Proposiciones al Papa aprobadas por el Sínodo (1 a 5)

Comunión eclesial y reconciliación


 

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 26 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la traducción al español de las Proposiciones 1 a 5 (versión no oficial), de la reciente II Asamblea Extraordinaria para África del Sínodo de los Obispos --cuyo texto oficial está en latín--, objeto de voto personal por parte de los padres sinodales, presentadas al Papa Benedicto XVI.

El texto oficial en latín, por su naturaleza, es reservado y no será publicado, para respetar el carácter consultivo de la asamblea sinodal. Este texto, como su nombre indica, tiene carácter propositivo.

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INTRODUCTIO

 

Proposición 1

Documentos que se presentan al Sumo Pontífice

Los Padres Sinodales presentan a la consideración del Sumo Pontífice los documentos sobre “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz. Vosotros sois la sal de la tierra... vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13.14) relativos a este sínodo. Esta documentación comprende: los “Lineamenta”, es “Instrumentum laboris”, las Relaciones “ante” y “post disceptationem” y los textos de las intervenciones, tanto los presentads en el Aula como los “in-scriptis”, las Relaciones de los Círculos Menores y sus discusiones – sobre todo algunas propuestas específicas, que los Padres han considerado de fundamental importancia.

Los mismos Padres piden humildemente al Santo Padre que valore la oportunidad de ofrecer un documento sobre la Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz.

 

I - ECCLESIA IN SYNODO

 

Proposición 2

El Sínodo de un nuevo Pentecostés

Si la Primera Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos fue llamada “sínodo de la resurrección y de la esperanza” (EIA, 13), los Padres sinodales, en comunión con el Santo Padre el Papa Benedicto XVI, ven esta segunda Asamblea Especial como el sínodo de un “nuevo Pentecostés”.

Agradecidos a Dios, dan las gracias al Santo Padre por la providencial decisión de convocar este sínodo. Los Padres sinodales están contentos de atestiguar el carácter universal de una asamblea sinodal en presencia del Santo Padre, y también de sus más estrechos colaboradores y representantes de la Iglesia de los demás continentes.

Rezan para que el Espíritu de Pentecostés renueve nuestra dedicación apostólica a trabajar para que la reconciliación, la justicia y la paz y la humanidad en general prevalezcan en África y en el resto del mundo, y para que no suceda que los inmensos problemas que pesan sobre África nos superen, y para que seamos “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

Que este ejercicio de comunión eclesial y responsabilidad colegial inspire otras estructuras y formas de ministerio de cooperación en la Iglesia – Familia de Dios.

 

Proposición 3

Comunión eclesial

Por su naturaleza íntima, la Iglesia es una comunión que comporta una solidaridad pastoral orgánica. Los obispos, en comunión con el Obispo de Roma, son los principales promotores de comunión y colaboración en el apostolado de la Iglesia, en el que participan los sacerdotes, los diáconos, las personas consagradas y los fieles laicos. Esta comunión de la Iglesia aparece particularmente en la colegialidad efectiva y afectiva entre los obispos en sus provincias eclesiásticas y a nivel nacional, regional, continental e internacional.

Por esto el Sínodo recomienda que los obispos, los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y los laicos refuercen ulteriormente su cooperación a nivel diocesano, nacional, continental e intercontinental. Anima también a una ulterior y continua cooperación entre el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) y la Confederación de las Conferencias de los Superiores/as Mayores de África y Madagascar (COSMAM).

De esta forma la Iglesia se convierte en un signo más eficaz y promotora de reconciliación, justicia y paz.

 

Proposición 4

Comunión eclesial a nivel regional y continental

Los Padres sinodales dan gracias a Dios por el trabajo desarrollado desde el SECAM/SCEAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar), en los pasados cuarenta años de su existencia (1969-2009) como primera instancia de comunión eclesial a nivel continental.

Desean que, conservando el Espíritu de Pentecostés, las Conferencias Episcopales nacionales y la Asamblea de la Jerarquía Católica de Egipto renueven su adhesión al SECAM/SCEAM con el fin de asegurar un ministerio pastoral más fructífero en África, con especial referencia a la reconciliación, a la justicia y a la paz.

Por ello animan a los obispos de África a reavivar las estructuras de la comunión eclesial, especialmente la COSMAM (Confederación de las Conferencias de los Superiores/as Mayores de África y Madagascar) y promover otras como:

-un consejo continental para el clero;

-un consejo continental para los laicos y

-un consejo continental para las mujeres católicas.

Piden al SECAM/SCEAM que explore y elabore formas e instrumentos para asegurar una colaboración fructífera en dichas estructuras.

 

II - SYNODALIA THEMATA

 

A) Reconciliatio

 

Proposición 5

El sacramento de la reconciliación

La gracia de Dios crea en nosotros un corazón nuevo y nos reconcilia con él y con los demás. Es esencial para la “reconciliación” el sacramento de la reconciliación, que se debe celebrar según las normas canónicas y en el espíritu de la Exhortación Apostólica post-sinodal Reconciliatio et Poenitentia. Se trata de restituir toda su importancia a la celebración del sacramento de la penitencia en su doble dimensión, individual y comunitaria.

La reconciliación en el plano social favorece la paz. Tras un conflicto la reconciliación reconstruye la unidad de los corazones y la vida en común. En virtud de la reconciliación, naciones durante mucho tiempo beligerantes han reencontrado la paz, ciudadanos devastados por la guerra civil han reconstruido la unidad; personas o comunidades que piden y ofrecen perdón han purificado su memoria; familias divididas vuelven a vivir otra vez en armonía. La reconciliación supera las crisis, restituye dignidad al pueblo y abre el camino al desarrollo y a la duración de la paz en el pueblo a todos los niveles.

Los Padres sinodales lanzan de corazón un llamamiento a todos aquellos que están en guerra en África y hacen sufrir mucho a su pueblo: “cesad las hostilidades y reconciliaos”.

Ellos piden a todos los ciudadanos y los gobiernos de África que reconozcan su fraternidad y promuevan iniciativas de todo tipo que podrían alentar la reconciliación y reforzarla establemente a todos los niveles de la sociedad.

Invitan a la comunidad internacional a que rechace con fuerza los intentos de desestabilizar el continente africano y que provocan constantemente conflictos.

Proponen que las naciones africanas celebren cada año el Día de la reconciliación.


 

Proposición 6

La forma no sacramental de la celebración de la reconciliación

Se favorezca prudentemente también la forma no sacramental de la celebración de la penitencia, de manera tal que revele el carácter eclesial de la penitencia y de la reconciliación. Esto permitirá a las comunidades dispersas, sin sacerdote, vivir un camino real de penitencia y de reconciliación. Permitirá a aquellos cristianos, privados de los sacramentos a causa de su propia condición personal, insertarse en un camino penitencial en la Iglesia. Al inicio de algunos tiempos litúrgicos como el Adviento y la Cuaresma, puede servir también a esas comunidades que tienen un sacerdote, como etapa hacia una recepción más fructífera del sacramento (cf. Reconciliatio et Poenitentia, 37).

Se recuerde a las Conferencias Episcopales que a ellas corresponde “adaptar este Ritual de la Penitencia a las necesidades de cada región” (Reconciliatio et Poenitentia, 38), y a los obispos diocesanos, que a ellos toca “regular la disciplina de la penitencia en su diócesis” (Reconciliatio et Poenitentia, 39).

 

Proposición 7

Inculturación del sacramento de la reconciliación

Un gran número de cristianos en África muestran una actitud ambigua frente a la conducta de cara a la reconciliación. Éstos adoptan un comportamiento de respeto escrupuloso de los ritos ancestrales de reconciliación, pero conceden poca importancia al sacramento de la penitencia.

Se confirma por tanto como necesario efectuar un estudio serio y profundo de los ritos tradicionales africanos de reconciliación, por ejemplo la reconciliación verbal (en el que un grupo de sabios llevan a cabo un arbitraje público de los casos judiciales), y la resolución de conflictos a través de un “grupo de mediadores”. Organismo similares pueden ser creados dentro de las Comisiones “Justicia y Paz”, para ayudar a los cristianos a realizar una conversión profunda en las celebraciones del sacramento de la reconciliación.

La gracia del sacramento de la penitencia celebrado con fe es suficiente para reconciliarnos con Dios y con el prójimo y no requiere ningún rito tradicional de reconciliación.

 

Proposición 8

Praxis pastoral de reconciliación

Para favorecer el desarrollo de una cultura de la reconciliación, las Iglesias locales podrán elegir entre las siguientes iniciativas:

1. una Jornada o una Semana de Reconciliación al año, especialmente en Adviento y Cuaresma, o un Año de Reconciliación a nivel continental, para pedir especial perdón a Dios por todos los males y heridas con que nos afligimos mutuamente, y para reconciliar a personas y grupos ofendidos en la Iglesia y en la sociedad. Se pueden organizar actos comunitarios de reconciliación y de perdón; y

2. un Año jubilar extraordinario durante el cual la Iglesia en África y en las Islas adyacentes agradece a Dios con la Iglesia universal y reza por el don del Espíritu Santo. Este periodo de reconciliación debe distinguirse por los siguientes elementos:

a. una conversión personal con la confesión sacramental y la absolución individual;

b. un Congreso Eucarístico continental;

c. la celebración de ritos penitenciales durante los cuales los participantes se perdonen mutuamente;

d. la renovación de las promesas bautismales, durante la cual nuestro ser discípulos de Jesús supera todas las formas de sometimiento al clan o a un partido político; y

e. una vida eucarística renovada.

