20 de julio
San Aurelio, obispo
Autor: P. Felipe Santos
Etimológicamente
significa “ brillante”. Viene de la lengua latina.
Nuestra mente retrocede hoy a la ciudad de Hipona, en el norte de Africa. Era el
año 392.
San Agustín, después de su conversión, fue ordenado obispo. Necesitaba de
alguien que le ayudase en su ingente labor apostólica. Ordenó de diácono a
Aurelio, que más tarde llegaría a ser el sucesor de san Agustín.
Para tu conocimiento te recordaré que la Iglesia de Africa era de las más
brillantes de su época. Había la no despreciable cifra de más de 500 obispos.
Esto da a entender el esplendor con que vivía la fe el pueblo africano de aquel
tiempo.
Durante el episcopado de san Aurelio hubo más de treinta concilios. La razón de
su convocación se debía a que algunos obispos no eran lo dignos que deberían
ser, ni su ejemplo era un modelo a seguir.
¿Qué ocurría?
Dos cosas fundamentales: la herejía de los donatistas y la de los pelagianos. Y
lo malo es que algunos monjes e incluso miembros del episcopado seguían estas
herejías. En el tratado o libro que escribió a los monjes se relata que algunos
de ellos traficaban con reliquias de mártires para ganarse pingües ganancias
económicas. Es más, a los fieles que iban a venerar las santas reliquias, les
exigían una limosna a cambio.
Su libro “El trabajo de los monjes” refleja la relajación a que llegaron algunos
que, en lugar de vivir la vida contemplativa, se convertían en verdaderos vagos
que no hacían nada.
Aurelio, ante estas situaciones de la Iglesia que regía con santidad de vida y
con un ejemplo admirable para todos, confiaba siempre en la bondad de Dios para
los que no actúan según los principios de la fe.
Así lo atestiguan san Fulgencio de Ruspe, otro obispo africano, y el escritor
español Pablo Osorio.
Como ves, en la Iglesia, compuesta de hombres y de mujeres, siempre ha habido y
habrá problemas. Pero sigue adelante porque la guía el Espíritu de Dios, su
aliento, su “ruhah”.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre!