Synodus Episcoporum 20 - 14.10.1999

DÉCIMO QUINTA CONGREGACIÓN GENERAL
(MIÉRCOLES, 13 DE OCTUBRE DE 1999 -POR LA TARDE) CONCLUSIÓN

 

RELACIONES DE LOS CÍRCULOS MENORES - CONCLUSIÓN

A continuación publicamos el resumen de la Relación del Círculo Menor Gallicus B, leído en el Aula de la Décimo Quinta Congregación General de ayer, por la tarde (veer el Boletín n° 19) entregado esta mañana:

RELACIÓN DEL CÍRCULO MENOR GALLICUS B: S. Em. Card. Godfried DANNEELS, Arzobispo de Mechelen-Bruselas.

Europa es una suerte de laboratorio donde se juega el conflicto entre la fe y la modernidad. Estos mismos problemas no dejan de tener también en otra parte.

1. La transmisión de la fe

Los problemas de la transmisión de la fe son problemas proprios de la Iglesia: toda nuestra época no es capaz de transmitir su herencia espiritual, moral y cultural a las generaciones siguientes (valores del matrionio y de la familia, sentido del bien y del mal, sentido del deber, del honor y de la verdad). Si la Iglesia consiguiera transmitir los valores a las nuevas generaciones, realizaría una curación de toda nuestra epoca.

Nuestro testimonio de Jesucristo adolece del entusiasmo paulino: somos los testigos vacilantes. La transmisión de la fe (sobre todo a los jóvenes) será el fruto de una iniciación a la oración (¡los monasterios!), de una experiencia de vida interior de las comunidades de base con los otros jóvenes y del compartir la vida con los pobres.

2. La predicación escatológica

La dimensión escatológica de la predicación eclesial está en una condición de subdesarrollo. Por lo tanto, ésta encontrará un punto de apoyo en las aspiraciónes profundas del corazón del hombre europeo, encantado por los problemas del sentido del sufrimiento y de la muerte. Tal esperanza escatológica no comprende únicamente los fines últimos, sino que incluye la vida actual: el reino de Dios en este mundo no es sólamente el fruto de nuestros esfuerzos humanos, sino, antes que nada, de la gracia gratuita de Dios.

3. La cristología

En principio, el problema de la fe en Europa es un problema cristológico. ¿Es Jesucristo el verdadero Hijo de Dios? ¿Es también Él nuestro salvador? Muchas personas contemporáneas no saben lo que deberían saber.

La verdadera fe en Jesucristo se cultiva, sobre todo, en la celebración litúrgica: es allí que se teje la experiencia auténtica del misterio de Cristo. Las lecturas de la Biblia y el predicar contribuyen a su modo. Pero ¿No es que la predicación se reduce demasiado a una 'actualización' pasajera o a un moralismo monocorde? La fe en Jesucristo no será nunca el fruto de la opinión común y plausible, sino de una verdadera confesión de fe. De otra parte, este problema cristológico se repite continuamente en el campo de la eclesiología y de los sacramentos.

4. La liturgia

La liturgia es el lugar por excelencia donde la fe es comprendida, vivida y transmitida. Sin embargo, ésta pone un problema. Ninguna persona pone en duda la legitimidad de la reforma litúrgica del Concilio. Pero, nos podemos preguntar, ¿la aplicación propuesta por el Consilium en los libros litúrgicos, presente ciertas lagunas estructurales? ¿No es que esta simplificación le ha hecho 'perder un poco el sentido del misterio'? Queda que el problema litúrgico es también un problema de lenguaje y de formación de los agentes litúrgicos.

5. El intercambio de dones entre el Este y el Oeste

En el primer Sínodo para Europa de 1991 los Obispos se han puntulaizado algunos argumentos sobre esta materia. El Este ha donado su fe, su piedad y el testimonio de sus martires, mientras que el Oeste, su experiencia posconciliar y algunos frutos amargos de la secularización. También pueden incluirse las incomprensiones mutuas.

Desde entonces muchas cosas han cambiado: el Oeste contribuyó financieramente a la reconstrucción, a acoger los seminaristas y enviar profesores. El Este ha donado sus riquezas espirituales, incluidos los sacerdotes para la pastoral en occidente.

Cada vez más el Este y Oeste se dan cuenta que se encuentran delante del mismo problema: es el mismo materialismo invasor. El intercambio de dones debe continuar reforzando todas las iniciativas en este campo: el trabajo en la CCEE, las reuniones de jóvenes como la de Taizé, los contactos entre las escuelas y las universidades.

6. El ecumenismo

La colaboración ecuménica es indispensable para la nueva evangelización en Europa. Hay ahora muchos signos que nos entusiaman, en el vértice y en la base. Aunque todavía quedan algunas divergencias, sobre todo, en el terreno de la moral (sexual).

Queda el tema doloroso de las iglesias 'uniatas'. Todo proselitismo 'uniato' debe evitarse, aunque sea una verdad para cada uno, en virtud de la libertad religiosa, cada uno debería escoger libremente su pertenencia eclesial.

7. Evangelizar la cultura

La cultura contemporánea presenta un cierta número de elementos característicos que resisten al diálogo y a la evangelización : el 'inflar del yo' y el narcicismo, la fragmentarización y el secularismo. Pero es verdad que el mundo escucha la Iglesia en una serie de campos: las ciencias y la técnica ponen la cuestión a las que ellas no pueden responder partiendo de sus propios métodos. De otra parte, asistimos a una descomposición sistemática de la cultura: la expresión artística está en crisis, no encuentra mas el lenguaje ni el simbolismo universal, accesible a todos. Al mismo tiempo la fe acusa una cierta esterilidad en relación a la creatividad artística.

La relación entre la fe y la cultura será siempre dialéctica. Ya Pablo lo había testimoniado. En Atenas, él se apoya en la cultura griega de sus oyentes; entre los Corintios hace conocer la locura de la cruz. Los cristianos no dejan de lado la cultura que nos circunda, porque no se limita a ésta. Dialoga y discierne.

8. La disciplina sacramental

En algunos países de Europa se presenta un gran problema de disciplina sacramental, sobre todo en el terreno del matrimonio. Asistimos, al mismo tiempo, a una caída de los matrimonios civiles y a una baja notable de los matrimonios religiosos.