 

Proposición 9

La espiritualidad de la reconciliación

“En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo” (2 Cor 5, 19-20). Reconciliación implica un modo de vida (espiritualidad) y una misión. Para llevar a cabo una espiritualidad de reconciliación, justicia y paz, la Iglesia necesita testigos arraigados profundamente en Cristo, nutridos de su Palabra y de los sacramentos. Así, estos podrán esforzarse hacia la santidad, sobre la base de una conversión permanente y de una intensa vida de oración, y entregarse a la tarea de la reconciliación, la justicia y la paz en el mundo, hasta el martirio, a ejemplo de Cristo. Con su valor en la verdad, con su abnegación y con su alegría, estos ofrecen un testimonio profético en un modo de vida coherente con la propia fe. María, la Madre de la Iglesia-Familia de Dios, que acogió voluntariamente la Palabra de Dios, escuchó las necesidades humanas y fue mediadora compasiva, será modelo de esto.

Los Padres sinodales recomiendan:

- que se preserve la memoria de los grandes testigos que dieron su vida al servicio del Evangelio, y que promovieron el bien común y defendieron la verdad y los derechos humanos, y que sean conmemorados fielmente;

- que los miembros de la Igelsia desarrollen un sentido de responsabilidad hacia sus propias acciones y una continua “metanoia”, que pueda celebrarse regularmente en el sacramento de la reconciliación;

y

- que la celebración y adoración de la Eucaristía, la oración y meditación sobre la Palabra de Dios, constituyan profundamente a la Iglesia-Familia de Dios en el Señor y le den la fuerza de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

 

Proposición 10

Dialogo ecuménico

En el servicio a la reconciliación, a la justicia y a la paz en el continente y en unión con la Iglesia universal, la Iglesia en África renueva su propio compromiso con el diálogo y la colaboración ecuménica. Una cristiandad dividida es un escándalo, porque contradice la voluntad del Maestro divino, que rezó para que sus seguidores pudiesen ser una sola cosa (cf. Jn 17, 21). Por ello el objetivo del diálogo ecuménico está tanto en dar testimonio de la comunión de los fieles en Cristo, como en proceder hacia la unidad cristiana con aquellos con quienes compartimos la misma fe, a través de la escucha de la Palabra de Dios y la colaboración en el servicio a los hermanos y hermanas “en un solo Señor… un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos…” (Ef 4, 5-6). En consecuencia el Sínodo alaba los esfuerzos del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, para iniciar y mantener el diálogo con las demás Iglesias y comunidades eclesiales.

El Sínodo es consciente de que, aunque la unidad de los cristianos no sea aún una realidad, cristianos en distintos países africanos se han reunido en varias asociaciones (como la Asociación Cristiana de Nigeria, el Consejo Cristiano de Liberia, etc.) para promover obras comunes de caridad y para salvaguardar los intereses de los cristianos en los modernos estados pluralistas. El Sínodo alaba estos esfuerzos y los recomienda en otros países, donde estas asociaciones pueden servir a la causa de la paz y de la reconciliación.

Además, el Sínodo invita a la Iglesia en cada diócesis o región a asegurarse de que la semana dedicada a la oración por la unidad de los cristianos esté marcada por oraciones y actividades comunes que promuevan la unidad de los cristianos “para que todos sean una sola cosa” (Jn 17, 21).

 

Proposición 11

Diálogo interreligioso

La paz en África, como en otras partes del mundo, está ampliamente condicionada por las relaciones entre las religiones. Por eso, la promoción del valor del diálogo es importante para que los creyentes trabajen en las asociaciones dedicadas a la paz y la justicia, en un mutuo espíritu de confianza y apoyo, y que se enseñen a las familias los valores de la escucha paciente y del respeto recíproco sin miedo.

El diálogo con las demás religiones, especialmente el Islam y la religión tradicional africana, es parte integrante de la predicación del Evangelio y de la actividad pastoral de la Iglesia en nombre de la reconciliación y de la paz. En consecuencia la iniciativa del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso de emprender el diálogo con las distintas religiones no cristianas es altamente recomendado.

Con todo, dado que la religión está constantemente politizada y se convierte en causa de conflictos, se requiere con urgencia el diálogo religioso con el Islam y la religión tradicional africana a todos los niveles. Este diálogo será auténtico y productivo en la medida en que cada religión se mueva desde lo profundo de su propia fe y encuentre a la otra en verdad y en apertura.

Los Padres Sinodales piden que disminuyan la intolerancia y la violencia religiosa y que se eliminen por medio del diálogo interreligioso. El importante acontecimiento ecuménico e interreligioso de Asís (1986) nos proporciona un modelo a seguir.

 

Proposición 12

Islam

Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia-Familia de Dios “mira también con estima a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra Aetate, 3).

Para servir a la reconciliación, la justicia y la paz, se debe superar cualquier forma de discriminación, de intolerancia y de fundamentalismo religioso. En lo que respecta a la libertad religiosa, el derecho al culto debe ser subrayado.

En las relaciones con los musulmanes, debemos:

- dar la prioridad al diálogo de la vida y al acuerdo en los contenidos sociales y en la reconciliación;

- tomar en consideración la variedad de situaciones y experiencias;

- confrontar con honradez nuestros malentendidos y dificultades;

- proporcionar mejores informaciones sobre el Islam en la formación de los sacerdotes, hombres y mujeres religiosos, y fieles laicos; y

- emprender iniciativas que promuevan el respeto, la amistad, la colaboración y la reciprocidad.

 

Proposición 13

La Religión Tradicional Africana (RTA)

Dado que la Iglesia-Familia de Dios en África sigue viviendo codo con codo con los seguidores de la religión tradicional africana, los padres Sinodales han recordado el sabio consejo del Vaticano II (Nostra aetate) que considera a la religión tradicional africana y las demás religiones en esta perspectiva: “Desde los tiempos antiguos hasta hoy en los diversos pueblos se encuentra una cierta sensibilidad a esa fuerza arcana que está presente en el curso de las cosas y sobre los acontecimientos de la vida humana…” (2).

La gente bien informada, que se ha convertido desde la religión tradicional africana, puede guiar a la Iglesia a un cada vez mayor y más preciso conocimiento de las culturas y las religiones africanas, haciendo más fácilmente discernimiento de los verdaderos puntos de oposición. Esto ayudará a la necesaria distinción que debe hacerse entre lo cultural y lo religioso, y especialmente entre lo cultural y esas perniciosas prácticas de brujería que causan la ruptura y la ruina de nuestras familias y sociedades.

Por tanto, siguiendo al Concilio Vaticano II, los Padres Sinodales no rechazan nada de cuanto “es verdadero y santo en estas religiones… [La Iglesia por eso exhorta a sus hijos para que, con prudencia y caridad, por medio del diálogo y de la colaboración con los seguidores de las demás religiones, siempre dando testimonio de la fe y de la vida cristiana, reconozcan, conserven y hagan conocer los valores espirituales, morales y socioculturales que se encuentran en ellas” (2).

Por tanto, este Sínodo propone que:

- la religión tradicional africana y las culturas sean sometidas a una cualificada y completa investigación científica en las Universidades Católicas de África y en las facultades de las Universidades Pontificias romanas a la luz de la Palabra de Dios;

- los obispos, en sus diócesis, deberían emprender una enérgica acción pastoral contra todos aquellos que están implicados en la brujería y decidir qué medidas disciplinares son necesarias; y

- cada obispo debería nombrar un exorcista, donde no lo haya.

Respecto a la brujería y a los cultos,

- la Iglesia local se debe basar en una confrontación equilibrada que estudie este fenómeno a la luz de la fe y de la razón, para liberar a los africanos de esta plaga; y

- un equipo pastoral diocesano multidisciplinar debe preparar un programa pastoral basado en la racionalidad, sobre la redención y la reconciliación.

 

B) IUSTITIA

 

Proposición 14

Justicia

“La Iglesia... atestigua al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad y su vocación a la comunión de las personas; le enseña las exigencias de la justicia y de la paz, conforme a la sabiduría divina” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2419). Con todo en el estado actual de la pecaminosidad humana y de los corazones heridos, el Antiguo Testamento está seguro en su convicción de que la justicia no puede llegar a la persona humana a través de sus propias fuerzas, sino que es un don de Dios. El Nuevo Testamento desarrolla esta visión, haciendo de la justicia la revelación suprema de la gracia salvífica de Dios. Así la justicia es, ante todo y sobre todo, un don de Dios. Es Dios quien nos justifica a través de Cristo. Esto significa que es Dios quien hace al pecador digno de la relación de comunión y de alianza con Dios y capacita a cada uno a hacer justicia (cf. Relatio post disceptationem).

En realidad el fruto de la reconciliación con Dios y la humanidad está dentro de la misma familia humana, es la recuperación de la justicia y de las justas exigencias de relación. Es por esto que Dios justifica al pecador no teniendo en cuenta sus pecados. O bien uno justifica a aquel que ofendo perdonando sus errores. Ya que Dios nos ha justificado perdonando nuestros pecados reconciliándonos con él, también nosotros podemos instituir relaciones y estructuras justas entre nosotros mismos y en nuestras sociedades, perdonando y no tomando en cuenta los errores de los demás en virtud del amor y la misericordia. ¿Cómo podemos vivir en comunidad y en comunión?

En consecuencia, reunidos en Sínodo los obispos de la Iglesia-Familia de Dios en África, unidos a los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, se comprometen:

- a buscar en la oración la justicia / justificación de Dios a cuya luz somos capaces de justificar a los demás con amor y misericordia; y

- a ser artífices de estructuras justas en nuestras sociedades a la luz de la justicia que viene de Dios.

