humana.

e) En Cristo el trabajo adquiere, pues, una relación novísima con la gracia santificante. El cristiano está llamado a vivir como vocación divina su íntegro quehacer diario: en él se une a Cristo y con Cristo se identifica. El trabajo, vivificado por los sacramentos, es la oración del cuerpo, de la mente, de las facultades todas. En la unidad de la vida cristiana, oración, sacramentos y trabajo hacen un todo orgánico: la santidad.

f) El trabajo encierra un sentido escatológico y mantiene una relación, misteriosa por cierta, con los nuevos cielos y la nueva tierra[166].

2) La Ecología

El termino ecología fue creado por el biólogo alemán Haeckel en el siglo XIX. Designa la ciencia de las relaciones entre un organismo vivo y su medio ambiental. Ese significado ha sufrido de hecho una patente ampliación, y lo aplicamos hoy con cierto dramatismo a la consideración de las condiciones naturales de supervivencia para la humanidad. la cuestión ecológica desborda los límites puramente biológicos, y se ha convertido en un asunto de gran alcance político, ético y religioso.

Juan Pablo II manifiesta la crisis ecológica en su mensaje en la Jornada Mundial de la Paz en 1989: Algunas concreciones son: disminución de la capa del ozono, los cambios meteorológicos de efectos negativos para la salud producidos por residuos de carburantes, deforestaciones anárquicas y el uso de determinados herbicidas, etc. Pero el Santo Padre ha llamado la atención acerca del más profundo y grave de las implicaciones morales, inherentes a la cuestión ecológica: es la falta de respeto a la vida, como se observa en muchos efectos contaminantes.

Criterios respecto de las iniciativas de la protección de la ecología:

a) El despertar de una conciencia ecológica ha de ser saludado como aspecto positivo de la actual cultura.

b) Pero las acciones protectoras del medio ambiente se deben fundamentar en una cosmovisión correcta, si quieren ser eficaces a largo plazo. La cuestión ambiental no puede considerarse al margen de valores éticos y religiosos.

El Catecismo,2415 nos enseña que "El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto, está regulado por el cuidado de la calidad de vida del prójimo, incluyendo las generaciones futuras; y exige un respeto religioso de la integridad de la creación."

3) Hacia una Teología de la Tierra

a) Fundamentos Bíblicos

Las enseñanzas del Génesis nos proporcionan una visión muy equilibrada del hombre, su lugar en la creación, y su relación con los demás seres creados. El mandato de Gen.1,28 debe ser contemplada en relación al pacto global de Dios con Noé: es un pacto universal y ecológico. Ese pacto representa un nuevo comienzo para los hombres, animales y la tierra entera. El hombre no ha de dominar despóticamente la naturaleza: el mundo no es algo meramente dado, es una tarea confiada al hombre.

b) La Unidad de la Creación

El pensamiento cristiano abunda en testimonios que consideran a la creación como compuesto de una pluralidad de seres diferentes. Todos los seres han salido de las manos de Dios: se le ha de reconocer en ellos un valor intrínseco. Santo Tomás que afirma creó muchas y variadas criaturas para que "lo que faltaba a cada una de ellas para representar la bondad divina fuera suplido por las demás"[167]. Hay una interdependencia de las criaturas y esa interdependencia es querida por Dios. Las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existan sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente.

c) Valor de los Seres Creados

Tales seres se hallan sujetos a una jerarquía. Esta jerarquía está expresada por el orden de los "seis días", que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Las Criaturas no-humanas presentan un valor instrumental respecto al hombre, pero poseen además un valor intrínseco. Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Por la condición misma de la creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden.

d) La Belleza del Universo

El orden y la armonía del mundo creado derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. La belleza de la creación refleja la infinita belleza del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad[168].

 

17.5 La autonomía de las realidades terrenas: su fundamento y sentido.

Citamos las palabras del Vaticano II, Gaudium et Spes,36 donde se expone la doctrina sobre este tema:

"Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es solo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la vocación del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte.

Por ello, la investigación metódica en todos los campos de saber, si está realizada de una forma auténtica científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aún sin saberlo, como por la mano de Dios, quien sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.

Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida."

 

B) RESUMEN

1) CEC, 321-324.

La divina providencia consiste en las disposiciones por las que dios conduce con sabiduría y amor todas las criaturas hasta su fin último. Ella actúa también por la acción de las criaturas. A los seres humanos Dios les concede cooperar libremente en sus designios. Cristo nos invita al abandono filial en la providencia de nuestro padre celestial y el apóstol S. Pedro insiste: "Confiadle todas vuestras preocupaciones pues él cuida de vosotros"[169]. La permisión divina del mal físico y del mal moral es misterio que Dios esclarece por su hijo Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de que Dios no permitirá el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna.

2) Tesis Principales

a) Distinción del Creador y la criatura.

b) Relación de Causalidad entre el Creador y la criatura

      i) Dependencia total. El universo creado debe a Dios no sólo su existencia, sino también todo lo que tiene: su naturaleza y su fin, a la par de su origen.

      ii) Dependencia total respecto de un ser personal. El universo recibe toda su realidad creada de la sola intención eficaz de Dios, de un Dios que no ha querido estar ya nunca solo. Libremente Dios se manifiesta como libre amor, tal es el fin de toda empresa divina según la Escritura.

      iii) Dependencia total respecto de la Trinidad. Hay en el origen del mundo un amor tal, que un día el Creado se hará criatura en la persona de Jesús. La obra de la creación es absolutamente común a las tres personas divinas.

c) Relación de Causalidad entre Dios y un mundo que tiene una estructura y una evolución.

      i) Causa primera y causas segundas. El universo recibe de dios una estructura dinámica, una intercausalidad en que el Creador está dondequiera subyacente. En esta interacción de las causas, Dios da a todas ser ellas mismas, lo cual no se limita a hacer que cada una obre según su naturaleza; Dios las rige a todas y a cada uno interviniendo en el curso que toma su acción.

      ii) Duración. La duración no es una realidad exterior a seres que duran y que se insertan en ella como un contenido. El tiempo, pues, tiene la misma extensión que el universo creado, y no es anterior a la creación.

d) Manifestación de Dios a su creación. El Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo crea por la unidad de la naturaleza divina; pero su naturaleza no sería lo que es, si no fuera la naturaleza de un Dios trino. La actividad creadora es la única que pone en contacto, profundo e inmediato, el ser del que obra y toda la realidad del que recibe.

e) Conclusión

La dependencia creadora está constantemente subyacente a todas nuestras relaciones con Dios. Los que El eleva al orden sobrenatural por una nueva gratuidad, lo tienen ya de Él todo en virtud de su condición de criaturas...

El universo existe para constituir la prolongación del Dios hecho hombre, para entrar en contacto con la vida trinitaria en Jesús, la segunda persona encarnada. El sentido del mundo es manifestar un amor, el amor que quiere hacernos hijos en el Hijo. Este amor se dirige a pecadores en una benevolencia de perdón; a la postre, toda la creación, tal como se realiza al presente, tiene por sentido hacer brillar un misterio de misericordia.

 

C) BIBLIOGRAFÍA

- La Creación, M. Schmaus.

- Dios Creador y Enaltecedor, Javier Ibáñez Fernando Mendoza.

- El Misterio de la Creación, José Morales.

- Dios Uno y Trino, Lucas mateo Seco.

- Doctrina Social de la Iglesia, Langlois.

- El Misterio Cristiano: La Creación, . Guelluy.

- Catecismo de la iglesia Católica.

- Antiguo resumen del bachillerato de la teología .
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NOTAS

[154]DS 3003.

[155]CEC 302.

[156]CEC 306-308.

[157]Is 46,8-11.

[158]CEC 310.

[159]CEC 311.

[160]Gen 1,26-28.

[161]Gen 1,28.

[162]Gen 2,15.

[163]CEC 2427&2428.

[164]cf.Gen 2,15.

[165]GS 25.

[166]cf.GS 39.

[167]STh 1,46,1.

[168]CEC 341.

[169]1P 5,7.