El matrimonio religioso es la única forma de ritualización de este grande momento en la vida del hombre que garantiza cierta estabilidad, algunos se presentan ante la Iglesia, sin fe o con poca fe. Y un eventual divorcio presenta entonces problemas canónicos difíciles ¿Es, de esta manera, verdaderamente válido este sacramento del matrimonio?

Algunos sacerdotes se acontentan con un mínimo de exigencias, el matrimonio es un derecho de todos los hombres y el sacramento es el único matrimonio válido para un bautizado. Otros sólamente lo ponen en práctica con rigor. Pero todo tienen un problema de consciencia, contituido por una suerte de 'martirio' en sus vidas de pastores.

Un problema similar se presenta en relación al bautismo. ¿Es la celebración del nacimiento del niño a la vida divina o el simple rito del nacimiento natural? La comunión eucarística también ha sido banalizada: asistimos al fenómeno de la 'dinámica del grupo' (válida para todo el mundo), separado de un discernimiento del cuerpo de Jesucristo, del que ya hablaba San Pablo.

[00228-04.02] [NNNNN] [Texto original: francés]


Synodus Episcoporum 23 - 22.10.1999

MENSAJE DE LA SEGUNDA ASAMBLEA ESPECIAL PARA EUROPA
DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

En la Décimo Séptima Congregación General de ayer, jueves 21 de octubre de 1999, los Padres Sinodales han aprobado el Mensaje de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos.

Publicamos el texto original a continuación, en concomitancia con la última Conferencia de Prensa sobre los trabajos sinodales, que tiene lugar en el Aula Juan Pablo II de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el día de hoy, viernes 22 de octubre de 1999, a las 12:45 horas.

 

TESTIMONIAMOS CON ALEGRÍA

EL "EVANGELIO DE LA ESPERANZA" EN EUROPA

¡El Dios de la vida, de la esperanza y de la alegría esté con todos vosotros!

Éste es el saludo y el augurio que se hace oración y que nosotros, Obispos reunidos en Sínodo, os dirigimos a vosotros, hermanos y hermanas creyentes, y a todos los ciudadanos de Europa.

Éste es también el desafío que concierne la vida de cada uno de nosotros.

La esperanza es posible

1. El hombre no puede vivir sin esperanza: su vida, condenada a la insignificancia, se convertiría en insoportable. Pero esta esperanza es debilitada, atacada y destruida cada día por muchas formas de sufrimiento, de angustia y de muerte que atraviesan el corazón de muchos europeos y de todo nuestro Continente. No podemos evitar de hacernos cargo de este desafío. ¡Que el Espíritu de Dios, que vence sobre toda desesperación, nos haga compartir la «compasión» de Jesús hacia la multitud que no tiene pastor (cf. Mc 6, 34); nos acompañe y nos apoye cuando tomemos parte, con amor y simpatía, en las dificultades y dramas de tantos hombre y mujeres - ancianos, adultos, jóvenes y niños - carentes de salud, de instrucción, de trabajo, de casa, de pa tria e ignorados y pisoteados en sus derechos fundamentales a la vida, la igualdad, la libertad y la paz.

Sí, hermanos y hermanas: el hombre no puede vivir sin esperanza. Pero, ¿es posible esto? y ¿quién puede dársela cuando muchas esperanzas han sido infelizmente defraudadas en los últimos tiempos?

Iluminados por le fe en Jesucristo, con humilde certeza, sabemos que no os engañamos diciendo que la esperanza es posible también hoy y que es posible para todos. Dios, en su amor paterno, no priva a nadie de esta posibilidad porque quiere que cada uno pueda ser plenamente feliz.

Por este motivo, con la alegría y la autoridad de quien sabe que habla a nombre de Nuestro Señor Jesucristo que nos ha mandado, nos convertimos en embajadores y testigos del

«Evangelio de la esperanza» para toda Europa. La palabra que San Pedro dirigió a los primeros cristianos, la dirigimos también a vosotros: «No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza» (1Pt 3, 14-15).

Creemos en Jesucristo, unica y verdadera esperanza del hombre y de la historia

2. Os damos esta palabra de esperanza desde Roma, convocados por el Papa junto a las tumbas de los apóstoles para un Sínodo - el segundo dedicado a Europa - que nos ha visto entregados a la oración, a la reflexión y a la discusión sobre el tema «Jesucristo, viviente en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa». En la comunión entre nosotros, Obispos, con el Santo Padre y con todos aquellos que han participado a este encuentro sinodal, hemos vivido una profunda experiencia de fe y caridad, en la cual hemos sentido y saboreado la presencia de Jesucristo viviente y operante entre nosotros, casi repitiendo la aventura espiritual de los discípulos en el camino de Emaús (cf. Lc 24, 13-35).

En el umbral del Gran Jubileo del Segundo Milenio, hemos fijado los ojos de nuestro corazón sobre Jesús, hemos contemplado su rostro y hemos sido guiados a confesar una vez más y con renovado entusiasmo, junto a Pedro, nuestra fe: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (cf. Mt 16,16). Tú eres el Verbo eterno del Padre que, en la plenitud del tiempo, se ha hecho hombre como nosotros y para nosotros (cf. Jn 1, 14) de la Virgen María (cf. Gal 4, 4); eres el Esposo que ama y se dona a su Iglesia (cf. Ef 5, 25); eres el revelador del rostro del Padre (cf. Jn 1, 18), el Redentor del hombre, el único Salvador del mundo.

De esta confesión de fe, participación y prolongación de la ininterrumpida confesión de la Iglesia de todos los tiempos y de todas las latitudes, nace, irresistible y para tranquilizarnos a todos nosotros, una alegre confesión de esperanza: ¡tú, oh Señor, resucitado y vivo, eres la esperanza siempre nueva de la Iglesia y de la humanidad; eres la única y verdadera esperanza del hombre y de la historia; tú eres entre nosotros "la esperanza de la gloria" (Col 1, 27) en esta vida y más allá de la muerte! En ti y contigo podemos alcanzar la verdad, nuestra existencia tiene un sentido, la comunión es posible, la diversidad puede transformarse en riqueza, la potencia del Reino ya está trabajando en la historia y ayuda a la edificación de la ciuda d del hombre, la caridad da valor perenne a los esfuerzos de la humanidad, el dolor puede salvar, la vida vencerá sobre la muerte, lo creado participará de la gloria de los hijos de Dios.