 

Proposición 15

Seguridad en la sociedad

El Sínodo se dirige a todos los miembros de la Iglesia en África, para que promuevan la justicia para todos y el respeto de los derechos humanos a través de la educación cívica, y construyendo una cultura de justicia y de paz. Para realizar esto, las diócesis y las parroquias deberían instituir comisiones para la Justicia y la Paz en colaboración con los jefes de las comunidades locales que pueden actuar de intermediarios.

La actual movilización de las naciones africanas para la reducción de la pobreza y la consecución de una paz duradera ofrece grandes esperanzas. Es por esto que el Sínodo recomienda, por amor a la justicia, el bien común y el bienestar de los pueblos.

El Sínodo hace un llamamiento a los gobiernos para que, desde una justa distribución de los frutos del desarrollo, provean a la seguridad de la sociedad y a las necesidades esenciales de la vida de los más vulnerables.

El Sínodo recuerda a nuestros gobiernos africanos esta realidad y les llama a que promuevan la seguridad de la vida y de la propiedad. La vida es sagrada y debe ser protegida en la seguridad. Los gobiernos deberían poner en marcha un sistema para detener los asesinatos, los secuestros etc. en el continente. La inseguridad de la vida y de la propiedad y la falta del buen orden acrecienta la emigración y la fuga de cerebros, y en consecuencia aumenta la pobreza.

 

Proposición 16

Fuga de cerebros

Los países y las familias africanas invierten grandes sumas de dinero para formar profesionales para contribuir a mejorar las condiciones de vida de la gente. Por desgracia muchos de ellos abandonan el país nada más terminar la especialización con la esperanza de encontrar mejores condiciones de trabajo y de remuneración.

El Sínodo propone:

- que los países africanos tomen medidas urgentes para mejorar las condiciones de vida y de trabajo en el continente para prevenir la “fuga de cerebros”, de modo que las personas no dejen su país para ser absorbidas en las sociedades desarrolladas;

- que los profesionales ejerzan un sentido de sacrificio y de servicio hacia su propia gente, a cuyas expensas han sido formados; y

- que los países desarrollados apoyen a África al afrontar este problema, desarrollando centros de excelencia académica para que respondan a las necesidades de un desarrollo integral de las sociedades.

 

Proposición 17

La justicia social y la eliminación de la pobreza

Los Padres Sinodales hacen un llamamiento a una economía al servicio de los pobres y ha denunciado fuertemente un orden económico injusto que ha llevado a perdurar la pobreza.

Por tanto nosotros proponemos que:

1. la Iglesia-Familia de Dios en África se dedique al servicio de los pobres, huérfanos y excluidos a imitación de la vida de la Iglesia primitiva;

2. como la Iglesia primitiva, la Iglesia en África y en las Islas debe desarrollar un sistema interno para responder a sus propias necesidades. A propósito de situaciones de emergencia (catástrofes y desastres) es obligatorio instaurar relaciones de solidaridad entre las diversas diócesis y dentro de las mismas Conferencias Episcopales. Por este motivo es urgente establecer un fondo de solidaridad a nivel continental a través de la red Cáritas. Al mismo tiempo la Iglesia debería esforzarse en promover e inculcar una concepción integral del trabajo como expresión de gratuidad y solidaridad. De esta forma el talento humano será reconocido como necesario para el bien de todos;

3. que los políticos adopten las medidas adecuadas (acceso a la tierra, al agua, infraestructuras, etc.) para remediar la pobreza y para desarrollar políticas que garanticen la autosuficiencia alimentaria y programas educativos que estén orientados a la producción;

4. que se propugne la ulterior cancelación de la deuda en condiciones favorables y la eliminación de la práctica de la usura;

5. los gobiernos africanos deben ser más prudentes en el acceso a subsidios y préstamos, de forma que no traigan al pueblo ulteriores deudas;

6. África debe implicarse activamente como socio importante en los procesos de tomas de decisiones sobre el comercio internacional y sobre las cuestiones socio-económicas que le conciernen;

7. y los esfuerzos arriba mencionados deben estar inspirados y regulados por valores humanos auténticos de promoción integral y de desarrollo humano.

 

Proposición 18

La doctrina social de la Iglesia

La misión evangelizadora de la Iglesia-Familia de Dios en África se alimenta de materiales de distintas fuentes, la más importante de las cuales en absoluto es la Escritura, la Palabra de Dios. Pero, como se observó en el Sínodo (Relatio ante disceptationem, 6), la conducta y el carácter del ministerio de la Iglesia se ponen de relieve en muchos “acontecimientos y materiales de apoyo”, “subsidia fidei”, como el “Compendio de la Doctrina social de la Iglesia”, una guía muy exhaustiva sobre la misión y sobre la realización de la Iglesia como “maestra” y “levadura”, en el mundo y en su orden social.

