Santa Bernardita
Santa Bernardita Soubirous (1879).
Nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el
bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después
cuando sea religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.
Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y
miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña
tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y
del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba. En los primeros
años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A
causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región,
Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al
comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.
Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su
existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas
palabras de Jesús: \"Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda
(con sufrimientos) para que produzca más frutos\" (Jn. 15).
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: \"Dios escoge a lo
que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo\".
Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera
Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas
grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día
ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué
tienen esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde: \"Es
que se indigestaron por comer demasiado pasto\". La muchachita se pone a
llorar y exclama: \"Pobres ovejas, se van a reventar\". Y entonces el
señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le dice:
\"Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre era
verdad\". Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una
mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!
Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma.
Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en
detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: \"No te voy a
hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra\". Y así sucedió . La vida
de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades,
penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de
santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.
Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima
se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le
había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie.
Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni
regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella
las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición.
Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un
brillo que admiraba a todos.
Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo
mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto.
Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a
veces se echaba a llorar. \"Vaya \", le decía la señora, ¡tenga
valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los
visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara
ningún sacrificio.
Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas
hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la
confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a
usted si le sirven lechugas en el almuerzo? \"Claro que sí\" ¿Y es
que lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era
humilde pero no era tonta.
Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers.
Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la
admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por
un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años
estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los más
terribles ataques exclamaba: \"Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me
conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con
paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco
mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores\".
Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo
grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y
muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles
la persecución piensan que con esto están haciendo una obra buena.
Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una
mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo
juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor
que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la
superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas
pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así
en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se
quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había
dado la Madre de Dios: \"No te haré feliz en esta vida, pero sí en la
otra\".
Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero
fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años
padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis.
Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba
continuamente y su vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta
por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía:
\"Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una
vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de
volverla a ver. Tan bella es\".
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les
contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron
volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió
tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto
en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que
iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le
enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con
mano temblorosa, escribe: \"Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una
pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado
que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma\". A
vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y
un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: \"Yo vi la Virgen. Sí, la vi,
la vi ¡Que hermosa era!\" Y después de unos momentos de silencio exclamó
emocionada: \"Ruega Señora por esta pobre pecadora\", y apretando el
crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.
A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a
conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de
diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.
Bernardita: tú que tuviste la dicha de ver a la Sma. Virgen aquí en la tierra,
haz que nosotros tengamos la dicha de verla y acompañarla para siempre en el
cielo.