Todo esto lo confesamos en comunión con todos vosotros, hermanos y hermanas, que compartís con nosotros la fe en Nuestro Señor Jesús.

Y con vosotros, a nuestra Europa - que habitamos con amor y que vemos tan sedienta de esperanza que corre el riesgo, a menudo, de perderse - repetimos cuanto nos ha dicho Juan Pablo II, al inicio de los trabajos sinodales: «Con la autoridad que le viene de su Señor, la Iglesia repite al hombre de hoy: Europa del tercer milenio que "¡no desfallezcan tus manos!" (So 3, 16), no cedas al desaliento, no te resignes a modos de pensar y vivir que no tienen futuro, porque no se basan en la sólida certeza de la Palabra de Dios».

Demos gracias a Dios por los signos de esperanza presentes en la Iglesia

3. Mientras os anunciamos el «Evangelio de la esperanza», guiados por el escuchar de la Palabra de Dios y dóciles al Espíritu en el discernir los «signos de los tiempos», queremos tranquilizaros: la esperanza - de la cual es fuente Jesucristo, es más, es Jesucristo mismo - no es un sueño o una utopía. La esperanza es una realidad, porque Jesús es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, es el Resucitado siempre viviente en su Iglesia que actúa para la salvación del hombre y de la sociedad. Nuestra esperanza es verdadera, es una realidad; cuyos signos de esperanza son concretos, se pueden experimentar y tocar porque el Espíritu Creador, que el Crucifijo Resucitado ha dejado como primer don a los creyentes, está siempre presente: Él es Señor y da la vida, también hoy actúa más que nosotros mismos y de mejor manera, en las Iglesias y en las sociedades europeas.

La Iglesia, justamente porque es Cuerpo y Esposa de Jesucristo «nuestra esperanza» (1Tim 1, 1), es la comunidad de la esperanza con su propio ser: recibe continuamente del Señor la gracia y la energía para comunicar esperanza también a la Europa de hoy. Mirando a la vida diaria de nuestras Iglesias, podemos reconocer los múltiples «signos de esperanza», pequeños y grandes, suscitados y alimentados por el Espíritu.

«Signo de esperanza» es la gran cantidad de mártires, de todas las confesiones, que han vivido en este siglo, tanto en los países del Oeste como en los del Este, también en nuestros días: ¡su esperanza ha sido más fuerte que la muerte! No podemos ni queremos olvidar su testimonio: es muy valioso y absolutamente necesario para todos nosotros porque nos recuerda que sin la Cruz no hay salvación, y sin participación al amor de Cristo crucificado que perdona no hay verdadera vida cristiana.

«Signo de esperanza» es la santidad de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, no sólo de los que han sido proclamados oficialmente por la Iglesia, sino también de aquellos que, con sencillez y en la existencia cotidiana, han vivido con generosa dedicación su fidelidad al Evangelio.

«Signos de esperanza» son también:

- la libertad de las Iglesias del Este europeo recuperada con la contribución profética y decisiva del Santo Padre; ella ha abierto nuevas posibilidades para la acción pastoral, gracias, además, al despertar de vocaciones sacerdotales y religiosas, y juntamente ha introducido nuevos desafíos para una responsabilidad más madura;

- la creciente concentración de la Iglesia en su misión espiritual, junto a su compromiso para vivir la primacía de la evangelización, también en las relaciones con la realidad social y política;

- la presencia y la difusión de nuevos movimientos y comunidades, a través de los cuales el Espíritu suscita una vida cristiana, marcada por un radicalismo evangélico mayor y un impulso misionero;

- la irradiación de una renovada dedicación al Evangelio y de una generosa disposición al servicio, suscitadas por el mismo Espíritu en las realidades más tradicionales de la Iglesia como en las parroquias, entre las personas consagradas, las asociaciones de laicos, los grupos de oración y de apostolado, en diversas comunidades juveniles;

- la mayor toma de conciencia de la responsabilidad que toca a cada uno de los cristianos, a través de la variedad y complementariedad de los dones y de las tareas, en la única misión de la Iglesia;

- la creciente presencia y acción de la mujer en las instituciones y ámbitos de la vida de la comunidad cristiana.

Con sincera gratitud al Señor, reconocemos como «signo de esperanza» los pasos que, en medio a dificultades, han realizado el camino ecuménico en el signo de la verdad, de la caridad y de la reconciliación. En especial, acogemos con satisfacción la "Declaración Común sobre la Justificación", que será firmada en Habsburgo el 31 de Octubre de 1999 por los representantes de nuestra Iglesia y de la Federación Mundial Luterana. Después de cuatro siglos, hemos llegado a un consenso sobre algunas verdades fundamentales de este punto central de nuestra fe. Recordamos, además, la gran acogida reservada al Santo Padre en su visita a Rumania.

Otro «signo de esperanza» es el «intercambio de dones» entre las Iglesias del Oeste y del Este, intensificado en estos años por un mutuo enriquecimiento espiritual y pastoral, en función de una Iglesia llamada a respirar con sus «dos pulmones» y con un único corazón lleno del amor de Cristo y de su Espíritu.

Dejémonos convertir por el Señor y respondamos a nuestra vocación

4. La esperanza cristiana, que nosotros os anunciamos y testimoniamos, queridísimos hermanos y hermanas - además de ser posible y de presentarse como una realidad concreta - es un don y una responsabilidad para todas nuestras Iglesias, comunidades y para cada uno de nosotros.

Movidos por este conocimiento, es necesario que hagamos todos juntos un humilde y valiente examen de conciencia para reconocer nuestros miedos y nuestros errores, para confesar con sinceridad nuestras torpezas, omisiones, infidelidades y culpas.

Mas que nuestro corazón esté lleno de esperanza, seguros de que el Padre es siempre misericordioso con quienes confiesan su pecado y de que les dirige una invitación apremiante para que se conviertan y renueven sus vidas.