En consecuencia, los Padres Sinodales, reconociendo la utilidad del “Compendio” en la tarea de la evangelización del continente y de sus Islas, proponen que cada Conferencia Episcopal nacional y regional:

- revise todos sus materiales catequéticos a todos los niveles (niños, jóvenes, parejas jóvenes, familias) para incluir los elementos de la doctrina social de la Iglesia y traducir el “Compendio” en las lenguas locales;

- exija que la doctrina social de la Iglesia se haga obligatoria en toda la educación de los seminarios y en los programas de formación permanente de los sacerdotes, hombres y mujeres religiosos y en la formación de los laicos al servicio de la Iglesia y de la sociedad;

- reúna, allí donde aún no existen, los mensajes y las cartas pastorales relativas a su enseñanza social;

- cree un grupo de investigadores para redactar el programa de un curso para la enseñanza y la comunicación de los valores sociales y cristianos, de modo que el programa, así concebido, sea enseñado desde la escuela primaria hasta la universidad; y

- haga conocer y amar el Evangelio y los valores africanos de la solidaridad, de la generosidad y del bien común.

 

Proposición 19

Educación

Los Padres Sinodales manifiestan interés por la educación, idea que a menudo es expresada por el Santo Padre Benedicto XVI. Como en otros lugares alrededor del mundo, África está experimentando la crisis de la educación. Un programa educativo completo e integrado es necesario para unir fe y razón a través del cual el fiel se prepare adecuadamente para afrontar todas las circunstancias de la vida y evitar que se vean abocados a regularse con criterios dualistas y relativistas en sus decisiones cotidianas. La educación no puede ser simplemente reducida a academia, sino que debería inculcar en la juventud el sentido profundo de la vida. La familia debe ser reconocida como primer lugar de educación y por esto asistida en esta misión. Los Padres Sinodales, por ello, insisten en la prioridad de la educación y defienden el derecho del ciudadano al trabajo educativo, que no debe ser monopolio del Estado.

Allí donde las Iglesias han instituido escuelas encaminadas a colaborar con el Estado para promover la educación, es necesario que el derecho de las Iglesias a mantener las escuelas sea respetado. Sería también deseable que el Estado estableciera una colaboración con la Iglesia en el campo educativo, apoyando las escuelas.

 

Proposición 20

Protocolo de Maputo

Los Padres Sinodales conocen los aspectos problemáticos del Protocolo de Maputo sobre las mujeres y la vida, por ejemplo en lo tocante a la salud reproductiva. Pero sobre todo consideran inaceptable la promoción del aborto en el artículo 14,2/c: “proteger los derechos reproductivos de las mujeres autorizando el aborto clínicamente asistido en los casos de violencia sexual, estupro, incesto, y cuando llevar adelante el embarazo comprometería la salud mental y física de la mujer o del feto”.

Según la enseñanza de la Iglesia, el aborto es contrario a la voluntad de Dios. Además este artículo está en contradicción con los derechos humanos y con el derecho a la vida. Banaliza la seriedad del crimen del aborto y minusvalora el papel de la maternidad. La Iglesia condena esta postura sobre el aborto, proclamando que por valor y dignidad la vida humana debe ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural.

Los Padres sinodales invitan a la Iglesia en África y en sus Islas a dedicarse a usar los medios y las estructuras necesarias para acompañar a las mujeres y parejas tentadas de abortar. Además alaban el valor de los gobiernos que combaten el aborto en sus legislaciones.

 

FALTAN DE LA 21 A LA 36

 

Proposición 37

Los laicos

Los fieles laicos de Cristo comparten su triple misión de sacerdote, profeta y rey, porque son miembros del Pueblo de Dios. Están por tanto llamados a vivir su vocación y misión a todos los niveles de la sociedad, especialmente en la esfera socio-política, en la socio-económica y en la socio-cultural. De esta forma estos se convierten en “sal de la tierra” y “luz del mundo”, sirviendo a la justicia y la paz en estos ámbitos de la sociedad.

En consecuencia, la Iglesia debe equiparles con una catequesis inicial y permanente para la conversión del corazón, apoyada por una adecuada formación espiritual, bíblica, doctrinal y moral, para crear una conciencia civil de cristiano.

Con este propósito quizás uno de los instrumentos providenciales para el desarrollo de esta conversión y experiencia de fe son los nuevos movimientos eclesiales. Los movimientos y las comunidades de fe y de comunión son en la Iglesia “verdaderos laboratorios de fe”, espacios de formación y de enriquecimiento a través del Espíritu para una vida de testimonio y de misión. Así formados como discípulos del Señor, estos actuarán como levadura en el mundo.

La Iglesia debe cuidar especialmente a aquellos que están implicados en la guía de los asuntos políticos, económicos y culturales, planificando un programa de formación basado en la Palabra de Dios y en la doctrina social de la Iglesia (cfr. “Compendio”). Este programa debe comprender la formación para guiar a los demás de modo que se transforme la vida con la acción (prácticas formativas de guía a través de la acción).

