Zacarías
1. Introducción: el personaje y la época. El profeta
Z. (hebreo Zkkaryáh=Yahwéh se acuerda) era hijo de Baraquías, hijo de Iddo (Zac
1, 1). Es uno de los doce profetas llamados menores; su libro (que
abreviadamente citaremos Zac) es el penúltimo de los libros proféticos del Canon
de libros inspirados del Antiguo Testamento (v.). No debe ser confundido con el
profeta homónimo, hijo de Baraquías (v.) -de quien hace mención Mt 13, 55-
muerto unos 330 años antes por el rey Joas en el Reino de Judá (v.). El
personaje Z., cuyo libro inspirado forma parte del A. T., llevó a cabo su misión
profética en la época de Darío I, rey de Persia, entre los a. 520-518 a. C.:
unos meses después del profeta contemporáneo Ageo (v.).
Con la entrada victoriosa del rey persa Ciro en Babilonia (a. 539), se consumó
definitivamente la derrota y destrucción del Imperio Babilónico, y con ella
cambió también la suerte de los pueblos dominados por él: los judíos que habían
sido deportados hacia Babilonia fueron autorizados por Ciro a volver a
Palestina. Las primeras expediciones -fueron muy numerosas, si bien muchos de
ellos prefirieron permanecer en Mesopotamia; estaban formadas por judíos
fervientes. y con cierta conciencia de su misión de «resto» restaurador del
reino de Israel, profetizado por Isaías (v. ISRAFEL, RESTO DE). Esto explica que
la primera preocupación de los repatriados, una vez distribuidos en sus lugares
de origen, fuera la restauración del Templo de Jerusalén (v. TEMPLO II).
La magna labor comenzó apenas un año después de la vuelta del exilio bajo la
dirección del jefe del pueblo, Zorobabel (v.) y del sumo sacerdote Josué.
Surgieron, sin embargo, en seguida graves dificultades en la ejecución de esta
empresa. Los samaritanos (v.), pueblo resultante de la fusión de los judíos
supervivientes a la destrucción de Samaria, hecha por Sargón (emperador asirio)
en 721, y los colonos provenientes de diversas partes de Asiria, ofrecieron su
ayuda para la reconstrucción del templo. Esta ayuda fue, sin embargo, rechazada
(cfr. Esd 4,3), por el peligro del sincretismo y de olvido de la Alianza (v.)
con Yahwéh, que había sido causa de la perdición de Judá, y que el influjo de
los samaritanos podría ocasionar de nuevo. La reacción de los samaritanos fue la
hostilidad y enemistad; consiguieron del rey Artajerjes, sucesor de Ciro, la
prohibición de la continuación de los trabajos (cfr. Esd. 4,6-23): «Entonces se
pararon las obras de la casa de Yahwéh en Jerusalén, quedando interrumpidas
hasta el segundo año del reinado de Darío, rey de Persia» (Esp 5,1).
Dios suscitó entonces a los profetas Z. y Ageo para espolear el celo en la
construcción del templo y confirmar la seguridad en las promesas hechas al
«resto bendito» de Israel: «Ageo, profeta, y Zacarías, hijo de Iddo, profeta,
hablaron en nombre de Dios a los judíos que había en Judea y en Jerusalén; y
entonces Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué, hijo de Josadac, se levantaron y
comenzaron a edificar la casa de Dios en Jerusalén» (Esp 5,1-2). Era Z. de edad
joven cuando comenzó a profetizar. Tal vez vivió hasta que se terminaron las
obras del templo.
2. El libro. a. Contenido, profecías mesiánicas.
Todo el libro ilustra el futuro de Israel renacido. Las profecías en él
contenidas, si bien hacen alguna alusión al futuro próximo del pueblo judío
-construcción del templo material, etc.- miran principalmente al futuro reino
mesiánico que vendrá a instaurar Cristo y a la «Jerusalén celeste». De esta
manera se vuelve a anunciar con nuevos colores las antiguas promesas que Yahwéh
había hecho por medio de los profetas anteriores.
El contenido mesiánico de este libro penetra todas sus páginas, Z. da nuevos
perfiles a la figura del Mesías (v.). Zorobabel (v.) es presentado como una
figura mesiánica; por su restauración del culto del templo y la prosperidad del
país es figura de Cristo Redentor, que había de restaurar todas las cosas. El
Mesías será un rey manso: «Alégrate sobremanera, hija de Sión; grita jubilosa,
ioh hija de Jerusalén! He aquí que tu rey llega a ti; es justo y victorioso,
humilde y montado sobre un asno, sobre un pollino cría de asna» (Zac 9,9; cfr.