¡No tengáis miedo! La grave situación de indiferencia religiosa de muchos europeos, la presencia de muchos, que incluso en nuestro Continente, no conocen todavía a Jesucristo y su Iglesia y que todavía no están bautizados, la secularización que contagia a un amplio sector de cristianos que normalmente piensan, deciden y viven como si Cristo no existiese, lejos de apagar nuestra esperanza, la hacen más humilde y capaz de confiarse sólo a Dios. De su misericordia recibimos la gracia y el compromiso de la conversión.

A todos vosotros, hermanos y hermanas que ama el Señor, que formáis el pueblo de Dios peregrino en la Europa de hoy y de mañana, en nombre de Cristo nos atrevemos a decir con confianza: dejad que os convierta el Señor y responded con renovado ardor a la vocación apostólica y misionera recibida con el Bautismo. ¡Todos juntos - obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y fieles laicos, hombres y mujeres - y cada uno según su proprio don y deber, dedicamos nuestro corazón y nuestra vida a la grandiosa y apasionante empresa de colaborar con Cristo para la salvación, para la libertad, para la felicidad de todos los hombres, especialmente de nuestros hermanos y de nuestras hermanas de Europa!

A vosotros, presbíteros de nuestras Iglesias de Europa, que con admirable dedicación vivís el ministerio que os ha sido confiado, os dirigimos con gratitud y confianza nuestra palabra: no perdáis los ánimos y no os dejéis abatir por el cansancio; en total comunión con nosotros obispos, en alegre hermandad con los demás presbíteros, en cordial corresponsabilidad con los consagrados y todos los fieles laicos, continuad con vuestra valiosa e insustituible obra.

Todos juntos, hermanos y hermanas en el Señor, para vivir con mayor verdad y credibilidad nuestra responsabilidad, prosigamos con gran confianza el camino ecuménico, recuperemos los lazos que nos unen con nuestros hermanos mayores hebreos, abrámonos al diálogo respetuoso y maduro con los que pertenecen a otras religiones, intensifiquemos nuestro impulso misionero, yendo por todo el mundo (cf. Mt 19 - 20).

Llamad y mandad a anunciar, celebrar y servir el "Evangelio de la esperanza"

5. Para vivir con ardor la vasta y urgente empresa de la nueva evangelización a la que, repetidamente nos invita el Santo Padre para que Europa pueda realizar aquel renovado encuentro con Cristo del que tiene necesidad, no nos cansemos de anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la esperanza

¡Anunciemos el «Evangelio de la esperanza»! En un mundo ensordecido por tantas palabras y a menudo incapaz de confiarse a alguien en quien creer, renovemos la profesión de fe de Pedro: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68). Nosotros, antes que nadie, confiémonos a esta Palabra, leída, meditada y rezada en las Sagradas Escrituras. Comprometámonos en nuestras Iglesias a dar un nuevo impulso al anuncio por medio del testimonio de la vida, a la predicación, a la catequesis, al estudio teológico, a la cultura religiosa, al diálogo entre ciencia y fe. Acompañemos con exigentes itinerarios de fe el camino de todos aquellos que piden el Bautismo o que ya han sido llamados a vivirlo en la vida de todos los días. E duquémonos para recibir con docilidad y total participación la doctrina de la Iglesia, para que nuestro pensamiento y nuestro comportamiento sean coherentes con el Evangelio de Jesús.

¡Celebremos el «Evangelio de la esperanza»!. En una sociedad y cultura muchas veces cerrada a la trascendencia, sofocada por comportamientos consumísticos, esclavas de antiguas y nuevas idolatrías, volvemos a descubrir con maravilla el sentido del "misterio", renovamos nuestras celebraciones litúrgicas porque sean signos más elocuentes de la presencia de Cristo Señor, aseguramos un nuevo espacio al silencio,, a la oración y a la contemplación; regresamos a los sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Penitencia, como fuentes de salvación y de reconciliación, de libertad y de nueva esperanza.

¡Sirvamos el «Evangelio de la esperanza»! En una Europa atravesada por nuevos muros y por nuevas formas de egoísmo, la caridad activa, por parte de cada persona y de las comunidades, es el único camino que se puede recorrer para devolver la esperanza a quien está sin esperanza. ¡Decidámonos, entonces, por el amor! Con una vida que sea espejo y testimonio de Dios caridad, abramos nuestro corazón a la acogida, al cuidado de cada hermano y hermana que se encuentran en medio del sufrimiento o del miedo, al amor preferente por los pobres, a la participación con los demás de los bienes con una vida más sobria. Abramos nuestra caridad también a la tutela y al desarrollo de lo creado, don de Dios para nosotros y para las generaciones futuras, y a la labor generosa y competente para la edificación de la ciudad de los hombres en la verdad, en la justicia, en la libertad y en la solidaridad, únicos y perennes pilares para una pacífica convivencia humana.

¡Reconozcamos las signos de esperanza presentes hoy en Europa!

6. Nuestra confesión de la esperanza nos invita ahora a dirigirle una mirada especial a Europa, a esta compleja realidad geográfica, sobre todo, histórica y cultural, cuya historia está estrechamente conectada con la del cristianismo. Es, una vez más, una mirada de fe, que nos permite recibir, incluso en las contradicciones de la historia, la presencia del Espíritu de Dios que renueva la faz de la tierra.

Nos encontramos todos ante situaciones dramáticas e inquietantes que expresan la obra del espíritu del mal y de quienes lo siguen. ¿Cómo podemos olvidar todas las formas de violación de los derechos fundamentales de las personas, de las minorías y de los pueblos - especialmente la "limpieza étnica" y el impedimento a los prófugos para que regresen a sus casas - con el enorme peso de injusticias, violencias y muertes, que aplasta nuestro siglo que ya se acerca a su fin?

Sin embargo, en nuestra misma Europa, podemos encontrar fenómenos y motivos que abren a la esperanza.

Comprobamos con alegría la creciente apertura de los pueblos, los unos a los otros, la reconciliación entre naciones durante largo tiempo hostiles y enemigas, la ampliación progresiva del proceso unitario a los países del Este europeo. Reconocimientos, colaboraciones e intercambios de todo tipo se están desarrollando, de forma que, poco a poco, se está creando una cultura, más aún, una conciencia europea, que esperamos que pueda hacer crecer especialmente entre los jóvenes, un sentimiento de fraternidad y la voluntad de participación.