Al mismo tiempo la Iglesia debe animar la formación de asociaciones y compañías laicales en los diferentes campos profesionales (médico, jurídico, parlamentario, académico, etc.) para asistirles en las respectivas actividades en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia. Debe también reforzar y sostener los Consejos para los Laicos ya existentes, asistiéndoles a todo nivel, proveyéndoles de capellanes.

Las Pequeñas Comunidades Cristianas / Comunidades Eclesiales Vivientes (SCC / CEV) deben colaborar en la formación del Pueblo de Dios y servir como lugar donde se viva concretamente la reconciliación, la justicia y la paz.

 

Proposición 38

La familia

Como institución, la familia tiene origen divino. Es el “santuario de la vida” y el núcleo de la sociedad y de la Iglesia. Es el lugar apropiado para aprender y practicar la cultura del perdón, de la paz, de la reconciliación y de la concordia.

A causa de su capital importancia y de las amenazas que afronta, especialmente la trivialización del aborto, el desprecio de la maternidad (embarazo), la distorsión de la noción del matrimonio y de la misma familia, la ideología del divorcio y una nueva ética relativista, la familia y la vida humana deben ser protegidas y defendidas.

Los Padres sinodales invitan a las iglesias locales a adoptar las siguientes medidas:

- dar a conocer la Carta de la Familia de la Santa Sede;

- una adecuada catequesis sobre la concepción cristiana de la familia;

- programas pastorales integrales que promuevan una vida de oración y escucha de la Palabra de Dios (lectio divina) en las familias;

- educación de las parejas a crecer en el amor conyugal y en la paternidad responsable, según la doctrina de la Iglesia;

- ofrecer apoyo pastoral a los padres en su responsabilidad como primeros educadores;

- acompañamiento espiritual de las parejas (p. e. a través de los Équipes Notre Dame; la Fraternidad de Caná, etc.); - considerar el servicio de los esposos cristianos como ministerio y poner esta dignidad como fundamento de la familia;

- celebraciones de jubileos de matrimonio (bodas de plata, de otro) con diplomas de honor;

- apoyo a las parejas jóvenes a través de parejas ejemplares bien conocidas;

- oferta de consulta matrimonial e institutos para la familia;

- educación y formación en los valores matrimoniales y familiares a través de los medios de comunicación (radio, televisión, etc.) y

- creación de asociaciones diocesanas y nacionales, apoyadas a nivel continental.

 

Proposición 39

Los sacerdotes

Cada sacerdote, configurado por la Ordenación a Cristo, Cabeza y Buen Pastor, está llamado a ser una imagen viva de Jesucristo, que vino a servir y no a ser servido (Mc 10,45).

En consecuencia los sacerdotes deben cultivar una profunda vida espiritual que comprenda la escucha de la Palabra de Dios, la celebración de la Eucaristía y la fidelidad a la oración, especialmente de las Horas.

Deben dedicarse de modo resuelto a una vida de comunidad evangélica y fraterna, protegidos de las presiones familiares, dedicados a una vida sobria de disciplina y de abnegación (Apostolica vivendi forma), y a un amor especial por los pobres. Deben ser ejemplos de una administración responsable y transparente. Deberían imitar a los profetas valientes frente a los males sociales. Se convierten así en “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

La vocación sacerdotal comprende también un compromiso en las virtudes evangélicas de pobreza, castidad y obediencia. Estas son su más grande profesión de amor por Cristo, por su Iglesia y por sus allegados. En consecuencia,los Padres sinodales recomiendan a todos los sacerdotes de rito latino a que vivan su celibato generosamente y con amor.

Según la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis (n. 29): “El celibato debe ser acogido por tanto como un don inestimable de Dios, como “estímulo de la caridad pastoral”, como singular participación en la paternidad de Dios y en la fecundidad de la Iglesia, como testimonio ante el mundo del Reino escatológico”.

Además el periodo de gracia del Año Sacerdotal invita a todos los sacerdotes a imitar el celo de san Juan María Vianney en el ministerio del sacramento de la penitencia.

En vista de todo esto y a causa de los ministerios que los sacerdotes ejercen en Cristo y en favor de los fieles cristianos, a veces en circunstancias muy difíciles, los Padre sinodales no cesan de dar gracias a Dios por ellos y de llevarles en la oración a Dios, para que les ayude. Pero los Padres sinodales desean también asegurar a sus sacerdotes una sólida formación permanente en las respectivas zonas de vida y de ministerio.

Les recomiendan para su propio mantenimiento y crecimiento espiritual:

- jornadas mensuales y anuales de retiro;

- vida regular de oración y de lectura bíblica;

- formación permanente especialmente para los sacerdotes jóvenes, que necesitan un acompañamiento afectuoso, que incluya la doctrina social de la Iglesias; y

- un aseguramiento general y medios para una vida digna de los sacerdotes enfermos y ancianos.