Mt 21,1-5; lo 12,14); «y anunciará la paz de las naciones» (Zac 9;10). Su nombre
será «Germen» «del cual se producirá germinación, edificará el Templo de Yahwéh,
alcanzará gloria y se sentará y dominará sobre su trono» (Zac 6,12), «y aquel
mismo día quitaré de la tierra la iniquidad» (Zac 3,9).
Pero el Salvador de Israel, el Buen Pastor (v.) (cfr. Zac 11,4-14), será
estimado por un precio miserable por los judíos: 30 monedas de plata; S. Mateo
recuerda el cumplimiento de esta profecía en el pacto hecho por Judas (v.) con
el Sanedrín, para vender a Jesús (cfr. Mt 27,9). Finalmente será inmolado: «y me
contemplarán a mí, a quien traspasaron, y plañirán por él, como suele gemirse
por un hijo único» (Zac 12,10; cfr. Io 19,37); «herirán al pastor y se
dispersará el rebaño» (Zac 13,7; cfr. Mt 26,31). Pero esta muerte no será en
vano, sino que traerá un gran bien: «aquel día habrá una fuente abierta para la
casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del
pecado y de la inmundicia» (Zac 13,1). Este río de gracias alcanzará a todas las
naciones: «y será de mar a mar su señorío y desde el río hasta los confines de
la tierra» (Zac 9,10), «se constituirá rey sobre toda la tierra» (Zac 14,9).
b. Estructura. En el libro de Z. se pueden distinguir con bastante claridad tres
partes y un prólogo, que es una exhortación a la penitencia y a no imitar la
infidelidad de sus antepasados (Zac 1,1-7).
La primera parte está formada centralmente por ocho visiones nocturnas (1,7 a
6,15), que se refieren principalmente a la terminación del templo y a la
magnificencia del nuevo Israel, que alcanzará su plenitud en el reino del
Mesías.
La segunda parte está motivada como respuesta a una cuestión sobre el ayuno: el
profeta exhorta a la verdadera penitencia y a la enmienda de vida. En esta parte
hay unas promesas de bendición para la nueva Jerusalén, debidas al amor gratuito
de Dios: «Yo salvaré a mi pueblo de la tierra del levante y de la tierra del
poniente, y los traeré y habitarán en Jerusalén y ellos serán mi pueblo y Yo
seré su Dios en verdad y en justicia» (Zac 8,7-8).
La tercera parte profetiza la victoria del reino de Dios sobre sus enemigos y el
esplendor que alcanzará en tiempos del Mesías (cap. 9 a 14).
3. Autenticidad. Mientras la autenticidad de las dos
primeras partes es comúnmente admitida, los exegetas no están de acuerdo en lo
que se refiere a la tercera parte. La crítica católica niega, prácticamente en
bloque, la autenticidad de esa última parte. Esta postura que no está acorde en
cómo resolver positivamente el origen e interpretación de esos capítulos; basa
principalmente su argumentación en una pretendida falta de unidad entre las
diversas partes del libro. Dado que los argumentos externos: la tradición judía
y católica -a las que en cuestiones de autenticidad se debe atribuir principal
valor- son contrarias a esa opinión, y que las aparentes divergencias internas
que se han aducido, pueden ser
explicadas de muchas maneras diferentes y plausibles -p. ej., que las diversas
partes del libro de Z. fueron escritas en varios momentos de la vida del
profeta; o bien, que esas partes difieren, por la variedad de temas y modo como
Z. recibió las revelaciones divinas, etc.- y, teniendo además en cuenta que hay
argumentos internos que apoyan la unidad de autor, no resulta aceptable la
opinión que sostiene una multiplicidad de autores.
V. t.: PROFECÍA Y PROFETAS.
V. MARTÍNEZ MARTÍN.
BIBL.: S. JERÓNIMO, Comm. in Zachariam Prophetam, en
PL 25, 1415 ss.; B. MARIANI y F. SPADAFORA, Zacarías, en Diccionario Bíblico,
Barcelona 1959, 603-606; S. BULLOUGH, Zacarías, en Verbum Dei, II, Barcelona
1956, 775-804; J. KNABENBAUER y M. AGEN, Comm. in prophetas minores, II, París
1923; F. CEUPPENs, De prophetiis messianicis in Antiquo Testamento, Roma 1935,
449478; B. MARIANI, Zaccaria profeta, en Bibl. Sanct. 12, 1448-1451.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991