Registramos como positivo el hecho que todo este proceso se desarrolla según métodos democráticos, de manera pacífica y en un espíritu de libertad, que respeta y valora las legítimas diversidades, suscitando y sosteniendo el proceso de unificación de Europa.

Acogemos con satisfacción lo que se ha hecho para precisar las condiciones y las modalidades del respeto de los derechos humanos.

Para terminar, en el contexto de la legitimidad y necesaria unidad económica y política de Europa, mientras registramos los signos de la esperanza ofrecidos por la consideración dada al derecho y a la calidad de la vida, auguramos vivamente que, con fidelidad creativa a la tradición humanista y cristiana de nuestro Continente, se garantice la supremacía de los valores éticos y espirituales. ¡El nuestro es un auspicio que nace de la firme convicción de que no se da la unidad verdadera y fecunda en Europa si no se construye sobre sus fundamentos espirituales!

Por todo, esto agradecemos a Dios y reconocemos el mérito de todos los que están comprometidos en las diversas instituciones europeas, abiertos al diálogo y a la colaboración con nuestras Iglesias.

Como cristianos, queremos y os invitamos a ser europeos convencidos, listos para dar nuestra contribución a la Europa de hoy y del mañana, recogiendo la valiosa herencia que nos dejaron los «padres fundadores» de una Europa unida.

El amor sincero que, como Pastores, llevamos a Europa nos impulsa a dirigir con confianza algunos llamados a quienes - sobre todo a nivel institucional, político y cultural - tienen una responsabilidad específica con respecto a la suerte futura de nuestro Continente:

- no calléis sino alzad la voz cuando sean violados los derechos humanos de los individuos, de las minorías y de los pueblos, comenzando por el derecho a la libertad religiosa;

- reservad la mayor atención a todo lo que concierne a la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural y la familia fundada en el matrimonio: éstas son las bases sobre las cuales se apoya la casa común europea.

- proseguid con valor y rapidez en el proceso de integración europea, ampliando el radio de los pueblos miembros de la Unión, valorizando, en una sabia armonía las diversidades históricas y culturales de las naciones, asegurando la globalidad y la unidad de los valores que califican Europa en sentido humano y cultural;

- afrontad, en base a la justicia y equidad y con sentido de gran solidaridad, el fenómeno creciente de las migraciones, convirtiéndolas en un nuevo recurso para el futuro europeo;

- esforzáos para que a los jóvenes se les garantice un futuro verdaderamente humano con el trabajo, la cultura y la educación a los valores morales y espirituales;

- mantened abierta Europa a todos los países del mundo, continuando a realizar, en el contexto actual de la globalización, formas de cooperación no sólo económica sino, también, social y cultural, así como, aceptad el llamado que, junto al Santo Padre, renovamos para condonar o, por lo menos, reducir la deuda internacional en los países en vías de desarrollo, como ya lo ha hecho algún país.

Cumpliendo con estas y otras responsabilidades, las raíces cristianas de nuestra Europa y su rica tradición humanista podrán encontrar nuevas formas de expresión para el verdadero bien de la persona y sociedad.

Rezemos juntos por Europa y por el mundo

7. Nos despedimos de vosotros que nos estáis leyendo o escuchando, dirigiendo nuestra oración al Dios de la vida, de la esperanza y alegría.

Rezad también vosotros junto a nosotros: Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador (Lc. 1, 46-47).

Como María, alabamos al Señor por su misericordia que, de generación en generación, llega a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo.

!Nuestro Dios es fiel¡ Él jamás se olvida de la promesa hecha a Abraham y a su descendencia y, con la potencia misericordiosa de su aliento, socorre siempre a cada pueblo.

Él guía la historia humana y la conduce de época en época al cumplimiento de su diseño de amor.

Animados por estas certezas, como Pastores y hermanos renovamos nuestra invocación con confianza:

Iglesia de Europa ¡no temas! ¡Vive tus responsabilidades! Llegará el tiempo (!y se están vislumbrando sus signos!) en que el bien triunfará sobre el mal. Como ha dicho María en su oración llena de fe y esperanza, los hombres y los pueblos soberbios son dispersados, los potentes derribados de sus tronos y los ricos despedidos con las manos vacías, mientras los hambrientos son colmados de bienes (cf. Lc. 1, 51-53)

Iglesia de Europa ¡no temas! El Dios de la esperanza no te abandona. Cree en su amor que salva. Espera en su misericordia que perdona, renueva y vivifica..

Espera en tu Señor y no serás confundida eternamente.

[00231-04.05] [nnnnn] [Texto original: italiano]

[b23-04.05]


Synodus Episcoporum 25 - 22.10.1999

DÉCIMO NOVENA CONGREGACIÓN GENERAL
(VIERNES, 22 DE OCTUBRE DE 1999 - POR LA TARDE)

Elección del Consejo Postsinodal - Resultados de la segunda votación

Composición del Consejo Postsinodal

Votación de la Lista Final de Propuestas

Consulta sobre el lugar para la fase celebrativa

Don del Santo Padre

Don del libro con los discursos del Santo Padre sobre Europa

Saludo del Presidente Delegado S. Em. Card. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia

A las 17:00 horas de hoy, viernes 22 de octubre de 1999, en presencia del Santo Padre, con la oración del Pro felici synodi exitu, ha tenido lugar la Décimo Novena Congregación General, para la votación de la Lista Final de Propuestas y la clausura de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Presidente Delegado de turno S. Em. Card. Franciszek MACHARSKI, Arzobispo de Cracovia.

En esta Congregación General, que ha finalizado a las 17:50 horas con la oración del Angelus Domini, estuvieron presentes 165 Padres.

Elección del Consejo Postsinodal - Resultados de la segunda votación

En la apertura de esta Décimo Novena Congregación General, el Secretario General del Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M., ha comunicado los resultados de la segunda votación del Consejo Postsinodal.