Además el Sínodo pide, para los sacerdotes que trabajan fuera de sus diócesis, que se llegue a un convenio entre la diócesis de origen y la de destino, que defina claramente las condiciones de vvida y trabajo y la duración de la misión. Además estos sacerdotes deben ser considerados plenamente pastores en toda justicia y caridad cristiana, e insertos plenamente en el presbiterio.

 

Proposición 40

Seminaristas

En la formación de los seminaristas es necesario un tratamiento integral de preparación al sacerdocio católico. Mientras es necesario sostener la importancia de una sólida formación intelectual, moral, espiritual y pastoral, el crecimiento humano y psicológico de cada candidato debería incluirse como elemento fundamental para el desarrollo de una vida auténticamente sacerdotal. Los formadores deben asegurar una renovación espiritual de los seminaristas, los cuales deben estar libres de condicionantes étnicos y culturales (cf. Rom 12), sino al contrario, deben ser “nuevos seres en Cristo” (2Cor 5, 17).

De esta forma nuestros futuros sacerdotes podrán estar arraigados más establemente en la comprensión de sus culturas y de sus virtudes evangélicas, y reforzados en su confianza y dedicación a la persona de Cristo y a la misión de la Iglesia por la reconciliación, la justicia y la paz.

El grupo académico del seminario y el grupo formativo especial trabajarán juntos con el fin de facilitar esta formación integral. Los seminaristas deben formarse en la vida de comunidad, de modo tal que la vida fraterna entre ellos será garantía para el futuro de una verdadera experiencia de sacerdocio como una “fraternidad estrictamente sacerdotal”.

En la selección y formación de los candidatos, el obispo y el grupo de formadores deben discernir atentamente la motivación y la actitud de los seminaristas para asegurarse de que quienes serán después ordenados sacerdotes serán verdaderos discípulos de Cristo y servidores de la Iglesia.

 

Proposición 41

Los diáconos permanentes

Este Sínodo ha identificado el servicio de reconciliación, justicia y paz como el aspecto urgente y la forma de la misión apostólica de la Iglesia-Familia de Dios en África y en sus islas. Haciendo esto, el Sínodo ha descrito también a diversos agentes de esta misión apostólica de la Iglesia, incluidos varios componentes del laicado, pero incluyendo también a los ministros ordenados, entre los cuales están los diáconos permanentes que “sirven a la reconciliación, la justicia y la paz” como ministros dedicados a Dios, a su amor misericordioso y a su Palabra. “Fortificados por la gracia sacramental... éstos sirven al pueblo de Dios en el diaconado litúrgico, de la palabra y de la caridad” (Lumen gentium, 29).

Por tanto, este Sínodo recomienda que estos siervos del Señor reciban una formación adecuada sobre todo en las ciencias sagradas y en la doctrina social de la Iglesia. Dado que el intento de todos los ejercicios espirituales es el descubrimiento de una forma mejor de servir, los Padres sinodales invitan a los diáconos a buscar y contemplar el rostro del Señor cotidianamente, para que éstos puedan descubrir un modo más creíble de servir a la reconciliación, la justicia y la paz.

 

Proposición 42

La vida consagrada

La Iglesia reconoce el inestimable valor de la vida consagrada, forma particular del discipulado de Cristo, que desempeña un papel fundamental en su vida y misión al servicio del Reino de Dios.

La Iglesia de forma particular aprecia el testimonio de la vida consagrada en la vida de oración y en la vida de comunidad, en la instrucción, en la sanidad, en la promoción humana y en el servicio pastoral.

El papel profético de las personas consagradas debe ser acentuado en el proceso de reconciliación, justicia y paz, y en el hecho de que a menudo estos están muy cercanos a las víctimas de la opresión, la represión, la discriminación, la violencia y los sufrimientos de todo tipo. En estrecha colaboración con el clero en el ministerio pastoral, la dignidad de las mujeres en la vida consagrada y su identidad y carisma religioso deben ser protegidos y promovidos. Los obispos deben asistir a los institutos religiosos jóvenes hacia la autosustentación.

La Iglesia espera mucho del testimonio de las comunidades religiosas, caracterizadas por diversidades raciales, regionales y étnicas. Con su vida en común proclaman que Dios no hace distinción entre las personas, y que todos somos sus hijos, miembros de la misma familia, viviendo en armonía aún en la diversidad, y en paz.

Para apoyar y animar la vida consagrada, los Padres sinodales recomiendan que:

- se haga un atento discernimiento de los candidatos (hermanos, hermanas y sacerdotes) en el curso de su formación;

- se les de una sólida formación humana, espiritual, intelectual (bíblica, teológica, moral) y profesional;

- permanezcan fieles a su vocación y carisma; y

- su formación inicial (postulantado y noviciado) se haga normalmente en África.

El Sínodo se alegra con la constitución de la Confederación de las Conferencias de los Superiores Mayores.

[Traducido del italiano por Inma Álvarez]