Composición del Consejo Postsinodal

Después, el Secretario General del Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M., ha comunicado los nombres de los Miembros elegidos del Consejo Postsinodal y los nombres de los Miembros nombrados por el Santo Padre:

S. Em. Card. Miloslav VLK, Arzobispo de Praga (REPÚBLICA CHECA)

S. Em. Card. Antonio María ROUCO VARELA, Arzobispo de Madrid (ESPAÑA)

S. Em. Card. Dionigi TETTAMANZI, Arzobispo de Génova (ITALIA)

S. Em. Card. Cristoph SCHÖNBORN, O.P., Arzobispo de Viena (AUSTRIA)

S.E.R. Mons. Nikolaos FÓSCOLOS, Arzobispo de Atenas (GRECIA)

S.E.R. Mons. José SARAIVA MARTINS, C.M.F., Arzobispo titular de Tuburnica y Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos (CIUDAD DEL VATICANO)

S.E.R. Mons. Audrys Juozas BACKIS, Arzobispo de Vilna (LITUANIA)

S.E.R. Mons. Tadeusz KONDRUSIEWICZ, Arzobispo titular de Ippona Zárito y Administrador Apostólico de la Rusia Europea (RUSIA)

S.E.R. Mons. Józef Miroslaw ZYCINSKI, Arzobispo de Lublin (POLONIA)

S.E.R. Mons. Josip BOZANIC, Arzobispo de Zagreb (CROACIA)

S.E.R. Mons. Joseph DORÉ, Arzobispo de Estrasburgo (FRANCIA)

S.E.R. Mons. Karl LEHMANN, Obispo de Mainz (REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA)

S.E.R. Mons. Lubomyr HUSAR, M.S.U., Obispo titular de Nisa de Licia, Auxiliar con facultades especiales del Arzobispo Mayor de Lviv de los Ucranianos y Presidente del Sínodo de las Iglesias de Ucrania (UCRANIA)

S.E.R. Mons. Vincent NICHOLS, Obispo titular de Othona y Auxiliar de Westminster (GRAN BRETAÑA)

[00234-04.05] [NNNNN] [Texto original: italiano]

Votación de la Lista Final de Propuestas

A continuación, ha tenido lugar la votación (con la fórmula del placet o non placet) de la Lista Final de Propuestas.

Al término de la votación, los componentes de las Comisiones para el escrutinio de los votos, se han reunido para proceder al recuento de votos dados por los Padres Sinodales.

Los resultados de la votación serán comunicados mañana, sábado 23 de octubre de 1999, durante la comida de los Padres Sinodales con el Santo Padre.

Consulta sobre el lugar para la fase celebrativa

Después, el Secretario General del Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M., ha comunicado que los Presidentes Delegados desean consultar a los Padres Sinodales en qué lugar se llevará a cabo la fase celebrativa de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos y la publicación de la Exhortación Apostólica Postsinodal.

Don del Santo Padre

A continuación, el Secretario General del Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M., ha dado la siguiente comunicación sobre el don del Santo Padre a los Padres Sinodales:

Para celebrar la feliz conclusión de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, el Santo Padre ofrece a todos los participantes un recuerdo de la experiencia sinodal de comunión y hermandad.

Los Padres Sinodales que son Obispos recibirán una cruz pectoral con cadena, obra del escultor italiano Enrico Manfrini, en conmemoración del Gran Jubileo del Año 2000. La cruz latina de plata reproduce la crucifixión en la parte inferior del brazo vertical, con las escenas de la Anunciación y de la Natividad a los lados, la basílica de San Pedro y el número 2000 en la parte superior. En la parte inferior se encuentra el nombre del escultor. En el reverso están grabados el escudo del Santo Padre y la marca de platero.

Los otros participantes recibirán, en plata o en bronce, la medalla oficial del vigésimo primer año de pontificado de Su Santidad. En el anverso está representado el Sumo Pontífice con el pastoral, el escudo y la inscripción: IOANNES PAULUS II PONT MAX AN XX1. En el borde está grabada la inscripción E CIVITATE VATICANA y el número de la medalla. En el reverso está representado Dios Padre entre los astros como Creador del universo. Ilustran la escena las palabras: "Creator Pater Noster". La medalla conmemora la dedicación a Dios Padre del tercer año de preparación del Gran Jubileo del Año 2000, indicando que toda la creación lleva el signo de la paternidad de Dios. La medalla es obra de la escultora eslovaca Ludmila Cvengrosova.

[00235-04.04] [NNNNN] [Texto original: italiano]

Dono del libro con los discursos del Santo Padre sobre Europa

Por último, el Secretario General del Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M., ha anunciado el regalo del volumen con los discursos del Santo Padre sobre Europa:

Los Padres Sinodales y los otros participantes al Sínodo recibirán un volumen que recoge todas las intervenciones del Santo Padre Juan Pablo II sobre Europa, desde el inicio de Su Pontificado hasta el 31 de agosto de este año.

Son 669 las intervenciones recogidas por uno de nuestros "adiutores", Mons. Mario Spezzibottiani. El volumen, además del texto de estas intervenciones, contiene una presentación del Cardenal Dionigi Tettamanzi, Arzobispo de Génova; un estudio introductivo sobre el magisterio europeísta de Juan Pablo II realizado por Mons. Spezzibottiani y un índice analítico-temático rico y articulado que permite la consulta adecuada de los textos.

Damos las gracias tanto a la persona que se ha ocupado de esta edición, como a la Conferencia Episcopal Italiana que ha querido homenajearnos a todos con este volumen.

Damos las gracias sobre todo al Santo Padre porque - tal como se lee en la Presentación del volumen - una lectura detallada de sus innumerables intervenciones «invita y autoriza a reconocer también en Él uno de los "padres fundadores" de Europa, el heraldo y el artífice de la única "Europa del espíritu", el "profeta" de la nueva Europa de hoy y de mañana. ¡Y todo esto sucede precisamente porque Juan Pablo II se encuentra entre aquellos que saben devolver la esperanza a Europa!».

[00236-04.04] [NNNNN] [Texto original: italiano]

Saludo del Presidente Delegado S. Em. Card. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia

En la clausura de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos el Presidente Delegado S. Em. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia, ha pronunciado las siguientes palabras de agradecimiento al Santo Padre:

Beatísimo Padre,

con gran atención y paciencia Usted ha seguido la discusión de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Nosotros, Obispos dedicados al magisterio e inmersos en la misión de predicar, estamos casi perdiendo la costumbre de escuchar. Por lo tanto, con ocasión de este Sínodo sentimos la necesidad de escuchar.

Usted, Beatísimo Padre, hasta ahora no sólo ha llevado a cabo cinco Asambleas Generales Ordinarias y una Asamblea General Extraordinaria, sino que durante Su Pontificado también han tenido lugar ocho Asambleas Especiales: ha convocado en 1980 el Sínodo Especial de los Obispos de los Países Bajos; en 1991 la Primera Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos; después, las Asambleas Especiales para África, Líbano, América, Asia, Oceanía y, por último, la presente Asamblea.

Ha invitado a los participantes de cada una de las Asambleas y a los Pastores en visita "ad limina" a compartir Su mesa en la Casa Pontificia. Admiramos a Su Santidad. Le damos las gracias de todo corazón por su participación en nuestras distintas preocupaciones. La raíz de esta participación se encuentra en Cristo, que ha confiado su Iglesia sobre todo a Usted, Beatísimo Padre.

Cada año de Su Pontificado ha visitado a los fieles en todos los continentes y casi en cada nación y, además, ha invitado a la Urbe a los miembros del episcopado de cada uno de los territorios para las Asambleas Generales o Especiales. Es éste un ejemplo de comunión que despierta y fortalece a la Iglesia.

Siguiendo el ejemplo de Su Santidad, nosotros, los Obispos, tenemos que visitar e invitar a las parroquias y a las comunidades de nuestras diócesis. Y del mismo modo, los párrocos de nuestros territorios deberían visitar e invitar a las asociaciones, a las familias y a cada persona a la oración común y la predicación. Esta actitud de participación hace que en nuestros corazones se reflejen la alegría y la esperanza, la tristeza y el dolor no sólo de todo el pueblo de Dios, sino también de todos los hombres de este tiempo (GS 1). Esta actitud tiene su raíz más profunda en el misterio de Dios.

A Usted, Beatísimo Padre, le expresamos nuestro más sincero reconocimiento por su ejemplo y autoridad. Con sentimientos de piedad, admiración y mutua confianza estamos unidos a la Cabeza del Colegio de los Obispos.

Beatísimo Padre, al término de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, le deseamos de todo corazón: Ad multos annos.

[00233-04.04] [NNNNN] [Texto original: latino]


Synodus Episcoporum 26 - 23.10.1999

SOLEMNE CLAUSURA DE LA SEGUNDA ASAMBLEA ESPECIAL
PARA EUROPA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

A las 10:30 horas de esta mañana, día sábado 23 de octubre de 1999, en la Basílica Patriarcal de San Pedro, Juan Pablo II ha presidido la Solemne Concelebración Eucarística con los Padres Sinodales (Cardenales, Arzobispos y Obispos, los demás Padres, los Sacerdotes miembros de la Secretaría General, los colaboradores, los oyentes y los asistentes), como clausura de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos sobre el tema Jesucristo, viviente en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa.

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

En el transcurso del Sagrado Rito, después de la proclamación del Evangelio, Juan Pablo II ha pronunciado la siguiente homilía

(EMBARGO HASTA EL MOMENTO EN QUE SE PRONUNCIA).

Venerables Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,

Queridísimos Hermanos y Hermanas,

1. Con esta solemne Celebración Eucarística se concluye la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. A Ti, Padre omnipotente, por Ti, Hijo Redentor, en Ti, Espíritu Santo, hoy damos gracias. Expresamos nuestro agradecimiento también por la serie de Asambleas sinodales continentales, a través de las cuales la Iglesia ha llevado a cabo estos años una amplia reflexión en el umbral del Gran Jubileo de los Dos mil años de la venida de Cristo al mundo.

Motivo de renovada gratitud a la divina Providencia es la misma oportunidad que se nos ha brindado de encontrarnos, escucharnos, confrontarnos: de este modo nos hemos conocido y edificado mutuamente de forma más profunda, sobre todo gracias a los testimonios de aquellos que bajo los pasados regímenes totalitarios, soportaron por la fe duras y prolongadas persecuciones.

Con espíritu agradecido hacia cada uno de vosotros, venerables Hermanos en el Episcopado, que he encontrado casi todos los días durante estas semanas de intenso trabajo, hago mías las palabras del Salmista: «Pero ellos dicen a los santos de la tierra: "¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!"» (Sal 16, 3). Gracias de corazón por el tiempo y las energías que habéis dedicado generosamente por el bien de la Iglesia peregrina en Europa.

Quiero reservar una palabra especial de agradecimiento a todos aquellos que han colaborado en el desarrollo del Sínodo, prestando su ayuda a los Padres Sinodales; el pensamiento se dirige, especialmente, al Secretario General y a todos sus colaboradores, a los Presidentes delegados y al Relator general. Expreso mi sincero reconocimiento también a cuantos han contribuido al buen resultado de este importante evento eclesial.

2. «Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos» (Hch 4, 10).

En los albores de la Iglesia resonó en Jerusalén esta firme palabra de Pedro: era el kerygma, el anuncio cristiano de la salvación, destinado por deseo del mismo Cristo a cada hombre y a todos los pueblos de la tierra.

Después de veinte siglos, la Iglesia se presenta en el umbral del tercer milenio con este mismo anuncio, que constituye su único tesoro: Jesucristo es el Señor; en Él y en ningún otro está la salvación (cfr. Hch 4, 12); Él es el mismo ayer, hoy y siempre (cfr. Hb 13, 8).

Es el grito que resonó en el pecho de los discípulos de Emaús, que regresan a Jerusalén tras su encuentro con el Resucitado. Han escuchado su palabra ardiente y lo han reconocido cuando partía el pan. Esta Asamblea sinodal, la segunda para Europa, situada de forma oportuna bajo la imagen bíblica de los discípulos de Emaús, se cierra con el signo del testimonio alegre que emana de la experiencia de Cristo, viviente en su Iglesia. La fuente de esperanza, para Europa y para el mundo entero, es Cristo, el Verbo hecho carne, el único mediador entre Dios y el hombre. Y la Iglesia es el canal a través del cual pasa y se difunde la onda de gracia que fluye del Corazón traspasado del Redentor.

3. «Creéis en Dios: creed también en mí... Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto» (Jn 14, 1.7). Con estas palabras el Señor conforta nuestra esperanza y nos invita a dirigir la mirada hacia el Padre celestial.

En este año, el último del siglo y del milenio, la Iglesia hace suya la invocación de los discípulos: «Señor, muéstranos al Padre» (Jn 14, 8) y recibe de Cristo la respuesta confortadora: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre... yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14, 9-10). Cristo es la fuente de la vida y de la esperanza, porque en Él «reside toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). En la experiencia humana de Jesús de Nazaret, lo Trascendente ha entrado en la historia, lo Eterno en el tiempo, lo Absoluto en la precariedad de la condición humana.

Por lo tanto, con firme convicción, la Iglesia repite a los hombres y a las mujeres del Dos Mil, y, en especial, a los que viven inmersos en el relativismo y en el materialismo: ¡acoged a Cristo en vuestra existencia! Quien lo encuentra conoce la Verdad, descubre la Vida, halla el Camino que a ella conduce (cfr. Jn 14, 6; Sal 16, 11). Cristo es el futuro del hombre: «porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 4, 12).

4. Este anuncio de esperanza, esta Buena Noticia es el corazón de la evangelización. Ésta es antigua en lo que concierne a su núcleo esencial, pero nueva en lo relativo al método y a las formas de expresión apostólica y misionera. Vosotros, venerables Hermanos, durante los trabajos de la Asamblea que hoy se concluye, habéis acogido la llamada que el Espíritu dirige a las Iglesias de Europa para comprometerlas frente a los nuevos desafíos. No habéis tenido miedo de mirar con ojos abiertos la realidad del Continente, evidenciando tanto sus luces como sus sombras. Es más, frente a los problemas actuales, habéis dado orientaciones útiles para que el rostro de Cristo sea cada vez más visible a través de un anuncio más incisivo, corroborado por un testimonio coherente.

En este sentido, luz y consolación nos llegan de los Santos y Santas que llenan la historia del continente europeo. El pensamiento se dirige, en primer lugar, a las santas Edith Stein, Brígida de Suecia y Catalina de Siena a las cuales he proclamado Copatronas de Europa, poniéndolas al lado de los santos Benito, Cirilo y Metodio al inicio de esta Asamblea Sinodal. Pero, ¿cómo no pensar en los innumerables hijos de la Iglesia que, durante estos dos milenios, han vivido en la sombra de la vida familiar, profesional y social una santidad no menos generosa y auténtica? Y ¿cómo no rendir homenaje a la gran cantidad de confesores de la fe y a los muchos mártires de este último siglo? Todos ellos, como "piedras vivas" unidas a Cristo "piedra angu lar", han construido Europa como edificio espiritual y moral, dejando a sus descendientes la herencia más valiosa.

Nuestro Señor Jesucristo lo había prometido: «El que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre» (Jn 14, 12). Los Santos son la prueba viviente del cumplimiento de esta promesa, animándonos a creer que ello es posible también en los momentos más difíciles de la historia.

5. Si dirigimos la mirada hacia los siglos pasados, tenemos que dar gracias al Señor, pues el Cristianismo ha sido en nuestro Continente un factor primario de unidad entre los pueblos y las culturas, y de promoción integral del hombre y sus derechos.

Si ha habido comportamientos y elecciones que, desgraciadamente, han ido en sentido contrario entonces, en este momento en el que nos preparamos a atravesar la Puerta Santa del Gran Jubileo (cfr. Incarnationis mysterium, 11), sentimos la necesidad de reconocer humildemente nuestras responsabilidades. Se pide a todos los cristianos esta necesaria concienciación para que, más unidos y reconciliados, y con la ayuda de Dios, puedan acelerar la venida de Su Reino.

Se trata de una cooperación fraterna, más urgente aún en el periodo que estamos atravesando, caracterizado por una nueva fase en el proceso de integración europea y por una fuerte evolución a nivel multiétnico y multicultural. A este respecto, hago mías las palabras del Mensaje final del Sínodo deseando con vosotros, venerables Hermanos, que Europa sepa garantizar, con fidelidad creadora a su tradición humanística y cristiana, la primacía de los valores éticos y espirituales. Es éste un deseo que «nace de la firme convicción de que no hay unidad verdadera y fecunda para Europa si no está construida sobre sus fundamentos espirituales».

6. Oremos por ello durante esta celebración. Invitados por el Salmo responsorial, repitamos: «Muéstranos, Señor, el camino de la vida» (Rit. al Salmo resp.). En cada momento de la vida, Señor, muéstranos el camino que debemos recorrer.

Estas palabras asoman a los labios del creyente, especialmente ahora que la Segunda Asamblea Especial para Europa está llegando a su fin: Sólo Tu, Señor, puedes indicarnos el camino que hay que seguir para ofrecer a nuestros hermanos y hermanas de Europa la esperanza que no defrauda. Y nosotros, Señor, te seguiremos dócilmente.

La tradición iconográfica del Oriente cristiano nos ayuda en nuestra oración, ofreciéndonos un modelo de referencia elocuente: es el icono de la Virgen Hodigitria «que muestra el camino». La Madre indica con la mano al Hijo que lleva en brazos, recordando a los cristianos de todas las épocas y lugares que Cristo es el camino a seguir. Por su parte, la Iglesia, al reflejarse en el icono, ve en María, por así decirlo, tanto a sí misma como su misión: indicar Cristo al mundo, único camino que lleva a la Vida.

¡María, Madre solícita de la Iglesia, ven a nuestro encuentro y muéstranos a tu Hijo! Sentimos que la Virgen responde a nuestra confiada imploración indicándonos a Jesús y diciéndonos, como a los siervos de las bodas de Caná: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5).

Con la mirada fija en Cristo volved, queridísimos Hermanos y Hermanas, a vuestras Comunidades, fortalecidos por la seguridad de que Él vive en la Iglesia, fuente de esperanza para Europa.

Amen.

[00237-04.04] [NNNNN] [Texto original: italiano]


COMIDA FRATERNA CON EL SANTO PADRE